viernes, 24 de octubre de 2014

Sus capacidades han sido tenidas en cuenta


Sus capacidades han sido tenidas en cuenta
Rick D. Stuart

El monorraíl atravesaba el aire de la noche con una urgencia digna de la carga que transportaba. A más de 200 kilómetros por hora, la silenciosa aparición avanzaba velozmente hacia la ciudad espaciopuerto de Tamazall. Sólo unos pocos kilómetros más adelante se encontraba el Paso Zurga; una elevación de pequeñas colinas dividida por el raíl magnético del tren, formando un cañón que se extendía durante 30 kilómetros. Todo el mundo estaba de acuerdo en que el ataque llegaría en alguna parte de esa zona.
Era allí donde la Milicia de Tamazall permanecía a la espera; preparada, dispuesta, y con la esperanza de ser capaz de repeler al enemigo. Se habían tomado todas las precauciones posibles. El tren monorraíl se componía de cuatro vagones. Justo detrás de la locomotora, un compartimento de pasajeros estaba repleto de milicianos. Después iba un compartimento de comando especial con torretas turboláser gemelas. Detrás estaba el compartimento de prisioneros, vacío salvo por el asesino convicto encerrado en una jaula de fuerza, y sus dos guardias. En último lugar iba otro vagón de milicianos. Liberar a este prisionero no iba a ser tarea fácil...
El cielo en penumbra se iluminó de naranja y carmesí cuando las explosiones sacudieron la ladera de la montaña. En cuestión de segundos, los enlaces de comunicaciones confirmaron que el paso había quedado cerrado en su extremo occidental. ¡La milicia había quedado atrapada dentro y el monorraíl estaba siendo atacado! Desde el norte, una sombra gigantesca acechaba en la noche. Escupió rápidas ráfagas de bláster que destrozaron la vía ante el vehículo. Un disparo impactó en la locomotora y un inmenso resplandor llenó el aire. El vehículo, dañado y en llamas, se detuvo perezosamente en el raíl. Los generadores de emergencia cobraron vida y los focos reflectores apuñalaron el exterior, captando la silueta de deslizadores, decenas de ellos, acercándose para dar el golpe de gracia.
La armadura reflectiva de los vagones de la milicia y los pasajeros habría bastado para soportar el más duro de los bombardeos, de haberles atacado el enemigo con blásters. Sin embargo, el arma de los atacantes era orgánica. Mientras los deslizadores seguían hostigando con sus disparos, lanzaban aquí y allá un proyectil fabricado especialmente contra los vagones restantes, salvo el del prisionero.
Cuando las cabezas explosivas de los proyectiles chocaban contra el exterior del tren, cientos de pequeñas arañas galdewik salían de ellas, deslizándose por grietas y ranuras que ninguna cantidad de placas de blindaje podría sellar. Una vez hecho su trabajo, los deslizadores descendieron fuera del alcance, escuchando la mezcla de gritos y disparos de rifle del interior de los vagones del monorraíl. Entonces los gritos se desvanecieron, aún más aterradores en su súbita ausencia. Un portón se abrió deslizándose en el vagón del prisionero. Desde el interior, una luz de termita osciló de un lado a otro, la señal predeterminada que anunciaba que la batalla había terminado.
En la distancia, la gran sombra emergió de la oscuridad. Miles de puntos de luz bañaron la barcaza de vela hutt con un brillo anacarado. Conforme la barcaza se aproximaba, un deslizador se acercó al vagón de prisioneros del monorraíl.
-¿Brahle Logris? Vengo a por Brahle Logris.
-Yo soy Logris.
-Brahle Logris: mi jefa, Kumac la hutt, tiene un trabajo que requiere a alguien con sus talentos especiales. Ha tenido en cuenta detenidamente sus capacidades y cree que usted es el hombre adecuado para el trabajo. Tenemos un transporte preparado para usted.
-Ya veo. ¿Esta oferta incluye una invitación a cenar?
-Desde luego.
-¿Entonces a qué estamos esperando? Este es Deshic Mall. Me ayudó en la fuga. Uno de los vuestros, supongo.
-Así es.
La persona que hablaba observó cómo el segundo hombre, vestido con el uniforme de un oficial de la milicia, descendía la rampa detrás de Logris. En la tenue luz interior, podía verse el cadáver de otro oficial tendido en el suelo del vagón.
Sin previo aviso, la persona que había hablado sacó un pequeño bláster de su bolsillo y disparó a Mall a quemarropa. Mientras el hombre caía inerte a la arena, continuó hablando:
-Discúlpeme. Mi jefa dijo específicamente que la invitación era sólo para uno.
Logris asintió.
-Usted primero. Por cierto, buen disparo. ¿Alguna vez...?

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