miércoles, 3 de septiembre de 2014

Visto con los ojos de un droide


Visto con los ojos de un droide
Michael Stern

El siguiente pasaje es el relato personal de las experiencias de Erredós-Dedós en el planeta Dagobah, tal y como fue interpretado, bastante libremente, por Arhul Hextrophon

Cuando Luke Skywalker informó a Erredós de que no iban a reunirse con la flota, sino que se dirigían a algún lugar llamado sistema Dagobah, el pequeño droide se sintió naturalmente molesto. Aún quedó más alterado cuando accedió a los ordenadores de astrogación del ala-X y obtuvo la poca información que tenían sobre el remoto planeta. Todas las señales sugerían que no era un lugar para droides, y a pesar de los intentos de Luke por tranquilizarlo, Erredós estaba preocupado. El hecho de que su amo dejara a un lado el procedimiento de astrogación estándar y realizara un salto manual hizo poco para calmar los nervios electrónicos de Erredós.
Un aterrizaje forzoso tampoco ayudó mucho al asunto, ni caer en un pantano fangoso. Estaba oscuro y turbio, pero los sensores de Erredós lo compensaban y le permitieron moverse con libertad. Por supuesto, aprovechó la oportunidad para burlarse un poco de su amo, dejando que se preocupara un poco antes de sacar su mira sensora fuera del agua. Erredós tenía que haber sido más listo y no hacer el tonto de esa forma, porque lo siguiente que recordaba era ser tragado entero por alguna especie de criatura del fango. Por suerte, a la criatura no le sentaron bien los garfios de energía ni el soldador de arco de Erredós. La bestia gigante escupió rápidamente al droide, lanzándolo fuera de la fangosa charca, al suave suelo de la jungla.
El negro limo de la rancia laguna se había colado por los circuitos de Erredós, y quedó aliviado cuando el amo Luke sugirió una limpieza a conciencia. Naturalmente, con la suerte que estaba teniendo el droide, Luke nunca llegó a realizar ese trabajo de limpieza. Fue interrumpido por la llegada de un “pequeño y molesto alienígena”, quien desordenó su campamento, revolviéndolo todo como un jawa en una pila de chatarra. Cuando Erredós trató de impedir que el pequeño ser robara una lámpara de energía, el temperamental alienígena comenzó a golpear al droide con su bastón. Erredós estaba a punto de demostrarse a esa pequeña plaga lo duro que podía ser un droide, cuando el amo Luke le hizo retirarse y dejó que el pequeño y molesto ser campara a sus anchas.
Erredós nunca comprendió por completo el comportamiento de su amo en ese viaje en particular, y eso preocupaba al leal droide. Naturalmente, cuando Luke se fue caminando con ese alienígena, Erredós quedó alarmado. La orden que le dio Luke para que se quedara allí y vigilara el campamento no ayudó mucho al asunto. Pocas horas después, comenzó la lluvia; “diluvio torrencial” sería más acertado. Incluso para un droide ingenioso, maniobrar en la superficie del planeta pantanoso era casi imposible. Bajo la lluvia, los aterradores aullidos de las formas de vida indígenas de Dagobah sonaban aún más amenazadores, y Erredós decidió que sería más prudente seguir a su amo.
Asomándose a la ventana de la pequeña choza de arcilla en la que había entrado su amo, Erredós probó sus mejores silbidos de simpatía para tratar de atraer la atención de Luke, pero el joven rebelde estaba ocupado con otros pensamientos. Por tanto, el preocupado astromecánico se resignó a soportar la húmeda noche. Las cosas comenzaron a tener un aspecto más halagüeño cuando el tiempo mejoró bastante en los días siguientes. Sin embargo, Luke seguía comportándose de forma extraña, y la razón de que él y Erredós estuvieran en Dagobah seguía sin estar clara para el pequeño droide. Tampoco estaba claro por qué su amo comenzó de pronto a realizar entrenamiento físico bajo la tutela del pequeño alienígena verde.
Las cosas comenzaron a escapársele de las manos cuando el amo Luke decidió usar a Erredós en uno de sus experimentos místicos. Casi desencajó la cúpula del droide al dejarlo caer desde donde lo mantenía levitando, a unos cinco metros del suelo. De todas formas, pronto Erredós sólo podía maravillarse ante las formidables proezas realizadas por su amo. Comenzó a animar a Luke en su mística empresa. Una vez, cuando Erredós silbaba su ánimo a un Luke desconsolado que acababa de fallar una difícil prueba, Yoda, a quien ahora Erredós consideraba bastante más sabio e importante, se volvió y guiñó un ojo al droide.
En ese momento, Erredós vio a Yoda por lo que realmente era, y Erredós supo que ese viaje no era una inútil pérdida de tiempo, sino más bien una búsqueda esencial en la vida de Luke. Era una misión, y como tal, hacía que Erredós se sintiera importante por estar incluido en su realización. Todo comenzó a tener sentido para el pequeño droide hacia el final de su estancia en el mundo pantanoso. En el transcurso de los días, había visto cómo su maestro cambiaba, tanto física como mentalmente.
La juvenil euforia que Luke demostraba antaño había sido reemplazada por seriedad y un sentimiento de resolución. Naturalmente, Erredós estaba excitado ante la idea de abandonar finalmente ese lugar horrible, y el droide había obtenido un mayor conocimiento acerca de su amo, y del lugar de su amo en la galaxia.

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