martes, 16 de septiembre de 2014

Amanecer Arkaniano

Amanecer Arkaniano
Simon Smith y Eric Trautmann

Generalmente, la cabina de control de un transporte de esclavos thalassiano Y164 no es un lugar agradable. La cabina del Amanecer Arkaniano era especialmente poco atractiva, cubierta con los deshechos de demasiadas guardias largas en las que había muy poco que hacer, en una nave impulsada únicamente por la codicia y la miseria de los demás. El suelo estaba cubierto por una capa de envoltorios de comida y diversos fragmentos de plástico. Las estanterías de la cabina de la nave estaban repletas con latas, botellas, y media baraja de sabacc, el resto de la cual había caído por una rendija detrás de una de las abolladas consolas.
La vista del sombrío planetoide Dalastine IV en el exterior complementaba perfectamente el interior, pensó Thila amargamente. Sobre su cabeza, tres pares de luces rojas que avanzaban en formación pasaron disparadas hacia el norte: bombarderos Skipray que operaban desde la base rebelde ubicada en Dalastine. Thila se hundió en el asiento del copiloto, con varias latas de cerveza sullustana en las manos.
Corwin se detuvo en la puerta, echó un vistazo al desorden reinante, se encogió de hombros y se dirigió al asiento del piloto.
-Jamás pensé que estaría en uno de estos en términos amistosos –dijo, sentándose-. A veces la vida da extrañas vueltas.
Thila permitió que el silencio reinara unos instantes. Entonces tomó una lata, la abrió, y pasó una segunda a Corwin.
-Quería hablar conmigo, comandante Shelvay –dijo tras tomar un sorbo. No era una pregunta.
-Amanecer Arkaniano. Es un buen nombre para una nave. Despierta recuerdos. –Corwin tomó un trago de cerveza-. ¿Cuánto tiempo hace falta para acostumbrarse a un disfraz así?
-¡¿Qué?! –Thila hizo una pausa, desprevenida. Luego tomó una profunda inspiración y la soltó lentamente-. Mucho tiempo. Años. Demasiados años. –Miró lentamente el desorden de la cabina, y un esbozo de sonrisa irónica asomó en sus labios-. Ahora es parte de mí. Yo no solía ser tan desordenada.
Corwin sonrió amablemente.
-Yo pensé en hacer algo parecido –dijo, reclinándose en su asiento-. Aunque supongo que lo hice. No puede haber más de tres personas que conozcan al viejo Corwin Shelvay, y probablemente ahora no me reconocerían. –Volvió a tomar un trago de la lata, haciendo una pausa-. Me pregunto si alguien recuerda a Alba Arkanian[1].
Thila bajó la mirada un instante y se frotó la cara con las manos. Cuando levantó la cabeza, los duros rasgos de esclavista sullustana casi habían desaparecido. Ahora el parecido con su hermano era más aparente. Pero Thila también parecía preocupada y cansada.
-Yo sí. Pero no muy bien. –Soltó una risita seca, desprovista de humor-. A veces me pregunto si fue buena idea bautizar mi nave inspirándome en mi antiguo ser.
Entonces volvió a quedarse en silencio, conforme más recuerdos regresaban a su memoria.
Corwin asintió, inclinándose de nuevo hacia delante.
-Estás a salvo. Yo sólo te conocí debido a un viejo amigo mío. –Corwin miró fijamente su lata de cerveza, arrastrando las palabras con tristeza-. Un muy buen amigo. –Después de un instante, se frotó los ojos y posó la lata en la consola-. Ese amigo mío se hacía llamar Dimitri Melamor, y era mi tutor en la universidad. Ese no era su auténtico nombre. Su auténtico nombre era Darrin Arkanian, dato que me reveló poco antes de ayudarme a hacer esto.
Corwin alzó brevemente su sable de luz en una mano y lo miró fijamente, recordando en silencio.
-Sí... supuse que eras su... pupilo en cuanto oí tu nombre completo. Yo... recibí algunas cartas suyas a lo largo de los años... Mediante apartados de correos y cosas así. –Thila alzó la mirada hacia Corwin y continuó-. Hablaba bien de ti. –Con voz entrecortada, añadió-: ¿Qué pasó hace todos esos años?
Corwin alzó la mirada. Se dio cuenta de que ella ya podía sentir la respuesta.
-Estábamos viajando. Vi muchas cosas en ese viaje; yo era mucho más joven... entonces. Aprendí mucho sobre la vida, sobre la realidad del maldito Imperio. Bespin, Kessel, Tatooine, incluso hicimos una parada en Coruscant.
Apartó la mirada, hacia el sombrío paisaje del exterior, y suspiró.
-Tratamos de pasar desapercibidos, pero nos encontraron. Me capturaron.
Vació la lata, y luego la aplastó en silencio, con precisión.
-Me entregaron a Tremayne; Darrin vino a rescatarme. –El rostro de Corwin era neutro, como si todas las emociones se hubieran recluido tras una coraza. Un instante después, parpadeó, y la expresión regresó. Era una expresión de pesar, tristeza y pérdida-. Me dijo que huyera, me dio un nombre y algo de dinero. Le desobedecí, incluso luché contra Tremayne... pero no llegué a tiempo. –Dejó caer el disco aplastado sobre la consola y tomó otra lata, pero no la abrió-. Tremayne le mató –terminó en voz baja.
-Pensando en ello ahora, creo que él sabía cómo iba a ocurrir. Se dejó llevar como si pensara que no tenía elección... como si supiera que su destino era salvarme sin importar el coste para él.
Thila asintió una vez, con lágrimas asomando en sus ojos.
-Sí –dijo únicamente. Entonces se rindió al incómodo sentimiento y se desplomó en su asiento con las lágrimas recorriéndole el rostro. Parecía estar en una especie de estado de equilibrio, sin sollozar, pero con las lágrimas manando libremente.
Corwin quedó sentado en silencio, sin moverse, con la expresión triste y silenciosa de alguien cuyas lágrimas se han agotado hace tiempo. Después de un instante se escuchó el estridente siseo de una lata al abrirse, pero no hizo ningún movimiento para beber.
-Hace tiempo que lo sabía, en realidad –dijo Thila, con la voz tensa y llena de dolor de alguien que está llorando-, pero necesitaba que me lo dijeran. Gracias.
Dejó escapar un sollozo. Luego escondió la cabeza entre sus manos y comenzó a temblar en silencio.
Corwin dejó la lata y avanzó para pasarle un brazo sobre los hombros, preguntándose por qué no sentía nada aparte de remordimiento. Entonces de pronto sintió con mucha fuerza la presencia de su maestro. Susurró en silencio un saludo a la sombra (real o imaginada, no le importaba). Tomó la cerveza con la mano libre y se sentó en compañía de ambos, observando la superficie de Dalastine.
Fue varios días después cuando Corwin volvió a verla. Aunque, en realidad, no consiguió ver a Thila. La esclavista que trabajaba para la rebelión parecía haber desaparecido y Alba Arkanian finalmente había dejado atrás el disfraz que había llevado durante años. Cuando ella vio a Corwin, sonrió, y él se dio cuenta de que tal vez no había sido el único en sentir la presencia de Darrin Arkanian, Caballero Jedi.


[1] En el original, la nave se llama Arkanian Dawn y la sullustana Dawn Arkanian, es decir, las mismas palabras cambiadas de orden. Dado que en castellano el orden de las palabras es el mismo, el “disfraz” no sería tan efectivo, así que opto por la palabra Amanecer para el nombre de la nave, y Alba (que aparte de sinónimo de amanecer es un nombre propio femenino bastante común en castellano) para el personaje.

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