martes, 2 de septiembre de 2014

Horror en la noche


Horror en la noche
Michael Stern

Extraído del diario de datos de Voren Na’al.

Os cuento esta historia con mis propias palabras, porque yo estaba allí, en las congeladas cavernas de hielo, viviendo esa pesadilla con el resto de hombres y mujeres de la base de Hoth. Pienso que la razón principal de que el incidente fuera tan aterrador para las personas involucradas fue que ocurrió sin previo aviso. Se habían colocado marcadores, se habían explorado kilómetros y kilómetros de territorio, y se había establecido una manta de conjuntos sensores, pero todas las señales indicaban lo mismo. Aparte de los escasos y dóciles tauntauns que encontramos, o de algún ratón de las nieves ocasional, no detectamos formas de vida cerca de la Base Eco.
Con eso en mente, sobre nosotros parecía flotar una sensación de seguridad. Aparte de los gélidos elementos de ese mundo, parecía que había muy pocos peligros. Tal vez fue ese sentimiento de seguridad lo que provocó que se abandonaran algunas de las precauciones de seguridad habituales. Los Procedimientos Operativos Estándar dictaban que los exploradores montados debían salir en parejas para que estuvieran mejor preparado en caso de peligro imprevisto. Pero la falta de cualquier peligro aparente y la falta de personal entrenado pronto obligaron a los exploradores a viajar en solitario. Afirmaban que de ese modo podían cubrir el doble de territorio.
Una de las primeras señales de que no estábamos solos fue el descubrimiento de un tauntaun muerto justo en el exterior de la base. Cuando fue conducido ante 2-1B, el droide médico determinó que tenía el cuello roto. Sabedor de la extrema resistencia de los obstinados tauntaun por haber ayudado a poner la silla de montar a algunos de ellos, la idea de que algo pudiera romper el cuello de un tauntaun era algo más que un poco alarmante. El comandante Derlin lo registró en su informe como algo que habría que investigar cuando el tiempo lo permitiera, pero había, comprensiblemente, otras preocupaciones más acuciantes.
El primer signo inconfundible de problemas fue cuando el comandante Skywalker no informó después de colocar sus balizas sensoras. El capitán Solo salió a buscar a su amigo en el frío letal de la noche, un acto aparentemente suicida. Fue una noche oscura para todos, y pocos lograron dormir, pero por suerte terminó con una mañana radiante de sol y el rescate de Skywalker y Solo. Pero el perturbador resultado de este desastre en ciernes esa que Luke había sido atacado por algo. Tenía un profundo tajo en la cara y el pómulo destrozado. La simetría de los cortes sugería que habían sido unas garras... unas garras muy grandes y muy afiladas. Después de todo, ahí fuera había algo.
Cuando Luke revivió en el tanque de bacta, confirmó nuestras sospechas. Aparentemente había sido atacado por alguna especie de criatura, de más de tres metros de altura, con garras letales y muy mal genio. Sólo había visto una de las bestias, pero donde hay una, debe de haber más. Inmediatamente, se acrecentó la seguridad de la base. El comandante Derlin ordenó patrullas de perímetro regulares, y las expediciones de exploración volvieron al sistema de parejas.
No había forma de que nadie hubiera sabido lo que ocurriría después. Cierto, todos nos habíamos vuelto un poco más cautos después de la experiencia del comandante Skywalker, pero nadie sabía la auténtica magnitud del problema. Nadie podría haberlo llegado a adivinar. Hasta la noche siguiente, claro está.
Comenzó con los aullidos. No era un ruido inusual, debido al azote de los fuertes vientos de Hoth, pero esa noche era más fuerte de lo normal, y de algún modo más escalofriante. Luego vino el ataque a Bervin, y una breve llamada de comunicador llena de pánico, interrumpida abruptamente por un sonoro rugido inhumano y un grito horrorizado, claramente humano.
Yo estaba en el centro de mando esa noche con el comandante Derlin cuando llegó la llamada. Nos apresuramos a ir al puesto de perímetro de Bervin sólo para encontrar las señales de una lucha, pero ni rastro del propio Bervin. Había salpicaduras de sangre en la pared de nieve opuesta, donde había aparecido un gran túnel excavado. El rastro de sangre continuaba por la estrecha zanja por donde aparentemente había sido arrastrado el cuerpo de Bervin a través de la apertura excavada en el muro, hacia la congelada noche de Hoth.
No tardaron mucho en comenzar las llamadas. El centro de mando quedó inundado de informes de ataques por todo el perímetro, todos siguiendo el mismo patrón que este. Inquietantemente, todos parecían iguales: un centinela solitario, atacado y arrastrado hacia la oscuridad. Hicimos preparativos para disponer los deslizadores para una acción nocturna, pero no hubo necesidad. Las bestias vinieron a nosotros. Vinieron, atravesando nuestros muros de hielo y nieve cuidadosamente tallados como si esos muros estuvieran hechos de mero plastifino. Vinieron, con garras y colmillos brillando por la sangre de sus víctimas recientes y lanzando sus aullidos capaces de helar la sangre.
En el corazón de su, aparentemente, descerebrado ataque había un denominador común. Había pasado inadvertido en numerosos incidentes, hasta que C-3PO y R2-D2 llamaron la atención del comandante Derlin al respecto. Que la Fuerza guarde siempre a esos dos droides. Se habían dado cuenta de que los agudos pitidos de los droides astromecánicos dispersos por la Base Eco causaban ataques de furia incontrolable a las criaturas de hielo. El propio Erredós sentía miedo de un ataque semejante. Finalmente, teníamos una ventaja.
Todos los seres de la Base Eco veían en los aullantes y terribles monstruos del Imperio algo mucho peor que los wampas. A pesar de la horrible naturaleza de los monstruos, los soldados de la Base Eco contuvieron a las bestias con valor, determinación, innovación, y algo de artillería pesada. Las criaturas del exterior de la base huyeron. Debían de haber quedado saciadas de fuego bláster, porque ya no volvimos a verlas. Las criaturas del interior de la base fueron pastoreadas usando grabaciones de droides astromecánicos para atraerlas lejos de los oscuros pasillos helados. Esos gigantescos animales fueron aturdidos, dejándolos incapacitados, y se los encerró en jaulas con fuertes escudos en secciones menos vitales de la Base Eco. El personal rebelde conocía las señales de advertencia naranjas y amarillas pegadas a las puertas de las jaulas, y las apodaron como señales de “no molesten”.
Aunque fueron tomados con humor, había un aspecto muy aterrador en los ataques de los wampas. La aparente inteligencia de esas bestias era tan escalofriante como cualquier noche de Hoth. Trabajaban juntos, en ataques coordinados, probablemente para defenderse de lo que percibían como una invasión de su territorio. De haber permanecido más tiempo en ese mundo helado, no me cabe duda de que habríamos tenido más noches llenas de su horror.

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