Buscando
trabajo
Martin Wixted
-¿Nos está mirando?
-¿Qué? ¿Qué
nos está mirando?
-Ese jawa de ahí... ¡no te vuelvas! Parece que
tiene un comunicador. Puede que sea el mismo que nos ha estado siguiendo desde
que aterrizamos aquí esta mañana.
Vareth frunció el ceño, concentrándose sobre su
cerveza foz. Ya era bastante malo que hubieran falsificado las credenciales de
su nave, pero les había faltado tiempo y dinero para tratar siquiera de
conseguir cambiar sus propios documentos de identidad. Y ciertamente no tenían
negocios legítimos en esa ciudad. Ahora deseaba no haber dejado que Garron la
convenciera para esto. ¿Un trabajo para un gánster como el hutt? Casi se
estremeció. Pero era la única vía de conseguir créditos rápidos. Y tampoco es
que estuvieran preparándose para realizar un robo o un atraco. En realidad no.
Miró a su compañero. Al menos Garron parecía
bastante tranquilo. Pero, siendo sullustano, era difícil saberlo a ciencia
cierta.
-¿Cómo se supone que puedo decirte si nos está
mirando o no? –preguntó Garron.
-Ay. No sé. Supongo que no puedes. Ojalá tuviéramos
un escáner electrónico, o alguna clase de micrófono espía droide. O tal vez...
Garron la interrumpió.
-Bosteza.
-¿Disculpa? –preguntó Vareth, observando al jawa
con el rabillo del ojo.
-Bosteza, sí. Confía en mí.
Garron sonrió. Esa era su señal personal, su broma
privada. Nadie debería confiar nunca en un contrabandista.
-De acuerdo.
Vareth hizo lo que esperaba que fuese una buena
imitación de un bostezo. Vio que los músculos de la mandíbula del propio Garron
se tensaban hasta que finalmente sucumbió a la abrumadora necesidad. Y mientras
observaba, el supuesto espía se volvió y se llevó la mano a la boca. Vareth
sonrió y pensó por un instante en la universalidad del bostezo reflejo.
-Buena idea, Garron. Vámonos.
Los dos se pusieron en pie y abandonaron
rápidamente la cantina. Su salida no pasó desapercibida.
El resplandor de los soles en la arena hizo que
Vareth quisiera regresar a la fresca penumbra del bar. Miró a Garron, que ya
había colocado gafas sobre sus sensibles ojos.
-¿Cómo encontramos su casa? Toda esta zona es un
laberinto. Estuvimos pidiendo direcciones, pero nadie parecía saber.
-Tal vez el destino sea que nosotros no necesitemos
encontrarles, puede que sean los otros quienes deben encontrarnos.
-Sí, tal vez. Pero sigamos avanzando. No quiero que
nadie nos ponga la mira encima.
Vareth se puso la bufanda sobre la nariz mientras
pasaban junto a un grupo de jawas. Al menos, había aprendido eso en Tatooine.
-Disculpen –dijo una voz metálica.
Vareth quedó inmóvil. Sonaba como un soldado de
asalto. Se volvió lentamente. Parpadeó una vez, y luego otra. Ahí no había
nadie.
-Disculpen –volvió a decir la voz, desde algún
lugar cerca de su cintura. Vareth bajó la mirada para ver al jawa sosteniendo
un traductor de mano sobre su garganta-. Saludos de parte de su empleador. Por favor,
síganme.
-¿Ahora ves cómo todo lo que te he estado diciendo
era cierto, ves?
-Cállate, Garron.
Siguieron a la figura de la túnica marrón mientras
atravesaba los grupos de gente, esquivaba un deslizador terrestre a toda
velocidad, y se introducía en una puerta en penumbra. Vareth no tuvo problemas
en seguir el paso de la criatura mientras descendía por el fresco y oscuro
túnel, dejando atrás pasajes y pasillos laterales, girando primero a la
izquierda, luego a la derecha, pasando junto a varias puertas, girando otra
esquina, y deteniéndose finalmente ante una puerta cerrada. Murmuró algo que
Vareth estaba segura de que habría sido incomprensibles incluso si lo hubiera
escuchado claramente. La puerta se abrió deslizándose con el chirriante sonido
de acero sobre arena.
La sala estaba tenuemente iluminada por un
generador portátil colocado en el suelo. El olor a tierra que invadió sus fosas
nasales estaba creado por la enorme cantidad de setas y otros hongos que
cubrían el suelo y las paredes. El único mobiliario de la sala era una silla
ocupada por un twi’lek de aspecto pálido, con las colas craneales enrolladas
sobre los hombros. El twi’lek tragó el último de los champiñones que estaba
comiendo y se chupó los dedos. Vareth escuchó a Garron entrar en la sala tras
él, y la puerta se cerró. Ese twi’lek era lo bastante egocéntrico como para
sentirse a salvo ante dos contratistas
independientes. Pero después de todo, se recordó Vareth, eran ellos quienes
habían ido allí a ponerse a su disposición para conseguir empleo. Sin embargo, mostrar
temor probablemente no ayudaría a conseguirles el trabajo.
-Sí –dijo el ser que estaba sentado, agitando su
cola craneal izquierda-, se os ha observado desde que entrasteis en el sistema.
Y si pretendéis hacerme algún daño, es improbable que encontréis el camino de
salida de este laberinto.
Vareth se irguió en toda su altura.
-Por supuesto. Salvo que mi amigo, aquí presente –dio
un paso a su izquierda para dejar que el twi’lek pudiera ver claramente a
Garron-, es un sullustano. Cuando se trata de túneles, tienen memoria
fotográfica. ¿Quiere que empecemos de nuevo? –Dio un paso adelante-. Mi nombre
es Vareth.
-Saludos, astuta. Soy Bib Fortuna. –Hizo una ligera
pausa para dejar que el anuncio calara, como si fuera una gran revelación.
Debido al modo de comportarse del twi’lek, Vareth tuvo una punzante ansia de
arrodillarse, pero la ignoró. Fortuna se aclaró la garganta-. Parecéis
adecuados para la tarea.
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