domingo, 19 de diciembre de 2010

La Tribu Perdida de los Sith #5: Purgatorio (I)

La Tribu Perdida de los Sith #5: Purgatorio
John Jackson Miller

Capítulo Uno
3960 ABY

Su tarde comenzó como siempre lo había hecho. El rastrillo cayó, creando ordenados surcos en el barro negro. Levantándolo para hacer otra pasada, el portador lo dejó caer de nuevo, dividiendo perfectamente los surcos por la mitad.
Ori Kitai, observaba desde el otro lado del seto. El joven granjero se movía con gran lentitud. El rastrillo, un insustancial el matrimonio de brotes hejarbo y rocas silíceas, partía sin embargo el rico suelo con facilidad. Pero Jelph de Marisota parecía no tener ninguna prisa; en esta o ninguna otra cosa.
¿Hasta qué punto puede llegar a ser monótono?, pensó Ori. Durante todo el día, todos los días, el hombre del sombrero de paja de ala ancha atendía a sus labores, sin ningún lugar al que ir ni amigos que ver. Su finca se encontraba solitaria en un recodo del río Marisota, lejos de la mayoría de los centros de la cultura Sith en Kesh. Nada existía aguas arriba, salvo volcanes y jungla; nada río abajo, salvo los pueblos fantasmas de los Lagos Ragnos. Esa no era vida para un ser humano.
-Dama Orielle -dijo Jelph, quitándose el sombrero. Su cabello color arena caía en una larga trenza fuera del cuello de su camisa empapada.
-Sólo Ori –dijo ella-. Te lo he dicho una docena de veces.
-Y eso significa una docena de visitas -dijo con ese extraño acento suyo-. Me siento honrado.
La delgada mujer de cabello castaño rojizo caminó a lo largo del seto, lanzando miradas de reojo al trabajador. Ella no tenía ningún motivo para ocultar por qué seguía yendo allí; no con el futuro de su familia está a punto de quedar asegurado. Ori podía hacer lo que quisiera. Y, sin embargo, cuando salió a través de la abertura al camino de grava, se sintió apocada, como si volviera a ser una quinceañera. Y no un Sable Sith de la Tribu, diez años mayor.
Con sus ojos marrones mirando fijamente al suelo, se rió entre dientes para sí misma. No había motivo para la modestia. Ori llevaba el uniforme negro de su cargo. Jelph vestía harapos. Ella había superado las pruebas de aprendizaje en los terrenos del palacio, en el paseo glorioso por el que había caminado el Gran Señor Korsin hacía más de un milenio. El hogar de Jelph era una choza, y su explotación, más que una granja, era un depósito para los suelos fertilizados que proporcionaba a los jardineros de las ciudades.
Y sin embargo, el hombre tenía algo que nunca había encontrado en otro ser humano: No tenía nada que demostrar. Nunca nadie la miraba directamente en Tahv. Jamás. La gente siempre tenía un ojo puesto en lo que la conversación podría significar para ellos, en cómo su madre podría ayudarles. Jelph no pensaba en progresar.
¿De qué le servirían esos pensamientos a un esclavo?
Dejando el rastrillo en el suelo, Jelph salió del barro y sacó una toalla de su cinturón.
-Sé por qué estáis aquí -dijo, limpiándose las manos-, pero no por qué estáis aquí hoy. ¿Cuál es la gran ocasión esta vez?
-El Día de Donellan.
Jelph la miró fijamente.
-¿Es una de vuestras fiestas Sith?
Ori inclinó la cabeza mientras le seguía alrededor de la choza.
-Tú fuiste Sith una vez, también, ya sabes.
-Eso es lo que suelen decirme -dijo, lanzando la toalla. Aterrizó en un cubo en el suelo, fuera de su vista-. Me temo que aquí, en el interior del país, no cultivamos mucho los recuerdos ancestrales.
Ori sonrió. Él era tan instruido, para un ser inferior. Jelph cultivaba en abundancia, oculto a la vista del camino donde había dejado pastando su hasta que estuviera lista irse volando de nuevo. Detrás de la casa, detrás de los pequeños montículos de arcilla de río con los que comerciaba con los keshiri, mantenía seis enrejados de las flores dalsa más hermosas que jamás hubiera visto. Al igual que la cabaña y el rastrillo, los enrejados estaban hechos con brotes hejarbo entrelazados... y, sin embargo, eran un visión que rivalizaba con las maravillas hortícolas del Alto Asiento. Ahí, detrás del hogar de un esclavo en medio de ninguna parte.
Tomando la hoja de cristal que le ofrecía, el granjero de ojos color avellana comenzó a cortar los ejemplares que ella elegía. Como de costumbre, estas decorarían las urnas en el balcón de su madre durante los festejos.
-Entonces, ¿qué es lo que celebráis? –Haciendo una pausa, bajó la mirada hacia ella-. Si es que queréis decírmelo, claro.
-Mañana harán mil años de que naciera el primogénito de Nida Korsin.
-Oh -dijo Jelph, mientras continuaba podando-. ¿Llegó a ser Gran Señor o algo así?
Ella sonrió.
-Oh, no.
El reinado de Nida Korsin había iniciado una era robusta, gloriosa para los Sith, explicó ella. Donellan sabía que su padre, el Señor Consorte, sería condenado a muerte cuando Nida muriera. Esa era la voluntad de Yaru Korsin. Pero esperó demasiado tiempo para actuar. El único hijo de Nida murió siendo un anciano, esperando su oportunidad de ascenso al poder. Fue el final de un sistema dinástico; tras su muerte, una Nida sin herederos instituyó la sucesión en base al mérito.
-¿De modo que ese tipo fracasó, y tiene su propio día?
A los Sith les gustaba el mensaje de la historia de Donellan, le dijo ella. Muchos Sith eran pacientes maquinando sus ascensos, pero era posible ser demasiado paciente.
-El Día de Donellan también es llamado el Día de los Desposeídos. Y, piensa en ello -dijo ella, admirando sus musculosos brazos a través de las hendiduras de las mangas-. ¿Acaso esta Tribu ha necesitado alguna vez un motivo para una celebración?
Él se rió una vez, una risita gutural que hizo que Ori sonriera.
-No, supongo que no –dijo-. Por lo menos, mantiene ocupada a la gente de mi oficio.
Los siete Altos Señores siempre trataban de superarse unos a otros en la decoración de sus palcos en los juegos. Ocupándose personalmente del diseño de la cabina de su madre ocho meses antes, Ori supo de Jelph y su jardín secreto de uno de los floristas keshiri de Tahv... si bien de manera indirecta. Detectando una mentira cuando el keshiri afirmó que las flores eran suyas, Ori lo siguió un día con su uvak. Estando las bestias voladoras todavía prohibidas a los keshiri, el florista viajó a pie para reunirse con una caravana que transportaba fertilizante del Marisota. Allí encontró a Jelph... y lo había encontrado de nuevo muchas veces desde entonces, excepto cuando estaba ausente con su balsa, en la selva.
La selva. Ori miró por encima del enrejado hacia las verdes colinas, que ascendían alejándose hasta las cumbres humeantes del este. Ni siquiera la Tribu subía a esa maraña de maleza y follaje colgante.
-Ninguna persona en su sano juicio debería ir allí -había dicho Jelph. Pero lo que trajo al regresar en su pequeña embarcación era el secreto de su éxito hortícola… y de los éxitos de todos los clientes que dependían de él-. Para cuando los sedimentos descienden río abajo –le había explicado una vez-, se han perdido muchos de los nutrientes.
Ori había pasado noches en vela imaginando al hombre metido hasta la cintura en un oscuro arroyo de montaña, paleando lodo en su barcaza.
Tonterías. Un exceso hedonista. Pero ella era Sith, ¿no? ¿A quién más debería complacer?
De rodillas, él arregló cuidadosamente las flores cortadas sobre un paño desplegado en el suelo. Sus grandes manos manchadas de tierra trabajaban con sorprendente delicadeza, apartando los brotes que habían caído si querer. Jelph la miró profundamente.
-Ya sabéis que puedo daros los nombres de mis clientes más cerca de Tahv. Ellos cultivan las plantas con la misma tierra.
-Las tuyas son mejores -dijo.
Eso era cierto. Tal vez las flores sólo crecían mejor en un aire más cercano a su tierra natal. Tal vez eran los cuidados a mano de un humano, en lugar de un keshiri.
O tal vez se trataba de ese humano. Cuando ella lo conoció, supuso que Jelph acababa de convertirse recientemente en esclavo. Ningún trabajador que hubiera conocido, humano o keshiri, tenía su vocabulario. Tenía que haber sido alguien antes, en las ciudades Sith. Pero él había contestado sin vacilar:
-No soy nadie. Nunca conocí a nadie, antes que a vos.
Había nacido en la esclavitud, y allí permanecería. Él, y cualquier hijo que alguna vez pudiera tener.
La clase de los esclavos humanos se había desarrollado poco después de que la línea Korsin terminase. Aunque muchos de los descendientes del Presagio eran sensibles a la Fuerza, aquellos que no lo eran habían formado su propia capa de la sociedad por debajo de aquellos que servían al Gran Señor. Miembros libres de la Tribu, esta hidalguía ayudó a mantener productivos a los keshiri, que permanecían por debajo de todos. Pero cuando cualquier ciudadano Sith era condenado por un Señor, sus derechos de nacimiento podían perderse para siempre. Jelph de Marisota no tenía apellido porque su padre no tenía ninguno que darle. Era mejor que un keshiri –ella nunca permitiría que uno de los siervos de piel púrpura la llamase por su nombre de pila- pero sólo porque era humano, no porque fuera Sith. Jelph debía lealtad y servicio a los Sith, si así lo deseaban, pero sólo Ori había tratado directamente con él para cualquier cosa.
Qué desperdicio, pensó, admirando tanto al trabajador como a su trabajo.
-Sabes, mi madre es un Gran Señor.
-Lo habéis mencionado alguna vez.
-Ella es poderosa, pero las tradiciones son muy fuertes –dijo-. Es una pena que no haya ninguna forma de que vuelvas a ser uno de nosotros.
-Nunca lo he sido –dijo-. ¿Y qué haría yo en Tahv? Difícilmente encajaría con vuestra hermosa gente.
Mirando hacia ella, le guiñó un ojo. A la luz del sol, podía ver la larga cicatriz rojiza corriendo por su mejilla derecha hasta el cuello. A veces había imaginado que se debía a alguna gran batalla, en lugar de un accidente de granja, años atrás. Pero él tenía razón. Incluso si tuviera un nombre y apellido, su desfiguración le haría difícil encajar en la Tribu.
Jelph se puso en pie bruscamente.
-Vas a aplastarlas –dijo ella, pasando los ojos rápidamente de él a las flores.
-En realidad, tengo algo para vos -dijo, señalando con el pulgar detrás de él-. En honor de vuestro Día de la Desposesión.
-Es “de los Desposeídos”.
-Os pido disculpas.
La condujo al interior de la granja, más de lo que nunca había estado antes, más allá de los montículos hasta una estructura que sólo había visto desde el cielo. Situada cerca de la orilla del río, la cabaña era más grande que su vivienda y el doble de alta.
Ori palideció.
-¿Qué hay aquí atrás? ¡Apesta!
-El estiércol suele hacerlo. El de uvak se lleva la palma -dijo, acercándose a la puerta de barrotes. Lo que antiguamente era un establo para un anterior ocupante que pudiera poseer uvak, ahora le proporcionaba un lugar al refugio del viento para almacenar la carga de estiércol que necesitaba para mezclar su tierra-. No os gustaría estar cerca cuando tengo lo acarreo hasta aquí.
Abrió la puerta.
-Sin duda, este no es tu regalo para mí –dijo ella, entornando los ojos y tapándose la nariz.
-Por supuesto que no. –Alargó la mano al interior de la puerta y recogió un yugo de aspecto extraño-. Es algo en lo que he estado trabajando. He alargado unos odres y los he añadido a parte de un arnés para uvak. –Equilibrando las correas centrales en sus manos, le mostró cómo las largas bolsas colgaban a ambos lados-. Siempre habéis tenido que volar de vuelta con las dalsa en un paño húmedo. Con esto, podéis llevarlas directamente... y no acabaréis empapada cuando lleguéis a vuestra casa.
Ori abrió mucho los ojos, mientras él cerraba la puerta del apestoso lugar.
-¿Has hecho eso para mí?
Jelph miró a su alrededor.
-Hmm. No veo hoy aquí a ningún Gran Señor, así que... claro. Supongo que es para vos.
Regresaron caminando a lo largo de la orilla del río, más allá de la pequeña barcaza atada en el bancal. Tras terminar de pastar, Shyn, el uvak de Ori, se acercó volando y se posó en un claro. Jelph caminó con seguridad hacia el animal y levantó el yugo sobre su marco de cuero. Un ajuste perfecto. Shyn, que no soportaba a nadie, asintió con la cabeza pasivamente.
Por eso vengo aquí, pensó Ori. La vida en la corte era despiadada; aquel mes, más de lo habitual. Aunque muchos no estaban motivados por el ansia de poder, sino por el miedo a perder el poder que tenían. Este hombre no tenía nada y no temía a nada.
Su madre le había dado un nombre: la Confianza del Callejón Sin Salida.
Jelph llenó parcialmente los pellejos con agua y luego depositó las flores cortadas en el interior. Shyn parecía ahora un animal de desfile, adornado con flores. Eso podría ser buena idea para algún momento, pensó Ori... pero no para mañana. Observó cómo sujetaba la parte superior para proteger las flores.
-Ya está. Listas para un Gran Señor.
La ayudó a subir a lomos del uvak.
-Jelph -dijo ella, mirando hacia abajo-. Con todo lo que se sabes hacer, realmente deberías estar enseñando a los keshiri cómo cultivar las cosas. No vendiendo tierra.
-Cuidado -dijo, señalando hacia el granero de compostaje-. Mi vida está en esa tierra. –Dio unas palmaditas en el alargado rostro de Shyn y se volvió hacia su barcaza, flotando en el del agua-. Y puede que no sea de la Tribu, pero al menos tengo una “nave”. -Se rió-. ¡Aunque tenga este aspecto!

martes, 21 de septiembre de 2010

Los vascos conquistan una galaxia muy, muy lejana

EDITADO (26-07-12): Lamentablemente, hace tiempo que EITB retiró el vídeo de su web, por lo que el enlace ya no funciona, y tampoco hice copia de seguridad, por lo que no puedo subirlo por mi cuenta a YouTube. Lo siento...
Para los que no lo hayan visto, lo resumo brevemente:

El programa dedicado al cine "La Noche De" de ETB 2 tiene una sección llamada "Los vascos conquistan Hollywood", donde se hacen eco de apariciones de personajes o cosas relacionadas con Euskal Herría en películas, teleseries, etc...
Muchas veces, estos datos son aportados al programa por los propios tele-espectadores.
En este programa en concreto, hablan acerca de la información que les pasé sobre la aparición de un personaje llamado Ixidro Legorburu (nombre perfectamente vasco) en varias novelas del Universo Expandido de Star Wars

lunes, 16 de agosto de 2010

El honor de los Jedi (122)

122
-No queremos que ese calamariano nos descubra -dice Luke. Dirige la marcha hacia la barcaza más lejana. En su interior, está abarrotada de cajas. Luke y sus compañeros se ocultan entre las cajas, moviéndose cada vez más al fondo de la bodega conforme se va descargando más cargamento.
Finalmente, la tripulación descarga las últimas cajas y los descubren. Aunque Luke activa por instinto su sable de luz, reconoce la inutilidad de atacar a los trabajadores. Pocos minutos después, una escuadra de tropas de asalto los conduce al Bloque de la Muerte para ser procesados.

Luke no puede escapar ahora; las probabilidades están demasiado en su contra. Pero seguro que el general Parnell querrá “interrogarle”, y Luke tendrá entonces su oportunidad... ¡si se siente con fuerzas para intentarlo! Pero eso es otra historia. Vuelve a la sección uno y prueba de nuevo.

El honor de los Jedi (131)

131
Luke selecciona la barcaza con más actividad y dirige a su pequeño grupo hacia ella. Se dirige a su oficial de intendencia.
-Me envía el mando a recoger un cargamento clasificado -dice Luke.
El capitán estudia a Luke, luego a Sidney y a Gideon. Consulta su datavídeo y pulsa algunos botones.
-Por supuesto, señor. Adelante.
-Gracias -dice Luke. Abre la marcha subiendo a bordo de la cavernosa nave. Cuando están a una distancia suficiente para no ser escuchados, se vuelve a Gideon y Sidney-. Exploremos un poco, y busquemos un buen lugar para escondernos.
-Suena bien -comenta Gideon.
Conforme descienden por la rampa de la bodega de carga, aparecen seis soldados de asalto. Luke comienza inmediatamente a ascender la rampa de nuevo, pero seis soldados de asalto más salen de sus escondites en la parte superior de la rampa.
Luke deja caer su caja, y luego lentamente comienza a descender por la rampa.
-Lo siento, coronel -dice el oficial de intendencia, con sarcástico énfasis en la última palabra-. El mando nos alertó sobre ustedes hace tres horas.

Esta aventura ha terminado para Luke, al menos hasta que escape del Bloque de la Muerte. Por desgracia, eso aún tardará. Vuelve a la sección uno y prueba de nuevo.

El honor de los Jedi (128)

128
-Todo el mundo al suelo -dice Luke-. Ni respiréis hasta que no haya entrado el último de los imperiales.
Se oculta tras un escritorio. Un instante después, los imperiales entran en la oficina.
-¿Dónde está todo el mundo? -pregunta el primer ayudante.
-Esto va directamente contra el protocolo -comenta otro.
-¡Van a rodar cabezas! -dice Parnell. Su voz proviene de la puerta-. Esto es abandono del deber.
No termina de entrar. Los ayudantes están inspeccionando la oficina. Sólo disponen de unos segundos. Luke tantea su sable de luz. Si puede encargarse de Parnell antes de que...
-¡Eh! -dice un ayudante.
Un disparo de bláster golpea un cuerpo. Luke se pone en pie a tiempo de ver cómo un oficial se desploma. Gideon dispara a otro. Parnell ya ha salido de la oficina. La puerta se cierra con un golpe.
Luke se vuelve al otro extremo de la sala. La puerta que conduce al bloque de celdas también está cerrada. Sobre ella, la videoseñal reza: “Acceso al bloque de celdas: condición Roja”.
-Parece que se nos ha acabado la suerte -dice Gideon.
Comienza a salir gas, siseando desde emisores ocultos.
-Eso parece -dice Luke. Ya empieza a notar cómo se le va la cabeza.

domingo, 15 de agosto de 2010

El honor de los Jedi (107)

107
Luke entra al Bloque de la Muerte. El bloque entero está construido con brillante metal negro diseñado para infundir miedo y desesperación en los corazones de los detenidos. Un breve pasillo se abre directamente a la sala de interrogaciones en el primer piso.
A la derecha de Luke, un ascensor personal se alza hacia las tenebrosas alturas del bloque. En alguna parte, ahí arriba, acechan 50 soldados de asalto. Luke toma el ascensor al segundo nivel, donde sabe que se encuentra Erling Tredway en una celda oscura. La pasarela de metal del exterior de las celdas retumba a cada paso que da.
De pronto, una luz se enciende delante de él.
-Está en el nivel equivocado -informa un megáfono.
Luke se lleva la mano al sable de luz, aunque le serviría de poco contra rifles bláster y cañones iónicos.
-¡Es un intendente! -exclama el megáfono-. ¡No debería estar aquí!
Luke sale fuera del alcance de la luz, pero una docena de blásteres y dos cañones iónicos disparan igualmente. Los disparos rebotan en la pared y la pasarela. Luke se aparta de la pared.
Pisa en el vacío y cae. No sabe si es que ha caminado más allá de la balaustrada, o si los disparos de los imperiales la han desintegrado. Su cuerpo rebota contra alguna pieza de equipo que no logra ver, y luego choca contra el suelo del primer piso. La cabeza le arde de dolor y el estómago le da vueltas. Un instante después, la visión de Luke se oscurece y los sonidos se atenúan hasta que cae inconsciente.

El honor de los Jedi (100)

100
-Querría la 203 y la 207 -dice Luke.
-Puede continuar.
La puerta se abre, deslizándose a un lado con un siseo.

El honor de los Jedi (105)

105
-Ciento diecisiete y 129 suena bien -dice Luke.
-Puede continuar.
La puerta se abre, deslizándose a un lado con un siseo.

El honor de los Jedi (84)

84
-¿Qué tal 396 y 398? -dice Luke.
-Puede continuar.
La puerta se abre, deslizándose a un lado con un siseo.

El honor de los Jedi (120)

120
-Deseo inspeccionar las celdas de los nuevos prisioneros -dice Luke.
-Los prisioneros no tienen celdas asignadas.
Luke duda, con su corazón latiendo salvajemente. Aunque la voz suena electrónica, no sabe si pertenece a un ser racional o a uno mecánico. En cualquier caso, su respuesta sería la misma, aunque sospecha que un ser racional podría mostrarse más suspicaz ante él. Toma aire profundamente y entonces, tratando de sonar natural, dice:
-¿No tienen? Nuestro terminal de interacción debe estar defectuoso. Deme una lista de posibilidades.
-Un momento -responde la voz. Luke suspira de alivio. Parece que está tratando con un ser mecánico-. Las posibilidades son 117 y 129, 203 y 207, y 396 y 398.


El honor de los Jedi (102)

102
Luke agarra un rifle bláster de un soldado de asalto caído y dispara a la puerta. El acceso al bloque de celdas cambia inmediatamente a condición Roja. Una sirena aúlla en el bloque de celdas.
-¡Libera a Sidney y Gideon! -ordena Luke-. No estamos engañando a nadie. Iré a por Erling.
Erredós trina una serie de silbidos alarmados.
-Ahora no, Erredós -dice Luke-. No tenemos tiempo.
Empuja la puerta. Con el gran agujero que hay ahora donde antes estaba la cerradura, se abre con facilidad. Luke entra en el bloque de celdas.
Un resplandor verde le golpea en el hombro, haciéndole retroceder de vuelta a la oficina. La cabeza de Luke golpea el suelo con tal fuerza que el duracero resuena como una campana, pero él apenas siente dolor. De hecho, no siente mucho más que el miedo de una caída interminable en las silenciosas profundidades de su propia mente.

Luke dejará de caer... cuando se despierte en una celda del Bloque de la Muerte. Tal vez sea más paciente cuando trate de escapar. Vuelve a la sección uno e inténtalo de nuevo.

El honor de los Jedi (109)

109
-Debe de estar confundido, señor -dice Luke.
-Tonterías -gruñe Parnell-. Conozco su cara. Usted estaba relacionado con la operación Tredway.
Luke comienza a sentir un sudor frío y el nudo de su estómago se hace cada vez más grande.
-No, señor, sólo soy un intendente.
Siente la atenta mirada de todo el personal de mando sobre su espalda.
Parnell mira amenazadoramente a Luke.
-Si me disculpa, General, tengo que terminar un informe.
El personal de mando suelta un jadeo al unísono y un murmullo recorre la sala como el viento entre hojas secas y sin vida. A pesar de la reacción de sus oficiales, Parnell no da muestras de sentirse ofendido.
-Continúe.
Luke se precipita hacia una terminal de ordenador libre. Un centenar de ojos enfadados le siguen. Cuando los oficiales de mando se aburren de observarle, Luke ordena a Erredós que se conecte al puerto de interfaz. Espera que un terminal de mando no esté sujeto a las mismas restricciones de autorización que el que había probado previamente.
Erredós muestra rápidamente en el monitor pantalla tras pantalla de información interesante pero inútil. Se detiene un instante cada vez para permitir que Luke echase un vistazo a los contenidos. Lo más interesante que encuentran es un mapa de la sub-instalación. Algunas regiones están etiquetadas como “fortaleza de los fugados” o “ruta de suministros ilegal”. Al parecer, cierto número de prisioneros habían escapado a las cavernosas regiones inferiores de Tol Ado.
-Disculpe, Coronel -dice una voz familiar. Luke alza la cabeza y se encuentra mirando al cañón de un rifle bláster. Seis soldados de asalto le rodean, y el General Parnell se encuentra a su espalda-. Ahora recuerdo dónde nos conocimos.
Luke intenta alcanzar su sable de luz, pero un golpe seco resuena en su cráneo antes de poder encontrarlo. Su visión se desvanece y cae inerte al suelo.

El honor de los Jedi (96)

96
Cuatro horas más tarde, Luke aminora la marcha. Han alcanzado las afueras del Centro Administrativo. Le recuerda vagamente a las torres de las hormigas de sangre que ocasionalmente encontraba en los desiertos de Tatooine, abarrotadas y bullendo de actividad como las ciudades de Ord Mantell. En una zona de unos 75 kilómetros de diámetro, capa tras capa de complejos con muros blancos se alzan todo un kilómetro sobre la superficie. Cada capa es una ciudad en sí misma, dedicada a alguna inservible función burocrática.
Conforme se adentran en el centro del complejo, el pasillo está cada vez más concurrido por carros repulsores manejados por oficiales imperiales de bajo rango. Una acera de energía de salida corre por el borde izquierdo del pasillo, y una acera de energía de entrada corre por el borde derecho. Soldados de asalto, civiles y algunos oficiales pululan por las aceras de energía. De vez en cuando, algún peatón se detiene para mirar a Luke y sus prisioneros.
Luke toma la primera rampa ascendente que ve, luego sigue por una complicada serie de espirales y giros. Finalmente alcanzaron un nivel oscuro vacío de tráfico y personal. El único pasillo iluminado conduce al centro del complejo administrativo. En este nivel, la prisión consiste en 500 celdas de aislamiento y una sección de tropas de asalto de primera.
Un anodino grupo de puertas grises apareció ante su vista. Frente a las puertas descansan dos cañones iónicos. Los dos responsables de cada cañón se encuentran detrás de sus armas. Un oficial está de pie ante las puertas.

miércoles, 11 de agosto de 2010

La tribu perdida de los Sith #4: Salvadora (y IV)

Capítulo Cuatro

Korsin había jugado su baza.
Sabía que la mera existencia de Nida era parte del juego de Seelah para mantenerse a sí misma y a Jariad cerca del trono del poder. Seelah había encontrado “bondadosamente” una serie, primero de niñeras, y luego de tutores keshiri para que cuidasen de la niña, trasladándola continuamente de un pueblo a otro. Oficialmente, era un gesto de la confianza de los Sith en los keshiri; en realidad, reflejaba el hueco que siempre había sabido que existía en el corazón de su esposa.
Era más que eso. Seelah no estaba tan sólo apartando a Nida de su camino; Korsin sabía que estaba evitando que su hija obtuviera algo más que un entrenamiento superficial en el camino de los Sith. Seelah administraba el censo de los Sith en Kesh; sabía en todo momento dónde estaban todos los mentores potenciales.
Pero Korsin tenía varios miembros leales en su equipo, deseosos de servirle de cualquier manera. Con la ayuda de Gloyd, Korsin había fingido sus muertes en áreas remotas de Kesh e hizo que se ocultasen. Siempre durante la noche, en el aparente exilio de Nida, la chica había estado estudiando en secreto los caminos del lado oscuro... mientras que, durante el día, ganaba amigos keshiri y construía una red de informantes. Todo ello en su aparentemente insignificante -pero extremadamente móvil- papel como embajadora aérea de los Sith.
Mientras Seelah se esforzaba por presentarse como el modelo de los Sith en Kesh, Korsin estaba moldeando un líder, alguien con talento para luchar y para gobernar. Una heredera... y hoy, una salvadora.
La noche anterior, uno de los keshiri conocidos de Nida había revelado el plan de robar los uvak mientras los principales Sith estaban en la cima de la montaña. Nida había pasado la mañana asegurándose de que lo que hicieran los keshiri no fuera más lejos, antes de unirse a Korsin allí... junto con sus Rangers Celestiales y varios partidarios de Korsin. No muchos, y no tan pronto como él esperaba... pero suficiente, y a tiempo. Había barrido a sus enemigos al ir allí; su sorpresa era completa.
Nida saltó a tierra, con el sable de luz brillando, empalando al aterrizar a uno de los matones de Jariad. Un segundo se aproximó a su posición, sólo para ser partidos por la mitad. Lanzó a un tercero contra la pared del templo, justo tras ella. No había mucho terreno para luchar junto al acantilado, pero Nida ya lo estaba dominando. El propio Jariad ya había retrocedido ante esas muertes, uniéndose a sus Sables en su lucha.
Una explosión amortiguada provino de la mansión más arriba, en la colina. Gloyd, pensó Korsin. Apretando los dientes, se palpó el corte en su pecho. Sabía que no iba a salir de esta. El suelo temblaba bajo sus pies. No quedaba mucho.
Pero alzó de nuevo la mirada hacia Nida.
Tan fuerte. Su futuro de los Sith, luchando contra el futuro de Seelah. Y ganando.
Con una mueca de dolor, Korsin volvió arrastrándose desde el precipicio hacia la refriega.
-Tienes razón, Jariad -dijo Korsin, escupiendo sangre-. Es hora de que me vaya... pero no sin mi último acto oficial. Y ya va con retraso.


Adari debería haber estado más sorprendida. Para la caída de la noche, más de un millar de keshiri habían llegado a los pies de la Aguja, conduciendo a cinco veces esa cantidad de uvak sin jinetes. El tropel de bestias que daba vueltas sobre la formación de humo le había dado la apariencia de un halo vivo, como de cuero. Era conmovedor, pero decepcionante: esa cantidad apenas llenaría los establos de uvak de las colinas sur.
Adari había renunciado a seguir escaneando el horizonte mucho antes que sus compatriotas. A medianoche, un jinete solitario llegó desde Tahv, aterrorizado y sin aliento. Su informe confirmaba sus sospechas. Tona había caído bajo el hechizo de Nida Korsin y le había revelado todos sus planes.
No había habido esperanza desde un principio: alguien les traicionaría. Tona había resultado ser el más débil. Adari dio media vuelta antes de escuchar si Nida había recompensado a Tona, o si lo había matado. Ya nada importaba.
Lo que había sorprendido a Adari fue lo que sucedió después. Esperaba que todo el mundo huyese. Que salieran volando, liberasen sus uvak, y se mezclasen con la sociedad keshiri antes de que los Sith los encontrasen. En lugar de eso, cuando despegó sombríamente sobre Nink hacia las nubes y se dirigió a la oscura corriente de aire, descubrió que todo su séquito la estaba siguiendo.
Se durmió, asumiendo que Nink terminaría rindiéndose ante la gravedad a lo largo de la noche. Muchos otros ya habían caído. Su turno llegaría.
Pero despertó para encontrarse otra cosa.
Desde arriba, el trozo de tierra era poco más que una semilla entre las olas, una cadena de arrecifes rodeando una mugrienta superficie apenas mayor que su antiguo barrio. Nada en él hacía pensar en un refugio. Pero la corriente de aire se había agotado... y Nink también. De los jinetes que habían comenzado, quedaban menos de trescientos. Era eso, o nada.
Y esto es bastante cercano a nada, pensó mientras caminaba por la tierra salobre de la playa. El continente había proporcionado todo lo que los keshiri necesitaban para prosperar. Aquí, tendrían que luchar por las necesidades más básicas. Las infrecuentes lluvias creaban pequeños estanques de agua fresca en arrecifes cóncavos. Los uvak, inútiles en ese estado, tendrían que ser dramáticamente sacrificados de forma selectiva para dar una oportunidad a la escasa vegetación. Su carne apenas era comestible; sus esqueletos proporcionaban los únicos materiales de construcción.
Para sus búsquedas intelectuales, la isla no ofrecía nada en absoluto. Sólo la misma roca volcánica desde la playa hasta la colina más alta. Parecía que tener que pasar años en un purgatorio que ella misma había creado no era suficiente: ahora tendría que aburrirse hasta la muerte. Todo lo que había encontrado era un antiguo cadáver keshiri... otra víctima solitaria de las corrientes de aire oceánicas.
¿Por que los Sith no habrían aterrizado aquí?
Sabía la respuesta. Los Sith habían quedado atrapados en un lugar similar. Para salvarse a sí misma -de ellos, y de los ancianos-, los había liberado. Korsin había tenido razón, hace tantos años. Todos hacemos lo que debemos hacer.
Lo estaban haciendo ahora. Adari miró a Nink, moribundo por el cansancio, con sus patas con forma de horquilla respondiendo apenas a la caricia del oleaje. No podría enterrarlo sin más cuando llegase el momento; habría que hacer uso de él, igual que con el resto. Los uvak eran parte integral de su supervivencia... pero había que sacrificar alguno cuando era necesario.
Los Sith habían contemplado a los keshiri exactamente del mismo modo.
Adari estudió a su gente, trabajando duro y en silencio en la isla. No esperaban sobrevivir más de un año. Peor aún, cualquier que viniera a buscarles no sería un salvador.
Tal vez los Sith de Korsin estaban preocupados por lo mismo. Tal vez las historias eran ciertas. Tal vez los verdaderos Celestiales, los auténticos Protectores de la leyenda, estaban ahí fuera, en algún lugar, persiguiendo a los Sith.
No creía que así fuera.
Pero, en realidad, nunca lo había hecho.


Seelah se despertó sobre una losa en su vieja enfermería. No había ninguna diferencia entre las camas de los pacientes y las camillas de la morgue; todo era frío mármol, al igual que todo lo demás en ese maldito templo.
Ahora podía moverse... sólo sus piernas no lo hacían. Lo recordaba todo. Segundos después de que llegase Nida, Gloyd atrajo el fuego hacia su cámara. Gloyd siempre había bravuconeado con que quien acabase con él no viviría para celebrarlo. Efectivamente, arrinconado por Seelah y sus aliados, Gloyd había activado algo que debía haber tenido literalmente oculto en la manga desde el accidente: un detonador de protones. La póliza de seguros del houk hizo que la sala se derrumbase sobre todo el grupo.
La Fuerza ayudó a Seelah a liberarse de los escombros que la habían atrapado por debajo de las rodillas, pero nada conseguiría que pudiera volver a andar. No necesitaba su entrenamiento médico para darse cuenta de eso. Había trabajado incansablemente para llegar a ser el perfecto ejemplar de la humanidad, algo a lo que la Tribu pudiera aspirar. Ahora, tratando de incorporarse para examinar sus cortes y magulladuras, sabía que nunca viviría para volver a ser su antiguo ejemplo.
-Estás despierta -dijo una suave voz femenina-. Bien.
Seelah giró el cuello para ver a su hija en la puerta, vistiendo su traje del Día de la Dedicación. Como Nida no hizo ningún movimiento para entrar, Seelah usó sus doloridos brazos para girarse hacia ella por sí misma.
-Vas a tener que hacer eso muchas veces -dijo Nida, caminando al interior e introduciendo una copa en una tina de agua. Bebió un largo trago y respiró profundamente-. Oh, cuando la necesites, el agua está aquí -dijo, apartando la mirada.
Nida explicó cómo había descubierto a través de Tona Vaal el plan para robar los uvak de los Sith, programado justo cuando la mayor cantidad posible de Sith importantes estaría en la montaña. Le había costado más tiempo del esperado, pero había arruinado el complot en Tahv y luego salió al auxilio de su padre.
-Supongo que puedes sentirlo... Padre ha muerto.-Sí. ¿Y Jariad?
Seelah se lamió los labios, saboreando su propia sangre seca.
-Padre trató de arrojarlo por el precipicio con la Fuerza -dijo Nida-. Lo intentó... y cuando fracasó, yo lo hice.
Seelah miró inexpresiva a su hija.
-Odié usar al pobre Tona de ese modo -dijo Nida-, pero él pensaba que tenía algo que yo quería. -Tomó otro sorbo de agua y dejó caer la copa-. ¿Sabes? Tenemos algo en común. Nuestras madres no encontraban ninguna utilidad a nuestros padres.
Tona reveló que los conspiradores iban a llevarse los uvak a la Aguja Sessal, pero no sabía nada más.
-No hay rastro de ellos allí -dijo Nida-. Suponemos que se arrojaron a sí mismos al pozo de lava. Por despecho... o por miedo. No importa.
Sith o keshiri, se acabaron los disidentes en Kesh. Había sido un día productivo.
-Vine aquí porque acabamos de tener la lectura del testamento de Padre -dijo. Existía... y estaba a su cargo-. Me pasa a mí su legado... y los tres Sumos Señores supervivientes lo han ratificado. ¿Ves? Eres la madre del nuevo Gran Señor. Enhorabuena. -Nida sonrió radiante. Con su edad, era de esperar que gobernase Kesh durante muchas décadas venideras-. O hasta que los Sith vengan a rescatarnos.
Seelah hizo una mueca de desdén.
-Eres una niña. -Se deslizó por la losa, sólo para volver a agarrarse con sus manos a ella cuando sus pies no la sostuvieron-. Nadie va a venir por nosotros. Tu padre lo sabía.
-Me lo dijo. En realidad, de un modo u otro, no me importa.
-Debería -dijo Seelah, luchando por ponerse en pie-. Si se lo contase a la gente, ahí fuera...
Nida volvió a dejar la copa en su sitio con aire despreocupado y comenzó a avanzar hacia la puerta.
-No hay nadie, ahí fuera -dijo-. Tal vez deberías escuchar el resto de la última voluntad de Padre. -De ahora en adelante, explicó, a la muerte del Gran Señor, el cónyuge y los criados de esa persona deberían ser también sacrificados-. Técnicamente, para honrarle... pero tú y yo sabemos de qué se trata en realidad. -Recorrió su cabello con sus dedos enguantados-. Supongo que esto va a limitar mucho mi vida social, pero lo superaré.
Seelah mantuvo el aliento.
-¿Quieres decir...?
-Tranquila -dijo Nida-. De ahora en adelante. No, he ordenado que todos los Sith se retiren de esta montaña, en honor a la muerte de Padre. Mientras yo viva, nadie regresará aquí. Este es tu nuevo hogar... de nuevo.
Y diciendo eso, salió al patio.
Seelah necesitó varios dolorosos minutos para seguirla, apoyándose en las paredes de piedra. Nida estaba subiéndose al estribo de su uvak, rodeada por cestas fabricadas con hejarbo, llenas de frutas y vegetales. Vuelos regulares de uvak -las únicas criaturas, salvajes o domesticadas, a las que se les permitiría surcar el espacio aéreo sobre el templo- dejarían caer más, dijo Nida. En el resto de lugares del complejo, el acceso al Presagio había sido cortado. Más abajo, incluso ahora, el camino a la montaña había sido bloqueado. Había sido tallado laboriosamente, pero ahora estaría bloqueado para siempre.
Lo que quedaba, según pudo ver Seelah al mirar a su alrededor, era el frío templo que había llegado a aborrecer como hogar. Un hogar que sólo servía para una diosa... para la eternidad. Una eternidad de soledad.
-Nida -dijo Seelah entre toses mientras Nida comenzaba a despegar-. Nida, eres mi hija.
-Sí, eso me suelen decir. Adiós.

domingo, 8 de agosto de 2010

Trabajos dolorosos (y VI)

No hablamos mucho en nuestro camino de descenso por la colina. Yo me detenía una y otra vez para volver a contar el dinero —y, debo admitirlo, simplemente para admirarlo— y Zayne buscaba un árbol para apoyarse contra él y deprimirse. Sé que a los Jedi les gusta la ley y el orden y todo eso, pero después de todo lo que le ha pasado a ese chico, yo juraría que cualquiera esperaría que viera la galaxia con mayor apertura de miras. Yo veo que la gente es avariciosa y sin ápice de vergüenza... y veo oportunidades. ¿Qué es lo que ve Zayne? Aún no lo he descubierto.
Por el motivo que fuese, se consoló en parte insistiendo en que Acampador se llevase parte del dinero, tal y como yo le había prometido. Tengo que admitir que había pensado en aprovechar uno de sus momentos de confusión y endosarle una bolsa llena de latas de comida en pasta vacías. Estoy seguro de que había pensado en algo de eso. Pero había sido un día provechoso, y podía permitirme ser magnánimo. (Simplemente tendré que encontrar algo que venderle al viejo Barbagrís, para recuperar el dinero.)
Lo que me lleva de vuelta al consejo que os estaba dando. Si sois un agente como yo y estáis pensando en añadir un Jedi a vuestra organización, los compromisos como este van a ser siempre parte del paquete. Pagar a la gente. Elegir objetivos que merezcan ser engañados. Limar esquinas que preferiríais cortar. Todo eso es parte del cuidado y la alimentación de un esbirro Jedi.
Puede ser un duro lastre... en mi caso, ya lo había sido. Pero siempre he tenido el presentimiento de que merecería la pena. Y, ¿quién sabe? Tal vez, sólo tal vez, puede que lo atraiga a mi manera de pensar en algunos golpes... y hacer algunos golpes, mientras estamos en ello.
Es un muchacho con un buen lío en la cabeza, ese Zayne. ¡Pero puede que aún consiga sacar algo de provecho de él!

Trabajos dolorosos (V)

No sé cuánto de nuestra conversación habían escuchado Obohn y el muñeco de ventrílocuo flotante, pero mi corazón dio un vuelco cuando vi que se aproximaban a nosotros, y además hablando excitadamente entre ellos.
—Esto no puede ser bueno —susurró Zayne.
—No podéis engañarme —dijo Obohn, acariciando su comunicador con sus dedos huesudos—. ¡Sé quiénes sois en realidad!
Instintivamente, Zayne se llevó de nuevo la mano a la chaqueta. Había sudado de lo lindo en la persecución, y estaba nervioso. Y si ahora lo identificaban como el Padawan fugitivo...
—Sé quiénes son en realidad... y sé quién era él —dijo, mostrando una sonrisa que ningún muun debería mostrar—. Sois ladrones... ¡y ese hombre era Ineas Tikartine!
—¿Disculpe?
Mientras Zayne y yo nos mirábamos el uno al otro, Obohn daba vueltas a nuestro alrededor.
—El hombre al que habéis echado de aquí... He escuchado parte de lo que ha dicho. Esas son sus obras... ¡y vosotros dos las robasteis!
Me lo figuraba. Otra vez con el comunicador... y el cuñado, y los invitados de la boda. Ahí viene.
Pero Obohn simplemente metió el comunicador en su bolsillo y se apartó.
—¿Entonces...?
—¿Entonces no va a llamar a las autoridades? —preguntó Zayne, planteando la cuestión de un modo más sutil del que yo planeaba.
—Por supuesto que no —dijo Obohn, relajando su expresión. Hizo un gesto al wookiee que estaba de pie, quien salió a un pasillo lateral y volvió con una gran maleta. Sólo por el peso, supe qué había dentro... y cuánto. Moneda local. Coloniales de Ralltiir, canjeables por créditos de la República en prácticamente cualquier parte. Y, aún más importante... casi el doble de lo que había pedido originalmente.
Estaba a punto de salir por la puerta con dicha maleta cuando Zayne, como de costumbre, se enfrentó a la buena suerte y le metió el dedo en el ojo.
—Deje que me aclare —preguntó Zayne a Obohn, desconcertado—. Cuando pensó que en realidad no conocíamos al artista, iba a hacer que nos arrestasen. Pero ahora que piensa que las hemos robado... está dispuesto a pagar el doble.
—Sí —dijo Obohn, quien de hecho acariciaba las “esculturas” con recobrada admiración—. Pero no es sólo que sean robadas. Son robadas... y el artista sabe que faltan. —El rodiano hervía de excitación, mostrándose evidentemente de acuerdo—. Ahora, estas piezas son mucho más deseables en nuestros círculos. Mucho, mucho más. Mucho más.
—Eso es lo que pensaba —dijo Zayne. Soltó un gruñido antes de salir arrastrando los pies.
A veces es realmente mejor no preguntar.

viernes, 6 de agosto de 2010

Trabajos dolorosos (IV)

Esa última palabra no salió de mi boca, ni de la de Zayne, o Acampador... si no de la del Maestro Obohn, quien aparentemente tenía exactamente lo que había dicho. Hizo una señal a sus elegantes wookiees.
—Sacadlos de mi galería... ¡a todos!
En ese momento, me di cuenta de que la operación comenzaba a deslizarse entre mis dedos, fuera de control.
También me di cuenta de que, si alguna vez alguien quería invadir Kashyyyk, la mejor estrategia era decirle a todo el mundo de allí que los pantalones de sport estaban de moda esa temporada. Porque aunque normalmente yo nunca escogería estar en el mismo planeta que un par de wookiees enfadados, los wookiees enfadados con pantalones tendían a perder un poco de su efectividad como máquinas de matar.
Al menos, fui capaz de esquivar —por los pelos— al que vino por mí, lo que habría sido imposible de no ser por la generosidad de su sastre con los plisados. La bola de pelo comenzó a perseguirme a buena velocidad, y de pronto estallaron sus costuras, frenándolo. Los objetos expuestos en la galería sirvieron bien para ponerme a cubierto, al menos al principio... hasta que comenzaron a derribarlos.
Por su parte, Zayne también se estaba desenvolviendo bastante bien durante ese tiempo. Aún era prudente acerca de echar mano a sus cosas de Jedi; el sable permaneció oculto, y aunque algunas de las estatuas parecieron cobrar voluntad propia cuando su wookiee se acercaba demasiado, no me parece que resultase demasiado obvio.
Acampador apenas se movió durante todo eso; simplemente se quedó trasteando en uno de sus cacharros sobre uno de los aero-palés. Yo no lo vi, pero Zayne me dice que en ese momento un wookiee se acercó demasiado a Acampador, y que él activó parte del aparato. El resultado fue una alfombra inconsciente en el suelo, noqueada por algo de la falsa estatua.
Me habría gustado haberlo visto —o, mejor aún, ver cómo ocurría lo mismo con el otro wookiee— pero en ese momento estaba ocupado con mis gritos. Mi wookiee se había liberad de sus harapos de una vez por todas, y estaba impúdicamente clavando las garras en la elevada estatua sobre la que me encontraba encaramado. Trataba de escalar hacia mí, y cada vez que Zayne se acercaba a él, se soltaba y todo el invento se tambaleaba hacia todos lados.
No era mi momento más apurado del mes, pero este fragmento de mi memoria no iba a ser recordado muchas veces.
Por suerte, volvimos a escuchar:
¡Suficiente!
Salvados por el muun. Al ver parte de su colección en peligro (y otra parte en pedazos), Obohn detuvo a sus wookiees. Reticente, el wookiee soltó la estatua... y, más reticente aún, yo fui tras ella al suelo con un horrible golpe.
Para cuando Zayne me hubo recogido del suelo de mármol, Obohn seguía supervisando los daños. El rodiano, ileso, estaba llorando a moco tendido, lo que también atrajo la atención del muun. Eso nos dio a Zayne y a mí una oportunidad de empujar a Acampador hacia la puerta... y de hacer algo que hizo el momento tan doloroso para mí como lo era para los coleccionistas.
Le engañé.
Lo hice con gracia y resignación.
—¡Oye, loco tarado! Esos tipos son agentes de patentes para un importante conglomerado multi-galáctico, y por alguna razón que ninguno de nosotros puede entender, están interesados en tus invenciones. ¡Déjanos hacer la venta, y todos estaremos contentos!
Acampador levantó una ceja peluda.
—Me pagarán.
Nos pagarán... contando la cuota del intermediario. Pero sí.
Acampador se mordió la lengua.
—No son de Adascorp. Porque odio Adascorp.
—No lo son.
—Y Vanjervalis me estafó hace unos años.
—No son de ahí tampoco. ¿Alguien más para los que no trabajes?
Frunció el ceño.
—Déjame que piense un momento. Son unos cuantos.
—¡Bueno, pues tampoco son de esos! ¡Ahora sal de aquí para que podamos cerrar el trato!
Juntos, Zayne y yo lo empujamos por la fuerza hacia la puerta. Para estar seguro, me quedé mirando cómo se alejaba arrastrando los pies por la calle ondulada por colinas que conducía fuera de la ciudad y de vuelta al Último Recurso.

Trabajos dolorosos (III)

No dejé que Zayne cayera en la auto-complacencia; íbamos a comenzar a hablar de dinero, y ese es el tema que más me gusta y ningún truquito Jedi puede hacer mucho al respecto. Aquí es donde normalmente funciono bastante mejor yo solo. Pero tuve gastos inesperados en nuestro último trabajillo, y ser consciente de que necesitábamos conseguir una nueva nave para reemplazar al Último Recurso no me dejaba en mi mejor estado de forma. En la mayoría de los timos, comenzaría con el doble de lo que quiero y fingiría la existencia de otro comprador. Pero en este caso no había plantado bien los cimientos... muy mal. La velocidad no es buena para hacer tratos.
Y, al parecer, hablar de dinero activó alguna úlcera que Obohn debía tener, porque vi cómo su rostro se retorcía y arrugaba hasta tal punto que casi creí que él y el rodiano eran parientes. Tuve que bajar rápidamente el precio... pero al hacerlo, supe que lo único que había conseguido era despertar de nuevo sus dudas. Odiaba que Zayne viera cómo su Maestro perdía el control de un timo de esta manera, pero esperé que al menos resultase educativo. Si rebajas tu precio, te rebajas a ti mismo.
—Os diré lo que pienso —declaró Obohn, agitando su túnica entre los dos aero-palés mientras posaba entre ambos—. Creo que estas esculturas son auténticas... ¡pero vosotros dos no!
—¿Perdón?
—Vosotros dos no trabajáis para Tikartine. Dudo que lo conozcáis siquiera —dijo, extrayendo un comunicador de los dobleces de su manga—. ¿Sabéis una cosa? Mi cuñado es agente de policía en este planeta. Puede que quiera tener unas palabras con vosotros.
Zayne comenzó a retroceder hacia la puerta, pero lo detuve.
—Contraataque —susurré. Estaban tratando de conseguir que abandonásemos la mercancía. No sería capaz de sobrevivir a un descuento como ese—. ¿Ah, sí? —respondí con vehemencia a Obohn—. ¡Bueno, yo no creo que tu cuñado sea realmente agente de policía del planeta!
Ahí queda eso.
—¿Padre? —preguntó Obohn.
El viejo rodiano volvió a rumiar algo, activando de algún modo un holoproyector sobre su silla. (¿Dónde se consigue uno de esos?) Una temblorosa fiesta de bodas apareció ante nosotros... con una sonriente novia muun y su sonriente novio muun de pie delante de todo el sonriente cuerpo de policía de Ralltiir.
—Una novia adorable —dije, tragando saliva.
Obohn sólo acababa de empezar a subir el comunicador el medio kilómetro que lo separaba de su cara, cuando un invitado no deseado irrumpió de pronto en escena.
Hago una pausa para señalar que esto, también, es algo que parece ocurrir a menudo con Zayne. Las últimas semanas han sido una sucesión de llegadas repentinas, grandes sorpresas, y asombrosas coincidencias. Parece ser uno de los dones de los Jedi... y si lo es, lo único que puedo decir es que deberían envolver ese don y mandarlo de vuelta al lugar de donde vino, sin remitente. Soy un hombre de negocios; me gusta tener el control de cada día como si fuera una nave de línea, afrontándolo todo con un enfoque calmado y estructurado. Los “invitados no deseados que irrumpen de pronto en escena” toman esa nave y traen consigo mynocks y un fallo de reactor.
Al menos, este ciertamente lo hizo: Acampador, el susodicho propietario del Último Recurso. En ningún caso tan anciano como el rodiano, pero bastante anciano... y podía darle al muun una lección en un concurso de tez pálida. Desenterré a Acampador hace años, enterrado en Cruce Chatarra en la Ciudad Baja de Taris; no tenía mucha conversación (excepto para sí mismo), pero sus cachivaches a veces resultan útiles. Viajando con él a bordo de su compactador de basura estas últimas semanas, he decidido que lo había sobrestimado. Sólo tenía dos modos: trasteo o cabreo.
¡Roedor! —Adivinad en qué modo estaba ahora—. Sí, te he encontrado —gritó Acampador, entrando en tromba en la galería—. Mandar al muchacho a que robe por ti, desde luego es tu estilo.
Zayne me miró mientras Acampador se acercaba a los aero-palés.
—Gryph, tú... tú me dijiste que te había dado permiso para que me llevase estas cosas de su taller —dijo el chico, olvidándose de que Obohn estaba allí.
Yo no me olvidaba.
—Calla —dije, acercándome a él—. ¿Cómo iba a suponer que iba a echar algo de menos?
Deberíais ver el taller —la bodega de carga— del que estamos hablando. Una vez chocamos contra un asteroide. Las cosas se ordenaron un poco.
Enfrentándose a mí a escasa distancia, Acampador no iba a dejarlo pasar.
—Es un ladrón. Siempre ha sido un ladrón. —Y no le importaba que nadie lo supiera... no hace falta decirlo, ya que lo estaba gritando a los cuatro vientos—. Bueno, vais a volver a llevar esas cosas a su sitio ahora mismo, ¿me habéis oído?
—Acampador, ahora mismo estamos en mitad de una negociación delicada.
—Pues negociad vuestro camino de vuelta a la nave. Estaba trabajando en eso.
—¿Desde cuándo ha funcionado nada que hayas construido? ¿Y cómo es que sólo recobras la cordura en los peores...?
¡Basta!

martes, 3 de agosto de 2010

Trabajos dolorosos (II)

Un golpe amortiguado resonó en la entrada de la galería, seguido por un epíteto menos amortiguado y muy impropio de un Jedi. (Supongo que habría sido más fácil presentar el producto si hubiera dejado las puertas abiertas.) Los wookiees se apartaron un paso para dejar pasar a “mi joven socio”, empujando dos aerocarretillas en las que se apilaban los objetos: aglomeraciones de aparatos y piezas de recambio soldadas juntas, algunas de un par de metros de altura.
Zayne desactivó las carretillas y se derrumbó contra el marco de la puerta, jadeando mientras se secaba el sudor de su cabello color arena.
—No... me dijiste... lo de la colina.
En mi vida no he tenido muchos esbirros; de un modo u otro, siempre he tendido a trabajar solo. Pero hay momentos en los que un droide no sirve como apoyo, y cuando Zayne se encontró de pronto en las calles como resultado de ciertos inconvenientes, vi la oportunidad de expandir mi franquicia. El chico estaba acusado de algo que no había hecho... y dado que yo también me vi metido en el asunto, decidí que sería interesante ver qué podía hacer un Caballero (o un casi-Caballero, como Zayne) en el mundo del timo. Yo soy así: Muchos de mis colegas odian todo ese asunto de los Caballeros Jedi, viéndolos como policías que no juegan limpio. Yo veo un añadido al juego del que sacar provecho. El poder para influenciar las mentes de los débiles... eso no está lejos de mi estilo.
Hasta ahora, los resultados han sido variopintos. Zayne no era exactamente el primer Jedi de su clase... de hecho, si había alguno peor, probablemente lo habrían enviado a algún recado y nunca regresó. A mi lado, su principal truco parecía ser meterse en problemas. Y además todo parecía convertirse en una negociación.
Como con los aero-palés.
—Te esperaba hace diez minutos —dije. Eso era todo lo que le había pedido que hiciera. Tenemos un droide de carga, pero no es de mucha ayuda. (Esa es otra historia.)
—Lo siento —dijo él, gesticulando hacia las masas de chatarra reunida—. Había una colina. Y dijiste que debía esperar hasta que Acampador saliera del taller.
Acampador era el susodicho Engendrado Loco Arkaniano, cuya nave y laboratorio de científico loco era El Último Recurso. Podía imaginarme que le hubiera costado un buen rato deshacerse de él: Acampador a veces se quedaba abstraído contemplando un tornillo y podía olvidarse hasta de comer. Estaba a punto de hacer un comentario al respecto cuando me di cuenta de que Obohn no estaba mirando al producto, sino, más bien, a nosotros.
—¿Tú eres el socio, humano? —preguntó a Zayne.
—Culpable.
—Te pareces a... ¿cómo se llamaba? —dijo Obohn—. El chico acusado de asesinar a los Cuatro de Taris. Zayne Carrick. —Me miró—. Y él tiene ese cómplice... un snivviano, como .
—Bueno, ese no podría ser el caso —dije—, porque yo soy su jefe. —Me puse ligeramente de puntillas para dar una palmadita en el hombro del chico. (Es demasiado alto.)—. El joven Wervis ha estado ayudándome desde que lo adopté. Liberé al muchacho de una vida de esclavitud en una fábrica, despellejando borrats. —Una lágrima, una, marchando—. A decir verdad, yo soy como un padre para él.
—Menos es más, Gryph —murmuró Zayne entre dientes.
—Calla, Wervis. Sé que es un mal recuerdo. —El patetismo vende—. Ahora, hijo, ¿puedes acercar la mercan... quiero decir, las obras maestras a la luz?
Bajo la claraboya en el centro de la galería, las “esculturas Tikartine” parecían estar en su sitio. Un poco más grasientas que algunas de las otras piezas, quizá... y las nuestras tenían algunas luces parpadeantes de más. Pero ciertamente cautivaron a Obohn y el rodiano, que rodearon el “arte mecánico” y conversaron entre ellos.
—¿Qué son estas cosas que me has hecho traer, de todas formas? —susurró Zayne, mirando a la mayor de las montañas de metal del palé.
—Parece ser un timostato. O una garabatala. O tal vez un quesesto —dije—. Son chatarra metálica... y cuando se acaba el dinero, son nuestra próxima comida.
Antes de que Zayne pudiera preguntar nada más, Obohn se volvió hacia nosotros.
—No —dijo—, no estoy seguro de esto.
Acercándose a su lado, el rodiano graznó de modo escéptico. (Creo; probablemente podría ser cualquier otro modo) Obohn declaró por ambos que querían esperar hasta que un tasador llegase desde Telerath. Eso estaba a varios días de distancia, demasiado tarde para nosotros.
Con aire indiferente, di media vuelta. ¿Sabéis esos tipos verpine que tienen ojos a ambos lados de la cabeza? ¿Que nunca sabes si te está mirando a ti o a tu pareja? Me convertí en verpine. Un ojo en la salida, otro en Zayne.
—Chico —susurré—, te toca entrar en acción.
Zayne se enderezó de golpe y llevó la mano al bulto de su chaqueta, a la defensiva.
—¡Con el sable de luz no!
—Por los espíritus de Cadomai, no. —A Zayne no le gustaba demasiado cortar a gente inocente en trocitos. Solicité a Obohn un momento para poder hablar con el chico y me lo llevé aparte—. ¡Necesito que uses tu magia para convencer a esos tipos de que esta basura es arte!
Zayne retrocedió de nuevo.
—No sé si debería...
—¿Qué te preocupa?
—Me preocupa timar a la gente.
—Bueno, a mí también. Eso se da por sentado.
—Quiero decir, que me molesta timar a la gente —dijo.
—Y a me molesta oírte decir eso —dije. Los Jedi le persiguen... y ahora, ¿sigue haciendo las cosas como ellos? Asombroso—. Mira, esbirro, no me molesta que te sientes en la esquina de la bodega de carga y hagas tu meditación y todo eso. Pero cuando llega el momento de montar el espectáculo, dejas eso en la bodega de carga. ¿Lo pillas?
Me puso la mirada. Odio la mirada.
—Venga yaaaaa —dije, aguantando el temporal—. Esos tipos son ladrones de tumbas. Tratan de saquear los esqueletos de lo que queda de Taris para ponerlos en sus salones. Merecen ser timados.
Una pausa.
—Supongo.
Suspiró. Suspiré.
Con este chico, siempre es como llevar adelante dos engaños a la vez. Tengo que estafar a mi presa... y al mismo tiempo hacerlo de un modo que no ponga nervioso al Pequeño Gira-Sables. Os lo aseguro, apenas merece la pena.
Zayne se enderezó el cuello de la chaqueta y se puso manos a la obra.
—Discúlpeme, señor Obohn —dijo, acercándose a uno de nuestros montones de basura y dirigiéndose al más alto de los dos—. Pero no necesita llamar a un tasador.
—¿No necesito llamar a un tasador? —respondió Obohn.
—Estas son auténticas esculturas Tikartine —dijo Zayne.
—¿Son auténticas esculturas Tikartine?
El tono de la voz es lo que siempre me choca. Soy inmune a esa cosa de ofuscar la mente y, aún y todo, yo mismo casi le creo.
Pero Obohn no.
—¿Por qué debería fiarme de la palabra de un muchacho... de un despellejador de borrat, para empezar? —Exclamó un par de nombres que no reconocí; los wookiees bien vestidos, supuse.
Mis ojos salieron disparados hacia Zayne, quien se encogió de hombros. Ya había dicho antes que sólo funcionaba en los débiles de mente... y aunque otras cosas fallasen en Obohn, tenía un sentimiento muy fuerte hacia su arte. Volví a mirar la salida. ¿Dónde estaban los wookiees?
Pero todos fuimos interrumpidos cuando el rodiano comenzó a tirar de la túnica de Obohn y a cloquear con urgencia.
—¿Qué pasa, Padre? —preguntó Obohn... seguido por más graznidos.
Comprendiendo lo que pasaba, Zayne se arrodilló directamente frente al rodiano hinchado y arrugado.
—No necesita llamar a un tasador, ¿verdad?
El rodiano tembló y se estremeció y gorgoteó otra respuesta ininteligible.
Obohn se inclinó acercándose a él.
—¿Qué, Padre? ¿No necesitamos un tasador?
—Estas son auténticas esculturas Tikartine —repitió Zayne.
—Gwawk gleep glorb snork snork!
—¡Vaya, son auténticas esculturas Tikartine! —dijo Obohn, con el rostro refulgente alcanzando brillos insospechados y acercándose a mí para sacudirme con violencia la mano—. Dudaba de ustedes, pero... ¡no hay detalle que escape a los ojos de Padre! —(Y no hay comida que escape a su zarpa, pensé. Los hutts deberían preocuparse.)—. Son auténticas. ¡No necesitamos un tasador!
El muun dio unos golpecitos en el hombro a un sorprendido Zayne, que aún estaba arrodillado ante el rodiano charlatán. Zayne me miró, un poco desconcertado. ¿Cómo podía influenciar a alguien que no podía entender?
Me encogí de hombros. Pasara lo que pasase, al menos habíamos tenido un buen número de feria.

lunes, 2 de agosto de 2010

El diario secreto del Doctor Demagol

El diario secreto del Doctor Demagol
John Jackson Miller

Sistema de audio activado. Comenzando reproducción.

Entrada #6005: Han reconocido mis esfuerzos. Hoy ha sido un día agradable. Mand'alor convocó una reunión con sus otros consejeros y ha hablado acerca de mis contribuciones a los clanes. Ha anunciado que me ha concedido la Estación de Investigación Estelar Punto de Conflicto, recientemente capturada, como base avanzada para mis estudios.
La instalación tendrá que ajustarse a mis necesidades, pero eso apenas importa. No, lo importante es que, dos décadas después de mi mayor fracaso, aún poseo la confianza de nuestro líder. ¿Y por qué no? Sólo hay un Demagol. Y yo, cuando llegue el momento, conseguiré más para los Mando'ade que cualquiera que haya llevado jamás la armadura.
Ciertamente más que Cassus Fett, que está en todo momento junto a Mand'alor. Nunca he sido capaz de leer las expresiones —el llamado “lenguaje corporal”— como pueden hacerlo otros zeltrones. Esa es una razón por la que me gusta estar entre mandalorianos: los rostros no hablan si están tapados por un casco. Pero sospecho que incluso yo habría encontrado hoy revelador el verdadero rostro de Fett. Oh, hablaba una y otra vez, susurrando al oído de Mand'alor. Punto de Conflicto sería otro Proyecto Nueva Generación, decía... otra pérdida de tiempo. “Mejor vencer a los Jedi por las armas”, decía, en lugar de usar nuestra inteligencia para arrebatarles sus secretos.
Por suerte, Mand'alor nunca ha cambiado con respecto a este asunto. Los poderes Jedi humillaron a Mandalore el Indomable durante la Guerra Sith. Si ese poder puede ser comprendido, si puede ser contrarrestado... si puede ser cultivado para los clanes, mi microscopio demostrará ser más poderoso que un millar de acorazados.
Fett ve a los mandalorianos como un arma basta. Yo los convertiré en un bisturí.

Entrada #6019: Toma de posesión de Punto de Conflicto. Otros dicen que Punto de Conflicto es un lugar horrible, pero a mí me sirve. Un mundo en un abrazo mortal con su sol, que gira tan rápido que el día y la noche se suceden a velocidad de vértigo. Sólo los escudos magnéticos permiten vivir a salvo en la superficie. Sus primeros colonos fueron gente de ciencia... y ahora, bajo mi mando, esta estación volverá a hacer investigaciones. Sólo el poder de los Jedi empequeñece cualquier secreto que los científicos de la República pudieran haber encontrado. Es el auténtico poder de las estrellas.
Cuando llegué, me animaron a decir unas palabras a los guerreros que sirven aquí como centinelas. En realidad no tenía nada que decirles. Ellos ya me conocían, claro; todos los mandalorianos conocen a demar'agol, el “tallador de carne”. Pero sabían muy poco de por qué me han traído aquí... ¡como si de todas formas pudieran entender mi trabajo!
Sé que nunca los entenderé. Tuve un nacimiento modesto, entre gente modesta. Fui un esclavo. Pero mejorando mi conocimiento, he mejorado yo mismo, donde quiera que estuviese. Primero, como esclavo... y, tras ser liberado, como recluta mandaloriano. Incluso como estudiante de medicina en la República, tras la guerra. Cuando encuentro una frontera, la cruzo. Estancarse es morir.
Tal vez debería haberles dicho eso.
Oh, bueno. Alguien tiene que guardar la estación.

Entrada #6025: Las primeras llegadas. Mand'alor ha mantenido su palabra. Ha llegado un transporte con prisioneros Jedi. Aún no ha empezado en serio la guerra, y ya tengo mis primeros sujetos de prueba. Continuaré como antes, clasificando las diferencias en los Jedi con respecto a los miembros normales de sus especies.
Esta ha sido una cosecha escasa para empezar. Un rodiano y otro humano. ¿Por qué siempre tienen que ser humanos? Cómo ansío encontrar un Jedi trandoshano, para compararlo con mis antiguos grupos de control. Los experimentos de vivisección resultan mucho más fáciles cuando las extremidades vuelven a crecer. ¿Quién dice que no existen las segundas oportunidades?
Estoy menos complacido al ver quién los ha traído: Pulsipher. De acuerdo con su mensaje, Mand'alor envía a Pulsipher aquí para ser mi “ayudante”... pero difícilmente puedo imaginar a nadie menos adecuado. Sólo estamos de acuerdo en una cosa: “La Fuerza” es un engaño pseudo-científico... un cuento con el que los Jedi mantienen embobados a la gente. ¿Una fuente secreta de poder, de la que sólo los pocos elegidos pueden beber? Qué ofensivo.
Pero Pulsipher rechaza mis conclusiones de que los “poderes de la Fuerza” son rasgos genéticos innatos... mutaciones naturales, que cualquier ser puede ser modificado para que las tenga. ¿Qué cree él que proporciona sus poderes a los Jedi? ¡Claro, la magia, por supuesto! ¡Cachivaches y talismanes místicos, eso es en lo que cree!
Comprendo que Mand'alor esté tratando de cubrir todas las opciones... pero, ¡venga ya! Tal vez me envíe un chamán wookiee en el próximo transporte.

Entrada #6062: Los cruzados. Esta mañana han llegado desde Suurja dos naves de la República bajo control mandaloriano, transportando gran cantidad de Caballeros Jedi, jóvenes y viejos. ¡Colosal!
Al contrario que la primera pareja, estos no son desafortunados que merodeaban demasiado cerca de las líneas. No, se llaman a sí mismos cruzados. Evidentemente, son una fuerza expedicionaria no autorizada, enviada para espiar y animar a los lugareños a luchar contra nosotros. Bueno, ahora están en manos de nuestros cruzados. Realmente no tienen ni idea de lo numerosos que somos. Mand'alor ha ocultado realmente bien nuestro reagrupamiento en Onderon y Dxun.
He reconocido a uno de los guerreros que los han traído. No es uno de los denominados Neo-Cruzados de Fett, sino un luchador de los de antiguo cuño: “Rohlan el Preguntón”, le llaman. Tan sólo un soldado de choque, pero evidentemente uno muy capaz... a juzgar por el hecho de que sigan enviándolo a la acción a pesar de su tendencia a meter su nariz en asuntos que no le conciernen. Una vez incluso escuché que estaba haciendo preguntas sobre ... aunque no ha dicho nada hoy en mi presencia, y continuó con sus tareas.
Extraño. Yo nunca le daría una segunda oportunidad a alguien como él. Pero bueno, Cassus es un estúpido descerebrado. ¿Quién sabe lo que le pasa por la mente?
Da igual. Es un buen día. La última vez que tuve tantos sujetos fue en el Proyecto de Osadia, hace años. Yo tengo mi segunda oportunidad... ¡siempre y cuando estos recién llegados vivan más que mis dos primeros especímenes Jedi!

Entrada #6066: Bizco. Retiro todo lo que dije sobre los Jedi humanos. ¡Vaya maravilla, este “Bizco”!
Irradiación. Electroshock. Incluso pruebas de tensión en el potro. Se han realizado todas, y aún así sus poderes Jedi bloquean el dolor. Menuda habilidad para nacer con ella. Si tan solo mi proyecto hubiera terminado más felizmente... ¡menuda fuerza podríamos haber sido!
Le he evitado los procedimientos más invasivos. Parece una lástima matarle: está situado más alto en el Índice Wyrick que cualquiera de los demás. Y ahí está, superándolo todo, mostrando un rostro de puro odio que hasta yo puedo reconocer. Dudo que los cyborgs puedan apretar las mandíbulas tan fuerte,
Nació odiando a los mandalorianos, puedo asegurarlo. Criado en algún mundo que no le importaba gran cosa a la República, y tratando ahora de obligarle a que le importase. Recibe con los brazos abiertos la guerra con nosotros; empezaría una él mismo, si fuera necesario. No logro romperlo. Podría irse hoy mismo con poco más que una columna vertebral más larga.
Por eso esto debe terminar en vivisección. No me gustaría encontrarme con este en un callejón oscuro.

Entrada #6087: La Ofensiva ha comenzado. Dicen que la “guerra en las sombras” de Mand'alor ha terminado; ya han lanzado la invasión a gran escala de la República. Bien. Más especímenes para mí.
Pero me preocupa que la República se hunda antes de que pueda conseguir resultados. He aprendido mucho acerca de la fisiología Jedi de los sujetos que tengo aquí, complementando lo que aprendí en Osadia. No teníamos ningún Jedi adulto vivo para estudiar en el Proyecto Nueva Generación... sólo muestras genéticas conservadas. Pero, hasta ahora, saber qué aspecto tiene un Jedi a nivel molecular me ha revelado poco acerca de qué convierte a alguien en Jedi. Casi estoy dispuesto a creer que esa “Fuerza” es en realidad un fenómeno externo.
Pulsipher está informando a Mand'alor de mis fracasos, estoy seguro. A menudo lo he visto merodeando, tomando notas para enviarlas. Eso, cuando no está en el almacén adorando los sables de luz de los Jedi. Se comporta como si algún antiguo espíritu fuera a alzarse de ellos y transformarlo en un Caballero Mandaloriano. Pura fantasía.
He visto su propuesta de enviar una expedición a Taris para buscar algún estúpido artefacto una vez que tomemos el planeta. Si no temiera aprobar sus locas visiones ante Mand'alor, le daría mi bendición alegremente. ¡Pulsipher, vete a cavar por ahí!

Entrada #6093: Una entrega interesante. Qué curioso: Acaba de llegar una mujer Engendrada arkaniana, traída desde Vanquo por la fuerza de invasión. Evidentemente, es una Jedi.
Vi Engendrados en todo momento en Arkania, después de que cerrasen la universidad para especies como la mía... y por supuesto, los Engendrados eran tanto investigadores como objeto de investigaciones en Osadia. Pero no había visto a ninguno desde que el Proyecto se desbarató años atrás, y mis archivos acerca de los Engendrados se perdieron. Realizaré la batería completa de pruebas sobre ella en cuanto acabe con Bizco. Hay muchos datos que reemplazar.
Espero que sea un espécimen resistente.

Entrada #6107: ¡Emergencia! Aquí Demagol, hablando a su grabador personal en el laboratorio de Punto de Conflicto. ¡Los sujetos Jedi se han hecho con el control de la estación!
Me han tendido una emboscada... golpeado por detrás por Rohlan, el mismo preguntón que vi hace semanas. Debe estar aliado con los Jedi ahora. Me he despertado en la zona de almacenaje, despojado de la armadura. Nuestro transmisor ha sido incapacitado... y aunque los caballeros de la sala de preparación difícilmente están en condiciones de luchar, todos los centinelas parecen haber desaparecido. Puedo ver a los Jedi en el monitor de seguridad; seguro que es cuestión de momentos que vengan a por mí.
Estoy descargando toda mi investigación al chip de datos oculto en la uña de mi pulgar. Caeré luchando, si debo; el combate no me es ajeno. Pero no puedo permitirme perder una segunda investigación ante un ataque sorpresa, igual que en Osadia...
Osadia...
Espera.
Esa mujer del monitor. La Engendrada. Hoy ya la había visto antes. Estaba ocupado, el traidor me perseguía. Pero la recuerdo. Sus marcas faciales eran extrañas, pero compartía algunas características con el grupo de Engendrados que eran objeto de investigaciones en Osadia. Entonces sería una niña. ¿Podría haber sobrevivido hasta hoy? Parece tener la edad adecuada.
¡Maldita sea! Me he vuelto viejo e indolente. Acomodado en lo que me rodeaba... ¡cuando debería haberla sometido a pruebas inmediatamente!
Pero puede que no todo esté perdido. No caeré luchando... sino que, al contrario, saldré vencedor. Hay una alternativa.
Queda poco tiempo. Debo prepararme.

Entrada #6108: [sin título] Demagol al habla. Esto es una grabación de prueba.
Alguien vuelve a moverse ahí fuera. A la espera.

Entrada #6109: Oculto. Ha sido un plan desesperado... pero parece haber funcionado.
Bizco y sus cruzados pensaban que podrían llevar al gran Demagol ante los inquisidores de la República. En lugar de eso, se han llevado una carcasa de metal que contiene el cuerpo drogado del traidor, Rohlan, mientras que yo descanso cómodamente en su armadura... o al menos lo más cómodamente posible.
Estoy confinado en un compartimento de contrabando a bordo de la nave chatarrera en la que llegó el preguntón. La mujer Engendrada está a bordo, al igual que el Jedi humano que acompañaba al traidor. Puede que haya otros... no sabría decirlo. Ese sonido que acaba de oírse era un droide de trabajo moviendo el contenedor en el que estoy.
No ha sido algo ideal, pero, bueno, ha sido un truco improvisado muy rápidamente. Parece que Rohlan estaba aliado con ese muchacho Jedi, pero sólo con el propósito de rescatar a la mujer Engendrada. (Ella, por su parte, parece no ser un Jedi después de todo. Curioso.) El muchacho trató de enviarme con Bizco, pero en lugar de eso me colé aquí de polizón.
He descubierto que soy capaz de desactivar el sistema de sonido externo de este casco, de modo que puedo seguir con mis observaciones. En el exterior, nadie debería escucharme hablar. También he podido cargar mensajes de mi anterior diario en el sistema del casco.
No estoy seguro de qué hacer. Me escaparía en la primera ocasión, si no fuera por la mujer Engendrada. La llaman “Jarael”, un nombre que nunca antes he escuchado. Parece que la probabilidad de que esté conectada con mis estudiantes del Proyecto, hace años, son remotas... pero si lo está, no debo alejarme de ella.
Pero tampoco puedo revelar mi presencia e ir a ella. Puede que conozcan bien a ese tal Rohlan, y no estoy seguro de que pueda mantener esta mascarada hasta que no tenga más datos. Supongo que simplemente podría matar a sus compañeros, aunque me pregunto si eso haría más difícil el ganarme su confianza. He descubierto que la gente puede ser muy exigente con lo que les pasa a sus socios.
Aún hay tiempo. Lo meditaré.

Entrada #6124: En algún lugar. Hemos llegado a puerto. Todo el mundo ha desembarcado salvo el droide; parece que no está operativo, porque nunca se mueve. Rara vez tengo la oportunidad de salir de este compartimento más que unos pocos minutos para echar un vistazo. Pero el idiota juguetón que raramente abandona la bodega de carga se ha ido esta noche.
Su presencia me preocupa. Es un Engendrado. Si tiene algún parentesco con la mujer, entonces es imposible que ella sea alguien del Proyecto.
Lo que es peor, parece que ahora estamos en la República. Fuera, todo son ruidos y conmoción. Es un cambio con respecto al sonido de mi propia voz, pero no uno bueno. Los mandalorianos no son precisamente bienvenidos en la República, y tengo mis dudas acerca de despojarme de la armadura y “mezclarme” con la gente sin saber dónde estoy.
Al menos este compartimento está perfectamente aprovisionado. Sospecho que estoy viviendo más cómodamente que cualquiera de los demás en esta monstruosidad volante.

Entrada #6130: Otro planeta. El chico -le llaman Zayne- parece no ser un Jedi, después de todo, sino alguna especie de marginado. Está moviendo trastos de un lado a otro a las órdenes de un snivviano. Siempre me había preguntado qué pasaba con los Jedi que no conseguían ser nombrados caballeros. Parece que están destinados a convertirse en chicos de los recados para contrabandistas. Qué práctica más rara.
¿Algo interno separa a un Jedi caído de uno exitoso? Una pregunta oportuna. Será interesante diseccionarlo, si surge la oportunidad.

Entrada #6144: Un día importante. La mujer Engendrada sabe que estoy aquí. He hablado con ella.
He visto que se estaba despidiendo del chico y el snivviano; los han dejado atrás, para gran alivio mío. Sólo ella, el viejo y el droide inútil permanecen a bordo. Bastante inútil; fracasó al intentar protegerla ante un droide asesino, que según todos los indicios fue enviado allí para capturar al viejo. Salí de mi escondite justo a tiempo para salvarla. Parece ser una luchadora con talento... ¡podría estar en lo cierto sobre ella, después de todo!
Me gustaría revelarle mi verdadera identidad, pero antes debo saber más acerca de su pasado. ¿Qué ha estado haciendo todos estos años? Si realmente es de mi Proyecto, debería saber quién soy... pero entonces no estaría dispuesta favorablemente para hablar conmigo. Ciertamente, Osadia fue abandonada dejando atrás un desastre. Si ha crecido mostrando resentimiento hacia mí, es probable que no quiera compartir lo que sepa acerca de otros supervivientes, si es que existen. Oh, desde luego que puedo sacarle cualquier respuesta que necesite fácilmente... pero preferiría que me lo dijera de forma voluntaria. De ese caso la información suele ser más precisa.
De modo que descubrí con agrado que el modulador del casco hace un buen trabajo disimulando mi voz. La mujer parece conocer muy poco del preguntón Rohlan, pero no me atrevo a quitarme la placa facial delante de ella o del viejo.
Él cojea, pero no me queda claro cual es su dolencia. No he practicado mucho como curandero desde que ejercí por primera vez con los mandalorianos. Parece no ser pariente de la mujer, lo que es un alivio.
Tal vez muera pronto. Puede que decida acelerar ese proceso, si resulta necesario.

Entrada #6168: ¡Soy un tremendo estúpido! Hemos regresado a Arkania, donde estudié hace tanto tiempo. La mujer ha insistido en encontrar algún remedio a la condición del viejo. Y, maldito sea, yo le animé a ello, sin darme cuenta que, al tratar de ganar su confianza, la llevaría a un camino que yo no podía seguir. Ahora, ha ido a la superficie para encontrar sus respuestas, dejándome al cuidado del viejo.
Sé en lo que estaba pensando. No me dirá nada de su pasado... y por eso necesito tests genéticos para saber si proviene de mi proyecto de hace años. Los arkanianos pueden hacerlos. Pero no puedo dejar que los arkanianos sepan lo que ella es, o la perderé, de modo que debo efectuar los análisis yo mismo. Pero no puedo pisar un mundo de la República llevando armadura, del mismo modo que no puedo mostrarle mi rostro. Estoy atrapado en mi propia red. ¡Vaya locura he creado!
Sé que volverá; dice que nunca abandonaría al viejo. Pero ya lleva mucho tiempo fuera.
Parece como si el viejo estuviera recobrando la consciencia. Si no sabe nada más acerca del pasado de la mujer, puede que simplemente acabe con él ahora mismo...

Entrada #6174: Los problemas se agravan. Este viaje cada vez es más complicado. De algún modo, el viejo ha conseguido la atención de los Adascas, señores de Arkania... y la mujer Engendrada y yo nos hemos visto atrapados en medio. Ahora estoy sentado, prisionero en su colosal nave de investigación.
Tampoco puedo permitir que ellos vean mi rostro. Estudié en sus universidades, hace tiempo. Conocen mis intereses en cuanto a investigaciones. Encontrarme ahora con armadura mandaloriana plantearía demasiadas preguntas, antes de estar preparado a ofrecer a “Jarael” cualquier respuesta.
Alguien se acerca. No sé por cuanto tiempo podré mantener esta situación.

Entrada #6181: Todo es cada vez más extraño. El señor de esta nave me ha liberado y me ha dado acceso a uno de sus laboratorios... a cambio de que yo envíe una invitación secreta a Mand'alor.
He estado a punto de rechazarlo. Adasca es de la misma familia racista que me arrojó a las calles, hace años. Nunca he entendido la discriminación hacia otras especies; de hecho, son las diferencias comparativas lo que hace que los seres sean tan interesantes de estudiar. Compadezco al pobre investigador que trabaja sólo con una población homogénea. En mi laboratorio, todos son bienvenidos. ¡Bajo mi hoja, todos son iguales!
Pero enviar el mensaje era exactamente lo que quería hacer. Hablando en código, informé a Mand'alor de que todavía vivía, haciéndome pasar por el preguntón. Quedó complacido al escucharlo... ¡mucho más, sin duda, que Fett! También dije que tenía en las manos un gran descubrimiento. Seguramente Mand'alor vendrá aquí.
Mientras tanto, Adasca me ha dado realmente una oportunidad que antes me era negada: acceso a un laboratorio. Aquí, trabajando solo, puedo determinar de una vez por todas si la mujer Engendrada es realmente parte del Proyecto Nueva Generación. Tomará su tiempo; sólo tengo el pelo que encontré en su almohada cuando estaba fuera. Pero recuerdo la mayor parte de los marcadores genéticos que debo buscar. ¿Cómo podría olvidarlos?

Entrada #6208: Demasiado cerca para mi gusto. Mand'alor ha llegado... pero, con él, también ha llegado Bizco. Verle de nuevo, en plena forma, ha sido de lo más incómodo. Pero parece que no me ha reconocido. Es extraño: cuando más intento no ser Demagol, más parece que esos supuestamente perceptivos Jedi me creen. Extraño.
Todos ellos han venido corriendo a negociar con Adasca acerca de algún descubrimiento que ha descubierto el viejo Engendrado. (Es interesante, pero en definitiva no es más que un pobre espectáculo comparado con lo que puede que yo haya encontrado.) Ahora se arrastran, lamiendo las botas del arkaniano. Jedi y mandalorianos... ¡no tan diferentes, después de todo!
Aunque me complace ver a Mand'alor, estoy perdiendo cada vez más la paciencia con los mandalorianos. Evidentemente, Cassus ha convertido la historia de la muerte de Rohlan el preguntón en alguna especie de cuento popular de propaganda. ¡Supongo que entre las filas de Fett no se cantan canciones sobre Demagol!
Llegaron tan rápidamente que no he sido capaz de terminar mis análisis. Ambos lados me quieren como interlocutor en esta charada, pero no puedo esperar el momento de volver al laboratorio. Si la mujer Engendrada no es uno de mis antiguos sujetos de prueba, puedo aprovechar esta oportunidad para volver con Mand'alor.
Pero si lo es...

Entrada #6213: ¡Mi Edessa! Es más que simplemente una de mis estudiantes. ¡Es la primera de ellas! ¡Edessa!
Adasca sospechaba algo. Su investigador, con sus herramientas de análisis superiores, lo descubrieron más rápidamente que yo. He sellado con sangre su silencio. Este conocimiento sólo es para mí. Debo aprender lo que pueda de ella.
Ella existe; ¡los otros deben hacerlo también!
Pero antes, debo salir de esta nave. Ella no puede quedarse, y no debe marcharse con los Jedi. Y nunca iría voluntariamente con Mand'alor. La única opción es ese chico, Zayne, por inepto que sea. ¡Y curiosamente la fortuna lo trae ante mí!
Y así, el experimento, detenido durante tanto tiempo, puede continuar. Primero ella, y luego los demás. Debe ser entrenada en el uso de sus “habilidades de la Fuerza”.
Y necesitará un arma.

Entrada #6235: Un contratiempo. La buena fortuna que me trajo a Edessa puede haberse reducido a la nada. Zayne ha insistido en llevarnos a todos a espacio mandaloriano a bordo de una cañonera de aspecto irrisorio tripulada por criaturas a las que no les encontrarías el cerebro ni con la más concienzuda de las autopsias. Al menos los trandoshanos parecen saber cocinar.
Lo que es peor, Bizco ha venido con nosotros. Bizco -que no parece ser su auténtico nombre- es un Jedi mucho más poderoso que Zayne. De hecho, he podido usarlo para mis fines como compañero de entrenamiento para Edessa, para poder ver en plenitud sus habilidades. Ella es, por sí misma, una luchadora digna de mención, tal como había supuesto. Un contacto prolongado con Bizco y Zayne bien podría hacer que sus potenciales habilidades Jedi florecieran.
Pero hay que sumar una nueva preocupación. Mientras Zayne está en alguna misión para encontrar a su amo snivviano, Bizco se ha aproximado sentimentalmente a Edessa. No sé cuál es la doctrina actual de los Jedi acerca de las relaciones, pero Bizco parece crear sus propias normas para todo.
Edessa parece debatirse entre dos aguas. Zayne es un niño, pero ella parece deberle algún tipo de lealtad. Mejor. Nada de distracciones. Habitualmente esas cosas son errores, de todos modos. Una vez tomé una esposa; Sibyl era una investigadora zeltron del Proyecto, y aquello parecía lo apropiado en ese momento. Más locura. Ver la verdadera teatralidad de los zeltron me hizo añorar a los iskalloni medio máquinas que me criaron.
Es asombroso que siga naciendo gente.

Entrada #6272: En tránsito, de nuevo. Estamos en otra estúpida misión de misericordia. Sin embargo, a Edessa le encantan... y yo quiero ganarme su confianza. Pero es frustrante. Se ha perdido tanto tiempo. Sigo sin tener ni idea de qué fue de ella en los años que estuvimos separados.
No estoy teniendo suerte para encontrarle un arma. Los estúpidos ithorianos a bordo de esta nave tienen cualquier arma de la galaxia en sus montones de chatarra, pero nada de sables de luz. Seguro que hay normas para su distribución, o algo.
He aprendido más acerca de Zayne Carrick y sus experiencias con los Jedi. Si es cierto, es de lo más interesante. Para ser un cuerpo tan reverenciado, la orden Jedi parece estar tan plagada de intrigas internas como los mandalorianos.
Lo cierto es que esta vez, mi descubrimiento es sólo mío. Decidiré a quién de entre la gente de Edessa beneficiaré más tarde . La ciencia es lo que importa.

Entrada #6305: Progreso. Tengo un sable de luz. Los ithorianos robaron un ejemplar con buen aspecto del almacén Jedi, y yo se lo he arrebatado.
Los Jedi son un grupo realmente supersticioso. El arma está sellada en una resina especial y etiquetada como una especie de artefacto maligno, peligroso para aquellos que usen la Fuerza. Los Jedi no parecen entender sus propios poderes.
Suenan como Pulsipher... a quien, contra todo pronóstico, Zayne conoció mientras estuvo en Jebble. Fue agradable conocer el destino de mi supuesto “ayudante”. Habría sido interesante verlo... desde un punto de vista científico, por supuesto.

Entrada #6358: Fracaso evitado. Librarme siempre por los pelos va a acabar conmigo. Ya era demasiado malo que Edessa insistiera en que acompañásemos a Zayne al corazón de la República, en un disparatado intento de limpiar su nombre. Pero este último encuentro con la Armada de la República casi ha sido mi fin. Si no hubiera sido por la lunática arquitectura de la nave de los ithorianos y por lo que estaba pasando fuera, me habrían descubierto. Por fortuna, había tantos lugares para ocultarse que la primera cara que vi fue la que quería ver: la de Edessa, cuando hubo pasado el peligro.
Pronto abandonaremos Coruscant, en otra nave. El droide me llevará a ella en otro contenedor de carga, para no alarmar a las autoridades. Por suerte, Edessa ha aceptado mis razones para no revelar mi rostro. Hasta que no confíe en mí lo suficiente como para decirme todo lo que le ocurrió en los últimos años, no puedo correr el riesgo.
Pero ha decidido por su propia voluntad seguir viajando junto a mí. Me atrevo a albergar esperanzas.

Entrada #6378: El éxito, retrasado. No hay nada como ver cómo un experimento da sus frutos. Hoy, en Metellos 3, lo he visto... aunque casi con veinte años de retraso. Edessa tiene las habilidades que predije. Lo he visto con mis propios ojos.
Ahora, necesito que Zayne le enseñe todo lo que sepa, por poco que esto pueda ser. Bizco -me han dicho que ahora se hace llamar Malak- habría sido un mejor profesor, pero me da miedo su presencia. Apartará a Edessa de mi lado. ¿Y si descubre que yo era Demagol, su -así llamado- “torturador”? En ese caso, me quitaría algo más.
Estoy impaciente por que Zayne empiece su educación. Mientras tanto, debo continuar trabajando en intentar liberar este sable de luz para que pueda usarse. Los Jedi que lo encerraron hicieron un buen trabajo.

Entrada #6429: Desastre, de nuevo. No me mueve la emoción, como a otros seres... y ciertamente no como a otros zeltrones. Sibyl, mi antigua esposa, podía estallar de furia o deshacerse en lágrimas por un pelo que cayera al suelo. Yo vivo la vida en una mediocre rutina. Pero, lo admito, al volver esta noche de Gantre Lea con los productos químicos necesarios para liberar el sable de luz de su prisión, estaba lo que podría decirse pletórico. Tal vez por eso, cuando vi a Malak en el campamento, tratando de robarme a Edessa, estallé. Podría haber entusiasmado a Sibyl; fue la exhibición emocional que ella siempre había querido ver en mí.
Lo que siguió fue casi un desastre. Malak desató su furia, sin limitarse. Fue una suerte que Zayne pasase por allí en ese momento. Si no, ¡quién sabe lo que habría pasado!
El snivviano dice que puede encontrarme más productos químicos como los que derramé, aunque pregunta por algo llamado “margen de beneficio”. Es una personita extraña.

Entrada #6447: La paciencia da sus frutos. Edessa me ha dicho lo que fue de ella y otros amigos de Osadia. Es una historia extraordinaria. Y sorprendente: en cierto modo, nuestras infancias fueron similares. Por supuesto, hemos llegado a puntos completamente distintos.
El chico tiene un plan para encontrar a sus camaradas estudiantes. Las probabilidades en contra del éxito parecen abrumadoras, pero Zayne tiene una extraña relación con el destino.
Incluso si falla, al menos sabré dónde buscar.

Entrada #6469: Viven. Todos viven. Mi fracaso, hace tanto, ha sido borrado. Zayne lo ha descubierto. Muchos de los jóvenes sujetos de prueba del Proyecto viven, al igual que Edessa... y ahora, ya crecidos, serán tan importantes para mí como lo es ya ella. Juntos, cambiaremos la galaxia... y la prepararemos para descubrimientos aún mayores.
Y la fortuna engendra fortuna. Edessa ha decidido dejar a los demás, quedándose sólo conmigo. Ha sido incuso por sugerencia suya, aunque parece que últimamente me resulta más fácil convencer a la gente de las cosas. Es extraño, pero desde que liberé el sable de luz de la resina, parece que mi capacidad de persuasión ha mejorado.
Probablemente no sea nada.
Ya no falta mucho.

Entrada #6477: El último paso. Ésta es la última entrada que grabaré en esta maldita armadura. Edessa y yo hemos partido de Osadia hacia Wor Tandell. Para bien o para mal, me revelaré como el jefe del Proyecto en cuanto estemos en el hiperespacio. Iremos juntos, y encontraremos a sus compañeros, los miembros del Proyecto.
No le contaré mis años intermedios, viviendo como Demagol, el tallador de carne. Eso alteraría el experimento.
Me pregunto si se alegrará de verme.

Última entrada: Al habla Rohlan Dyre, legítimo propietario de este casco.
No sé qué hacer con este archivo. Ahora, al escucharlo, he estado tentado de quemar toda la armadura hasta que se funda. Si mis ancestros hubieran sabido que los mandalorianos de mi época iban a estar tan llenos de engaños, habrían matado a sus vecinos antes de que pudieran procrear.
La primera vez que vi a Demagol, yo era un joven guerrero... y ya entonces supe que él no tenía un lugar dentro de los Mando'ade. Me alegro de haber sido capaz de enfrentarme a él, y afirmar que le había vencido. Sólo habría deseado haber acabado con él antes. Se habría evitado mucha miseria. Estaba equivocado acerca de los artefactos Jedi... y estaba equivocado acerca de los Jedi.
Y aún estaba más equivocado acerca de los mandalorianos.
Demagol comienza con un punto de partida correcto: la lucha contra los Jedi no es una lucha justa. Los poderes especiales son un apoyo que un auténtico guerrero no quiere ni necesita; y que las estrellas nos ayuden cuando alguien que no debe consigue esos poderes. Como ese Malak. Puedo asegurar que va a ser una buena pieza. Pero luego Demagol piensa que nuestros guerreros deben conseguir ese apoyo para ellos. Eso es un total error.
Sé lo que piensan los auténticos mandalorianos. Desde luego, no nos gusta ver cómo los clanes caen derrotados ante los Jedi... pero no nos sentimos humillados, ni celosos. Sólo molestos por la gente que ha perdido. ¿Que traen un arma más grande? Luchas con más energía. ¿Que traen la Fuerza? ¡Luchas con más energía!
Si Mandalore el Indomable hubiera querido derrotar a Ulic Qel-Droma... ¡habría sido aún más indomable!
Ya es suficiente. Mañana, me llevaré a Carrick y su amiga en un breve viaje, para empezar a deshacer parte del daño que ese monstruo hizo. Después de eso, vuelta al trabajo. Sigue habiendo una guerra ahí fuera... y sigo teniendo preguntas.
Estoy cansado de seguir mintiendo.

viernes, 30 de julio de 2010

La tribu perdida de los Sith #4: Salvadora (III)

Capítulo Tres

No fue tanto la multitud de cuerpos, sino su procedencia, lo que sorprendió a Korsin. Sith vestidos de negro descendieron sobre la plaza desde los alojamientos -puertas, ventanas superiores, tejados- y desde las murallas del templo multinivel del Presagio. Korsin activó su sable de luz y se afirmó en el terreno conforme los invasores se acercaban. Eran los Sables de Jariad, el mismo equipo de la mañana anterior.
Korsin intercambió una mirada con Gloyd. Su guardaespaldas estaba flanqueándolo, creando un grupo defensivo de cara al exterior. Cuatro a uno.
-No nos separemos.
Korsin observó como Jariad salía avanzando con paso resuelto y el arma encendida por la puerta del templo.
-No me parece que esto sea el Extremo del Norte, Jariad.
Su sobrino no dijo nada. Volvía a tener esa mirada salvaje. La mirada de Devore.
-Consentí en la creación de tu pequeño grupo para que tuvieras algo que hacer -exclamó Korsin. Se dirigió a los compañeros de Jariad-. Deberíais estar avergonzados. Volved a Tahv.
-Yo no soy como Nida -dijo Jariad, sin dejar de acercarse-. No necesito hobbys. Ya se ha malgastado demasiado tiempo. -Rodeó a sus socios, que ahora formaban un perímetro de sables encendidos alrededor del grupo de Korsin-. Es hora de que ajustes cuentas, Comandante Korsin. Tú mismo nos lo dijiste. Ha amanecido una nueva era. Es hora de que termine la autoridad militar. Se trata de la sucesión... de quién dirigirá mejor a la Tribu.
-¿Quién? ¿Tú? -Korsin trató de hacerse el sorprendido... y soltó una risita-. Oh, Jariad... a mí no me lo parece. Vete a casa.
Jariad se quedó inmóvil, evidentemente consciente de la atenta mirada de sus propios hombres. Gloyd, que parecía haber captado la idea, estalló en carcajadas.
-Comandante, yo no pondría a este ni a cargo de limpiar de estiércol los establos de uvak.
-¡Soy el futuro! -estalló Jariad-. Soy el más joven de los nacidos en lo alto. Todos los Sith después de mí son nacidos en Kesh. -Alzó su sable de luz-. El líder de los Sith debe ser especial.
Korsin le miró... y soltó un gruñido.
-Tú no eres especial. Ya he visto antes gente como tú.
Una voz de mujer resonó entonces.
-¡Cuéntaselo!
Seelah. La había olvidado. Se encontraba en un extremo de la plaza, acompañada por varios de sus leales criados. Todos ellos armados.
-Dile cómo viste morir a su padre, Yaru. ¡Dile cómo lo mataste y arrojaste su cuerpo a las rocas, sólo para mantener tu poder sobre nosotros!
Korsin comenzó a responder, sólo para ver cómo Jariad daba un paso hacia atrás. Los Sables se acercaron. Claramente, Jariad iba a dejar que ellos recibieran los primeros golpes antes de entrar a matar. Korsin se armó de valor... y miró a las nubes. Mediodía.
De pronto, figuras sombrías cubrieron el cielo del sector. Cinco, diez... docenas de criaturas ocuparon el cielo, alzándose desde detrás del tempo. Uvak.
Los suyos.
-¿Qué demonios! -Jariad miró a su madre. Seelah parecía no tener mucha más idea que él de lo que ocurría.
Finalmente llegó una respuesta por parte de uno de sus ayudantes que subía apresuradamente y sin aliento la escalinata hasta la plaza.
-¡Los mozos de cuadra... los keshiri! ¡Están robando los uvak!
Varios de los Sables de Jariad alzaron la mirada, aturdidos. Korsin vio su oportunidad. Él y Gloyd se lanzaron contra los hombres vestidos de negro de su lado, abriéndose letalmente camino hacia el edificio más cercano. Sus guardaespaldas los seguían de cerca, bloqueando la persecución lo mejor que podían.
Korsin y Gloyd corrieron por el edificio, seguidos por una multitud de Sables. Korsin consiguió llega a la escalera, indicando a Gloyd que le siguiera.
-Buen truco, comandante -dijo Gloyd-. ¡Pero nos habría venido bien algo más que eso!
-No es cosa mía -dijo Korsin, llegando a una ventana-. ¡Y tienes razón!
Miró con ansiedad al cielo y sondeó la Fuerza en vano. Había sido liberado de la montaña años atrás. Pero podía sentir que ahora su libertadora estaba muy lejos.


Su habilidad al montar había mejorado desde su primer vuelo desesperado, años atrás. Ahora Adari guiaba hábilmente a Nink en su planeo, siguiendo el dentado litoral bajo ellos. Tras ella volaban más de un centenar de uvak; la población entera de los establos del templo de la montaña, cabalgados por mozos de cuadra, criados y obreros keshiri. Todos ellos agentes del movimiento de Adari, todos ellos cuidadosamente ubicados allí para este día. Si había quedado alguna montura para los Sith en el templo, nadie la estaba usando para seguirles.
La bandada que se acercaba desde la lejanía, al este, era una de las suyas. Habría otras. En distintos pueblos por todo el continente, estaba ocurriendo lo mismo: los conspiradores Neshtovar que, en teoría, únicamente cuidaban de los uvak, en lugar de eso saldrían volando con ellos, sin dejar ni uno atrás.
No habría suficientes jinetes, pero eso no importaba. Aunque no eran unos animales gregarios por naturaleza, incluso los uvak salvajes eran fuertemente sugestionables por los estridentes balidos de los machos de más edad... precisamente los ejemplares cuidados por los Neshtovar. Se contaban historias de rodeos aéreos, con jinetes conduciendo nubes enteras de esos reptiles por el cielo. La de Adari sería un gran frente tormentoso, barriendo a todos los animales de la zona en grandes y sucesivas oleadas. Habían trazado sus rutas para conducir a todo uvak que no estuviera atado hasta la Aguja Sessal, que se alzaba ante ellos con su humeante majestuosidad.
Allí, a una distancia segura del cráter, los jinetes principales posarían sus bestias el tiempo justo para desmontar. Aún en el aire, Adari ordenaría a Nink que lanzase un grito de anidación: una poderosa orden que compelía a seguirle a cualquier uvak que la escuchase. A sus cuarenta años, bien cuidado, Nink era el uvak más mayor que se recordase. Todos los uvak obedecerían ciegamente su orden... por un breve espacio de tiempo. Pero lo bastante, esperaba Adari, para que ella planease hacia las nubes en lo alto sobre el cráter humeante... y desapareciera.
No sería un suicidio. Sería una liberación.
Los Sith habían viajad mucho a lomos de los uvak, pero los Neshtovar eran los receptores de generaciones de conocimiento de las corrientes de aire de Kesh. Conocían las cosas extrañas que la corriente de aire hacía cuando la Aguja Sessal actuaba. Los jinetes que volaban lo bastante alto, simplemente desaparecían, precipitándose más allá del horizonte de la mañana, en las lejanías del gran mar oriental. Ella ascendería a lo alto... y el viento la reclamaría a ella y a cualquier uvak que la siguiera.
A pesar de que al principio le disgustaban los uvak, se estremecía al pensar en lo que iba a pasar. La bandada frenética lucharía contra el torbellino, pero a semejante altura Kesh estaba al mando. Tal vez un fenómeno semejante había incapacitado a la nave Sith; Adari no lo sabía. Pero para cuando los vientos se debilitasen, ella -y todos los uvak que fuera capaz de convencer-, estarían destinados a un final pasado por agua. Justo igual que mi marido, murmuró.
Sus co-conspiradores amaban a sus uvak, pero odiaban más a los Sith. A menudo habían discutido acerca de lo que pasaría después. Los líderes Sith descenderían por el camino de servicio, pero les llevaría tiempo... tiempo durante el cual los aliados de Adari atacarían a los principales simpatizantes Sith de cada pueblo. No habría apenas resistencia. Serían hojas shikkar en la noche. Los Sith podrían estar orgullosos.
En realidad, por supuesto, los Sith contraatacarían. Tahv seguramente sentiría su ira. Pero los Sith tendrían que efectuar su linchamiento a pie. Sus transportes habrían desaparecido del mapa... literalmente. Y los keshiri encontrarían más fácil matar a los uvak retrasados que quedasen que a los Sith.
Los Sith tenían ahora a sus propios jóvenes que proteger; podrían simplemente reclamar un trozo de territorio para ellos y dejar ahí el asunto. O, aún mejor, podrían retirarse definitivamente a su refugio de la montaña. La mayoría de los keshiri aún idolatraba a sus Protectores... pero mientras algunos de ellos estuvieran dispuestos a envenenar a sus amos, seguirían siendo una amenaza,
Suponiendo que el veneno sirviera realmente para matar a los Sith. Adari realmente nunca había compartido el entusiasmo de sus aliados sobre el resultado de la acción. Sabía de lo que eran capaces los Sith. Haría falta un millar de keshiri para matar a uno solo. Pero, ¿aunque así fuera? Ahora mismo, las probabilidades seguían favoreciendo a los keshiri. No sería así más adelante. Por eso esto debe hacerse hoy, pensó.
Kesh bullía de vida. Que una de sus especies fuera a pagar un precio por su utilidad era trágico. Pero los keshiri ya habían pagado un precio por resultar ellos mismos de utilidad a los Sith. Ambas cosas iban a terminar.
Su grupo se juntó con los que venían volando del este, y Adari dio la vuelta a Nink, mirando en dirección a Tahv. Esa sería la gran oleada.
Cuando llegase.
¿Dónde estaban?


Seelah cruzó corriendo el tejado de su antiguo hogar. Durante media vida, se había despertado con la misma vista del mar que se había tragado a Devore. Ahora, al mirar abajo, veía las fuerzas que se cerraban sobre el hombre que lo había enviado allí.
No había visto cómo, pero Korsin y Gloyd se habían separado. El torpe houk seguía con vida, lo sabía... sus leales ayudantes lo habían perseguido hacia otra parte del complejo. Pero Korsin era la clave. Había elegido bien a sus guardaespaldas. Dos seguían con vida, heridos pero eficientes en su equivocada defensa.
El equipo de Sables de Jariad, mientras tanto, había demostrado falta de entrenamiento formal. Él había insistido en ser su único mentor, pero sólo había comenzado un entrenamiento en combate serio en las últimas semanas, después de que Seelah tomara la decisión de atacar. Jariad le recordaba cada día más a su padre. No había atajo que Devore Korsin no tomara.
La desaparición de los uvak era un problema imprevisto, pero les afectaba a todos por igual, eliminando la escapatoria para todos. Los keshiri se habían llevado a todos los animales. ¿Acaso Jariad había preparado aquello sin decírselo a ella? Improbable. Pero parecía haber afectado a las esperanzas de Korsin. Allí, en la pendiente reforzada junto al templo del Presagio, continuaba mirando a lo alto. Seelah estaba segura de que no la miraba a ella.
Saboreó las vistas. Jariad ya tenía a Korsin. Entrenados o no, los Sables eran superiores en número. Conforme sus guardaespaldas se quedaban atrás, Korsin retrocedió hacia el precipicio, al mismo lugar en el que Devore había caído. A Jariad le gustaría eso. Parecía estar disfrutando de cada momento: lanzando sablazo tras sablazo contra Korsin, con su hoja encontrando ocasionalmente su objetivo. Ahora Korsin estaba herido... sangrando gravemente. Jariad empujaba con más ímpetu, haciendo retroceder a su tío.
Y, pese a todo, Korsin seguía mirando hacia arriba.
¿Qué estaba esperando?
Un ruido a su espalda llamó su atención. La forma inerte de uno de sus ayudantes salió disparada por una claraboya y desapareció de su vista cayendo por un lado. De modo que ahí está Gloyd. Había que contenerle, apartarlo de la acción que tenía lugar abajo. Furiosa porque le negaban la ocasión de ver morir a Korsin, se giró hacia la destrozada claraboya...
...sólo para perder el equilibrio cuando un furioso batir de alas pasó a toda velocidad cruzando el tejado. Seelah se tiró rodando hacia un lado, evitando los golpes de las patas provistas de garras. ¡Los uvak habían vuelto!
Arrojándose por el agujero abierto, Seelah golpeó el suelo de piedra aterrizando sobre sus cuatro extremidades. La batalla de Gloyd estaba en la habitación de al lado, pero corrió hacia la ventana de todos modos. Tenía que verlo. ¿Acaso los keshiri habían regresado con los uvak? ¿O se trataba de alguien con quien nunca había contado, que nunca había tenido en cuenta?
Mirando al exterior, la vio.
Nida.