lunes, 30 de junio de 2014

Crisis de fe (XI)



La primera advertencia fue un estallido de Lenguaje de Soldado desde un altavoz oculto a unas pocas manzanas de distancia.
-Soldados ocultos –exclamó Lhagva, traduciendo-. Alzaos y atacad a los invasores de armadura blanca.
-¡A las seis! –gritó de pronto uno de los otros soldados de asalto, apuntando con su E-11 hacia el borde de la zona de paraguas de escudo-. Parece... debe haber un centenar de Soldados, saliendo de las casas de los Obreros.
Lhagva sintió que se le secaba la boca. Un centenar de Soldados, contra treinta y seis soldados de asalto. Nada bueno.
-Tenemos otros ciento cincuenta a las tres –indicó alguien más con voz tensa-. Apuesto a que no quieren que nos acerquemos al palacio.
-Suerte que de todas formas no queramos ir en esa dirección –dijo Sanjin con su calma habitual-. Aquí llega el contingente desde el vector cero.
Apenas habían salido las palabras de su boca cuando la mitad occidental de la ciudad estalló de repente con fuego láser cuando una docena de cañones láser ocultos abrieron fuego sobre los TIEs que les sobrevolaban.
-Ya era hora –gritó Sanjin por encima del estruendo-. Armazones-A, deteneos; artilleros, tomad los E-Webs. Kicker, encuéntrame algún edificio útil.
Lhagva apartó la mirada de los grandes seres insectoides que se acercaban por su retaguardia, con sus cortas espadas y sus pesadas mazas brillando bajo la luz del sol atenuada por el escudo, y echó un vistazo por el paisaje delante de ellos. Ahí estaba el contingente del vector cero, tal y como Sanjin había dicho: otro centenar o más de Soldados que habían abandonado sus lugares a lo largo de la ruta de inserción de los juggernauts y se dirigían hacia los soldados de asalto.
Y esa era la dirección en la que se esperaba que fuera la fuerza de as alto de Sanjin.
Lhagva miró al oeste. Hasta ahora, esa zona aún seguía libre de quesoth. Si Sanjin daba la orden, y si hacían girar los armazones-A y los exprimían al límite, probablemente podrían salir fuera de los paraguas de escudo, hacia la cobertura de los TIE que se encontraban delante de los tres grupos de Soldados.
Pero eso significaría retirarse. Y los soldados de asalto imperiales nunca se retiraban. No cuando tenían un trabajo que hacer.
Ni siquiera cuando eran superados en número por diez a uno.
-¿Kicker? –preguntó Sanjin.
-Sí, señor –respondió un soldado de asalto de una de las otras escuadras, con los ojos fijos en el sensor portátil que colgaba de su hombro-. Uno de los generadores de escudo está ahí. –Señaló una casa modesta justo enfrente y al este-. El siguiente más cercano está por ahí –añadió, señalando otra casa al noroeste-. ¿Es suficiente, o quiere otro más?
-Dos deberían bastarnos –dijo Sanjin, mirando a un lado y a otro, a los grupos de Soldados que se acercaban-. Si podemos inutilizar ambos generadores, debería abrir el cielo lo suficiente para que los TIES pasen por los huecos y accedan a toda la ciudad. Escuadra tres, os ocuparéis de la casa al este. Escuadras uno y dos, venís conmigo a la otra.
Hubo otro estallido de Lenguaje de Soldados desde el altavoz cercano.
Soldados del norte y el este, reuníos al nordeste en la ubicación de armamento; defended y atacad desde ahí –tradujo Lhagva-. Soldados del sur, seguid vuestro rumbo actual.
-¿A qué se refiere con ubicación de armamento? –preguntó Sanjin-. ¿Un almacén de armas, o una de esas baterías láser?
-No lo sé –dijo Lhagva-. El término podría aplicarse a cualquiera de las dos cosas.
-Una batería láser tendría más sentido –decidió Sanjin-. Nuevo plan: escuadra tres a la casa del este, escuadra dos al noroeste, escuadra uno conmigo. Nos asentaremos en alguna parte, esperaremos a que ellos mismos nos señalen la ubicación de armamento, y tratamos de entrar. Granadas de humo; dos por fuerza enemiga. ¿Todo el mundo listo? Granadas: lanzad.
Las granadas apenas habían impactado en el suelo cuando, en la distancia, el juggernaut de retaguardia que se adentraba en la ciudad explotó.

Crisis de fe (X)



El sexto de los nueve juggernauts había pasado bajo el borde de los paraguas de escudo, y la fuerza de tropas de asalto estaba casi a mitad de camino de flanquear su objetivo, cuando finalmente llegó la orden.
-Comandante Fel, puede iniciar su patrón de ataque –dijo Thrawn-. Veamos a qué nos enfrentamos exactamente.
-Recibido, almirante –dijo Fel, haciendo girar su caza en un suave arco hacia la parte occidental de la ciudad. Thrawn había asumido que Nuso Esva cerraría por completo todo el conjunto de paraguas de escudo salvo en las zonas al oeste de la ciudad. Pero incluso las suposiciones seguras al 90 por cien debían ser confirmadas, y los TIEs de Fel eran la opción lógica para hacerlo. Especialmente cuando de todas formas no tenían nada mejor que hacer.
Como de costumbre, Thrawn había estado en lo cierto. El barrido del Escuadrón Gris había confirmado que el resto de la ciudad estaba cubierto por completo, con huecos que no eran lo bastante grandes ni para dejar pasar un droide MSE por ellos. Sólo en el sector occidental, donde Nuso Esva había plantado sus trampas, había algo que Fel pudiera usar.
Con los juggernauts y las tropas de asalto camino de la batalla, era el momento de que los TIEs convencieran a Nuso Esva para empezar a hacer saltar esas trampas.
Resultó que el antiguo señor de la guerra no necesitaba ser convencido. Fel estaba pasando sobre el juggernaut que iba en cabeza y comenzando a girar cuando la ciudad bajo él estalló en fuego de cañón láser.
-¡Acción evasiva! –exclamó Fel, realizando un tirabuzón con su caza cuando un disparo atravesó uno de los huecos en el escudo y pasaba rozando su ala de babor. Aunque en realidad sus pilotos no necesitaban esa advertencia-. Apuntad a esos lásers y destruidlos.
Estaba lanzándose a una distancia peligrosamente corta del bosque de paraguas de escudo cuando divisó el enjambre de Soldados quesoth apareciendo desde sus escondites en el anillo de hogares de los Obreros, directamente por detrás de las tropas de asalto del teniente Sanjin.

viernes, 27 de junio de 2014

Crisis de fe (IX)



-Excelente –dijo Nuso Esva, curvando hacia atrás sus labios en una sonrisa y centrando sus facetados ojos amarillos en la hilera de ocho grandes pantallas que los otros cabello tormentoso habían colocado en la zona de reunión de la Morada de los Huéspedes-. Si podemos estar seguros de algo con Thrawn, es de que siempre cumple su horario. –Señaló a uno de los monitores-. Observe, oh, Reina. Ahí llegan sus soldados.
La Reina se inclinó acercándose a la imagen. Disimuladamente, Trevik hizo lo mismo. Los soldados de armadura blanca se dirigían hacia el norte a través de la zona sudoeste de la ciudad, montados en tres estructuras de metal de aspecto frágil que avanzaban a trompicones. En una de las otras pantallas, otros vehículos más grandes y robustos se adentraban rugiendo en la ciudad por la Avenida del Sol Poniente.
Y al igual que los soldados, los grandes vehículos se desplazaban en línea recta. Trevik no sabía gran cosa sobre tácticas, pero eso le parecía estúpido incluso a él.
Aparentemente, también le parecía así a la Reina.
-Ordenaré a mis Soldados que ataquen –dijo, tomando el hablalejos especial que descansaba junto a su reposabrazos, con sus cables serpenteando por toda la sala hasta el conector en la pared-. Acabarán rápidamente con ellos.
-Aún no –dijo Nuso Esva, levantando una mano-. Aún no.
Trevik se estremeció. La mano extendida era una señal de mando, un gesto que Trevik había usado muchas veces cuando supervisaba Obreros, y uno que había recibido a su vez de sus superiores Midlis y de algún que otro Circúleo.
Nadie había usado nunca semejante gesto hacia la Reina de los Rojos. Jamás. El mero hecho de pensar en semejante insulto era algo fantástico e inaudito.
Y, una vez más, la Reina no dio ninguna muestra de tal ultraje.
-Entonces, ¿cuándo? –se limitó a preguntar.
-Sea paciente, oh, Reina –dijo Nuso Esva. Para alivio de Trevik, bajó la descortés mano de nuevo junto a su costado-. Los cazas enemigos están a punto de realizar su primer intento de entrar en mi trampa. Cuando lo hagan, mis soldados abrirán fuego con los cañones bláster ocultos que he preparado...
-Los cañones ocultos que mis Obreros han preparado –le corrigió la Reina.
Trevik no estaba seguro, pero le pareció ver que los ojos de Nuso Esva brillaban con nuevo fuego.
-Los cañones que sus Obreros han preparado –corrigió con frialdad-. Una vez abran fuego, destruyendo o dispersando los cazas, los cañones que he... –inclinó la cabeza-... los cañones que sus Obreros han colocado a lo largo de la Avenida del Sol Poniente destruirán el primero y el último de los juggernauts de la hilera. Entonces ordenará a sus Soldados que destruyan a las tropas de asalto. Todo va como había predicho. –Nuso Esva volvió los ojos hacia Trevik-. Exactamente como yo había predicho –añadió.
-Sí –dijo la Reina, y por el rabillo del ojo Trevik pudo ver cómo se volvía hacia él. Automáticamente, alzó la copa mientras él se volvía también hacia ella.
Pero para su sorpresa, ella no bebió. Para sorpresa aún mayor, continuó mirándole fijamente.
-¿Oh, Reina? –preguntó, sin saber qué otra cosa decir.
-Nuso Esva de los Primeros de los Cabello Tormentoso en realidad no lo ha predicho todo –dijo-. Tú, Trevik de los Midli de los Séptimos de los Rojos, me has traicionado.
Trevik se quedó helado, con una horrible oleada de miedo y vergüenza explotando en su interior. Ella lo sabía. Sabía lo de su hermano Jirvin y los demás que habían estado en la casa esa noche. Sabía lo de la cámara que Trevik había introducido en la Morada de los Huéspedes. Sabía que Trevik había dado esa cámara a su hermano, quien se la había entregado a Thrawn, el enemigo.
Y Trevik sabía que podía darse por muerto. La Reina llamaría a los Soldados del exterior, y ellos le matarían...
-Cálmese, oh, Reina –dijo Nuso Esva con calma-. Le está asustando. En cualquier caso, difícilmente puede considerarse traición cuando sus acciones son una parte deliberada y necesaria de un plan.
-Las acciones de los Midli pueden haber sido parte de su plan, Nuso Esva –dijo la Reina, sin dejar de mirar fijamente a Trevik-. Pero en el fondo de su corazón, han cometido traición contra su Reina.
-Pensábamos que él le estaba controlando –susurró Trevik, encontrando finalmente su voz-. Me dijeron que le estaba controlando.
-Nadie controla a una Reina de los Quesoth -dijo la Reina con tono sombrío-. Es ella quien controla.
-Cosa de la que deberías haberte dado cuenta desde el principio –dijo Nuso Esva-. ¿Cómo si no crees que ese Circúleo iba a estar dispuesto a fingir que cometía traición? Actuaba así por órdenes de su Reina para poder persuadirte de que tomaras las imágenes que yo quería que Thrawn tuviera.
Trevik apartó su mirada de los ojos fijos de su Reina.
-Persuadirme... –comenzó débilmente.
-Imágenes de eso –dijo Nuso Esva, señalando con la mano los muros de la zona de reunión. Incluso con su rostro y su voz alienígenas era imposible que Trevik dejara de apreciar su profunda y malvada satisfacción-. Obras de arte cuidadosamente seleccionadas para conducir a nuestro inteligentísimo gran almirante a las adecuadas conclusiones erróneas sobre mi estrategia.
Trevik podía sentir cómo el aliento le llegaba en breves y dolorosos jadeos. Jirvin también había dicho eso acerca de Thrawn, que a través del arte podía leer los corazones ocultos de la gente. Trevik había aceptado la palabra de su hermano, pero nunca había creído realmente en ella.
Ahora, al sentir cómo el triunfo de Nuso Esva caía sobre él, supo que realmente era cierto.
-No lo crees, por supuesto –continuó Nuso Esva-. Nadie lo hace. Pero no te quepa duda, Thrawn es capaz de llevar a cabo tal magia. El propio confidente y aliado de la Reina permaneció a bordo de la caravana estelar el tiempo suficiente para poder confirmarlo-. Esta vez, sus ojos brillaron sin lugar a dudas-. Antes de que retirara a todos vuestros aliados stromma de la batalla.
-Cosa que habría hecho igualmente sin la traición de este Midli –dijo la Reina.
-Cálmese, oh, Reina –volvió a decir Nuso Esva-. Deje que observemos y saboreemos la derrota de nuestro enemigo sin esas nimias distracciones. Ya habrá tiempo de sobra más adelante para ejecutar a este Midli y a sus amigos si ese es su deseo. –Se volvió de nuevo hacia las pantallas-. Además, me atrevería a decir que Thrawn tendrá uno o dos trucos más esperando en su manga. Observe... y vea cómo anticipo y destruyo cada uno de ellos.

jueves, 26 de junio de 2014

Crisis de fe (VIII)



El cuarto de los nueve tanques juggernaut había aparecido en la distancia cuando la escuadra de Lhagva salió de su transporte en el primero de los tres vehículos de armazón-A de la fuerza de ataque.

El armazón-A era un aparato sencillo que, según le habían dicho a Lhagva, había sido adoptado de otro de los mundos liberados por Thrawn. Su estructura se parecía mucho a un perchero plegable en forma de A, con ruedas, como los que había visto siendo empujados o arrastrados por las ajetreadas aceras del distrito comercial de su propia ciudad natal. Sin embargo, el armazón-A era mucho más robusto que eso, con ruedas mucho más grandes, un blaster de repetición pesado E-Web/M montado en la parte superior, un motor en el centro, y suficiente espacio a cada lado para que cinco soldados de asalto estuvieran de pie, mirando hacia el exterior. Con el par de estrechos asientos en la sección central para el conductor y el artillero, el vehículo podía transportar una escuadra completa de soldados de asalto de forma rápida y eficiente por terreno medianamente irregular.

La pega, en la que Lhagva siempre pensaba cuando montaba en una de esas cosas, era que también dejaba a los miembros de la escuadra apiñados unos con otros y por tanto vulnerables a una emboscada.

Pero hasta ahora el enemigo no había dado semejante paso. Las casas junto a las que pasaban los tres armazones-A no mostraban signos de vida, ni siquiera la ocasional mirada furtiva de un rostro curioso por ninguna de las ventanas. Aparentemente, todos los Obreros estaban fuera de la ciudad, como era habitual a esa hora de la mañana, trabajando en los campos, bosques y minas que se extendían más allá de la zona urbana.

Y en cuanto a los Soldados, la mayoría de los que Lhagva podía ver desde su posición estaban reunidos en grupos a lo largo del camino previsto de los juggernauts, unos cientos de metros al norte. Daban la espalda a los armazones-A que se acercaban, sin dar muestras siquiera de que tres escuadras de soldados de asalto se acercaban a ellos por el sur. Era como si Thrawn hubiera engañado por completo a Nuso Esva y a la Reina de los Rojos.

Lhagva no creyó en ello ni por un instante.

-Preparaos, soldados –exclamó desde el asiento del artillero del armazón-A-. Las cosas están a punto de calentarse.

Lhagva miró brevemente hacia arriba. Habían llegado al círculo exterior de los hogares de los Midli, y sobre ellos el cielo se había vuelto oscuro y tembloroso al pasar bajo el borde del nuevo trazado de paraguas de escudo de la ciudad. A partir de ese punto, los TIEs del comandante Fel serían incapaces de proporcionar ninguna clase de fuego de cobertura a los soldados de asalto.

Agarrando firmemente su rifle bláster BlasTech E-11, Lhagva volvió su atención a las casas y las zonas abiertas a su lado del armazón-A. Sabía que, fueran cuales fuesen los planes de Nuso Esva, la batalla estaba a punto de comenzar.