jueves, 1 de octubre de 2015

Demasiados tipos de ceguera

Demasiados tipos de ceguera
Kathy Tyers

La puerta de la oficina de la senadora Gaeriel Captison se deslizó hacia un lado, y su hermana Ylanda pasó al interior. La tosca túnica marrón de Landy casi se arrastraba por el suelo. Su cabello rubio había sido eliminado de raíz media década atrás, cuando renunció a su aspecto, a cambio de bendiciones para Gaeri... pero Gaeri miraba boquiabierta cómo se le marcaban los prominentes huesos de los pómulos, cráneo y hombros. Landy no mostraba ese aspecto tan demacrado cinco años antes, ni había olido de modo tan extraño. ¿Qué había estado comiendo?
Gaeriel se apresuró a rodear su escritorio y abrazó a su hermana.
-Me siento honrada. ¿Qué te trae por aquí?
Ylanda retrocedió liberándose del abrazo.
-Con la marcha del Imperio, la Madre del Hogar cree que es seguro de nuevo que venga a visitarte. En ayuno, por supuesto. Para evitar la tentación.
-¿Seguro de nuevo? El Imperio nos dio libertad religiosa... –Gaeri dudó-. ¿No fue así?
-Para ser una niña tan brillante, te engañaron a conciencia. ¿Verdad?
Landy no sonaba demasiado amargada. Los ascetas encontraban regocijo al ser oprimidos. Eso les conseguía más bendiciones en la Vida Futura.
-En efecto, me engañaron –admitió Gaeri-. Siéntate. ¿Puedes tomar té?
Ylanda sonrió con tolerancia.
-Por favor... adelante. Sírveme una taza de agua caliente. Luego podemos sentarnos y beber juntas.
Varios minutos más tarde, Gaeri tomó asiento junto a Ylanda frente a una gran ventana. De su taza se elevaba vapor de aroma dulzón; lejos, más abajo, en el Parque de Estatuas, caía la lluvia sobre las efigies de los antiguos colonos. Vapor elevándose; agua cayendo. Otro equilibrio.
Jugueteó con su colgante esmaltado, sorprendida por sentirse tan incómoda al estar sentada cerca de Ylanda. Las mejillas de Landy mostraban un aspecto cetrino y sus ojos estaban apagados. De acuerdo con algunos zanazi, el Cuenco y la Pluma eran como la materia y la antimateria. ¿Por qué no habían quedado aniquiladas al tocarse?
-Madre y Padre estarían complacidos –anunció Ylanda.
-¿Hm? –preguntó Gaeriel.
-Porque el Imperio se ha marchado.
-¿Eso crees? Al renunciar al estatus comercial imperial, Bakura sólo ha ganado imponderables.
Ylanda miró a Gaeri como si le acabara de crecer una tercera oreja.
-No puedo creer que nunca lo supieras.
Gaeri frunció el ceño. En ocasiones, Ylanda podía ser realmente irritante.
-¿Saber qué?
-Al final, pertenecían a la resistencia.
-¿Pertenecían?
-Madre y Padre.
Gaeriel se quedó sin aliento.
-¿Qué? ¿Cómo podrías saberlo, aunque fuera cierto?
-Estaba a salvo, enclaustrada. Podían confiar en mí. Aún me sorprende que nunca te dieras cuenta. Tú eras la más dotada.
Así eran las cosas: Landy no había cambiado realmente, ni siquiera con la cabeza calva y una túnica marrón. Aún estaba resentida por comprar los privilegios de Gaeri a través de sus privaciones.
-No te creo.
Ylanda introdujo la mano en su túnica y extrajo una pequeña tableta de datos, la única posesión –aparte de su cuenco de limosnas- que se le permitía.
-Personal –dijo, tras teclear varias veces en ella-. Archivo 12-16. Mostrar.
Entonces la tendió a Gaeri.
El fino rectángulo mostraba un mensaje manuscrito de su padre: “Ylanda... Si ocurriera algo, debes saber que estamos retransmitiendo mensajes para la resistencia. No se lo cuentes a Gaeriel a menos que cambien las tornas, pero si el Imperio también le falla, muéstrale este mensaje. Dile que seguimos apoyándola.”
Dol y Marga Captison... fiscal general y portavoz de relaciones imperiales... no habían sido atrapados en el lugar equivocado en el momento equivocado, después de todo. Durante casi tres años, Gaeri había creído que la muerte de sus padres había sido accidental, pero ahora sabía la verdad. Les habían tendido una emboscada mientras llevaban mensajes secretos, y habían pagado por ello, igual que Eppie. Sintió un hormigueo en los dedos.
-Jamás lo había sospechado –susurró. ¿Sus padres, bendecidos con la Pluma, habrían sido empobrecidos en la Vida Futura, o su sacrificio había equilibrado la rueda?
De pronto, se dio cuenta de por qué había venido Ylanda. La semana pasada, 32 ascetas habían pedido ayunar durante un mes, deseando comprar prosperidad para la recién independizada Bakura. Seguramente habían pedido a Landy que se uniera a ellos. Ella debía de haber ido allí para cumplir su deuda con sus padres... por si acaso no sobrevivía.
La semana pasada, Gaeriel había pensado que el ayuno en masa era simplemente ridículo, pero entonces no había parecido afectarle.
-Me pregunto cuántas vendas he estado llevando –dijo con recato. Tenía entendido que hacían falta entre 40 y 50 días para morir de hambre, pero eso era para una persona sana, bien alimentada.
Landy tomó un sorbo de su agua caliente, sosteniendo su taza de cerámica con ambas manos como si fuera muy pesada.
Gaeri fijó la mirada en la lluvia. Había estado engañada respecto al Imperio. ¿Y si ella y Landy creyeran equivocadamente en el Equilibrio? Algunas fes proclamaban que el universo no se balanceaba sobre un estrecho punto, sino que fluía entre los dedos de una entidad viva. Casi ahogó el pensamiento... y entonces, temerosa por Landy, aflojó su presión y dejó que el pensamiento respirara. Luke nunca había desafiado su Fe, sino que era ella quien la desafiaba ahora. ¿Y si Ylanda había sufrido innecesariamente?
¿Y si Gaeri había rechazado las dubitativas atenciones de un admirable joven Jedi... por nada? Su fuerza de ataque había abandonado Bakura hace semanas...
Pero Landy estaba allí, y con vida, y si Gaeri no decía nada, podría llevar eternamente a Landy en su conciencia. Era ridículo pensar que el hecho de que alguien se arriesgara a morir de inanición pudiera ayudar a la prosperidad de Bakura. Gaeri debía acoger a Landy, apoyarla, revertir algunas de las injusticias entre ellas. El tío Yeorg y la tía Tiree lo entenderían.
Ella ya no creía. La idea le dejó atónita. Si no hubiera conocido a Luke, puede que hubiera dejado que Landy siguiera adelante con eso.
-¿Puedes quedarte esta noche? -preguntó con suavidad-. Tenemos tanto de que hablar.
Ylanda volvió a guardar su tableta de datos entre sus ropas.
-Siempre que me permitas dormir en el suelo –respondió remilgadamente-. Y no puedo comer tu comida.
Gaeri asintió.
-Se lo diré a la tía Tiree.
Voy a alimentarte con cosas peores que la comida, Ylanda, pensó. Tengo la cabeza llena de pensamientos venenosos. Puede que salven mi conciencia... y tu vida.

No hay comentarios:

Publicar un comentario