Motín en el Rand Ecliptic
Michael Stern
Voren Na’al escuchó la siguiente
historia en el salón de tripulación de la fragata médica rebelde. La estaba
contando Hobbie a un Luke Skywalker tremendamente curioso y nostálgico, durante
un intercambio de historias acerca de su difunto amigo mutuo, Biggs
Darklighter. Se transcribe aquí la historia con el permiso de ambas partes
involucradas, para honrar la memoria de Biggs Darklighter.
Oficialmente, nuestra misión al sistema Bestine era entregar una
remesa de mineral de rubindum –una sustancia fundamental para la construcción
de motores de hipervelocidad- a los recién construidos Astilleros de la Armada
Imperial de ese sistema. Extraoficialmente, Biggs y yo teníamos nuestra propia
misión. Mi viejo amigo Lindy estaba destinado en Bestine, y en su última
holotransmisión me había hablado de sus nuevos amigos... miembros de la Alianza
Rebelde. Ambos estábamos ansiosos acerca de lo que pensábamos que debíamos
hacer. Cuando llegáramos a Bestine, íbamos a escapar de la nave, encontrar a
Lindy, y unirnos a la rebelión. Al menos, ese era el plan.
Al principio, todo parecía ir bien. Casi demasiado bien. El capitán,
en un golpe de pura suerte para nosotros, nos ordenó a Biggs y a mí abandonar
el Rand Ecliptic y contactar con el
personal del astillero que iba a tomar posesión de la remesa de mineral. El
capitán Heliesk era un oficial extremadamente eficiente que usualmente seguía
los procedimientos al dedillo. Nos preocupaba que enviara tanto al primer
oficial como al oficial ejecutivo de la nave en una misión como esa. Era
contrario a su política habitual de que al menos uno de nosotros permaneciera a
bordo en todo momento, y nos preguntamos si sospechaba algo.
Aunque estábamos nerviosos, tratamos de ver el lado bueno de la situación.
No tendríamos que escapar de la nave después de todo, y dado que nuestras
órdenes eran buscar y encontrar a alguien, podíamos usar “oficialmente” nuestro
tiempo buscando a Lindy.
Nuestra asombrosa suerte continuó, y Lindy nos encontró casi de
inmediato. Nos condujo a un hangar vacío donde nos presentó a varios de sus
amigos. Todos ellos trabajaban en secreto para la rebelión, sacando de
contrabando piezas de naves estelares y materias primas fuera del sistema para
que las usaran los rebeldes en la construcción de sus naves. Estaba esperando
la llegada de un nuevo contacto rebelde, al que sólo conocía como “Fuego
Estelar”.
De acuerdo con Lindy, ese contacto nos ayudaría a tomar una nave y
unirnos a la Alianza Rebelde. La situación no era prometedora, pero el eterno
optimismo de Biggs consiguió evitar que me echara atrás con todo el asunto.
Pero cuando la puerta principal del hangar se abrió y una escuadra de soldados
de asalto imperiales entró en la estructura abovedada, deseé por la Fuerza
haberlo hecho.
Los soldados de asalto pronto nos rodearon y, como temíamos, estaban
liderados por el capitán Heliesk. Sonreía confiado mientras se acercaba a
nosotros. Hubo una larga y dolorosa pausa mientras miraba directamente a los
rostros de cada uno de los hombres capturados, para terminar finalmente con
nosotros. El silencio fue roto abruptamente cuando nos habló a Biggs y a mí.
-Buen trabajo. Llevad a esta escoria rebelde de vuelta a la nave.
Encerradlos en la celda fuego estelar.
Entonces me guiñó un ojo y dejó caer un cilindro de rango en la
sudorosa palma de mi mano.
El cilindro de rango servía como llave para los aposentos del capitán,
y una vez que la escolta de soldados nos abandonó, fuimos directamente hacia
allí. El capitán Heliesk no estaba muy lejos de nosotros.
-Muchachos –dijo con una sonrisa-, vais a apoderaros de la nave.
Su plan era sencillo. La Alianza necesitaba nuestro cargamento, pero
dado que seguía siendo un valioso espía con una considerable autoridad dentro
del Imperio, el capitán no podía permitirse ser descubierto como simpatizante
de la Alianza. La solución perfecta era un motín. Biggs y yo fingiríamos una
revuelta y tomaríamos el puente. A partir de ahí, podríamos usar la amenaza de
activar la autodestrucción de la nave para obligar al resto de la tripulación a
marcharse. Pero el problema era lo que podría pasar una vez abandonáramos
Bestine. Era un Astillero de la Armada Imperial, y seguramente había una
cantidad considerable de cazas TIE que podrían salir en nuestra persecución.
El primer paso del plan salió bien, y la tripulación no tuvo otra
opción que abandonar la nave. Con la ayuda de Lindy y sus amigos, pudimos
manejar el puente y sacar del planeta al Rand
Ecliptic y su valioso cargamento.
El siguiente paso era el peliagudo. El Imperio tenía un numeroso
complemento de cazas TIE estacionado en Bestine, y salieron tras nosotros casi
de inmediato. Había demasiados de ellos para contenerlos con el débil armamento
del Rand Ecliptic, pero sólo
necesitábamos resistir el tiempo necesario para hacer los cálculos para el
salto a la velocidad de la luz. Biggs tenía ese brillo familiar en sus ojos.
Orientando la bodega de estribor de la nave hacia el enjambre de cazas
que se acercaba, soltó la mitad del cargamento de mineral directamente en la
trayectoria de las naves. Eso creó un campo de asteroides a pequeña escala.
Sólo unos pocos cazas lograron esquivar el letal mineral que flotaba en el
espacio. Explosiones dispersas y escombros dando tumbos llenaron el espacio
detrás de nosotros. Los pocos cazas que lograron atravesar fueron incapaces de
impedir que saltáramos al hiperespacio para comenzar una nueva vida con la
Alianza.
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