El Pozo de Carkoon
Michael Stern y George Strayton
Del diario de datos de Voren
Na’al.
Después de mi breve pero enriquecedora estancia en el castillo de
Jabba el hutt, me dirigí a la siguiente ubicación importante en la historia de
los héroes.
El Pozo de Carkoon se encuentra adentrándose muchos kilómetros en el
corazón del Mar de las Dunas, en medio de una de las extensiones de terreno más
remota de cualquier planeta. Quedé sorprendido y un poco alarmado al advertir
que había un gran vehículo de alguna clase, posiblemente militar, rodeado de
varios seres. Actuando con cierta cautela, me acerqué más para poder ver mejor.
El vehículo era un reptador de arena y los seres eran jawas, muy ocupados
desguazando los retorcidos restos de la barcaza de vela de Jabba en busca de
algo de valor. Varios meses después de la muerte de Jabba, el lugar apenas era
reconocible.
Los jawas son inofensivos, a no ser que resultes ser un droide o estés
llevando algún valioso equipamiento metálico; así que oculté mi vehículo de
repulsión y me acerqué caminando. Cuando me vieron aproximarme, el trabajo se
detuvo momentáneamente, y de debajo de las polvorientas túnicas de los jawas
salieron cortos y regordetes blásters jawa. Cuando vieron que estaba desarmado,
los jawas regresaron a su tarea de recogida de restos (salvo los dos que,
insistentemente, siguieron tratando de venderme un bláster de aspecto
maltrecho).
Varios juegos de rodadas más antiguas indicaban que los jawas llevaban
bastante tiempo en el lugar. Se veía claramente que partes de la barcaza velera
habían volado por los aires, mientras que otras permanecían relativamente
intactas, indicando que alguien había intentado causar a la barcaza una
destrucción aún mayor que la de la explosión reportada por Luke y los demás.
También se detectaban lecturas de radiación más altas de lo normal.
A pesar de los destrozos, era notable que todavía quedaba gran
cantidad de material recuperable entre los escombros, incluyendo los restos del
trono de marfil Kiliad de Jabba, y los jawas discutían constantemente acerca de quién
había encontrado antes los mejores hallazgos.
Pronto me cansé de escucharles, y entonces mi atención de dirigió al
temible Pozo de Carkoon propiamente dicho. Allí, el horrible sarlacc extendía
sus tentáculos rosados con la esperanza de atrapar un sabroso bocado de jawa.
Era una visión fascinante pero repelente, y sólo pude atreverme a mirar por un
instante.
Justo cuando me daba la vuelta, un pedazo de metal que yacía cerca del
borde llamó mi atención. Eso despertó mi curiosidad, y pagué a los jawas por
usar su electroimán para sacarlo del pozo. (Por supuesto, los jawas me cobraron
una tarifa espantosamente excesiva, pero ni por todo el oro de la galaxia iba a
acercarme más a esas babeantes fauces para recogerlo yo mismo.)
El pedazo de metal era plano y negro, de unos 20 centímetros de ancho
y 35 de largo. Uno de sus lados era suave, y el otro estaba mellado como si
hubiera recibido disparos de bláster. No pude identificarlo, pero más tarde,
cuando se lo mostré al general Solo, lo reconoció como un pedazo de la armadura
de combate mandaloriana que llevaba el infame Boba Fett.
Los jawas me contaron que habían advertido varios trozos de metal más
pequeños cerca de un gran agujero en el suelo, a unos veinte o treinta metros
de la boca del Sarlacc. Desde entonces, el hoyo había quedado cubierto de
arena, pero me advirtieron que no me acercara a la zona, ya que varios de los
suyos habían sido succionados por el sumidero.
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