Ataque
nocturno
Michael Stern
La siguiente
historia fue relatada a Voren Na’al por el comandante Derlin.
-Sigue con la patrulla. Quedamos en el generador a las cero tres cien.
Eran órdenes simples. Dado que fueron dadas por el general Solo, tenía
confianza en que al menos él sería capaz de llevar a cabo su parte. La mía era
otro asunto.
Entre nuestra posición actual y el generador de escudo probablemente
habría una serie de puestos de perímetro imperiales, por no hablar de
exploradores patrullando con motojets y quién sabe qué más. Pero mi trabajo era
tratar de llegar allí vivos. Intactos y sin alertar a los imperiales. No era un
trabajo fácil, pero sabía que mis hombres podían lograrlo.
La primera tarde pasó sin incidentes. Nos tropezamos con varios exploradores
imperiales, pero fuimos capaces de ocultarnos de su vista sin comprometer
nuestra posición. Delevar, el único novato de la escuadra, casi lo arruina
disparando desde su escondite a una moto deslizadora, pero conseguí detenerle a
tiempo. Y le eché una buena bronca. Tendría que hacer algo más tarde para
estimular su confianza.
Acampamos en un barranco poco profundo, que estaba bien cubierto de
maleza y dificultaría que se nos pudiera descubrir desde una moto deslizadora.
Coloqué dos centinelas, uno a cada lado del barranco, y establecí una red de
barrido usando nuestro equipamiento de escaneo. Y menos mal que lo hice.
Apenas íbamos a comenzar nuestro primer turno de sueño, cuando los
escáneres detectaron algo. Estaba a unos tres clicks al sudoeste de nuestra
posición, y avanzaba en un ángulo que podría dejarnos al alcance de sus
sensores, dependiendo de qué fuera. Por lo que podíamos ver en las lecturas,
podría haber sido algún tipo de animal grande, pero me temía que fuera otra
cosa: algo que ya había visto en Hoth.
Mis sospechas eran correctas. Era un AT-ST. Tan pronto como vimos los
reflectores de búsqueda en la distancia, estuve seguro de ello. Aunque no
parecía tener mucho sentido. ¿Qué clase de operación era esa? La luna estaba
protegida por el bloqueo de la flota imperial. El conjunto de todas las
criaturas arbóreas indígenas de ese mundo boscoso no supondría una amenaza a
una única escuadra de motoristas. ¿Qué era lo que temían? Sabía que nosotros no
habíamos revelado nuestra posición, y había muy pocas probabilidades de que el
general Solo y el personal de mando hubieran sido capturados. Así que, ¿qué
estaba haciendo un AT-ST patrullando de noche, tan lejos de su base?
Las respuestas tendrían que esperar. Había un problema más acuciante del
que ocuparse, y estaba avanzando rápidamente en nuestra dirección. Sin romper
el campamento, ordené que la escuadra se dispersara y buscara cobertura, con la
esperanza de que la máquina gigante pasara justo a nuestro lado sin advertir
nada. No hubo tal suerte.
El AT-ST avanzó directamente hacia el barranco, entrando desde el
extremo sur. Era sólo cuestión de instantes que arrasara nuestro campamento,
así que decidí que había llegado el momento de actuar. Lo primero que hice fue
ordenar a Beezer que interfiriera sus transmisiones, para que no pudiera
solicitar ayuda. Pensé en usar una de las piezas de artillería, pero no había
suficiente tiempo para montarlas. También tenía miedo de que la pirotecnia
resultante echara más imperiales sobre nosotros.
Con dos rápidos disparos de bláster, Greeve, el francotirador de la
escuadra, acabó con los reflectores de búsqueda del caminante. Al perder la
referencia visual, el piloto del caminante comenzó a girar la cabina, tratando
de usar sus sensores para encontrar la fuente del ataque. Para contrarrestar
eso, hice que siguiéramos en movimiento, rodeando al caminante como bichos
zumbadores. Lo que yo temía era que decidiera abrir fuego tanto si veía algo
como si no.
Mis temores se hicieron realidad cuando los cañones bláster del caminante
comenzaron a disparar aleatoriamente. Si no le deteníamos pronto, alguien
escucharía este escándalo. Había que hacer algo, y rápido.
Mientras pensaba en la solución, vi fugazmente una figura avanzando a
la trinchera, justo por delante del AT-ST. Era Delevar, el novato, y estaba
apuntando el lanzaproyectiles. El corazón me dio un vuelco, y grité al muchacho
que se detuviera, pero no pareció importarle. ¿Es que no se daba cuenta del
espectáculo de luces que iba a montar eso?
Antes de poder detenerle, Delevar disparó el Caspel directamente a la
cara del caminante. Fue un disparo asombroso que entró directamente por una de
las ventanillas del caminante. Me preparé para la explosión, pero no se produjo
ninguna. En cambio, de las ventanillas del caminante comenzaron a salir nubes
de humo gris. Pude escuchar el sonido de los dos pilotos imperiales tosiendo y
jadeando. Lo siguiente que supe es que estaban saliendo por la escotilla
superior, con las manos en alto y los ojos cubiertos de lágrimas.
Había usado una granada de gas para hacerlos salir. Era un plan
brillante, y ejecutado sin temor. El novato lo había logrado. Cuando se despejó
el humo, y el piloto del caminante realizó una llamada de control a punta de
pistola, me acerqué a Delevar. Sonrió al verme caminar hacia él. Yo lucí la
mejor de mis furiosas expresiones de sargento superior, mirando al joven
directamente a los ojos. Su sonrisa se desvaneció.
-Si se te ocurre volver a
hacer algo así... –ladré, mientras él tragaba saliva-, asegúrate de decírmelo antes. -Le guiñé un ojo y le
di un golpecito en el hombro-. Bien hecho, chico.
Obligando al piloto del caminante a realizar algunas llamadas de
control más, pudimos explicar su ausencia a los imperiales de su base. Los
movimientos de la mañana siguiente transcurrieron sin incidentes, y nos
reunimos con el general Solo en el generador del escudo como estaba planeado.
El resto, como suele decirse, es historia.
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