Fanaso no sabría decir a qué distancia estaba
exactamente la oficina de aranceles de carga, pero debían de ser varios
kilómetros. El bicho –su nombre era algo parecido a Mactimentus, o al menos no
corrigió a Fanaso cuando lo llamó así- continuó durante todo el camino con su
cháchara sobre Gactimus, sobre su alma satisfecha y el abrazo mental de
claridad y un montón de otras cosas que Fanaso hizo todo lo posible por
ignorar. Los pasillos estaban moteados por otros umbilicales conectados a otras
naves; de vez en cuando Fanaso y su compañero pasaban junto a otros viajeros
espaciales de rostro amargado; humanos, twi’leks, houks y miembros de especies
que Fanaso jamás había visto antes, cada uno de ellos acompañado por un bicho parlanchín.
Sólo una cosa ayudó a Fanaso a soportar el viaje: la visión de un ancho pasaje
a una cúpula atmosférica en penumbra, en el exterior de la cual aguardaba
silenciosamente un grupo de bichos. Fanaso escudriñó la oscuridad de la cúpula
y vio viajeros espaciales inclinados sobre un largo mostrador bajo. Una
cantina... definitivamente una cantina.
-Eh, Mac, tiempo muerto –dijo Fanaso, haciendo
con las manos una señal de árbitro de bola-choque-. El arancel de carga puede
esperar mientras nos detenemos a tomar una o dos Elbas bien frescas, ¿verdad?
Las extremidades de Mactimentus se agitaron
con alguna emoción indefinida.
-Las Reglas de la Ley no consideran la
cantina parte de los Dominios de Tritón –dijo chasqueando-. Bajo el abrazo de
la Ley, tu estancia ahí será sin compañía.
-Qué lástima –dijo Fanaso-. Así que por eso
están todos tus colegas esperando en el pasillo. Bueno, sólo será un minuto...
-Sin embargo –dijo chirriando Mactimentus-,
sólo los pagarés de los Dominios de Tritón son transferibles por bienes y
servicios de la cantina. Los pagarés de los Dominios de Tritón sólo pueden
obtenerse...
-Deja que lo adivine... en la oficina de
aranceles de carga –murmuró Fanaso, y luego se encogió de hombros-. Oh, bueno.
Ya sabes lo que dicen: No puedes ver Kuat hasta que no hayas visto Horthav. Indícame
el camino.
-Será un placer hacerlo. Como Gactimus entonó
durante el Episodio de los Peregrinos Peregrinantes...
Fanaso ofreció a la cantina una lastimera
mirada de despedida y caminó pesadamente junto a su bicho. Mactimentus pasó la
hora que esperaron en la fila de la oficina de aranceles haciendo lo que habían
estado haciendo los bichos de todos los demás viajeros espaciales: recitar los
20 versos del panfleto que había dado a Fanaso y tratar de conseguir que el
viajero espacial los recitase con él. Fanaso se negó cada vez con menos
cortesía, pensando en cambio en cerveza de Elba y en si la gramola tendría un
holo del Ejército de Kloo D’iast interpretando Danza Estelar. Finalmente llegó su turno en la fila y pagó su
arancel de carga y la tasa de aduanas a un bicho con un caparazón amarillo y
marrón moteado.
-Su monitor le entregará el recibo en su
umbilical dentro de cuatro días –entonó el bicho-. Ese recibo será recogido en
el punto de salto hiperespacial hacia los Pangarees y su paso será registrado
legalmente.
Para cuando llegaron a la cantina Fanaso se
sentía bastante molesto: la incesante cháchara de Mactimentus le estaba dando
dolor de cabeza, y había escuchado los primeros versos de Gactimus tantas veces
que estaba bastante seguro de poder recitarlos él mismo. Dejando a Mactimentus
en el pasillo, Fanaso se sentó plácidamente en un taburete en medio del
mostrador.
-Cerveza Elba, helada –dijo.
Al instante, las risas le rodearon. Incluso
el camarero, un hombre de rostro realmente inexpresivo, reía a carcajadas,
-Aquí no hay Elba, cachorro de nerf –dijo junto
a su hombro izquierdo un viajero espacial tuerto y de gran papada.
-Bueno, pues entonces tomaré una cerveza
treffaniana...
-No hay intoxicantes de ninguna clase –dijo el
camarero por encima de las risas-. Ni siquiera cofeína, habida cuenta de que es
un estimulante. Sólo zumos enlatados y agua destilada. Elige.
-¿Me está tomando el pelo?
-Reglas de la ley, sección 43-4, chico –dijo el
camarero-. La posesión de intoxicantes y estimulantes está prohibida en los
Dominios de Tritón. Esa es la versión corta; los bichos tardan páginas en decir
la cosa más simple.
Fanaso echó un vistazo a la cantina.
-Entonces deme algunas fichas de un cuarto de
crédito. Espero que tenga algo de Kloo D’iast en esa gramola de aspecto patético
de ahí.
La gramola está rota. Y si no lo estuviera,
no podrías escuchar otra cosa que versos de Gactimus. De hecho, muchacho,
precisamente por eso está rota. Y por eso volverá a romperse de nuevo un par de
minutos después de que los bichos me ordenen arreglarla.
-¿No hay música?
-Sección 44-2. La música se considera un
estimulante en los Dominios.
-¿Tiene sabacc de mesa? ¿Cartas de elanthie? ¿Un par de dados?
-Sección 46-9...
-Oh, olvídelo.
Fanaso apoyó la cabeza en sus manos durante
un largo instante. Cuando alzó la mirada, el viajero espacial tuerto estaba
sorbiendo malhumoradamente su agua destilada y el camarero estaba sacudiendo
hipotéticas motas de polvo con un trapo.
-En el nombre del Último Salto de Bartolp, si
no hay licores, cartas ni canciones, ¿qué estáis haciendo todos aquí?
-¿Sabes por qué los bichos de todo el mundo están
esperando fuera? –preguntó el camarero-. Porque los pasillos se consideran
parte de los Dominios de Tritón. Las únicas excepciones son esta cantina, las
unidades sanitarias, vuestras naves y los umbilicales. Eso significa que los
bichos no puede ir a ninguno de esos lugares, no pueden darte sus panfletos, no
pueden darte la tabarra con ese maldito Gactimus. En cualquier otro lugar, eres
presa fácil.
-Pero no hay licores, ni música, ni nada.
¿Por qué salir siquiera de vuestras naves?
-Tengo un problema de adicción al jugo de
impulsores que estoy tratando de superar –dijo el viejo viajero espacial que
estaba junto al hombro de Fanaso-. A no ser que puedas permitirte la cura de
descanso en Ottabesk, este es el mejor lugar de la galaxia para limpiarse.
-Por mi parte, llevo seis años y cuarenta y
cuatro días estándar sin probar una gota –dijo el camarero-. ¿No tendrás una
nevera con esa cerveza Elba tuya en tu nave, chico?
Fanaso negó tristemente con la cabeza.
-Eso pensaba. Entonces tú también volverás.
-Espere un instante. Si esto no forma parte
de los Dominios, las Reglas de la Ley no se aplican, ¿verdad?
-Así es. Nada de bichos, nada de predicación.
-Entonces, ¿por qué este lugar debería ser
diferente de cualquier antro en la Luna del Contrabandista? –preguntó Fanaso-.
¿Qué os impide tener chicas twi’lek vertiendo Elba en vuestras bocas mientras
suena una pequeña caja Ommni acústica?
-Bueno, aparte de las leyes contra la
indecencia (esa es la sección 53-2), la palabra clave es posesión. Podría traer
los barriles sin problema, pero en el momento en que los sacara de mi umbilical
estaría violando las Reglas de la Ley y tendría que pagar el rescate de un
emperador en aranceles... u ofrecer servicio de devoción, lo que es peor.
¿Verdad, Kiardi?
-Desde luego, Saman. Solía ser peor, muchacho
–dijo el viajero espacial de la gran papada a través de su vaso de agua
destilada-. Hace diez años los bichos trataban de decir que los intoxicantes en
tu tripa contaban como posesión. Si salías de tu nave y no estabas tan sobrio
como un Jedi, corrías un gran riesgo. Una vez me hicieron pagar un arancel por tararear.
-¿Y qué pasó?
-El tráfico se detuvo –dijo Saman-. El único
otro camino a los Pangarees es seguir la Rimma hasta Corlaasi, y luego tomar el
atajo Dravin hasta el desvío Chundu...
-Eso es todo un rodeo –dijo Fanaso con un
silbido.
-Desde luego –dijo Kiardi-. Cinco días extra,
incluso teniendo en cuenta la espera para los recibos de los aranceles. Pero
todo el mundo estaba dispuesto a recorrerlo una vez que los bichos comenzaron a
hacer pruebas de aliento en los pasillos. Hoy en día, se ha llegado a un
equilibrio. Ellos obtienen sus aranceles y unos pocos días para tratar de
instruirnos, y nosotros ahorramos algo de tiempo y conseguimos agua destilada y
zumos.
Kiardi lanzó un brindis a Saman, quien devolvió
el gesto. Fanaso miró sombríamente al pasillo donde esperaba Mactimentus... al
menos pensaba que era Mactimentus. Iban a ser cuatro días muy largos, pensó.
Y entonces tuvo una idea.
***
El teniente Gallagane echó un vistazo a su
tableta de datos, y luego volvió a mirarlo, con el ceño fruncido.
-Tu manifiesto tiene un error, chico –dijo-.
Y también tu plan de vuelo... otra vez. Aquí dice que tu destino es Tritón y
que no llevas nada para transferir entre naves.
-No hay ningún error, señor –dijo Fanaso,
sonriendo ampliamente mientras permanecía al pie de la rampa de acceso al Gambito Corelliano. Suba y véalo.
De pie en la bodega, Gallagane observó los
barriles de cerveza Elba y treffaniana, de zumo de jumbli, los refrescos, las
latas de fizz. Examinó la gramola, completa con tres versiones de Danza Estelar. Frunció el ceño al mirar
a la chica twi’lek aburrida fumando un cigarrillo –en realidad, Fanaso tenía
que admitir que había demasiados años en ese lekku para que “chica” fuese
realmente el término más adecuado- sentada sobre las cajas de nueces heff.
Inclinó la cabeza al ver el brillante letrero rojo en el que podía leerse “El Rincón
de Shandy: Deje sus panfletos en la puerta”.
-Fanaso, las Reglas de la Ley...
-Las Reglas de la Ley no se aplican hasta que
no pones un pie fuera del umbilical y entras en los Dominios de Tritón, señor –dijo
Fanaso-. Y eso no va a ocurrir. Ni un barril, ni una grabación, ni una cinta de
lekku va a abandonar el Gambito
Corelliano. Así que, en lo que a mí respecta, los bichos pueden tomar sus
Reglas de la Ley y sus panfletos de Gactimus y usarlos para hacer nidos para
sus huevos. ¿De acuerdo, señor?
-Salvo por el hecho, Fanaso, de que el
umbilical y su nave se consideran espacio imperial, y por tanto...
-Y por tanto lo que necesito es esto, señor –dijo
Fanaso, señalando un documento enmarcado que había colgado del mamparo-. Una
licencia de cabaret. Válida durante un año en cuerpos celestiales, estaciones
espaciales y naves estelares en el sector Mayagil a 15 años luz de distancia de
la Ruta Comercial Rimma, señor.
Gallagane se levantó la gorra verde oliva y
se rascó la cabeza.
-Muy bien, Fanaso. Espero que sepas lo que
estás haciendo.
-Oh, lo sé, señor. Voy a las lunas de Tritón
a hacerme rico... va a ser maravilloso.
–Fanaso sonrió e incluso guiñó un ojo a la twi’lek, quien se encogió de hombros
y exhaló un trio de anillos de humo.
***
El bicho seguía esperando mientras Fanaso
finalmente dejó todo preparado en la bodega y descendió el umbilical con su
letrero y dos nódulos de Pegalotodo. Sus extremidades oscilaban en un extraño
arpegio de saludo, preocupación, fervor religioso o alguna incomprensible
emoción propia de los bichos.
-Señor Fanaso, en la tradición de Gactimus se
le ofrece un exceso de alegrías en observancia de su regreso al umbral de los
Dominios de Tritón...
Fanaso, que estaba tratando de encontrar un
lugar donde sujetar el otro nódulo de Pegalotodo, alzó la mirada y examinó los
patrones en el dibujo del caparazón del bicho.
-¿Mactimentus?
Hey, pera, ¿cómo va el negocio de los panfletos?
-Es el mayor de los placeres ser su monitor
en esta y todas sus estancias subsiguientes en los Dominios de Tritón mientras
avanza hacia un total entendimiento de las enseñanzas de Gactimus –dijo Mactimentus
con sus chasquidos, alcanzando su zurrón-. Por favor, acepte una vez más el
amable abrazo de las Reglas de la Ley. De nuevo, como cortesía, se le informa
de que se han codificado dos cambios en los dos tercios de parte de tiempo
sideral estándar desde su última visita...
Fanaso enderezó su letrero y arrojó al
umbilical el ya familiar fajo de papeles.
-Le echaré un vistazo a eso más tarde, viejo
amigo. Primero hagamos que nuestros pies abracen un poco de trabajo... Tengo un
recado que hacer en la cantina.
Mactimentus, que había estado buscando un
panfleto en su zurrón, quedó sorprendido y dudó un instante, haciendo girar la
cabeza del panfleto a Fanaso y luego al letrero.
-¿No hay posesión de manifiesto? Primero
debemos ocuparnos del arancel de carga, ¿no es así?
-No es así. Ya lo verás.
***
Lo realmente asombroso, musitó Fanaso, era
que no se le hubiera ocurrido nunca antes a nadie. Desde su sitio tras la barra
improvisada en la bodega del Gambito
Corelliano, sonrió al ver los grupos de risueños viajeros espaciales y cómo
la chica twi’lek, que por suerte había abandonado su cigarro, hacía el baile de
los velos con los compases de Danza
Estelar (Remezcla Rodiana). Hacía una semana que había recuperado su
inversión y todavía tenía suficientes licores y refrescos para tres o cuatro
días más. De hecho, había ganado más en este viaje de lo que habría hecho en tres viajes a los Pangarees... y con
considerablemente menos tiempo y esfuerzo.
-Eh, Saman, ¿puedes ocuparte un momento?
Saman asintió, aunque estaba ligeramente
borracho. Eso agitó un vago sentimiento de culpa en algún lugar de la mente de
Fanaso. Oh, bueno, pensó, tampoco es que le haya obligado a punta de bláster.
Pensó que sería mejor que bajara por el umbilical a ver qué hacían los bichos;
el comportamiento de Mactimentus en particular le estaba comenzando a
preocupar.
Los sonidos de la diversión sólo eran apenas
audibles en el umbral del umbilical. Fuera, en el pasillo, las dos docenas de
bichos asignados a los viajeros espaciales que se encontraban a bordo del Gambito Corelliano esperaban tan
silenciosamente como lo hacían en el exterior de la cantina. Otros cuatro
bichos con armadura moteada estaban de pie alrededor de Mactimentus,
gesticulando con sus extremidades y chasqueando una rápida sucesión de cháchara
airada. La quitina de Mactimentus había perdido su brillo; puede que fueran
imaginaciones de Fanaso, pero pensaba que su caparazón comenzaba a desconcharse
aquí y allá.
Mactimentus se volvió hacia Fanaso, agitando
sus extremidades en lo que Fanaso estaba bastante seguro que era nerviosismo.
-De nuevo se le dice; usted es el creador de
una inmoralidad. Luego de abandonar la estancia en su dominio, los candidatos
son escandalosos y resistentes a la edificación. Es una situación que se
aproxima rápidamente a un nivel de intolerabilidad. Una vez más se le exhorta a
abandonar esta campaña de incapacitación espiritual y a considerar
cuidadosamente las enseñanzas de Gactimus.
Los bichos que rodeaban a Mactimentus le
asaltaron con un ataque de sonidos como de platos rotos. Las extremidades de
Mactimentus cayeron inertes de las ranuras de su tórax.
-Venga no seáis demasiado duros con el viejo
Mac –les dijo Fanaso-. Sé que estáis furiosos por que me he llevado a vuestros
peregrinos o lo que sean, pero pensadlo de este modo: Ahora estáis teniendo,
digamos, cien viajeros espaciales por semana pasando por la oficina de
aranceles de carga. Dejad que la gente conozca el Rincón de Shandy y podréis
tener quinientos. Eso son muchos más
candidatos a ser edificados, ¿verdad? Y como he dicho aquí a mi colega
Mactimentus, si me dicen con quién tengo que hablar, estoy seguro de que
podemos llegar a un acuerdo dando a los Dominios algún porcentaje de las
ganancias. Si os ofrezco, digamos, un uno por ciento a cambio de un contrato
exclusivo, no os creeríais cuántos panfletos podréis imprimir. Os lo aseguro,
amigos, nos encontramos sobre una mina de oro...
El bicho más grande del grupo apartó a un
lado a Mactimentus, diciendo algo a Fanaso con sus chirridos y chasquidos. Su
traductor cobró vida con un zumbido:
-Alienígena heterodoxo y provocador, sus
esquemas mercantiles no obtienen afinidad entre nosotros. Sus actividades
llevan la vergüenza al nido de huevos de su monitor.
El bicho graznó a sus compañeros, que se
marcharon en formación, dejando a Mactimentus temblando de desaliento.
-Anímate, Mac –dijo Fanaso-. Tengo una idea. Dame
unos panfletos... sé que no podéis entrar en la nave, pero podré unos cuantos
en el bar para que la gente los lea. Nada como una buena Elba para hacer que la
mente se haga sugestionable. Y la próxima vez que venga...
-¿La próxima vez? –El traductor de
Mactimentus pronunció las palabras con la misma voz plana y monótona de
siempre, pero sonaron diferentes. De algún modo, parecían más un lamento que
una pregunta.
***
Esta vez, Gallagane tuvo que acercarse en la
pinaza de su crucero de patrulla; el Palacio
de Placer de Shandy era demasiado grande para encajar en la bahía de
atraque del crucero. De hecho, la nave contenedor tipo Whaladon era la nave más grande que podía encajar en una de la
plataformas de duracemento de Tritón Besh.
-Es una vieja gabarra oxidada y me ha costado
una semana llegar hasta aquí con ella, pero dado que no va a ir a ninguna otra parte,
no importa demasiado –dijo Fanaso mientras el oficial imperial examinaba los
barriles y las cajas apiladas en la inmensa bodega.
Podía oírse cómo cuatro chicas twi’lek –esta vez
el término era más que adecuado, y ninguna de ellas fumaba- ensayaban sus pasos
de baile en el salón delantero.
-Has ganado más dinero del que pensaba –dijo Gallagane-.
Una nave contenedor no es barata.
Fanaso se encogió de hombros.
-He pedido un préstamo. La tasa de interés es
abusiva, pero así son los negocios. Hay mucho dinero que ganar, pero eso
significa que habrá muchos más emprendedores. No tengo mucho tiempo antes de
que lleguen mis competidores, así que tengo que aprovechar mientras vayan bien
las cosas.
Gallagane meneó la cabeza.
-Sólo tengo una cosa que decirte, chico: Tu
conducta ha llamado la atención de los monitores de más alto rango de los
Dominios. Lee las Reglas de la Ley... y léelas detenidamente.
-Comprobaré detenidamente los sellos de mi
escotilla –dijo Fanaso con una sonrisa-. Y ya he comprobado que no hay alimañas
venenosas.
-Recuerda los dinkos –dijo Gallagane-. Bueno,
cielos despejados, Fanaso. Creo que hoy voy a tener que hacer algún recado en
Tritón Besh.
-Tendré una Elba bien fresca preparada para
usted por si viene al Palacio del Placer
–dijo Fanaso.
-Es bastante probable –dijo Gallagane por
encima de su hombro.
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