miércoles, 30 de julio de 2014

Crisis de fe (XVI)



-Hay problemas –dijo la Reina.

Por unos instantes Nuso Esva la ignoró mientras continuaba farfullando en su hablalejos privado en su incomprensible lenguaje alienígena. Trevik se puso tenso, preguntándose qué diría o haría la Reina en este último insulto a su persona.

Pero permaneció recostada silenciosamente en su litera, esperando con escalofriante paciencia a que Nuso Esva terminara su otra conversación. La charla alienígena terminó, y Nuso Esva volvió a enganchar el hablalejos en su cinturón.

-Hay problemas –repitió la Reina.

-Nada de lo que no podamos ocuparnos –gruñó Nuso Esva, con un tono de voz que lindaba con la falta de educación-. Tan pronto como sus Soldados accedan a los juggernauts...

-Hay problemas –volvió a decir la Reina, con mucho más énfasis-. Naves enemigas vuelan libres sobre mi ciudad, destruyendo los hogares de Circúleos y Midlis. Usted dijo que no ocurriría. Dijo que no podría ocurrir.

Nuso Esva pareció recobrar la compostura.

-Cálmese, oh, Reina –dijo, algo más educadamente esta vez-. Puede que los cazas hayan logrado entrar en las zonas exteriores de la ciudad, pero hay otro borde en el conjunto de escudos más hacia el interior. Ese borde los mantendrá fuera de los terrenos del palacio y lejos de nosotros.

-Pero han entrado en mi ciudad –insistió la Reina-. Usted dijo que no lo harían. Mintió.

-No estarán ahí mucho tiempo –dijo Nuso Esva-. A diferencia de los primitivos cañones con los que se han visto obligados a trabajar mis Elegidos, el armamento de los juggernauts está equipado con sensores de objetivo computerizados. Una vez que nos hagamos con ellos...

Uno de los cabello tormentoso que vigilaba las pantallas dijo algo en el idioma alienígena.

-Las escotillas han sido forzadas –anunció Nuso Esva-. Ahora observe cómo destruyo a los cazar enemigos.

Trevik miró las pantallas. Una de ellas mostraba una imagen que se sacudía de forma mareante mientras el cabello tormentoso que llevaba la holocámara corría tras un grupo de Soldados a través del borde de metal dentado donde antes había habido una escotilla. Los Soldados se apresuraron al interior, abriéndose a los lados fuera del campo de visión de la cámara.

De pronto la imagen quedó inmóvil. Muy inmóvil. Durante un par de segundos mostró una vista de una cámara de metal compacta, vacía excepto por luces parpadeantes, pantallas que brillaban débilmente y, al fondo, alguna clase de objeto metálico pequeño y con la parte superior redondeada. Bruscamente, la imagen giró, se detuvo, volvió a girar, se detuvo de nuevo... Nuso Esva soltó un exabrupto que sonó especialmente desagradable.

-No –dijo entre dientes mientras agarraba su hablalejos-. ¡No!

-¿Qué pasa? –preguntó la Reina-. ¿Qué ha ocurrido?

Nuso Esva la ignoró, rugiendo en su idioma alienígena por su hablalejos. La imagen del monitos comenzó a oscilar de nuevo mientras el cabello tormentoso de la cámara corría hacia el fondo de la cámara metálica y se detenía junto al objeto metálico con la parte superior redondeada. Mostró una vista en primer plano de las luces y las pantallas...

-¿Qué ha ocurrido? –bramó la Reina.

Trevik se encogió y retrocedió aterrorizado. Jamás en su vida había escuchado a la Reina gritar de ese modo. Nunca había pensado que pudiera gritar de ese modo.

Nuso Esva apenas se dio cuenta. Continuó gritando a su hablalejos, con su mano libre sujetando el arma que colgaba del cinturón en su costado. Por toda la habitación, los otros cabello plateado también tenían las manos en sus armas. Trevik se puso tenso, esperando que la Reina gritara de nuevo.

Pero permaneció en silencio. Un instante después, Nuso Esva bajó su hablalejos, con sus ojos amarillos brillando de furia.

-Los juggernauts no tenían tripulaciones –exclamó-. Ni tripulaciones, ni soldados. Sus conductores son simples droides. Obreros mecánicos. –Siseó algo que sonó feroz-. Y no hay armas. Todas han sido retiradas.

Durante un largo instante la sala de reunión quedó en silencio. Trevik mantuvo sus ojos fijos en Nuso Esva, temeroso de mirar a la Reina.

-Entonces usted ha fracasado –dijo la Reina finalmente.

-No he fracasado –dijo Nuso Esva, volviendo la cabeza hacia los monitores-. ¿Los juggernauts no nos sirven de nada? Muy bien. Hay otros objetivos que sí nos servirán. –Volvió a mirar a l Reina e hizo una señal de mando-. Ordene a sus Soldados que ataquen los transportes que esperan en los terrenos fuera de la ciudad. Que capturen los vehículos y maten a todos a bordo.

-¿Esos transportes albergan las armas que asegura que le traerán la victoria? –replicó la Reina-. ¿O simplemente está buscando un modo de huir de Quethold y escapar de vuelta a las estrellas?

-No perdamos un tiempo precioso con cháchara estúpida –espetó Nuso Esva-. Dé la orden.

-No puedo. –La Reina señaló a las pantallas-. Los altavoces han sido silenciados. No hay forma de que mi voz llegue a mis Soldados.

-¿Qué? –Una vez más, Nuso Esva giró su cabeza hacia las pantallas-. Vaya –murmuró agriamente-. Ahora vemos la auténtica estrategia de Thrawn. Atrae la mayoría de los Soldados hacia los juggernauts, donde me resultarán inútiles, y luego destruye el medio por el que se les podría ordenar ir a otro sitio. –Se volvió de nuevo hacia la Reina-. Pero, como siempre, su estrategia tiene un fallo. Si su voz no puede llegar hasta los Soldados, oh, Reina, entonces debe ser usted quien viaje hasta ellos. –Señaló a los Obreros acuclillados junto a la litera-. Ordene a sus Obreros que ocupen sus puestos. Vamos de inmediato a los juggernauts.

Trevik sintió que los ojos se le abrían como platos.

-No puede ordenar a la Reina que entre en batalla –objetó.

-Silencio, traidor –dijo Nuso Esva, sin molestarse siquiera en mirarle.

-Tal vez Trevik de los Midli de los Séptimos de los Rojos no sea el verdadero traidor aquí –dijo lúgubremente la Reina-. Tal vez el traidor sea usted, Nuso Esva de los Primeros de los Cabello Tormentoso. Usted nos prometió la victoria. Me prometió la vida eterna. Ha hecho perder la fe en ambas cosas.

-¿Desea la vida eterna? –replicó Nuso Esva-. Entonces vaya a los juggernauts y ordene a sus Soldados que ataquen los transportes.

La Reina hizo un gesto de negación.

-No.

Y entonces, de repente, el arma de Nuso Esva se encontró fuera de su funda y apuntando directamente a la Reina.

-Dé la orden a sus Obreros –dijo, con voz mortalmente tranquila-. O muera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario