Las defensas
ewok
Michael Stern
Voren Na’al
entrevistó a Wicket después de la Batalla de Endor. Este informe fue compilado
a partir de esas historias, tal como fueron traducidas por Ce-Trespeó. Al ser
el lenguaje ewok bastante diferente del básico, Na’al trató de permanecer fiel
a la historia original sin someter a los lectores a la ligeramente extraña
gramática de la traducción improvisada de Trespeó.
Cuando llegaron los imperiales por primera vez, la tribu escuchó el
rugido de su nave. Queriendo ver qué estaba haciendo ese ruido terrible,
enviaron guerreros, incluido el joven Wicket, a investigar. De la lanzadera emanaba
un olor increíble, como nada que ningún ewok hubiera olido antes. El jefe
Chirpa dijo que olía como el fuego, sólo que peor. Los guerreros no tuvieron
problema para decidir en qué dirección ir. Simplemente siguieron el olor.
Antes de que estuvieran a mitad de camino de la nave, olieron otra
cosa. Algo animal, mezclado con algo no-animal. Algo que atravesaba ruidosamente
el bosque como una bestia kurn borracha de bayas matt.
Los ewoks tenían miedo. Sólo un loco o algo herido harían tanto ruido,
luchando contra la jungla en lugar de pasar a través de ella. Sus temores
quedaron confirmados en cuanto vieron las criaturas vestidas con duros
caparazones blancos.
Además de sus temores, esos ewoks en particular jamás habían visto
maquinaria antes, y cualquier cosa tan brutalmente inorgánica como la armadura
de las tropas de asalto o una lanzadera imperial despertaba en ellos las mayores
desconfianzas y hostilidades.
Por ese motivo reaccionaron inicialmente con hostilidad ante el equipo
del general Solo.
Nota del Historiador: En cuanto
a su adoración por Ce-Trespeó, aún estamos investigando ese fenómeno. Parece
haber una antigua leyenda sobre un dios dorado que les dirige en una guerra
santa. En cualquier caso, es difícil saber si esto es cierto, o si están añadiendo
eventos actuales a mitología antigua. Los ewoks tienen dificultades para
separar los hechos de los mitos. Esa puede ser la gran fortaleza de su
sociedad.
Los ewoks observaron en silencio cómo pasaba el equipo de exploración
imperial. Había algo muy inquietante en su forma de caminar por el bosque: sin
miedo de ser escuchados, sin miedo de ser seguidos. Su obvio desdén por su
entorno hablaba de su poder y su temeridad.
Tal temeridad asustaba a los ewoks. Decidieron que debía impedirse que
los imperiales alcanzaran la ciudad ewok.
Después de haber desviado con éxito al grupo de exploración, los ewoks
creían que jamás volverían a ver de nuevo a las extrañas criaturas; así que
quedaron sorprendidos y abrumados cuando, algunas semanas más tarde, llegaron
cientos de esas criaturas, acompañadas por gigantescas bestias apestosas.
Asolaron bosques, calcinaron la tierra, y gigantescas criaturas no-animales
llenaron los cielos.
La llegada de los monstruos dio mucho de que hablar alrededor de las
hogueras del consejo. Hasta ese momento, los imperiales no habían prestado
atención a los ewoks. Algunos pensaban que era mejor que siguiera siendo así.
Tal vez si dejaban tranquilas a las nuevas criaturas, seguían dejando en paz a
los ewoks. Tal vez en realidad las criaturas no pretendían hacer daño.
Han declarado la guerra al mismo bosque, clamaron otros. ¡Sin duda son
criaturas del mal que luchan contra los mismos árboles que nos dan vida y
cobijo! ¿Cómo podemos confiar en que semejantes criaturas nos dejen tranquilos?
Siempre que surgía esta discusión, el jefe Chirpa recordaba a la tribu
el poder de los invasores.
-Surcan los aires, queman el bosque con sus bastones, construyen
fortalezas que ninguna lanza puede atravesar. No haremos la guerra con ellos.
Y entonces el silencio caía alrededor de las hogueras y la
conversación pasaba a otros asuntos.
Una noche, Wicket llevó a la tribu noticias importantes.
-El otro día en el bosque vi algo que puede interesar a los Ancianos –dijo.
Tenía miedo, ya que nunca antes se había dirigido a los Ancianos, y, para su
vergüenza, le tembló la voz.
-Continúa, joven Wicket –dijo el jefe Chirpa.
Wicket tomó saliva y comenzó a hablar.
-Era uno de los grandes caminantes no-animales de los invasores.
Estaba andando cerca de la base de los acantilados Yawari. Había muchas rocas y
creía recordar que ahí había habido una pendiente. La cosa no-animal pisó
descuidadamente una de las rocas más grandes. Por un momento pareció que había
perdido el juicio, o que estaba borracha. Dio tumbos, casi como si bailara, y
golpeó su cabeza contra la cara del acantilado.
”Entonces cayó de lado y su dura piel se quebró y salieron llamas de
debajo de su vientre y del interior de su cabeza. Pude ver el fuego a través de
sus ojos abiertos. Y entonces gritó, y su voz era un eco, como dos voces
gritando.
El jefe Chirpa se inclinó hacia delante.
-¿Qué te dice a ti esa historia, joven Wicket?
-Se les puede herir. Incluso los grandes no-animales mueren y sienten
dolor. Creo que podemos construir trampas para ellos, como cualquier otra cosa
que cazamos. No digo que podamos atacar su fortaleza, pero podríamos construir
defensas para nuestro pueblo. Podríamos construir muchas trampas, trampas que
les hagan caer y romperse. Podríamos practicar en su construcción para
prepararnos para el día en que debamos luchar. Y así ya no tendríamos que
temerlos.
El jefe Chirpa sonrió.
-Lo has hecho muy bien, Wicket. Así será. Debemos olvidar la vergüenza
del miedo. Ahora dinos, joven valiente, cuál de nuestras trampas usaremos.
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