Todo había conducido hasta ese momento.
Gina Moonsong se daba cuenta de ello ahora; podía
ver cómo todos los caminos y variaciones de su vida la habían conducido,
inexorablemente, a ese lugar: alguna parte en el espacio cercano a Endor, una
luna absolutamente insignificante, que era ahora –gracias a la decisión del
Imperio de construir allí su estación de combate- el lugar más importante de
toda la galaxia. Toda su vida como contrabandista en Coruscant, toda su
resolución para permanecer siempre un paso por delante de la ley y no verse
nunca involucrada... bueno, no habían funcionado. Había terminado viéndose
involucrada, y de qué manera.
Y ahora ya no había vuelta atrás. Moonsong había
tenido bastante experiencia con cruceros de seguridad o policía –había esquivado
o huido de prácticamente cualquier tipo de nave existente- pero nunca antes había
visto un auténtico Destructor Estelar. Por supuesto que los había visto un
millón de veces en holos, había participado en incontables vuelos de
entrenamiento, había estudiado sus esquemas hasta que los ojos le escocían...
pero esto era diferente. Esto era un monstruoso bloque de metal cubierto de
armas y blindaje, tripulado por suficientes personas como para llenar una
ciudad... la clase de nave a la que otras naves nunca se acercaban si querían
vivir para ver otro aterrizaje. Cada instinto de Moonsong le gritaba que diera
media vuelta a su ala-B y huyera... pero de algún modo pudo controlar sus
nervios y mantuvo su curso, acelerando hacia el Devastador. Por primera vez desde que se había unido a la Rebelión
se dio cuenta de la auténtica magnitud de su situación; la diversión y los
juegos habían terminado.
Todo lo que quedaba era morir valientemente.
Se colocó en formación tras el Líder Bastardo,
rotando el ala de su nave treinta grados con respecto a la cabina estabilizada
giroscópicamente en la que se encontraba; Bastardo Cuatro, el compañero de ala de
Moonsong, ejecutó la misma maniobra al colocarse en su retaguardia. No
necesitaba comprobar los escáneres para saber que el teniente Braylen Stramm y
su compañero de ala estaban igualando su curso y velocidad. Todos los
contratiempos y las titubeantes misiones de entrenamiento se habían olvidado;
ahora era la hora de la verdad, y el escuadrón se estaba centrando en el
momento, trabajando finalmente juntos como una sola unidad sin fisuras. Las
naves parecían una especie de bandada de grandes aves mientras se lanzaban en
formación de ataque. En la pantalla táctica de Moonsong, el Devastador era una gran bola giratoria
de contramedidas electrónicas puntuada por los disparos de cañón láser que les
lanzaba. Conforme las naves aceleraban hacia el leviatán, Moonsong pudo sentir
cómo crujían los alerones-S de su nave al esforzarse por mantener el curso
cuando los disparos de los cañones láser del Devastador drenaban la energía de sus escudos deflectores y
sacudían su nave. Por desgracia, no había muchas opciones reales para acercarse
a un Destructor Estelar, salvo ir directamente hacia él. Pero en ese momento,
los disparos que iban hacia ella era la menor de las preocupaciones de
Moonsong; se estaban acercando demasiado rápido como para que los artilleros de
la nave pudieran fijar el objetivo en ellos, e incluso así harían falta varios
disparos directos para derribar uno de los alas-B. Justo estaba comenzando a
pensar que tal vez podrían llegar realmente hasta el Destructor Estelar,
cuando...
-¡Mantened la formación, muchachos! ¡Se acercan
interceptores!
La voz del comandante de ala Fox resonó por sus
auriculares cuando un escuadrón de interceptores TIE apareció como un enjambre
rodeando el Destructor Estelar y se dirigió rápidamente hacia ella. Debían de
haberse mantenido en un patrón de espera justo a popa de la nave, pero ahora se
estaban desplegando en serio contra la amenaza de los alas-B. Sobre el papel,
la diferencia era considerable: los alas-B eran cazas de asalto que maniobraban
como cargueros, equipados como estaban con paquetes de aviónica reservados
habitualmente para las naves capitales de menor tamaño. Los pilotos dependían
de los complejos sistemas de navegación para poder obtener disparos
efectivos... pero en un combate espacial nave contra nave, los alas-B estaban
en considerable desventaja incluso contra los alas-A que los escoltaban. Todo
lo que podían hacer era acelerar contra el objetivo, esperando que al menos
algunos de ellos se acercaran lo suficiente como para poder lanzar su carga.
Moonsong observó cómo los cazas TIE rompían la formación y les pasaban de largo,
para a continuación trazar limpiamente un arco que les colocó a popa del
escuadrón, lanzando una cegadora cortina de disparos alrededor de los alas-B.
***
El almirante Montferrat no podía creer la audacia
de esa escoria rebelde. ¿Es que no se daban cuenta de que se enfrentaban al Devastador? ¿La que había sido la nave
insignia de Vader, el orgullo del Escuadrón de la Muerte...? El propio
Montferrat se enorgullecía de tener la tripulación mejor entrenada de toda la
Armada Imperial. Desde que había tomado el mando de la nave en la batalla de
Hoth, Montferrat había realizado una implacable criba personal entre sus filas,
reclutando y ascendiendo sólo a aquellos oficiales y soldados que habían
superado sus meticulosos y exhaustivos estándares. Y aunque personalmente
encontraba desagradable al comandante de cazas TIE Gradd, no cabía la menor
duda de que sus capacidades como piloto de caza casi eran comparables a las del
propio Darth Vader. Montferrat vio cómo el enfrentamiento cobraba firma en la
pantalla táctica gigante del Devastador.
Varias naves rebeldes ya habían sido destruidas; el resto estaba recibiendo
fuego pesado de los interceptores TIE. En este punto, la mayoría de pilotos en
su sano juicio habría abandonado su ataque para ocuparse de sus perseguidores,
pero los rebeldes esperaron hasta que estuvieron bien dentro de la cobertura
del flanco del Devastador para, ellos
también, ejecutar un giro a toda velocidad, asegurándose de que el combate nave
contra nave subsiguiente tuviera lugar en las incómodas proximidades de la
monolítica nave. Y el irracional factor humano no terminaba ahí: Montferrat
observó cómo un único ala-B daba la vuelta en espiral, directamente hacia el corazón
del escuadrón de Gradd. El piloto sabía perfectamente lo que estaba haciendo:
ganar tiempo para sus camaradas. Un piloto de TIE fue tomado por sorpresa y
murió bajo una salva de fuego láser de los cañones cuádruples del ala-B antes
de poder saber qué le había golpeado. El piloto rebelde disminuyó entonces de
golpe su velocidad, permitiendo que dos interceptores TIE le rebasaran, y luego
los acribilló con certeros disparos de los cañones iónicos de su nave. Podría
haberse anotado un cuarto derribo si Gradd no hubiera comenzado a disparar
continuamente sobre el ala-B haciéndolo saltar en pedazos. Montferrat se volvió
furioso hacia uno de sus oficiales artilleros que había seguido disparando
sobre el combate espacial, impactando en uno de los alas-B, pero que casi había
golpeado a un par de los interceptores TIE.
-¡Alto el fuego, idiota, vas a darle a nuestros
propios pilotos!
La sangre se retiró del rostro del oficial
artillero; dejó de disparar mientras Montferrat se volvió hacia la pantalla
táctica, analizando las posiciones de la flota en la batalla mayor que tenía
lugar a su alrededor.
-Timonel, cambie el rumbo siete grados, manténganos
entre la fuerza de ataque rebelde y la Estrella de la Muerte. Asegurémonos de
que ninguna de sus naves alcance la estación.
***
El comandante Gradd no pudo evitar esbozar una
sonrisa macabra al centrase en otro ala-B. Presa del pánico, el piloto rebelde
trataba de realizar maniobras evasivas erráticas. La sonrisa de Gradd se
intensificó cuando cayó tras él y voló por los aires el sistema de motores
cuádruple del caza con un solo disparo. Ni siquiera se molestó en mirar como el
caza se desintegraba mientras pasaba a su lado. En la mente de Gradd, no cabía
duda de que los pilotos rebeldes eran muy inferiores, si no directamente
incompetentes. Había escuchado hablar mucho acerca de los alas-B antes de esa
batalla; de cómo suponían un peligro sin precedentes para los Destructores
Estelares si obtenían suficiente espacio para maniobrar y desplegar su
armamento. Pero Gradd no tenía intenciones de dejarles ese espacio. Tampoco es
que importara ya; independientemente de las especificaciones del ala-B, Gradd
siempre había puesto más fe en el hombre que en la máquina. Aunque habría sido
el primero en admitir que esa era una frase de doble filo; le fastidiaba sobremanera
que el piloto más famoso de la galaxia fuera un granjero de veintipocos años
que de alguna forma había sido capaz de hacer saltar por los aires la primera
Estrella de la Muerte. Pero a veces la suerte era una dama caprichosa. Por
desgracia, las esperanzas secretas que Gradd albergaba de acabar con la leyenda
de Skywalker en un glorioso encuentro nave contra nave habían sido barridas
cuando supo que el mismísimo Emperador había enviado a Darth Vader para que le
llevara al muchacho con vida. Gradd tendría que compensar la oportunidad
perdida matando a tantos pilotos rebeldes como pudiera. Se dio cuenta que quien
quiera que estuviese dirigiendo el ala de pilotos rebeldes tenía cierta
experiencia de combate. Eso iba a hacer que la caza fuera aún más
satisfactoria. Comprobó su escáner, buscando el caza que recibiera la mayor
cantidad de tráfico de comunicaciones; era un viejo truco que usaba para
encontrar al líder del ala enemiga. La táctica no le falló; uno de los alas-A
de escolta se iluminó en su pantalla y Gradd lo fijó en su ordenador de
objetivo.
***
-¡Separaos, separaos! –exclamó Fox por su
comunicador.
El Escuadrón Bastardo rompió la formación varios
miles de metros sobre la parte superior del Devastador
y entabló combate nave contra nave, un furioso enjambre de interceptores TIE,
alas-A y alas-B zumbando alrededor de la gigantesca nave. Sólo hicieron falta
segundos para que las cosas fueran de mal en peor; los escáneres de largo
alcance de Fox detectaron una gran acumulación electromagnética alrededor de la
nueva Estrella de la Muerte. Antes de poder siquiera pensar en qué podía estar
haciendo la estación, un brillante rayo de luz verde surgió de su cañón radial
e incineró por completo un crucero rebelde.
La estación estaba operativa.
Las voces del almirante Ackbar y el general
Calrissian resonaron por el comunicador general de la flota, ordenando que la
flota rebelde se enfrentara a los Destructores Estelares. Pero Fox tenía en sus
manos problemas más inmediatos, con no menos de tres interceptores a su estela
y dos más que se acercaban a él desde su horizonte. Le habían identificado como
el líder e iban a tratar de atacarle con fuerza. Fox redujo drásticamente su
velocidad, esquivando los disparos de los interceptores que llevaba a cola. Uno
de ellos le esquivó pasando a su lado toda velocidad, forzando a las naves que
llegaban desde esa dirección a virar para evitar una colisión. Mientras el caza
fallaba su disparo, Bastardo Uno, el compañero de ala de Fox, consiguió lanzar
una ráfaga de fuego, arrancando de cuajo una de las alas de la nave, haciendo
que saliera girando fuera de control y chocara contra otro interceptor. Pero el
triunfo de Bastardo Uno fue breve cuando dos de los interceptores le atraparon
en un fuego cruzado, acabando con él tan rápidamente que probablemente nunca
llegó a saber qué le había golpeado. El interceptor restante igualó la
velocidad de Fox, siguiendo sobre él a pesar del ondulante patrón de vuelo de
Fox. Fox apretó los dientes y se inclinó sobre los mandos.
-Muy bien, quieres jugar –murmuró-. Veamos lo bueno
que eres realmente.
...Y realizó un brusco giro cerrado, lanzando la
nave en una serie de maniobras mareantes. Pero el interceptor igualó sus
movimientos, acercándose incluso más, llenando la pantalla de Fox con la
ominosa sombra de su rival. Sus sensores mostraron que los láseres delanteros
se estaban cargando para asestar el golpe fatal.
***
Gradd sonrió mientras su ordenador de objetivo se
centraba en el ala-A. El panel se iluminó en verde y Gradd lanzó una cortina de
fuego desde los cañones láser del interceptor; primero chocando contra los
fuertes escudos del ala-A, pero consiguiéndolos atravesar rápidamente. Partes
de la nave rebelde comenzaron a arder. Gradd estaba asombrado por la cantidad
de daño que su presa era capaz de recibir mientras todavía permanecía
operativa; e incluso entonces Gradd necesitaba toda su concentración para
seguir las maniobras evasivas del piloto rebelde. En los primeros días de la rebelión,
Gradd había llegado a quedar impresionado por esos advenedizos e intuitivos pilotos
de caza, que compensaban la falta de pericia con pura audacia y fuerza de
voluntad. Ahora había matado a demasiados de ellos para dar algo de crédito a
su poco ortodoxo pilotaje.
Motivo por el cual lo que pasó a continuación le
tomó totalmente por sorpresa.
***
En el último segundo posible, Fox puso su ala-A
boca abajo, tirando de la palanca y efectuando por debajo del interceptor
atacante un barril que hizo que su nave sufriera bajo las fuerzas
gravitatorias. El piloto imperial renunció a la ventaja de la persecución para
poder realizar un disparo final, consiguiendo un impacto directo sobre los
sistemas de motores del ala-A, lo que, para sorpresa del interceptor TIE, no
dio como resultado un impacto fatal. Probablemente murió preguntándose el por qué
cuando Fox salió del barril detrás de él y lo hizo volar en pedazos. Pero Fox
no tuvo tiempo de saborear su triunfo; su campo de visión destellaba en rojo
por todas las luces de emergencia de su cabina, y fue vagamente consciente de
que estaba escupiendo sangre. Abrió su canal de comunicaciones.
-Líder Bastardo a grupo; si conseguís pasar la
pantalla de cazas, ejecutad la misión primaria. Cambio y corto.
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