Puños Iónicos
Ed Erdelac
Perspectus
Transgaláctico, edición 41:4:34
Perspectus Transgaláctico presenta una primera mirada exclusiva a Puños Iónicos: Memorias de un Campeón de Electroboxeo, la autobiografía de próxima publicación de Lobar Aybock, con el Capítulo
VII: La Lluvia de Raine.
Para conocimiento
de nuestros lectores, un glosario de términos de electroboxeo:
chasqueante – Un fuerte puñetazo originado
en la zona media del tronco, con destino a la barbilla del oponente (del sonido
de los dientes del oponente al chocar entre sí).
cuña – La arena con forma de
triángulo equilátero y suelo de tela volcánica rodeada por un conjunto de tres
elasticables en el que tienen lugar los combates de electroboxeo.
destroza-foco – Un golpe al foco del oponente con un electromitón cargado iónicamente, destinado
a inutilizar el escudo o, en el caso de un foco
sin escudo, ionizar la armadura del oponente (con el resultado de un FI). Se
sabe que un golpe aturdidor a un foco
sin escudos puede causar un fallo del sistema nervioso.
DOM – Descalificación por Orden del
Médico.
electrocable – Una sección de elasticable
que rodea la cuña, cargado aleatoriamente con una leve corriente aturdidora a
intervalos regulares a lo largo de la fase.
electromitón – El guante del electroboxeo,
equipado con baterías de triple celda recargables y un emisor variable que el
boxeador maneja con el pulgar. Puede generar campos aturdidores (azul), iónicos
(blanco), o repulsores (verde), del tamaño de un puño. Los campos están
codificados por colores para avisar de su naturaleza al oponente, dando a un
boxeador rápido el tiempo para modificar la carga de sus mitones y preparar una
defensa adecuada.
fase – Cada uno de los periodos de
acción de dos minutos y medio estándar, separados por periodos de descanso de
un minuto en el que los combatientes se retiran a vértices neutrales. Hay diez
fases en un combate regulado.
FC – Fuera por Conteo, victoria
cuando un oponente no se levanta tras contar hasta ocho.
FI – Fuera por Ionización.
foco – El regulador con forma de
diamante y provisto de escudo ubicado en el centro de la placa pectoral de un
electroboxeador, que proporciona energía a su armadura y ofrece lecturas a los
médicos y árbitros fuera de la cuña.
vertex/vértices – Las tres “esquinas” con
postes de la cuña del electroboxeo.
Salgo del cubículo sanitario, justo después
de limpiarme el sudor de un par de fases de holoboxeo, cuando Cus aparece en la
puerta, mirándome con esos ojos negros de chevin que lo mismo podrían estar
llenos de esperanza o perdición.
Esta vez es perdición.
-Está amañado –dice-. He dicho a Puntadas que
recoja nuestras cosas y se reúna con nosotros en el callejón. Vamos a tomar un
taxi al puerto de lanzaderas.
No tiene sentido discutir con Eedund Cus
cuando ha tomado una decisión. Lo hago de todos modos. Me hace callar con una
historia que supo de Resik, el camarero del Colmillo Roto. Resik le dijo algo
acerca de nuestro contrato que Cus no creyó, pero después de comprobarlo, ahí
está.
-Si mueres en la cuña contra Tull Raine –dice
Cus-, Torel Vorne se queda con tu cadáver. Lo pone en la letra pequeña.
Golpeó con el dorso de su gran mano la
pequeña tableta de datos que sostenía, y me lo leyó:
-“En caso de muerte, todos los arreglos
funerarios serán supervisados por la Corporación Reuss tras la entrega obligatoria del cadáver.” Corporación
Reuss. Ese es Vorne.
Había visto a Vorne durante el pesado, un
pequeño reussi de piel azul y cabello desigual con una costosa máscara
respiratoria y ropas holgadas. Era un importante mafioso del Sector Portmoak,
asentado ahí en Reuss VIII.
-¿Y para qué demonios lo quiere? –pregunto.
-No lo sé, chico, y no quiero averiguarlo.
Espero que Puntadas y yo podamos arreglar parte del trato. Lo siento, Lobar.
Cus sabe que enfrentarme a Tull Raine, un
campeón barabel, es la mayor pelea de mi vida. Sabe lo que está en juego. Sabe
lo que significa retirarse y huir cuando un tipo como Vorne ha puesto dinero en
ello. ¿Pero qué significa incluir una cláusula para cadáveres en tu contrato?
Tomamos el pasillo trasero y salimos al
callejón. El aire venenoso hace lagrimear mis ojos. En lugar de encontrar solo
a Puntadas en un taxi deslizador, el gungan está sentado entre un puñado de gente
que no conozco en la parte trasera de una furgoneta deslizadora que nos
esperaba. Allí, de pie, hay un gran reussi con pelo muy corto, gafas de lluvia
y un poncho en el que podría ocultar cualquier cosa.
-Hay sitio para dos más, amigos –dice, y nos
indica que subamos.
Sé que Cus llegará a los puños si yo me
lanzo. No llegó a ser el mejor entrenador del Borde Exterior vaciando
escupideras. Pero ellos ya tienen a Puntadas.
Yo entré primero. Cus se desliza a mi lado. La
furgoneta se hunde medio metro desde su posición, flotando sobre la calle. El
reussi cierra la escotilla de un golpe. En cuestión de un minuto estamos
atravesando la ciudad, mirándonos unos a otros.
Hay una chica pequeña frente a mí, sucia y
con una harapienta camiseta de Boba Fett
y los Droides Asesinos. Debe de ser reussi. Junto a ella hay un tipo de más
edad, 100% humano, con un bigote que empezaba a mostrar canas y una mirada
tranquilizadora. A su izquierda está una mujer delgada y pelo corto vestida con
buzo, que parecía estar esperando a que le dijeras algo para poder darte una
bofetada en la cara.
-Te vi ganar a Tontruk por FI en la segunda
fase, en Vycynith –dice Bigote-. Solían decir que nadie podía vencer a un
esoomiano.
-Eso es lo que dicen de los barabeles –le
digo-. Supongo que nunca lo sabremos.
-No estoy con Vorne, hijo –dice, mostrándome
una insignia de identificación que no reconozco-. Comandante Bren Derlin. Soy
de la INR.
-¿Quién?
-Rebeldes –gruñe Cus.
-Actualmente nos llamamos Nueva República
–dice Derlin.
-¡Sha-nag!
Mientras haya un Imperio, sois rebeldes –dice Cus.
Allá vamos. Cus odia la política. Una vez me
dijo que se consideraba “un separatista impenitente”. Sea lo que sea eso.
-Tranquilo –digo a Cus-. ¿Qué quieres de
nosotros?
-Queremos hacer de ti un héroe, hijo –dice
Derlin.
Me explicó el asunto.
Cuando el Imperio tomó el sector Portmoak,
Reuss VIII era un planeta agrario. Uno nunca lo habría imaginado, porque ahora
las únicas zonas verdes eran burbujas entre las refinerías y los suburbios
residenciales. Pusieron a la Corporación Reuss a cargo del planeta y
convirtieron en empleados a todos los reussi, desde los fontaneros hasta los
lustradores de asientos. La Corporación decidió que los créditos de verdad
estaban en la tecnología y el duracero, no en la comida. A lo largo de los
últimos veinte años habían cambiado la faz del planeta, cambiando silos por
fundiciones y cielos azules por humo, neblina, y lluvia asesina.
En ese momento, la chica pequeña interviene,
sólo que no es en absoluto una niña, después de todo.
-Las Ratas de Óxido, los niños que viven
carroñeando por los vertederos y saqueando deslizadores, son todos huérfanos de
la Corporación –dice, con la voz de una mujer adulta-. Los salarios de sus
padres se mantienen sin cambios mientras suben los alquileres. En la clase
trabajadora, nadie posee nada.
-Esta es Mygo Skinto –dice Derlin-. Ella nos
habló de todo esto hace un año.
-La Corporación comenzó a perder dinero
porque no podían competir con las compañías más grandes –dice Mygo-. Torel
Vorne los llevó en una nueva dirección. Hay un gran mercado para los órganos en
los Mundos del Núcleo. No hay suficientes donantes para tanta demanda. Los
centros médicos pagan bien. Algunos ciudadanos particulares pagarían aún más
sin hacer preguntas.
-Investigamos uno de los tratantes de Vorne
fuera del planeta –dice Derlin-, un reussi llamado Deral Reiko. Vorne ha
establecido aquí un sistema que nunca habíamos imaginado. La Corporación y
Vorne trabajan juntos para conseguir que los reussi se endeuden; juegos de
azar, el alto coste de la vida, lo que sea. Entonces la organización de Vorne
les hace una oferta. Vende tus órganos, consigue dinero para tus hijos. Una
cosa curiosa acerca de la anatomía reussi es que es bastante adaptable. Casi
nunca son rechazados como donantes.
-Cuanto más esencial sea el órgano, mejor es
el precio. El donante no sale de la mesa de operaciones –dice Mygo-. Los hijos
nunca ven el dinero. Acaban trabajando para la Corporación y se convierten en
la siguiente generación de donantes, o de matones para Vorne, si van por mal
camino. Todo el sistema se autoabastece.
-Misa creen –dice Puntadas, que había estado
demasiado asustado para hablar hasta ahora- que eston ser lo que Vorne quieren
de vosa, Rojo.
Puntadas es el único que me llama Rojo.
-Seguramente estás en lo cierto –dice
Derlin-. Ya te tienen descuartizado, chico. Cada pedazo comprado y pagado. Si
pierdes, tus pulmones pertenecen al moff Ammar. Los compradores estarán mañana
por la noche entre el público, bien cerca para recoger sus encargos. Por eso
Tull Raine nunca ha perdido un combate por el título. Vorne celebra una subasta
privada y se asegura de que los aspirantes mueran en la cuña, para que sus
mejores clientes obtengan un producto en las mejores condiciones. Tú eres el
mejor botín que ha obtenido jamás. Nunca antes había habido un aspirante casi
humano.
Casi humano. Debido a que los
calianos somos de piel roja, escucho eso a menudo. Los impes me enseñaron un
dicho; “casi humano, no lo bastante”. Se lo digo a Derlin.
-Lo siento –dice él.
No sé qué pensar, y aún menos qué decir.
Había escuchado que Vorne poseía un pedazo de Tull Raine, pero no me había
parado a pensar en lo cierto que eso era, o en que estuviera pensando en mí
para su mercado de repuestos. Todo el asunto me hacía sentir enfermo, como
cuando estoy en la cuña esperando que el timbre indique el comienzo de una
lucha que sé que no puedo ganar. Pregunto a Derlin cómo lo consigue Vorne. He
estudiado a Tull. Es rápido para ser un barabel, pero no es tan bueno. Ya ha
sido derrotado antes, en el circuito amateur, pero Derlin tiene razón. Nunca en
una pelea por el título.
-Vorne hace que un hacker se conecte a tu
foco durante la lucha. Desactiva tus emisores, y baja tu escudo. Un aturdidor
al pecho, y estás fuera.
-Te lo dije –dice Cus-. Está amañado. Muy
bien, gracias por el aviso, comandante. Nos vamos.
-Tenemos la forma de contrarrestarlo –dice
Derlin.
La mujer a su izquierda se endereza como si
hubiera estado aburrida hasta ahora.
-Sargento Dansra Beezer –dice, enfatizando su
rango del mismo modo que algunos doctores. Es hermosa.
-¿A qué se dedica? –digo.
-Soy hacker –responde. Se muestra fría
conmigo, pero sus ojos no paran de mirarme.
-Pensaba que todos los hackers eran gordos y
sensibles a la luz –digo.
-Y que todos los electroboxeadores eran unos
descerebrados –responde de inmediato. Divertido.
-Podemos colocarla en un terminal remoto
–dice Derlin-. Ella mantendrá la lucha justa. Todo lo que tienes que hacer es
ganar.
Todo lo que tengo
que hacer es ganar.
Esta charla me pone en más ánimo de luchar
que nunca. Demonios, de lo único que me he ocupado en toda mi vida es de lo que
puedo romper con mis puños. El Imperio me capturó cuando bombardeó mi planeta
natal. Me enviaron a sus laboratorios y me midieron y evaluaron hasta que
decidieron que los calianos no eran buenos como soldados de asalto, y luego me
entregaron a unos esclavistas zygerianos. Nunca tuve ocasión de enfrentarme a
ellos. Supongo que he estado buscando la lucha, una lucha de verdad, desde
entonces. Al decir que soy el primer aspirante casi humano, Derlin despierta en
mí una chispa que Vorne casi había apagado. No me gusta un juego amañado, y no
me gusta todo este asunto de rebanar a la gente para que algún habitante del
núcleo con los bolsillos bien llenos pueda morir un par de años más tarde.
-¿Qué está pasando aquí? –me susurra Cus-. ¿No
estarás pensando en seguir adelante con esto, verdad?
-Es nuestra oportunidad, Cus –le digo-. Hemos
entrenado duro. Supongo que debemos aprovecharlo.
Puntadas gime.
Cus agita la cabeza y observa cómo pasan las
fábricas a toda velocidad.
***
Finalmente, la furgoneta deslizadora se detiene
en el exterior del hotel y el reussi abre la puerta.
-¿Hay algo más que necesiten de mí?
-Tengo entendido que siempre elige un hotel
relativamente cerca para poder ir corriendo a todos tus combates –dice Derlin.
-Me pone a tono, ¿sabe? Preparado.
-¿Vas a correr mañana?
-Llueva o haga sol.
Derlin asiente. Comparte una Mirada con la
mujer pequeña, Mygo. No sé de qué va esto. Salgo y ayudo a Puntadas a descargar
nuestras cosas.
Cuando el reussi está a punto de cerrar la
escotilla, se me ocurre una cosa.
-¡Eh, Derlin!
-¿Qué ocurre, chico?
-Quiero que me prometa algo.
-No van a rebanarte. Te lo prometo.
-No es eso. En realidad, quiero que sea ella
quien me haga una promesa. –Me refiero a la pirata informática, y la miro
directamente a los ojos-. Tiene que ser un combate justo. En ambos sentidos.
Ella mira a Derlin. Yo la sigo mirando hasta
que vuelve a mirarme a mí.
-Muy bien –dice-. Lo prometo.
Le doy las gracias. Me mira de distinto modo
cuando el reussi cierra la compuerta de un golpe. Me saluda con una inclinación
de cabeza antes de subir a la cabina, y se van zumbando por la ajetreada calle.
Siento como si nunca fuera a conseguir
dormir. Cus me grita y vuelca muebles. Yo respondo a sus gritos. Puntadas se
limita a sentarse en una esquina con la cabeza entre las manos y sus largas
orejas cayendo sobre sus hombros, gimoteando.
En definitiva, les digo que nada ha cambiado,
salvo que ahora va a ser el combate que creíamos que sería. Todo lo que Derlin
había hecho era hacernos saber toda la basura de la que se está ocupando por
nosotros.
Derlin levanta las manos al cielo y se lleva
a Puntadas consigo, pero me dice:
-Nos vemos mañana, chico.
Está conmigo. Me allegro. Sé que Cus sólo
compró mi libertad porque vio el luchador que había en mí. Me enseñó a boxear,
me enseñó básico y aurebesh. Era una inversión, desde luego, y eso no es una
base especialmente buena para una amistad, pero ahí está. Él y Puntadas, son
todo lo que tengo.
A la mañana siguiente llueve.
Me ato mis Aleemas, deslizo una Vagabundo-6
sobre mi rostro, y me coloco mi traje de exposición. En Reuss VIII, no puedes
salir sin protección un día lluvioso, porque la lluvia es ácida. Prácticamente
todos los días necesitas un filtro respirador para todas las cosas que hay en
el aire, pero cuando llueve el fango de las alcantarillas hierve y los vapores
pueden abrasarte los pulmones. Pienso en ese maldito moff que ya ha pagado por
mis pulmones. Pienso en estropearle la mercancía.
El pavimento está crepitando cuando salgo al
exterior. Puede escucharse sobre el tamborileo de la lluvia, como agua
hirviendo en una termoplaca caliente. Cus y Puntadas ya están en la arena.
He realizado esta carrera sesenta y cuatro
veces en un par de docenas de mundos. He corrido bajo nieve y granizo, y, una
vez, bajo una tormenta de centellas. He corrido sobre barro, y sobre arena tan
caliente que se convertía en cristal bajo la presión de mis zapatillas. Esta es
la primera vez que corro bajo una fuerte lluvia abrasadora. Puedo ver el humo
subiendo en espiral desde las mangas de mi traje donde golpean las gotas de
lluvia.
También es la primera vez que no corro solo.
Esperaba que las calles estuvieran vacías en
una mañana así, pero desde el momento en que salgo a la calle hay una
estridente ovación.
Niños. Envueltos en trajes de exposición
sucios y fragmentados fabricados con lo que habían podido recuperar, pequeñas
momias sin rostro, con gorros goteantes y gafas de lluvia y verdeantes máscaras
respiratorias de segunda mano, agazapados bajo escudos contra la lluvia
improvisados con láminas de chatarra. Ratas de Óxido, los había llamado Mygo.
No me había parado a pensar que hubiera tantos.
Obviamente, me reconocen. Me llaman por mi
nombre con voces ásperas y amortiguadas. Se aprietan a mi alrededor, agarrándose
a mis piernas, tocándome los brazos. Veo sonrisas embobadas a través de sus
máscaras. Un par de pequeñas manos con ampollas colocan un destrozado puntero
en mis manos y garabateo mi nombre en una brillante tableta de datos.
Es un magnífico espectáculo, y flotando sobre
sus cabezas como bichos zumbones gigantes, un enjambre de droides holocámara
provistos de escudo se encuentra allí para grabarlo todo para las Noticias de
la HoloRed, TriNebulon, y un puñado de agencias más.
Al otro lado de la calle, veo una pequeña
figura solitaria con una maltrecha máscara respiratoria y una camiseta de Boba Fett y los Droides Asesinos. Me
hace un gesto levantando el pulgar.
Mis pies golpean el permacemento camino de la
Arena Dool con las holocámaras zumbando y esforzándose por seguir el ritmo. Los
vítores de esos niños prácticamente me empujan durante todo el camino. A pesar
de la torrencial lluvia ardiente, no siento cansancio en absoluto. El corazón
me bombea con fuerza. Siento como si pudiera vencer por FI al propio Palpatine.
Me quito el traje de exposición ante la
puerta trasera del Colmillo Roto. Se lo doy a un niño desgarbado y saludo como
un político hasta que estoy fuera de su vista.
En el vestuario, Cus y Puntadas ya han
extendido mi armadura azul y blanca de Equipos Golan. No es la mejor, pero no
me ha dejado tirado en sesenta y cuatro combates. Ruego a Boz que esta no vaya
a ser la primera vez. Un minuto más tarde estoy preparado y Puntadas comprueba
las cargas de mis electromitones, examinando las lecturas del foco y
comprobando mis constantes vitales.
Puntadas es el único nombre por el que le
conozco. Nos dijo que en su planeta natal solía ser el médico de la corte de la
Reina Apa-algo, pero perdió su puesto cuando llegó el Imperio.
La mayoría de los boxeadores usan Emedés,
pero Cus no.
-Nunca pongas tu fe en droides –es todo lo
que dice al respecto.
Cuando salimos al vestíbulo, hay un mar de
reporteros blandiendo sus micros hacia mí, pidiéndome vaticinios y dando mucha
importancia a que yo sea el primer aspirante (casi) humano y todo eso. Farfullo
algunas cosas acerca de asestar mi mejor golpe cuando una preciosa rubia me
asalta:
-Fionna Flannis, Red de Noticias Coloniales.
Lobar, ¿desde cuándo eres consciente de la relación de Torel Vorne con la Corporación
Reuss? ¿Puedes confirmar los rumores de un negocio de donación ilegal de
órganos?
La miro con sorpresa, como la mayor parte de
los demás reporteros. Un defel de aspecto duro que trabajaba para seguridad
agarra su micro y hay una trifulca con su técnico de sonido. Deja sin sentido a
la pesadilla peluda con alguna especie de aturdidor de mano. Es el reussi de la
furgoneta deslizadora de Derlin.
-¡Estamos aquí simplemente para pelear! –brama
Cus, y cuando un chevin alza la voz, la gente se aparta de su camino. Avanzamos
a paso rápido hacia la arena propiamente dicha.
-Losa Derlin piensan en todo –dice Puntadas.
Los reporteros no nos siguen. Se agolpan
alrededor de la periodista rubia. El reussi nos guiña un ojo.
Salimos ante una rugiente multitud.
Habíamos visitado el Colmillo Roto y la Arena
Dool, pero eso no me había preparado para la visión del lugar a plena
capacidad. Es un restaurante de varios niveles, con la cuña colocada en el
centro, en un pozo inferior con paredes de plastiacero de cinco metros de alto.
Técnicamente, no hay asientos malos. La superficie del pozo había sido abierta
a los aficionados dispuestos a pagar más. Es probablemente donde se sientan los
tipos que han comprado mis órganos.
Nuestro guía nos dijo que el lugar solía
tener combates mixtos cada noche, hasta que algún cazarrecompensas tolanés voló
el lugar por los aires y acabó con los propietarios originales. Vorne retomó el
alquiler y remodeló el lugar, haciéndolo “respetable”, lo que básicamente
significaba que era demasiado caro para los lugareños.
Tull comenzó ahí mismo, en la Arena Dool.
Este es su hogar, su público.
Por supuesto, cuando llegamos a la cuña, veo
a Vorne sentado junto a ella con sus lacayos y un par de snobs ricos, uno de
los cuales es un fósil de rostro macilento con uniforme de moff que está
comiendo insectos de barro kubindi y bebiendo Grada.
Nos quedamos en nuestro vertex, y si antes
creía que la muchedumbre era ruidosa, no había sido nada comparado a cuando
Tull Raine sale a la cuña. Incluso los snobs se levantan de sus asientos. Es
alto, y negro como el espacio salvo por esa boca de blancos y afilados dientes
de barabel. Lleva una armadura Electrolast roja y las joyas de la banda de
Campeón de Peso Medio del Borde Exterior tintinean como cuentas de cristal
desde su hombro hasta su cintura.
Hizo esa cosa de cargar sus mitones al máximo
mientras la multitud corea su nombre, y luego lanzar una ráfaga de puñetazos
rápidos como latigazos que dejaron persistentes borrones blancos ante mis ojos.
Los aficionados enloquecen hasta que hace chocar sus puños con un trueno de
realimentación que hasta yo tengo que admitir que resulta impresionante.
Escuché que una vez venció a un Jedi en la Arena Dool. No lo pongo en duda.
-Muy bien –murmura Cus-. Quémate los mitones,
gug.
La multitud abuchea durante mi introducción.
No me importa. No estoy aquí por ellos. Se vuelven a poner de pie por Tull y él
levanta su banda antes de entregársela a su entrenador arconano, en su vertex.
Nos encontramos en el centro con el mediador, un rodiano que farfulla las
reglas en huttés. Miro a los ojos negros y reptilianos de Tull. Es como
observar una oscura sonrisa.
-Eres mi pressssa,
pielroja –sisea.
Lo que yo tengo que decir sólo puede
pronunciarse a través de mis electromitones.
Vamos a los vértices neutrales. El mediador
abandona la cuña y activa el perímetro de electrocable azul, cuya carga va
cambiando cada pocos segundos a una sección distinta del elasticable. Siento
que mi armadura se activa, hago cambiar el campo de mis electromitones (azul,
verde, blanco), y avanzo de nuevo al centro.
Abro la conversación con un par de rápidos
golpes iónicos a su protección craneal. Uno de ellos llega a darle, pero
rechaza mis puños con un par de destellos repulsores que me obligan a
mantenerme firme sobre mis talones. Seguimos en esa línea durante la primera
fase, limitándonos a ponernos a prueba mutuamente, y el timbre me manda de
nuevo al vertex, donde Puntadas conecta los cargadores en mis puños y comprueba
mi ritmo cardiaco.
-¿Todo okidoki, Rojo?
Se refiere a mi armadura. Los conmutadores
funcionan correctamente. En alguna parte, Dansra está haciendo su trabajo. Dansra.
Probablemente me rompería la nariz por llamarla así.
-No te dejes golpear –dice Cus.
En la segunda fase, Tull me hace saber que va
en serio. Comienza con una batida que apenas logro esquivar agachándome,
rozando la parte superior de mi casco. Entonces me alcanza con un chasqueante
repulsor a la protección de la mandíbula que casi me tira al suelo. Veo
estrellas declarándose la guerra entre ellas. Me cubro y lo rechazo con un
verde, casi lanzándolo contra el electrocable, pero este cambió y regresó con
el mismo furor que estaba causando en la multitud. Me deja dormido el brazo
derecho, pero acabo con ello con un directo iónico que envía rayos cruzando su
pecho y hace que el escudo de su foco parpadee. Retrocede, dándome tiempo para
alejar de mí las estrellas. Es fuerte.
Para la cuarta fase, sigo sin tener problemas
con los mitones, y mientras estoy recargando en mi vertex veo muchas caras
airadas en la mesa de Vorne. Tull también está confuso. No planeaban que yo
fuera a durar tanto. Veo que el defel de antes abandona la mesa de Vorne con un
par de matones. Espero que Derlin tenga a alguien vigilando a Dansra. Puntadas
me muestra el registro de puntos después de la quinta; voy ganando.
Uno de los hombres de Vorne habla discretamente
con Tull y su arconano. El gran lagarto golpea fuerte y deprisa en la sexta,
castigándome con golpes repulsores y aturdidores a la cabeza que hacen que me
tambalee. Sin molestarse ahora siquiera en intentar destroza-focos, tiene
órdenes de hacer su trabajo a la antigua. En esa fase, siento el sabor de la
sangre.
En un momento de la séptima me atrapa sobre
el electrocable y con golpes iónicos desactiva mis mitones durante unos buenos
diez segundos, lo suficiente para hacer que me tiemblen las piernas. Solo lo sé
porque más tarde veo la holorepetición. No recuerdo nada de eso.
Octava fase, y Puntadas farfulla como un
motivador defectuoso. Menea mucho la cabeza. Discute con Cus, señala su tableta
de datos. Le digo que él será el siguiente a por quien vaya si detiene el combate.
No sé si me entiende, pero suena el timbre y Cus retira el taburete, haciendo
que casi me cayera sobre mi rojo trasero. Tull me castiga durante dos minutos y
medio.
La novena es un mundo de dolor y luces azules
y verdes. Tull es un borrón negro y rojo. Entonces me encuentro caído sobre mis
manos y rodillas viendo como mi propia sangre salpica la tela volcánica. Dado
que no puedo entenderle, me adelanto a la cuenta atrás y me pongo en pie de
inmediato. Tull vuelve a tumbarme, con naturalidad.
Recupera el
aliento, pielroja.
El timbre interrumpe la cuenta del rodiano.
Hago el camino de vuelta al vertex apoyado sobre Cus.
Décima y última fase. Siento la cabeza como
si la tuviera sobre un fleximuelle. Veo destellos del rostro paquidérmico de Cus,
escucho retazos de la preocupada cháchara de Puntadas. El moff Ammar se está
encendiendo un puro de sobremesa. No me extraña que necesite mis pulmones.
Al otro lado, Tull está hundido en su propio
vertex. Siento como si me estuvieran matando, pero de haber hecho algún daño.
Hay un nuevo vacío en su puntiaguda sonrisa. Su bonita armadura roja está
arañada y abollada, y la pintura desgastada dejaba ver el gris de debajo.
Nos colocan en el centro. Chocamos los
electromitones. Tull me sisea algo. ¿Es que nadie habla básico?
En el camino de vuelta, Cus me dice:
-Se acabó, chico. -¿Tiene algo en la
garganta?
-Sí –consigo decir.
Vuelvo la mirada una vez más hacia ese
monstruo. Es una brillante columna de oscuridad, cubierta de cuero negro puro.
Miro más allá de él al auténtico monstruo. Torne parece incómodo y el moff
Ammar le echa una mirada desagradable. Todo lo que debo hacer es sobrevivir a
esta fase y será su perdición.
Y entonces lo escucho.
Arriba, en los asientos de gallinero, donde
han abierto las compuertas de ventilación para refrescar el lugar a pesar del
aire asesino y la torrencial lluvia del exterior, donde los aficionados tienen
que llevar máscaras si no quieren recibir daños permanentes al aguantar ahí
sentados durante un combate de una hora de duración, están exclamando un nombre,
y no es el de Tull Raine.
Es el mío.
Entonces lo recuerdo. No estoy luchando por
el premio o por la banda, estoy luchando por esos niños enfermizos que se
arriesgaron a correr bajo una lluvia asesina para mostrarme que cuentan
conmigo. Si únicamente era una maniobra publicitaria de Derlin, ya no me
importa. Cuando se acabe esta pelea, todo habrá terminado. Los suburbios, los
huérfanos en la calle, el barro, la niebla tóxica, todo desaparece.
¿Qué dijo Derlin? Queremos hacer de ti un héroe, hijo.
Los héroes no mueren. Bueno, tal vez a veces,
pero no así.
Es el reussi el que está jaleando ahí arriba,
pateando el suelo y canturreando.
-¡Lo-bar!
¡Lo-bar! ¡Lo-bar!
Los snobs se giran en sus asientos y
escudriñan las sombras sobre ellos.
Nunca tuve ocasión de luchar contra los t’syriél
como mi padre. Tampoco he luchado nunca contra el Imperio. Pero conozco el
frenesí del combate, lo que mi gente llama ryastraad.
Cuando nos encontramos acorralados, a veces algo se apodera de nosotros y nos
convierte en más de lo que somos.
Todo mi esqueleto está cargado. Mis músculos
se contraen. Siento como si pudiera arrojar mis electromitones y convertir a
Tull en pulpa a base de golpes. Mis piernas habían desaparecido. Apenas las
había sentido en las tres últimas fases, pero ahora me catapultan a lo largo de
la cuña justo cuando suena el timbre. Ni siquiera veo a Tull. Veo un muro negro
que tengo que derribar para llegar a algo muy preciado que está al otro lado.
Mi corazón es como una batería, recargando
mis brazos, lanzándolos hacia delante y recogiéndolos como si fueran cadenas de
relámpagos blancos. Soy consciente de los pulsos azules de Tull bailando sobre
mi armadura, dejándola inoperativa. Lucho para esquivarlo. Sus mitones se
vuelven verdes y yo hago lo mismo y derribo su bloqueo. Las articulaciones de
mis hombros no quieren moverse. Les obligo a hacerlo. Mi cabeza nada en hierro
fundido. No puedo pensar, sólo reaccionar y forzar reacciones.
Cuando vuelvo en mí, veo a Tull danzando
sobre el electrocable. Veo que el escudo de su foco se vuelve negro. Mi puño
izquierdo sale disparado hacia delante como un tren deslizador, y su foco
estalla en una lluvia de chispas junto con los emisores de mi mitón. La mayor
parte de los huesos de mi mano se quiebran. El golpe lo manda entre los
elasticables. Sale de la cuña dando tumbos y aterriza en una de las mesas más
codiciadas, haciendo añicos copas y vajilla, lanzando por los aires la comida y
los snobs. Casi salgo tras él. Me agarro al poste del vertex y me quedo ahí
tambaleándome.
Es la mesa de Torel Vorne y le he servido
barabel. Vorne está ahí de pie temblando, con el traje manchado con paté de
microácaro. El moff Ammar está tumbado sobre su espalda, farfullando a través
de un cigarro destrozado.
Miro directamente a los ojos de Torel
Vorne... y río a través de la sangre durante el conteo.
Me tambaleo hacia atrás mientras suena el
timbre. Tull se mueve, pero no se levanta. Puntadas me agarra y casi lo
aplasto. Caigo en brazos de Cus. El rodiano me agarra de la muñeca, y casi lo
lanzo al suelo. Lo intenta de nuevo y la levanta. Dice mi nombre... es lo
primero que dice que entiendo perfectamente. La Arena Dool estalla en un clamor
y los droides holocámara disparan sus flashes como un escuadrón de tiradores a
mi alrededor. Cus me sostiene de pie mientras Puntadas coloca la brillante
banda sobre mi hombro inerte.
El MD de Tull y el arconano le ayudan a
ponerse en pie. Vorne, el moff Ammar y los snobs han desaparecido.
***
Dos semanas después recibo un holomensaje del
coronel Derlin. Viste un elegante uniforme. Me dice que Dansra estuvo luchando
su propio combate para superar al pirata informático de Vorne. Dice que
rastrearon su señal y que el gran reussi, Tisocco, recibió en el hombro un disparo
humeante del defel que enviaron tras ella.
No dice qué ocurrió con el defel.
Por lo demás, me dice, todo ha ido sin
problemas. La Nueva República suspendió la licencia de operaciones de la
Corporación Reuss, pendiente de una investigación judicial, y Vorne está
huyendo como un jakrab asustado de una orden de arresto y tres o cuatro
recompensas. La República ha asumido el gobierno de Reuss VIII y está “siguiendo
activamente un plan para devolver el planeta a sus raíces agrícolas”.
Mygo está dirigiendo las labores de apoyo a
los niños. Doné el premio del combate contra Raine para las Ratas de Óxido. Eso
casi mató a Cus y a Puntadas, pero tampoco es como si no nos pagasen bien con
las promociones. Demonios, Cus firmó un acuerdo que hizo que mi nombre apareciera
en el modelo del año siguiente de camioneta deslizadora de gama alta de Zzip:
el “Ion Aybock 42”.
Me pregunto si a Dansra le gustaría tener
una.
Lobar “Puño Iónico”
Aybock mantiene las bandas de las Divisiones de Peso Medio de Electroboxeo de
los bordes Exterior y Medio, y es el máximo aspirante para el Campeonato Pangaláctico
programado para el año que viene. Originario del remoto planeta de Shiva IV,
considera Chandrila su hogar.
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Iónicos: Memorias de un Campeón de Electroboxeo este mes en Librerías Qee-Zutton o en cualquier lugar donde puedan
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