Uno que escapó
Grant Boucher
El siguiente texto es un informe
personal transmitido por Jodo Kast, el renombrado cazarrecompensas, acerca de
su fracaso en la captura del doctor Evazan tras localizarlo en el sistema
estelar corelliano. Los datos fueron transmitidos al Imperio, y posteriormente
interceptados por agentes de la Alianza.
Tengo
un millar de ojos. Se extienden por toda la galaxia, y cuando ellos ven algo,
Jodo Kast no está muy lejos. Esta vez, estaba siguiendo una presa al sistema
corelliano, a una pequeña ciudad de la que nunca antes había escuchado hablar...
y he estado casi en todas partes.
La
presa era el doctor Evazan. Estaba ejerciendo de nuevo, y para mí suponía una
recompensa de un millón de créditos, vivo o muerto. Ese es el tipo de caza que
prefiero, vivo o muerto. Puedes disparar según te pida el cuerpo sin
preocuparte por el estropicio.
El
doctor merecía todo el dolor que pudiera infligirle. Ese Evazan había deformado
personas, dejándolas muertas... o incluso peor, vivas. Iba a mostrarle el
verdadero significado del dolor.
Mis
fuentes me dijeron que estaba “operando” en una pequeña clínica de alquiler
cerca de las afueras de la ciudad. Vi su característico anuncio en la pared
cuando pasé al interior. “No confíe su vida a un droide. Confíe en nosotros.
Cirugía Creativa: El Corte Vanguardista.”
No
pude evitar reír entre dientes mientras cruzaba el portal y subía las
escaleras. Cuando llegué al vestíbulo, una “recepcionista” goviana se puso en
pie asustada, pero antes de que pudiera abrir la boca la aturdí limpiamente. Un
disparo de bláster habría sido más en mi estilo, pero los blásters son
ruidosos.
Pude
escucharle murmurando para sí por el pasillo, algo acerca de empacar sus
pertenencias y marcharse. Aparentemente había llegado justo a tiempo.
Irrumpiendo por la puerta, comencé a rociarle con disparos de bláster antes de
que pudiera reaccionar.
En
ese momento me di cuenta que había agujereado a un maniquí, y que una pantalla
de monitorización todavía mostraba la oficina principal. Mi sigilo había sido
en vano. La ventana estaba abierta y mi presa corría a toda velocidad por la
calle.
Un
cazarrecompensas cualquiera se habría rendido, pero Jodo Kast está lejos de ser
uno cualquiera. Enfundando mi arma, puse en acción mi mochila cohete. Mientras
me deslizaba por la calle pocos pasos por detrás de mi presa, sentí la misma
euforia que siempre precede a una captura. No puedes comprar esa clase de
sensación.
Comencé
a correr tras él, ya que la mochila cohete es más una molestia que una ayuda en
calles estrechas. Cuando dobló una esquina, hice saltar un buen pedazo de
fibrolita de la pared junto a él con un disparo bláster mal calculado. Desde
luego, era escurridizo, pero nadie es demasiado escurridizo para Jodo Kast.
Al
doblar la esquina yo también, vi una bahía de atraque en la distancia. Esa fue
la primera vez que me preocupó poder fracasar. No llevaba conmigo granadas ni
detonita, porque lo quería relativamente intacto para poder identificarlo. Si
conseguía llegar a su nave, estaría en el hiperespacio antes de que yo pudiera
llegar a mi propia nave, la Captura del
Zorro.
Evazan jadeaba pesadamente, y cuando llegó a la bahía,
se volvió y me disparó. Mi armadura desvió sin problemas el disparo, y avancé
con confianza.
Fue entonces cuando me di cuenta de que Evazan
estaba acorralado. Había entrado en una bahía de atraque equivocada, o algo
así. No tenía dónde huir y sólo era cuestión de tiempo antes de que ganara el
mejor.
Avancé, de puerta en puerta, de papelera en
papelera, hasta que llegué al borde de la bahía. Evazan se ocultaba detrás de
una nave, el típico carguero ligero corelliano destartalado.
Avanzando a la bahía, comencé a lanzar fuego de
cobertura. La suerte estaba de mi lado, ya que un disparo perdido rozó el lado
derecho de su rostro. Justo como me gustan. No muertos, sólo un poco dañados.
Avancé con cuidado, por si acaso estaba fingiendo
sus gritos. Estaba a unos 10 metros de él cuando apunté mi bláster a su silueta
inerte. Estaba a punto de volverme un millón de créditos más rico con un único
y limpio golpe.
Justo entonces, una torreta oculta salió de un
compartimento en la panza de la nave y abrió fuego. Un disparo de la pesada
arma abrió un agujero en mi armadura, y fue entonces cuando decidí que las
probabilidades estaban en mi contra. Activando mi mochila cohete a plena
potencia, salté a un tejado cercano.
Tras de mí pude ver a ese hijo de un rancor, Ponda
Baba, en los controles de la nave. Recordé la cuenta pendiente que aún tengo
con él por un pequeño incidente en el pasado reciente. Pero antes de que
pudiera rectificar cualquiera de mis descuidos, la nave salió disparada
ascendiendo al cielo de la noche.
De momento ha terminado, pero Jodo Kast nunca
olvida. Algún día mis ojos volverán a ver a Evazan o a Baba, y cuando lo hagan
yo no estaré muy lejos.
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