Horror en la noche
Michael Stern
Extraído del diario de datos de
Voren Na’al.
Os cuento esta historia con mis propias palabras, porque yo estaba
allí, en las congeladas cavernas de hielo, viviendo esa pesadilla con el resto
de hombres y mujeres de la base de Hoth. Pienso que la razón principal de que
el incidente fuera tan aterrador para las personas involucradas fue que ocurrió
sin previo aviso. Se habían colocado marcadores, se habían explorado kilómetros
y kilómetros de territorio, y se había establecido una manta de conjuntos
sensores, pero todas las señales indicaban lo mismo. Aparte de los escasos y
dóciles tauntauns que encontramos, o de algún ratón de las nieves ocasional, no
detectamos formas de vida cerca de la Base Eco.
Con eso en mente, sobre nosotros parecía flotar una sensación de
seguridad. Aparte de los gélidos elementos de ese mundo, parecía que había muy
pocos peligros. Tal vez fue ese sentimiento de seguridad lo que provocó que se
abandonaran algunas de las precauciones de seguridad habituales. Los
Procedimientos Operativos Estándar dictaban que los exploradores montados
debían salir en parejas para que estuvieran mejor preparado en caso de peligro
imprevisto. Pero la falta de cualquier peligro aparente y la falta de personal
entrenado pronto obligaron a los exploradores a viajar en solitario. Afirmaban
que de ese modo podían cubrir el doble de territorio.
Una de las primeras señales de que no estábamos solos fue el descubrimiento
de un tauntaun muerto justo en el exterior de la base. Cuando fue conducido
ante 2-1B, el droide médico determinó que tenía el cuello roto. Sabedor de la extrema
resistencia de los obstinados tauntaun por haber ayudado a poner la silla de
montar a algunos de ellos, la idea de que algo pudiera romper el cuello de un
tauntaun era algo más que un poco alarmante. El comandante Derlin lo registró
en su informe como algo que habría que investigar cuando el tiempo lo
permitiera, pero había, comprensiblemente, otras preocupaciones más acuciantes.
El primer signo inconfundible de problemas fue cuando el comandante
Skywalker no informó después de colocar sus balizas sensoras. El capitán Solo
salió a buscar a su amigo en el frío letal de la noche, un acto aparentemente
suicida. Fue una noche oscura para todos, y pocos lograron dormir, pero por
suerte terminó con una mañana radiante de sol y el rescate de Skywalker y Solo.
Pero el perturbador resultado de este desastre en ciernes esa que Luke había
sido atacado por algo. Tenía un profundo tajo en la cara y el pómulo
destrozado. La simetría de los cortes sugería que habían sido unas garras...
unas garras muy grandes y muy afiladas. Después de todo, ahí fuera había algo.
Cuando Luke revivió en el tanque de bacta, confirmó nuestras
sospechas. Aparentemente había sido atacado por alguna especie de criatura, de
más de tres metros de altura, con garras letales y muy mal genio. Sólo había
visto una de las bestias, pero donde hay una, debe de haber más.
Inmediatamente, se acrecentó la seguridad de la base. El comandante Derlin
ordenó patrullas de perímetro regulares, y las expediciones de exploración
volvieron al sistema de parejas.
No había forma de que nadie hubiera sabido lo que ocurriría después.
Cierto, todos nos habíamos vuelto un poco más cautos después de la experiencia
del comandante Skywalker, pero nadie sabía la auténtica magnitud del problema.
Nadie podría haberlo llegado a adivinar. Hasta la noche siguiente, claro está.
Comenzó con los aullidos. No era un ruido inusual, debido al azote de
los fuertes vientos de Hoth, pero esa noche era más fuerte de lo normal, y de
algún modo más escalofriante. Luego vino el ataque a Bervin, y una breve
llamada de comunicador llena de pánico, interrumpida abruptamente por un sonoro
rugido inhumano y un grito horrorizado, claramente humano.
Yo estaba en el centro de mando esa noche con el comandante Derlin
cuando llegó la llamada. Nos apresuramos a ir al puesto de perímetro de Bervin
sólo para encontrar las señales de una lucha, pero ni rastro del propio Bervin.
Había salpicaduras de sangre en la pared de nieve opuesta, donde había
aparecido un gran túnel excavado. El rastro de sangre continuaba por la
estrecha zanja por donde aparentemente había sido arrastrado el cuerpo de
Bervin a través de la apertura excavada en el muro, hacia la congelada noche de
Hoth.
No tardaron mucho en comenzar las llamadas. El centro de mando quedó
inundado de informes de ataques por todo el perímetro, todos siguiendo el mismo
patrón que este. Inquietantemente, todos parecían iguales: un centinela
solitario, atacado y arrastrado hacia la oscuridad. Hicimos preparativos para
disponer los deslizadores para una acción nocturna, pero no hubo necesidad. Las
bestias vinieron a nosotros. Vinieron, atravesando nuestros muros de hielo y
nieve cuidadosamente tallados como si esos muros estuvieran hechos de mero
plastifino. Vinieron, con garras y colmillos brillando por la sangre de sus
víctimas recientes y lanzando sus aullidos capaces de helar la sangre.
En el corazón de su, aparentemente, descerebrado ataque había un
denominador común. Había pasado inadvertido en numerosos incidentes, hasta que
C-3PO y R2-D2 llamaron la atención del comandante Derlin al respecto. Que la
Fuerza guarde siempre a esos dos droides. Se habían dado cuenta de que los
agudos pitidos de los droides astromecánicos dispersos por la Base Eco causaban
ataques de furia incontrolable a las criaturas de hielo. El propio Erredós
sentía miedo de un ataque semejante. Finalmente, teníamos una ventaja.
Todos los seres de la Base Eco veían en los aullantes y terribles
monstruos del Imperio algo mucho peor que los wampas. A pesar de la horrible naturaleza de los monstruos, los soldados de la Base Eco contuvieron a las bestias
con valor, determinación, innovación, y algo de artillería pesada. Las
criaturas del exterior de la base huyeron. Debían de haber quedado saciadas de
fuego bláster, porque ya no volvimos a verlas. Las criaturas del interior de la
base fueron pastoreadas usando grabaciones de droides astromecánicos para
atraerlas lejos de los oscuros pasillos helados. Esos gigantescos animales
fueron aturdidos, dejándolos incapacitados, y se los encerró en jaulas con
fuertes escudos en secciones menos vitales de la Base Eco. El personal rebelde
conocía las señales de advertencia naranjas y amarillas pegadas a las puertas
de las jaulas, y las apodaron como señales de “no molesten”.
Aunque fueron tomados con humor, había un aspecto muy aterrador en los
ataques de los wampas. La aparente inteligencia de esas bestias era tan
escalofriante como cualquier noche de Hoth. Trabajaban juntos, en ataques
coordinados, probablemente para defenderse de lo que percibían como una
invasión de su territorio. De haber permanecido más tiempo en ese mundo helado,
no me cabe duda de que habríamos tenido más noches llenas de su horror.
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