lunes, 24 de noviembre de 2008

Solitario de Jade (VII)

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Después de la oscuridad de los demás lugares de la fortaleza, el establecimiento médico era bastante sorprendente: brillante, limpio, y razonablemente bien equipado, con un suelo azulejado e incluso algunas secciones de paneles de madera. Y la razón para el cambio en la decoración fue inmediatamente obvia: el médico no era un drach'nam.
—Siéntese -dijo un bith de aspecto cansado con una bata médica ligeramente desaliñada, acercándose alrededor de un escritorio y señalándoles a la única mesa de tratamiento del cuarto. Su tono era rápido, pero su cara y sus manos traicionaban el estado de nerviosismo que Mara sospechaba que probablemente era una condición común entre los no drach'nam bajo las órdenes de Praysh-. ¿Dónde está la crisálida?
El guardia de la izquierda alzó el brazo de Mara.
-Está justo... oh, pustina. ¡Ha desaparecido!
—Se debe de haber caído -dijo el bith, mostrando de repente una gran tensión en su voz. Sus ojos echaron un vistazo culpable hacia la pared a la izquierda-. Vosotros dos, será mejor que vayáis a ver si podéis encontrarla.
Los dos guardias no discutieron, sino que volvieron inmediatamente al corredor.
-¿Notó cómo se caía? -preguntó el bith, girando el brazo de Mara y empezando a limpiar el limo residual.
—No, no lo noté -dijo Mara, poniendo algunos gemidos de miedo en su voz mientras miraba más allá de la gran cabeza del médico. A través de una puerta abierta al fondo del cuarto del tratamiento podía ver un gran armario de suministros. Estirándose con la Fuerza, permitió que el transpariacero las puertas del armario se abrieran unos milímetros. Las etiquetas de las redomas estaban demasiado lejos para leerlas, pero si los colores y las formas de las botellas seguían los estándares farmacéuticos convencionales de la Nueva República, las tres que estaba buscando estaban allí. Alzando una de las redomas fuera de su estante, la dejó resbalar rápidamente por la pared hasta el suelo. No había modo de saber dónde estaba colocada la cámara de vigilancia, pero ella tampoco podía hacer nada al respecto desde donde estaba. Sólo podía esperar que el súbito movimiento de la botella no fuera advertido por quienquiera que Su Primera Grandeza tuviera supervisando las pantallas de vigilancia. Consiguiendo un asimiento en la segunda botella, la bajó al suelo junto a la primera...
—Qué raro -dijo el bith. Ya había limpiado esa sección de su brazo y estaba observando las dos marcas de perforación que ella había hecho con el cuchillo del guardia-. Esto no parecen mordeduras de palpos krizar en absoluto. ¿Está segura de que eso fue lo que le agarró?
—No lo sé -gimió Mara, moviendo la última de las tres redomas al suelo y enganchando entonces un par de botellines pequeños y agregándolos a su colección-. Todo lo que sé es que dolió. Dolió mucho.
Pudo darse cuenta de la simpatía y la frustración del bith.
-Sí, lo sé -murmuró-. No es una vida fácil para ustedes aquí abajo.
—No -dijo, medio sollozando mientras movía sus trofeos por el suelo hacia la puerta del cuarto de examen. Se suponía que quienquiera que estuviera a cargo de la vigilancia podría razonablemente ignorar un cuarto de suministros vacío, pero un cuarto ocupado por una esclava humana y un médico bith era completamente otra cuestión. Tenía que encontrar la cámara de vigilancia de allí antes de que pudiera atraer las botellas el resto del camino.
—¡Auh! -gimió de repente, intentando retirar su brazo izquierdo del agarre del bith mientras estudiaba la pared a la que él había mirado rápidamente antes. La cámara, claramente diseñada para estar oculta, era bastante obvia para alguien con el entrenamiento y la experiencia de Mara: una lente pequeña que se hacía pasar por un nudo en el panelado de madera.
—Lo siento -dijo el bith, y ella pudo percibir su mezcla de preocupación y perplejidad mientras soltaba inmediatamente su brazo-. No debía haber nada que doliese donde estaba tocando.
—Bueno, pues duele -dijo petulantemente Mara. Con los dedos de su mano derecha, extrajo clandestinamente una porción de limo de la masa que se estaba endureciendo cubriendo sus piernas-. Antes, en ese sitio tan grande, me han dado latigazos... ¡auh!
Retiró de nuevo su brazo izquierdo, agitándose esta vez también con el derecho. El movimiento envió una media docena de pequeñas porciones de limo girando por la sala...
Y con una pequeña ayuda de sus habilidades de la Fuerza, las masas más grandes golpearon contra la pared justo sobre la cámara de vigilancia oculta.
—De nuevo, lo siento -dijo el bith, mirando a la pared. Echó una segunda mirada, irguiendo de repente todo su cuerpo cuando comprendió lo que había pasado-. Discúlpeme -dijo, agarrando a una toalla y apresurándose hacia la pared.
Y con la cámara todavía cubierta, y la atención del médico en otra parte, Mara trajo sus redomas y botellines volando desde la puerta y los dejó caer suavemente sobre la parte delantera de su traje de salto. Cuando el bith terminó su trabajo de limpieza, estaban seguramente anidados en los pliegues de la tela de su cintura.
—Mis disculpas -dijo mientras dejaba la toalla en el dispensador y volvía hacia ella-. El nutriente puede dañar el material de la pared que Su Primera Grandeza es tan amable de permitirme, ¿sabe?
¿Y estaría en serios problemas si permitiera que la cámara se quedase cubierta por demasiado tiempo? Probablemente.
-Está bien -murmuró Mara.
Una vez más, había tenido el tiempo justo. El bith acababa de tomar su brazo de nuevo cuando los dos guardias drach'nam irrumpieron de nuevo en el cuarto.
-Nada -gruñó uno de ellos, mirando suspicazmente a Mara-. ¿Qué hiciste con ella? ¿Y bien?
Mara se encogió alejándose de él.
-Nada -dijo, con voz asustada y suplicante-. Por favor... yo no hice nada.
—¿Entonces dónde está? -preguntó el drach'nam, dando un amenazador paso hacia ella, con el látigo neurónico en la mano.
—Quizás era un krizar que todavía era inmaduro -dijo el bith, alzando una mano protectoramente entre Mara y el guardia-. Su agarre era débil y no completamente firme.
—¿Entonces dónde está ahora? -continuó el segundo guardia-. Se unió a ella... yo lo vi.
—Si no está en el corredor, todavía debe estar en la sala de crecimiento -dijo razonablemente el bith-. Quizás se cayó de nuevo en los pozos de nutriente.
Los guardias continuaron mirándola, y Mara contuvo su respiración. Si cualquiera de ellos hubiera visto realmente la crisálida después de que abandonaran la sala...
Pero aparentemente ninguno de ellos lo había hecho.
-Sí -dijo el guardia de mala gana-. Quizá.
El bith miró a un crono de la pared.
-De todos modos, el turno de trabajo ha terminado -dijo-. ¿Por qué no la escoltan de vuelta a la sala común? Luego podrán investigar las pasarelas de la sala de crecimiento.
—No nos diga cómo hacer nuestro trabajo, bith -gruñó el otro guardia, mostrando sus dientes mientras sujetaba el brazo de Mara en un agarre no demasiado educado-. Vamos, humana. La hora del rancho.

MedStar: Intermezzo (VII)

Las aeroambulancias dejaron finalmente de llegar. Metido hasta los codos en un clon lleno de los fragmentos de una granada, Jos oyó a alguien decir que la batalla que produjo la enorme llegada de heridos había terminado finalmente. Se decía que la pérdida de droides de combate de los Separatistas había sido al menos vez y media el número de bajas de clones de la República, pero eso no era mucho consuelo.
Jos echó una mirada a su alrededor, localizando a un técnico quirúrgico, y llamó su atención.
-Será mejor que alguien deshiele a Omant -dijo a la técnico, una mujer ugnaught-. Lleva congelado casi el límite permitido.
-P’a despertarle tengo que esperá a que entre en caló, usté ya sabe.
Ella tenía razón. Los zabraks tenían una resistencia rara a la anestesia; sólo algunos tipos actuaban bien en ellos, y el vigor natural de la especie era tal que rápidamente desarrollaron resistencia incluso a esos.
-Rne, despiértelo, pero mantenga el suministro de paralizador.
-D’acuerdo, doc.
Tolk comenzó a aplicar tapones de cola y a cerrar con grapas al último paciente. Jos pidió por gestos a la técnico un nuevo juego de bata y guates. Él no quería hacer esto.
¿O sí? Esa es la gran pregunta, ¿no?

La Colmena (y VII)

7

El cofre de los huevos era relativamente fácil de llevar a través de la puerta que conducía a la cámara de los gusanos. Llegaron a la cornisa y miraron fijamente al suelo bajo ellos. Se habían activado luces artificiales a lo largo del techo y, en combinación con el hongo, iluminaban la tierra arada de la que los gusanos habían huido por los sonidos chillones y dolorosos. Obi-Wan extendió sus sentidos en la Fuerza: nada. La cueva estaba abandonada.
Bajaron el disco hasta el suelo de polvo. Con la ayuda de la unidad antigravitatoria, el disco de carbonita virtualmente flotaba por la caverna. Las paredes de roca parecían ahora enormes y majestuosas. Obi-Wan no había podido apreciarlo antes, pero cuando las luces artificiales se encendieron en el techo, la vista de las cascadas formadas por las estalactitas y las vastas paredes arqueadas le dejó sin aliento.
¿Qué clase de escena de celebración se habían imaginado los constructores para este momento? ¿Se esperaba albergar ahora a miles de x’ting, vitoreando en una ceremonia mientras una nueva reina y un nuevo rey llegaban al mundo?
Qué extraña y tristemente había funcionado todo.
Con el tiempo, habría tal celebración, por supuesto, pero no ahora. Ahora había silencio y sombras.
El cofre de los huevos resbaló fácilmente a través de las aberturas pentagonales en el lado opuesto de la caverna. Jesson parecía agotado pero triunfante, un ser diferente al joven guerrero arrogante que había acompañado a Obi-Wan al salir de la cámara del consejo menos de dos horas antes.
Realmente, pensó Obi-Wan, la transformación no era una cuestión de tiempo. U ocurría en un parpadeo, o no ocurría en absoluto.
Se arrastraron a través de la oscuridad, llevando la preciada carga entre ambos. Jesson encontró su camino a través del laberinto más fácilmente esta vez, y su caminar ya no era realmente laborioso, sino que estaba lleno de un sentido de propósito.
-Sabes, Jedi -dijo Jesson por encima de su hombro-, puedo haber estado equivocado acerca ti.
-Es posible -dijo Obi-Wan, sonriendo.
Pasaron unos instantes, durante los cuales caminaron en la oscuridad, mientras Jesson olfateaba su camino y quizás organizaba sus pensamientos.
-He visto lo que puedes hacer, y quién y qué eres. -Hizo una pausa- Incluso es posible que Duris no estuviera mintiendo sobre ese Maestro Jedi. Quizá él realmente nos visitó, y quizá realmente hizo algo que valiera la pena recordar.
Obi-Wan se rió entre dientes. Nunca podría saberlo. Al menos, no hasta que volviera a Coruscant. Entonces podría hacer preguntas discretas, sólo para satisfacer su curiosidad.
Por otro lado, algunos de los más grandes Jedi eran notoriamente reservados para hablar de sus hazañas. Sus preguntas bien podrían ser cuidadosamente desviadas, sin satisfacer su curiosidad nunca.
Llegaron a la siguiente cámara, la sala de estatuas por donde habían entrado en primer lugar. Jesson descendió hasta la cornisa. Obi-Wan empujó el cofre de los huevo suavemente hacia fuera. Suspendido por su unidad antigravitatoria, flotó hacia Jesson tan suavemente como un taco de madera de balsa arrastrado por una débil corriente de agua.
Obi-Wan saltó abajo ágilmente. Había que tomar una decisión: remontar el camino por el que habían venido, para volver a entrar por aquella primera estatua hueca y enfrentarse a los caníbales de nuevo, o...
-No estoy de humor para una batalla innecesaria -dijo el Jedi-. Subamos las rocas y veamos si se abre la puerta del lado opuesto.
-De acuerdo -dijo Jesson. La fatiga emborronó su voz. Las últimas horas debían haber sido las que más esfuerzo habían requerido en la vida del guerrero x’ting. Una batalla frenética, un ascenso a través de la oscuridad, perseguidos por gusanos de cueva carnívoros, condenando y luego salvando a los herederos reales de su especie...
Obi-Wan se preguntó: ¿cómo se enfrentaría un x’ting a esta tensión, con una celebración, o hibernando?
Cuando ambos estuvieron a salvo en la cornisa de piedra, guiaron el cofre de los huevos por la cuesta hacia lo que Jesson dijo que era una puerta.
Tomó varios enervantes minutos conseguir subir el cofre de los huevos a lo alto del montón de rocas caídas. Al otro lado encontraron algo horrible: el cadáver de otro de los hermanos de nido de Jesson, con la parte inferior del cuerpo asomando bajo una gran roca. Su marchito brazo secundario todavía asía una lámpara.
Tanta muerte, en servicio a su colmena. Cualquier especie que produjera una G'Mai Duris y un Jesson Di Blinth era realmente formidable.
Obi-Wan recogió la lámpara. Era de diseño industrial, más pesado y potente que el modelo de los suministros del GER que Jesson había traído al laberinto. Cuando la activó, un brillante círculo de luz se extendió por la pared.
Lástima que no le hubiera servido de nada al hermano de Jesson.
A pocos metros de la rampa estaba la puerta que les devolvería a la colmena principal. Un mecanismo droide había obstruido la puerta. Con toda probabilidad, se trataba de la misma trampa atrapa-bobos que había activado el desprendimiento.
-Creo que eso responde a mi pregunta -dijo Jesson detrás de Obi-Wan, con voz profunda y respetuosa.
-¿Qué pregunta es esa? -preguntó Obi-Wan, activando el rayo de energía de su sable de luz. Examinó la puerta más de cerca, juzgando el mejor ángulo para el corte inicial.
-Mira. Por favor -dijo Jesson.
Obi-Wan se dio la vuelta, permitiendo a sus ojos seguir el rayo de luz de Jesson. Se desplazó a lo largo de la caverna, iluminando una tras otra las gigantescas imágenes de los reyes y reinas x’ting, sus más grandes líderes en una serie colosal. Esculpido en piedra masticada había un verdadero bosque de nobles titanes insectoides. Unos machos, otros hembras, unos altos y jóvenes, otros viejos y encorvados, con sus cuatro manos colocadas en diversas posturas; pidiendo, implorando, protegiendo, confortando, enseñando, sanando.
Una sala de héroes, realmente, pensó Obi-Wan.
-¿Qué pasa?
-Allí -contestó Jesson-, donde entramos en primer lugar.
Y enfocó el rayo en la estatua más grande.
Ahora Obi-Wan podía ver la figura vieja y encorvada mucho más claramente. El angosto tubo de la escalera de mano que habían descendido era un bastón. La cámara en la que habían luchado tan desesperadamente contra los x’ting caníbales se veía, desde fuera, como un torso de músculos redondeados. Su punto de entrada inicial, la primera cámara de todas, era una cabeza con puntiagudas orejas triangulares. La estatua alcanzaba por lo menos los setenta metros de alto, más alta que cualquier otra en la Sala de los Héroes x’ting.
Realmente, eso respondía a muchas preguntas, pero planteaba otras, preguntas que Obi-Wan nunca podría satisfacer. Porque allí, con su brazo vestido extendido saludando, gigantesco y benévolo a la luz de la lámpara de un valiente soldado x’ting que llevaba largo tiempo muerto, se alzaba la hueca estatua, hecha con piedra mascada, de un sonriente Maestro Yoda.

Caza Tie: Las crónicas de Stele (VII)

La lanzadera

La navegación y la adquisición de objetivos en el espacio no son tarea fácil, pero la estrella local de un sistema estelar ayuda a veces en la localización reflejándose en las superficies metálicas. Fue de este modo que Maarek localizó la lanzadera y sus atacantes, maniobrando en la oscuridad del espacio sobre el planeta. Podía ver el resplandor azul característico de los cañones iónicos golpear los escudos de la lanzadera. Jamás en su vida había visto disparar un cañón iónico, pero sabía que eran visibles desde muy lejos.
-Los veo -anunció por el comunicador. No obtuvo ninguna respuesta.
Mientras se aproximaba rápidamente, pudo reparar en dos Ala-Y que disparaban contra la lanzadera, claramente identificada con insignias imperiales. Alrededor de la lanzadera flotaban numerosos escombros, en los que reconoció los pedazos de varios cazas TIE.
Maarek no reconoció las insignias de los Ala-Y que atacaban, pero eso no tenía ninguna importancia. Eran enemigos. Sin pensar, maniobró para alcanzar un ángulo de ataque que le permitiera poder disparar sobre los dos Ala-Y de una sola pasada. El interceptor TIE respondía suavemente, mucho mejor que cualquier barredora, y se aproximaba a la zona de combate. Las manos de Maarek estaban aferradas a los mandos, su dedo firmemente apoyado sobre el gatillo, dispuesto a disparar.
En ese preciso instante, el Ala-Y más cercano se separó y comenzó un viraje. ¡Había sido detectado! Maarek apretó el botón de disparo y vio los rayos láser, pero sólo dos. No había activado sus cuatro lásers, y realmente no sabía cómo hacerlo. Los mecánicos generalmente no tenían derecho a probar las armas. Pero, incluso con dos lásers, los rayos fueron directos al objetivo, y la trasera del Ala-Y se incendió durante una fracción de segundo. ¡Una buena diana!
Pero la nave enemiga no aminoró. No parecía haber sido tocada de gravedad. Maarek estuvo tentado de perseguir al Ala-Y: parecía más lento que su interceptor. Pero el segundo Ala-Y seguía atacando a la lanzadera, y Maarek modificó su trayectoria para dirigirse justo sobre él. Abrió fuego ajustando su ángulo de ataque, y sus primeros disparos erraron su objetivo. Se aproximaba rápidamente, y finalmente vio un resplandor revelador sobre el casco del Ala-Y. ¡Había dañado sus escudos! El Ala-Y cesó súbitamente de disparar contra la lanzadera y se alejó, pero se desplazaba muy lentamente.
Maarek estaba tan fascinado con la visión del enemigo en su visor, que olvidó modificar su velocidad y estuvo a punto de colisionar con su objetivo. Giró en el último momento. Entonces su ordenador de a bordo le indicó que disparaban sobre él. Mientras maniobraba su interceptor TIE en un cerrado lazo diagonal, percibió que el otro Ala-Y se aproximaba.
Tenía la ventaja de la velocidad, pero también se daba cuenta de que no podía abandonar a la lanzadera, que aún seguía en peligro. Por suerte, su experiencia como piloto de barredora le daba la ventaja de un sentido instintivo del combate. Pudo librarse sin problemas del Ala-Y que le perseguía, y vio cómo este sobrepasaba la lanzadera. Se precipitó de nuevo en la persecución de los dos Ala-Y. Entonces fue cuando reparó en los primeros cazas Ala-X. Parecían salir de ninguna parte, y aparecieron a algunos kilómetros de distancia de la proa de la lanzadera.
-Creo que voy a tener serios problemas -dijo para sí mismo.
Maarek aún siguió disparando sobre los Ala-Y, y luego se afianzó sobre los mandos para efectuar un viraje muy cerrado. No sabía si los Ala-X iban tras la lanzadera o tras él. Sabía que no tendría ninguna oportunidad contra la potencia de fuego combinada de los dos Ala-Y y los dos Ala-X.
Si quería golpear con eficacia, debía elegir el momento adecuado, y por tanto necesitaba tomar cierta distancia.
Se alejó a toda velocidad de la lanzadera dañada. Los dos Ala-X fueron tras él. Eran muy rápidos y le seguían a la misma velocidad. Disparaban constantemente sobre él, pero estaban muy lejos para que sus disparos fueran suficientemente precisos. Viró para volver hacia la lanzadera y vio que los dos Ala-Y reiniciaban su ataque. De repente, el destructor estelar reapareció, muy cerca del planeta. Si conseguía aguantar algunos minutos más, sabía que llegarían los refuerzos.
Supo que tenía razón cuando la radio crepitó en su casco.
-Aquí Rayos X V2. Llamo a TIE/In 4OV9. ¿Me recibe?
Maarek no estaba acostumbrado a las identificaciones militares de combate.
-Si es a mí a quien busca, estoy aquí -respondió por el micro-. Envíenme a alguien... ¡y rápido!
-Los refuerzos están en camino, TIE/In 4OV9. Aguante.
El interceptor no podía ir más deprisa, y los Ala-X se aproximaban a él. Sería una auténtica pena dejarse atrapar ahora, justo cuando los refuerzos estaban tan cerca. Comenzó una barrena en espiral para escapar de sus disparos, una maniobra que los pilotos usaban en los holovídeos que había podido ver. Era una buena idea, pero su práctica de pilotaje dejaba mucho que desear. Perdió momentáneamente el control del TIE y comenzó a girar en todos los sentidos, desorientado. Intentando desesperadamente retomar el control, compensó demasiado y se encontró orientado directamente hacia el planeta. Sus sensores seguían anunciando a los Ala-X, que ahora estaban mucho más cerca.
Algo golpeó al interceptor. Sintió una sacudida, como un gran puñetazo en la espalda, y los sensores de su panel de mandos se apagaron. No tenía tiempo de intentar otra maniobra. Decidió precipitarse hacia el planeta. Había escuchado que el vuelo atmosférico era difícil y que a ningún piloto de caza estelar le agradaba, pero el ya estaba acostumbrado al vuelo atmosférico, y esperaba que los pilotos de los Ala-X no tuvieran tanta práctica.
El interceptor TIE comenzó a vibrar y a descender en picado cuando penetró en la envoltura gaseosa, y una espesa bruma inmediatamente oscureció su visión. Luchaba contra los mandos, Enderezando para no caer directamente en el pozo de gravedad del planeta. Su plan consistía en zambullirse en la capa superior de la atmósfera y seguir un ligero vector parabólico para volver a salir después al vacío. Esperaba de ese modo librarse de los Ala-X.
Tenía la impresión de luchar contra un bantha furioso, y realmente no sabía si estaba a punto de salir de la atmósfera o si iba a convertirse de repente en una bola de fuego en la superficie del planeta. Intentaba mantener su trayectoria, pero sin sensores sin ninguna referencia visual, no podía fiarse más que de la suerte... y de la fe.
En el fondo de su ser, permanecía tranquilo a pesar de lo alarmante de la situación, dándose cuenta de que ya había sobrepasado sus límites. Sin ningún entrenamiento, acababa de enfrentarse a cuatro cazas enemigos, ¡y aún seguía vivo! ¿Se le había acabado la suerte?
La respuesta era no. La bruma que rodeaba al interceptor desapareció de repente, y la nave emergió de la atmósfera con una nueva sacudida capaz de quebrar los huesos. Los Ala-X habían desaparecido. ¡Y, de hecho, el destructor estelar también!
Estupendo..., pensó. ¿Y ahora qué?
-Vuelva, Stele -dijo una voz desconocida por el comunicador-. Se acabó la fiesta. Siga el vector 1-2-8-Alfa.
-Lo siento, señor. Los sensores están muertos y no sé navegar -respondió Maarek. Escuchó risas en su casco.
-Entonces, gire a la derecha y rodee el planeta. Nos encontrará. O le encontraremos.

***

En las horas siguientes, no tuvo un instante de respiro. Cuando estuvo al alcance del destructor estelar, fue conducido a bordo por un rayo tractor. ¡Un final vergonzoso para la mayor aventura de su vida! Le dirigieron hacia un hangar que no conocía. Un destacamento de tropas de asalto le esperaba. Cuando salió de la cabina de la nave, un oficial le pidió que le siguiera y le condujo a una pequeña sala, junto al hangar. Luego los oficiales y las tropas de asalto desaparecieron, dejándole solo.
Se sentó ante una pequeña mesa. Había dos sillas en la sala, y eligió la que miraba hacia la puerta. Esperó. Mucho tiempo.
Voy a tener problemas, pensó. ¿Pero qué es lo que he hecho mal?
Permaneció sentado durante mucho tiempo, quizá horas, antes de ver entrar dos soldados de asalto con armadura negra y blanca. Habían desenfundado sus blásters, pero los ojos de Maarek estaban fijos en el hombre que les seguía. Le reconoció inmediatamente ¡Era el almirante Mordon! Parecía cansado.
El almirante se sentó en la silla enfrente de Maarek, recto y erguido, silencioso, con sus ojos azules fijos en los de Maarek. Eran del color de los proyectiles de iones. Maarek bajó la mirada y observó sus manos posadas sobre la mesa. Sus falanges estaban blancas.
-Has tenido suerte -dijo Mordon. Su voz era tranquila, como esperaba Maarek, y las medallas que colgaban de su pecho seguían el movimiento regular de su respiración.
Maarek alzó lentamente los ojos, pero tuvo problemas para mantener la mirada de Mordon.
-Lo sé, señor. Esperaba...
Mordon le interrumpió.
-También has probado tener un gran valor.
El corazón de Maarek saltó en su pecho. Esto no era una reprimenda. Era una felicitación.
-Hemos retomado el control de la zona -continuó Mordon-. Iba a inspeccionar el planeta con una escolta mínima cuando los Rebeldes atacaron. Si no te hubieras separado de la nave...
Maarek no dijo nada. Estaba en estado de shock. He salvado la vida del almirante.
-¿Dónde has aprendido a pilotar un interceptor de ese modo, hijo mío?
Maarek salió de su ensimismamiento justo a tiempo para escuchar la pregunta de Mordon.
-En el Servicio de Reparaciones, señor -dijo, atragantándose. Se preguntó su esa respuesta iba a causarle problemas.
El almirante alzó una ceja.
-Reparaciones... -dijo. Pareció rumiar la palabra durante un instante, como si hubiera olvidado su significado- ¿Te gusta estar ahí, en Reparaciones? -preguntó a Maarek.
-Sí, bueno -respondió Maarek prudentemente-. Nos dedicamos a cuidar de los chiquillos.
-¿Los chiquillos?
-Sí, señor, ya sabe, los pilotos. Sólo tienen que trepar a su cabina y volar por el espacio mientras que nosotros nos hacemos polvo las manos enderezando la chapa y nos quemamos con los sopletes láser...
Maarek se interrumpió, pensando que quizá había ido demasiado lejos, pero Mordon estalló en carcajadas.
-¿Realmente crees que la vida de un piloto es así, hijo mío?
Maarek no respondió.
Mordon se incorporó bruscamente.
-Apuesto a que te encantaría formar parte de esos chiquillos, ¿verdad, señor Stele?
Al hacer esta pregunta, se había inclinado sobre la mesa y miraba fijamente a los ojos de Maarek. Este volvió rápidamente la mirada y se puso a mirar algo en una de sus uñas.
-Vuelve a verme dentro de seis meses -dijo Mordon dirigiéndose hacia la puerta-. Ven a decirme cómo te va.
Luego desapareció, y Maarek se encontró solo nuevamente. Pero no por mucho tiempo.

Ala-X: La documentación Farlander (y VII)

Epílogo

Tras la ceremonia, Mon Mothma pidió a Keyan que la siguiera, conduciéndole al despacho donde se encontraron la primera vez.
-He dicho que tienes suerte, Teniente, y puede que tenga razón. Pero debes saber que la Fuerza está en ti.
-¿La Fuerza? -preguntó Keyan.
Mon Mothma hablaba con gran intensidad, pudo darse cuenta de ello. Pero cuando pronunció estas palabras, su voz era vibrante como un láser, llena de poder.
-La Fuerza es un campo de energía creado por todas las cosas vivientes, que mantiene unida la galaxia. Es el mayor poder que conocemos, y creo que es la Fuerza lo que vive en tu interior. Es un raro don ser fuerte en la Fuerza. Una vez hubo muchos que podrían enseñarte sobre la Fuerza. Ahora, desgraciadamente, quedan pocos. Busca a alguien que pueda enseñarte. Es tu destino.

***

Más tarde, esa noche, Keyan permanecía despierto. Había sido un día afortunado. Justo hasta que Mon Mothma mencionó la fuerza. Ahora, Keyan no podía evitar tener visiones de un futuro incierto y del papel que debería llevar a cabo. El Destino. Una palabra que no presagiaba nada bueno. Prefería la suerte. Finalmente, cayó en un profundo sueño y, en su sueño, escuchó una voz. Una voz al mismo tiempo extraña y familiar...

La vida la crea, y la hace crecer. Su energía nos rodea y nos une.
Nosotros seres luminosos somos, no esta materia bruta.
Debes sentir la Fuerza a tu alrededor. Pero cuidado con el Lado Oscuro.
Si alguna vez caes en el Lado Oscuro, dominará para siempre tu destino. Te consumirá.
Un Jedi utiliza la Fuerza como ciencia y para defensa, nunca para atacar. No hay un por qué.
El intentar no existe. Existe el hacer. O el no hacer.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Solitario de Jade (VI)

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Pasaron tres horas de nauseabundo y deslomador trabajo hasta que su patrón de búsqueda finalmente dio resultado.
-¿Su nombre es Sansia? -preguntó en voz baja mientras se acercaba a la mujer cuyo holo le había mostrado antes Bardrin.
La otra mujer la miró, entornando suspicazmente los ojos.
—Sí -reconoció cautelosamente-. ¿Qué pasa con eso?
Mara miró casualmente alrededor. Ningún drach'nam estaba al alcance del oído en ese momento.
-Un pariente cercano suyo me pidió que la sacara de aquí.
Habría esperado júbilo, o alegría apenas contenida, o por lo menos una cierta sorpresa. Pero la reacción de Sansia no fue ninguna de aquellas.
-¿Realmente lo hizo? -dijo, con voz oscura y llena de desprecio-. Qué típico de él.
Mara frunció el ceño.
-No parece muy contenta.
—Oh, no quepo en mí de gozo -dijo Sansia sarcásticamente-. La alegría está templada meramente por una incredulidad algo cínica. ¿Usted qué es, una especie de mercenaria?
—No exactamente -dijo Mara-. ¿Incredulidad sobre qué?
—En las motivaciones de mi querido papá -dijo Sansia, excavando en el limo-. Déjeme adivinar. Él le contó sobre mi terrible condición, y lo importante que soy para él y para el negocio, y que él haría cualquier cosa y daría cualquier cosa para tenerme de vuelta. Una vez que usted tuviera los ojos convenientemente llenos de lágrimas, él entró en calor y entonces o bien la convenció, la manipuló, o la sobornó para mandarla aquí a rescatarme. ¿Voy bien?
—Bastante -dijo Mara cautelosamente.
La mano de Sansia salió del limo sosteniendo una de las crisálidas de krizar. Miró a sus dos largos extremos, y luego la volvió a dejar detrás de ella.
—Pero aunque él quería recuperar desesperadamente a su querida hija, también dejó claro, sutilmente, por supuesto, que aún quería más recuperar la nave. De hecho, probablemente le haya dado todos los códigos de acceso y de mando que necesitaría para hacerla volar tanto si yo estaba con usted como si no. ¿Todavía tengo razón?
Mara sentía su garganta apretarse.
-Él dijo que yo necesitaría poder volar la nave si usted quedara incapacitada durante la fuga.
Sansia resopló.
-Eso suena a lo que él diría. Perfectamente creíble por encima, pero engañoso como la confianza imperial. El hecho es, realmente, que él no se preocupa de mí ni una pizca. Si lo hiciera, para empezar no me habría enviado a Makksre en esa medio tonta carrera. Él quiere recuperar la Apuesta Ganadora, pura y llanamente.
Mara miró de nuevo alrededor. Uno de los guardias por el camino estaba mirándola, y ella introdujo sus brazos de nuevo en el limo.
-¿Qué tiene de tan especial esa nave?
—Oh, tan sólo es realmente innovadora en tres aspectos, eso es todo —dijo Sansia amargamente—. Tiene un sistema de vuelo increíble, una asombrosa matriz de puntería de armas, y un loco y único en su género sistema defensivo de devolución de fuego que pienso que papá debe de haber robado en alguna parte.
Mara estudió su cara, estirándose con la Fuerza para intentar conseguir una percepción de su mente. La misma amargura que podía oír en la voz de Sansia estaba de hecho irritando por sus emociones.
-¿Entonces qué me está diciendo? -preguntó-. ¿Que no quiere que intente sacarla de aquí?
Los ojos de Sansia se alejaron de la mirada de Mara.
-Simplemente estoy contándole cómo son las cosas -murmuró-. Advirtiéndole quizá de que en algún momento él probablemente intentará forzar su mano. Intente conseguir escapar sin mí. Supongo que pensé que usted estaría preparada para eso.
¿Y esperaba contra toda esperanza que, al contrario que su padre, su rescatadora tuviera conciencia?
-Gracias por la advertencia -dijo Mara. Sus dedos tocaron algo duro en el limo: una de las huidizas crisálidas de krizar-. Eso sólo significa que tendremos que adelantar un poco la agenda -agregó, sacando la crisálida sobre la superficie lo justo para poder examinarla. La cáscara estaba sólidamente entera; claramente, ésta aún tardaría en abrirse paso al exterior con sus mandíbulas. Perfecto-. ¿A dónde nos llevarán cuando terminemos aquí?
—Por el vestíbulo a un barracón de dormitorios realmente repugnante -dijo Sansia. Por primera vez desde que su conversación empezó Mara pudo darse cuenta de los débiles suspiros de cauta esperanza en la voz y las emociones de la otra mujer-. Nos dejarán lavarnos, y luego alimentarnos.
—¿Ducha o baño?
—Es más como un abrevadero de animales que como una bañera de verdad -dijo Sansia desdeñosamente-. Una vez que te traen aquí abajo, nunca vuelves a estar limpio.
—Sí, ya he oído eso -dijo Mara-. Razón de más para no esperar más de lo necesario. ¿Hay cámaras de vigilancia en la sala?
—Hay un par evidente cerca de la puerta. Probablemente también un manojo entero, no tan evidente, oculto alrededor.
—Bien -dijo Mara-. Una pregunta más: ¿cuánto falta para el cambio de turno?
Sansia miró a un juego de emblemas resplandecientes empotrado en la pared al otro lado de la sala.
-No mucho tiempo. Quizá diez minutos.
—Bueno -dijo Mara-. Tengo que recoger un par de cosas primero, así que la alcanzaré en el dormitorio. Lávese pronto, y esté lista para partir en cuanto yo vuelva.
Sansia la miró suspicazmente, pero asintió.
-Estaré lista -dijo-. Buena suerte.
Mara asintió y se fue, sosteniendo la cáscara krizar que había encontrado por debajo de la superficie mientras avanzaba por el limo, queriendo poner un poco de distancia entre ella y Sansia antes de hacer su movimiento. Por el rabillo del ojo vio uno de los drach'nam caminando determinadamente por la pasarela hacia ella, balanceando su látigo en el aire mientras llegaba, sin duda preparando un comentario y una lección práctica sobre la charla ociosa durante el servicio. Mara le dejó que se acercase hasta estar casi al alcance del látigo...
Y con el grito más escalofriante que pudo lanzar, alzó su brazo izquierdo, asiendo el antebrazo con su mano derecha.
-¡Me tiene! -gimió, agitándose hacia los lados y lanzando porciones de limo volando por el aire a su alrededor-. ¡Sacádmelo, sacádmelo!
El drach'nam alcanzó el borde de su trinchera de un solo salto.
-Quita la mano de ahí -chasqueó, inclinándose precariamente sobre ella mientras agarraba su muñeca izquierda y la alzaba en vilo completamente fuera del hoyo. El movimiento la empujó contra el cuchillo de su cinturón, e hizo una mueca de dolor cuando las púas afiladas como agujas del mango se clavaban brevemente en sus costillas-. He dicho que la muevas -repitió, dejándola caer sobre sus pies en la pasarela y forzándole a abrir su mano derecha.
Para revelar la cáscara krizar colgando de la parte inferior de su brazo izquierdo.
O por lo menos, eso era lo que Mara esperaba que pareciera. Sus habilidades de manipular la Fuerza podrían no ser tan buenas como las de Luke Skywalker, pero no era un gran reto usar la Fuerza para sostener la cáscara apretada firmemente contra su brazo como si la criatura de dentro estuviera agarrándolo. El único peligro era que el guardia podría limpiar la masa de limo estratégicamente colocada en el punto de la intersección y notar que no había ningún palpo de krizar uniendo la cáscara al brazo.
Pero después de todas las veces que indudablemente esto había pasado, el guardia claramente no se interesaba en absoluto por los detalles.
-Tienes uno, de acuerdo -gruñó, mientras pasaba a sujetarla con su mano derecha y tiraba de ella a lo largo de la pasarela hacia la puerta-. ¡Eh! ¿Su Séptima Grandeza?
—Sí, prosiga -le dijo el capataz, gesticulando a los guardias que flanqueaban la puerta para que la abrieran-. Dígale a Blath que tenga cuidado esta vez; a Su Primera Grandeza no le va a gustar si pierde a otro.
La puerta se abrió. Un segundo drach'nam caminó al lado izquierdo de Mara cuando salieron, tomando su brazo izquierdo y sosteniéndolo en un férreo agarre a la altura de su cintura; probablemente, decidió Mara, asegurándose de que no golpease el krizar contra su lado. La puerta se cerró de golpe, y los tres avanzaron con paso rápido por el corredor.
Mara no sabía dónde estaba el establecimiento médico, pero las probabilidades eran que no estaría muy lejos, lo que significaba que tenía que moverse rápidamente. Continuó gimiendo y llorando como un esclavo desvalido y roto mientras los drach'nam casi la arrastraban por el suelo, esforzándose ineficazmente en su supuesto dolor contra el prácticamente irrompible agarre de sus dos escoltas. Bajo la cobertura de su agitación fingida, miró abajo a su izquierda. El cuchillo del segundo guardia estaba rebotando a sólo unos centímetros de distancia de dónde él estaba sosteniendo su brazo izquierdo.
Y aquí llegaba la parte más arriesgada de su plan. Con sus dos brazos bajo su control, los dos drach'nam no esperarían de ella ningún problema y por consiguiente estarían menos prevenidos de lo que estarían de otro modo. Pero si esa asunción demostraba ser falsa, iba a tener serios e inmediatos problemas.
Pero no podía hacer otra cosa salvo intentarlo. Estirándose con la Fuerza, deslizó el cuchillo parcialmente fuera de su vaina, supervisando atentamente la mente del alienígena para ver si notaba el súbito cambio en el peso de su cinturón. Cuidadosamente, intentando que el arma no rechinase, condujo la empuñadura con púas contra su antebrazo izquierdo, cerca del punto dónde todavía estaba sosteniendo la crisálida krizar en su lugar. Dos rápidos pinchazos -dos puñaladas rápidas de dolor genuino contra el telón de su agonía fingida- y deslizó el cuchillo de nuevo en su vaina.
Justo a tiempo. El cuchillo acababa de regresar a su lugar cuando el guardia a su derecha le hizo parar ante una puerta corredera, y la abrió empujando el panel con su mano libre. Cambiando su atención a la crisálida krizar que colgaba de su brazo, Mara la envió lejos girando por el corredor oscuro delante de ellos.

MedStar: Intermezzo (VI)

Barriss no tuvo problema para encontrar a Jos Vondar. La rabia que hervía en él era una mancha de oscuridad en la sala de operaciones; ella podía sentirla, casi tocarla.
Cuando se aproximó, vio a Tolk salir del cubículo sanitario, colocándose una bata quirúrgica limpia. Se acercó para interceptarla.
—Tolk. ¿Cómo está Jos?
—No muy bien —contestó gravemente la enfermera—. Pero supongo que probablemente ya sepas eso. Acaba de pasar dos horas trabajando en un prisionero zabrak en unas condiciones peliagudas.
—Puedo comprender que trabajar sobre un zabrak, especialmente un enemigo zabrak, pueda resultar difícil para él ahora mismo, pero estoy sintiendo una fuerte rabia que viene de él. No puede ser sólo por eso.
—No lo es. Acabamos de saber que el zabrak es el líder de la unidad mercenaria que nos atacó la semana pasada.
—Ya veo —dijo Barriss—. ¿Cuál es el estado del paciente ahora?
—D'Arc ordenó que se le congelara hasta que podamos rebajar la lista de espera. En cuanto las cosas se calmen, se supone que Jos volverá y terminará de remendarlo.
Barriss asintió.
—¿Prognosis?
—Treinta, quizá cuarenta por ciento de probabilidad de supervivencia, con un especialista en neurocirugía zabrak. El mínimo balanceo en un mal momento podría matarlo. Jos no es ningún experto, y además está exhausto y no totalmente sobrio. Y se supone que dentro de un par de horas debe volver e intentar salvar al hombre que fue responsable de la muerte de su mejor amigo.
Barris agitó su cabeza con incredulidad.
-Bajo tales circunstancias, si el paciente muriera, nadie culparía a Jos.
-Por supuesto que no. Pero yo lo conozco, Barriss. Aun cuando lo haga lo mejor que pueda, si Omant muere antes o después Jos se mirará en el espejo y se preguntará si lo hizo a propósito. No creo que pueda vivir con eso, lo devoraría.
Barriss no dijo nada. Era una situación verdaderamente complicada; de hecho, no podía pensar una forma de que pudiera ser peor.
-¿Puedes ayudarle? -preguntó Tolk.
Ella suspiró.
-Puedo intentarlo.

La sopa está lista: El relato del fumador de pipa (y VI)

Alardeo vano. Es el producto principal de estos lugares, el alarde ritual de un ser ante otro para mantener una reputación, o para crear una reputación; para solicitar un lugar en el mundo, o para crear un lugar; un intento de crear de uno mismo algo más de lo que uno es.
Existen aquellos que realmente son más –como anzat yo soy mucho más de lo que cualquiera podría sospechar (o imaginar cómodamente)– pero ellos raramente recurren al alarde vano, porque todos los demás saben quienes son y qué han hecho. Decir cualquier cosa más es redundante, lo que diluye los hechos.
Pero incluso aquellos más hábiles, incluso aquellos más notorios pueden verse presionados a recurrir al vano alardeo ante el implacable rostro de un Maestro Jedi que dude de esos hechos. Seres como el anciano pueden reducir al más fuerte a la indefensión de un párvulo, y sin decir ni hacer gran cosa.
La banda se ha recuperado, o están bajo pena de ver reducida su paga si los músicos no continúan tocando inmediatamente. La música, menos estridente ahora, atenúa todas las conversaciones salvo las más cercanas a mí, pero yo no necesito depender de las palabras o el tono para obtener información. En el alardeo vano se sustenta a menudo la esencia de la sopa.
Exhalo, siento estremecerse las probóscides, me giro lentamente para tomar mis medidas de la cantina. Obtengo la dirección fácilmente, y cuando fijo mi objetivo no puedo otra cosa sino sonreír; el anciano y su pupilo han ido a uno de los cubículos. No es su aroma el que siento ahora, sino aquellos con los que hablan: un gigantesco wookiee y un macho humanoide.
...sopa...
Hierve rápidamente, poderosamente, tan rápida y poderosamente que no puedo evitar hacer otra cosa más que fijarme en ello. Me deja sin aliento.
No el anciano Jedi, que es disciplinado, y blindado. No el muchacho, que es joven e inmaduro. No el wookiee, que es pasivo en todo menos en lealtad. El humanoide. El corelliano.
Los anzati viven mucho tiempo. La memoria lo tolera.
Un rizo de humo flota por el aire desde mi pipa. A través de su corona, sonrío. Le buscan, y al wookiee, pero a todos los seres de la cantina de Chalmun les buscan en algún sitio. Incluso a me buscan, o debería estarlo; nadie sabe quién o qué soy, ni por qué me buscan, y por eso hay un aplazamiento.
Soy cuidadoso en la caza, siempre meticuloso en aquellos detalles que otros ignoran, y demasiado a menudo mueren por ello; Requiero confirmación. No emprendo nada hasta que estoy seguro.
En este caso la confirmación y la certeza requieren poco tiempo y menos paciencia. El Jedi y su pupilo se marchan, pero son inmediatamente reemplazados por un rodiano. Está nervioso. Su sopa es tan insustancial que casi es como si no existiera; es sirviente, no servido.
Es cobarde. Es estúpido. Es incompetente. Es lento para comprometerse. Y por eso está muerto por el estallido de un bláster de contrabando en la mano de un completamente comprometido y consumado pirata.
...sopa...
Me emociono al mismo tiempo que las probóscides tiemblan, expectantes. Es aquí, aquí... y ahora, justo ahora, este momento... el matiz, el tono, el suspiro, el grito, la evanescencia de la sopa personificada, encarnada y descubierta, y rica, tan rica...
Sólo necesito ir y tomarla, beberla, abrazarle como abrazan los anzati, danzar la danza con el corelliano cuya sopa es espesa, y caliente, y dulce, mucho más dulce que cualquiera que haya probado desde hace demasiado tiempo...
Ahora.
Ahora.
Pero las prisas diluyen la realización. Démosle tiempo, y paciencia.
...esa sopa...
La banda sigue gimiendo. Está el áspero aroma del humo; el fuerte y acre sabor del sudor; la mugrosa y polvorienta fetidez de la arena de las dunas; la estridencia de la muerte por bláster encontrada nuevamente, rezumante de la cobardía y la estupidez del rodiano. Fue una pobre muerte que no merecía comentarios; no sería lamentado ni siquiera por la persona que le había contratado.
Es –era– el hutt, por supuesto. ¿Hace falta preguntarlo? No hay ningún otro que se atrevería a contratar asesinos en Tatooine, en Mos Eisley.
Ninguno salvo Lord Vader, y el Emperador.
Pero ellos no están aquí. Sólo Jabba.
El hutt está en todas las cosas; es en sí mismo todas las cosas, y todas partes, en Tatooine, en Mos Eisley, en la cantina de Chalmun.
...esa sopa...
Una última inhalación de t'bac, aspirada profundamente y saboreada, como también el momento, el conocimiento, la propia necesidad se saborean. Una breve visión de la deslumbrante luz del sol ilumina el interior cuando el corelliano y su compañero wookiee parten con las apresuradas premisas de Chalmun, temeroso de las repercusiones imperiales. Es el espaciopuerto de Jabba en todo salvo el nombre, y ese nombre es el Emperador, quien no necesita conocer de los asuntos del hutt; o que los conoce, pero no le importan.
Dentro es penumbra de nuevo. Apartarán el cuerpo: y alguien informará a Jabba de que su mercenario está muerto.
Ha informado; ya lo sabe, y a manos de quién ha sido.
...esa sopa...
¿Pero qué sentido tiene que pague por ello de mi propio bolsillo? El de Jabba es más profundo.
Desde luego, el hutt pagará bien. Pero seré yo quien se beba la sopa.
...esa sopa...
Las probóscides se estremecen mientras exhalo continua y lentamente dos chorros gemelos de humo, con la callada satisfacción y el estremecimiento de mi propia sopa cuando salta por las expectativas.
...la sopa de Han Solo...
Ah, pero será una caza que merecerá la pena cazar... y una sopa como yo –ni siquiera Dannik Jerriko, anzat de los anzati, Devorador de Suerte, de Oportunidad– no he conocido nunca jamás.

La Colmena (VI)

6

El interior de la cámara tenía una pronunciada forma de huevo, construida con algún tipo de baldosas curvas y blancas, probablemente fabricadas fuera del planeta. Había otras dos puertas: una en el lado lejano de la cámara, y la otra directamente a la derecha de donde estaban ellos , con otro sensor alojado junto a ella.
Obi-Wan caminó hacia la puerta frente a ellos. Tenía ubicada en ella una pantalla de monitor, y manipuló su panel de control hasta que aparecieron unos pequeños y finos holos. Parecía ser una imagen tomada justo en el exterior de esa misma puerta. Cuando consiguió enfocar la imagen, se apartó bruscamente de ella: acurrucado en el otro lado de la puerta había un cuerpo. Otro hermano x’ting que había intentado, sin lograrlo, llegar a la cámara de los huevos. Obi-Wan no podía ver lo que había matado al guerrero, pero su cuerpo daba la impresión de que el exoesqueleto había sido parcialmente... disuelto.
Se estremeció. Sin cualquiera que hubieran sido las instrucciones específicas destruidas por plaga o supernova, ¿podría haberse esperado que alguien sobreviviera a semejante desafío?
Jesson estaba junto a la puerta plateada, tocando sensores y manipulando controles. Obi-Wan esperó mientras probaba varios patrones diferentes, pero entonces el joven guerrero x’ting golpeó frustrado la pared con el puño.
-¡No puedo abrirla!
-¿Cuántas veces lo intentaste? -preguntó Obi-Wan, alarmado-. ¿No tienes sólo tres intentos?
-Aquí no -dijo Jesson-. Una vez que estemos dentro, empieza de verdad el desafío.
-Puedo intentarlo con mi sable de luz si lo deseas.
Jesson rió.
-No creo que funcione. Esta puerta fue diseñada para resistir ante cualquier antorcha conocida. Sólo dame un poco de tiempo, y...
Pero Obi-Wan ya había activado su arma y estaba introduciendo la hoja resplandeciente en la puerta.
-Aparta la cabeza -advirtió. Jesson obedeció.
Tras unos instantes, Obi-Wan supo que Jesson tenía razón: esta puerta era ciertamente más resistente que la anterior. Sin embargo, el arma del Jedi siguió penetrando en el duracero, lanzando chispas y haciendo que glóbulos de metal resplandeciente cayeran goteando al suelo.
La puerta tenía intercalados circuitos de absorción de energía que le retardaban, pero no bastaban para detenerle. Finalmente la puerta giró libre, rociando gotas de metal al caer. Entonces atravesaron la humeante entrada.
Dentro había otra cámara con forma de huevo, con un sello pentagonal dorado de tres metros de ancho incrustado en el suelo. En el lado opuesto, había una única silla colocada ante una serie de... ¿qué? Emisores y proyectores de rayos apuntaban amenazadoramente a la silla, una advertencia clara para cualquiera que aceptase el desafío.
Filas de indicadores y lectores se encendieron parpadeando cuando entraron, y Obi-Wan los inspeccionó rápidamente. La mayoría de los controles estaban etiquetados tanto en básico como en x’tingiano. Una de las etiquetas más provocativas decía: LLAMADA DE GUSANOS/SENSOR DE GUSANOS.
¿Llamada de gusanos? Entonces uno de sus preguntas había sido más o menos respondida. Los gusanos no eran nativos de la cueva. La compañía de seguridad los había traído aquí como un dispositivo de vigilancia pasiva. ¿Pero algo había ido terriblemente mal? ¿Habían encontrado los gusanos un camino hacia la Sala de los Héroes, dónde todavía vivían tantos x’ting?
Eso explicaría muchas cosas. Qué momento de terror debió haber sido, cuando las criaturas irracionales asignadas a guardar su tesoro más preciado excavaron o encontraron un camino a través de la pared de roca que separaba la cámara de los huevos del asentamiento de los moradores, haciendo reinar el caos.
Una pantalla holográfica llamó su atención. Una indicador sónico de algún tipo, etiquetado como REPELENTE HIPERSÓNICO. Así qué... los gusanos eran atraídos por el sonido, y podían rechazarse del mismo modo. Una respuesta simple, pero desconocida para los x’ting.
Jesson ya se había abierto camino hasta el asiento de control. Obi-Wan olió un cambio en la sala y supuso que el x’ting estaba tranquilizándose, preparándose a realizar una tarea para la que se había estado preparado durante mucho tiempo.
Jesson entrelazó sus cuatro juegos de dedos, e hizo crujir sus dieciséis nudillos con un sonoro ¡CRRRRAKK!
El x’ting comenzó la secuencia, hablando primero en x’tingiano, y cambiando luego al básico, quizás por respeto a Obi-Wan.
-La secuencia de inicio está en registro -dijo, moviendo sus seis miembros con la precisión de un insecto al manipular los controles.
-¿Qué es todo esto? -preguntó Obi-Wan, indicando los emisores y proyectores de rayos que rodeaban el asiento como un halo. ¿Era posible que la leyenda, la información fragmentaria disponible por Jesson, fuera incorrecta, y no fuesen los huevos lo que se destruiría si se daban tres respuestas incorrectas, sino el propio interrogado?
Durante los primeros minutos los esfuerzos de Jesson no tuvieron recompensa; luego un holograma floreció ante ellos. La imagen resplandeciente era un esquema de toda la sala, la propia cámara. Podían ver un angosto pozo bajo el sello dorado, y en el fondo de ese pozo, tras un grueso escudo, yacían dos huevos preciosos rodeados por una matriz de láseres. Tentativamente, se extendió a través de la Fuerza... pero el mecanismo que controlaba la matriz era demasiado complejo para su comprensión. Su corazón se hundió. No había la menos duda de que la matriz derrotaría cualquier esfuerzo que pudiera hacer para engañarla. ¡Cómo deseó que Anakin estuviera aquí! Su aprendiz padawan era un genio intuitivo con todas las cosas mecánicas, y bien podría haber inventado un medio de derrotar a este aparato. Obi-Wan se sentía desvalido.
Afortunadamente, su compañero x’ting había sobrevivido para entrar en la cápsula. Su única esperanza de éxito yacía en las cuatro capaces manos de Jesson.
Jesson tomó los controles como si estuviera tocando algún tipo de complejo instrumento musical. Obi-Wan podía oír suspiros y chirridos variantes, y el guerrero x’ting contestaba las llamadas con sus dedos moviéndose rápidamente, en un borrón, por el panel de control.
Finalmente el esquema flotó hacia su izquierda. Apareció un diseño esférico con forma de diana, con tres capas girando sobre un núcleo que parecía la cámara de los huevos.
Tres capas concéntricas. Obi-Wan sintió como se le secaba la boca.
Miró su crono de muñeca y se asombró. ¿Había pasado sólo una hora desde que entraron en las catacumbas? ¿Desde que habían dejado la cámara del consejo x’ting? ¡Habían parecido días!
Sonó una voz x’ting con entonación interrogativa, seguida por otra voz que hablaba en básico.
-Responde la siguiente pregunta: ¿Qué está en la colmena pero no es de la colmena? ¿Qué nutre pero es nutrido, qué sueña pero nunca duerme?
Jesson tomó una respiración profunda. De una vaina del cinturón extrajo un rectángulo plano.
-Este es el último chip llave que queda -dijo-. Sólo tengo tres oportunidades, pero pienso que tendremos éxito.
-¿Sabes la respuesta al enigma? -preguntó Obi-Wan.
-Sí -dijo Jesson confiadamente-. Son los zeetsa. Ellos viven en la colmena pero no son x’ting. Ellos nos dan, pero a su vez reciben de nosotros nutrición y cuidado. Ellos sueñan pero están conscientes.
Con su certeza incrementándose en cada movimiento, Jesson puso la tarjeta en su ranura.
Hubo un suave temblor, y las voces del escáner dijeron:
-¿Su respuesta?
-Los zeetsa -dijo Jesson.
Hubo una pausa. La esfera empezó a rodar más rápidamente y el tercio exterior empezó a separarse, con sus pedazos disolviéndose al hacerlo. Jesson se sentó, pasmado, cuando la voz dijo, primero en x’tingiano y luego en Básico:
-Incorrecto.
Jesson se levantó de la silla, incrédulo, con los ojos como platos. La voz dijo:
-Siéntese, o la sesión habrá terminado.
Jesson se giró para mirar a Obi-Wan. Los emisores en las esquinas de la sala se abrieron como girasoles que dan la bienvenida el alba. Obi-Wan sospechó, o más bien supo, que si la sesión acababa, ellos también. Al igual que los huevos.
-Siéntate -dijo en voz baja. Y Jesson lo hizo. Los emisores parecían rastrear sus movimientos. Obi-Wan no tenía interés en descubrir lo que podía surgir de ellos en cualquier momento.
-¿Desea continuar la secuencia? -preguntó la máquina.
-¿Tengo otra opción? -dijo Jesson, temeroso.
-Sí, puede escoger la terminación personal. Si escoge esta opción, los huevos no serán dañados.
-Lo intentaré de nuevo -dijo, y tragó saliva.
-Muy bien. -Hubo una pausa. La pausa duró tanto que Obi-Wan se preguntó si iba a hablar de nuevo, pero entonces lo hizo-. ¿Quién vivió y ahora se mantiene? ¿Quién no quiso aclamación, pero es idolatrado por todos? ¿Quién llevó peso y ahora está hueco?
-Hablas básico y x’tingiano -dijo Obi-Wan a Jesson-. ¿Están traducidas con precisión las palabras?
Los dientes serrados del guerrero rechinaron.
-Así lo creo. Hay una cierta poesía que se pierde en la traducción al básico.
-“Quién vivió y se mantiene” -siguió Obi-Wan-. Eso podría tener dos significados: estar inmóvil, o bien persistir, “mantenerse en su posición”, si entiendes lo que quiero decir. ¿Lo comprendes?
-Creo que sí -dijo Jesson, pero ya no parecía tan seguro.
-¿Entonces crees saber la respuesta?
Jesson miró fijamente cómo giraba la esfera. Sólo quedaban dos capas.
-Pienso que sí.
-Entonces responde -dijo Obi-Wan, intentando dar al x’ting la confianza que él mismo no sentía completamente.
Jesson hizo una respiración profunda.
-Estoy listo para proceder -dijo.
-Responda -dijo la máquina.
-Los héroes de la colmena. La Sala de los Héroes.
Los segundos se sucedieron, y nada pasó. Entonces la esfera empezó a rodar más rápidamente, y la segunda capa anaranjada se desprendió y se desvaneció.
-Incorrecto -dijo la voz.
Jesson se estremeció en el asiento, y Obi-Wan descubrió un olor penetrante y agrio en el aire. ¿Miedo?
-No debían haberme enviado -dijo el x’ting.
¿Autocompasión? Jesson no parecía ese tipo de gente, pero... Entonces el guerrero siguió, penosamente.
-No puedo hacer esto. Por mi culpa, los huevos se destruirán.
Allí estaba. La reacción no había sido autocompasión en absoluto. Era preocupación por los huevos lo que Obi-Wan había oído en la voz de Jesson, visto en su cuerpo, olido en el aire.
El guerrero estaba en el límite, a punto rendirse. Obi-Wan había visto esto antes. No era miedo como la mayoría de los seres lo conocía, porque para la mayoría el miedo era una cuestión de pérdida personal: pérdida de la imagen de uno mismo, pérdida de salud, pérdida de la vida. Pero incluso sin poder interpretar directamente las feromonas que ahora inundaban el aire, supo que eso no era la fuente de la angustia de Jesson. El guerrero x’ting amaba la colmena, y ahora temía profundamente decepcionarla. Había sido bien escogido. Sería más que feliz si muriera en el logro de esta tarea, morir anónimamente y con gran dolor si fuera menester, sólo con que la colmena pudiera sobrevivir y crecer, y resurgir en su justa gloria.
Jesson se bloqueó, casi paralizado, con sus manos flotando sobre los controles. Cada músculo en su cuerpo parecía estar estirado en una inflexible contracción, todo su orgullo le había abandonado ante la realidad de las pruebas que ya había fallado.
-¿Cómo? -dijo-. ¿Cómo puede ser? ¿Qué respuestas estaban buscando?
-No podemos saberlo -dijo Obi-Wan, y puso una mano sobre el hombro del x’ting-. Todo lo que podemos hacer, lo único que podemos hacer, es hacerlo lo mejor que podamos. El resto es controlado por la Fuerza.
-¡La Fuerza! -protestó Jesson-. He oído hablar mucho de vosotros, los preciosos Jedi y vuestra Fuerza.
-No es nuestra Fuerza -dijo Obi-Wan, intentando confortarlo-. Ella nos posee. Y a ti. Nos crea a todos nosotros, pero también es creada por nosotros.
-¡Enigmas! -gritó Jesson-. Nada más que enigmas. ¡Ya he tenido suficiente!
Saltó del asiento y corrió por la sala, aporreando la puerta, gritando:
-¡Déjame salir! ¡Déjame salir!
-Vuelva al asiento o la sesión finalizará -dijo serenamente la máquina.
Obi-Wan miró fijamente a Jesson y entonces tomó una decisión instantánea. Fue a sentarse en la silla.
-No es el participante original -dijo la máquina con su voz andrógina sintetizada-. Es necesario que el participante original termine el proceso.
Obi-Wan miró por encima de su hombro al guerrero x’ting herido y roto. ¡Cuán orgulloso y seguro parecía sólo una hora antes! Qué obvio resultaba ahora que todo ese orgullo había sido un delicado escudo contra el miedo de fallar a su gente, un apoyo ante el terrible peso de esa responsabilidad.
-Él es incapaz de continuar -dijo Obi-Wan.
-En cien segundos esta prueba terminará -dijo la voz-. Noventa y nueve, noventa y ocho...
-¡Dime las preguntas! -La desesperación apareció en la voz de Obi-Wan-. Por favor. Dime las...
-Noventa y tres, noventa y dos...
Obi-Wan saltó fuera de la silla y fue a Jesson, todavía acurrucado en el suelo, con los brazos primarios y secundarios envolviendo sus rodillas.
-Jesson -dijo con su voz más tranquila-. Debes intentarlo de nuevo.
-No puedo.
-Debes. No hay nadie más.
El x’ting hundió su cabeza contra sus rodillas y se estremeció.
-Toda tu vida -dijo Obi-Wan-, te has preparado para un gran desafío. Como todos los guerreros.
No hubo respuesta.
-No pienses que no sé cómo te sientes. Tu clan guerrero no podría proteger a la colmena de Cestus Cibernética. Tienen más poder del que tu gente pueda alcanzar. Así que te sientes que ni siquiera tu muerte puede liberar a tu pueblo. Ni siquiera el mayor esfuerzo que puedas alcanzar es suficiente para cubrir la necesidad. En lo más profundo de tu corazón, sientes que no hay nada.
Jesson alzó finalmente la vista.
-¿Comprendes eso?
-Es igual que en muchos planetas por toda la galaxia -dijo el Jedi-. Siempre que se conquisten especies, los guerreros son los primeros en ser oprimidos. Porque son los más peligrosos.
-Setenta… sesenta y nueve... sesenta y ocho...
-Toda mi vida -dijo Jesson-, todo lo que yo he querido era cumplir la función que me asignaron al nacer. Como hicieron mis antepasados. Cuando fuese hembra, llevar huevos saludables, aprender, y sanar, y enseñar. Cuando fuese macho, luchar por mi colmena, mantenerla a salvo. Quizás morir.
Jesson buscaba a Obi-Wan con sus ojos facetados brillando de esperanza. Si el extraplanetario podía entender su miseria, entonces quizás, sólo quizás, había un camino. Había una respuesta.
-Y entonces cuando G'Mai Duris recobró el liderazgo del consejo de la colmena, tuviste esperanza.
-¡Sí!
-Cincuenta y cuatro, cincuenta y tres...
Obi-Wan luchó por mantener la calma en su voz, aunque sentía la urgencia hirviendo dentro de él.
-Y cuando fuiste escogido para ser el que encontrase y devolviese a los monarcas, pensaste que ésta era tu oportunidad. Ésta era tu oportunidad de servir a la colmena. ¡Éste era el momento de gloria!
-¡Sí!
-Todavía lo es -dijo Obi-Wan-. Todos los guerreros sueñan con la conquista, con una gloriosa victoria o una muerte gloriosa. Pero ninguno de nosotros sabe el precio de nuestras vidas. Ninguno de nosotros sabe el valor de nuestras muertes. Eso deben decidirlo otros, después de que nosotros nos hemos ido. Todo lo que nosotros podemos hacer es esforzarnos, luchar con coraje y compasión, vender caras nuestras vidas. Y más tarde, después de que la batalla haya terminado, otros podrán decidir si ese sacrificio fue en vano, o si fue el factor decisivo. Algunos de nosotros debemos poner nuestras vidas en el altar del sacrificio. Otros en nuestros sueños de victoria.
Jesson le miró fijamente, con una pequeña luz de esperanza y entendimiento encendiéndose en él.
-¿Y si yo fallo, y los huevos reales mueren?
-Entonces habrás hecho todo que pudiste, sirviendo a la colmena con todas tus fuerzas.
-¿Y si mi fracaso te cuesta tu vida, al igual que la mía, Jedi?
Obi-Wan habló tan amablemente como pudo.
-Mi vida estaba empeñada desde el momento en que me puse en este camino. No pises el camino para guerrear buscando conservar la vida. Ése es el sueño de un necio. Busca vivir tus días honrando los principios en los que más creas. Trabaja para ganar las habilidades más altas de las que eres capaz. Vende cara tu vida.
-Sé fiel a la colmena -dijo Jesson.
-Sí.
-¿Cómo puede un humano entenderlo tan bien?
Obi-Wan sonrió.
-Todos nosotros tenemos una colmena -dijo.
-Veintisiete, veintiséis…
-En pie, guerrero x’ting -dijo Obi-Wan, poniendo duracero en su voz.
Jesson se levantó.
-Quince, catorce…
Volvió a la silla y se sentó. La cuenta atrás cesó.
-¿Está preparado para continuar? -preguntó la voz en básico, después de una serie de chasquidos en x’tingiano.
Jesson contestó afirmativamente con un chasquido.
Se produjo una pausa. La esfera holográfica giratoria se movía ahora más rápidamente. Pero sólo permanecía una única capa encima de la cámara de los huevos.
-Responda -dijo la máquina-: ¿Quién comió nuestros huevos y ahora esconde su juventud? ¿De quien es la red de miedo que los atrapa? ¿Quién robó el sol pero ahora vive en las sombras?
-Es demasiado simple -susurró Jesson.
-A veces la simplicidad es el mejor disfraz -dijo Obi-Wan-. No intentes engañarte. Contesta con la verdad.
-Pero eso es lo que hice antes -dijo Jesson-. Y ambas veces estaba equivocado.
-Esto fue creado por tu propio pueblo -dijo Obi-Wan-. Ellos no lo harían de forma que fuera imposible que tuvieras éxito. Confía en tus antepasados.
Pero Obi-Wan sentía una ligera punzada en la nuca. Algo. ¿Una advertencia? ¿Una pista? Algo. ¿Qué era? ¿Algo sobre la serie de armas alrededor de la silla? Los emisores. Las preguntas. Aparentemente simples para un x’ting...
Pero las respuestas estaban equivocadas.
El instinto de Obi-Wan estaba gritándole, pero no podía adivinar qué era exactamente lo que estaba intentando decirle. No podía, pero tenía que hacerlo. Ésta era la última oportunidad, y si no podía ayudar a su compañero x’ting, todo estaba perdido, y su causa fracasaría irreparablemente.
Entonces, en las profundidades de su corazón, sintió una respuesta simple, la oyó resonar con la verdad de la Fuerza.
-Contesta con la verdad -dijo de nuevo-. No intentes pasarte de listo. No busques una segunda opción. Dale la respuesta que sabes que es verdad.
Jesson asintió.
-El pueblo araña -dijo-. En su tiempo, eran los señores de este planeta. En otra época, nos trajeron desde la superficie. Nosotros los enviamos a las sombras.
Sus manos se extendieron sobre el panel del control, y sus ojos se fijaron en la esfera que giraba. ¿Qué? ¿Qué...?
Rodó más rápidamente, y un agudo sonido gimoteante se alzó en la sala, pareciendo envolverlos. Entonces la esfera todavía aceleró más rápido, y los segmentos se fragmentaron y volaron lejos.
-Respuesta incorrecta -dijo la voz-. La terminación de los huevos ha empezado.
Obi-Wan fijó la mirada, asustado. ¿Cómo podía haber estado tan equivocado? Raramente sus visiones habían probado estar tan horriblemente equivocadas. Quizás podría abrir un agujero a través del suelo con su sable de luz y salvar la pareja real...
Activó su arma y lo hundió en el dorado sello pentagonal del suelo. Bajo él, imaginó, había una puerta de seguridad de duracero templado. La imagen holográfica estaba fundiéndose, ardiendo, desde que las primeras chispas saltaron del suelo y el cuarto se llenó de humo. Jesson estaba aturdido, sentado en la silla, incapaz de moverse.
-No -dijo-. Lo hice todo bien. Lo hice todo. No, por favor.
-Vaporización completada al cincuenta por ciento...
Las luces de la cámara destellaron con estallidos aturdidores, y los emisores de las esquinas de la sala empezaron a sisear, expeliendo un fino gas verdoso. Obi-Wan se colocó su respirador en la boca, sintiendo no tener también otro para Jesson. Pero si sólo pudiera atravesar ese sello, si sólo pudiera llegar a la bóveda de los huevos, aun cuando su compañero pereciera, la misión aún...
-Vaporización completa.
Se sentía dormido.
Jesson se apoyó en los controles, sollozando.
-Mátame, mátame -dijo, hablando a nadie en particular, y al universo en general.
La batería de armas alrededor de Jesson empezó a brillar, y la neblina que llenaba el aire fue absorbida hacia ella. En unos minutos el cuarto se aclaró de la neblina, y Jesson yacía inmóvil. Obi-Wan miraba el cuerpo lacio de su compañero, con un sentimiento de desesperación y fracaso que raramente había conocido.
Y entonces… Jesson se movió.
Se enderezó en la silla y echó una mirada alrededor, torpemente, como si hubiera sido narcotizado.
-¿Por qué sigo vivo? -preguntó.
-Mira el holo -dijo Obi-Wan en voz baja.
Sin ningún alboroto, el esquema había reaparecido en la pantalla. En la miniatura, la cámara de los huevos estaba subiendo a través del pozo.
-¿Qué... qué es eso? -dijo Jesson.
La computadora comenzó una serie de chasquidos.
-¿Qué dice? -preguntó Obi-Wan.
Jesson escuchó cuidadosamente.
-Dice... “Enhorabuena, guerrero x’ting. Ha tenido éxito.”
Obi-Wan estaba temblando. ¿Qué significaba eso?
Echó un vistazo más cuidadoso a la batería de armas alrededor de la silla y comprendió que había estado equivocado. No era en absoluto una batería de armas. Eran sensores. ¿Y el gas? Sería algún tipo de compuesto analítico que combinaba con las feromonas de Jesson, los olores que los x’ting emitían bajo tensión. El combinado resultante había sido reabsorbido y analizado por la serie de sensores...
La claridad le golpeó como un relámpago.
-Nunca pretendieron que respondieras correctamente las preguntas -exclamó Obi-Wan-. Probablemente tus respuestas eran correctas. Contestándolas demostraste que conocías la historia de los x’ting. Los sensores demostraron que eras x’ting. Pero necesitaban saber cómo reaccionarías ante el fracaso.
-¿Ante… el fracaso? Pero no entiendo...
-Podrías estas buscando los huevos con el deseo de destruirlos. O para controlar a todos los x’ting. Podría haber sido por el ansia de poder, o por codicia. Pero cuando viniste por el amor a la colmena, y fracasaste, y viste tu fracaso al matar a la última pareja de rey y reina, no sentiste ira, sino angustia. La prueba no era para tu mente. Era para tu corazón.
-Olió mi pesar -dijo Jesson, comprendiendo.
El sello dorado quemado se levantó, exponiendo una columna de duracero de la misma forma. La columna ascendió hasta que fue de la altura de Jesson, revelando una cámara. Las gruesas ventanas de cristal transparentes se abrieron deslizándose, mostrando un disco de medio metro de alto. Alrededor del borde del disco parpadeaban las luces rojas y blancas de un anillo antigravitatorio activado. Con la mayor delicadeza, Jesson asió el disco. El anillo antigravitatorio reducía su peso efectivo a poco más de unos gramos. Sosteniéndolo en el aire, flotando, con la punta de sus dedos, el x’ting y el Jedi verificaron el pequeño monitor que parpadeaba encima.
-Están vivos -susurró-. Los llevaré al consejo. Nuestro clan médico sabrá qué hacer.
-Sí -dijo Obi-Wan.
Las paredes estaban parpadeando más rápidamente. Un altavoz emitió a todo volumen una profunda vibración retumbante que sacudió la columna vertebral de Obi-Wan.
-¿Qué es eso? -preguntó Jesson.
Obi-Wan inspeccionó los controles.
-Creo que es un repelente de gusanos -dijo-. La sala está dejándonos salir.
Las puertas se desbloquearon. Examinaron la puerta más lejana. El x’ting muerto yacía lacio y medio fundidas.
-¿Qué lo mató? -preguntó Jesson.
-No lo sé. Y no quiero arriesgarme. Conocemos los riesgos detrás de nosotros. Regresaremos por el camino por el que vinimos.

Caza Tie: Las crónicas de Stele (VI)

Los orígenes del Imperio

-¿Saben por qué su sistema permanece en guerra desde hace veinte años? -preguntó Mordon- ¿Saben por qué han sufrido durante tanto tiempo, sin un verdadero gobierno, con una economía arruinada, y realmente lejos de una posición envidiable en la galaxia? Sus problemas comenzaron hace mucho tiempo, con la República. En ésa época, tras las Guerras Clon, la galaxia estaba dividida entre criaturas que se hacían llamar “senadores”. Estos senadores formaron un gobierno destinado a enriquecerles y hacerles más poderosos. Representaban la élite, y todas las demás criaturas fueron, sin saberlo, sus cómplices. Saquearon sistemáticamente miles de planetas.
“Desde luego, los senadores habían hecho creer a todo el mundo que gobernaban con sabiduría, representando los intereses de sus sistemas, y restableciendo la paz y la armonía por toda la galaxia. Como han podido ver ustedes mismos, no han hecho nada de todo eso. ¿Desde cuándo Taroon no ha recibido, digamos, una oferta comercial, o directivas por parte de la República?
El hombre se detuvo un instante, y un murmullo recorrió la concurrencia. Sus palabras habían producido el efecto esperado. Los prisioneros gruñían y hablaban de la república, la cual, que ellos recordaran, jamás había prestado la mínima atención al sistema Taroon.
-La corrupción de los senadores se descubrió poco a poco, en gran parte gracias a los esfuerzos de uno de sus miembros, un senador honesto y voluntarioso llamado Palpatine. El senador Palpatine trabajaba sin descanso para denunciar la corrupción y la podredumbre, el feroz oportunismo que chupaba la sangre de toda la galaxia. Formaba parte de los escasos idealistas que creían en la retórica de la República, y que había conseguido labrarse una posición entre sus semejantes tras largos años de servicio.
“No tardó en comprender que la corrupción era peligrosa e inútil al mismo tiempo. Sus enemigos estaban bien protegidos, así que cambió de táctica.
“Socavó el sistema desde el interior, haciendo rápidamente amigos entre los miembros de las más altas jerarquías del Senado, de la Guardia Republicana, e incluso entre aquellos Caballeros Jedi que no toleraban ninguna corrupción.
“Su gran idea era restablecer la unidad y la igualdad en todos los mundos, pero bien pronto se dio cuenta de las debilidades del sistema republicano. Excelente historiador, sabía que el mayor poder se obtiene con un gobierno central e individual, sostenido por una gran fuerza militar. Así que siguió esa vía. Sus esfuerzos y su perseverancia fueron tales que consiguió formar una poderosa coalición de dirigentes que le nombraron enseguida Emperador. Acababa de comenzar una era de paz y prosperidad.
“Pero, en los mundos del Borde, puede que eventos de una tal importancia no hayan causado provecho a los planetas exteriores, debido al largo olvido por parte de la República. Nuestra misión consiste en reunificar el Imperio. Tenemos la fuerza necesaria para hacerlo, pero nuestra misión es ante todo diplomática. Instalaremos nuestros gobiernos de sector y autoridades locales, llevaremos el orden a sus planetas, y sus habitantes se convertirán en miembros productivos del Imperio.
“Hoy, los mundos del Núcleo son prósperos, seguros y su desarrollo es extraordinario. Con un gobierno central muy potente, cada planeta, cada sistema y cada sector contribuyen a nuestra causa. Los curtidos colonos del sistema Cardua son los mejores extrayendo el mineral de los ricos yacimientos de sus cinturones de asteroides. Sus vecinos, en el planeta Xorth, disfrutan de una tierra rica y prosperan en el comercio de productos agrícolas. Producen igualmente las mejores farrbuesas de la galaxia, famosas por su aroma exquisito y su efecto tónico. Cada uno se aprovecha de los esfuerzos de los demás. Taroon también tiene un papel que jugar, y hemos venido para darles la oportunidad de unirse al mayor imperio de todos los tiempos.
“Los peligros son numerosos, incluso para un Imperio tan poderoso... para ustedes, y para cada uno de nosotros. El Emperador quiere que conozcan a nuestros enemigos comunes. En primer lugar, está el problema de las razas de piratas alienígenas, que no pueden o no quieren vivir en paz y comerciar con los humanos, o que aún mantienen ansias de conquista, como los calamari o los wookies. Ustedes pueden ayudarnos a poner fin a sus acciones destructoras.
“Algunos individuos también desean recuperar la antigua corrupción. Dirigidos por antiguos senadores que desean volver a sus dudosos métodos, estos rebeldes han osado intervenir para entorpecer nuestros esfuerzos de devolver la paz a la galaxia. No se equivoquen. Están dirigidos por criminales desesperados persuasivos, y han sellado sospechosas alianzas con ciertas razas alienígenas que quieren destruirnos. Acogeremos encantados a aquellos voluntarios capacitados que quieran unirse a nuestra lucha contra estas criaturas infames y sus mentiras.
El almirante dejó de hablar y recorrió con su mirada la concurrencia. Maarek sintió sus ojos resbalar sobre él, y que su mirada se fijó en él muy brevemente. Al menos, eso creyó. Eso apenas duró un instante, pero Maarek de repente se sintió observado, y muy incómodo. Entonces el hombre continuó su discurso. Les hablaba como si les acogiera en un hotel, o en un centro de vacaciones. Como si hablara a cliente o invitados. Maarek supuso que una parte de aquellos que se encontraban allí habrían sido invitados realmente, pero la mayor parte de ellos llevaban, como él, ropas de prisioneros.
-Se encuentran a bordo de una de las numerosas naves de la gran Flota Imperial -dijo Mordon-. Este es el destructor estelas imperial Venganza. Muchos otros destructores estelares atraviesan el sector, escoltados por fragatas. Estamos aquí para asegurar su paz y la de sus vecinos, para hacer reinar el orden, y restablecer un comercio próspero.
“Pocos de ustedes habrán visto ya un destructor estelar. Ahora voy a presentarles este maravilloso instrumento de paz y orden.
La intensidad de la iluminación bajó súbitamente y una proyección holográfica apareció al lado del hombre. Mostraba una inmensa nave en forma de punta de flecha, rematada por una alta torre coronada con dos proyecciones cilíndricas. Si bien la nave parecía bastante compleja, no había ninguna escala que permitiera estimar su tamaño, y Maarek observaba la imagen sin prestarle mucho interés.
-Aquí ven un destructor estelar de clase Imperial -anunció el hombre con una voz llena de orgullo-. Es una maravilla tecnológica. Como referencia, les voy a mostrar el tamaño de una lanzadera interplanetaria en comparación a un destructor estelar.
Una pequeña lanzadera apareció. Se parecía a la que los bordali habían usado para llevarles a él y a su madre. Apenas era más gruesa que un pequeño punto. Maarek sintió como su corazón latía más fuerte. Esperaba que se tratase de un engaño, pero el hombre continuó su exposición, como si hubiera podido adivinar sus pensamientos.
-No exagero, criaturas de Taroon. Esta representación es tremendamente exacta. Creo que nadie de ustedes, o quizá sólo una minoría, habrá visto antes este tipo de naves. Actualmente se encuentran en la cubierta 50, en el centro de la nave.
“Un destructor estelar transporta varios miles de soldados y tripulantes. Es esencialmente una ciudad en el espacio, o más bien una fortaleza. Cada destructor estelar está equipado con decenas de turbolásers pesados y cañones iónicos, además de gran variedad de armas ofensivas y defensivas. También albergan varios escuadrones de cazas y bombarderos TIE, grupos de caminantes AT-AT y AT-ST para mantener el orden, y muchos más vehículos de superficie.
Maarek sintió una súbita sacudida interna, como su acabara de soportar una aceleración de 10 G. No se trataba de un discurso de reclutamiento, como había creído. Era más bien una amenaza apenas disimulada. Ese destructor disponía de la bastante potencia destructora como para destruir un planeta lo suficientemente pequeño, del tamaño de Kuan. Si el Imperio disponía realmente de varios de esos mastodontes, no era extraño que pudieran declararse tan fácilmente dueños de un sistema estelar entero. Y era por ese motivo que numerosas personalidades de Kuan y Bordal estaban allí. Esa “invitación” a los planetas de Taroon había sido enviada a golpes de bláster. Estaban obligados a cooperar. Si no...
¿Pero qué hacía él allí? ¿Qué querían de él?
El almirante hizo un gesto para iniciar la presentación holográfica. Se trataba de una especie de visita guiada al destructor estelar, que de hecho quedaba representado como una especie de cuartel militar muy bien armado. Una música acompañaba la presentación, y armonizaba perfectamente con las imágenes que desfilaban.
-Un destructor estelar de clase Imperial alberga decenas de miles de soldados tripulantes. Aquí, en la zona civil, se encontrarán con numerosos seres que se dedican a sus ocupaciones. Hay tiendas, servicios, establecimientos de hostelería y centros de ocio.
Mientras la voz del narrador llenaba la habitación, la proyección holográfica mostraba lo que podría haber sido una calle en una ciudad próspera, pero a menor escala. Los ángulos de cámara habían sido cuidadosamente escogidos y mostraban impresión de espacio, pero Maarek puedo ver que la escena mostraba una zona muy pequeña, al menos en una escala planetaria. Luego la imagen desapareció.
Varias imágenes se sucedieron rápidamente a continuación. Primero había un pequeño apartamento flamantemente nuevo. Luego una habitación, una sala de estar con un terminal de comunicaciones y un pequeño cuarto de aseo. No había cocina, ni lugar para comer. La narración que acompañaba a las imágenes indicaba que se trataba de las dependencias típicas de la tripulación. El lugar tenía un aspecto acogedor, casi confortable.
La música tomó un tono mucho más heroico, y el holograma pasó a una zona llena de instrumental y hombres trabajando. El narrador la presentó como una sala de control, “una de las numerosas salas del destructor estelar”. Centenas de criaturas, humanos la mayor parte, corrían en todas direcciones de una consola a otra, con aire de estar muy ocupados y dando impresión de eficacia.
-El destructor estelar es controlado por un equipo de técnicos cualificados y competentes. Controlan las numerosas funciones de la nave, lo que incluye la introducción de parámetros de propulsión y navegación, la vigilancia del sistema de soporte vital, la gestión de los escudos y la carga de las armas. Por ejemplo, cada banco de turbolásers dispone de una zona de control separada, y hay terminales de asignación en cada hangar para dirigir y organizar todas las naves que entran y salen.
La imagen hizo un fundido a una gran sala dominada por una plataforma elevada. Un gran holomapa ocupaba el centro de la sala. También allí, soldados y tripulantes trabajaban en unas misteriosas máquinas.
-Las operaciones tácticas se dirigen en el puente de planificación central. Es allí desde donde el comandante de a bordo y su tripulación supervisan permanentemente todas las operaciones en curso.
La presentación holográfica continuó, mostrando otros aspectos del destructor estelar, como por ejemplo una rápida exposición de los enormes turbolásers. La imagen desapareció por fin, la música cesó, y el anfiteatro se sumió en un silencio total. Luego, lentamente, la imagen de un hombre apareció en el centro de la holosfera. Llevaba una gran túnica rematada con una capucha, y Maarek sintió una fuerza emanar de su persona. Ese hombre debía seguir valores ascéticos y ser un gran pensador. El rostro del hombre estaba envuelto en la inmensa capucha, y Maarek sólo pudo ver una parte de sus rasgos.
Tenía algo especial que llamaba inmediatamente la atención. El hombre comenzó a hablar. Su voz era suave, pero helaba la sangre.
-Soy... el Emperador -dijo.
Pronunció estas palabras de forma muy sencilla, sin ninguna pretensión, con una ligera vacilación para apoyar mejor sus palabras. ¡Realmente se trataba del Emperador!
-Maarek... -¡le llamó por su nombre, Maarek, podría jurarlo!- ...has sido llamado para unirte a nosotros, para unirte a nosotros por el bien de todos los seres vivos.
Maarek estaba aterrorizado. ¿Cómo podía llamarle por su propio nombre delante de toda esa gente? ¿O era un engaño de su mente? Maarek ya no sabía si realmente había escuchado su nombre. Pero el hombre seguía hablando bajo su capucha, y alzó ligeramente el tono.
-Aquellos que se oponen a nosotros deben ser destruidos. Aquellos que corrompen a los demás, los esclavizan y roban lo que les pertenece, deben ser eliminados. Es el momento de eliminar los últimos obstáculos que nos separan de la paz, de la prosperidad y del verdadero poder, un poder sin igual en la galaxia desde épocas legendarias.
Maarek escuchaba cada palabra como si se tratasen de seres vivos. El Emperador habló durante bastante rato, denunciando a sus enemigos y jurando destruirles. Y cuando terminó, Maarek estaba dispuesto a hacer cualquier cosa, a ir a cualquier sitio para servirle. El Emperador era la última esperanza para la unidad y la fuerza. La unidad y la fuerza. Esas palabras iban a convertirse en el lema de Maarek.

***

Eso ocurrió hacía ya tres meses. Maarek trabajaba ahora como mecánico en uno de los hangares principales del destructor estelar, rodeado por hileras de los vehículos más diversos, desde cazas TIE hasta caminantes imperiales. Estaba usando su soldador láser para ensamblar un nuevo panel térmico en el ala de un interceptor TIE que había vuelto al hangar para ser reparado.
Habían dejado Taroon muy atrás, y ahora se encontraban a miles de años luz de su planeta. Marina permaneció en Kuan para asegurar la transición del poder y para esperar a su marido. Maarek y Pargo se habían enrolado ambos, atraídos por la acción y el poder del Imperio. Pero, aunque no tenía claro el por qué, Maarek estaba seguro de que su padre ya no estaba en Taroon, y tenía esperanzas de poder encontrarle de nuevo en la inmensidad de la galaxia.
Ese hangar era un centro de reparaciones y construcción, y todos los vehículos que se encontraban allí estaban en proceso de construcción o de reparación. Las marcas de fuego en los cascos, las muescas, el metal torcido probaban que no todos los sistemas estelares aceptaban la tutela del Imperio tan fácilmente como Taroon. El Venganza se desplazaba constantemente yendo por el hiperespacio de un punto caliente a otro.
Si bien Maarek no tenía ninguna razón para estar al corriente de las misiones militares del destructor estelar, los rumores y las historias llegaban siempre hasta él, y sabía que el Venganza estaba involucrado en varias operaciones simultáneas. Llegaba a una zona en conflicto, enviaba algunos cazas o naves de desembarco, y luego marchaba a otra zona para enviar naves suplementarias y supervisar las operaciones en curso. Por cada salto en el hiperespacio, podía sentir un ligero mareo acompañado de problemas de visión, pero esa sensación sólo duraba unos segundos.
En las últimas horas, el Venganza había efectuado varios saltos. Luego, hacía tal vez una hora, varios cazas dañados fueron remolcados al hangar. Maarek y los demás mecánicos trabajaron sin descanso para repararlos. Un poco antes, había escuchado unos ruidos apagados, y alguien le dijo que quizá se tratase de torpedos pesados explotando contra los escudos del destructor estelar.
Volvió la calma, y el interceptor TIE estuvo reparado. Maarek pidió permiso al jefe de taller para probar el interceptor. Una de las reglas no escritas decía que el Servicio de Reparaciones efectuase directamente las pruebas de las naves reparadas antes de enviarlas a Operaciones. Así pues, numerosos mecánicos habían aprendido las bases del pilotaje, y la experiencia como piloto de barredora de Maarek le favorecía claramente.
-Estamos en órbita planetaria sobre Farboon -le dijo el jefe de taller-. Aquí no ocurre nada. Ve, pero date prisa. Nuestro próximo salto está previsto dentro de tres horas.
Maarek saltó a bordo del TIE/In y ajustó el asiento y los arneses de seguridad. No llevaba el casco estándar ni el traje de vuelo con apoyo vital de los pilotos de TIE, sino una versión modificada que los miembros de la tripulación habían confeccionado. En cualquier caso, llevar un equipo de aficionado no le molestaba. Esperaba ese momento desde siempre. Aunque el vuelo no durase más que unos minutos, el tiempo justo de probar los sistemas de la nave, se sentía como un pájaro fuera de su jaula.
Indicó por el comunicador que ya estaba listo, y conectó los motores iónicos. La cabina retumbaba con un gruñido sordo, y la nave vibraba un poco. Se dio cuenta de que tendría que acordarse de enviar la nave a un especialista en motores cuando terminase. Luego dirigió a la pequeña nave sobre la plataforma repulsora, hacia la compuerta.
Cuando fue expelido al exterior, vio un inmenso planeta que rompía la oscuridad. Era verde, azul y blanco, y se recortaba sobre el fondo sombrío del espacio justo enfrente de él. Maarek nunca había volado cerca de un planeta, y se tomó su tiempo para admirar las vistas. Examinó su escáner para detectar la presencia de otras naves, pero no había nada. Dio media vuelta para admirar el destructor estelar. No dejaba de admirarlo, aún no se había repuesto de su grandeza e inmensidad. Luego comenzó sus pruebas sobre el TIE/In, atento al menor signo de mal funcionamiento.
En principio, el Servicio de Reparaciones usaba su propia frecuencia de comunicador, pero Maarek había descubierto cómo enlazarse en una doble frecuencia que le permitía recibir uno de los canales militares no reservados. Le encantaba escucharles durantes sus operaciones, aunque no escuchase nada importante.
Ese día, fue diferente. Cuando estaba volviendo de mala gana hacia el hangar, escuchó un ruido en su casco y una voz enloquecida gritó:
-¡A todas las unidades! ¿Hay alguien operacional? SOS. Respondan...
Maarek no respondió. Después de todo, se suponía que no debía estar en ese canal. Pero la voz seguía llamando y, aparentemente, no recibía respuesta alguna. Finalmente, Maarek decidió preguntar qué pasaba.
-Aquí Stele -dijo por su micro-. ¿Cuál es el problema?
-¿Quién es usted, Stele? -preguntó la voz- ¿Y dónde está?
-Soy del Servicio de Reparaciones, estoy probando un interceptor TIE para su vuelta al servicio, señor.
-Una de nuestras lanzaderas está en apuros... -dijo rápidamente la voz. Parecía escuchar a alguien más mientras hablaba, pues su transmisión no fue más que una serie de breves frases y pausas entrecortadas- No hay tiempo para discutir. Escolta destruida... Demasiado cerca del planeta... Vaya por el otro lado... Encuentre la lanzadera... -indicó a continuación coordenadas y vectores de los que Maarek apenas comprendió la mitad. Pero dio la máxima potencia a los motores y comenzó a dar la vuelta al planeta- Volveremos... -fueron las últimas palabras que pudo escuchar. Luego se encontró solo.
Observando sus sensores, vio que el destructor estelar había partido.

Ala-X: La documentación Farlander (VI)

El informe de Alto Secreto
A bordo del buque insignia de la Alianza, en ruta hacia la base de Yavin

—Mon Mothma, le presento al Oficial de Vuelo Keyan. Él fue quien encontró los holodiscos. Me han dicho, además, que se ha distinguido en el combate.
El Almirante Ackbar le animó a acercarse con un gesto. Mon Mothma examinó el rostro de Keyan, como si buscase sondear su personalidad.
—¿Nos hemos visto antes? —le preguntó.
-Yo estaba en Agamar -respondió Keyan
—¿Agamar? Estuve allí hace dos semanas... ¡No has perdido el tiempo, por lo que veo!
—¡Sí, Señora! Digo... No, señora. Quiero decir...
Mon Mothma le sonrió amigablemente.
—Déjame mostrarte lo que tu heroísmo nos ha traído. Es un informe de especificaciones militares imperiales. De muy alto secreto. Faltan muchos datos, pero la información que hemos recuperado es inestimable. El informe detalla con precisión el armamento y las características de las naves del Imperio, y contiene igualmente los datos que el Imperio posee sobre nuestras propias naves. Y también hay indicios de otras cosas. Oscuros planes secretos. No puedes hacerte una idea que la importancia de estas informaciones. Voy a darte una copia impresa para que las estudies. Te lo has ganado.
—Perdóneme, señora —se aventuró Keyan-, pero... ¿esta era la información que estábamos buscando?
Mon Mothma y el almirante Ackbar intercambiaron una extraña mirada. Era algún tipo de mensaje, tenía algún significado, de eso Keyan estaba seguro, pero no tenía la menor idea de qué podría ser. El almirante le miró con sus gigantescos ojos, que parecían, al mismo tiempo, llenos de compasión, confusos, comprensivos, inocentes y penetrantes. Keyan los encontró desconcertantes.
—Vuestra misión era muy importante, Oficial de Vuelo dijo el calamariano con una voz sorprendentemente grave y sibilante. Pero nuestro objetivo principal probablemente estaba muy lejos, en otro sector. No sabemos si nuestras demás misiones han tenido el mismo éxito. No aún, al menos. Pero mantenemos la esperanza.
»Vuestra misión ha complicado un plan muy elaborado del Imperio, concebido para hacernos perder el tiempo e inducirnos a error. El Imperio ha enviado numerosos transportes al espacio, con el único objetivo de confundirnos. Algunas de estas naves transportan informaciones muy importantes. Otras no son más que señuelos sin interés. No tenemos forma de saber con seguridad qué transportes debemos atacar, aunque concretamente vuestra misión estaba basada en informes bastante precisos. Nuestro objetivo principal es encontrar la nave que transporta a Darth Vader. Creemos que actualmente está en una misión secreta. Debemos intentar capturarle. O matarle. Aún no sabemos si hemos tenido éxito.
»Pero las informaciones que has recuperado son una victoria añadida para la Alianza. Puedes estar orgulloso de cómo has llevado a cabo la misión, al igual que el resto de tus compañeros.
Keyan se había quedado de piedra, sin palabras. Había muerto tanta gente... ¡en una misión que podría haber sido inútil! Era inconcebible. Finalmente consiguió articular unas palabras.
-Entonces, todas esas muertes... ¿No es un riesgo demasiado grande?
—¡No! —exclamó la Jefe de Estado—. Cada batalla es importante. Vuestra misión, es cierto, comportaba riesgos. Pero esta vez hemos tenido suerte, y la información conseguida nos ayudará a salvar millones de vidas. La guerra exige numerosos sacrificios. Ninguno de estos sacrificios es inferior, o menos importante que los demás. Incluso ahora, mientras esperamos noticias de las otras misiones, no minusvaloramos lo que usted y sus compañeros han conseguido. Y tú tampoco deberías hacerlo. Toma, lee el informe y observa lo que nos has traído. Vuelve aquí cuando hayas acabado.

***

Más tarde, cuando Keyan estaba solo, estudió los papeles de Mon Mothma le había ofrecido. Estaban etiquetados como Alto Secreto. Los leyó todos, lentamente. Luego volvió a leerlos.
Cuando Keyan terminó la lectura de los documentos que había encontrado a bordo de la nave antibloqueo, volvió al despacho de Mon Mothma, como ella le había pedido. Un ayudante le dijo que la Comandante en Jefe no estaba allí, pero que podía encontrarla en la sala de conferencias C, en la cubierta 5.
Aún no conocía muy bien el trazado de la nave, pues apenas llevaba allí dos semanas, y Keyan se perdió varias veces tratando de encontrar la sala de conferencias C. De modo que quizá esa fuera la razón por la que no prestó demasiada atención cuando la puerta se abrió y entró en la sala de conferencias. No encontró ningún significado especial al hecho de que la sala estuviera llena de pilotos y tripulantes del Mando de Cazas, y que Mon Mothma, el General Dodonna e incluso el Almirante Ackbar permanecían de pie en una plataforma elevada al fondo de la sala.
Keyan ya había recorrido la mitad del pasillo cuando se dio cuenta de que todo el mundo le estaba mirando. Avergonzado, redujo la marcha y continuó con pasos dubitativos, pero el General Dodonna le llamó con una voz grave que resonó de forma natural por toda la sala.
—No se detenga, Teniente Farlander. Esta es su fiesta.
Pero Keyan se detuvo. ¿Había dicho Teniente? De repente, se dio cuenta de que acababa de entrar en una especie de ceremonia o similar. Su gesto de sorpresa debió resultar gracioso; en cualquier caso, todo el mudo en la sala comenzó a reír. Keyan sintió el calor de sus mejillas al ruborizarse. Pero Mon Mothma le estaba invitando a subir al estrado, y de repente se encontró riendo él también. Teniente Farlander. Sonaba bien.
—Hay muchos héroes entre nosotros. Queremos dar la bienvenida a uno nuevo dijo Mon Mothma, mientras Keyan avanzaba hacia el pequeño estrado. Keyan Farlander vino a nosotros, como muchos otros antes que él, con la convicción de que el Imperio debía ser destruido. Pero como muchos de vosotros antes de que os unierais a la Alianza, aún no había visto la forma de luchar contra una fuerza tan grande y malvada. Ahora es uno de nosotros. Todos sabéis sus logros en el reciente ataque en Hadar. Se ha distinguido por su habilidad y valor... —hizo una pausa, examinando a Keyan—... y también, creo yo, por su suerte.
Keyan respondió a su sonrisa.
-Y suerte es algo que nos hará mucha falta, pero también voluntad y sacrificios. El Imperio es inmenso, y necesitaremos toda la ayuda que podamos encontrar. Por lo tanto, recibimos a Keyan “Afortunado” Farlander en la Alianza Rebelde, y lo ascendemos al grado de Teniente.
Entonces, el General Dodonna se acercó a Keyan y prendió una nueva insignia de rango en su uniforme. Cuando los asistentes comenzaron a aplaudir, escucho que el general le hablaba.
-Que no se te suba a la cabeza. Aún tienes mucho que aprender. A partir de mañana, volverás a los simuladores.
Pero Keyan sólo saludaba y saboreaba la ovación de sus nuevos amigos. Ya tendía tiempo para entrenar. Ya tendría tiempo para enfrentarse al Imperio. Sabía que seguía ahí fuera, en alguna parte del espacio. Pero en ese momento, ese día... Ese día fue su día de suerte.