La prueba de acceso
Michael Stern
La siguiente historia está extraída
del diario de datos de Voren Na’al. Le fue relatada por Ephant Mon, quien
participó en el evento.
Cuando Jabba concibió su vasta y poderosa organización criminal, sabía
que necesitaría gran cantidad de músculo barato para su protección: esbirros que
rompieran cabezas sin pensárselo dos veces, y que no traicionasen a su patrón.
Necesitaba criaturas que fueran fuertes, violentas, leales y estúpidas. En
resumen, necesitaba gamorreanos.
Pero necesitar gamorreanos y conseguir que trabajen para ti son dos
cosas completamente distintas. Esos brutales mercenarios viven según un
estricto código de “honor” que indica que un gamorreano sólo servirá a alguien
que sea mejor guerrero que él. Cualquier persona que desee contratar a un
gamorreano, antes debe derrotarlo en combate.
Desde luego, el Poderoso Jabba sabe que no tendría ningún problema
para vencer a un gamorreano en combate singular pero, considerando la cantidad
de gamorreanos que quería contratar, la lucha pronto se volvería tediosa. Y
además, es tan fácil engañarlos. Así
que concibió un plan que no sólo le aseguraría los servicios de un gran grupo
de gamorreanos, sino que también le haría ganar su eterno respeto y admiración.
Jabba hizo que un grupo de 12 posibles candidatos llegaran al salón
del trono de su palacio para realizar su “prueba de acceso”. Los matones del
hutt se colocaron formando un círculo en la sala, con los gamorreanos reunidos
en el centro, y el Poderoso Jabba se levantó de su trono y miró a sus porcinos
invitados. Alzó su gigantesca cola en el aire, proyectando una sombra sobre los
gamorreanos. ¡Con gran solemnidad, el intérprete de Jabba anunció que el
Poderoso Hutt se enfrentaría a todos a la vez!
Pero cuando el primero de los brutos avanzó, Jabba le indicó que se
detuviera. Dio una palmada con sus regordetas manos, y un secuaz trajo un
puñado de vendas. Los gamorreanos resoplaron e hicieron ruidos amenazantes al
secuaz, quien sabiamente se escabulló detrás de la gran mole de Jabba buscando
protección.
Entonces, el intérprete del señor del crimen explicó que esa era la
forma tradicional en la que los hutt realizaban sus combates personales;
luchando mediante el olfato y el tacto y el instinto ciego. Entre los hutts,
explicó el intérprete, luchar con los ojos descubiertos era una deshonrosa cobardía.
Viendo que el propio Jabba permitía ser el primero en ser vendado, los
gamorreanos tomaron al pie de la letra la proposición de Jabba de enfrentarse a
todos a la vez. No queriendo ofender a su posible empleador, los no demasiado
brillantes gamorreanos aceptaron la condición.
Después de que todos los gamorreanos fueran vendados, se hizo sonar el
gong que indicaba el comienzo del combate, y los gamorreanos avanzaron
torpemente, agitando salvajemente sus vibro-hachas y picas de fuerza. Por supuesto,
para entonces Jabba ya había vuelto a deslizarse sobre su trono, y 20 de sus
secuaces blandiendo bastones gaffi y porras salieron a sustituirle. Los
secuaces de Jabba, que por supuesto no iban vendados, tuvieron pocos problemas
para someter a golpes a los brutos porcinos.
Una cacofonía de extraña risa alienígena rodeaba a los desorientados
gamorreanos mientras se agitaban salvajemente en todas direcciones. Los matones
de Jabba esquivaban velozmente los golpes y tajos lanzados a ciegas, y
golpeaban salvajemente a los indefensos gamorreanos. La mayor parte de los
gamorreanos fueron derrotados fácilmente, pero unos pocos de ellos,
particularmente Ortugg con su hacha, mostraron considerable resistencia y
determinación, y con un poco de suerte consiguieron derribar a uno de sus
torturadores. Eso era poco afortunado, pero Jabba razonó que “ese es el precio
que tienes que pagar hoy en día por la mano de obra adecuada”.
Cuando el combate hubo terminado, Jabba volvió a su lugar, con unos
cuantos cortes y magulladuras añadidos mediante maquillaje, para causar mayor
efecto. Se retiraron las vendas, y los aturdidos y magullados gamorreanos
quedaron boquiabiertos de admiración ante la gigante criatura con forma de
babosa que, con sus propias manos y los ojos vendados, había derrotado a 12
guerreros de clan gamorreanos. Los nueve gamorreanos supervivientes juraron
vasallaje al mayor guerrero que jamás habían conocido.
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