Patrulla de exploración
imperial
Michael Stern
El siguiente texto fue narrado
por el Tte. Kiviett, segundo al mando del Equipo de Evaluación Imperial
IX3244-B, durante el interrogatorio posterior a su captura después de la
Batalla de Endor. Voren Na’al grabó sus declaraciones y las registró en el
diario de datos oficial.
Me pase lo que me pase, no pueden decir que no les avisé. Todo este
asunto de los ewoks... lo vi llegar desde el principio. No es culpa mía.
Cuando el Emperador decretó que habría una nueva Estrella de la
Muerte, se enviaron miles de equipos de evaluación por toda la galaxia para encontrar
una ubicación donde construirla. Mi equipo, bajo el mando del capitán Toss,
visitó otros mundos antes de que nuestra fragata de valuación llegara a la
luna de Endor, en los límites externos. Endor había sido seleccionado por estar
extremadamente alejado, no sólo de los sistemas del núcleo, sino de cualquier
puesto avanzado imperial. Lord Vader sentía que la rebelión no esperaría que
escondiéramos una nueva base tan lejos del trono del poder. Además, el propio
planeta contenía todos los materiales necesarios para construir semejante
máquina.
Una vez establecida la órbita, comenzamos el Procedimiento Estándar
del Equipo de Evaluación Imperial. Primero, se grabó visualmente toda la
superficie, mientras nuestros escáneres tomaban lecturas en busca de formas de
vida y datos geológicos. Todos los datos indicaban una geosfera diversa, aunque
dominada por bosques y entornos arbóreos, que podría sostener la vida humana de
forma bastante confortable. Eso era precisamente lo que estaba buscando Lord
Vader.
Personalmente, yo pensaba que sería más prudente construir el
generador de escudo en alguna roca muerta con baja gravedad y atmósfera
venenosa. Nada de vida indígena que interfiera en el trabajo, y un entorno
peligroso y sin cobertura para una operación de comandos rebeldes. En cualquier
caso, Vader era de la opinión de que consumiría mucho tiempo y energías
construir sistemas de soporte de vida y cúpulas para un simple puesto de
generador de escudo. Estaba seguro de que ninguna forma de vida indígena supondría
una amenaza para las inmensamente superiores fuerzas imperiales. Mi oficial al
mando, el capitán Toss, estaba de acuerdo.
Ninguno de ellos consultó mi opinión.
Bueno, en cualquier caso, nuestros escáneres detectaron miles de
formas de vida. La vida parecía ser principalmente de orden inferior sin que se
detectara inteligencia, civilización o herramientas. Con una excepción. Había
una especie que parecía tener algún tipo de civilización primitiva. Eran poco
más que salvajes. Lo más avanzado que mostraron los escáneres fue algunos
pueblos de casas en los árboles, en lo profundo del bosque, habitados por una
especie que apenas medía, como media, un metro de altura.
Ciñéndonos a los procedimientos estándar, eso requería más
investigación. Como el capitán Toss estaba ocupado con deberes más importantes
en la nave, ordenó que mi equipo descendiera en lanzadera a la superficie de la
luna. Antes de salir, escuché el holoinforme del capitán.
-IX3244-B informando. Misión exitosa. Descubierto sistema adecuado
previamente inexplorado. Esta luna boscosa cumple perfectamente los
requerimientos de Lord Vader. La única amenaza concebible consiste en bípedos
enanos y peludos. Su tecnología es risiblemente primitiva. Las lanzas, arcos y
tirachinas de esos patéticos salvajes no suponen ninguna amenaza a las
disciplinadas tropas de asalto imperiales. Podemos ignorar sin riesgo a esas
despreciables pequeñas bolas de pelo...
Si el informe continuaba, no pude escucharlo.
Aterrizamos en un pequeño claro que más tarde fue el emplazamiento de
la “puerta trasera” del complejo del generador de escudo. Desembarcando,
comenzamos a recorrer las tres millas que nos separaban del pueblo ewok.
Pensándolo en retrospectiva, encuentro gracioso que avanzáramos en
silencio por el bosque para evitar alertar a los nativos. No se nos ocurrió que
probablemente el aterrizaje de nuestra lanzadera fuera el sonido más fuerte que
se hubiera escuchado en Endor desde su periodo volcánico prehistórico. Estaba
claro que sabían dónde estábamos.
Así que ahí estábamos, tres hombres con armadura ligera y dos soldados
de asalto, todos armados con blásters, caminando hacia el campamento de unas
criaturas que apenas dominaban el fuego. No llegamos a acercarnos ni a un
kilómetro de la ciudad de casas en árboles.
De algún modo, los mejores exploradores que existían perdían el rumbo
una y otra vez. Fuimos por un sendero, sólo para tener que detenernos en un
callejón sin salida. Retrocedimos sobre nuestros pasos, pero nos encontramos en
un claro en el que no habíamos entrado antes. Tomamos lecturas y hacíamos
ajustes en el mapa, y entonces tomamos otro sendero. Nos hizo dar la vuelta
completa y acabamos de nuevo junto a la lanzadera.
Era como si el mismo bosque estuviera conspirando contra nosotros.
Éramos intrusos allí, alienígenas, y el bosque nos estaba dejando saber que ese
no era nuestro lugar. No sé cómo lo hicieron, pero los ewoks siguieron
haciéndonos mover en círculos durante más de dos horas.
Cuando comenzaron los sonidos en la oscura espesura que nos rodeaba,
mi equipo se asustó. Comenzamos a disparar nuestros blásters aleatoriamente, en
todas direcciones, con la esperanza de hacer que se detuvieran los golpes de
tambor.
En mi defensa, me gustaría que constase que puede que sea un oficial
imperial, pero también soy un científico. Mi bláster estaba configurado para
aturdir. Ordené a los soldados que hicieran lo mismo. No había objetivos
visibles, sólo la densa jungla y los rítmicos tambores. Podían percibirse
tenuemente formas moviéndose, pero eran malos objetivos. Disparé ráfagas
aturdidoras en un círculo irregular alrededor de mi grupo asediado.
Tan súbitamente como empezó, el ruido se detuvo. De algún modo, de
alguna forma, volvíamos a estar en el claro. Ahí estaba nuestra lanzadera, a
salvo y esperándonos. Echándonos rápidas miradas unos a otros, decidimos cuál
sería nuestra siguiente acción.
Nos retiramos rápidamente a la lanzadera y volvimos a la seguridad de
nuestra nave en órbita.
Una vez de vuelta a bordo, presenté mi informe al capitán Toss. Su
risa sólo acrecentó mi propia vergüenza.
El estúpido ciego estaba complacido. La luna de Endor sería perfecta.
¿O es que iba a asustarme de un puñado de nativos con tambores? Si se
convertían en un problema, me aseguró que podría organizarse un rápido
genocidio. Mi informe indicaba que las criaturas del bosque de Endor eran un
potencial problema, merecedoras de mayor estudio. Él estaba tan presuroso por
obtener el crédito de haber descubierto la ubicación de la nueva Estrella de la
Muerte, que lo ignoró. Incluso mi sugerencia de que se aplicase camuflaje para
bosque en todos los vehículos y armaduras fue rechazada sin más.
Ahora, por supuesto, los hechos han demostrado que yo tenía razón.
Ustedes han vencido, y creo que el Imperio está condenado. Aunque probablemente
sea para bien. Estaba comenzando a hartarme de examinar planetas para que el
Imperio pudiera explotarlos, me ponía enfermo.
Sin embargo, el Imperio es grande y sigue siendo poderoso. Supongo que
les queda mucho trabajo que hacer antes de que su victoria sea completa. Si me
aceptan, ofrezco a la Alianza mis humildes servicios como planetólogo.
Tan sólo manténgame alejado de esos ewoks, ¿de acuerdo? Me ponen muy
nervioso.
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