jueves, 15 de octubre de 2015

Informe al Consejo Provisional de la Alianza de Planetas Libres

Informe al Consejo Provisional de la Alianza de Planetas Libres
Eric S. Trautmann

-Historiador Na’al, es la obligación de este consejo notificarle de que esta reunión está siendo grabada –dijo Mon Mothma mirando de frente al joven.
-Lo entiendo –asintió gravemente el joven-. Soy consciente de la naturaleza sensible de la información acerca de la que se va a hablar hoy, y quisiera aprovechar esta oportunidad para remitir al consejo a mi juramento de seguridad firmado en la página 2.348,283 de la tableta de datos. –Voren Na’al se tomó un instante para poner en orden sus pensamientos mientras los miembros del consejo confirmaban sus palabras. Vamos, pensó el joven historiador. Este es tu gran momento. Trata de no balbucear incoherentemente.
-Damas y caballeros –comenzó, mostrando sólo ligeramente nerviosismo en su voz-, las últimas semanas han visto una actividad militar sin precedentes, y por petición suya he preparado un informe detallado señalando los hechos tal y como los conocemos.
”Como seguramente ya sabrán, habitualmente obtengo mi información de entrevistas y observación personal, pero en este caso no siempre ha sido posible hacerlo. Inteligencia de la Alianza ha sido de lo más cooperadora proporcionando acceso sin precedentes a la información que necesitaba para completar el informe. Además, la ayuda del personal del general Rieekan ha sido inestimable al formular un análisis de los datos tácticos y estratégicos, que debo admitir que no son mi especialidad.
Na’al hizo una pausa, sopesando sus palabras con cuidado.
-En pocas palabras, podría decirse que los eventos de Bakura, conocidos ahora como el Incidente de Bakura, podrían tener efectos a largo plazo que afecten negativamente a la seguridad de la Alianza y nuestros planes de crear una nueva República.
Un torbellino de murmullos estalló entre los miembros del comité, hasta que Mon Mothma hizo un gesto pidiendo silencio.
-Sr. Na’al –dijo-, esa es una afirmación vaga y provocativa. Por favor, explíquese.
-Dicho sencillamente –dijo Na’al sin perder la compostura-, si se corriera la noticia de lo que son capaces de hacer exactamente los Ssi-ruuk, y de lo que casi hicieron al comandante Skywalker, el pánico que se extendería podría causar, y probablemente causaría, daños irreparables en cualquier alianza que tratemos de efectuar. Es probable que cualquiera con el que podamos contactar y haya sabido de los Ssi-ruuk esté convencido de que estamos luchando una guerra en dos frentes. Obviamente, parecerá que estamos en una situación muy precaria, y como le suele gustar indicar al general Calrissian, “no es buena forma de apoyar una mala mano”.
Tras detenerse para respirar profundamente, Na’al continuó.
-Mi recomendación es que Inteligencia de la Alianza entierre todo el asunto lo más profundamente posible. La contención es nuestra única alternativa y, como tal, nuestro aparato de inteligencia debería darle la máxima prioridad.
-Tonterías –exclamó el bothano Borsk Fey’lya-. Los Ssi-ruuk son una amenaza, pero ciertamente no del nivel que usted sugiere. Nuestros datos indican que los Ssi-ruuk permanecerán en su propio rincón de la galaxia. Si no lo hacen, tendrán que luchar contra nosotros y contra el Imperio.
-Permítame disentir –replicó Na’al, como si sermoneara a un alumno particularmente agudo que hubiera cometido un error crucial y obvio-. Si el Emperador, que en absoluto sentía reparos a la hora de demostrar su poder, mantuvo los Ssi-ruuk en secreto, probablemente nosotros también debamos. Dudo que la ciudadanía imperial hubiera aceptado demasiado bien una alianza con una fuerza tan potencialmente destructiva. Estoy seguro de que los aliados de la Alianza se sentirán inquietos si descubren que los Ssi-ruuk están ahí fuera.
¿Acabo de levantarle la voz a un delegado del consejo? Tal vez finalmente le esté pillando el tranquillo a esto, pensó Na’al para sí mismo, suprimiendo una sonrisa.
-Además –continuó Na’al, suavizando ligeramente su tono-, si se corriera la voz acerca de la tecnología de “tecnificación” Ssi-ruuvi, cada gobernador imperial con deseos de obtener el poder probablemente intentaría hacerse con ella. Estoy seguro de que la flota Ssi-ruuvi haría adelgazar un poco las filas imperiales, pero su relativamente pequeña flota nunca podría soportar todo el poderío de la Armada Imperial. –El joven historiador hizo una pausa antes de concluir-. En última instancia, la tecnología de tecnificación caería en manos del Imperio. Por tanto, es vital para nuestra supervivencia que mantengamos el Incidente de Bakura bajo el velo del más absoluto secreto. Ahora, si pasan a la página 928.391,2 de la tableta de datos, podemos comenzar a profundizar en la sesión informativa...

***

-Para comprender los eventos de Bakura, es necesario que se familiaricen con los principales individuos involucrados –explicó Voren Na’al a los miembros del consejo, que seguían estudiando sus tabletas de datos, inmersos en las notas que el joven historiador había preparado-. No debería ser ninguna sorpresa que los llamados “Héroes de Yavin” aparezcan de nuevo en el centro de la actividad.
-Ya estamos bastante familiarizados con esas personas, historiador Na’al –dijo Mon Mothma en voz baja.
-Sin duda, señora –convino Na’al-, aunque puede que alguno de los demás participantes les sea desconocido. En concreto, la difunta capitana Manchisco y su tripulación jugaron papeles cruciales en los eventos de Bakura. Dado que se unieron a la Alianza justo antes de la Batalla de Endor, puede que no estén familiarizados con ellos.
”Además –continuó Na’al-, he entrevistado a los “Héroes de Yavin” y, más que volver a contar sus, en efecto, más que sabidas hazañas, he proporcionado sólo la información más reciente disponible. Además, sus visiones acerca de los Ssi-ruuk, los bakuranos y los imperiales en lo concerniente al Incidente de Bakura son muy esclarecedoras.
-Excelente –dijo Mon Mothma con una sonrisa-. Por favor, continúe, historiador Na’al.

***

Voren Na’al se aclaró la garganta, reclamando atención.
-Como pueden ver, esta escaramuza “menor” tiene ramificaciones de largo alcance. Creo que hay suficientes argumentos para mantener este incidente en secreto. Los Ssi-ruuk siguen ahí fuera, y debemos encontrar un modo de combatirlos.
Mon Mothma asintió con seriedad.
-Historiador Na’al, ¿puede ofrecer usted algún plan de contingencia?
-Así es, señora. –Na’al hizo una pausa, antes de continuar, dubitativo-. No soy un militar, señora. Creo que debo indicar mi inexperiencia en tales asuntos antes de continuar.
-Tomamos nota –respondió Mothma, asintiendo lentamente con la cabeza.
-En primer lugar –comenzó Na’al-, podemos tratarlos como una amenaza directa, y tratar de destruir sus naves en cuanto las veamos. Esa es la solución más obvia, aunque personalmente no creo que sea el curso de acción más adecuado.
-Yo tampoco. –Mothma sonrió-. Enfrentamientos militares contra culturas recién descubiertas no es exactamente lo que tenía en mente cuando creamos la Alianza.
-Exactamente. Si los tratamos como hostiles, puede que preservemos nuestras propias vidas, pero habremos adoptado políticas muy similares a las del Imperio.
”Lo que me lleva a mi segunda opción: negociaciones.
-¿Negociar con los Ssi-ruuk? Historiador Na’al, si todo esto –el delegado bothano Fey’lya señaló la pila de hojas de plastifino y tarjetas de datos sobre la mesa- es cierto, ¡no podemos darnos el lujo de acercarnos sin más a la primera nave que encontremos y comenzar conversaciones de paz!
-Eso es cierto –replicó Na’al-. Sin embargo, no digo que debamos negociar desde una posición de debilidad. Ahora sabemos dónde está su sistema natal. Una fuerza de trabajo, como la que enviamos a Bakura, podría debilitar las defensas del sistema y establecer una presencia militar antes de comenzar las negociaciones.
”De hecho, sugiero enviar al comandante Skywalker para negociar con los Ssi-ruuk. Dado que los Ssi-ruuk son “ciegos a la Fuerza”, el comandante tendrá una ventaja innegable sobre ellos. Eso, unido al temor que les causan sus habilidades, le convierte en una poderosa herramienta de negociación. En Bakura, casi captura él solo su crucero de batalla principal. Sin duda le temerán y le respetarán.
-Probablemente le odien, también –dijo Mon Mothma en voz baja-. ¿Se da cuenta de que está sugiriendo que enviemos a uno de nuestros mejores soldados y el último de los Caballeros Jedi a una situación donde se verá irremediablemente superado en número por un pueblo que le despreciará rotundamente?
-Sí, señora, me doy cuenta –replicó Na’al-. Sin embargo, el comandante Skywalker y sus socios han demostrado ser bastante solventes al enfrentarse a probabilidades imposibles. ¿Quién mejor que los “Héroes de Yavin” para acabar con la amenaza de los Ssi-ruuk?
-¿Y cómo propone usted que lo hagan –bufó Fey’lya- cuando ni siquiera sabemos por qué esos malditos lagartos están entrando de pronto en nuestro espacio?
-Sabemos exactamente por qué están viniendo aquí –espetó Na’al-. Necesitan una fuente de energía. Parece que si les encontramos una fuente de energía alternativa, podemos aplacar a la facción militante del gobierno Ssi-ruuvi y establecer una paz. Sin duda, en los tiempos venideros persistirán algunos conflictos culturales, será una paz inestable, pero podemos paliar la excusa principal del conflicto.
Después de una breve pausa, Mon Mothma indicó el final de la reunión.
-Su informe ha sido de lo más ilustrativo, historiador Na’al –dijo con serenidad-. Tomaremos en consideración sus planes. Se da por concluida esta reunión del Consejo Provisional de la Alianza de Planetas Libres.

Epílogo: El Imperio

Extracto del diario de la tableta de datos del capitán Dren Jamer, Armada Imperial

Los últimos días han sido confusos: el interrogatorio por las tropas rebeldes tras la traición de Thanas, y el posterior interrogatorio por los agentes de la COMPNOR cuando volvimos. Estos días han sido increíblemente ajetreados.
Es difícil aceptar que el Emperador esté muerto. Su ideal de un Nuevo Orden mantenía junta nuestra fragmentada galaxia. Realmente es un día aciago cuando la Alianza Rebelde pasa de ser una heterogénea mezcla de matones a convertirse en un “órgano de gobierno”, sin importar lo débiles y poco capacitados que sean los miembros de la Alianza. Y la amenaza de los Ssi-ruuk todavía existe.
Extrañamente, los agentes de la COMPNOR no aceptaron mi opinión de que los Ssi-ruuk suponen para el Imperio una amenaza tan grande como la Alianza. Aunque los indicios muestran que los Ssi-ruuk poseen una flota pequeña, es aterrador imaginar naves rebeldes equipadas con droides de batalla y equipo de tecnificación. Los que parecen estar al mando sólo contemplan a los Ssi-ruuk como poco más que una amenaza menor y distante. No se han desarrollado ninguna clase de planes para entrar al espacio Ssi-ruuvi y neutralizar el peligro.
Encuentro particularmente inquietante que la estructura de mando de la Armada se encuentra actualmente desorganizada. Al faltar Palpatine como una fuerza unificadora, los líderes imperiales están siguiendo sus agendas personales en apuestas por el poder con las miras muy cortas. Órdenes contradictorias de distintas fuentes de mando están reduciendo la efectividad de la flota que se está reagrupando en Annaj. Los rumores de luchas internas y ansias de poder en los sistemas del Núcleo y otras zonas me dejan intranquilo. Si comenzamos a golpearnos a nosotros mismos, en lugar de atacar a nuestro auténtico enemigo –la Alianza-, estamos condenados.
La desconfianza ha florecido entre los agentes de la COMPNOR... aún más de lo habitual para la COMPNOR, si eso es imaginable. Aquellos de nosotros que huimos de Bakura hemos sido tratados como poco más que traidores debido a la rendición de Thanas. Un operativo de la COMPNOR sugirió que aquellos de nosotros que no desertamos somos simpatizantes rebeldes en una misión de sabotaje. Afortunadamente, un exabrupto particularmente indignado por mi parte pareció convencerles de que no albergo ninguna simpatía hacia los rebeldes, pero al menos otros tres han sido ejecutados por traición. No sé si eran realmente rebeldes o no.
Un sentimiento de intranquilidad está impregnando la flota. Muchos tripulantes murmuran en voz baja acerca de la muerte del Imperio. Por supuesto, también están los rumores habituales: que el Emperador, de hecho, sigue vivo; o que un señor de la guerra imperial está en el Borde reagrupando las fuerzas de Palpatine. Hay otras historias, aún más descabelladas. Es difícil saber cuál es la verdad, o a dónde ir. Después de mi interrogatorio, se me ha dado el mando del Alcaudón, un crucero de ataque Loronar.
Después de revisar los informes de Endor, pretendo localizar a Gilad Pellaeon, que ahora es capitán a bordo del Destructor Estelar Quimera. Estaba en mi clase en la Academia Imperial, y no puedo imaginar un soldado más leal que Gilad. Tal vez juntos podamos ayudar a reunir a algunos de los demás lealistas que estén interesados en preservar los ideales de Palpatine, y a eliminar a aquellos que fragmentarían el Imperio para satisfacer su propia sed de poder.
Creo que puedo convencer a otros oficiales –particularmente a aquellos con los que serví en Bakura- de que los Ssi-ruuk deben ser destruidos. Si es necesario, entraré al espacio Ssi-ruuvi para destruir tantas de sus naves como me sea posible, aunque no es una tarea que me entusiasme.
Estos son tiempos inciertos... tiempos que jamás pude imaginar. Antes, veía el Imperio como algo eterno, pero los rebeldes han cambiado eso. Sólo los fuertes sobrevivirán a los eventos que se avecinan...

Último ataque en G’rho

Último ataque en G’rho
Kathy Tyers

La alarma de muñeca de Seni Kilwallen la despertó con un sobresalto. Se incorporó rápidamente en el pequeño refugio de emergencia y sintió que la herida reciente cerca de su abdomen le ardía. Había recibido un disparo la pasada noche. Distaba mucho de estar curada, aunque si tenía cuidado podría evitar que se agravara aún más... al menos durante el tiempo suficiente para completar la misión de hoy.
Trig ya se había ido. Su manta térmica todavía olía ligeramente como su cuerpo. Seni no podía creer que hubiera sido capaz de dormir. Apresurándose, recogió sus suministros y trató de despejar su mente.
Trig se había marchado al atardecer, llevando la pareja de su alarma de muñeca a la nueva instalación de tecnificación Ssi-ruuvi. La flota de invasión de los alienígenas se había marchado, dejando atrás una fuerte y numerosa presencia para mantener el control del sistema planetario. Mientras tanto, las patrullas Ssi-ruuvi continuaban peinando G’rho en busca de humanos, que desaparecían en esa bóveda de tecnificación y jamás reaparecían. Probablemente Ydra, la hermana de Trig, ya estaría tecnificada, como otros miles.
Pero la Resistencia no se había dado por vencida. Si la nueva y abominable bóveda podía destruirse, alguna fuerza del orden podría responder a las desesperadas transmisiones de los humanos supervivientes pidiendo ayuda, con suerte antes de que todos ellos pasaran al interior de esas puertas. Después de cuatro meses, la pequeña Resistencia de G’rho había quedado reducida a una docena de soldados.
Trig había partido en una misión para inhabilitar la bóveda, mientras Seni quedaba atrás para pilotar el caza... eran los únicos pilotos cualificados que quedaban, pero si la bóveda quedaba inhabilitada, alguno de los otros podría ser capaz de enviar esa llamada de socorro. Su herida le incapacitaba para llevar a cabo la parte terrestre de la misión, pero Trig se había presentado voluntario: sus habilidades le daban una oportunidad de éxito donde tantos otros habían fracasado.
Seni salió arrastrándose en la noche. Su caza Conjo descansaba junto al de Trig, descendiendo una colina desde su campamento, donde lo había camuflado meticulosamente antes de acostarse. Con cuidado, retiró de sus alas la maleza cortada. A pesar de todos sus esfuerzos, sintió un súbito y doloroso latigazo en el costado. Se le había vuelto a abrir la herida. Se detuvo, presionándose el costado con una mano, deseando que el dolor remitiera.
No lo hizo. Volvió al trabajo.
Gradualmente, fue apareciendo la oscura silueta en forma de cuña del caza. Se había entrenado en un modelo menos avanzado, y pilotar esa bestia indómita había sido un puro placer. Con cautela, trepó por la escalerilla de la cabina. Era una noche hermosa para volar, despejada y con miles de millones de estrellas.
Se derrumbó en el asiento de la cabina, cerró la escotilla de un golpe, y miró a la oscuridad. Nada se movía. Trató de sentir presencias, del modo que Trig había intentado enseñarle... pero era él quien era sensible a la Fuerza. Él había recibido un poco de entrenamiento, en Chandrila, de manos de un adepto que desapareció años atrás. Él le suplicó que le guardara el secreto... como si suplicar fuera necesario. Si algo le pasaba a Trig, ella... bueno, preferiría morir con él. Se habían casado dos semanas antes de que llegaran los Ssi-ruuk, y habían escapado a la primera matanza despiadada Ssi-ruuvi porque Trig había sido capaz de “ver” la batalla desde ambas cabinas. Ahora ellos pilotaban los dos últimos Conjos de G’rho.
¡Si es que ella aún podía pilotar! Se negó a volver a examinar la herida; sin medikit para hacer una cura, la gravedad de la herida tenía poca importancia. En cambio, cerró los ojos y se concentró en respirar uniformemente. No era ni mucho menos lo que Trig era capaz de hacer, pero ayudaba. Herida o no, tenía que pilotar.
Se abrochó los arneses y se puso el casco. Los bancos de motores y armamento se encendieron a plena potencia. Desactivó los frenos. Su pequeña nave aceleró a velocidad de despegue. En cuestión de segundos, se elevó lejos del largo desfiladero hacia el oscuro cielo nocturno.

***

Trig Kilwallen se agazapó en un abarrotado almacén de servicio. Había necesitado hacer uso de todas sus rudimentarias capacidades de la Fuerza para colarse en la bóveda y desactivar su escudo... sin un bláster. Los escáneres de armas Ssi-ruuvi habían atrapado a los tres miembros de la Resistencia que habían intentado previamente esta misión. Él se había presentado voluntario para tratar de infiltrarse desarmado, y ahora debía escapar antes de que llegara Seni y terminara el trabajo. A tientas en la oscuridad, cerró la mano alrededor de una pequeña herramienta. La empuñadura no quedaba equilibrada en su mano; había sido diseñada para garras de tres dedos. Dubitativo, la apretó. Una luz blancoazulada apareció en un extremo.
Era un cortador de fusión, tal y como esperaba. Se lo guardó en el cinturón y avanzó lentamente hacia la puerta. No sintió ningún lagarto en las inmediaciones. Extendiéndose al límite, trató de captar las sensaciones de Seni...
Su angustia le derribó.

***

A toda velocidad sobre colinas cubiertas de matorrales de juvica, Seni sintió un súbito toque suave como una pluma, que significaba que Trig estaba tratando de sentirla. Instantáneamente, su curiosidad se convirtió en preocupación. Ella ignoró el dolor pulsante de su costado, deseando ocultárselo a Trig, y dirigió sus pensamientos a una pregunta: ¿Había escapado de la bóveda?
No... pero la llamada para atacar era urgente y clara. Luego, con menos intensidad, vino una firme y seria preocupación por su estado. No debería estar tratando de pilotar un Conjo...
...Pero no había nadie más para hacerlo. Seni examinó sus sensores. La bóveda reflejaría la luz de las estrellas más que las rocas o los matorrales...
¡Allí! Dio media vuelta en un amplio arco y comenzó a descender. Aguantaría sus misiles hasta que Trig escapara. Supuestamente, la bóveda sólo tenía un campo de fuerza, sin artillería anti aérea.
Pronto lo descubrió. Abrió fuego con sus cañones láser duales. El duracero se fundió ante sus sensores, abriendo la bóveda como una fruta demasiado madura. Con una mueca de dolor, tiró de la palanca para ascender.
Entonces comenzó a pagar por su insistencia en volar herida. La fuerza de la gravedad tiró de la parte superior de su cuerpo hacia abajo, rasgando aún más la herida. Luchó contra el dolor cegador y redujo la velocidad, escorándose a estribor.

***

Trig había recibido un disparo de bláster una vez, justo antes de volar en una misión. Casi anuló sus reflejos. Cerró su consciencia al dolor y la ansiedad de Seni. Esprintando por el pasillo hasta el miro exterior de la bóveda, extrajo el cortador de fusión –sujetándolo bien- e hizo tres largos cortes en una puerta de servicio metálica.
Eso cortó un gran triángulo. Le dio una patada, lanzando al exterior la pieza cortada, y miró por la abertura. El rugido del Conjo se desvaneció cuando Seni se alejó preparándose para realizar otra pasada. Desde el interior de la bóveda resonaba un salvaje coro de trinos, ululares y gruñidos. Trig se pegó al muro plateado. Los lagartos no habían disparado a Seni; evidentemente la Resistencia había mantenido en secreto su capacidad de ataque. Hasta ahora. Si fracasamos, no habrá un segundo ataque.
Recortada contra las estrellas, una pequeña cuña negra se lanzó hacia la bóveda. Sintió la determinación de Seni. La mancha negra descendió y escupió fuego láser. Se agachó, cubriéndose los ojos y los oídos.
El rugido se fue apagando. Hora de marcharse...
Sintió a alguien y se dio la vuelta. Dos lagartos marrones –p’w’ecks, no la raza dominante, más grande- corrían hacia él. En su carrera, disparaban difusos disparos aturdidores.
Cruzó de un salto la puerta improvisada y se agachó. Entonces apretó con fuerza el cortador de fusión.
Un p’w’eck asomó su cabeza por la apertura. Trig la rebanó con el cortador, y luego perdió el agarre. El cortador cayó rebotando en la oscuridad. En lugar de bajar la vista para buscarlo, Trig buscó en el cielo. Seni había desaparecido. Debía estar acercándose a baja altura.
Un segundo p’w’eck cruzó de un salto. Trig volvió a encogerse. Pero en lugar de dispararle, salió agitando la cola hacia un edificio externo rectangular. ¿Estaba buscando refugio, o era un puesto de defensa?
Trig deseó en vano tener un bláster, y entonces se dio cuenta de que el lagarto no tendría tiempo de disparar. El dolor de Seni crecía en su mente. Estaba de vuelta.

***

Seni mantuvo el curso a base de pura determinación. Parte de la bóveda estaba ahora abierta al aire, y algo inhumano corría hacia un edificio externo. Abrió fuego con los láseres. Su trayectoria cortó otro pedazo de la bóveda y terminó en el cobertizo con forma de bloque.

***

Trig se agazapó, cubriéndose los ojos... pero, incluso a través de sus párpados, pudo ver el destello. En efecto, el edificio externo albergaba artillería. ¡Buen disparo! ¡Acaba con esto!
Pero cuando sondeó su dolor, se dio cuenta de que ella no lograría sobrevivir dos pasadas más. Una más podría matarla. Corrió hacia la débil cobertura de un bosquecillo de juvica, y mientras sus ojos se ajustaban a la oscuridad vio cómo ella realizaba una lenta curva. Debía darle fuerzas. ¿Recordaba cómo?

***

Seni apretó los dientes, ansiosa de terminar con todo. Olvidando por un instante que no estaba en su viejo simulador, dio demasiada potencia a un impulsor lateral. El horizonte dio vueltas. Casi se desmayó.
Algo en el exterior absorbió la mayor parte de su dolor. Gracias... Trig, pensó cansadamente. Luchó por poner de nuevo el caza en la dirección correcta. Debía soltar la carga en esta pasada. Le estaba empezando a costar respirar. Se lanzó en un ángulo más pronunciado que antes. Tendría que ascender rápidamente para escapar de la bola de fuego. Le dolería más de lo que nunca había imaginado. Apartando el miedo, deslizó el control gravítico al máximo y bajó el morro de la nave. Si tenía que morir en esta pasada, que así fuera. Trig trataría de ayudarla si podía.

***

Trig corrió atravesando un bosquecillo de árboles desaliñados. Sintió la determinación de Seni, y una rabia tan feroz que se acercaba al odio. Siguió su descenso con oídos entrenados en batalla. Cuando los misiles salieron aullando, se lanzó al áspero suelo y enterró la cabeza debajo de sus brazos. Entonces enfocó su voluntad y trató de proteger a Seni de su propio dolor.

***

Seni respiró hondo, soltó el aire, y murmuró una rápida plegaria... todo en medio segundo. Entonces tiró de la palanca de control.
La fuerza de la gravedad la aplastó contra el asiento. El dolor la cegó... pero ganó altitud. Soltó la palanca y el acelerador. La presión cesó. Abrió lentamente los ojos. Una bola de fuego iluminaba su sensor de popa. Victoria...
Pero a muy alto precio. Las estrellas desaparecieron en el límite de su campo visual, estrechándolo en una especie de túnel. En cuestión de segundos, quedaría ciega. Y luego inconsciente.
No podía aterrizar en la base oculta de la Resistencia por temor a conducir allí a los lagartos. Las erosionadas llanuras de G’rho se abrían al oeste de la vegetación juvica. Empujó la palanca de control hacia el oeste y luego pulsó el interruptor del ciclo de aterrizaje. El piloto automático la haría descender de forma segura.
Su último pensamiento fue otra plegaria: Si sobrevivo a este aterrizaje, que Trig me encuentre antes de que lo hagan los Ssi-ruuk...

martes, 13 de octubre de 2015

Otra criatura de lo más útil

Otra criatura de lo más útil
Kathy Tyers

Transcrito de las notas personales de Wilek Nereus, gobernador del sistema Bakura.

He registrado este relato que un contrabandista capturado contó al final de su interrogatorio. Estaba a punto de ordenar su ejecución cuando comenzó con una historia entretenida que le mantuvo con vida varios minutos más. La criatura que describe no es ni un depredador ni un parásito (a menos que extendamos la definición de “especie anfitrión” para incluir naves estelares), pero creo que puede resultar útil. He ordenado varias cajas con huevos.

Las cucarachas-rata son auténticas alimañas. A veces las naves las pillan, si se detienen en espaciopuertos de baja estofa. Se reproducen en el interior de los mamparos y en otros lugares oscuros. Levanta la mano... no, no, con los dedos juntos... eso es. Tienen más o menos esa forma, y aproximadamente ese tamaño. Tienen la espalda llena de miles de millones de pequeñas plumas, de modo que si tratas de sacarlos de una grieta pueden erizarse y proteger sus antenas. Largas y espeluznantes, como dos colas que estuvieran en el extremo equivocado.
Hace unas seis estaciones, atraqué durante demasiado tiempo en Ord Zad, y después de eso, justo antes de mi segundo salto, advertí que la Bella no respondía como de costumbre. Tuve que desmontar casi la mitad de los mamparos de la cabina antes de encontrar el nido. En cuanto vieron la luz... pfft, se lanzaron por los conductos. A mi socio y a mí nos costó siete horas sacarlas con pinzas y una hidrollave.
¿Qué dices? Ah, la hidrollave es para aplastarlas una vez que las has sacado a cubierta. Cuando vi la cantidad de cableado que habían mordisqueado, di gracias al espacio de que no hubiéramos realizado nuestro siguiente salto. Nos habríamos convertido en polvo iónico.