Amanecer Arkaniano
Simon Smith y
Eric Trautmann
Generalmente, la cabina de control de un transporte
de esclavos thalassiano Y164 no es un lugar agradable. La cabina del Amanecer Arkaniano era especialmente poco
atractiva, cubierta con los deshechos de demasiadas guardias largas en las que
había muy poco que hacer, en una nave impulsada únicamente por la codicia y la
miseria de los demás. El suelo estaba cubierto por una capa de envoltorios de
comida y diversos fragmentos de plástico. Las estanterías de la cabina de la
nave estaban repletas con latas, botellas, y media baraja de sabacc, el resto
de la cual había caído por una rendija detrás de una de las abolladas consolas.
La vista del sombrío planetoide Dalastine IV en el
exterior complementaba perfectamente el interior, pensó Thila amargamente.
Sobre su cabeza, tres pares de luces rojas que avanzaban en formación pasaron
disparadas hacia el norte: bombarderos Skipray que operaban desde la base
rebelde ubicada en Dalastine. Thila se hundió en el asiento del copiloto, con
varias latas de cerveza sullustana en las manos.
Corwin se detuvo en la puerta, echó un vistazo al
desorden reinante, se encogió de hombros y se dirigió al asiento del piloto.
-Jamás pensé que estaría en uno de estos en
términos amistosos –dijo, sentándose-. A veces la vida da extrañas vueltas.
Thila permitió que el silencio reinara unos
instantes. Entonces tomó una lata, la abrió, y pasó una segunda a Corwin.
-Quería hablar conmigo, comandante Shelvay –dijo
tras tomar un sorbo. No era una pregunta.
-Amanecer
Arkaniano. Es un buen nombre para una nave. Despierta recuerdos. –Corwin tomó
un trago de cerveza-. ¿Cuánto tiempo hace falta para acostumbrarse a un disfraz
así?
-¡¿Qué?! –Thila hizo una pausa, desprevenida. Luego
tomó una profunda inspiración y la soltó lentamente-. Mucho tiempo. Años. Demasiados años. –Miró lentamente el
desorden de la cabina, y un esbozo de sonrisa irónica asomó en sus labios-. Ahora
es parte de mí. Yo no solía ser tan desordenada.
Corwin sonrió amablemente.
-Yo pensé en hacer algo parecido –dijo,
reclinándose en su asiento-. Aunque supongo que lo hice. No puede haber más de
tres personas que conozcan al viejo Corwin Shelvay, y probablemente ahora no me
reconocerían. –Volvió a tomar un trago de la lata, haciendo una pausa-. Me
pregunto si alguien recuerda a Alba Arkanian[1].
Thila bajó la mirada un instante y se frotó la cara
con las manos. Cuando levantó la cabeza, los duros rasgos de esclavista
sullustana casi habían desaparecido. Ahora el parecido con su hermano era más
aparente. Pero Thila también parecía preocupada y cansada.
-Yo sí. Pero no muy bien. –Soltó una risita seca,
desprovista de humor-. A veces me pregunto si fue buena idea bautizar mi nave
inspirándome en mi antiguo ser.
Entonces volvió a quedarse en silencio, conforme
más recuerdos regresaban a su memoria.
Corwin asintió, inclinándose de nuevo hacia
delante.
-Estás a salvo. Yo sólo te conocí debido a un viejo
amigo mío. –Corwin miró fijamente su lata de cerveza, arrastrando las palabras
con tristeza-. Un muy buen amigo. –Después de un instante, se frotó los ojos y
posó la lata en la consola-. Ese amigo mío se hacía llamar Dimitri Melamor, y
era mi tutor en la universidad. Ese no era su auténtico nombre. Su auténtico
nombre era Darrin Arkanian, dato que me reveló poco antes de ayudarme a hacer
esto.
Corwin alzó brevemente su sable de luz en una mano
y lo miró fijamente, recordando en silencio.
-Sí... supuse que eras su... pupilo en cuanto oí tu
nombre completo. Yo... recibí algunas cartas suyas a lo largo de los años...
Mediante apartados de correos y cosas así. –Thila alzó la mirada hacia Corwin y
continuó-. Hablaba bien de ti. –Con voz entrecortada, añadió-: ¿Qué pasó hace
todos esos años?
Corwin alzó la mirada. Se dio cuenta de que ella ya
podía sentir la respuesta.
-Estábamos viajando. Vi muchas cosas en ese viaje;
yo era mucho más joven... entonces. Aprendí mucho sobre la vida, sobre la
realidad del maldito Imperio. Bespin, Kessel, Tatooine, incluso hicimos una
parada en Coruscant.
Apartó la mirada, hacia el sombrío paisaje del
exterior, y suspiró.
-Tratamos de pasar desapercibidos, pero nos
encontraron. Me capturaron.
Vació la lata, y luego la aplastó en silencio, con
precisión.
-Me entregaron a Tremayne; Darrin vino a
rescatarme. –El rostro de Corwin era neutro, como si todas las emociones se
hubieran recluido tras una coraza. Un instante después, parpadeó, y la
expresión regresó. Era una expresión de pesar, tristeza y pérdida-. Me dijo que
huyera, me dio un nombre y algo de dinero. Le desobedecí, incluso luché contra
Tremayne... pero no llegué a tiempo. –Dejó caer el disco aplastado sobre la
consola y tomó otra lata, pero no la abrió-. Tremayne le mató –terminó en voz
baja.
-Pensando en ello ahora, creo que él sabía cómo iba
a ocurrir. Se dejó llevar como si pensara que no tenía elección... como si
supiera que su destino era salvarme sin importar el coste para él.
Thila asintió una vez, con lágrimas asomando en sus
ojos.
-Sí –dijo únicamente. Entonces se rindió al
incómodo sentimiento y se desplomó en su asiento con las lágrimas recorriéndole
el rostro. Parecía estar en una especie de estado de equilibrio, sin sollozar,
pero con las lágrimas manando libremente.
Corwin quedó sentado en silencio, sin moverse, con
la expresión triste y silenciosa de alguien cuyas lágrimas se han agotado hace
tiempo. Después de un instante se escuchó el estridente siseo de una lata al
abrirse, pero no hizo ningún movimiento para beber.
-Hace tiempo que lo sabía, en realidad –dijo Thila,
con la voz tensa y llena de dolor de alguien que está llorando-, pero
necesitaba que me lo dijeran. Gracias.
Dejó escapar un sollozo. Luego escondió la cabeza
entre sus manos y comenzó a temblar en silencio.
Corwin dejó la lata y avanzó para pasarle un brazo
sobre los hombros, preguntándose por qué no sentía nada aparte de
remordimiento. Entonces de pronto sintió con mucha fuerza la presencia de su
maestro. Susurró en silencio un saludo a la sombra (real o imaginada, no le
importaba). Tomó la cerveza con la mano libre y se sentó en compañía de ambos,
observando la superficie de Dalastine.
Fue varios días después cuando Corwin volvió a
verla. Aunque, en realidad, no consiguió ver a Thila. La esclavista que
trabajaba para la rebelión parecía haber desaparecido y Alba Arkanian
finalmente había dejado atrás el disfraz que había llevado durante años. Cuando
ella vio a Corwin, sonrió, y él se dio cuenta de que tal vez no había sido el
único en sentir la presencia de Darrin Arkanian, Caballero Jedi.
[1]
En el original, la nave se llama Arkanian
Dawn y la sullustana Dawn Arkanian,
es decir, las mismas palabras cambiadas de orden. Dado que en castellano el
orden de las palabras es el mismo, el “disfraz” no sería tan efectivo, así que
opto por la palabra Amanecer para el
nombre de la nave, y Alba (que aparte
de sinónimo de amanecer es un nombre propio femenino bastante común en
castellano) para el personaje.
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