viernes, 29 de agosto de 2014

Uno que escapó

Uno que escapó
Grant Boucher

El siguiente texto es un informe personal transmitido por Jodo Kast, el renombrado cazarrecompensas, acerca de su fracaso en la captura del doctor Evazan tras localizarlo en el sistema estelar corelliano. Los datos fueron transmitidos al Imperio, y posteriormente interceptados por agentes de la Alianza.

Tengo un millar de ojos. Se extienden por toda la galaxia, y cuando ellos ven algo, Jodo Kast no está muy lejos. Esta vez, estaba siguiendo una presa al sistema corelliano, a una pequeña ciudad de la que nunca antes había escuchado hablar... y he estado casi en todas partes.
La presa era el doctor Evazan. Estaba ejerciendo de nuevo, y para mí suponía una recompensa de un millón de créditos, vivo o muerto. Ese es el tipo de caza que prefiero, vivo o muerto. Puedes disparar según te pida el cuerpo sin preocuparte por el estropicio.
El doctor merecía todo el dolor que pudiera infligirle. Ese Evazan había deformado personas, dejándolas muertas... o incluso peor, vivas. Iba a mostrarle el verdadero significado del dolor.
Mis fuentes me dijeron que estaba “operando” en una pequeña clínica de alquiler cerca de las afueras de la ciudad. Vi su característico anuncio en la pared cuando pasé al interior. “No confíe su vida a un droide. Confíe en nosotros. Cirugía Creativa: El Corte Vanguardista.”
No pude evitar reír entre dientes mientras cruzaba el portal y subía las escaleras. Cuando llegué al vestíbulo, una “recepcionista” goviana se puso en pie asustada, pero antes de que pudiera abrir la boca la aturdí limpiamente. Un disparo de bláster habría sido más en mi estilo, pero los blásters son ruidosos.
Pude escucharle murmurando para sí por el pasillo, algo acerca de empacar sus pertenencias y marcharse. Aparentemente había llegado justo a tiempo. Irrumpiendo por la puerta, comencé a rociarle con disparos de bláster antes de que pudiera reaccionar.
En ese momento me di cuenta que había agujereado a un maniquí, y que una pantalla de monitorización todavía mostraba la oficina principal. Mi sigilo había sido en vano. La ventana estaba abierta y mi presa corría a toda velocidad por la calle.
Un cazarrecompensas cualquiera se habría rendido, pero Jodo Kast está lejos de ser uno cualquiera. Enfundando mi arma, puse en acción mi mochila cohete. Mientras me deslizaba por la calle pocos pasos por detrás de mi presa, sentí la misma euforia que siempre precede a una captura. No puedes comprar esa clase de sensación.
Comencé a correr tras él, ya que la mochila cohete es más una molestia que una ayuda en calles estrechas. Cuando dobló una esquina, hice saltar un buen pedazo de fibrolita de la pared junto a él con un disparo bláster mal calculado. Desde luego, era escurridizo, pero nadie es demasiado escurridizo para Jodo Kast.
Al doblar la esquina yo también, vi una bahía de atraque en la distancia. Esa fue la primera vez que me preocupó poder fracasar. No llevaba conmigo granadas ni detonita, porque lo quería relativamente intacto para poder identificarlo. Si conseguía llegar a su nave, estaría en el hiperespacio antes de que yo pudiera llegar a mi propia nave, la Captura del Zorro.
Evazan jadeaba pesadamente, y cuando llegó a la bahía, se volvió y me disparó. Mi armadura desvió sin problemas el disparo, y avancé con confianza.
Fue entonces cuando me di cuenta de que Evazan estaba acorralado. Había entrado en una bahía de atraque equivocada, o algo así. No tenía dónde huir y sólo era cuestión de tiempo antes de que ganara el mejor.
Avancé, de puerta en puerta, de papelera en papelera, hasta que llegué al borde de la bahía. Evazan se ocultaba detrás de una nave, el típico carguero ligero corelliano destartalado.
Avanzando a la bahía, comencé a lanzar fuego de cobertura. La suerte estaba de mi lado, ya que un disparo perdido rozó el lado derecho de su rostro. Justo como me gustan. No muertos, sólo un poco dañados.
Avancé con cuidado, por si acaso estaba fingiendo sus gritos. Estaba a unos 10 metros de él cuando apunté mi bláster a su silueta inerte. Estaba a punto de volverme un millón de créditos más rico con un único y limpio golpe.
Justo entonces, una torreta oculta salió de un compartimento en la panza de la nave y abrió fuego. Un disparo de la pesada arma abrió un agujero en mi armadura, y fue entonces cuando decidí que las probabilidades estaban en mi contra. Activando mi mochila cohete a plena potencia, salté a un tejado cercano.
Tras de mí pude ver a ese hijo de un rancor, Ponda Baba, en los controles de la nave. Recordé la cuenta pendiente que aún tengo con él por un pequeño incidente en el pasado reciente. Pero antes de que pudiera rectificar cualquiera de mis descuidos, la nave salió disparada ascendiendo al cielo de la noche.
De momento ha terminado, pero Jodo Kast nunca olvida. Algún día mis ojos volverán a ver a Evazan o a Baba, y cuando lo hagan yo no estaré muy lejos.

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