miércoles, 10 de septiembre de 2014

Restos del Imperio

Restos del Imperio
George Strayton

La teniente Dair Coladel volvió a teclear en su consola de sensores, pero el ordenador mostró la misma respuesta: pico de energía no identificado en la banda inferior del rango subespacial. No tenía sentido; en primer lugar, la interferencia residual por la destrucción de la segunda Estrella de la Muerte interfería casi todas las comunicaciones; y, segundo, la frecuencia no coincidía con ningún canal subespacial conocido... nadie detectaría nada tan abajo en el espectro.
Se recostó en el respaldo de su asiento, se presionó los ojos con los dedos, y luego deslizó las manos por su rostro para apartar el cansancio. Esto es lo que consigues con catorce horas de servicio activo, pensó mientras inclinaba el cuello hacia un lado y sintió y escuchó cómo varios músculos chasqueaban. La mayoría del personal de la Alianza aún estaba celebrando la victoria final contra el Imperio, dejando tan sólo un pequeño número de tripulantes monitorizando el espacio inmediato en busca de... bueno, de lo que fuera.
Pero a Dair no le molestaba su tarea; de todas formas, nunca había sido de las que les gusta ir a las fiestas. Y, lo que era más importante, tenía esa extraña sensación en la base del cráneo, como la sensación que tenía cada vez que su padre estaba a punto de sorprenderla en las zarzas Kelsen robando las jugosas frutas esféricas de la planta. Pensar en ese ácido bocado le hizo desear haber comido algo en las últimas 12 horas. Iría a comer algo... en cuanto descubriera de dónde había salido ese pico de energía.
Se enderezó en su asiento, pidió al ordenador que volviera a reproducirlo, y observó el pico de nuevo, ralentizando esta vez la velocidad de reproducción. El detector de energía mantenía una ondulación estable, y entonces de repente pegaba un salto, y luego caía de nuevo. Se dio cuenta de que tenía la cara a menos de una docena de centímetros de la pantalla y retrocedió... pero sabía que esta vez había visto algo diferente. Volvió a reproducirlo.
Sí, ahí estaba. No era simplemente un pico, era un pico doble, como si la señal tuviera que tomar impulso para atravesar las distorsiones de energía que cubrían la zona. Si hubiera venido de algún lugar fuera del campo, sus sensores no habrían detectado ese primer pico, lo que significaba que debía de haberse originado bien en algunas de las naves en órbita, o bien en la luna de Endor.
Rápidamente, contactó con las demás naves de la Alianza, pero ninguna de ellas pudo darle una explicación satisfactoria a lo que había visto. 20 minutos después, la opción que le quedaba era que el punto de origen estuviera en alguna parte de la brillante luna verde azulada a menos de 200 kilómetros a babor de su propia nave.
Pero antes de alertar a nadie de su descubrimiento, se preguntó si la falta de sueña no habría enturbiado su raciocinio. Tal vez el pico no era nada, sólo una onda de choque residual de la destrucción de la Estrella de la Muerte que estaba lanzando su energía restante.
El hormigueo volvió a estallar en la base de su cráneo, y lanzó involuntariamente la mano para masajeársela.
Conforme el temor a ser descubierta tomando frutas de zarza Kelsen se apoderaba nuevamente de ella, decidió que era mejor que alguien lo investigase. Pulsó el comunicador y pidió hablar con su comandante.

***

De pie en el claro esperando al comandante Derlin junto a tus compañeros, tus pensamientos comienzan a vagar. Aunque la victoria sobre el Imperio te ha llenado de emoción, sientes una ligera ansiedad ante cualquier misión que llegue a su estela, tan pronto. La música ewok sirve de fondo a los sonidos nocturnos del bosque, pidiéndote que regreses a la celebración. Pero antes de que puedas pensar más en ello, el comandante Derlin llega al claro con grandes zancadas.
-Lamento tener que apartarles de la celebración –dice mientras se masajea la mano izquierda con la derecha-. Pero el almirante Ackbar nos ha encargado una importante tarea, una que no puede esperar.
Se agarra las manos a la espalda, inclina la cabeza ligeramente a un lado como si pusiera en orden sus pensamientos, y luego continúa.
-Una de nuestras naves en órbita baja ha detectado un pico de energía con origen en la superficie. Aún no estamos seguros de qué es. Puede que sólo sean un par de soldados exploradores tratando de contactar con la flota imperial. Por supuesto, nunca conseguirían atravesar la interferencia que la Estrella de la Muerte dejó tras de sí al explotar.
Extrae una tableta de datos de un bolsillo interior y lo ofrece al líder del equipo.
-Aquí están las coordenadas del punto de origen, junto con una orden de requerimiento para el equipo que necesiten. No pierdan demasiado tiempo ahí fuera; limítense a escanear una zona de cinco kilómetros de radio y regresen. Tenemos mucho trabajo más que hacer antes de poder volver a la celebración.
”Buena suerte, y que la Fuerza les acompañe.

***

El Bestia Estelar maniobra como un bantha mientras surcáis la atmósfera de la luna. Las coordenadas proporcionadas por el comandante Derlin indican una zona en el lado nocturno de la luna, y al pasar sobre la superficie, puedes ver retazos de fuegos artificiales brillando a casi 300 kilómetros a babor. Estáis muy lejos de la celebración.
-Me pregunto si hay más imperiales rondando por ahí –dices.
-Deja de farfullar sobre ello y mantén los ojos abiertos. Si hay alguno escondiéndose, no queremos que nos pillen por sorpresa –dice el líder del grupo.
-Estoy detectando una gran concentración de formas de vida dirigiéndose hacia nosotros a gran velocidad... –dice el técnico de sensores.
-Este lugar está repleto de formas de vida –dice Rebelde 4-. ¿No puedes afinar un poco?
-Veamos –dice el técnico-. Parece... espera un momento. ¿A dónde han ido?
-No te preocupes por ello –dice Rebelde 5-. Vamos a tener todo tipo de interferencias por ese campo de energía residual que la Estrella de la Muerte ha dejado tras de sí. Probablemente sólo esté jugando con los sensores.
-Bien, pero mantén esos sensores encendidos de todas formas –dice Rebelde 6-. No podemos arriesgarnos.
-Lo haré –dice el técnico.
Cuando llegáis al punto de aterrizaje designado, apagáis los motores y hacéis uso de los repulsores para tomar tierra lentamente en un claro justo lo bastante grande para que quepa el Bestia Estelar.
-Muy bien –dice Rebelde 4-. Una vez que lleguemos a la superficie de la luna, probablemente deberíamos separarnos...
-Ahí está otra vez –dice el técnico-. Parece que está justo sobre nosotros...
-¿Dónde? –dice Rebelde 5-. No veo...
-Tengo contacto visual –dice Rebelde 6-. No sé qué es... pero viene directo hacia nosotros.
De pronto, siluetas más oscuras que la noche pasan junto a las ventanillas, atravesando vuestro campo visual a menos de un metro de distancia. El torbellino de movimiento continúa, y fuertes golpes secos os indican que algo está chocando contra el Bestia Estelar. La nave comienza a temblar y sacudirse, y todavía sois incapaces de saber a qué altura sobre el claro os encontráis... ¡ni siquiera si seguís estando sobre el claro!
-¿Qué son esas cosas? –dice Rebelde 4
-No lo sé –dice el líder-, pero no nos quedemos mucho tiempo aquí esperando para averiguarlo.
-¡Este viejo cubo de tuercas no podrá soportar mucho tiempo! –dice el técnico.
-¡Aterricemos, ya! –dices.
-¡Pero cuidado con esos árboles! –dice Rebelde 6.
-¿Qué árboles? –dice el líder.
-Tengo un mal presentimiento... –dice Rebelde 5.

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