Mal perdedor
Rick D. Stuart
La vista desde la oficina del gobernador Desh era
simplemente magnífica. En la oscuridad inmediatamente anterior al amanecer, un
arcoíris de luces multicolores manaba del espaciopuerto de abajo. Más allá de
las ventanas blindadas de Desh, que llegaban hasta el techo, decenas de naves
de carga, lanzaderas y transportes personales aterrizaban, despegaban, o
vagaban perezosamente de un lado a otro. En el interior de los espaciosos
aposentos, el gobernador y un mercader devaroniano se encontraban sentados, sin
que ninguno de ellos prestara atención a la espléndida vista.
Ambos estaban completamente centrados en las cartas
electrónicas que cada uno sostenía en sus manos. Entre ellos, varias grandes
pilas de créditos imperiales, cheques en metálico y monedas de una docena de
planetas distintos cubrían la mesa de cerámica verde. La mayor parte de ellas
se encontraban en el lado de la mesa que pertenecía al alienígena llamado
Ulicx.
El gobernador Desh, con el cuello de su uniforme
desabotonado y la rica corbata de seda empapada de sudor, advirtió que algunos
de los créditos del lado de Ulicx habían caído sin que se diera cuenta a la
mullida alfombra. Montones de sus
créditos.
Si hay algo
que detesto es un ganador descuidado...
-Como suele decirse, Ulicx, este es tu juego...
-No se quite la camisa, su Señoría. O mejor sí,
comienza a quitártela... mira y llora. ¡Una pirámide de racimos perfecta!
¡Mejora eso, Gob!
Desh colocó sus cartas boca abajo sobre la mesa en
silencioso reconocimiento de una última y humillante derrota. Perder ante este
mercader se estaba volviendo muy irritante. Por una vez, por una sola vez, le
gustaría tener la última mano ganadora.
El devaroniano sonrió, fanfarrón, mostrando el
brillo de sus dientes afilados.
-Mejor suerte la próxima vez, Gob. Eh, no te quedes
tan mustio; siempre te concederé una revancha. Míralo de esta forma: las
lecciones de sakresh son caras, ¡especialmente cuando pierdes ante el mejor!
Hey, nos vemos, Deshy...
Durante varios minutos, el gobernador Desh
permaneció de pie junto al gran ventanal, con la mirada perdida en el panorama
que se desplegaba ante él. Sólo algún ocasional chirriar de dientes dejaba ver
la rabia que sentía mientras imaginaba a Ulicx regresando a su nave,
regocijándose a su costa... ¡a su costa!
El gobernador Desh pulsó dos veces el comunicador
de su muñeca izquierda. Su ayudante estaría entrando de servicio más o menos en
ese momento.
-Prefecto Wann, venga aquí y traiga con usted su
tableta de datos. Prefecto, ¿a qué hora está previsto que despegue el mercader
Ulicx del Puerto Estelar Dentani?
Wann entró por las anchas puertas adornadas con
cristales nova, tecleando con furia en su tableta de datos. Antes de llegar
junto al gobernador, respondió a su pregunta.
-El despegue de Ulicx está previsto para dentro de
exactamente 2,1 horas estándar, señor. ¿Puedo preguntar por qué...?
Pensó que, efectivamente, aprender algunas lecciones resulta caro... |
-Prefecto Wann, dentro de exactamente 2,15 horas a
partir de este momento, publicará, bajo mi autoridad, una recompensa por el
arresto de Ulicx Vinaq, bajo los cargos de posesión y transporte ilegal de
armas restringidas. Añádalo a todas las agencias de avisos locales dentro de
tres horas a partir de ahora. ¿Lo ha entendido?
-Desde luego, gobernador, pero, si puedo
preguntarlo, ¿disponemos de pruebas sobre la culpabilidad del comerciante?
Desh volvió a su despacho y abrió un compartimento
cerrado. Extrajo un pequeño bláster y se lo arrojó a su ayudante, quien lo tomó
con una mano.
-Ahora sí, prefecto Wann...
Mientras su asistente se marchaba en silencio, el
gobernador Desh volvió a mirar el puerto estelar bajo él. Casi podía imaginar a
Ulicx ahí fuera, en alguna parte, gastándose sus créditos. Pensó que, efectivamente, aprender algunas lecciones resulta caro...
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