Visto con los ojos de un droide
Michael Stern
El siguiente pasaje es el relato
personal de las experiencias de Erredós-Dedós en el planeta Dagobah, tal y como
fue interpretado, bastante libremente, por Arhul Hextrophon
Cuando Luke Skywalker informó a Erredós de que no iban a reunirse con
la flota, sino que se dirigían a algún lugar llamado sistema Dagobah, el
pequeño droide se sintió naturalmente molesto. Aún quedó más alterado cuando
accedió a los ordenadores de astrogación del ala-X y obtuvo la poca información
que tenían sobre el remoto planeta. Todas las señales sugerían que no era un
lugar para droides, y a pesar de los intentos de Luke por tranquilizarlo,
Erredós estaba preocupado. El hecho de que su amo dejara a un lado el
procedimiento de astrogación estándar y realizara un salto manual hizo poco
para calmar los nervios electrónicos de Erredós.
Un aterrizaje forzoso tampoco ayudó mucho al asunto, ni caer en un
pantano fangoso. Estaba oscuro y turbio, pero los sensores de Erredós lo
compensaban y le permitieron moverse con libertad. Por supuesto, aprovechó la
oportunidad para burlarse un poco de su amo, dejando que se preocupara un poco antes
de sacar su mira sensora fuera del agua. Erredós tenía que haber sido más listo
y no hacer el tonto de esa forma, porque lo siguiente que recordaba era ser
tragado entero por alguna especie de criatura del fango. Por suerte, a la
criatura no le sentaron bien los garfios de energía ni el soldador de arco de
Erredós. La bestia gigante escupió rápidamente al droide, lanzándolo fuera de
la fangosa charca, al suave suelo de la jungla.
El negro limo de la rancia laguna se había colado por los circuitos de
Erredós, y quedó aliviado cuando el amo Luke sugirió una limpieza a conciencia.
Naturalmente, con la suerte que estaba teniendo el droide, Luke nunca llegó a
realizar ese trabajo de limpieza. Fue interrumpido por la llegada de un “pequeño
y molesto alienígena”, quien desordenó su campamento, revolviéndolo todo como
un jawa en una pila de chatarra. Cuando Erredós trató de impedir que el pequeño
ser robara una lámpara de energía, el temperamental alienígena comenzó a golpear
al droide con su bastón. Erredós estaba a punto de demostrarse a esa pequeña
plaga lo duro que podía ser un droide, cuando el amo Luke le hizo retirarse y
dejó que el pequeño y molesto ser campara a sus anchas.
Erredós nunca comprendió por completo el comportamiento de su amo en
ese viaje en particular, y eso preocupaba al leal droide. Naturalmente, cuando
Luke se fue caminando con ese alienígena, Erredós quedó alarmado. La orden que
le dio Luke para que se quedara allí y vigilara el campamento no ayudó mucho al
asunto. Pocas horas después, comenzó la lluvia; “diluvio torrencial” sería más
acertado. Incluso para un droide ingenioso, maniobrar en la superficie del
planeta pantanoso era casi imposible. Bajo la lluvia, los aterradores aullidos
de las formas de vida indígenas de Dagobah sonaban aún más amenazadores, y
Erredós decidió que sería más prudente seguir a su amo.
Asomándose a la ventana de la pequeña choza de arcilla en la que había
entrado su amo, Erredós probó sus mejores silbidos de simpatía para tratar de
atraer la atención de Luke, pero el joven rebelde estaba ocupado con otros
pensamientos. Por tanto, el preocupado astromecánico se resignó a soportar la
húmeda noche. Las cosas comenzaron a tener un aspecto más halagüeño cuando el
tiempo mejoró bastante en los días siguientes. Sin embargo, Luke seguía
comportándose de forma extraña, y la razón de que él y Erredós estuvieran en
Dagobah seguía sin estar clara para el pequeño droide. Tampoco estaba claro por
qué su amo comenzó de pronto a realizar entrenamiento físico bajo la tutela del
pequeño alienígena verde.
Las cosas comenzaron a escapársele de las manos cuando el amo Luke
decidió usar a Erredós en uno de sus experimentos místicos. Casi desencajó la
cúpula del droide al dejarlo caer desde donde lo mantenía levitando, a unos cinco
metros del suelo. De todas formas, pronto Erredós sólo podía maravillarse ante
las formidables proezas realizadas por su amo. Comenzó a animar a Luke en su
mística empresa. Una vez, cuando Erredós silbaba su ánimo a un Luke
desconsolado que acababa de fallar una difícil prueba, Yoda, a quien ahora
Erredós consideraba bastante más sabio e importante, se volvió y guiñó un ojo
al droide.
En ese momento, Erredós vio a Yoda por lo que realmente era, y Erredós
supo que ese viaje no era una inútil pérdida de tiempo, sino más bien una
búsqueda esencial en la vida de Luke. Era una misión, y como tal, hacía que
Erredós se sintiera importante por estar incluido en su realización. Todo
comenzó a tener sentido para el pequeño droide hacia el final de su estancia en
el mundo pantanoso. En el transcurso de los días, había visto cómo su maestro
cambiaba, tanto física como mentalmente.
La juvenil euforia que Luke demostraba antaño había sido reemplazada
por seriedad y un sentimiento de resolución. Naturalmente, Erredós estaba
excitado ante la idea de abandonar finalmente ese lugar horrible, y el droide
había obtenido un mayor conocimiento acerca de su amo, y del lugar de su amo en
la galaxia.
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