-¿Ha escuchado eso? –preguntó Tarfait-. Hemos
salido del hiperespacio.
-Estoy seguro de que es pura rutina –dijo Hondo con
un bostezo.
Casi lamentaba que su tiempo con sus compañeros de
mesa estuviera a punto de terminar. Había pasado el tercer día sin preocuparse
por los tenedores, sin permitir que las rabietas de Pelf alterasen sus nervios,
sin diseccionar cada pregunta de Monchan en busca de insultos ocultos. En lugar
de eso, había paseado por el Paseo Vista, había echado siestas, había contado
historias de Porla el hutt, había cenado y había pedido muchas veces que le
rellenaran la copa con brandy vasariano, el cual había resultado ser bastante
de su agrado.
Y ahora todo estaba terminando, pensó, comprobando
su cronómetro.
Hmm. De hecho, ya debía de haber comenzado a
terminar.
Hondo se disculpó y se escabulló a la unidad
sanitaria, donde un asistente con la librea del Marinero y aspecto sombrío estaba en su puesto junto al lavabo.
-¿Es que ya no existe el concepto de privacidad? –preguntó
Hondo-. ¡Fuera!
-Es mi trabajo –protestó el asistente.
-¡Observa el milagro de los pulgares oponibles!
¡Eso significa que soy capaz de lavar mis propias manos y tomar yo mismo un
mentolado cardelliano de la cestita!
Un chip de crédito voló por el aire y apresuró la
partida del asistente, y Hondo sacó su comunicador... que aún conservaba un
desagradable olorcillo a estómago de perro de pantano.
-¿Goru? ¿Por qué estáis tardando tanto?
-Las minas se han activado según lo planeado, jefe –dijo
Goru-. Pero el capitán no nos deja subir a bordo. Creo que no nos cree.
-Si hay algo que no me gusta, es un escéptico. ¿Has
seguido el guión?
-Bueno... se perdieron algunas páginas, así que
Gwarm y yo improvisamos.
-¿Qué os he dicho acerca de improvisar?
Goru parecía alarmado.
-¡Jefe! ¡Se acercan las fuerzas del sector!
Hondo suspiró.
-Me llevaré a los prisioneros en una cápsula de
escape.
-Pero la distracción...
-Oh, vuela un agujero en la nave.
***
Cuando el Marinero
se estremeció, Hondo estaba preparado.
-Si eso no es un misil de impacto, yo soy un
cachorro de bantha –dijo, terminando su brandy-. Síganme todos. Rápido y en
silencio; no queremos que cunda el pánico.
Tarfait se puso en pie. Pelf jadeó y se llevó una
mano a la boca. Monchan y Haffa intercambiaron una mirada de preocupación.
-No hay nada que temer, señores; que todo el mundo
mantenga la calma mientras investigo –dijo al resto de pasajeros de primera
clase, y luego bajó la voz-. Diríjanse a las cápsulas de escape de la escalera
de estribor.
Para fastidio de Hondo, Pelf se agarró a su brazo,
con los ojos abiertos de terror. Sintiendo su angustia, Higgs y Twiggs
comenzaron a aullar.
Hondo pulsó el botón de apertura de la escotilla de
la cápsula de escape. En la distancia, escuchó gritos y ruido de pasos.
-¡Señor Tarfait, sígame a la libertad! –dijo,
agarrando al estupefacto gotal y lanzándolo al interior de la cápsula-.
¡Monchan! ¡Haffa! ¡Apresúrense!
-¿Eyectarnos en una zona de combate? –preguntó Monchan-.
¿Está usted loco? Yo voy a la sala segura de la Intersección Besh.
-Y yo –dijo Haffa.
-¡No hay tiempo para discutir! –dijo Hondo.
-Estoy de acuerdo –dijo Monchan-. Hasta la vista,
Rosada.
-Tiene usted razón; llévese a la señorita Pachoola
con usted –dijo Hondo.
-¿Esa lunática chillona? –dijo Monchan por encima
de su hombro-. Es problema suyo.
-¡Quiero salir de esta nave! –gemía Pelf-. ¡Las
mujeres y los niños primero!
-Pelf, mi tesoro de zafiro... –comenzó a decir
Hondo, pero Pelf ya se había lanzado al interior de la cápsula.
Higgs y Twiggs comenzaron a ladrar. Dándose la
vuelta, Hondo vio a Turk y Piit haciendo avanzar a empujones a los pasajeros,
con las pistolas alzadas. Antes de que Hondo pudiera avisarles, esquivaron a
Monchan y Haffa.
-¡No! ¡Detened a esos dos! –exclamó Hondo.
-¡No hay tiempo, jefe! –respondió Turk-. ¡El
capitán ha repartido armas! Y la Patrulla del Sector acaba de salir del
hiperespacio. ¡Corramos!
Turk y Piit pasaron junto a él y entraron en la
ahora abarrotada cápsula de escape. Ceñudo, Hondo les siguió. Fume, con ojos
salvajes, permaneció en el pasillo con Higgs y Twiggs.
-¡Pelf! –exclamó Hondo-. ¡Quédate con tu padre!
-¡NO! ¡PAPI! ¡NO ME DEJES!
-¡Dejadme salir! –se quejó Tarfait.
-¡Turk! –gritó Hondo-. ¡Pulsa el botón de eyección!
Un Fume frenético se abrió paso al interior de la
cápsula. Hondo trató de empujarlo de nuevo al pasillo, sólo para conseguir que
Higgs y Twiggs le tiraran al suelo y le impidieran levantarse, comenzando a
lamerle la cara.
-Turk, pulsa el botón de eyección –dijo Hondo con
un suspiro, activando su comunicador.
La cápsula salió despedida del Marinero de Salin, y luego comenzó a dar tumbos.
-¡Lo hemos conseguido! –exclamó Pelf con un
chirrido estridente-. ¡Espero que Higgsie y Twiggsie no se mareen!
-Oh, no –dijo Hondo.
***
Hondo y Turk observaban cómo el carguero
desaparecía en el cielo sobre Florrum. El capitán que había entregado el brandy
vasariano había protestado poderosamente cuando se le ordenó que se llevase a
Fume, Pelf y dos perros de pantano además de Tarfait, pero una impresionante
cantidad de armas apuntando en su dirección habían detenido sus quejas.
-¿Cuántos créditos hemos pagado y cuánto tiempo hemos
perdido a cambio de ocho cajas de grog? -preguntó Turk con disgusto.
-Bath... las matemáticas son para escolares y
contables, no para aguerridos piratas como nosotros –dijo Hondo.
-El novio de la chica dijo que podíamos
quedárnosla. El viejo dijo que preferiría morir antes que pagarnos. Los perros
de pantano comían diez kilos de comida al día. Y el gotal mintió acerca de que
tenía dinero.
-Eh, era bastante rico como para conseguirnos ocho
cajas de grog –dijo Hondo-. Y además pudimos conseguir al señor Pachoola de que
nos dejase este excelente abrigo.
-Me olvidaba de tus lujosas ropas –bufó Turk-.
Supongo que entonces es un triunfo, después de todo.
-La diferencia entre tú y yo, Turk, es que yo soy
un incansable optimista –dijo Hondo-. Hoy, Florrum... y este abrigo, y este
grog. Mañana, ¡las estrellas!
-Eres un optimista porque no has tenido que
trabajar en el servicio de limpieza. Ni limpiar vómito de perro de pantano.
-Trata de no vivir en el pasado, Turk –dijo Hondo-.
No es bueno para el ánimo.
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