viernes, 30 de agosto de 2013

Cambiaformas (y III)


-¿Sabes, Pyrron? Deberías escribir libros para niños.
-¿Disculpa? –dijo Pyrron con un parpadeo.
-He visto mynocks ciegos con más aptitudes sociales...
-Pyrron –intervino Keeta-, si los científicos y todos los demás a bordo de la estación fueron asesinados, ¿cómo supiste de esa historia?
-No todos murieron. El administrador y su ayudante escaparon, y registraron el informe. Karflo lo silenció, y unos hackers se encontraron con los informes hace poco. Y no fue asesinato. Fue autodefensa. Autodefensa contra el genocidio.
-¿Os podéis creer lo que está diciendo? –preguntó Gideon a nadie en particular.
Keeta arrugó la nariz.
-Pareces muy versado en esta rama de la xenobiología, Pyrron. Dime, ¿conoces las leyendas de los stennes?
-¿Los cambiantes stennes? Oh, no son leyendas, querida. ¡Son reales!
Pyrron se inclinó hacia delante, casi como si la mesa fuera una antigua hoguera, y él el respetado narrador.
-De hecho conocí uno, hace muchos años, en Tatooine...

Soy Trinto Duaba, aunque puede que nunca llegues a verme. Me fundo con las sombras. Soy una sombra.
Hay millones de stennes. Somos casi humanos. Vosotros, los humanos “puros” decís que parecemos tristes, lúgubres, fantasmales. Pero unos pocos somos cambiantes stennes. Somos los privilegiados, porque podemos ensombrecer los ojos. Podemos ensombrecer vuestra mente.
Algunos lo encuentran ofensivo, otros lo encuentran seductor, otros lo encuentran aterrador. Es meramente una técnica de supervivencia. Para evitar a los depredadores. Para ayudar en la caza.
Como civilización extendida por el sector Stennes, nos convertimos en una mercancía preciada, o se nos dio caza. Así funciona con los humanos, casi puros o puros del todo.
Pero no somos una presa fácil. ¿Cómo puedes cazar lo que no ves? O, mejor dicho, ¿cómo puedes cazar lo que no puedes evitar no ver?

Pyrron terminó su historia, con la mirada perdida en el espacio. Su atención regresó al presente, viendo cómo Keeta y Gideon mantenían, a susurros, una acalorada conversación.
-Amigos míos –dijo Pyrron-, parece que hoy soy el único equipado con una caja vocal. Por favor, contadme algo de vosotros.
-De acuerdo... –dijo Gideon-. Bueno... hmm.
-Recién regresamos de Kessel la semana pasada –dijo Keeta-. Allí vimos a Cleven. ¿Recuerdas a Cleven?
-Hmm, claro. –Pyrron terminó su bebida-. ¿Cómo está Cleven? Parece que fue hace eones.
-En realidad, sólo han pasado unos ocho meses, ¿recuerdas? –respondió Gideon-. Hace ocho meses, cuando Cleven fue asesinado.
Cualquiera que fuera la entidad que controlaba tales cosas en el universo, decidió que ese sería el momento más oportuno para detener la música. Mientras la banda se tomaba un respiro, Pyrron también respiró profundamente.
La mano de Gideon salió de debajo de la mesa, sosteniendo un bláster de aspecto amenazador.
Keeta mantuvo ambas manos en su bebida.
-Entonces, ¿cuál de ellos eres? –preguntó.
-Amigos, por favor, aquí ha habido un malentendido... –Pyrron levantó ambas manos lentamente.
-¿Qué has hecho con Pyrron, bola de mocos? ¿También le has matado? –preguntó Gideon.
-¿M-matado? No, yo nunca he matado a nadie. Me dio transporte...
Pyrron se detuvo y cerró su mente.
Y Gideon lo sintió... los tirones en su mente, la niebla en su visión, la pérdida de memoria.
Sus reflejos, sin embargo, quedaron intactos. Y como cualquier viajero espacial sabe, el dedo del gatillo se activa por reflejo.
Un estallido de luz y sonido terminó con la conversación...

jueves, 29 de agosto de 2013

Cambiaformas (II)


-¿Se supone que eso debe hacerme sentir mejor? –gruñó Gideon-. Tienes la sensibilidad de un worrt.
-¿No te das cuenta? –continuó Pyrron-. Ese proteano sólo mataba porque era en lo que se había convertido... por culpa de un humano.
-No me lo trago, Pyrron. Luego, querrás hacer que un rancor me dé lástima por los abusos que sufrió por parte de un hutt.
-Bueno, de hecho... –Pyrron se detuvo cuando una forma alta y ágil se acercó a la mesa.
Era alta, con músculos fibrosos, una cola que se agitaba, y un penetrante ojo verde. El otro ojo, si aún existiera, estaría oculto tras un parche de cuero negro. Su pelaje era de color crema y sus colmillos blancos. Era una trianii llamada Keeta.
-Ya he comprado el carenado –ronroneó ella-, sólo tenemos que ir a recogerlo. Nox... ¿qué tal sigues?
-Oh, razonablemente bien –sonrió.
-Esa es una buena noticia, Keet. Muy buena noticia. –Gideon tomó un sorbo de su bebida.
Keeta entornó los ojos.
-¿Qué he interrumpido?
-Nada –dijo Gideon.
-Bueno, en realidad... estábamos hablando de cambiaformas –continuó Pyrron, sin mirar a Gideon.
-Pyrron... –Gideon se incorporó a medias.
-No pasa nada –dijo ella sentándose y tomando un trago de la bebida de Gideon-. ¿A qué conclusión hemos llegado?
-Pyrron estaba tratando de decirme que no todos esos montones de gelatina son malos. ¡Como si fuera condicionamiento social, por el amor del Núcleo!
-No sabría decirte, Nox. El que me atacó ni siquiera me concedió la deferencia de mirarme a los ojos. Sólo pude ver mi reflejo, mis ojos, cuando me mordió. –Keeta sostuvo su vaso, con la mirada perdida en el pasado.
-¿Reflejo? –preguntó Pyrron.
-Sí. Ese... ¿cómo lo llamaste, proteano?... tuyo parecía un asesino de mercurio –indicó Gideon.
-Oh, entonces no era un proteano –aclaró Pyrron-. Era un polydroxol.
-¿Un qué? –preguntó Keeta.
-Polydroxol. El Jefe Trome debe de haber estado en Sevetta y capturado uno. Es una lástima. En su propio mundo, son bastante hermosos.
-¿Hermosos? –Si Gideon hubiera tenido su bebida, sin duda ahora mismo estaría atragantándose con ella.
-Sí, una vez escuché hablar de un polydroxol capturado por la corporación Karflo...

-Ordenador –comenzó DeSelvaine-, inicia grabación. Sujeto: Polydroxol. Coloración plateada.
DeSelvaine caminó por el laboratorio, comprobando instrumentaciones mientras hablaba al pequeño micrófono montado en su anillo.
-Masa: 135,4 kilogramos. La configuración actual es un ovalo oblongo y ahusado, de aproximadamente 1,5 metros de largo y 0,45 metros de diámetro. La superficie no muestra ningún movimiento. Ha mantenido esta forma durante los últimos treinta minutos, treinta y cuatro segundos. Ordenador, pausa grabación.
DeSelvaine fue a la pantalla de interfaz, comprobando los registros. Había grabado 125 informes, cada media hora, durante los últimos dos días. Había dormido muy poco, con siestas de veinte minutos para no perderse nada.
-Ordenador, acceso a notas personales... continuando la anterior. Parece que el polydroxol tiene un ciclo de descanso muy largo, de al menos dieciocho horas de duración. Durante sus horas despierto, que son unas seis, hasta ahora no ha demostrado mucha energía. Es todo un enigma... ¿por qué necesitaría tanto descanso? Voy a tratar de descansar un poco... Polly está entrando en su ciclo de sueño, así que quién soy yo para discutirlo.


Hora 72
DeSelvaine tomó un trago de su cofeína con vigor renovado. No se había dado cuenta de que estuviera tan cansado, y después de más de ocho horas de descanso, esperaba encontrarse con algo nuevo desde una perspectiva fresca.
-Ordenador: notas personales. La pasada noche me programé para soñar con Polly. No estoy seguro de haberlo hecho, el único recuerdo que tengo es haber soñado con Nela Pentase, de contabilidad. He pensado un poco en lo que la corporación quiere que haga con Polly. He escuchado historias sobre Karflo desde que era un técnico ayudante. Historias malas. Normalmente no me creo las leyendas urbanas o, en este caso, corporativas.
Pulsó algunas teclas en su panel de control, alzando la pantalla de bloqueo de la jaula metálica del polydroxol.
-Esto es especial. Sólo espero que la corporación lo vea como tal. Con suerte Renerdat verá más allá de los depósitos de mineral de Sevetta y se dará cuenta de que allí hay gente. No gente de carne y hueso, pero gente de todas formas. Bueno, supongo que me toca a mí enseñárselo.
”Es realmente una muestra de la tenacidad de la vida que haya logrado desarrollarse alguna forma de ella en Sevetta. Llanuras volcánicas, lagos de metal líquido, una temperatura de la superficie de más de doscientos cincuenta grados estándar. Pero de algún modo, en esos lagos de mercurio, esto evolucionó.
”No es necesario decir que Sevetta tiene una atmósfera venenosa. Su presión es ligeramente superior a la estándar, y la mayor parte de sus formas de vida parecen basadas en el silicio. De hecho, el polydroxol me recuerda a un vaathkree en estado de cantante de piedra.
”Sé que la inteligencia debe estar escondida en alguna parte de ese bulto brillante. Se despertará dentro de... nueve horas a partir de ahora. También sé que esta no es la respuesta que el administrador Renerdat quiere escuchar. Si estos seres son racionales, entonces no puede saquear los lagos en busca de los minerales que necesita. Me temo que es un hombre de negocios, no de ciencia. Ni siquiera ha visto el potencial del ser que sus lamebotas han traído a mis laboratorios. Todo lo que ve es una impedancia en su plan financiero. Es un estúpido con estrechez de miras.
DeSelvaine hizo una pausa y tomó otro trago.
-Ordenador: borra los últimos diez segundos de las notas personales.


Hora 77
DeSelvaine comprobó dos veces el equipo sonda, un conjunto de largos brazos mecánicos con generadores de disrupción que penetrarían en el campo magnético que contenía la jaula metálica.
-Ordenador, comienza grabación. Sujeto: Polydroxol, hora 77. Los escaneos magnetiscópicos y EM revelan un sistema circulatorio central como ninguno que haya visto jamás. Parece haber una red flexible de pasos arteriales, hecha de la misma sustancia metálica que el resto del sujeto. Sin embargo, por esos pasos no fluye sangre oxigenada rica en hierro.
”Parece ser un plasma gaseoso, cargado eléctricamente. Electroglobina. Por el aspecto de la disposición de los pasos arteriales, me aventuraría a decir que esto es el núcleo del polydroxol. Exámenes más detallados del plasma muestran patrones notablemente complejos que sugieren que es aquí donde reposa la energía vital de un polydroxol. Esto responde a varias preguntas, como si un polydroxol puede dividirse por completo. Parece que el sujeto no puede realizar acciones que rompan ese núcleo. Ordenador, termina grabación.
DeSelvaine encajó sus manos en los guantes miméticos que controlaban la sonda. En realidad no quería hacer esto, pero si tenía que hacerlo, el ciclo de sueño del sujeto sería el mejor momento para ello.
Con un halo de energía liberada, los brazos de la sonda atravesaron el campo magnético de contención. Los largos brazos extrajeron lo que para los humanos sería una herramienta aterradora. DeSelvaine se preguntó si el polydroxol tenía alguna noción de qué era el miedo.


Hora 81
-Ordenador, comienza grabación. Después de un examen concienzudo de la biopsia, parece que mi teoría acerca de que un polydroxol no puede controlar elementos separados de su cuerpo es falsa. De algún modo, las fluctuaciones de superficie inherentes en el sujeto mayor se replican a la perfección en la sección más pequeña. He determinado el rango máximo de este enlace en treinta y cinco metros, cuando me llevé la muestra al comedor y advertí que la actividad cesó de repente.
”El examen del fragmento menor muestra que la sustancia metálica es una variante altamente compleja del denantio, con varios restos de compuestos de un material desconocido. Podría efectuar pruebas estándar de presión y temperatura, pero temo hacerlo en este laboratorio, ya que podría transmitir dolor al cuerpo padre. He tratado de solicitar tiempo en los laboratorios de Sera, pero parece estar ocupado tramando algo... ordenador, reemplaza “tramando” por “trabajando en”.
DeSelvaine sonrió. Oficialmente, él y Sera habían sido llamados a dejar a un lado su rivalidad. Había muchos científicos en esa división, y no había ninguno con más privilegios que otros en lo tocante a solicitar espacio de laboratorio o suministros. Sin embargo, DeSelvaine estaba seguro de que el polydroxol iba a hacerle famoso. Era...
-¡Ordenador, comienza grabación! Esto es de lo más notable. El sujeto parece haberse... despertado. Definitivamente, se está moviendo... por usar una analogía humana... diría que se está desperezando. Está... oh, cielos... ahora está realizando algún tipo de transformación en la superficie. Su sustancia plateada parece estar modificándose, adoptando... adoptando... ¡asombroso!
La masa metálica ya no era plateada. Era exactamente del mismo gris mate que la jaula que le rodeaba.


Hora 84
-Ordenador: comienza grabación de nota personal. Si fuera un niño, esto sería el regalo de Semana Festiva perfecto. Un polimorfo mimético. En las últimas tres horas, he expuesto a Polly a cuarenta y seis sustancias diferentes para ver qué patrones de superficie puede imitar.
”Polly parece ser capaz únicamente de copiar y reproducir texturas de superficie de compuestos metálicos, y de algunos plásticos. No puede replicar patrones orgánicos, como atestiguan mis experimentos con pelo, madera, y algunos animales de prueba. Aún no he probado con carne humana. Polly no puede asumir la textura de la superficie de minerales como piedras, o la mayor parte de estructuras cristalinas. Puede, aparentemente a nivel reflejo, copiar la mayor parte de superficies metálicas, incluyendo texturas de superficie no inherentes. Cuando usé un segmento de placas de cubiertas ribeteadas, no sólo reprodujo la coloración gris oscura, sino también los ribetes de la superficie. Parece también capaz de reproducir marcas de superficie, ya que copió el logo de una lata de BurbuGlub, aunque sólo lo copió y reprodujo desde la “b” inicial a la “l”. En teoría, si entendiera básico o aurebesh, podría reproducir la mayor parte de las inscripciones. Es importante señalar que sólo se replica la textura de superficie, y que el material esencial de Polly no sufre ningún cambio físico. EL cambio puede ser provocado por el contacto.


Hora 87
El polydroxol estaba dormido de nuevo.
-Han sido unas seis horas increíbles –dictó DeSelvaine a sus registros personales-. Polly podía recrear cualquier forma que le mostrase. Y no sólo formas geométricas básicas como cubos o esferas. Reprodujo dodecaedros e incluso cintas de Moebius. Sé que esto es más que un reflejo. Tiene que haber una inteligencia detrás de ello. He comenzado a hablarle, a incitarle. Sé que supondrá una diferencia, pero no es demasiado científico.


Hora 102
Hace tiempo que la cofeína había sido reemplazada por una petaca de brandy corelliano.
-Ordenador, comienza grabación de notas personales. Me pregunto cómo es la sociedad de Polly. ¿Hay odio? ¿Hay injusticia? ¿Hay imperios que ahoguen la exploración científica? ¿Hay rivalidades insignificantes? ¿Hay coquetas como Nela Pentase, que fingen interés y luego te rompen el corazón? ¿Hay administradores que te prometen satisfacción científica, y luego te estrangulan con rodeos burocráticos?
”He realizado un escaneo del planeta, incluyendo los parámetros de mi investigación. He escaneado en busca de las firmas EM del núcleo de los polydroxol. Incluso desde órbita, cuando he apuntado al lago he encontrado cientos de ellos. Cientos. Y lo que más me asombró de los escaneos es que viajan en parejas. Siempre tienen compañeros, mientras nadan amorfos en el lago de metal líquido.
”Qué especie tan verdaderamente envidiable.


Hora 113
DeSelvaine se frotó los ojos. Le quemaban con venganza. Ya era bastante malo que le doliera la cabeza por el brandy, pero su espalda estaba entumecida por dormir en una silla, y su rostro mostraba las marcas de haber estado apoyado en una consola durante toda la noche. ¿Quién sabe lo que dije?Su embarazoso soliloquio de la noche anterior ahora no era más que espacio libre. La mayor parte de lo que siguió a continuación eran fuertes ronquidos en el micrófono del anillo. Pero no todo.
-Ordenador, vuelve a reproducir desde el índice de tiempo 106:2:24. –DeSelvaine ajustó los controles de volumen, escuchando con atención.
Era indistinguible al principio, una especie de borboteo. Luego... lo escuchó:
-Qué especie tan verdaderamente envidiable. Envidiable. Envidiable. Qué especie tan verdaderamente envidiable.
No era su voz. Era demasiado profunda, y forzada, como si saborease esas palabras por primera vez.
-Ordenador, registro visual, índice temporal 106:2:24.
La pantalla parpadeó y allí, en un tembloroso holograma, estaba el polydroxol.
Con su rostro.


Hora 114
No había sido una réplica perfecta, por supuesto. Era como su el Dr. Trem DeSelvaine hubiera sido honrado con una estatua de plata. Una que repitiera una única frase una y otra vez. De acuerdo con los registros, el polydroxol había permanecido así durante cerca de una hora.
DeSelvaine se agachó frente a la jaula protegida. Miró fijamente a la aparentemente inerte masa de plata líquida. Sostenía el mismo holoproyector que había usado cuando efectuó los experimentos con formas. Ahora, mostraba grabaciones holográficos de formas decididamente no metálicas.
Comenzó con un pez de Mon Calamari. Luego pasó a un casco de soldado de asalto. Luego un caza TIE. El polydroxol trató de formar copias de cada una, dentro de la escala posible. El pez resultó casi perfecto. El casco de soldado de asalto estaba un poco deforme, con las lentes ligeramente mayores de lo que deberían. El caza TIE era demasiado complicado para reproducir exactamente; su contorno demasiado angular, sus alas demasiado pesadas.
Luego pasó a los retratos. El suyo propio fue reproducido sin tacha. No era demasiado asombroso, dada la cantidad de tiempo que ya había pasado con el ser. Los de Nela, Sera, el administrador Renerdat, e incluso el Emperador resultaron parecer más bien caricaturas. Y hasta el momento, el polydroxol sólo reproducía bustos flotando en metal líquido, no formas completas.
DeSelvaine había olvidado su dolor de cabeza. Su adrenalina había eliminado el dolor. Ni siquiera podía recordar la última vez que había comido. A pesar de su excitación, no pudo evitar teclear la imagen de Nela en el holoproyector.
Incluso en esa imagen temblorosa a un cuarto de escala, admiró la curva de su sonrisa, el brillo de sus ojos. Alzando la mirada del holo, DeSelvaine encontró la misma imagen reproducida en plata arremolinada, junto a un busto de sí mismo. El DeSelvaine plateado y la Nela plateada flotaron allí, en la masa temblorosa, y luego se alargaron y se fusionaron, con una majestuosidad sin igual.
-Tú... lo entiendes, ¿verdad? –tartamudeó DeSelvaine-. Lo sabes. ¡Eres inteligente!
-Nela... –burbujeó la profunda y resonante voz desde el arremolinado mar de metal.
-Eres inteligente –repitió DeSelvaine, sin aliento.


Hora 115
-Ordenador, comienza notas personales. Es irónico, ¿verdad? La única prueba de inteligencia, y no puedo permitirme admitirla porque implica mis sentimientos. Apuesto a que cada científico debe enfrentarse al peso del ego a la luz de las pruebas científicas, pero, ¿quién habría supuesto que me vería obligado a hacerlo cuando tengo razón, en lugar de tener que admitir que me había equivocado?
DeSelvaine se acercó a la jaula de metal. Quería tocar a Polly, pero ni siquiera él se atrevía a bajar el campo magnético de contención.
-El sujeto entiende el amor. Sabe lo que siento. Puede reconocerlo. Sin duda, esto prueba que es inteligente. Dudo que Renerdat quiera escuchar esto. Los rumores de la estación dicen que ya ha organizado una escuadra para bajar allí abajo y “pescar el lago de metal”. Estúpido. Estúpido ignorante. No sabe lo que tiene aquí. Ordenador, mejor borra...
Un zumbido de su estación intercomunicadora interrumpió la orden de DeSelvaine. Deslizó su silla a la estación, pulsando la tecla de acceso.
-DeSelvaine –dijo a modo de saludo.
-Renerdat –se identificó el administrador-. Confío en que su parte de la investigación progrese satisfactoriamente.
¿Su parte?
-En realidad, señor, tengo algunas noticias muy interesantes. Creo que tengo pruebas de que el polydroxol es inteligente. –DeSelvaine deseó haberse mirado en un espejo antes de responder al intercomunicador. Estaba seguro de tener un aspecto como si hubiera sido arrastrado por un proom.
-Eso es algo puramente académico –dijo Renerdat. Al observar más de cerca, DeSelvaine creyó poder ver una gran cicatriz cruzando el rostro del administrador-. Se le ordena destruir al sujeto en el acto.
-¿Destruir, señor? Tal vez no me haya entendido. Es inteligente. No puedo...
-Puede y lo hará. –El rostro de Renerdat enrojeció. Al margen de que sea inteligente o no, esas criaturas son peligrosas. Acabamos de perder a doce de nuestros hombres en un ataque injustificado desde el lago.
¡Injustificado! ¡Lo dudo!-¿Han vuelto al lago...?
DeSelvaine se estremeció al imaginarse a los hombres con armadura corporativa, disparando sus armas antidisturbios contra el mercurio, los gritos de los núcleos desgarrados resonando entre las parejas de polydroxol...
-Señor, con todos mis respetos le recuerdo que aún tenemos que probar medios definitivos para matar al sujeto. Tiene la capacidad de segmentarse, ¿sabe?, y... –comenzó DeSelvaine.
-Lo sé todo acerca de la capacidad de segmentación de la criatura. El Dr. Sera también la descubrió. También ha desarrollado una toxina que puede matar bastante rápidamente al sujeto –dijo Renerdat, como si tal cosa-. De hecho, debería verla en funcionamiento. Sus muertes son bastante espectaculares, cuando su electroplasma brota por la superficie.
-¿Tenían otros...? –DeSelvaine estaba aturdido.
-No sobreestime su propio valor para nosotros. No es usted sino parte de un todo. Por desgracia no podemos sintetizar suficiente toxina para matar el lago. Pero no quedemos que este esté rondando por aquí más de lo necesario. Sera llegará enseguida con la toxina. –Renerdat se rascó de forma consciente la cicatriz.
Otro, ya asesinado. ¿Sabía Sera lo que estaba haciendo? ¿Sabía lo que estaba matando? DeSelvaine dejó de hacerse preguntas, dándose cuenta de que se encontraba ante un dilema. Tenía un buen trabajo, mejor pagado de lo que podría haber soñado. No iba a arriesgarlo.
-Sí, señor. ¿Una petición, señor? Me gustaría administrar la toxina yo mismo.
-Si esto es parte de su estúpida rivalidad... –comenzó a decir Renerdat.
-Por favor, señor –insistió DeSelvaine.
-Muy bien. Encontrará el magno-inyector en el laboratorio de Sera.


Hora 115,5
Le costó media hora llegar al laboratorio de Sera en el otro extremo de la estación. Durante el largo paseo, DeSelvaine ordenó sus pensamientos, y escuchó lo suficiente para verificar los rumores de que Karflo se estaba yendo de Sevetta. “Insuficiente margen de beneficios” era la razón oficial que se había dado.
Sostuvo el cilindro de metal en ambos manos. Dentro había una toxina electroplasmática capaz de matar al polydroxol. ¿Qué podía hacer? No podía liberarlo. Y una vez que Sera perfeccionase la toxina en una fórmula fácil de replicar, todos los polydroxol estarían condenados.
Y nadie sabía que eran inteligentes. Como si eso importara.
DeSelvaine cruzó la estación de descontaminación frente a su laboratorio. Introdujo sus códigos de seguridad, y caminó hacia la jaula.
Y se detuvo, dejando caer el magno-inyector metálico al suelo.
El polydroxol se había marchado. La jaula de metal estaba vacía.
-Ordenador, retira el campo de contención.
DeSelvaine corrió hacia la jaula. Sus rodillas temblaron (¿tan cansado estaba?) y se derrumbó con un gélido escalofrío recorriéndole la espalda. Entró corriendo en la jaula, examinando sus barrotes con un escáner de mano.
-¿Dónde estás, pequeño? ¿Dónde?
Tal vez el polydroxol había dejado escapar parte de su electroplasma con una firma de fase concreta que interfiriera con el campo de contención. Tal vez estaba equivocado, y el ser podía disociarse en partículas increíblemente pequeñas. Tal vez...
Para cuando se dio cuenta, DeSelvaine sólo tuvo una fracción de segundo para felicitarse. Después de eso, una afilada espiral de metal atravesó su cerebro, seccionando irónicamente las sinapsis que estaban concluyendo ese pensamiento. La jaula se fundió a su alrededor, dando la impresión de que la original estaba mudando de piel, como una especie de serpiente exótica. De haber comprobado las lecturas de masa segundos antes, DeSelvaine habría comprobado que la jaula registraba 135,4 kilogramos más de los que debía.
Una voz fantasmal resonó.
-Estúpido. Estúpido ignorante. No sabe lo que tiene aquí.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Cambiaformas (I)

Cambiaformas
Pablo Hidalgo

Era una pieza rápida, con un compás de dos por cuatro, y el órgano jet bola roja estaba programado para emitir un timbre metálico. Ninguno de estos elementos musicales hacía que la forma sentada tras la mesa de la esquina bebiera más rápido su vaso de espumoso licor azul. Más bien era una tensión invisible la que aceleraba su ritmo.
-¿Pyrron? –dijo una voz a través de la maraña de conversaciones de fondo y música jizz-. Pyrron Nox, ¿eres tú?
El vaso de licor se posó en la mesa, permitiendo una respuesta.
-Sí, lo siento... No puedo verte desde aquí...
-Soy Gideon. Cielos, han pasado órbitas desde la última vez que te vi. No has cambiado nada. -Un hombre larguirucho salió de entre las sombras. Era atractivo, según los estándares humanoides, con una enmarañada mata de pelo rubio y un rostro tallado por la radiación estelar.
-Bueno, mis ojos ya no son tan buenos como lo fueron antaño –dijo Pyrron señalando sus plastigafas tintadas-. Pillé una llamarada coronal con los fototrópicos desconectados. Ahora estoy todo el tiempo observando esa llamarada.
-Auh. Debe ser una lástima no ser capaz de ver las líneas del Suerte del Principiante. ¿Qué tal está el viejo pájaro? –Gideon tomó una silla desocupada de una mesa vecina y se sentó.
-Oh... aún vuela. ¿Y tu nave? ¿Qué tal le va?
-El Clase Independiente aún puede trazar elipses a tu alrededor, si es eso lo que preguntas. De hecho, Keeta y yo estamos en el puerto recogiendo un nuevo carenado combinado. La vieja Clase sigue derritiendo los gastados. –Gideon tecleó las teclas del menú en la mesa. Pyrron tomó nota mental de lo que había pedido.
-¿Keeta? ¿Qué tal está Keeta? –preguntó Pyrron, tratando de no parecer demasiado incómodo por la situación.
-Sigue tan fuerte como siempre, y a veces tan juguetona como un gatito, ¿sabes? Debería llegar dentro de poco. Se alegrará de verte. –Gideon bajó la voz-. Deberías saber que perdió un ojo. Estamos ahorrando para una prótesis cibernética, pero los créditos escasean ahora mismo.
-Es terrible. ¿Cómo ocurrió? –Pyrron apuró un trago de su bebida.
-Se vio en una pelea con uno de los matones del Jefe Trome. Un maldito cambiante, resultó ser.
-¿Cambiante? –Pyrron volvió a alzar su vaso-. ¿Te refieres a un cambiaformas? ¿De qué clase?
-¿Acaso importa? –Gideon hizo una mueca-. Esas masas viscosas son todas iguales. No tienen ni una gota de honor. Quiero decir que puede que el Imperio tenga dos caras, pero al menos no van por ahí fingiendo ser mi madre, ¿me entiendes?
-Gideon, creo que estás dejando que se te nuble la razón. Para empezar, hay por ahí muchos tipos de alienígenas cambiaformas, y creo que hay aún muchos más rumores que hechos contrastados. Te podría contar muchas historias. De hecho, recientemente acabo de escuchar una...

Era un gemido carente de alma, pensó el Moff Bandor. El producto de un ser que creía sentir dolor. Bandor pulsó el comunicador de su escritorio.
-Berlihat, asegúrate de dar de comer a Lonchan.
Una voz nasal respondió en el extremo opuesto del circuito.
-¿Señor? Soy un analista programador, señor. Me temo que yo no...
-Eres mi sirviente, Berlihat. Te pago bien ¿no? El cocinero ha dejado una pila de vegetales cerca del comedor. Todo lo que tienes que hacer es bajarlos y dejarlos junto a la entrada.
Berlihat pulsó el interruptor para cerrar la comunicación. Sólo llevaba una semana sirviendo allí, en el palacio de Bandor en Questal, y ya era muy diferente de su tiempo en Eriadu. Estaba acostumbrado a las excentricidades de un Moff, pero Bandor no se parecía a ninguno al que hubiera servido. Tenía la reputación de provocar miedo en sus oponentes a distancia, y algunos creían que había hecho uso de poderes Sith olvidados hace tiempo. Su mayor obsesión, sin embargo, se encontraba varios metros por debajo del palacio... la maldita cámara de juegos de Bandor, donde lanzaba a sus rivales a un letal juego por la supervivencia.
Una de las mascotas de Bandor necesitaba ser atendida, y ahora Russo Berlihat, un graduado de la mejor Academia Técnica del Núcleo, se encontraba llevando a las cavernas una bandeja de vegetales marchitos y apestosos.
Tal vez la humillación fuera otra de las obsesiones de Bandor.
El avance por las catacumbas transcurrió sin percances. Desde pasillos pulidos hasta rugosos muros de piedra, Berlihat se negaba a asustarse por las sombras que danzaban en las esquinas. Continuó bajando los escalones, recordando los relatos que había escuchado del equipo de secretaría. Trampas láser, salas preparadas para simular terremotos, cazarrecompensas descarriados, “un pozo de viento”, y otros atroces elementos ocultos en cámaras olvidadas.
No. Concéntrate en tu tarea. Ahora no hay nadie en las cámaras, de modo que no se activará ninguna de las trampas. Berlihat centró la mirada en la bandeja que tenía ante él, negándose a dejar que las oscuras sombras y los toscos muros lo distrajeran. Miró fijamente las calabazas ranna y la verdura balka... y entonces la idea vino a su mente.
¿Por qué Bandor tendría un herbívoro en sus cámaras de juego?
Un estrépito llenó el estrecho pasillo cuando Berlihat dejó caer la bandeja de vegetales. Comenzó a correr hacia la entrada. Un sólido disco de piedra rodó cerrando la apertura. Berlihat cerró los puños, golpeando con ellos la puerta implacable.
-Veintitrés minutos, doce segundos. Bien hecho, Berlihat. Casi la mitad del tiempo de nuestro último ingeniero de análisis –resonó la voz de Bandor desde altavoces ocultos.
-¡Bandor! –gritó indignado Berlihat-. ¡Hijo de vervikk! ¡Déjame salir de aquí! Daré de comer a tus mascotas, ¿de acuerdo?
-Sí, lo harás.
Hubo unos segundos de silencio. Luego, el muro se vertió sobre el suelo, formando una masa de roca que se extendió, enrollándose alrededor de la pierna de Berlihat. Congelado por el pánico, observó cómo a la curva interior de la espiral le crecían pequeñas protuberancias cónicas. Sus sentidos regresaron de cualquiera que fuese la parte de su cuerpo a la que habían huido y, en el instante en el que Berlihat trató de retirar la pierna, las protuberancias se convirtieron en dientes afilados...

Pequeños favores (y IV)


-Bueno, se acabó –jadeó Cavv, limpiándose la mezcla de sudor y sangre de la frente mientras examinaba el tejado.
-¡Especialmente para ti! –dijo una voz atronadora.
Sorprendido, Cavv se volvió lentamente... y se encontró mirando al cañón de un par de rifles bláster. Quedaban dos cazarrecompensas.
-Los números nunca fueron mi fuerte –murmuró el ladrón, levantando las manos en señal de rendición.
Entonces fue cuando vio a Arkell avanzando inadvertidamente por detrás de los cazarrecompensas. Sin previo aviso, el gran velabri hizo entrechocar sus cabezas con fuerza suficiente para romperles el cráneo.
Hasta ese momento, el ladrón nunca había visto una armadura de batalla romperse como una cáscara de huevo. No quería ni imaginar lo que pasaría en el interior...
Arkell avanzó unos pasos, presionando su mano contra una quemadura de bláster en su pierna. Se derrumbó en el suelo entre los cadáveres y miró amenazadoramente a Cavv.
-El doble que tú.
El ladrón meneó la cabeza, dando a Arkell unas ligeras palmaditas en el hombro.
-Ten cuidado, velabri. Sigue así y podrías comenzar a caerme bien.
Con un aspecto igual de agotado, Varatha se aproximó a ellos.
-¿Está bien Rivoche? –preguntó Cavv.
Varatha se quitó el casco, apartando el cabello empapado de sudor de los ojos.
-Yo estoy bien, gracias. –Señaló con el pulgar por encima de su hombro-. Y ella también.
El ladrón vio a Rivoche descansando contra un poste de transpariacero y asintió. Supervisó los daños. El tejado estaba cubierto de cadáveres y marcado con cráteres causados por las explosiones de alta potencia. Agujeros más pequeños, resultado del fuego de bláster, eran también bastante abundantes. Las alarmas aullaban de fondo.
-¿Alguna señal de Sollaine?
Varatha negó con la cabeza.
-Desapareció cuando los detonadores comenzaron a estallar.
Rivoche se acercó.
-Cuesta un poco respirar...
-Si el Galaxia Real no generase blindaje atmosférico aquí arriba, no podríamos respirar en absoluto. –Cavv echó un vistazo a su cronómetro-. Espero que Errecé no se haya encontrado con ningún problema. Se está retrasando un poco...
Como si esa fuera su señal, el triángulo invertido del morro del Gato G se alzó a la vista. El carguero ligero se puso flotando en posición cuando sonó el comunicador de Cavv.
-Buip-dip tuu-iip.
Todos se volvieron expectantes hacia el ladrón.
Cavv se encogió de hombros.
-Mejor tarde que nunca.

***

El Gato G se alejó a toda velocidad del planeta, perseguido por un escuadrón completo de cazas TIE.
Cavv se volvió a mirar a sus pasajeros.
-¡Que todo el mundo se abroche los cinturones! Esto va a ponerse feo. –Una ráfaga de fuego bláster sacudió la nave-. Que alguien se encargue de los cañones de ráfagas de plasma. –Observó la masa de naves que tenían delante. La congestión les proporcionaría cobertura, especialmente frente a los imperiales, pero era equivalente a navegar por un campo de asteroides-. Errecé y yo vamos a estar totalmente ocupados tratando de cruzar este laberinto de una pieza.
Varatha comenzó a desabrocharse, pero Arkell ya estaba de pie.
-Esto es cosa de hombres1. –El velabri sonrió sarcásticamente y subió rápidamente a la torreta antes de que ella pudiera responder.
Se colocó en posición y activó los sistemas de puntería para seguir al primer TIE.
-Comienza la batalla –dijo Arkell, y un segundo más tarde los láseres de ráfagas de plasma redujeron a pedacitos el caza imperial.
-Y que lo digas –comentó Cavv al ver a dos cruceros imperiales clase Carrack acercándose rápidamente a él por ambos lados.
En el fragor de los disparos por las rutas espaciales y entre la miríada de naves, nadie prestó atención a una lanzadera imperial solitaria que se escabulló de la zona de combate a un espacio menos concurrido. Se quedó allí, inmóvil, por unos instantes; una pequeña mancha blanca en el oscuro tapiz que la rodeaba.
Momentos después, ya no estaba sola.
La familiar forma triangular del Destructor Estelar Imperial Devastador apareció de pronto, con las inmensas puertas de su bahía de atraque abiertas, esperando a la nave más pequeña.
El Gato G completó un cerrado rizo de 360 grados hacia abajo y luego se estabilizó.
Cavv cambió la pantalla del monitor a una vista trasera y vio a los dos cruceros clase Carrack tratando de encajonarlo con una red unificada de rayos tractores... pero en lugar de eso se atraparon entre sí.
El ladrón imaginó las sirenas de advertencia sonando en vano y se encontró haciendo una mueca cuando las grandes naves espaciales chocaron una con otra.
-Auh... eso ha tenido que doler.
-¡Zabuiip dip biiip!
Cavv devolvió su atención al ventanal delantero, y vio un Destructor Estelar Imperial acercándose rápidamente.
-Ya lo veo, Errecé. Calcula nuestro salto tan rápido como puedas. ¡Avísame en el microsegundo que tengamos vía libre!
Errecé emitió un pitido afirmativo, dejando que Cavv se concentrara en evitar otro grupo de cazas TIE. Marcó a una de las naves imperiales con un bloqueo de objetivo y disparó un torpedo de protones.
-¡Te tengo! –Cavv soltó una exclamación de júbilo mientras el Gato atravesaba rugiendo los restos del TIE.
Sin embargo, su entusiasmo duró poco, ya que el Destructor Estelar que se acercaba comenzó a castigarlos con una cortina de fuego turboláser.

***

-¡Con cuidado, idiotas!
Sollaine observaba por los ventanales principales del puente del Devastador. No había tenido tiempo de tratarse sus heridas, pero el dolor ya no se notaba.
Sólo importaba una cosa...
-¡Quiero esa nave intacta!
El comandante Gistol asintió secamente.
-Preparen los rayos tractores...

***

-Pienso que vamos a conseguirlo –dijo Cavv, casi temeroso de creer sus propias palabras.
-Piensa de nuevo –respondió secamente Varatha, señalando al exterior de la cabina.
El gesto no era necesario. Cavv ya había visto el relámpago del Ejecutor saliendo del hiperespacio.
El colosal Super Destructor Estelar se materializó directamente en la trayectoria de vuelo del Gato G.
-¡Por los ojos de Tarrek! –dijo Arkell al regresar a la cabina, ligeramente boquiabierto-. ¿Qué es esa cosa?
Cavv dedicó a la nave gigante una rápida mirada, y luego tuvo que volver a mirarla con incredulidad.
-Problemas –murmuró, empujando la palanca de control con todas sus fuerzas.
El Gato G pareció gemir en respuesta, pero apuntó obedientemente con el morro hacia abajo.
En ese momento, los emisores de rayo tractor del Devastador se extendieron con pulsantes dedos de energía. Tratando desesperadamente de agarrar al Gato G...
Pero se cerraron en un espacio vacío.
Cavv soltó un largo suspiro de alivio cuando los motores del Helix lo impulsaron debajo de la nave insignia imperial y fuera de todo peligro. Mientras pasaban a toda velocidad bajo su superestructura, Errecé dejó escapar un estridente pitido.
-¡Dale ya! –gritó Varatha.
Cavv no necesitaba que le convencieran. Las estrellas a su alrededor se convirtieron en líneas borrosas y el Gato G saltó rugiendo al hiperespacio.
-Menos mal que el Señor Oscuro es puntual –dijo Rivoche con un suspiro de alivio.
Cavv se recostó en su asiento y dejó escapar una risita nerviosa.
-Gracias a la Fuerza por los pequeños favores...

***

Sollaine aulló como si le hubieran pegado un tiro.
-¡Maldito seas, Vader! Pagarás por esto, lo juro. –La saliva volaba de su boca al hablar-. ¡Esto no ha acabado!
Gistol rápidamente se distanció del comandante de la OIS y un silencio sepulcral cayó sobre el puente. La tripulación del Devastador quedó congelada como si hubiera sido sumergida en carbonita.
-Me temo que sí ha acabado... -La voz era inconfundible, al igual que el resonante chirrido de una respiración trabajosa matizada con un eco metálico.
Sollaine se volvió lentamente y se encontró mirando a una holoimagen a tamaño natural de Darth Vader.
La imagen brillante alzó un puño enguantado, con un único dedo extendido como un sable de luz.
-...para usted.

***

Cracken no pudo evitar sonreír.
-Bueno, no sé cómo lo has conseguido, pero has logrado hacerlo. Gracias.
-No hay de qué. Cavv sonreía de oreja a oreja al salir de la oficina del general.
Arkell estaba justo detrás de él.
-Considere el Voto de Sangre pagado por completo.
-Hacéis un buen equipo, chicos –dijo Cracken, dando palmaditas en el hombro de Arkell.
-Lástima que no podamos continuar nuestra relación...
-Oh, pero sí lo haréis.
Los ojos de Arkell se estrecharon hasta que sólo fueron estrechas líneas.
-¿Qué?
-Le prometí a Cavv un favor si tenía éxito. Ha pedido que vuelva a formarse su Grupo de Operaciones Especiales. He solicitado que tú y Varatha seáis inmediatamente transferidos a su unidad táctica.
-¿Qué?
-Supongo que Cavv quería que fuera una sorpresa.
-Discúlpeme, general.
Antes de que Cracken pudiera responder, Arkell estaba avanzando rápidamente por el vestíbulo.
El general se encogió de hombros y cerró la puerta.

1 En el original se hace un juego de palabras con la palabra man, que como sustantivo significa “hombre” y como verbo significa “manejar”, “manipular”, “encargarse de” (los cañones). Ante la imposibilidad de traducirlo con un juego de palabras similar, me limito a traducirlo como un comentario machista, uno más de los muchos que Arkell ha ido soltando a lo largo de la historia. (N. del T.)

martes, 27 de agosto de 2013

Pequeños favores (III)


-Esto no es bueno.
Cavv volvió a agacharse en el callejón, apretándose contra el muro.
-De hecho, para cómo suelen ser estas cosas, es muy, muy malo.
-¿Han incrementado las patrullas? –preguntó Arkell solemnemente.
Cavv asintió.
-Casi parece que Curamelle esté bajo ley marcial. El Moff Caglio debe de haber movilizado todas las fuerzas de defensa de la ciudad en tu búsqueda... –Se mordisqueó la punta del pulgar y añadió en voz baja-: Aunque algo no termina de encajar.
-Vastin es muy protector –dijo Rivoche-. Y cualquier cosa que el mocoso consentido quiera, su papi se la consigue.
-No es exactamente la efusiva adoración de la típica futura prometida... –comentó Cavv.
Ella soltó un desdeñoso bufido.
-Eso es porque toda esta relación no es otra cosa que un fraude. Vastin me ve como la perfecta esposa trofeo: otro escalón más en su camino de ascenso al poder político. En lo que a mí concierne, únicamente es bueno para servirme de tapadera. Ya ves, últimamente ciertos imperiales de alto rango han expresado su creencia de que ya era hora de que me casara y criase una generación de carne de cañón para el ejército del Emperador.
Arkell echó un vistazo a los deslizadores militares imperiales que pasaban disparados junto a su escondite.
-Por mucho que me desagrade estar de acuerdo con el ladrón, su evaluación de la situación es bastante precisa. Y cuanto más esperemos, peor se volverá.
-¿Enviaron un ladrón para rescatarme? –preguntó Rivoche.
-Vigila tu tono, jovencita. No sabes nada sobre mí.
Rivoche cruzó los brazos y sonrió sarcásticamente.
-Sé que, hasta ahora, esto no ha sido precisamente un rescate impecable...
El ladrón suspiró y miró a Arkell en busca de apoyo, pero el gigante meneó la cabeza y dijo:
-Nosotros prohibimos a nuestras mujeres solteras abandonar el hábitat familiar sin el permiso de sus tutores.
Rivoche se volvió, lanzando láseres a Arkell con la mirada.
-¡Especie de militarista belicoso y chovinista! Te voy a...
-¡Ya lo tengo! –dijo Cavv de pronto.
-¿Qué? –preguntaron Rivoche y Arkell al unísono.
-Creo que tenemos aquí a dos grupos distintos de imperiales. Y no están trabajando juntos.
-No caerá esa breva –dijo Rivoche riendo-. El Imperio no va a desgarrarse en facciones.
-Sin embargo, piensa en ello. El hombre que apareció en el ático era sin duda de la OIS. Sabía que eras una espía, y sólo trajo una única escuadra con él. ¿Y cuándo ha sido la última vez que viste Comandos de Asalto por aquí? –Antes de que nadie pudiera discutir, continuó-. Además, por lo que he visto de las fuerzas de Caglio, no te está dando caza, sólo buscándote. Apuesto a que el Moff piensa que fuiste atacada en el ático has sido secuestrada... probablemente por rebeldes.
-Lo que estás diciendo tiene sentido, ladrón –dijo Arkell-, pero, ¿por qué el agente de la OIS no habría compartido su información?
Cavv se encogió de hombros.
-Tal vez quería quedarse con todos los méritos. Sabemos que los impes son bastante dados a esas mezquinas maniobras políticas siempre que piensen que no les van a pillar.
-Bueno, si él y su escuadra están todos muertos, entonces puede que nadie más sepa la verdad sobre mí. –Rivoche se volvió hacia Cavv-. ¿Podríamos usar eso en nuestro beneficio, no?
-Es posible, pero aún no estoy seguro de cómo. Aunque nuestra situación no mejora mucho. –Cavv colocó suavemente la capucha cubriendo el rostro de Rivoche-. En todo caso, aún tenemos que mantener tu identidad oculta, o si no... –El gemido de los vehículos repulsoelevadores le hizo estremecerse-. No podemos quedarnos aquí mucho más tiempo.
Arkell puso una mirada amenazante, sosteniendo su pistola bláster.
-Tampoco vamos a ser capaces de regresar a la nave. Puedo imaginarme las medidas de seguridad en el puerto estelar...
-Si no podemos llegar a la nave –dijo Cavv, sacando un pequeño comunicador-, entonces tendremos que hacer que la nave venga a nosotros.
Rivoche se volvió a Arkell con una ceja arqueada.
-¿Seguro que le funcionan bien todos los impulsores?
El guerrero velabri se encogió de hombros.
Ella devolvió su atención a Cavv.
-La última vez que lo comprobé, esta ajetreada metrópolis no estaba precisamente repleta de lugares para aterrizar.
-La improvisación es hija de la desesperación –dijo Cavv con una sonrisa de autocomplacencia-. ¿Cuál es el edificio más alto de la ciudad?
Tras pensarlo un momento, Rivoche respondió.
-El Hotel Galaxia Real. –Trató sin éxito de disimular una sonrisa mientras miraba al velabri-. ¿Siempre es tan irritante cuando tiene razón?
-No –respondió Arkell con cara muy seria-. Normalmente es peor...

***

Sollaine entró a trompicones en el edificio, sangrando sobre la mullida alfombra blanca. Cuando la secretaria trató de detenerle, la empujó al suelo, y no se detuvo hasta que abrió de un golpe la puerta de la oficina. Ni se inmutó ante el gran rifle bláster que le apuntaba a la cabeza.
-¿Qué significa esto? –dijo el hombre que sostenía el arma desde detrás de la cobertura de su escritorio.
Sollaine arrojó sus cilindros de rango sobre la mesa e hizo una mueca de desdén.
-El Imperio solicita oficialmente sus servicios de cazarrecompensas...
-Debe de haber algún error, señor. Seguridad Coreguardia no emplea caza...
-Un total de 100.000 créditos netos al contado ahora, y la misma cantidad en la entrega. ¿Tenemos un trato?
El propietario de Servicios de Seguridad Coreguardia sonrió.
-¿Cuántos de nuestros empleados desearía activar para este trabajo, señor?
-Todos ellos.
Sollaine miró fijamente al heterogéneo grupo de cazarrecompensas reunido ante él. Poco más de cincuenta matones, eran duros, feos, y emanaban un aroma combinado único.
El comandante de la OIS no lo advirtió; había perdido ligeramente el sentido del olfato. Tampoco es que importase. Sólo una cosa era importante.
Capturar a Rivoche y volver con ella ante el Emperador. Observar cómo Vader era apartado como el estúpido que era, y luego ocupar el lugar que le pertenecía junto al Emperador.
Sollaine apartó esa ensoñación de su mente y devolvió su atención al asunto que tenía en ese momento entre manos. Sabía que con las fuerzas del Moff Caglio vigilando todos los puntos de salida de la ciudad, sus cómplices no tendrían ninguna oportunidad de conseguir llevarla al puerto estelar.
Con eso en mente, sólo había una forma de escapar. Tendrían que abandonarla en alguna parte y volver a buscarla con una nave. Y había muy pocos lugares en Curamelle para hacer eso sin atraer la atención.
La respuesta le llegó súbitamente.
Sollaine se quedó mirando la calle colapsada, y luego alzó la mirada al cielo de Corulag. Dejó que sus ojos vagasen por la brillante estructura hasta que ya no pudo distinguir el resto del rascaestrellas, que continuaba ascendiendo hacia la atmósfera y más allá...
Entonces sus ojos volvieron a enfocarse en la brillante holoseñal en la que se leía Hotel Galaxia Real.

***

Cavv abrió la puerta y volvió a dejar la vibroganzúa en su bolsillo.
-No hay nada que supere el descuento de los cinco dedos en una habitación de hotel.
Rivoche y Arkell entraron rápidamente tras él, y el ladrón cerró la puerta.
Cavv echó un vistazo a la habitación y sonrió.
-Vaya, es un sitio bastante agradable.
-Me alegro de que se ajuste a tus estándares -dijo Rivoche.
Ignorando la puya, Cavv continuó su exploración de la habitación.
-No sé cómo vamos a salir de esta. –Arkell daba vueltas como un animal enjaulado frente a la gran ventana de transpariacero. Se detuvo un momento y miró al exterior. Desde su posición elevada, el suelo no era más que un recuerdo lejano.
Cavv sonrió a Arkell desde una posición relativamente cómoda sobre una de las camas.
-Supongo que los velabri no podéis metamorfosearos a voluntad en una especie aviar, ¿verdad? –Sonrió, encogiéndose de hombros de forma excesivamente teatral-. Parece que vuestra raza no es tan “perfectamente evolucionada” como os gusta pensar que sois.
Claramente, eso no le hizo gracia en absoluto. Arkell dejó de dar vueltas y se dirigió hacia Cavv.
-Si te tiro por esa ventana, solamente podrás evolucionar a una forma de vida de aspecto líquido...
-¡Ya basta! –Rivoche acababa de alcanzar su límite. Se sentó en la otra cama, tapándose los oídos-. ¿No os parece que podríamos aprovechar mejor el poco tiempo que nos queda? Por ejemplo... no sé... ¿tratando de salvar nuestras vidas?
El velabri cruzó los brazos sobre su inmenso pecho.
-Estamos atrapados en una habitación de hotel, sin otra vía de escape salvo la que no podemos usar, gracias a ese agente mecanizado de la OIS y su legión de cazarrecompensas en el tejado.
-Al menos hemos descubierto que estaba allí –protestó Cavv-. Si no le hubiera dicho a Errecé que entrase en las cámaras de seguridad del tejado, podríamos haber ido derechos a su trampa.
-Una de las pocas cosas inteligentes que has hecho –dijo Arkell.
Rivoche se apartó del rostro un mechón de pelo caído.
-Me preguntó cómo sobrevivió a esa explosión.
-Por el archivo de datos que Errecé recuperó, ese tal Sollaine parece ser un imperial duro de roer. Incluso para los estándares de la OIS...
La mirada perdida de Arkell regresó a la ventana.
-Esto es imposible.
Cavv frunció el ceño, ahuecando su almohada.
-Haces que todo suene tan... pesimista.
Por primera vez, Arkell se quedó sin palabras. Abrió la boca, la cerró, y luego simplemente se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta.
Rivoche alzó una ceja con curiosidad.
-¿A dónde vas?
Arkell se detuvo frente a la puerta, alzando su pistola bláster pesada.
-¡Prefiero salir ahí fuera y morir como un guerrero a quedarme aquí escondiéndome como un selliwyrm!
-Algunas veces esconderse para evitar llamar la atención tiene sus ventajas –replicó Cavv-. Por supuesto, otras veces es mejor esconderse a plena vista.
-¡Y además estoy harto de tus estúpidos tópicos!
-Tranquilo, velabri –dijo Cavv, poniéndose finalmente en pie-. Me estoy ocupando del asunto.
-¿Ah, sí, eh?
Rivoche se volvió hacia Cavv con curiosidad.
-¿Cómo, exactamente?
Cavv comprobó su cronómetro.
-Mi apoyo debería llegar ya en cualquier momento.
-Cuanto antes, mejor... –Arkell extendió la mano hacia el control de la puerta-. Porque es asombroso cómo las cosas empeoran continuamente.
-Incluyendo tu actitud –dijo Rivoche, obteniendo una risa amortiguada de Cavv.
Arkell meneó la cabeza y pulsó el panel, y luego se dio la vuelta.
-Si no fuera por ti, no estaríamos en esta situación. Precisamente por eso nuestras hembras están confinadas en Velabri, nuestro planeta natal.
Cuando vio la expresión en el rostro de Rivoche, Arkell pensó que estaba a punto de soltar otra tanda de insultos, pero luego se dio cuenta de que no le estaba mirando a él, sino más allá. Confundido, miró a Cavv, que estaba completamente inexpresivo.
Arkell se giró rápidamente. Inmediatamente deseó no haberlo hecho, porque ahora estaba mirando a la figura femenina que estaba de pie en la entrada de su habitación. Una larga trenza de cabello colgaba sobre su espalda, aunque lo que colgaba de su bandolera era peor: una docena de detonadores termales. Llevaba puesto un ceñido mono corporal negro y una armadura gris con una oscura placa facial que reflejaba el rostro aterrorizado de Arkell. Una palabra bailó en la cabeza del velabri, una y otra vez.
Beylyssa.
Arkell pudo sentir cómo la sangre abandonaba su rostro. Rápidamente desplazó su mano hacia la pared, buscando el panel de control.
La puerta se cerró ante el rostro de la figura.
Arkell sólo pudo reunir la suficiente voluntad para emitir una única palabra, que sonó en un registro mucho más agudo que su voz habitual.
-¡Abajo!
A Rivoche no hubo que decírselo dos veces. Se lanzó debajo de la cama inmediatamente, justo cuando Arkell pasó volando por encima, aterrizando a su lado. Rápidamente se asomó por encima de la cobertura, apuntando con su bláster a la puerta.
Entonces fue cuando Arkell se dio cuenta de que Cavv no se estaba poniendo a cubierto. De hecho, el estúpido ladrón había caminado tranquilamente hasta la puerta, y estaba a punto de pulsar el panel.
Incluso peor, se estaba riendo.
Arkell no podía creerlo.
-¿Estás completamente loco? ¡Esa es Beylyssa, la cazarrecompensas que disfruta haciendo explotar las cosas!
-No... y no –respondió Cavv.
Rivoche se atrevió a mirar.
-¿Qué?
-No, no estoy loco. –Cavv sonrió mientras abría la puerta. La figura acorazada entró en la habitación-. Y no –continuó Cavv-, esta no es Beylyssa, aunque esa era la impresión que estaba buscando...
La puerta se cerró y Cavv rodeó a la figura con el brazo.
-Esta es Finn Varatha; nuestro apoyo.
Increíblemente aliviado, Arkell se puso en pie, ayudando a Rivoche a hacer lo mismo. Enfundando su bláster, avanzó a ellos. No pudo evitar sonreír mientras extendía la mano.
-Ya me gusta. Aunque sea fea.
Cavv soltó una risita.
-Te equivocas de nuevo.
El velabri estaba confuso.
-Es costumbre en mi planeta hacer que las mujeres poco atractivas se oculten –explicó.
La figura acorazada se quitó el casco. Al principio no pudo verse ningún rostro, gracias a la cascada de rizos de ébano que se liberó al soltarse la coleta. A través del cabello rápidamente apareció un rostro joven y hermoso. Arkell sintió que una mano suave se cerraba alrededor de la suya, pero estaba demasiado ocupado mirando fijamente, con incredulidad, a un par de brillantes ojos azules y a una sonrisa lasciva.
Varatha era de las que quitaban el aliento.
-Obviamente, tu planeta no tiene una costumbre similar que prohíba a sus idiotas viajar por la galaxia –dijo con una sonrisa.
Arkell retrocedió un paso de la mujer acorazada.
-¿Estás tratando de burlarte de mí?
-Naah –dijo Cavv con una sonrisa sarcástica-. “Tratando” implicaría que aún no lo ha conseguido, velabri.
-¿Velabri, eh? –Varatha dirigió su mirada a Arkell-. No me parece tan duro.
-No sólo un velabri –dijo Arkell, irguiéndose en toda su estatura-. Soy un Lancero. Y para tu información, soy más duro que dos humanos cualquiera juntos.
Varatha simplemente sonrió y se acercó.
-¿Te importaría intentar demostrarlo?
El ladrón se interpuso rápidamente entre ambos.
-Bueno, ¿estamos todos listos para abandonar esta fiesta?
Varatha frunció los labios.
-Pero si acabo de llegar...
Cavv le guiñó un ojo.
-Sé de buena tinta que hay una gala aún mejor a punto de empezar en el tejado. ¿Te apetece unirte a nosotros, querida?
-No me lo perdería por nada en el mundo. ¿Tienes nuestras invitaciones?
El ladrón le tendió una tableta de datos.
Varatha examinó la información y meneó la cabeza.
-Odio aguarte la fiesta, viejo, pero nos faltan unos cuarenta y cinco soldados para que sea una lucha justa.
-Entonces las probabilidades están igualadas –dijo Cavv encogiéndose de hombros.
-¿Disculpa? –Rivoche estaba mirando al ladrón como si acabara de brotarle una segunda cabeza-. A menos que la Alianza haya adoptado recientemente un sistema matemático distinto, me parece que nos sobrepasan ampliamente en número.
-Vamos, ¿no lees vuestra propia propaganda? “Cualquier rebelde puede derrotar a diez imperiales.” Eso dice en el manual... y estos ni siquiera son imperiales. –El ladrón sonrío-. Somos cuatro, de modo que podemos acabar con cuarenta de ellos.
Varatha intervino.
-¿Y qué pasa con los otros diez?
-Ahí es donde entra nuestro estimado Lancero. Duro como dos de nosotros, ¿recuerdas? Eso significa que debería ser capaz de ocuparse con el doble de nuestra parte sin sofocarse. –Cavv apoyó su mano en el hombro de Arkell-. ¿Verdad?
Las mejillas del velabri enrojecieron por un momento, y sus colmillos desnudos prometían algo doloroso para Cavv. Sin embargo, con gran determinación, la mueca de Arkell se convirtió lentamente en una sonrisa forzada.
-Por supuesto –susurró apretando los dientes.
Esta vez fue el turno de Varatha de colocarse rápidamente entre los posibles combatientes. Sacó un bláster de su mochila y se lo lanzó a Rivoche.
-¿Sabes cómo manejarlo, cielo?
Con seguridad de experto, Rivoche comprobó el paquete de energía, alineo el punto de mira, y sostuvo el arma en posición de tirador alerta.
-Tomaré eso como un “sí”. –Varatha se volvió a Cavv-. Entonces, ¿cuál es el plan, viejo?
El ladrón se limitó a sonreír.
-¿Esa es la sonrisa de “me he ocupado de todo, Finn, no te preocupes por nada”, o la de “voy a improvisar sobre la marcha y espero que la Fuerza me acompañe”?
La sonrisa traviesa de Cavv se ensanchó aún más. Le quitó a Varatha un par de detonadores termales y se dirigió a la puerta.
Varatha soltó un largo suspiro y tomó su rifle bláster.
-Genial.

lunes, 26 de agosto de 2013

Pequeños favores (II)


El capitán Nevik cruzó rápidamente la cubierta de mando del Destructor Estelar Imperial Devastador, una hazaña bastante considerable teniendo en cuenta el aparente bajo estado de forma del hombre.
-Los técnicos acaban de terminar de descodificar...
Sollaine arrebató la tableta de datos de las manos del capitán y rápidamente comenzó a examinar los datos.
Imperturbable, Nevik soltó aire con gesto orgulloso desde su abultado torso y continuó.
-Podemos comenzar a acorralar a la escoria rebelde de inmediato. Creo que uno de ellos está en el Sistema Alfestril, que por supuesto se encuentra a menos de una hora de distancia desde nuestra actual posición.
-Los ojos de Sollaine se abrieron como platos al leer el último nombre de la lista.
-No puede ser...
-Se lo aseguro, señor. Esta nave puede estar allí en cuarenta minutos estándar.
-¡Idiota! –Sollaine empujó la tableta de datos contra la tripa del capitán y la pura fuerza de su mano prostética lanzó al hombre contra el suelo de la cubierta. –Establezcan un nuevo rumbo: velocidad máxima a Corulag. –Sus labios se retorcieron ligeramente cuando una idea llegó a su mente-. Apaguen nuestra señal de transpondedor y mantengan silencio de comunicaciones en todas las bandas.
Casi al unísono, la tripulación del puente del Devastador alzó la mirada desde los pozos de equipos electrónicos a ambos lados de la pasarela elevada por la que Sollaine caminaba en ese momento. Parecían inseguros de seguir sus órdenes sin la aprobación de su capitán, que estaba terminando de ponerse en pie.
-¿Es que son todos sordos además de estúpidos? ¡He dicho velocidad máxima a Corulag, idiotas!
-¡Detengan esa orden! –dijo Nevik, con el rostro rojo de ira-. Esto es completamente inaceptable.
Sollaine volvió la cabeza, clavando sus ojos en el capitán desde debajo de sus párpados entrecerrados.
El capitán continuó impertérrito.
-No somos una nave de contrabandistas escabulléndonos por la galaxia. Esto es un Destructor Estelar Imperial. Y no formaré parte de su dudoso plan...
Sollaine se acercó al capitán Nevik y le dio unas palmaditas en el hombro.
-Tiene usted razón, desde luego. Esto es bastante inaceptable...
-Me alegro de que lo entiend...
Nevik quedó repentinamente en silencio cuando la mano prostética de Sollaine se cerró alrededor de su garganta. Las garras azul-plateadas se clavaron en los gruesos pliegues de carne, haciéndole sangrar. Jadeando para intentar recuperar el aliento, Nevik trató frenéticamente de liberarse, pero la mano artificial demostró ser demasiado fuerte.
De pronto, un gran pulso de energía se formó alrededor de la mano de Sollaine. Temblorosos rayos de energía azulada bailaron sobre la superficie metálica, descendiendo por la mano y formando arcos en los dedos. Las temblorosas serpientes alcanzaron rápidamente su presa. Los ojos del capitán se abrieron de golpe, y lo último que vio antes de que la inmensa sacudida eléctrica cortocircuitase su vida fue la sonrisa demencial de Sollaine...
Los oficiales más jóvenes apartaron la mirada casi inmediatamente, e incluso los veteranos más curtidos no tardaron mucho más. Sólo Sollaine permaneció para contemplar íntegramente el horrible espectáculo. Después de unos instantes aparentemente eternos, el cuerpo de Nevik dejó de agitarse. El uniforme del capitán estaba ennegrecido, y el humo ascendía por el aire en finos hilos.
Manteniendo aún su presa sobre el cuerpo, Sollaine dejó que su gélida mirada recorriera la sala, cayendo por turno sobre cada oficial.
Las dudas de la tripulación parecieron evaporarse al instante cuando todos se apresuraron a obedecer sus órdenes.
Sollaine soltó su presa y lo que quedaba de Nevik golpeó el suelo con fuerza, causando que muchos de los tripulantes hicieran una mueca. Señaló a dos técnicos inferiores.
-Limpiad este desastre.
Los hombres palidecieron por la tarea asignada, pero obedecieron rápidamente.
Sin más palabras, Sollaine caminó al ventanal y se quedó mirando la extensión del espacio que tenía ante él. Una sonrisa comenzó a formarse a un lado de su boca.
-No te llevarás el mérito esta vez, Vader –susurró Sollaine a las estrellas-. Yo llevaré a la traidora ante el mismo Emperador. Y cuando lo haga, el Ejecutor tendrá un nuevo amo.

***

Arkell estudió las pantallas de la cabina, tomando buena nota del equipo del Gato G. Cuando se acercó demasiado a una de las consolas, la unidad R2 giró su cabeza y emitió dos pitidos enfadados.
-¿Qué ocurre? –preguntó Cavv desde el otro lado de la esquina.
-Nada. Parece que este montón de chatarra es un poco quisquilloso –dijo Arkell con un bufido.
-Fuiip bip tuaap bu-bip –fue la indignada respuesta del droide.
-Puede que Erredós-Errecé sea quisquilloso, pero también tiene razón. No toques nada, velabri. Mi nave es una delicada obra de arte.
-Más bien una obra del mercado negro. Si no me equivoco, esto es un Arakyd Helix; un interceptor ligero extremadamente raro y escandalosamente caro.
-Carguero ligero –corrigió la voz del ladrón.
Arkell soltó un bufido.
-Si esto es una simple nave de transporte, entonces yo soy un jawa. –Agitó la cabeza con asombro-. He visto menos armamento cargado en cazas militares. Si esperas colarte en Corulag con esta nave, vas a tener un brusco despertar. Por lo que he oído, la mayor parte de agentes imperiales se vuelve suspicaz en cuanto oye la palabra “Helix”. Seguro que nos registrarán...
-Mucho mejor para ocultarse a plena vista, entonces. –Cavv entró en la cabina y efectuó una elegante reverencia, mostrando orgullosamente el mono de vuelo finamente confeccionado y la media capa bordada que llevaba puestos. La brillante coloración de la ropa convirtió el movimiento en un torbellino caleidoscópico-. ¿Qué te parece? ¿A que está diciendo “Noble Imperial”?
-Si es así, ladrón, lo está diciendo a gritos.
-Estupendo –dijo el ladrón-. No existe ningún noble comedido. Lo que explica no sólo la ropa, sino también el gusto exótico en cuanto a naves.
-Supongo entonces que toda la documentación de esta nave ha sido falsificado a conciencia.
-Mi versión hace que la auténtica parezca una falsificación –dijo Cavv con un guiño.
-Aún no estoy convencido de que esto vaya a funcionar, ladrón. Si hubiera...
Cavv le interrumpió, alzando un dedo en el aire.
-Ah, por cierto. De ahora en adelante, deberás dirigirte a mí como Lord Velastor T’nnac. Aunque Milord bastará.
Arkell sonrió, pero el gesto no era amistoso en absoluto. Sus afilados incisivos eran claramente visibles.
-¿Y por qué querría yo hacer eso?
-¿Cómo si no debería un esclavo alienígena dirigirse a su amo? –Advirtiendo la expresión en el rostro de Arkell, Cavv continuó rápidamente-. Bueno, en realidad actuarás como mi guardaespaldas. Vamos, velabri... Con esos ojos y esos dientes, no puedes esperar hacerte pasar por humano. Y todos sabemos lo xenófobos que son los residentes en los mundos del Núcleo...
El razonamiento pareció funcionar, al menos de momento. Obviamente, Arkell no estaba muy conforme con la situación, pero asintió mostrando su acuerdo a regañadientes.
-¿Ves? Te dije que todo iba a funcionar. Créditos fáciles, velabri. Todo lo que necesitas es un buen plan. Es como siempre dicen los jawas, “Chikkel atik binmett nikk jchimmen kha”.
-¿Qué significa?
-Sigue al bantha hasta el agua, pero vigila dónde pisas.
Arkell frunció el ceño.
-¿Qué tiene eso que ver con nada?
-Bueno, en realidad nada –dijo Cavv-, pero siempre me gustó esa frase.
-Buu-buip bup.
-Ya lo veo, Errecé –Cavv parpadeó dos veces, aturdido. Luego añadió en voz baja-: ¿Cómo has podido pasar esto alto?
-Pensé que habías dicho que todo iba a funcionar... créditos fáciles –dijo Arkell en tono burlesco mientras se inclinaba sobre los hombros del ladrón.
Las rutas espaciales estaban saturadas con naves de todas las formas y tamaños. Cavv nunca había visto tantas naves reunidas en un punto donde no estuviera teniendo lugar una guerra. Se contaban por cientos de miles y se desplazaban como una gigantesca manada de banthas. Sólo que en lugar de estar pastoreados por moradores de las arenas, era una flota de Destructores Estelares e incontables patrulleras imperiales. La gran esfera azul y verde de Corulag apenas podía verse entre toda la congestión.
Arkell estaba aturdido.
-Vaya reunión de naves. ¿Qué significa?
-Bueno, o bien la Oficina de Turismo de Corulag está regalando Estrellas de la Muerte al primer millón de visitantes –dijo Cavv secamente-, o el Imperio sabe que llegamos y ha sobrestimado extremadamente nuestras capacidades.
-Fuiip buii-bip.
-Hora de poner a prueba nuestra pequeña mascarada –respondió con calma Cavv, alcanzando el comunicador-. Nos están llamando...
El ladrón miró fijamente la pantalla por un instante, leyendo el mensaje que llegaba con una expresión de absoluta sorpresa.
-¿Qué ocurre? –preguntó Arkell con impaciencia.
-Espera un momento. Esto no puede estar bien... Errecé, efectúa un pirateo y mira a ver si puedes obtener algo más de información.
-Bo-bip.
-¿Y bien?
El ladrón alzó la vista, con una extraña expresión en su rostro.
-Era un mensaje automático dándonos la bienvenida a una fiesta de compromiso.
-Pues vaya fiesta...
Errecé soltó otra serie de pitidos, atrayendo la atención del ladrón de vuelta a la pantalla.
-Y que lo digas –dijo Cavv, poniéndose muy pálido-. La lista de invitados incluye a los gobernadores locales, al Moff Jamson Caglio, y a... –su voz subió una octava completa- Darth Vader.
Los ojos de Arkell comenzaron a rastrear las naves.
-¿Vader está aquí?
-No hasta dentro de otras nueve horas o así... justo antes de que comience la ceremonia.
-¡Por los ojos de Tarrek! –exclamó Arkell-. ¿Quién galaxias va a comprometerse aquí?
-Vastin Caglio, hijo mayor del Moff. Y su futura esposa es... Rivoche Tarkin.
El velabri meneó la cabeza.
-Ahora nunca podremos pasar la seguridad.
-Una vez me dijeron que “nunca es un estado de ánimo. Si estás tan seguro de que no puede hacerse, entonces no podrá hacerse.”
Arkell asintió solemnemente mostrando su acuerdo.
-Por una vez, lo que dices tiene sentido. ¿Dónde aprendiste un consejo tan sabio?
-Te sorprendería lo que puedes aprender tras un aterrizaje forzoso en los pantanos de un planeta deshabitado en medio de la nada. –Cavv ignoró la expresión de confusión de Arkell y se volvió a los controles-. Errecé, ¿crees que puedes añadirnos a la lista de invitados?
-Fuip bip.
Cavv dio unas palmaditas al droide y sonrió.
-Parece que vamos a asistir a nuestra primera velada imperial. –El ladrón se desabrochó el arnés del asiento del piloto y desapareció por el pasillo-. Espero que sirvan esos pequeños cilindros de multicarne en paquetitos de pan horneado.
Arkell se le quedó mirando.
-¿Y ahora qué estás haciendo?
-Bueno, buscar un regalo, por supuesto –dijo Cavv con un guiño-. No queremos bajar ahí con las manos vacías, ¿verdad?

***

El Devastador saltó del hiperespacio, casi chocando contra una gigantesca fragata de carga.
Sollaine miró fijamente el ventanal, atónito ante la inmensa reunión de naves.
-Por el Imperio, ¿qué está pasando aquí?
El comandante Gistol, el adjunto de la OIS de Sollaine, respondió rápidamente.
-Acabamos de ser contactados por el Destructor Estelar Anulador. Parece que hay una especie de fiesta de compromiso que va a tener lugar en Corulag.
-Aunque un Moff vaya a casarse con un wampa, no me importa. Simplemente atravesad este desorden y ordenad que se nos despeje un camino para nuestra fuerza de aterrizaje.
-Bueno, señor, hay un problema... –El comandante se agitó incómodo bajo la dura mirada de Sollaine y continuó con presteza-. Por motivos de seguridad, no se permite el aterrizaje en el planeta de ninguna nave sin la autorización adecuada. Supongo que por eso las rutas espaciales están tan congestionadas.
Sollaine avanzó a grandes zancadas hasta la consola de comunicaciones y presionó un dedo metálico contra el interruptor del comunicador.
-Pónganme con el oficial al mando.
Tras un instante, una voz cavernosa respondió.
-Aquí el almirante Nyran. ¿Con quién hablo?
-Al habla Sollaine, Comandante Central de la OIS. Exijo que me conceda autorización inmediata.
-Eso será imposible, señor –dijo Nyran-. Tengo órdenes muy estrictas.
-Estoy revocando esas órdenes –dijo Sollaine apretando los dientes.
-Lamento informarle, señor, de que no tiene autoridad para hacer eso. Mis acciones han sido dirigidas por Lord Vader en persona.
Hubo un absoluto silencio en el puente del Devastador. Los tripulantes más cercanos a la estación de comunicaciones retrocedieron tanto como el decoro les permitía, ya que Sollaine parecía a punto de estallar.
En cambio, su voz se convirtió en un suave y peligroso susurro, y habló al comunicador.
-Déjeme que comprenda la situación, almirante. ¿Qué ocurriría si enviase mis fuerzas de tierra a Corulag a pesar de las órdenes?
-Entonces nos encontraríamos con una situación de lo más desafortunada. Aunque considerando la fuerza de mi flota de batalla, sería misericordiosamente breve. ¿Está lo bastante claro para usted? ¿Señor?
Un costado del rostro de Sollaine se retorció en una parodia de una sonrisa.
-Claro como el cristal. Gracias, almirante. Nos retiraremos inmediatamente, entonces. Disfruten de la celebración. –Golpeó la consola con el puño, terminando abruptamente la comunicación.
Para gran alivio de la tripulación de comunicaciones, Sollaine se alejó de allí. Gistol se apresuró a seguirle, con la tableta de datos en la mano.
-Que se prepare una lanzadera clase Beta –dijo Sollaine en un tono que dejaba claro que no estaba de humor para que se discutieran sus órdenes-. Quiero una escuadra de Comandos de Asalto preparada y lista para salir en tres minutos. En ese instante, el Devastador se tomará un momento para abrir fuego sobre cualquier nave independiente a la vista, y luego escapará al hiperespacio. En la confusión, la lanzadera se abrirá paso hasta el planeta donde yo personalmente dirigiré todo este asunto. –Hizo una pausa, permitiendo que su mirada pétrea barriera todo el puente-. ¿Alguien tiene algún problema al respecto?
Nadie lo tuvo.
Sollaine asintió, luego tomó a Gistol del hombro.
-Tenemos trabajo que hacer...

***

Rivoche Tarkin se sorprendió de escuchar el timbre de su puerta. No esperaba a nadie. De hecho, había dado a los guardias órdenes de no molestarla. Ya era lo bastante malo que en pocas horas tuviera que estar interpretando el papel de amable anfitriona para medio sector. Todo lo que quería mientras tanto era un poco de paz y tranquilidad. ¿Era eso mucho pedir?
Con un largo suspiro resignado, Rivoche se levantó de la confortable tumbona en la terraza de su suite del ático. Caminó hacia la puerta, aumentando su fastidio a cada paso. Colocándose un mechón de pelo rebelde sobre la oreja, preguntó bruscamente:
-¿Quién es?
Hubo una ligera pausa.
-Entrega de flores, señora.
-Entonces déjelas junto a la puerta.
-Ehhh... tiene que firmar la entrega.
-Alguien de abajo puede hacerlo –dijo, cada vez más irritada-. Estoy ocupada.
-Son, hmm, flores delicadas. Puede que, hmm, se marchiten si no las pone en agua inmediatamente.
Alcanzando su límite, Rivoche tecleó en el panel y la puerta se abrió deslizándose y revelando a Cavv y Arkell. El ladrón sostenía bajo el brazo un paquete elegantemente envuelto, atado con un lazo.
-¿Qué está ocurriendo aquí? –preguntó ella.
Cavv estaba demasiado ocupado mirando a su socio para responderle.
-Esta es la última vez que te dejo intentar andar con sutilezas. Mejor que te limites a golpear cráneos. –El ladrón meneó la cabeza con disgusto-. Vaya idea, entrega de flores.
-¿Esto es alguna especie de broma? –Ella entrecerró los ojos, estudiando a la pareja.
Cavv mostró su mejor sonrisa.
-Estoy seguro de que puedo explicarlo todo.
-De algún modo, lo dudo. Pero siéntase libre de intentarlo y comience mientras llamo a mis guardias.
-No es una buena idea –avisó Cavv-. Se están tomando una prolongada siesta...
Rivoche lanzó de pronto la mano al panel de control. Pero antes de que la puerta pudiera deslizarse para cerrarse de nuevo, Arkell dio un paso adelante y extendió un brazo musculoso. La puerta permaneció abierta. Rivoche retrocedió dando un traspié, insegura de qué hacer.
Cavv rodeó al velabri y entró en la habitación.
-No pasa nada. Estamos aquí para ayudarle. –Observando la mirada en su rostro, añadió rápidamente-: El jawa cabalga a medianoche.
Rivoche se detuvo, inclinando la cabeza. Tras un momento de confusión, respondió.
-El jawa cabalga solo.
El ladrón asintió con aprobación y le tendió la mano.
-Hemos venido para sacarla de aquí. Esta usted en grave peligro, Rivoche.
Arkell entró, dejando que la puerta se cerrara tras él.
-Hay poco tiempo. Debemos darnos prisa...
Ella parecía ligeramente desorientada.
-Nunca pensé que llegaría este día...
Notando su intranquilidad, Cavv rodeó la cintura de Rivoche con el brazo.
-Por mucho que me duela decirlo, mi socio está en lo cierto. Nuestra mejor posibilidad de escape reside en la celeridad. Podemos aclarar las cosas cuando estemos a salvo fuera del sistema.
Rivoche asintió mostrando su acuerdo.
-¿Hay algo importante que necesite llevarse con usted? –preguntó Cavv.
-Todas mis posesiones importantes están en la finca de la familia, en Eriadu. No hay nada aquí que vaya a echar en falta especialmente.
-Bien, entonces vayámonos.
Ella hizo una pausa, mirando el regalo que llevaba Arkell.
-¿Eso es para mí?
Arkell soltó un bufido con sorna.
-Mujeres, siempre igual...
Rivoche puso los brazos en jarras y le miró fijamente.
-¿Qué se supone que significa eso?
-¿Podemos continuar con esta conversación más tarde, por favor? –preguntó Cavv, pulsando el panel de control.
Sollaine estaba esperando al otro lado de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho y una sonrisa de triunfo en el rostro. Detrás de él había un puñado de Comandos de Asalto imperiales con armadura negra, con las armas preparadas.
-Disculpe... Tengo motivos para creer que hay un traidor en su entorno –dijo Sollaine, mirando directamente a Rivoche con una sonrisa depredadora. Luego advirtió a Arkell y Cavv, y estrechó los ojos con aire suspicaz-. ¿Puedo ver sus invitaciones, caballeros?
-Por supuesto –dijo Cavv rápidamente-. Las tengo aquí mismo-. Mostró una sonrisa avergonzada al darse cuenta de que tenía las manos completamente ocupadas con el paquete-. ¿Puede sostener esto un momento?
Sin esperar respuesta, Cavv empujó el paquete en los brazos de Sollaine, haciendo que comandante de la OIS retrocediera de vuelta al pasillo. El ladrón cerró rápidamente la puerta justo cuando un disparo de bláster salió desde la entrada.
Conforme la puerta comenzaba a ceder bajo el fuego continuado, Cavv alcanzó un dispositivo de control atado a su cintura. Pulsándolo una vez, se lanzó al suelo y gritó:
-¡Abajo!
Los reflejos de Arkell tomaron el mando y el guerrero obedeció sin decir palabra, llevándose al suelo consigo a una confusa Rivoche.
La atronadora explosión que llegó a continuación pareció sacudir todo el edificio. Los restos quedaba de la puerta salieron desencajados de su marco y cruzaron volando todo el apartamento, chocando contra la pared opuesta. Humo y cenizas cubrieron la habitación, y todo quedó oscuro por unos instantes.
Arkell se puso en pie, ayudando a Rivoche a hacer lo mismo. Cavv tosió ligeramente y se limpió el rostro. Los tres estaban cubiertos de oscuro hollín, pero por otra parte indemnes.
No había ni rastro de Sollaine o sus Comandos de Asalto, pero el pasillo mostraba la marca de un inmenso agujero en la parte del suelo donde se encontraban. Unos cuantos transeúntes sorprendidos miraban confusos desde abajo a través de la apertura.
El techo había sufrido un destino similar como resultado de la explosión, ofreciendo una espléndida vista del cielo azul de Corulag.
-¿Qué había en ese regalo? –preguntó Rivoche.
-Termita –respondió Cavv.
-Estoy realmente conmovida –dijo ella.
-Nunca falla –dijo el ladrón con un teatral movimiento de cabeza-. Tratas de hacer algo bonito por alguien y termina estallándote en la cara.
Arkell puso los ojos en blanco.
-Si los dos habéis acabado de intercambiar agudezas, me gustaría marcharme. Preferiblemente antes de que alguien avise a las autoridades de nuestro improvisado ajuste de la decoración del edificio.
-Yo no diría que sea una gran mejora –dijo Rivoche, arrugando la nariz.
Cavv hizo un teatral mohín.
-Ahora todos somos críticos de arte...

***

Dolor.
Era toda la consciencia que podía abrazar por el momento. La agonía era tan abrumadora que no había lugar para nada más.
La cegadora luz blanca no se desvaneció, pero otra funciones comenzaron a regresar lentamente.
Recuerdos.
Con su visión borrosa, las imágenes recordadas era todo lo que tenía para apoyarse. Lo último que recordaba era arrojar lejos de sí el paquete. La orden para que la escuadra abriera fuego...
Y luego su mundo estalló con fuerza y furia.
Supuso que los cuerpos acorazados de los Comandos de Asalto que le rodeaban le habían proporcionado un escudo adecuado. De otro modo, habría compartido su destino...
Sus ojos comenzaron a enfocarse y se dio cuenta de que el gran borrón azul era en realidad el cielo. En ese momento, supo que debía de estar sobre el tejado.
Con gran dolor, tomó nota de sus heridas. Algo iba mal internamente; podía sentir movimientos inusuales dentro de su cavidad torácica. Le costaba tomar aliento, pero por otra parte la respiración no se había visto afectada. Incontables cortes y magulladuras habían encontrado su hogar bajo los desgarrados restos de su uniforme.
Flexionó las manos, confortado por el chasquido metálico de sus garras. Sus piernas estaban igualmente intactas, y tras un pequeño esfuerzo, consiguió ponerse en pie.
Con cautela, Sollaine dio un paso, y luego otro. Y otro. Pronto se hizo más fácil ignorar el dolor.
Sonrió lo mejor que pudo, a pesar del gran tajo rojo que dividía en dos su rostro.
Mientras siguiera con vida, no habría dudas sobre el resultado. Vader había planteado un desafío sobre la supremacía, pero sería Sollaine quien ganaría el juego.
Sólo era cuestión de tiempo.