jueves, 21 de agosto de 2014

Lando Calrissian: Arreglo de Idiota (y II)


-Así que ahí estoy, tan seguro como un hutt de que he ganado. Muestro mis cartas y exclamo “sabacc”. ¡El Cobra es mío de nuevo, me marcho a casa con una buena pila de créditos extra en mi bolsillo, y tengo la satisfacción añadida de parecer muy bueno frente a una hermosa dama! Esa Ymile era toda una belleza, si me permites que te lo diga. Lástima que fuera la amante de Raynor.
El relator hizo una pausa momentánea para tomar un sorbo de su copa, saboreando un largo trago del sabroso darkoma que el camarero había colocado ante él. Era su segunda copa, y sabía que no sería la última antes de que acabara la noche. Sus dos compañeros intercambiaron miradas de sorpresa.
-¿Y eso es todo? ¿Por eso se enfadó tanto? –Mungo Baobab se rascó lentamente su barba negra en la que empezaban a aparecer canas. Un tipo bien plantado y de complexión atlética, tenía un brillo en los ojos que le hacía parecer más joven de lo que en verdad era-. Por lo que sé de Dominic Raynor, tiene tanto dinero que podría perder accidentalmente mi salario anual y ni siquiera darse cuenta de ello... y a mí no me va nada mal. ¿Por qué unas apuestas tan bajas harían que el tipo pusiera una recompensa sobre tu cabeza?
-Ah, ahí está el quid de la cuestión, amigo mío –replicó Lando, señalando al cielo con uno de sus largos dedos índices-. Esa mano no es la que me ha traído aquí hoy, porque no la gané. En cuanto exclamé “sabacc”, Raynor mostró sus propias cartas con una sonrisa fanfarrona en su feo rostro. Un Arreglo de Idiota. Casi me atraganto.
-¿Arreglo de Idiota? –Baobab arqueó sus cejas.
Lando alzó las manos al cielo.
-No puedo creerlo. ¡Sigues sin saber apenas nada acerca del juego, como cuando nos encontramos en Socorro! ¿Cómo puedes gestionar un casino si ni siquiera sabes qué es un Arreglo de Idiota? –La carcajada de Lando hizo que sus palabras no fueran tan hirientes.
Mungo sonrió, avergonzado.
-Bueno, el mero hecho de ser el dueño del lugar no me convierte en un usuario habitual.
Apoyada sobre el hombro de Mungo, una mujer esbelta de cabello oscuro y piel morena, grandes ojos y orejas ligeramente más largas de lo normal le acarició el brazo con afecto.
-No es culpa suya, Lando –dijo Auren, la mujer de Mungo-. Este complejo es principalmente para visitantes del sistema Roon. Él normalmente está demasiado ocupado gestionando envíos de gemas roon a Sim’char’ser y otros mundos del Borde Exterior. Siempre le digo que se tome un tiempo para disfrutar de todas las cosas buenas que tiene aquí, incluyéndome a , pero ya conoces al Wook cuando se pone a buscar gemas. A veces, me sorprende que llegara a detenerse para casarse conmigo.
Jugueteó con la coleta con la que su marido se recogía su cabello negro azabache. Él, a su vez, se giró y la besó suavemente en los labios.
Lando sonrió al escucharla usar el apodo que había puesto a Mungo años atrás. Cuando se conocieron por primera vez, Mungo llevaba su barba larga y desaliñada pese a las numerosas veces que Lando le dijo que se la recortara. Se resistió durante mucho tiempo. Aparentemente, a Auren Yomm (ahora Baobab), a quien conoció en la colonia Umboo de Roon, le gustó el nuevo look, y ambos se enamoraron. Desde entonces, Mungo se había esforzado mucho en tener un aspecto presentable en todo momento. Su parecido con un wookiee había disminuido considerablemente, pero el apodo aún encajaba.
Lando vació su copa y se apoyó sobre un brazo.
-Un Arreglo de Idiota es un dos y un tres de cualquier palo, y el Idiota. Vence a cualquier mano. Raynor tenía uno, así que ganó y yo estaba arruinado. Ni siquiera tenía un modo de volver a casa, porque él tenía mi maldita nave, pero un benefactor anónimo me entregó cinco millones de créditos para continuar. Aposté todo lo que tenía, incluyendo mi atraque para naves espaciales en Nar Shaddaa, contra sus cuatro millones y Ciudad Nube, y él aceptó. Esa vez, gané la partida, el dinero y la ciudad. Él perdió poder y prestigio. Estaba tan furioso, que se marchó sin el Cobra, así que yo, bueno, volví a apropiarme de él.
Sonó un timbre por debajo del nivel de la mesa.
-Hablando de ese benefactor anónimo... –Tomó el comunicador de su cinturón y se lo llevó a la boca-. Estoy aquí, Lobot. Adelante.
-Señor, parece que estaba en lo cierto con su suposición de que Thune le seguiría hasta aquí tras realizar reparaciones –respondió secamente el ciborg-. Ha aterrizado hace un momento y ahora mismo se encuentra examinando la nave. Aparentemente, sigue sin reparar en mi presencia tras la vegetación.
-Supongo que no se estaba echando un farol con eso del rastreador –dijo Lando con un sonoro suspiro-. Muy bien, comienza el juego. Si es una buena cazarrecompensas, comprobará mi registro de comunicaciones. Como convenientemente se me ha olvidado purgarlo antes de venir a la ciudad, sabrá exactamente dónde he quedado para reunirme con Mungo. Eso significa que estará aquí pronto, así que estaremos preparados. Sigue el plan, Lobot.
-Sí, barón.
Lando suspiró y apagó el comunicador.
-Es como si Vuffi Raa nunca se hubiera ido.

***

Un poco más de dos horas más tarde, la gruesa puerta de metal se abrió para recibir a una nueva visita. Alta y esbelta, llevaba una sencilla túnica gris y pantalones azul oscuro, ambas prendas confeccionadas con un tejido ligero que se ceñía perfectamente a su figura atlética.
La mujer entró en la sala abarrotada, alejándose de la puerta lo justo para que esta pudiera cerrarse tras ella. Examinó el casino buscando su presa, y no tardó mucho en descubrir dónde había ido. Unas holoseñales al fondo del casino anunciaban la sala de sabacc; una cámara suntuosamente decorada llena de mesas de juego, la mayoría de ellas vacías. Los aromas a licor y tabac rancio se aferraban a la sala como un mynock invisible, y los altavoces ubicados por todo el casino sonaban con música grabada.
Thune hizo un examen visual del casino antes de cruzar la distancia que la separaba de la sala de sabacc. Una mano flotaba cómodamente sobre la funda del arma que colgaba baja en su muslo.
Lando estaba sentado en una mesa cerca del fondo, con Mungo a su lado. Ambos sostenían cartas de sabacc en sus manos. Pocas mesas estaban ocupadas, aunque un zeltron de pelo largo en la barra estaba compensando la falta de clientela, con su tez rosada aún más brillante mientras añadía otra copa vacía a la larga hilera que tenía ante él.
-Eres un buen estudiante –dijo Lando a su compañero-, y aprendes rápido, viejo minero. Por desgracia, parece que vas a necesitar apuntarte a algunas clases de apoyo en la Rueda.
Sonrió ampliamente y dejó caer sus cartas sobre la mesa: el Cuatro de Bastones, el Seis de Monedas y la Amante.
-Sab... –exclamó Lando jubiloso. No llegó a terminar la palabra.
Acercándose a él a toda velocidad, Thune tenía una expresión lúgubre, apuntándole fijamente a la cabeza con el cañón de su bláster.
-Mantén las manos sobre la mesa –ordenó-. Tú también, Baobab. Estoy aquí por Calrissian. No tengo ningún asunto pendiente contigo, pero no dudaré en disparar si intervienes.
Una mujer con el uniforme ocre del personal del casino trató de alcanzar un arma. La cabeza de Thune se volvió rápidamente al sentir el movimiento. En un único y fluido movimiento, se echó al suelo, rodó sobre su hombro hacia la izquierda agarró al zeltron con una férrea presa asfixiante al volver a ponerse en pie. Antes de que Lando estuviera seguro de lo que había pasado, Thune estaba a su lado, posándole el bláster en la frente y un cuchillo en la garganta del parroquiano borracho, quien jadeaba en busca de aliento pero no tenía éxito en liberarse de su opresivo agarre.
La otra mujer se detuvo de golpe, desprevenida ante la maniobra de Thune. Dándose cuenta de que había mostrado sus cartas demasiado pronto, la guardaespaldas de Mungo trató de disparar su bláster, pero Thune le disparó dos veces en el pecho, dejando dos agujeros humeantes en la chaqueta de su traje. El olor a carne quemada indicó a Lando que los disparos habían atravesado limpiamente su armadura corporal protectora. La mujer dejó escapar un jadeo y luego miró a Mungo con aire lastimero antes de derrumbarse en el suelo, inmóvil. Un instante más tarde, Thune se giró para disparar a un guardia vestido de forma similar, un hombre esta vez, que avanzaba hacia los pies de Lando. Tres rápidos disparos y él, también, cayó muerto.
La sala quedó fantasmalmente silenciosa, salvo por los poco armoniosos acordes grabados. Lando apretó los dientes ante la visión de los cadáveres. Las cosas no estaban yendo como había planeado, y no estaba seguro de qué hacer al respecto. Pretendía dejar que Thune le encontrara, esperando que la superioridad numérica disminuyera sus probabilidades de éxito, y que el personal de seguridad de Mungo la detuviera. Sin embargo, estaba muriendo gente por su culpa... gente inocente que arriesgaba sus vidas para salvar la de él. Abandonar Ciudad Nube no había detenido la matanza. Había sido egoísta por su parte ir allí; ahora se daba cuenta. Debería haber dejado que Lobot la redujera en la nave, lejos del resto del mundo, como el ciborg había sugerido. Lando esperó que sus planes restantes funcionaran sin más muertes.
Thune volvió a apoyar su bláster en la sien de Lando. Examinando la mesa, soltó una risita de desdén.
-Sabacc, en una ocasión así. Qué patéticamente predecible. Ha sido demasiado fácil encontrarte, ¿sabes? Me decepcionas.
Lando la miró fríamente.
-Sí, bueno, Mamá Calrissian siempre decía que el juego acabaría conmigo.
-Tenía razón. –Thune volvió las cartas de Lando-. Sabacc puro. Por desgracia para ti, un Arreglo de Idiota vence incluso al sabacc puro. –La cazadora de recompensas indicó los ennegrecidos agujeros de bláster en las chaquetas de los guardias muertos-. Un dos y un tres –dijo con una gélida sonrisa-. Supongo que eso te convierte a ti en el Idiota.
Mungo se alzó para enfrentarse a Thune, con los músculos de la mandíbula tensos.
-Te recomiendo seriamente que reconsideres esto, cazarrecompensas. Aquí procesamos y exportamos gemas preciosas del sistema Roon... no puedes ni imaginarte de la seguridad que tengo en este sitio. Si crees que puedes marcharte sin más de aquí con Lando después de asesinar a dos personas, estás muy engañada, señorita.
-La recompensa por Calrissian ha sido validada oficialmente, y he llevado a cabo la misión. Estoy en mi derecho de llevármelo –replicó Thune-. Además, tengo dos rehenes, que morirán si alguien intenta cualquier otra cosa. –Mungo estaba furioso, pero no dijo nada-. Ahora Calrissian me conducirá hasta su ciborg. Si no –Thune presionó aún más el cuchillo contra la garganta del zeltron-, rajo a Rosadito. Así que retírate, Baobab. Esto no es de tu incumbencia.
-Es mi amigo y mi socio financiero. Eso hace que me incumba.
-Muy bien. –Thune se encogió de hombros-. Como quieras.
Se volvió para disparar a Mungo, apartando de Lando el cañón del bláster sólo por un segundo. Ese era todo el tiempo que él necesitaba.
Más rápido que una vaina de carreras, Lando levantó un brazo, revelando una pequeña daga enjoyada que se clavó firmemente en el centro de la mano de la cazarrecompensas que sostenía el arma. Thune gritó involuntariamente por los huesos y músculos quebrados. Dejando caer el bláster, soltó su agarre sobre el zeltron para sujetarse la extremidad inútil.
Conforme el cuchillo de Thune se separó de la garganta del zeltron, el hombre sorprendió a la cazadora de recompensas girando a su alrededor con mucha más agilidad y velocidad de la que alguien con su aparente nivel de alcohol en sangre debería tener... de hecho, con más de la que mostraba un instante antes. El zeltron agarró el brazo herido de Thune con una mano sorprendentemente fuerte y se lo apretó con fuerza contra la espalda, haciendo que soltara un gemido de dolor. Con la otra mano, le apretó la otra muñeca, obligándola a dejar caer el cuchillo, y luego recogió ambas armas del suelo y pasó el bláster a Lando.
Thune lanzó una gélida mirada a Lando mientras este rodeaba la mesa, daba una palmadita en el hombro al zeltron y se detenía frente a Thune, apuntándole al abdomen con el bláster. Tras una larga pausa, comenzó a hablar.
-¿Sabes? Ese chiste con el Arreglo de Idiota no ha estado mal. Un poco melodramático, tal vez, y desde luego lo del dos y el tres estaba cogido por los pelos, pero resultaba efectivo desde un punto de vista teatral. Intentaré recordarlo. Sin embargo, por desgracia para ti, olvidaste la regla más importante de todas del sabacc.
-¿Ah, sí? ¿Y cuál es?
-Un buen farol puede ganar absolutamente a cualquier mano.
Thune no ofreció respuesta. Un instante después, cuando la culata del bláster la golpeó en la cabeza, ya no tuvo la oportunidad. Mungo señaló a dos guardias disfrazados para que la pusieran a buen recaudo. La llevaron a una celda de detención, mientras otros atendían a los dos guardaespaldas caídos.
Lando colocó ambas manos en los hombros de su amigo.
-Gracias, Mungo. Casi mueres por mí ahora mismo. De hecho, dos de tus hombres han muerto. Lo lamento mucho. Si hay cualquier cosa que pueda hacer... bueno... –Dejó de hablar, incapaz de pensar en una forma de terminar la frase que no sonara demasiado trillada.
Mungo asintió sobriamente.
-Estuviste a mi lado cuando necesité ayuda. Cuando Koong destruyó las únicas gemas roon conocidas, cuando mi Flota Mercante estaba en peligro de irse a pique y todo lo que Auren y yo teníamos eran algunas naves destartaladas y un par de droides de segunda mano, financiaste mi expedición para encontrar otra fuente. Te debo todo lo que tengo. –Su voz se endureció-. Pero te prometo una cosa: Thune pagará por sus muertes.
En silencio, abandonó la sala siguiendo a los guardias.
Lando observe con tristeza cómo su amigo se marchaba, recordando lo jovial que había sido Mungo cuando eran jóvenes. Ser respetables les había cambiado a ambos. Se volvió hacia el zeltron, quitándole al hombre la peluca para revelar un cráneo calvo con implantes cibernéticos y un tono de piel mucho más claro que el rosa de su rostro y sus manos. Lando le miró pensativo.
-¿Sabes? Tienes muy buen aspecto con pelo y maquillaje –dijo-. Puede que quieras considerar una mejora cosmética cuando todo esto acabe.
-Esta no sería mi primera opción, Lando –respondió Lobot.
-Cuando Thune te agarró y disparó a los guardias, estaba seguro de que todo había acabado. ¿Quién habría pensado que te tomaría como escudo? Si no hubiera ido a por Mungo, no creo que hubiéramos salido de esta. Gracias, Lobot –dijo, y luego sonrió cínicamente-. Y no me llames Lando.

***

Thune abrió los ojos, parpadeando repetidamente mientras sus pupilas dilatadas se acostumbraban a la brillante luz. Estaba sentada en una silla incómoda ante una mesa de color gris apagado, y le habían vendado el brazo herido. Lando estaba sentado frente a ella, con Mungo Baobab a su lado. Lobot estaba de pie cerca, con los brazos a la espalda, y había tres guardias situados en la sala.
La cazadora de recompensas no dijo nada, esperando que ellos hablaran primero. Lando se tomó su tiempo antes de hacerlo, esperando incrementar así su incomodidad.
-Eres una mujer interesante, Thune... con el nombre de un animal de Dantooine, pero mucho más peligrosa. He hecho algunas comprobaciones sobre ti mediante las fuentes de Mungo.
-No has encontrado nada, estoy segura –respondió ella fríamente.
-Ni una sola brizna de información, lo que me intriga. Los cazadores de más éxito, como Fett, Valance o Cypher, habitualmente son los de las reputaciones o los atuendos más aterradores. Todo lo que tienen que hacer es entrar en una sala y la gente les dice todo lo que quieran saber. –Lando hizo una pausa, examinando a la mujer de ceño fruncido que tenía ante él-. Pero tú no. Nadie ha oído hablar de ti, apenas llevas armas, y vistes como si fueras a ir a comer al Barón Galletas. Y aun así, el modo en el que inutilizaste el Cobra sin matarnos ni a mí ni a Lobot, el modo en el que viste más allá de nuestro pequeño montaje en el casino... eso me dice que eres igual de buena que los tipos famosos. Tal vez incluso mejor. Además, conseguiste colocar un localizador en mi nave sin que Lobot o los mejores técnicos de Mungo logren encontrarlo. Eso me preocupa, porque con el tiempo volverás y lo intentarás de nuevo.
-Hablas demasiado, Calrissian –bufó Thune-. Me das dolor de cabeza.
Mungo se inclinó hacia delante, mirándola directamente a los ojos.
-Te espera mucho más que un dolor de cabeza, Thune. Puede que tuvieras un trato por Lando y Lobot, pero mi gente no era parte de él. Los mataste sin contrato de por medio, y eso te convierte en asesina.
-Haciéndote merecedora de unas vacaciones con todos los gastos pagados en el centro de detención imperial más cercano –añadió Lando.
Thune se rio, sin dejarse impresionar.
-Mira quién habla, Calrissian... ¿O es que has olvidado a mis cuatro empleados que lanzaste al espacio? Supongo que eso no fue asesinato, ¿verdad? No, no eran personas... sólo eran matones de alquiler. Qué hipócrita eres.
Lando no dijo nada.
-Adelante... metedme en prisión –continuó ella-. Pero sería mejor para ti que me mataras. Saldré libre al día siguiente de todas formas. –Thune se inclinó hacia delante, devolviendo la mirada a sus captores-. No encontrasteis registros de mi historial porque yo he hecho que así sea. Tengo aliados entre los imperiales. Les hago favores especiales, y ellos me consiguen contratos. Hombres como Dominic Raynor tienen más que dinero: Tienen poder, y eso significa que tienen amigos que se asegurarán de que vuelva a estar tras tu pista antes de que tengas tiempo de encerarte ese ridículo bigote.
-Por eso estás aquí sentada en lugar de una celda de detención imperial –replicó Lando-. Si tus amigos no saben que estás en problemas, no pueden sacarte de ellos.
Thune miró a ambos hombres.
-Muy bien, así que no vais a entregarme al Imperio, y tampoco vais a matarme... o ya estaría muerta. Obviamente, no vais a dejarme marchar sin más, así que saltémonos todo este rollo de machitos y vayamos directamente al grano.
-De hecho –admitió Lando-, eso es lo que pretendíamos. Mira, aún queda el problemilla de Dominic Raynor. Incluso si encontráramos una forma de eliminarte de la ecuación, él simplemente enviaría a otro para ocupar tu lugar.
-¿Y entonces qué va a detenerme para que vuelva a terminar el trabajo? –escupió Thune.
-Esto –dijo Lando, señalando a la izquierda con la cabeza.
Lobot colocó un pequeño objeto metálico contra el cuello de Thune. La cazadora se resistió, pero él la tenía bien sujeta, inmovilizada. El dispositivo emitió un pequeño siseo, y ella se frotó el cuello, con mirada furiosa.
-¿Qué está pasando? ¿Qué acaba de hacerme ese ciborg?
Mungo se inclinó sobre una rodilla, colocando sus ojos a la altura de los de ella.
-Deja que te hable acerca de las gemas roon –comenzó-. Hay una piedra en particular llamada kessum... una de las rocas más comunes del sistema, aunque su valor como gema es escaso. Se rompe con demasiada facilidad. Al principio pensábamos que era igual de inútil que la arena de playa, hasta que uno de mis trabajadores se guardó unos pocos kessum en el bolsillo para estudiarlos, y luego se olvidó de ellos. Al abandonar el laboratorio, los sensores antirrobo detectaron las piedras y avisaron a Seguridad, pero el escáner iba mostrando diferentes posiciones fuera de su cuerpo, como su las piedras estuvieran cambiando de ubicación. Sacó las rocas de su bolsillo, pero el escáner no pudo reconocerlas... incluso cuando las sostuvo frente a él. Más tarde confirmamos que el kessum de algún modo hace rebotar de forma aleatoria las señales electrónicas en los objetos circundantes. El potencial para los avances en tecnología de rastreo era asombroso.
-¿Por qué me estáis contando todo esto? –preguntó Thune, removiéndose en sus ataduras.
-Porque –explicó Lando con su sonrisa más encantadora- acabamos de inyectar una muestra de kessum en tu torrente sanguíneo.
Thune trató de levantarse, pero dos guardias la empujaron con fuerza de nuevo a su asiento.
-No te preocupes, es completamente inocuo. Podrías comerte un pedazo de Kessum cada día durante un año, y aparte de conseguir una boca tan seca como el desierto de Tatooine, estarías perfectamente. Pero se queda ahí de por vida, enterrado tan profundamente en tu torrente sanguíneo que nadie podrá encontrarlo jamás. –Lando mostró una sonrisa sarcástica, saboreando el momento-. Eso es por el rastreador que pusiste en el Cobra.
Thune hizo una mueca.
-Acabas de cometer un gran error, Calrissian. Tú también, Baobab. Si creéis que voy a dejar que me inyectéis una sustancia extraña en mi cuerpo...
-Habremos dado en el clavo –terminó Lando por ella-. Parece que se te olvida la naturaleza del kessum. No puede señalarse su ubicación exacta, pero –hizo una pausa- puede rastrearse con una precisión de tres metros. Si te acercas a menos de un año luz de nosotros, o de cualquiera de nuestras operaciones, lo sabré, y algunos de nuestros socios te cazarán. Solían trabajar para Bwahl el hutt como interrogadores. El resultado podría ser un poco... desagradable.
Thune le miró con gesto furioso, sabedora de que él había ganado.
-¿Puedo quedarme con el Facetado?
-Puedes quedarte con tu nave, tu libertad y tu vida. Yo diría que los términos del trato son justos, ¿no te parece?
-Sólo si consideras justo mantener lo que ya tenía. –Pero no insistió más en el asunto.
-Hay una segunda parte en este trato –añadió Lando, casi como si acabara de ocurrírsele-. Esta se refiere directamente a mi situación con Raynor. Eliminarte de la ecuación sólo significa que él tendrá que enviar a alguien más. La próxima vez, podría ser Boba Fett, y él me tiene un rencor personal que se remonta a hace años.
Mungo dio un paso adelante.
-¿Cuánto iba a pagarte Raynor por Lando y Lobot?
-200.000 créditos.
-Te pagaremos una décima parte de esa cantidad en gemas roon por la captura de Raynor.
Thune hizo una mueca de desdén.
-No podéis hablar en serio. Eso ni siquiera me serviría para cubrir gastos.
-Bien. Encontraremos a otro. Pero piensa en esto... –Lando señaló con su índice a la cazadora de recompensas-. Si lo hacemos, tu utilidad para nosotros terminaría en ese momento. Y Bwahl me debe una.
-¿Entonces qué te impediría matarme una vez lo atrape para ti?
-Nada... excepto nuestra gratitud por ayudarnos a ocuparnos de Raynor –respondió Lando encogiendo los hombros-. Tendrás que fiarte de nosotros.
-No me fío. –Bajó la Mirada hacia la mesa, con el rostro impasible-. Pero lo haré. Al menos este viaje no será una pérdida total.

***

El equipo de “Noticias de Actualidad” trabajaba horas extras conforme las noticias comenzaron a llegar: el barón administrador Lando Calrissian, a quien se creía muerto en una explosión hace unos días, estaba vivo y había retomado el control de Ciudad Nube... su antecesor, Dominic Raynor, se daba por desaparecido... un tiroteo en el Club Baobab de Quilken, donde se decía que se habían visto implicados Calrissian y su ayudante ciborg.
Observando la ciudad desde su atalaya habitual, Lando recibió los fuertes vientos que agitaban su cabello y su capa. Lobot estaba cerca de él, con las manos cruzadas en el pecho y el rostro impasible.
-Estar de vuelta es una sensación extraña –suspiró Lando-. Es como si nada hubiera cambiado.
-¿Acaso esperaba otra cosa, señor?
-Tal vez. No, en realidad no. Es sólo que cuando toda la algarabía por nuestro regreso se desvaneció, no pasó mucho tiempo hasta que los problemas habituales volvieron para asediarme: errores en los envíos, solicitudes de los gremios, amenazas de otra huelga de los ugnaught. –Lando tomó una profunda bocanada de aire-. Al menos nos hemos ocupado del problema de Raynor. Para cuando los socios de Bwahl terminen de “convencerle” de que abandone su venganza, podemos apostar tranquilamente que no necesitaremos preocuparnos más por él. Parece que vuelvo a ser respetable.
Hizo una pausa para observar a una bandada de jocorros flotando con sus alas delicadas.
-Pero te diré una cosa, Lobot –añadió Lando, apoyándose en la barandilla mientras se volvía hacia su amigo y sonreía-. Ciertamente fue agradable volver a ser un sinvergüenza.

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