Comprobación
de calibrado
Simon Smith y
Eric Trautmann
Corwin Shelvay estaba de pie en un laboratorio de
ingeniería vacío en la base rebelde de Ansarra. Shelvay examinaba la nueva unidad,
que tan sólo hacía tres días que se había recibido. Ciertamente, parecía cara:
el modelo, totalmente equipado, venía con analizador de muestras atmosféricas y
carcasa a prueba de líquidos alrededor del receptáculo de muestras. El
dispositivo era tan nuevo que aún quedaban fragmentos de embalaje dispersos
sobre el banco de trabajo en el que lo habían colocado.
Shelvay miró socarronamente la cifra mostrada en la
pantalla digital de la unidad. Se detuvo un instante, adentrándose
profundamente en una antigua meditación Jedi. Después de unos instantes, la
lectura digital de la pantalla comenzó a fluctuar salvajemente.
Un técnico, con una conducta sorprendentemente poco
apresurada para ser un rebelde, pasó junto a él, y Shelvay le detuvo.
-Disculpe –dijo Corwin, el usuario de la Fuerza
interno en la base-. Odio ser portador de malas noticias, pero esta unidad está
ofreciendo lecturas defectuosas.
Con aspecto confuso, el técnico estudió las
lecturas.
-Lo siento, señor, pero no veo ninguna variación
con las lecturas básicas estándar.
Corwin sonrió con calma y replicó:
-Están entre cero coma uno y cero coma tres por
ciento por encima.
-¿De qué está hablando? ¡Lo calibramos usando el
propio grupo de control del fabricante!
-Sí, eso es en parte lo que ha causado el problema.
La pesa de un gramo sólo pesa 0,9999973 gramos, y la de un miligramo sólo pesa
0,99822 miligramos. Los demás estándares también están desviados.
El técnico estaba empezando a molestarse. No era un
gran creyente de la Fuerza.
-Está de broma –dijo.
-Me temo que no. Creo que debería volver a
comprobar el calibrado de la unidad.
-Sí, claro. –Sólo es una rutina de diagnóstico de nivel diez que durará dos horas, pero,
¿a quién le importa, verdad?
Tras un instante, el preocupado técnico añadió:
-Eh, espere un momento. La circuitería de la
báscula debería haber detectado eso. Debería habernos dicho que al menos una de las pesas tenía una desviación. Lo
siento, comandante, pero no creo que sea probable que esta unidad esté mal. Es
más, la estamos usando como estándar para toda la base, y ya hemos tenido que
recalibrar la mitad de las básculas del resto de la base.
Alzando una ceja, Shelvay respondió con un simple:
-¿En serio?
Encogiéndose de hombros, el técnico quedó
interiormente satisfecho de haber resuelto este problema indeseado.
-Cosas más extrañas han pasado, señor.
-¿Me está diciendo que básculas que han estado
funcionando perfectamente bien durante años de repente parecen estar
notablemente desajustadas? –preguntó Corwin.
-Sí... ¿Me está diciendo que su circuitería de
detección de fallos también está defectuosa? –Allá vamos otra vez, pensó el técnico amargamente. Va a decirme que sí.
-Sí, eso digo –replicó el Jedi.
El técnico ya había escuchado demasiado.
-¿Ah, sí? Bueno, este es el analizador más preciso
de toda la base. Así que, ¿exactamente dónde pesó las pesas de referencia hasta
la diez mil millonésima parte de un gramo?
Tratando de aparentar inocencia, Corwin se encogió
de hombros.
-Ah, hay modos... –dijo.
-¿Como cuáles? –El técnico aún mostraba suspicacia
ante el usuario de la Fuerza, y estaba empezando a recordar las habladurías
acerca de las habilidades de Corwin.
-No tiene por qué aceptar mi palabra, claro. ¿Por
qué no lo comprueba usted mismo?
El técnico recordó la historia que había contado
esa mañana en el comedor uno de sus colegas ingenieros. Algo acerca de Shelvay
purificando todo el aire de una botella y sabiendo exactamente, hasta la
milésima parte de un gramo, lo que había en él. Y yo que pensaba que podía relajarme.
-Lo comprobaré de inmediato, comandante –suspiró.
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