El (no tan)
gran golpe de Hondo Ohnaka
Jason Fry
Era un día de verano en Florrum, lo que significaba
que las llanuras ardían, los generadores estaban sobrecargados, y el último
lugar donde Hondo Ohnaka quería estar era una oficina desastrosa repleta de desaseados
piratas weequay. Y, para colmo, el holoproyector se negaba a funcionar por
muchas veces que el jefe pirata lo golpeara con su puño.
-Amo, le está dando al botón de apagado –protestó
4A-2R, intentando abrirse paso entre la curtida piel de Finn, Tegotash y Goru.
Tegotash, molesto, empujó al droide de protocolo con ojos de insecto contra
Goru, y este amenazó al desafortunado autómata con un desensamblaje inmediato.
-Cuatro-a, en cuanto termines de molestar a los
caballeros hablaremos de negocios –dijo Hondo.
Uno de los golpes de Hondo impactó en el
interruptor de encendido, y los piratas emitieron sonidos de apreciación al ver
el crucero brillante con morro afilado que ahora flotaba en el aire sobre el
escritorio.
-Nuestro objetivo es el Marinero de Salin, que viaja de Lianna a Botajef –dijo Hondo-. Un
crucero C-Uno con dieciocho pasajeros
en primera clase, disfrutando de la mejor hospitalidad que Excursiones Salin
puede ofrecer.
Hondo se levantó las gafas y sonrió.
-¡Oh, qué vistas contemplarán en el fabuloso Salin!
¡Los Rápidos de Fuego de Mazuma! ¡El Enjambre de Cometas de Carpastor! ¡Y como
colofón, unos pocos afortunados visitarán las llanuras de Florrum y observarán
de primera mano una auténtica base pirata en funcionamiento!
La mayoría de los piratas rieron y vitorearon...
sólo la apresurada advertencia de Hondo evitó que Dagu Flask lo celebrara
disparando su pistola a la lámpara. Pero algunos de los weequays parecían
confusos.
-El viaje a Florrum vendrá después de que los
secuestremos de la nave y los retengamos pidiendo un rescate –dijo Hondo, más
lentamente esta vez.
Ahora todo el mundo vitoreaba; incluido el mono
lagarto kowakiano Pilf Mukmuk, que cacareaba alegremente desde su lugar
habitual subido al hombro de Hondo.
-Será un placer volar un agujero en esa preciosa
nave –gruñó el corpulento Goru-. ¡La detendremos en seco y luego la saquearemos
a placer!
Hondo hizo callar los vítores.
-Un momento, un momento... una operación como esta
requiere sutileza y finura. Seleccionaremos a nuestros invitados después de una
inspección personal durante la travesía. Una vez que los hayamos elegido,
montaremos una distracción, haremos que el Marinero
se detenga, y habremos entrado y salido antes de que las fuerzas policiales del
sector puedan llegar.
-Pero yo quería volarle un agujero –refunfuñó Goru.
-¿Quién elegirá a los afortunados pasajeros, jefe?
–preguntó Tegotash.
-Ah –dijo Hondo-. Para ese trabajo necesitaremos
alguien sofisticado y culto, un viajero refinado que pueda mezclarse con los
altos estratos de la sociedad galáctica.
Los piratas parecían confusos.
-Eh, estoy hablando de mí mismo, por supuesto –dijo
Hondo-. ¡Contemplad a Rondo Rosada, magnate de importaciones y exportaciones, y
coleccionista de arte!
-Pero jefe, ¿no necesitarás apoyo para tomar los
rehenes?
-Nuestro socio en Excursiones Salin ha dispuesto de
tres huecos a bordo del Marinero.
Turk y Piit se unirán conmigo en el crucero.
Los piratas miraron con envidia a Turk Falso y a
Piit Pata de Palo.
-¡Eso sí que es piratería de alto nivel! –dijo
Sabo, y luego comenzó a reírse a carcajadas-. ¡Imaginaos a la vieja Piit
vestida con las galas de una princesa sakiyana!
Piit meneó sus trenzas con aire ofendido.
-Puedo acicalarme muy bien. A diferencia de un
mugriento duende espacial como tú.
Hondo silbó para detener la discusión que se
avecinaba.
-Lamentablemente, sólo hay un hueco disponible en
primera clase. Turk y Piit se harán pasar por miembros de la tripulación, y me
ayudarán (heroicamente, sin duda) desde las cubiertas inferiores.
-¿Las cubiertas inferiores? –gimió Turk, dejando
caer los pliegues de piel de su mandíbula.
-Las cubiertas inferiores –dijo Hondo-. Servicio de limpieza, para ser exactos.
***
Hondo se alisó las rayas de su jubón de terciopelo
negro, frotó su monóculo de cristal en una manga, y luego salió a la cubierta
de paseo del Marinero de Salin. En el
exterior de las ventanas de transpariacero, el agitado caos del hiperespacio
bullía y se arremolinaba. Pero en el interior, un cuarteto del Lejano Dostony
tocaba un majestuoso vals, mientras criados de librea flotaban alrededor de las
tres mesas, llevando cócteles y bandejas de exquisiteces.
-¿Señor Rosada? –preguntó una joven humana vestida
con la librea de la nave-. Sus compañeros de mesa ya le están esperando, señor.
¿Puedo traerle algo del bar? ¿Un Reserva Corelliano tal vez?
-Espléndido –dijo Hondo, parpadeando soñoliento.
Tras encontrar de su agrado su bien surtida suite, había solicitado una
pedicura (lo mejor para lucir sus pantuflas de lana gaber) y luego había
disfrutado de una larga siesta vespertina entre sábanas de brilloseda-. De
hecho, capullito mío, ¡que sea doble! ¡Estoy de celebración!
-Doble, entonces –dijo la criada con una sonrisa,
ofreciéndole una silla en la mesa central-. Y este es su asiento, señor.
Hondo se acomodó en su silla y sonrió a sus
compañeros de mesa: una joven wrooniana, casi-humana y de piel azul, y un
wrooniano gordo y de más edad con un abrigo bermellón; un gotal calvo, con
barba y cuernos; un siniteen con ojos pequeños y brillantes y una cabeza calva
que parecía un cerebro al aire libre; y un bivall de piel color salmón que
llevaba broches enjoyados en sus zarcillos oculares giratorios.
-Buenas noches a todos ustedes, damas y caballeros
–dijo Hondo-. Soy Rondo Rosada, de... ¡GRAN MADRE DE QUAY, ME ESTÁN DEVORANDO!
Hondo se apartó de un salto de la mesa, sujetando
entre sus manos uno de sus pies enfundados en pantuflas.
-Le han lamido los dedos de los pies, ¿verdad?
–preguntó el wrooniano mayor, con una risita-. Sólo son Higgs y Twiggs diciendo
hola. ¡Salid de ahí, gamberretes!
Levantó el mantel y aparecieron dos cabezas
alargadas cubiertas de pelaje verde, con sus lenguas púrpura colgando en el
aire.
-Papi quiere a sus perros de pantano kobarianos
casi tanto como a mí –dijo la wrooniana con una sonrisa afectada-. Higgsie y
Twiggsie son perros de exhibición; un regalo de bodas para mí y mi prometido.
-Valen una fortuna –dijo su padre-. Son parte de la
dote de mi querida Pelf. Es un matrimonio concertado, claro está; no somos
plebeyos.
Hondo volvió a sentarse, apartando de su jubón las
manos de los sirvientes que trataban de alisárselo, y sus pies calzados con
pantuflas buscaron la seguridad entre las patas de su silla. Llegó su brandy, y
durante los aperitivos conoció a sus compañeros de mesa. Los wroonianos eran
Pelf Pachoola y su padre Fume, de camino a Botajef para las nupcias de la
joven. El siniteen, era un empresario que diseñaba interfaces de HoloRed,
mientras que el bivall era Usk Haffa, quien orgullosamente se proclamaba como
el mayor propietario de superficies comerciales en Protobranch. El gotal, Dix
Tarfait, dijo con un gruñido que era un pequeño hombre de negocios, y luego
siguió manteniendo un hostil silencio.
-¿Y usted a qué se dedica, Rosada? –preguntó Fume,
haciendo ruiditos de besos mientras daba menudillos de ave a Higgs y Twiggs.
-Oh, un poco a todo –dijo Hondo, haciendo señas
para pedir otro brandy-. Importación y exportación, transporte de mercancías y,
hmm, adquisición de personal. No es mucho, pero es suficiente para darme un
capricho como este ocasionalmente.
-Yo no trabajo –murmuró Fume, sacudiéndose una mota
de polvo de su largo abrigo-. La fortuna de mi abuelo me libró de tal
indignidad. La sola idea me resulta humillante.
-Hable por usted –gruñó Monchan sin levantar la
mirada de su tableta de datos-. Mi empresa Monchantrónica, obtuvo quinientos
millones de créditos de beneficio neto en el último trimestre fiscal. Nuestra
primera emisión pública de acciones sale a la venta en la Bolsa de Valores de
Mileva el mes que viene. Todo gracias a una amplia visión y el trabajo duro.
-Obviamente yo no he trabajado lo bastante –dijo
Haffa-. Puede que usted se sienta como entre algodones, señor Rosada, pero a mí
no me impresionan nuestros alojamientos. Los camarotes están prácticamente
hechos jirones, los holos son del mes pasado, y aunque en las botellas ponga
Reserva Corelliano, lo que nos están sirviendo es brandy vasariano.
-Me gusta el vasariano –gruñó el gotal.
-Estoy de acuerdo; este crucero es como una
acampada –gruñó Fume-. Al menos no estamos perdiendo el don de gentes.
Sus compañeros de mesa rieron entre dientes y Hondo
miró fijamente su brandy mientras aparecían camareros con platos tapados.
Decidió no comentar los gherks en gelatina hasta estar informado de sus
deficiencias.
Hondo se dio cuenta de que su servilleta estaba
todavía sobre la mesa y se la colocó en el regazo. Parecía que había demasiados
tenedores –por la galaxia, la mesa estaba cubierta
de ellos- y miró con disimulo a Pelf, esperando a ver qué utensilio tomaba.
Pero ella estaba cotorreando con su padre acerca de arreglos florales, mientras
Haffa y Monchan discutían sobre impuestos arancelarios de la Federación de
Comercio. Nadie comía, ni mostraba ninguna señal de hacerlo. El estómago de
Hondo rugió.
Claramente eso pedía otro brandy, fuera cual fuese
la calidad.
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