lunes, 13 de abril de 2015

Arhul Hextrophon en la Academia Militar Memorial Brionelle

Arhul Hextrophon en la Academia Militar Memorial Brionelle
Michael Allen Horne

El siguiente archivo de texto ha sido extraído de las notas de una reciente conferencia dada por Arhul Hextrophon en la Academia Militar Memorial Brionelle, en Chandrila, poco después del ataque en Calamari.

Una de las cuestiones más persistentes para los estrategas de la Nueva República ha sido la aparente infinita obsesión del Imperio por las super armas. Desde Super Destructores Estelares hasta esferas de torpedos, ha sido casi imposible sobrestimar la capacidad de fuerza destructiva disponible para un Moff o Comandante de Grupo de Sector cualquiera. La Flota Estelar Imperial tiene miles de naves capitales con suficiente potencia de fuego para eliminar civilizaciones o esterilizar mundos. Incluso en su apogeo, en la Batalla de Endor, las flotas combinadas de la Alianza Rebelde siempre dependían de mejores datos de inteligencia, tácticas de guerrilla o la fe en la Fuerza para obtener la victoria.
Los planificadores militares del Nuevo Orden tienen un insaciable apetito de armas más nuevas y letales. Las más famosas de esas armas, y las más características de la mentalidad imperial, han sido las Estrellas de la Muerte.
Inmensas, aparentemente impenetrables y armadas con una apabullante cantidad de poder destructor, incluyendo el famoso superláser, las Estrellas de la Muerte son el arma definitiva. Sin embargo, resultaron ser sorprendentemente vulnerables a los ataques. Después de ese disparo de uno entre un billón que hizo estallar en átomos la primera Estrella de la Muerte en el sistema Yavin, los departamentos de propaganda del Imperio se pusieron a trabajar a destajo. Era mejor negar que la estación hubiera existido jamás que sugerir que el todopoderoso Imperio pudiera sufrir una derrota tan impactante. Los últimos informes desde Alderaan mostraban demasiado pánico como para ser fiables, y con el control imperial de los medios, fue bastante sencillo para el Imperio dirigir el flujo de información. Fue igualmente sencillo desacreditar o eliminar a los testigos supervivientes (principalmente miembros de la Alianza Rebelde).
El aspecto verdaderamente sorprendente del asunto fue el hecho de que el Imperio comenzara inmediatamente a trabajar en una segunda Estrella de la Muerte después de que la primera fuera destruida. El sistema Endor fue elegido como lugar de construcción. Esta vez, el Emperador se encargó de que las noticias del proyecto llegaran a sus enemigos; esta nueva Estrella de la Muerte serviría como cebo para una inmensa trampa. Contra todo pronóstico, esta nueva versión del “arma definitiva de la galaxia” fue destruida por los guerreros de la Alianza.
Por lógica, eso debería haber destruido toda la fe en la Doctrina Tarkin. Y sin embargo podemos ver que no fue así. Poco después del ataque en Calamari, la Rebelión recibió informes de mundos lejanos en las Regiones Fronterizas cuyas superficies habían sido arrasadas por cosas monstruosas que los supervivientes llamaban “aplasta-ciudades”.
Por supuesto, con el tiempo descubrimos la verdad de esas historias. Los horribles Devastadores de Mundos eran simplemente la última de las super armas del Imperio. Examinando detenidamente la propia Doctrina Tarkin, podemos encontrar una explicación para el desarrollo continuo de super armas. Cito: “...durante mucho tiempo he sido de la opinión de que su Nuevo Orden necesita un símbolo innegable y arrollador para impresionar y, sí, aterrorizar a las masas.”
La palabra clave es “símbolo”. Podemos deducir de ahí que nunca hizo falta que la Estrella de la Muerte funcionara para ser efectiva. Que lo hiciera fue una importante ventaja añadida, pero en gran medida irrelevante. En más de un sentido, para cuando fue destruida, la Estrella de la Muerte original ya había realizado un importante servicio para su propósito.
Podía paralizar de terror mundos enteros. Donde había una, ¿por qué no más? En la imaginación del público, acechaba el temor a que aún quedara  algún arma similar, o tal vez incluso una flota de ellas oculta en alguna región oscura del espacio, golpeando en secreto contra mundos intransigentes. El secreto que siempre había rodeado al proyecto y la vehemencia con la que el Imperio negó la existencia de la Estrella de la Muerte le dio el poder de un símbolo mitológico.
Una propaganda diabólicamente buena. Y sin embargo todavía hay pruebas que sugieren que en la Doctrina Tarkin hay más de lo que se creía en un principio. Con la revelación de la posible inmortalidad del Emperador, viene a la mente una nueva teoría. Sin un fin aparente a su reinado, el Emperador podría prever un momento en el que quisiera expandir su reino.
¿Sería suficiente una única galaxia para Palpatine el Inmortal? Creo que no. La Antigua República había considerado durante mucho tiempo la posibilidad de contactar con otras galaxias e hizo varios intentos frustrados al respecto. Palpatine incluso destruyó en secreto el más reciente de estos intentos, el proyecto Vuelo de Expansión. De acuerdo con lo que hemos recuperado de las notas del Almirante Thrawn, él dirigió la misión para matar a los seis Jedi que iban a bordo de la nave.
Parece obvio que el fin último de Palpatine es la conquista, no sólo de nuestra galaxia, sino de otras. ¿Qué mejor manera de asegurarse su supremacía militar que con esos Devastadores de Mundos? Llegando a un mundo tras otro, consumiéndolo y creando armas mientras la batalla se recrudece sobre ellos, sin que nunca les falten recursos ni energía... la imagen es aterradora.
Debemos dar gracias a que los esfuerzos de nuestros héroes más valerosos, especialmente Luke Skywalker y Leia Organa Solo, han terminado con el terror del Emperador.

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