La justicia del gremio
Rick D. Stuart
El patio descubierto de la Casa Paramexor estaba
lleno a rebosar. En el centro del gran anfiteatro, dos figuras solitarias
esperaban a que se disipara el rugido de la multitud. Su atención se dirigía a
un pequeño estrado, engalanado con el estandarte naranja y verde del Gremio de
Cazadores Paramexor. En ese estrado había cinco humanos sentados: tres mujeres
y dos hombres. El hombre de más edad, Janq Paramexor, estaba sentado en su
unidad de soporte móvil, envuelto en sus ricas pieles. A pesar del templado día
de verano en Denevar, estaba congelado de frío. A su izquierda se sentaba su
consorte, Kaith, sujetando con firmeza su copa con su mano derecha cibernética,
siendo ese el único signo de su actual nerviosismo. A su derecha estaba sentado
el moff Gorliz, alardeando de su gran riqueza con un anillo en cada dedo. El
moff tamborileaba nerviosamente con los dedos, sopesando su papel en ese proceso:
actuar como los ojos y los oídos del Emperador en el espectáculo que estaba a
punto de tener lugar. Tras ellos se sentaban dos miembros del gremio, elegidos
al azar, para completar el número de miembros del tribunal.
Después de leer en voz alta los cargos contra Reson
Nath para que todos los escucharan, Janq Paramexor dejó que la multitud aullara
durante otros dos minutos más antes de hacer callar a los cazadores congregados
con sólo mover un dedo. Su voz, amplificada por los micrófonos de su unidad de
soporte, resonaba con claridad y fuerza atronadora que desmentía su avanzada
edad.
-Reson Nath, ya has escuchado los cargos de los que
te acusa el prefecto Adar, quien se encuentra ante ti ahora. Alega que ayudaste
voluntariamente a un hombre buscado, reconocido criminal, responsable de
crímenes contra la persona del propio prefecto. ¿Cómo te declaras?
Reson Nath, con los pies firmemente plantados en la
arena caliente, agitó la cabeza con un teatral gesto desafiante. Su mirada se
cruzó con la del prefecto y dejó escapar una risa de desdén.
-¡Inocente!
Entre los nuevos gritos y clamores, por encima del
estruendo de los miles de espectadores, el prefecto Adar escupió en la arena a
los pies de Nath y gritó desafiante a su vez.
-¡Mi señor Gorliz, sin duda no permitirá que se
desafíe tan despreocupadamente la autoridad del Emperador! Ya ha visto las
pruebas que le he proporcionado. Esta persona ha desafiado claramente la ley
imperial.
El semblante de Gorliz no traicionaba ninguna
emoción.
-Tal vez, prefecto, tal vez... sin embargo, es la
justicia del gremio lo que nos concierne aquí hoy.
-Reson Nath –exclamó Paramexor, interrumpiendo la renovada
protesta del prefecto antes que pudiera comenzarla-. Ya has escuchado los
cargos presentados. ¿Cuál es tu defensa al respecto?
-Noble maestro del Gremio, mi defensa no es sino la
verdad, ni más ni menos. Todos los presentes conocen mi reputación de evitar
escrupulosamente cualquier apariencia de falsedad. –Tras hacer una pausa para
permitir la inevitable carcajada de la concurrencia, continuó-: No he ayudado a
ningún criminal. Simplemente compré información a un hombre del que sabía que
era una fuente fiable, mientras perseguía legalmente a una adquisición que me
había sido asignada por mi coordinador. No se me puede responsabilizar si ese
individuo, después de recibir mi pago, eligiera usar esos fondos para adquirir
un pasaje fuera del planeta para evitar ser perseguido por un crimen del que yo
no sabía nada. Que dicho informador resultara ser primo del prefecto que se
encuentra ahora mismo sudando ante mí, ¿a mí qué más me da? Puedo declararme
culpable de robar algún que otro beso en el desempeño de mis tareas asignadas,
pero, ¿cómo iba a saber que el “crimen” del que el prefecto está hablando era
la obstinada fuga del joven para evitar ser enviado a una universidad fuera del
planeta, lejos de su actual amante? ¿O que los créditos pagados por una valiosa
información (información que por cierto me ayudó a tener éxito en la captura de
mi objetivo) financiaría la huida de la joven pareja, lejos de la jurisdicción
actual del prefecto? Soy inocente, después de todo... tan inocente como la luz
del día...
-Lord Gorliz, mi nombre (y mi autoridad como
representante del Emperador) se ha visto comprometido por las acciones de esta
mujer. Esta mujer tiene desde hace tiempo una reputación de desdén hacia toda
autoridad. Incluso alardea de ello. ¡No se debe permitir que tales acciones
queden impunes! ¡De hecho, sólo puede haber una pena para tal traición!
Nath soltó una risita y respondió arrogante:
-No es por el Emperador por quien siento desdén,
Adar. Es por usted.
-¡Ya lo ve, mi señor Gorliz! ¡Incluso ahora,
incluso aquí, desafía mi autoridad! Exijo una satisfacción... ¡Exijo que se
tomen medidas!
Adar habría seguido hablando, pero su amplia panza
y el calor del sol de mediodía requirieron que se detuviera a tomar aire. En
ese breve interludio, Gorliz y Paramexor conferenciaron entre ellos en voz
baja. Apenas pasó una única frase entre ellos. Entonces, ambos sonrieron mostrando
su acuerdo con una sonrisa cómplice.
-Prefecto Adar, hemos escuchado sus palabras y
estamos de acuerdo. Debe ofrecerse una satisfacción. De acuerdo con la ley del
gremio, se ha tomado una decisión.
-¡Eso es excelente, su gracia!
-Y será usted quien deba actuar...
-Gracias, su... Discúlpeme, Lord Gorliz, ¿pero me
ha parecido escuchar que decía...?
-Ha escuchado bien, Adar. Observe a los dos
individuos que se acercan en este momento. Cada uno lleva una espada corta; una
para usted y otra para su rival.
-Mi señor, no comprendo...
-Oh, desde luego que lo entiende, prefecto. Como parte
ofendida, tiene derecho a reclamar una satisfacción... como usted mismo ha
solicitado. De acuerdo con la ley del Gremio Paramexor y los precedentes
establecidos, ahora tendrá la oportunidad de obtener su propia satisfacción.
Por supuesto, si fracasa en su intento, nos veremos obligados a llegar a la
conclusión de que sus cargos eran falsos. La promulgación consciente de falsos
cargos es, como usted bien sabe, prefecto, un crimen; uno por el que en este
caso, me veo obligado a reconocer, la parte ofendida tiene derecho a exigir una
reparación de daños reclamando su propia satisfacción.
-¡Retiro los cargos! ¡Retiro los cargos!
-Ya se ha dictado sentencia, esta corte levanta la
sesión. Trate de dar un buen espectáculo, prefecto. He apostado con el Maestro
del Gremio que podrá sobrevivir, gane o pierda, durante al menos diez minutos.
En el futuro, se dará cuenta de que no me gusta que se malgaste mi tiempo en
asuntos que incluyan falsas acusaciones contra ciudadanos imperiales. Mientras
tanto, si lo que quiere es justicia, puede tomarla por su mano. Disfrute...
-
Fragmento del proceso judicial,
Reson Nath contra el
Prefecto Imperial Adar,
bajo la presidencia del Maestro del Gremio Janq Paramexor.
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