lunes, 25 de agosto de 2014

Más muerto que una luna de Tritón (II)



Fanaso no sabría decir a qué distancia estaba exactamente la oficina de aranceles de carga, pero debían de ser varios kilómetros. El bicho –su nombre era algo parecido a Mactimentus, o al menos no corrigió a Fanaso cuando lo llamó así- continuó durante todo el camino con su cháchara sobre Gactimus, sobre su alma satisfecha y el abrazo mental de claridad y un montón de otras cosas que Fanaso hizo todo lo posible por ignorar. Los pasillos estaban moteados por otros umbilicales conectados a otras naves; de vez en cuando Fanaso y su compañero pasaban junto a otros viajeros espaciales de rostro amargado; humanos, twi’leks, houks y miembros de especies que Fanaso jamás había visto antes, cada uno de ellos acompañado por un bicho parlanchín. Sólo una cosa ayudó a Fanaso a soportar el viaje: la visión de un ancho pasaje a una cúpula atmosférica en penumbra, en el exterior de la cual aguardaba silenciosamente un grupo de bichos. Fanaso escudriñó la oscuridad de la cúpula y vio viajeros espaciales inclinados sobre un largo mostrador bajo. Una cantina... definitivamente una cantina.

-Eh, Mac, tiempo muerto –dijo Fanaso, haciendo con las manos una señal de árbitro de bola-choque-. El arancel de carga puede esperar mientras nos detenemos a tomar una o dos Elbas bien frescas, ¿verdad?

Las extremidades de Mactimentus se agitaron con alguna emoción indefinida.

-Las Reglas de la Ley no consideran la cantina parte de los Dominios de Tritón –dijo chasqueando-. Bajo el abrazo de la Ley, tu estancia ahí será sin compañía.

-Qué lástima –dijo Fanaso-. Así que por eso están todos tus colegas esperando en el pasillo. Bueno, sólo será un minuto...

-Sin embargo –dijo chirriando Mactimentus-, sólo los pagarés de los Dominios de Tritón son transferibles por bienes y servicios de la cantina. Los pagarés de los Dominios de Tritón sólo pueden obtenerse...

-Deja que lo adivine... en la oficina de aranceles de carga –murmuró Fanaso, y luego se encogió de hombros-. Oh, bueno. Ya sabes lo que dicen: No puedes ver Kuat hasta que no hayas visto Horthav. Indícame el camino.

-Será un placer hacerlo. Como Gactimus entonó durante el Episodio de los Peregrinos Peregrinantes...

Fanaso ofreció a la cantina una lastimera mirada de despedida y caminó pesadamente junto a su bicho. Mactimentus pasó la hora que esperaron en la fila de la oficina de aranceles haciendo lo que habían estado haciendo los bichos de todos los demás viajeros espaciales: recitar los 20 versos del panfleto que había dado a Fanaso y tratar de conseguir que el viajero espacial los recitase con él. Fanaso se negó cada vez con menos cortesía, pensando en cambio en cerveza de Elba y en si la gramola tendría un holo del Ejército de Kloo D’iast interpretando Danza Estelar. Finalmente llegó su turno en la fila y pagó su arancel de carga y la tasa de aduanas a un bicho con un caparazón amarillo y marrón moteado.

-Su monitor le entregará el recibo en su umbilical dentro de cuatro días –entonó el bicho-. Ese recibo será recogido en el punto de salto hiperespacial hacia los Pangarees y su paso será registrado legalmente.

Para cuando llegaron a la cantina Fanaso se sentía bastante molesto: la incesante cháchara de Mactimentus le estaba dando dolor de cabeza, y había escuchado los primeros versos de Gactimus tantas veces que estaba bastante seguro de poder recitarlos él mismo. Dejando a Mactimentus en el pasillo, Fanaso se sentó plácidamente en un taburete en medio del mostrador.

-Cerveza Elba, helada –dijo.

Al instante, las risas le rodearon. Incluso el camarero, un hombre de rostro realmente inexpresivo, reía a carcajadas,

-Aquí no hay Elba, cachorro de nerf –dijo junto a su hombro izquierdo un viajero espacial tuerto y de gran papada.

-Bueno, pues entonces tomaré una cerveza treffaniana...

-No hay intoxicantes de ninguna clase –dijo el camarero por encima de las risas-. Ni siquiera cofeína, habida cuenta de que es un estimulante. Sólo zumos enlatados y agua destilada. Elige.

-¿Me está tomando el pelo?

-Reglas de la ley, sección 43-4, chico –dijo el camarero-. La posesión de intoxicantes y estimulantes está prohibida en los Dominios de Tritón. Esa es la versión corta; los bichos tardan páginas en decir la cosa más simple.

Fanaso echó un vistazo a la cantina.

-Entonces deme algunas fichas de un cuarto de crédito. Espero que tenga algo de Kloo D’iast en esa gramola de aspecto patético de ahí.

La gramola está rota. Y si no lo estuviera, no podrías escuchar otra cosa que versos de Gactimus. De hecho, muchacho, precisamente por eso está rota. Y por eso volverá a romperse de nuevo un par de minutos después de que los bichos me ordenen arreglarla.

-¿No hay música?

-Sección 44-2. La música se considera un estimulante en los Dominios.

-¿Tiene sabacc de mesa? ¿Cartas de elanthie? ¿Un par de dados?

-Sección 46-9...

-Oh, olvídelo.

Fanaso apoyó la cabeza en sus manos durante un largo instante. Cuando alzó la mirada, el viajero espacial tuerto estaba sorbiendo malhumoradamente su agua destilada y el camarero estaba sacudiendo hipotéticas motas de polvo con un trapo.

-En el nombre del Último Salto de Bartolp, si no hay licores, cartas ni canciones, ¿qué estáis haciendo todos aquí?

-¿Sabes por qué los bichos de todo el mundo están esperando fuera? –preguntó el camarero-. Porque los pasillos se consideran parte de los Dominios de Tritón. Las únicas excepciones son esta cantina, las unidades sanitarias, vuestras naves y los umbilicales. Eso significa que los bichos no puede ir a ninguno de esos lugares, no pueden darte sus panfletos, no pueden darte la tabarra con ese maldito Gactimus. En cualquier otro lugar, eres presa fácil.

-Pero no hay licores, ni música, ni nada. ¿Por qué salir siquiera de vuestras naves?

-Tengo un problema de adicción al jugo de impulsores que estoy tratando de superar –dijo el viejo viajero espacial que estaba junto al hombro de Fanaso-. A no ser que puedas permitirte la cura de descanso en Ottabesk, este es el mejor lugar de la galaxia para limpiarse.

-Por mi parte, llevo seis años y cuarenta y cuatro días estándar sin probar una gota –dijo el camarero-. ¿No tendrás una nevera con esa cerveza Elba tuya en tu nave, chico?

Fanaso negó tristemente con la cabeza.

-Eso pensaba. Entonces tú también volverás.

-Espere un instante. Si esto no forma parte de los Dominios, las Reglas de la Ley no se aplican, ¿verdad?

-Así es. Nada de bichos, nada de predicación.

-Entonces, ¿por qué este lugar debería ser diferente de cualquier antro en la Luna del Contrabandista? –preguntó Fanaso-. ¿Qué os impide tener chicas twi’lek vertiendo Elba en vuestras bocas mientras suena una pequeña caja Ommni acústica?

-Bueno, aparte de las leyes contra la indecencia (esa es la sección 53-2), la palabra clave es posesión. Podría traer los barriles sin problema, pero en el momento en que los sacara de mi umbilical estaría violando las Reglas de la Ley y tendría que pagar el rescate de un emperador en aranceles... u ofrecer servicio de devoción, lo que es peor. ¿Verdad, Kiardi?

-Desde luego, Saman. Solía ser peor, muchacho –dijo el viajero espacial de la gran papada a través de su vaso de agua destilada-. Hace diez años los bichos trataban de decir que los intoxicantes en tu tripa contaban como posesión. Si salías de tu nave y no estabas tan sobrio como un Jedi, corrías un gran riesgo. Una vez me hicieron pagar un arancel por tararear.

-¿Y qué pasó?

-El tráfico se detuvo –dijo Saman-. El único otro camino a los Pangarees es seguir la Rimma hasta Corlaasi, y luego tomar el atajo Dravin hasta el desvío Chundu...

-Eso es todo un rodeo –dijo Fanaso con un silbido.

-Desde luego –dijo Kiardi-. Cinco días extra, incluso teniendo en cuenta la espera para los recibos de los aranceles. Pero todo el mundo estaba dispuesto a recorrerlo una vez que los bichos comenzaron a hacer pruebas de aliento en los pasillos. Hoy en día, se ha llegado a un equilibrio. Ellos obtienen sus aranceles y unos pocos días para tratar de instruirnos, y nosotros ahorramos algo de tiempo y conseguimos agua destilada y zumos.

Kiardi lanzó un brindis a Saman, quien devolvió el gesto. Fanaso miró sombríamente al pasillo donde esperaba Mactimentus... al menos pensaba que era Mactimentus. Iban a ser cuatro días muy largos, pensó.

Y entonces tuvo una idea.



***



El teniente Gallagane echó un vistazo a su tableta de datos, y luego volvió a mirarlo, con el ceño fruncido.

-Tu manifiesto tiene un error, chico –dijo-. Y también tu plan de vuelo... otra vez. Aquí dice que tu destino es Tritón y que no llevas nada para transferir entre naves.

-No hay ningún error, señor –dijo Fanaso, sonriendo ampliamente mientras permanecía al pie de la rampa de acceso al Gambito Corelliano. Suba y véalo.

De pie en la bodega, Gallagane observó los barriles de cerveza Elba y treffaniana, de zumo de jumbli, los refrescos, las latas de fizz. Examinó la gramola, completa con tres versiones de Danza Estelar. Frunció el ceño al mirar a la chica twi’lek aburrida fumando un cigarrillo –en realidad, Fanaso tenía que admitir que había demasiados años en ese lekku para que “chica” fuese realmente el término más adecuado- sentada sobre las cajas de nueces heff. Inclinó la cabeza al ver el brillante letrero rojo en el que podía leerse “El Rincón de Shandy: Deje sus panfletos en la puerta”.

-Fanaso, las Reglas de la Ley...

-Las Reglas de la Ley no se aplican hasta que no pones un pie fuera del umbilical y entras en los Dominios de Tritón, señor –dijo Fanaso-. Y eso no va a ocurrir. Ni un barril, ni una grabación, ni una cinta de lekku va a abandonar el Gambito Corelliano. Así que, en lo que a mí respecta, los bichos pueden tomar sus Reglas de la Ley y sus panfletos de Gactimus y usarlos para hacer nidos para sus huevos. ¿De acuerdo, señor?

-Salvo por el hecho, Fanaso, de que el umbilical y su nave se consideran espacio imperial, y por tanto...

-Y por tanto lo que necesito es esto, señor –dijo Fanaso, señalando un documento enmarcado que había colgado del mamparo-. Una licencia de cabaret. Válida durante un año en cuerpos celestiales, estaciones espaciales y naves estelares en el sector Mayagil a 15 años luz de distancia de la Ruta Comercial Rimma, señor.

Gallagane se levantó la gorra verde oliva y se rascó la cabeza.

-Muy bien, Fanaso. Espero que sepas lo que estás haciendo.

-Oh, lo sé, señor. Voy a las lunas de Tritón a hacerme rico... va a ser maravilloso. –Fanaso sonrió e incluso guiñó un ojo a la twi’lek, quien se encogió de hombros y exhaló un trio de anillos de humo.



***



El bicho seguía esperando mientras Fanaso finalmente dejó todo preparado en la bodega y descendió el umbilical con su letrero y dos nódulos de Pegalotodo. Sus extremidades oscilaban en un extraño arpegio de saludo, preocupación, fervor religioso o alguna incomprensible emoción propia de los bichos.

-Señor Fanaso, en la tradición de Gactimus se le ofrece un exceso de alegrías en observancia de su regreso al umbral de los Dominios de Tritón...

Fanaso, que estaba tratando de encontrar un lugar donde sujetar el otro nódulo de Pegalotodo, alzó la mirada y examinó los patrones en el dibujo del caparazón del bicho.

-¿Mactimentus? Hey, pera, ¿cómo va el negocio de los panfletos?

-Es el mayor de los placeres ser su monitor en esta y todas sus estancias subsiguientes en los Dominios de Tritón mientras avanza hacia un total entendimiento de las enseñanzas de Gactimus –dijo Mactimentus con sus chasquidos, alcanzando su zurrón-. Por favor, acepte una vez más el amable abrazo de las Reglas de la Ley. De nuevo, como cortesía, se le informa de que se han codificado dos cambios en los dos tercios de parte de tiempo sideral estándar desde su última visita...

Fanaso enderezó su letrero y arrojó al umbilical el ya familiar fajo de papeles.

-Le echaré un vistazo a eso más tarde, viejo amigo. Primero hagamos que nuestros pies abracen un poco de trabajo... Tengo un recado que hacer en la cantina.

Mactimentus, que había estado buscando un panfleto en su zurrón, quedó sorprendido y dudó un instante, haciendo girar la cabeza del panfleto a Fanaso y luego al letrero.

-¿No hay posesión de manifiesto? Primero debemos ocuparnos del arancel de carga, ¿no es así?

-No es así. Ya lo verás.



***



Lo realmente asombroso, musitó Fanaso, era que no se le hubiera ocurrido nunca antes a nadie. Desde su sitio tras la barra improvisada en la bodega del Gambito Corelliano, sonrió al ver los grupos de risueños viajeros espaciales y cómo la chica twi’lek, que por suerte había abandonado su cigarro, hacía el baile de los velos con los compases de Danza Estelar (Remezcla Rodiana). Hacía una semana que había recuperado su inversión y todavía tenía suficientes licores y refrescos para tres o cuatro días más. De hecho, había ganado más en este viaje de lo que habría hecho en tres viajes a los Pangarees... y con considerablemente menos tiempo y esfuerzo.

-Eh, Saman, ¿puedes ocuparte un momento?

Saman asintió, aunque estaba ligeramente borracho. Eso agitó un vago sentimiento de culpa en algún lugar de la mente de Fanaso. Oh, bueno, pensó, tampoco es que le haya obligado a punta de bláster. Pensó que sería mejor que bajara por el umbilical a ver qué hacían los bichos; el comportamiento de Mactimentus en particular le estaba comenzando a preocupar.

Los sonidos de la diversión sólo eran apenas audibles en el umbral del umbilical. Fuera, en el pasillo, las dos docenas de bichos asignados a los viajeros espaciales que se encontraban a bordo del Gambito Corelliano esperaban tan silenciosamente como lo hacían en el exterior de la cantina. Otros cuatro bichos con armadura moteada estaban de pie alrededor de Mactimentus, gesticulando con sus extremidades y chasqueando una rápida sucesión de cháchara airada. La quitina de Mactimentus había perdido su brillo; puede que fueran imaginaciones de Fanaso, pero pensaba que su caparazón comenzaba a desconcharse aquí y allá.

Mactimentus se volvió hacia Fanaso, agitando sus extremidades en lo que Fanaso estaba bastante seguro que era nerviosismo.

-De nuevo se le dice; usted es el creador de una inmoralidad. Luego de abandonar la estancia en su dominio, los candidatos son escandalosos y resistentes a la edificación. Es una situación que se aproxima rápidamente a un nivel de intolerabilidad. Una vez más se le exhorta a abandonar esta campaña de incapacitación espiritual y a considerar cuidadosamente las enseñanzas de Gactimus.

Los bichos que rodeaban a Mactimentus le asaltaron con un ataque de sonidos como de platos rotos. Las extremidades de Mactimentus cayeron inertes de las ranuras de su tórax.

-Venga no seáis demasiado duros con el viejo Mac –les dijo Fanaso-. Sé que estáis furiosos por que me he llevado a vuestros peregrinos o lo que sean, pero pensadlo de este modo: Ahora estáis teniendo, digamos, cien viajeros espaciales por semana pasando por la oficina de aranceles de carga. Dejad que la gente conozca el Rincón de Shandy y podréis tener quinientos. Eso son muchos más candidatos a ser edificados, ¿verdad? Y como he dicho aquí a mi colega Mactimentus, si me dicen con quién tengo que hablar, estoy seguro de que podemos llegar a un acuerdo dando a los Dominios algún porcentaje de las ganancias. Si os ofrezco, digamos, un uno por ciento a cambio de un contrato exclusivo, no os creeríais cuántos panfletos podréis imprimir. Os lo aseguro, amigos, nos encontramos sobre una mina de oro...

El bicho más grande del grupo apartó a un lado a Mactimentus, diciendo algo a Fanaso con sus chirridos y chasquidos. Su traductor cobró vida con un zumbido:

-Alienígena heterodoxo y provocador, sus esquemas mercantiles no obtienen afinidad entre nosotros. Sus actividades llevan la vergüenza al nido de huevos de su monitor.

El bicho graznó a sus compañeros, que se marcharon en formación, dejando a Mactimentus temblando de desaliento.

-Anímate, Mac –dijo Fanaso-. Tengo una idea. Dame unos panfletos... sé que no podéis entrar en la nave, pero podré unos cuantos en el bar para que la gente los lea. Nada como una buena Elba para hacer que la mente se haga sugestionable. Y la próxima vez que venga...

-¿La próxima vez? –El traductor de Mactimentus pronunció las palabras con la misma voz plana y monótona de siempre, pero sonaron diferentes. De algún modo, parecían más un lamento que una pregunta.



***





Esta vez, Gallagane tuvo que acercarse en la pinaza de su crucero de patrulla; el Palacio de Placer de Shandy era demasiado grande para encajar en la bahía de atraque del crucero. De hecho, la nave contenedor tipo Whaladon era la nave más grande que podía encajar en una de la plataformas de duracemento de Tritón Besh.

-Es una vieja gabarra oxidada y me ha costado una semana llegar hasta aquí con ella, pero dado que no va a ir a ninguna otra parte, no importa demasiado –dijo Fanaso mientras el oficial imperial examinaba los barriles y las cajas apiladas en la inmensa bodega.

Podía oírse cómo cuatro chicas twi’lek –esta vez el término era más que adecuado, y ninguna de ellas fumaba- ensayaban sus pasos de baile en el salón delantero.

-Has ganado más dinero del que pensaba –dijo Gallagane-. Una nave contenedor no es barata.

Fanaso se encogió de hombros.

-He pedido un préstamo. La tasa de interés es abusiva, pero así son los negocios. Hay mucho dinero que ganar, pero eso significa que habrá muchos más emprendedores. No tengo mucho tiempo antes de que lleguen mis competidores, así que tengo que aprovechar mientras vayan bien las cosas.

Gallagane meneó la cabeza.

-Sólo tengo una cosa que decirte, chico: Tu conducta ha llamado la atención de los monitores de más alto rango de los Dominios. Lee las Reglas de la Ley... y léelas detenidamente.

-Comprobaré detenidamente los sellos de mi escotilla –dijo Fanaso con una sonrisa-. Y ya he comprobado que no hay alimañas venenosas.

-Recuerda los dinkos –dijo Gallagane-. Bueno, cielos despejados, Fanaso. Creo que hoy voy a tener que hacer algún recado en Tritón Besh.

-Tendré una Elba bien fresca preparada para usted por si viene al Palacio del Placer –dijo Fanaso.

-Es bastante probable –dijo Gallagane por encima de su hombro.

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