jueves, 18 de septiembre de 2014

Últimas noticias: El Traje Nuevo del Emperador contra Profundamente Religiosos

Últimas noticias: El Traje Nuevo del Emperador contra Profundamente Religiosos
Simon Smith y Eric Trautmann

-          Extracto del Compendio Semanal de Noticias Galácticas

El Traje Nuevo del Emperador resultó bastante provocado por las dos pistas de la primera compilación de Profundamente Religiosos –“Canción Incendiaria” y “Sólo Otra Forma de Arte”, y respondió con una pista propia muy punzante, titulada “Integridad Artística”. El punto esencial de esta pista era “Somos artistas como cualquier otro, operamos bajo las mismas leyes de libertad de expresión que vosotros, y si no os gusta nuestro material, pues qué pena”.
Profundamente Religiosos ha respondido igualmente, con una pequeña pista ofensiva titulada “Uuh, Que Muerde”. Mientras tanto, la Mesa Imperial de Cultura está realizando paralelamente comentarios desconcertados, ya que debido a que este último grupo fue prohibido, la Mesa ya no investiga su material, y como resultado sólo está escuchando un lado de la discusión. Esto parece que va a ir para largo...

-          “Ars Dangor” (seudónimo)
Corresponsal Artístico

Comprobación de calibrado

Comprobación de calibrado
Simon Smith y Eric Trautmann

Corwin Shelvay estaba de pie en un laboratorio de ingeniería vacío en la base rebelde de Ansarra. Shelvay examinaba la nueva unidad, que tan sólo hacía tres días que se había recibido. Ciertamente, parecía cara: el modelo, totalmente equipado, venía con analizador de muestras atmosféricas y carcasa a prueba de líquidos alrededor del receptáculo de muestras. El dispositivo era tan nuevo que aún quedaban fragmentos de embalaje dispersos sobre el banco de trabajo en el que lo habían colocado.
Shelvay miró socarronamente la cifra mostrada en la pantalla digital de la unidad. Se detuvo un instante, adentrándose profundamente en una antigua meditación Jedi. Después de unos instantes, la lectura digital de la pantalla comenzó a fluctuar salvajemente.
Un técnico, con una conducta sorprendentemente poco apresurada para ser un rebelde, pasó junto a él, y Shelvay le detuvo.
-Disculpe –dijo Corwin, el usuario de la Fuerza interno en la base-. Odio ser portador de malas noticias, pero esta unidad está ofreciendo lecturas defectuosas.
Con aspecto confuso, el técnico estudió las lecturas.
-Lo siento, señor, pero no veo ninguna variación con las lecturas básicas estándar.
Corwin sonrió con calma y replicó:
-Están entre cero coma uno y cero coma tres por ciento por encima.
-¿De qué está hablando? ¡Lo calibramos usando el propio grupo de control del fabricante!
-Sí, eso es en parte lo que ha causado el problema. La pesa de un gramo sólo pesa 0,9999973 gramos, y la de un miligramo sólo pesa 0,99822 miligramos. Los demás estándares también están desviados.
El técnico estaba empezando a molestarse. No era un gran creyente de la Fuerza.
-Está de broma –dijo.
-Me temo que no. Creo que debería volver a comprobar el calibrado de la unidad.
-Sí, claro. –Sólo es una rutina de diagnóstico de nivel diez que durará dos horas, pero, ¿a quién le importa, verdad?
Tras un instante, el preocupado técnico añadió:
-Eh, espere un momento. La circuitería de la báscula debería haber detectado eso. Debería habernos dicho que al menos una de las pesas tenía una desviación. Lo siento, comandante, pero no creo que sea probable que esta unidad esté mal. Es más, la estamos usando como estándar para toda la base, y ya hemos tenido que recalibrar la mitad de las básculas del resto de la base.
Alzando una ceja, Shelvay respondió con un simple:
-¿En serio?
Encogiéndose de hombros, el técnico quedó interiormente satisfecho de haber resuelto este problema indeseado.
-Cosas más extrañas han pasado, señor.
-¿Me está diciendo que básculas que han estado funcionando perfectamente bien durante años de repente parecen estar notablemente desajustadas? –preguntó Corwin.
-Sí... ¿Me está diciendo que su circuitería de detección de fallos también está defectuosa? –Allá vamos otra vez, pensó el técnico amargamente. Va a decirme que sí.
-Sí, eso digo –replicó el Jedi.
El técnico ya había escuchado demasiado.
-¿Ah, sí? Bueno, este es el analizador más preciso de toda la base. Así que, ¿exactamente dónde pesó las pesas de referencia hasta la diez mil millonésima parte de un gramo?
Tratando de aparentar inocencia, Corwin se encogió de hombros.
-Ah, hay modos... –dijo.
-¿Como cuáles? –El técnico aún mostraba suspicacia ante el usuario de la Fuerza, y estaba empezando a recordar las habladurías acerca de las habilidades de Corwin.
-No tiene por qué aceptar mi palabra, claro. ¿Por qué no lo comprueba usted mismo?
El técnico recordó la historia que había contado esa mañana en el comedor uno de sus colegas ingenieros. Algo acerca de Shelvay purificando todo el aire de una botella y sabiendo exactamente, hasta la milésima parte de un gramo, lo que había en él. Y yo que pensaba que podía relajarme.
-Lo comprobaré de inmediato, comandante –suspiró.

Las Rocas Muntuur

Las Rocas Muntuur
Simon Smith y Eric Trautmann

Se dice que una vez se encontró al Maestro Jedi Ferleen Snee de pie junto a las Rocas Muntuur con una expresión distraída en su rostro y las múltiples Rocas flotando en el cielo sobre él, creando al parecer un riesgo inminente de aplastar a un par de barcazas veleras de turistas. Los turistas estaban demasiado asustados para moverse, o bien completamente absortos en el espectáculo, dependiendo de qué historia decidas creer, y se llamó a los Agentes del Orden Planetarios para que intentaran arrestar a Snee por conducta amenazante.
Ese no era un trabajo con el que se sintieran cómodos, ya que se decía que en ese momento Snee era un viejo misántropo irascible, y cuando finalmente reunieron coraje para acercarse a él, los espantó de mal humor diciendo:
-¡Fuera de aquí! ¡Sólo estoy practicando!
La más pesada de las siete Rocas Muntuur pesa más de cinco toneladas métricas. Esta historia nunca ha sido confirmada...

Los jugadores de holoajedrez divorano

Los jugadores de holoajedrez divorano
Simon Smith y Eric Trautmann

Ah, sí, Hart Daele. Sí, recuerdo a Daele muy bien. Un hombre encantador. Aburrido, desde luego. Ya sabes cómo pueden llegar a ser los teóricos matemáticos; imagina un Jedi teórico matemático. Aburrido no es la palabra.
En esa época yo vivía en Damualer Triac con mi segunda esposa, Hannah, y él estaba en la provincia de Samarine, a unos siete kilopársecs de distancia. Nos habíamos enfrascado en una competición de holoajedrez divorano. Conoces el juego, ¿verdad? Cada jugador controla quince ejércitos holográficos en un tablero de juego multinivel, y el objetivo es capturar las quince piezas de Emperador del oponente. Hacia el final, el pequeño ábaco andante me iba ganando por dos partidas de ventaja.
En cualquier caso, nos costó un poco llegar a conocer el estilo de juego de cada uno, unos cinco años o así, pero después de eso, siempre que él pensaba que yo no me estaba concentrando, usaba un ordenador para hacer sus movimientos. Yo siempre podía darme cuenta; la calidad del juego descendía considerablemente. De eso se trataba, claro; un suave empujón para hacer que yo jugase mejor. Oh, vaya. No había mucha gente que pudiera rivalizar con Daele en el ajedrez divorano... Ciertamente, me hizo trabajar bastante duro.
¿Por dónde iba? Ah. En esa época allí solía haber un precioso bosque a unos dos kilómetros al sur de mi casa, y solía ir paseando hasta allí con regularidad. Y siempre, justo cuando pasaba junto a ese Roble Milenario deformado por las tormentas, solía escuchar su vos etérea, procedente de ninguna parte, diciendo “Lancero a Segundo Plano de Reina 4” –solía utilizar la antigua notación de ajedrez, ¿sabes?- y yo siempre solía quedarme quieto, alzar un dedo, y decir “Debería anotar eso” antes de continuar mi marcha. Seguimos con esa rutina durante casi cuarenta años...
No, nunca ha sido cierto que los Jedi sólo tengamos visiones a través de las distancias estelares. Daele y yo jugamos treinta partidas de ajedrez como esa, y eso requiere telepatía proyectiva... Todos nuestros límites vienen de nosotros mismos. Ahorra una fortuna en facturas de comunicaciones...
Yo solía enviarle mi respuesta justo antes de que se fuera a sentar a cenar. Él tenía el tablero de ajedrez en sus aposentos privados –un bonito conjunto de cristal, el suyo- y eso significaba que podía hacer el movimiento en su tablero tan pronto como yo se lo decía.
¿La pintura? Oh, sólo es mi pequeño hobby. Siempre me ha gustado el ajedrez, y disfruto de la pintura holográfica... He realizado varios tableros en distintos estilos, con diferentes fondos. Ese fue complicado porque las piezas son muy reflectantes y tienen esas formas extrañas y retorcidas, lo que significa que los reflejos del planeta que hay tras ellas aparecen en algunos lugares extraños. Oh, no, es demasiado frío para la sala de estar, pero aquí queda bastante bien. Mi mujer dice que no le gusta porque se queda mirándolo fijamente durante horas sin poder encontrarle ningún sentido. Tiende a hacer que la gente se sienta... incómoda. Oh, bueno. En realidad es una posición de jaque, pero la ilusión hace que sea difícil de interpretar. Algún día lo regalaré a alguien, cuando encuentre a alguien que lo merezca.
Creo que ya basta de holoajedrez divorano por ahora. Toma algo más de licor de especia, y te hablaré acerca del resto del clan...

-          Fragmento de “Una entrevista con Haaran Balmor, Maestro Jedi”, del libro de Madelein Aurin Héroes de la República, Prensa Estelar Sarlain, 96.72 (Prohibido ahora en todos sus formatos)

¿Quién dice que los piratas no tienen sentido del humor?

¿Quién dice que los piratas no tienen sentido del humor?
Simon Smith y Eric Trautmann

El carguero En Las Últimas era un destartalado carguero ligero clase Maso que decididamente había visto días mejores. Lástima, pensó el capitán del carguero, que ciertamente hoy no sea uno de ellos.
-Lo siento, gente –dijo por el intercomunicador de la nave-. El bloqueo del hipermotor de la nave se ha activado en medio de nuestro salto. Navegante Sellbo a la cabina, por favor.
El capitán, un viajero espacial experimentado con miles de horas de vuelo en su historial, se volvió a mirar por la pantalla visora delantera... y vio una tremendamente gigantesca letra “P”.
-¿Qué rayos es eso? –dijo el navegante Sellbo al entrar-. ¿El bloqueo de nuestro hipermotor se activa, y nos saca frente a una “P” gigante? ¿Qué está pasando?
-No es sólo una “P”, ¿sabes? –respondió el capitán. Sellbo era un buen navegante, pero necesitaba curtirse un poco más-. Hay una “L” a su lado. Y una “I”. Y si puedes estirar mucho el cuello, en la distancia, podrás ver una “J-R-O”. Nos están atrayendo con un rayo tractor.
Un súbito pensamiento golpeó al capitán. Comenzó a reír. A carcajadas.
El navegante Sellbo miró fijamente al capitán. Nunca había visto que el viejo contrabandista canoso hiciera otra cosa que no fuera fruncir el ceño.
-Eh... ¿Capitán? ¿Se encuentra bien?
-¡Plijro! –aulló el capitán, golpeándose la rodilla con la mano-. ¿No lo entiendes? ¡JA!
El En Las Últimas se posó en la bahía de atraque de la nave pirata, y el golpe sordo de los agarres magnéticos asegurando la nave resonó fantasmalmente por la cabina. El capitán seguía riéndose.
El navegante Sellbo miró fijamente al capitán un instante, y de pronto comprendió qué era tan gracioso.
-Oh, ya lo pillo. P-lijro. Peligro. Estamos en “peligro”. –El navegante también esbozó una sonrisa-. Al menos estos piratas tienen sentido del humor.