jueves, 4 de septiembre de 2014

La prueba de acceso

La prueba de acceso
Michael Stern

La siguiente historia está extraída del diario de datos de Voren Na’al. Le fue relatada por Ephant Mon, quien participó en el evento.

Cuando Jabba concibió su vasta y poderosa organización criminal, sabía que necesitaría gran cantidad de músculo barato para su protección: esbirros que rompieran cabezas sin pensárselo dos veces, y que no traicionasen a su patrón. Necesitaba criaturas que fueran fuertes, violentas, leales y estúpidas. En resumen, necesitaba gamorreanos.
Pero necesitar gamorreanos y conseguir que trabajen para ti son dos cosas completamente distintas. Esos brutales mercenarios viven según un estricto código de “honor” que indica que un gamorreano sólo servirá a alguien que sea mejor guerrero que él. Cualquier persona que desee contratar a un gamorreano, antes debe derrotarlo en combate.
Desde luego, el Poderoso Jabba sabe que no tendría ningún problema para vencer a un gamorreano en combate singular pero, considerando la cantidad de gamorreanos que quería contratar, la lucha pronto se volvería tediosa. Y además, es tan fácil engañarlos. Así que concibió un plan que no sólo le aseguraría los servicios de un gran grupo de gamorreanos, sino que también le haría ganar su eterno respeto y admiración.
Jabba hizo que un grupo de 12 posibles candidatos llegaran al salón del trono de su palacio para realizar su “prueba de acceso”. Los matones del hutt se colocaron formando un círculo en la sala, con los gamorreanos reunidos en el centro, y el Poderoso Jabba se levantó de su trono y miró a sus porcinos invitados. Alzó su gigantesca cola en el aire, proyectando una sombra sobre los gamorreanos. ¡Con gran solemnidad, el intérprete de Jabba anunció que el Poderoso Hutt se enfrentaría a todos a la vez!
Pero cuando el primero de los brutos avanzó, Jabba le indicó que se detuviera. Dio una palmada con sus regordetas manos, y un secuaz trajo un puñado de vendas. Los gamorreanos resoplaron e hicieron ruidos amenazantes al secuaz, quien sabiamente se escabulló detrás de la gran mole de Jabba buscando protección.
Entonces, el intérprete del señor del crimen explicó que esa era la forma tradicional en la que los hutt realizaban sus combates personales; luchando mediante el olfato y el tacto y el instinto ciego. Entre los hutts, explicó el intérprete, luchar con los ojos descubiertos era una deshonrosa cobardía. Viendo que el propio Jabba permitía ser el primero en ser vendado, los gamorreanos tomaron al pie de la letra la proposición de Jabba de enfrentarse a todos a la vez. No queriendo ofender a su posible empleador, los no demasiado brillantes gamorreanos aceptaron la condición.
Después de que todos los gamorreanos fueran vendados, se hizo sonar el gong que indicaba el comienzo del combate, y los gamorreanos avanzaron torpemente, agitando salvajemente sus vibro-hachas y picas de fuerza. Por supuesto, para entonces Jabba ya había vuelto a deslizarse sobre su trono, y 20 de sus secuaces blandiendo bastones gaffi y porras salieron a sustituirle. Los secuaces de Jabba, que por supuesto no iban vendados, tuvieron pocos problemas para someter a golpes a los brutos porcinos.
Una cacofonía de extraña risa alienígena rodeaba a los desorientados gamorreanos mientras se agitaban salvajemente en todas direcciones. Los matones de Jabba esquivaban velozmente los golpes y tajos lanzados a ciegas, y golpeaban salvajemente a los indefensos gamorreanos. La mayor parte de los gamorreanos fueron derrotados fácilmente, pero unos pocos de ellos, particularmente Ortugg con su hacha, mostraron considerable resistencia y determinación, y con un poco de suerte consiguieron derribar a uno de sus torturadores. Eso era poco afortunado, pero Jabba razonó que “ese es el precio que tienes que pagar hoy en día por la mano de obra adecuada”.
Cuando el combate hubo terminado, Jabba volvió a su lugar, con unos cuantos cortes y magulladuras añadidos mediante maquillaje, para causar mayor efecto. Se retiraron las vendas, y los aturdidos y magullados gamorreanos quedaron boquiabiertos de admiración ante la gigante criatura con forma de babosa que, con sus propias manos y los ojos vendados, había derrotado a 12 guerreros de clan gamorreanos. Los nueve gamorreanos supervivientes juraron vasallaje al mayor guerrero que jamás habían conocido.

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