viernes, 29 de agosto de 2014

El relato de Erredós

El relato de Erredós
Grant Boucher

Una historia contada a Voren Na’al por el droide astromecánico Erredós-Dedós, con algo de ayuda en la traducción de su contraparte Ce-Trespeó.

Luke Skywalker acababa de irse a cenar, dejando solos a los dos nuevos droides en el taller de la granja. Erredós estaba avergonzado por haber engañado a su nuevo amo, quien le había caído bastante bien, pero también enfadado por que su amigo, C-3PO, no fuera capaz de ver la sabiduría de su misión.
-Tienes que repetirle ese mensaje –recriminó el alto y dorado mecánico llamado C-3PO.
El pequeño droide astromecánico, R2-D2, respondió con una serie de pitidos, tratando de explicar que su programación, introducida directamente por un importante oficial a bordo de la nave, no le permitía reproducir el mensaje.

Trespeó se detuvo en ese momento, emitiendo lo que sonaba sospechosamente como un bufido de indignación. Se limitó a mirar fijamente a Erredós, y dijo:
-Vaya, ciertamente podrías haberme confiado esa información, Erredós. ¡Si alguien había podido ayudarte, habría sido yo, de haberlo sabido!

Trespeó no aceptó las explicaciones. Erredós espero, al menos, caerle bien a su nuevo amo, Luke. La conducta de Erredós no era nada personal.
-No, creo que no le caes nada bien –dijo C-3PO, meneando su cabeza metálica.
Otro pitido, y entonces, agotada su paciencia, el droide alto completó su reprimenda.
-Peor, a mí me caes aún peor.

Trespeó puso bastantes objecciones a ese último comentario y se tomó unos instantes para discutir del asunto con su retaco compañero. Su conversación mostró su amistad y camaradería con más claridad de la que sería posible con cualquier descripción verbal.

Eso fue demasiado para Erredós. Tenía una misión que cumplir, y de todas formas no iba a quedarse donde no le querían. Decidió que era el momento de actuar. Su programación era explícita: Kenobi tenía que recibir ese mensaje, sin importar las circunstancias. Así que, sin emitir ni un pitido ni silbido, Erredós salió del taller, dirigiéndose al desierto mientras el Primer Crepúsculo caía sobre las arenas.
El camino resultó más sencillo de lo que Erredós esperaba. Pronto podría entregar su mensaje al gran Obi-Wan Kenobi para continuar salvando la galaxia. Con pensamientos de aventuras cruzando sus circuitos, Erredós-Dedós avanzó en la noche.
El Primer Alba asomó por el cañón rocoso mientras el pequeño droide continuaba avanzando. Erredós había tardado más de lo que esperaba en atravesar el desierto y llegar hasta el cañón. De algún modo, había logrado evitar conflictos con los jawas o con cualquiera de los otros habitantes de Tatooine, y las temperaturas más frescas de la noche hacían el viaje más cómodo para sus componentes.
Sin embargo, únicamente tenía una vaga noción de dónde encontrar al general Kenobi. Entonces fue cuando llegó el deslizador terrestre, y Luke Skywalker y Ce-Trespeó saltaron de él para interceptarle. Su misión había acabado, y era improbable que el amo Luke cayera en su engaño del perno de retención por segunda vez. Eso es lo que obtenía por no monitorizar sus escaneos de sensores.
-Eh, tú, ¿adónde crees que vas? –preguntó el joven.
Erredós silbó una débil réplica, que Trespeó no se dignó en traducir. Trespeó, aún enfadado por su última conversación, le respondió.
-El señor Luke es ahora tu propietario. Acaba ya con esa manía de Obi-Wan Kenobi... y no vuelvas a hablarme de tu misión. Suerte tienes de que no te desmonte y esparza tus piezas por ahí.
A veces el droide de protocolo podía ser realmente exasperante, pensó Erredós. Abatido, trató de pensar qué hacer cuando sus sensores detectaron varios seres moviéndose rápidamente y sus alarmas internas comenzaron a sonar. Erredós se enderezó de un salto, lanzando frenéticos silbidos y chillidos al desprevenido dúo.
-Cielos, señor –tradujo Trespeó-. Dice que extrañas criaturas se acercan por el sudeste.
Erredós sabía que esta vez su amigo no sospecharía que le estaba engañando... además, no había forma de que pudiera escapar del deslizador terrestre de Luke.
Luke tomó su rifle bláster.
-¡Los moradores de las arenas! ¡O algo peor! Vamos a echar un vistazo. ¡Vamos!
El joven tenía un inquietante deseo de aventuras y emociones.
El joven y el droide alto se fueron a investigar, dejando que Erredós se las arreglara por su cuenta. Girando completamente la cúpula de su cabeza para escanear la zona inmediata, Erredós hizo lo que habría hecho cualquier droide valiente en su situación. Fue a esconderse a los salientes rocosos.
Erredós escuchó los sonidos de una refriega, pero el alcance de sus sensores estaba limitado por las rocas tras las que se había ocultado. Prefirió la seguridad de las rocas.
Pasó un rato antes de que volviera alguien. Desde las sombras de su pequeño nicho, Erredós vio como un grupo de sádicos moradores de las arenas aparecían a la vista, tirando a Luke al suelo junto a su deslizador terrestre. Comenzaron a saquear el deslizador, dejando al joven inconsciente hecho un ovillo en el suelo. Tratando desesperadamente de encontrar un modo de ayudar, Erredós sólo podía ocultarse y observar cómo las criaturas esparcían equipo por todo el lugar. ¿Y dónde estaba el pobre Ce-Trespeó? ¿Qué habían hecho esos monstruos a su amigo?
De pronto los moradores de las arenas se detuvieron. Un silencio de muerte cubrió el cañón, e incluso Erredós sintió un escalofrío recorriendo su carcasa metálica. Un gran aullido ululante se escuchó resonando por el cañón, ¡el aullido de un dragón krayt que se acercaba! ¡Era aterrador!
Los moradores de las arenas huyeron aterrorizados, y Erredós se escondió aún más en las sombras conforme el sonido se acercaba. Pero en lugar de un dragón o cualquier horrible criatura, el droide vio cómo una figura harapienta y encapuchada aparecía y se inclinaba sobre Luke. Tenía un rostro anciano y curtido. Era un rostro arrugado y gastado, con ojos oscuros y penetrantes y una desaliñada barba blanca.
Después de examinar la condición de Luke, el hombre se volvió para mirar directamente a Erredós, que aún estaba oculto en las sombras. Echó hacia atrás su capucha y sonrió.
-¡Hola! Ven aquí, amiguito. No tengas miedo.
Erredós se preguntó cómo el hombre le había sentido. Había permanecido totalmente quieto, sin hacer ningún sonido ni moverse. Había algo extraño en ese hombre amigable.
Fue cuando Luke se despertó y declaró que esa persona era Ben Kenobi, que Erredós se dio cuenta de que ese era el hombre que había sido enviado a buscar. Ese era el famoso general Obi-Wan Kenobi. Erredós fue a reunirse con él, dispuesto a continuar con su importante misión. ¡Los circuitos de Erredós se llenaron de orgullo, seguro de que había tenido éxito donde la mayoría de los demás droides habría fracasado!

Cruzando las ardientes arenas de Tatooine


Cruzando las ardientes arenas de Tatooine
Grant Boucher

Extracto del diario de datos de Voren Na’al.

En realidad no fui al desierto. Lo admito. Después de escuchar lo que me aguardaba ahí fuera, no me apetecía nada ir. Además, de todas formas ya había obtenido de mis nuevos droides todo lo que necesitaba. Aunque debéis admitir que es un buen título. Pero antes, dejad que empiece por el principio.
Mi primera prada en Tatooine fue la infame cantina de Mos Eisley. Tras varias entrevistas prolongadas bajo condiciones extremadamente peligrosas, salí de la cantina y encontré extrañamente refrescante el aire rancio y seco de las calles. Pero mi momento de soledad después de horas en la abarrotada cantina duró poco.
Enseguida fui acosado por esas repulsivas criaturas jawa. Estaban ofreciendo dos droides, un astromecánico llamado R5-D4 y un droide de energía. Bueno, en un intento de establecer buenas relaciones con los jawas, ya que de todas formas tenía que dar mi informe sobre ellos, pedí más detalles acerca de las dos máquinas.
Ese fue mi primer y último error en Tatooine. Mi reticencia a comprar cayó por los suelos y me encontré adquiriéndolos a ambos por lo que entonces consideré un robo. ¡Un atraco a mano armada, más bien! Pronto descubrí que la unidad R5 tenía un motivador defectuoso y en realidad un droide de energía no me servía para nada, especialmente uno tan anticuado como ese.
Incapaz de encontrar a los jawas que me vendieron los droides –en realidad, todos me parecen iguales-, busqué el taller de reparaciones más cercano. Allí, descubrí que ya se sabía que el droide R5 había tenido problemas con el motivador antes, como demostraban las capas de partículas de carbono quemadas en el interior de la “cabeza”. Decidí reemplazarla entera y me convencí de que a la Alianza siempre le vendrían bien dos droides más.
Después de la limpieza, me siguieron ansiosos de vuelta a mi habitación y comencé a descubrir un poco más acerca de cada uno de ellos. Rojo, como llamo ahora al viejo R5, pudo comunicarse conmigo conectándose a mi tableta de datos. De esa forma, Rojo también tradujo al droide de energía, aunque esta máquina en particular realmente no tenía gran cosa que decir. Los resultados de mis pesquisas fueron poco menos que asombrosos.
Sin saberlo, los mezquinos y pequeños mercaderes de chatarra me habían ahorrado semanas de investigación. Esos dos viejos droides estaban presentes cuando un grupo de jawas capturó a los droides más famosos de la Alianza, Erredos-Dedós y Ce-Trespeó, y también vieron como posteriormente eran adquiridos por el tío (ya fallecido) de Luke Skywalker. Su destino después de eso es un relato sórdido y aterrador, y conforma la mayoría de la información que reuní acerca de los jawas y los moradores de las arenas de Tatooine.
Antes de abandonar Tatooine, entregué el droide de energía a un granjero de humedad necesitado y vendí a R5-D4 al ayudante administrador del prefecto imperial. La Alianza Rebelde debería obtener gran provecho de la información que obtendrá el droide. Por el momento, sólo Momaw Nadon conoce el nuevo papel de Rojo en la rebelión.

Uno que escapó

Uno que escapó
Grant Boucher

El siguiente texto es un informe personal transmitido por Jodo Kast, el renombrado cazarrecompensas, acerca de su fracaso en la captura del doctor Evazan tras localizarlo en el sistema estelar corelliano. Los datos fueron transmitidos al Imperio, y posteriormente interceptados por agentes de la Alianza.

Tengo un millar de ojos. Se extienden por toda la galaxia, y cuando ellos ven algo, Jodo Kast no está muy lejos. Esta vez, estaba siguiendo una presa al sistema corelliano, a una pequeña ciudad de la que nunca antes había escuchado hablar... y he estado casi en todas partes.
La presa era el doctor Evazan. Estaba ejerciendo de nuevo, y para mí suponía una recompensa de un millón de créditos, vivo o muerto. Ese es el tipo de caza que prefiero, vivo o muerto. Puedes disparar según te pida el cuerpo sin preocuparte por el estropicio.
El doctor merecía todo el dolor que pudiera infligirle. Ese Evazan había deformado personas, dejándolas muertas... o incluso peor, vivas. Iba a mostrarle el verdadero significado del dolor.
Mis fuentes me dijeron que estaba “operando” en una pequeña clínica de alquiler cerca de las afueras de la ciudad. Vi su característico anuncio en la pared cuando pasé al interior. “No confíe su vida a un droide. Confíe en nosotros. Cirugía Creativa: El Corte Vanguardista.”
No pude evitar reír entre dientes mientras cruzaba el portal y subía las escaleras. Cuando llegué al vestíbulo, una “recepcionista” goviana se puso en pie asustada, pero antes de que pudiera abrir la boca la aturdí limpiamente. Un disparo de bláster habría sido más en mi estilo, pero los blásters son ruidosos.
Pude escucharle murmurando para sí por el pasillo, algo acerca de empacar sus pertenencias y marcharse. Aparentemente había llegado justo a tiempo. Irrumpiendo por la puerta, comencé a rociarle con disparos de bláster antes de que pudiera reaccionar.
En ese momento me di cuenta que había agujereado a un maniquí, y que una pantalla de monitorización todavía mostraba la oficina principal. Mi sigilo había sido en vano. La ventana estaba abierta y mi presa corría a toda velocidad por la calle.
Un cazarrecompensas cualquiera se habría rendido, pero Jodo Kast está lejos de ser uno cualquiera. Enfundando mi arma, puse en acción mi mochila cohete. Mientras me deslizaba por la calle pocos pasos por detrás de mi presa, sentí la misma euforia que siempre precede a una captura. No puedes comprar esa clase de sensación.
Comencé a correr tras él, ya que la mochila cohete es más una molestia que una ayuda en calles estrechas. Cuando dobló una esquina, hice saltar un buen pedazo de fibrolita de la pared junto a él con un disparo bláster mal calculado. Desde luego, era escurridizo, pero nadie es demasiado escurridizo para Jodo Kast.
Al doblar la esquina yo también, vi una bahía de atraque en la distancia. Esa fue la primera vez que me preocupó poder fracasar. No llevaba conmigo granadas ni detonita, porque lo quería relativamente intacto para poder identificarlo. Si conseguía llegar a su nave, estaría en el hiperespacio antes de que yo pudiera llegar a mi propia nave, la Captura del Zorro.
Evazan jadeaba pesadamente, y cuando llegó a la bahía, se volvió y me disparó. Mi armadura desvió sin problemas el disparo, y avancé con confianza.
Fue entonces cuando me di cuenta de que Evazan estaba acorralado. Había entrado en una bahía de atraque equivocada, o algo así. No tenía dónde huir y sólo era cuestión de tiempo antes de que ganara el mejor.
Avancé, de puerta en puerta, de papelera en papelera, hasta que llegué al borde de la bahía. Evazan se ocultaba detrás de una nave, el típico carguero ligero corelliano destartalado.
Avanzando a la bahía, comencé a lanzar fuego de cobertura. La suerte estaba de mi lado, ya que un disparo perdido rozó el lado derecho de su rostro. Justo como me gustan. No muertos, sólo un poco dañados.
Avancé con cuidado, por si acaso estaba fingiendo sus gritos. Estaba a unos 10 metros de él cuando apunté mi bláster a su silueta inerte. Estaba a punto de volverme un millón de créditos más rico con un único y limpio golpe.
Justo entonces, una torreta oculta salió de un compartimento en la panza de la nave y abrió fuego. Un disparo de la pesada arma abrió un agujero en mi armadura, y fue entonces cuando decidí que las probabilidades estaban en mi contra. Activando mi mochila cohete a plena potencia, salté a un tejado cercano.
Tras de mí pude ver a ese hijo de un rancor, Ponda Baba, en los controles de la nave. Recordé la cuenta pendiente que aún tengo con él por un pequeño incidente en el pasado reciente. Pero antes de que pudiera rectificar cualquiera de mis descuidos, la nave salió disparada ascendiendo al cielo de la noche.
De momento ha terminado, pero Jodo Kast nunca olvida. Algún día mis ojos volverán a ver a Evazan o a Baba, y cuando lo hagan yo no estaré muy lejos.

Visión doble


Visión doble

Grant Boucher



Han Solo conoció a las gemelas Tonnika por sus tratos con Jabba el hutt. Las jóvenes le intrigaron, pero se aseguró de permanecer apartado de cualquier cosa en la estuvieran involucradas. Después de todo, ya se la jugaba en suficientes aspectos de su vida sin necesidad de enfrentarse a Brea y Senni. Las cartas de sabacc siempre les iban bien dadas, por así decirlo.

Pero Solo disfrutaba de su compañía... en dosis limitadas y con una mano sobre su bolsa de créditos. Durante una de sus visitas a las hermanas, comenzaron a hablar sobre las apuestas y el juego. Y, en lo que a Han concernía, ninguna conversación sobre apuestas estaba completa si no incluía alguna mención a su antiguo amigo, Lando Calrissian. Las historias sobre Calrissian hicieron que Han recordara varias veces en las que el viejo sinvergüenza le había engañado, y se le ocurrió una idea. ¿Por qué no dejar que las chicas timasen a Lando?, pensó, y Brea y Senni sonrieron mostrando su aprobación.

Porque Lando Calrissian es por su parte todo un maestro del engaño, un jugador, un pícaro. Las hermanas Tonnika vieron en él un auténtico reto. Si eran capaces de timarle, se sentirían seguras para tratar con casi cualquiera. Así que Han arregló un encuentro “casual” entre Bresenni (el nombre que usaban las chicas cuando fingían ser una única persona) y Lando, y luego se marchó antes de meterse en problemas.

Lando Calrissian, que nunca daba la espalda a una hermosa dama, desplegó todo el encanto del que era capaz cuando Bresenni cayó casi literalmente en su regazo en el Casino Grandes Apuestas de Balfron. Desde entonces, los dos fueron inseparables, pasando juntos cada momento. Bailaban en los clubs de gravedad cero, cenaban en los restaurantes más exóticos, y jugaban en los salones de apuestas más concurridos. Para Lando, que habitualmente se hacía el espléndido, Bresenni era una compañera perfecta que mostraba rasgos que eran completamente compatibles con sus propios gustos y hábitos. Pero entonces las cosas comenzaron a cambiar. En un instante Bresenni era todo sonrisas y alegría, y al siguiente estaba enfadada y susceptible, casi como si fueran dos personas distintas que simplemente tenían el mismo aspecto y los mismos recuerdos. Después de un mes estándar de esos cambios de personalidad, Calrissian estaba a punto de volverse loco. ¡Creía estar enamorándose de ella, cuando parte de él no la soportaba!

Dividido por sus cambios de humos, que a veces ocurrían en medio de una conversación, Lando decidió sin embargo que necesitaba a la joven en su vida. Decidió sugerir algo más permanente en el transcurso de una velada especial. Su traje era de corte impecable, el vino sullustano se había enfriado a la temperatura perfecta, las rosas ithorianas tenían la tonalidad exacta de azul. Anillo en mano, Lando templó su nerviosismo y llamó con valor a la puerta del hotel de Bresenni y entró al interior. La noche se inició con un gran comienzo, ya que Calrissian decidió ser devastadoramente encantador... incluso más de lo habitual. Pero entonces, cuando se preparaba para "cerrar el trato", por así decirlo, inclinándose para proponer una asociación a largo plazo con la inteligente belleza, su doble exacto salió de la habitación trasera. Con una sonrisa maliciosamente sensual, tendió a Lando un holodisco.

Insertando el disco en el holoproyector de la habitación, Lando quedó bastante molesto al ver aparecer la sonriente imagen de Han Solo.

-Espero que te lo hayas pasado bien, Lando, viejo amigo. ¿No es asombroso lo mucho que se parecen? Pero hay algunas diferencias, como estoy seguro que habrás descubierto. Espero que no estés muy decepcionado, viejo granuja.

La imagen se desvaneció, pero la risa de Solo perduró en los oídos de Lando. Una nube oscura cubrió el semblante de Calrissian, pero entonces relajó el rostro y esbozó una sonrisa.

-Muy buena, Han, viejo pirata –dijo, riendo-. ¡Muy buena!
En su interior, Lando pensó para sí mismo: Tiene mucho valor para hacerme una jugada así. Algún día, tendré que igualar el marcador...

El informe de Tatooine


El informe de Tatooine

Grant Boucher



(Extraído de los informes de audio personales de DSS-0956, oficial superior de Arenas Desiertas, entregados al historiador de la Alianza Voren Na’al por la red de espionaje rebelde)



Llegó el momento. Después de largas semanas a bordo del Destructor Estelar de Lord Darth Vader, finalmente llegaron las órdenes de desplegar mi unidad. Aún más, las órdenes eran en respuesta a una orden personal del Señor Oscuro. La unidad Arenas Desiertas iba a descender en Tatooine para recuperar una cápsula de escape lanzada. Se suponía que una información de alto secreto, robada al Imperio, estaba oculta en la cápsula para que la recogieran agentes rebeldes en el planeta desértico.

Reuní rápidamente mi unidad a bordo de la lanzadera de descenso con órdenes directas y concisas. Debíamos recuperar los datos por todos los medios necesarios y devolvérselos a Lord Vader. Concretada nuestra misión, la lanzadera descendió al planeta, depositándonos en la superficie de Tatooine quemada por el sol.

No se tardó mucho en encontrar la cápsula. Simplemente rastreamos su baliza de rescate, que comienza a emitir automáticamente cuando una cápsula es lanzada. Un rápido registro reveló que los datos no estaban en la cápsula, y no había formas de vida en las inmediaciones. Pero encontramos pruebas de que había droides en el vehículo cuando aterrizó, y después se habían alejado del lugar de aterrizaje... en direcciones distintas. Nos llevaban una ligera ventaja, pero los droides no habían hecho nada para enmascarar su rastro. Dividimos la unidad en dos y salimos en persecución de ambos.

Encontramos nuestro primer problema cuando los rastros de los droides acabaron abruptamente en la confusión de grandes marcas de oruga. Las reconocí de la información que nos habían proporcionado. ¡Un reptador de arena jawa se nos había adelantado! Di la orden de localizar el transporte jawa y hacerlo pedazos hasta que aparecieran los seres mecánicos. Eso nos costó varios días, más tiempo del esperado. Los molestos carroñeros parecían tan numerosos como los granos de arena del Mar de Dunas, e incluso para los residentes locales resulta virtualmente imposible distinguir un grupo de jawas de otro. Finalmente descubrimos el reptador de arena correcto, pero los droides ya habían sido vendidos a granjeros de humedad.

De acuerdo con nuestras órdenes de secretismo, volvimos para silenciar a los jawas. Sobre banthas y armados con simples rifles bláster, atacamos y destruimos el reptador de arena y sus ocupantes, cuidando de hacer que la operación pareciera un ataque de los moradores de las arenas.

Rápidamente nos desplazamos a la granja de humedad donde habían sido vendidos los droides. Los registros mostraban que la granja era propiedad de un colono registrado llamado Owen Lars. De nuevo, llegamos demasiado tarde. Los droides, acompañados de Luke Skywalker, sobrino de Lars, habían abandonado la granja pocas horas antes ese mismo día y aún no habían regresado. Supuse que Skywalker era un agente rebelde y que no tenía intenciones de regresar a la granja. Estaba convencido de que ya se encontraba de camino a Mos Eisley para encontrar transporte fuera del planeta. Regresé a la ciudad para poner el espaciopuerto en cuarentena, dejando parte de mi unidad para que eliminasen a Lars, su esposa, y cualquier otra evidencia de nuestras actividades.

Sin embargo, debido a nuestra necesidad de mantener el secreto, parecía que siempre estábamos un paso por detrás de los droides y Skywalker y fuimos incapaces de atraparlos. Aparentemente se habían reunido con un viejo ermitaño llamado Ben Kenobi, y juntos esquivaron a mis soldados y consiguieron salir del planeta en un carguero ligero corelliano. Posteriormente recibimos órdenes adicionales de que Arenas Desiertas debía permanecer en Tatooine para completar operaciones de limpieza, cosa que hicimos sin problemas.

Para que conste, asumo completa responsabilidad por la fuga de los droides. Me someteré gustosamente a cualquier castigo que se estime oportuno.