Ganjuko - Detalle de la cabeza |
Relato
presencial
Bill Smith
Bill Smith
Es curioso cómo un poco de
perspectiva puede hacerte cambiar la visión de las cosas. Sé que esos extravagantes
xenobiólogos tienen toda clase de extravagantes términos para los animales. Yo
sólo tengo dos: peligrosos e inofensivos.
Por desgracia, hay una tremenda
cantidad de criaturas que encajan en esa primera categoría. Déjame que hable de
uno de ellos con el que tuve el placer de tener un “cara a pico”.
Ganjukos. Los bothanos tienen
muchas frases para describirlos, aunque la mayoría de ellos no pueden
traducirse al básico ya que no puedo erizar la piel de forma sincronizada con
las palabras. Yo me limito a decir que son grandes y desagradables.
Yo no era como uno de esos
glamurosos cazadores de caza mayor que pagan a los guías bothanos una pila de
chips de crédito para tener el “privilegio” de ir tras esos monstruos. Yo era
un simple, digamos, “hombre de negocios”, buscando un lugar “discreto” donde
hacer negocios.
Los detalles son irrelevantes
ahora; no logro recordar si se trataba de blásters o de holos pirata. Todo lo
que sé es que mi contacto quiere reunirse conmigo en un valle a unos pocos
clicks de distancia de Fey’starn; es un pequeño pueblo pesquero que recibe
mucho tráfico de barcos. Mi contacto supone que con tantas naves entrando y
saliendo, nadie va a advertir unas cuantas cajas adicionales al fondo de una
bodega de carga, especialmente si el capitán de la nave obtiene una pequeña
bonificación por su tiempo.
De modo que accedo a reunirme
con ese tratante de cargamentos bothano en medio de la nada, en ese valle. Un
lugar muy hermoso; cielos despejados, aire fresco, montañas tan altas como los
edificios de la capital, y todo el lugar cubierto de hielo y nieve. Ni un solo ser
vivo en los alrededores.
El trato transcurrió
rápidamente; recibo mi dinero, y el bothano y sus compinches reciben su
mercancía. Y entonces, de repente, sus peludos amigos comienzan a erizar el
pelaje. No de la forma normal, ligera, que puedes ver en la mayoría de casos; están
completamente alterados. Supuse que esos tipos no jugaban a sabacc demasiado a
menudo...
En cualquier caso, mi tratante
comienza a ponerse nervioso, sin decir gran cosa, pero su pelaje comenzó a
erizarse también. Mientras sus colegas retroceden hacia su esquife, hago doble
clic en mi comunicador, esperando que mi copiloto capte la señal: “Hay
problemas”.
El tratante bothano me mira y
dice:
-Contrabandista, deberías
marcharte cuanto antes. Va a haber problemas.
Entonces, comienza a retroceder
hacia su esquife.
Pienso que ya recibí mis
créditos, y que sea lo sea que esté pasando, probablemente no sea de mi
incumbencia. Entonces, mientras me giro para dirigirme de vuelta a mi nave,
advierto cual es el problema. Es grande, cerca del doble de alto que yo, y se
dirige hacia a mí tan rápido como un dewback asustado. La mayor parte de las
veces sueles preocuparte de observar a tus “socios de negocio” para asegurarte
de que no te la jueguen... No se me ocurrió estar pendiente de bichos locales
pensando en su comida.
Esta cosa carga directamente
contra mí, dejando escapar un chillido agudo. Sé que no hay forma de que
consiga llegar hasta la nave, así que simplemente intento esquivarla,
lanzándome fuera de su camino. Mientras caigo sobre la nieve, capto por primera
vez su olor -menos mal que no había comido en horas-, pero esa enorme cola me
golpea en toda la espalda. Al chocar en la nieve puedo sentir como se sacuden
todas las vértebras de mi espalda. No puede ver porque todo se ha vuelto
completamente negro, pero eso no es mayor problema porque tampoco puedo sentir
las piernas.
De modo que supongo que me
limitaré a yacer en la nieve y esperar a ser devorado –no había muchas más
opciones- cuando oigo el gemido de un esquife repulsor bothano. Abro los ojos y
trato de alzar la vista. Todo lo que veo es esa cosa grande y repugnante
cargando contra mí, con el pico completamente abierto. Mi corazón se detuvo. Y
entonces, al menos dos o tres disparos de bláster rebotaron, y realmente quiero
decir rebotaron, en el pico de esa
cosa. Bueno, eso no pareció causarle ningún daño, pero desde luego la cosa se
detuvo rápidamente para ver quién le estaba disparando. Desde luego, son los
bothanos. Bueno, sé que no tendré una segunda oportunidad, así que trato de
levantarme –ahora incluso puedo sentir las piernas- y corro tan rápido como
puedo hacia mi nave.
Mientras despegábamos, vi el
esquife alejándose, dejando esa bestia atrás. Hice parpadear las luces de aterrizaje
para hacerles saber que agradecía su ayuda... y luego me aseguré de que mi
corazón latía de nuevo.
Voy a decirte una cosa... me he
enfrentado a esclavistas, me he peleado con droides asesinos, incluso he
escapado de bloqueos imperiales... pero cuando me despierto por la noche
cubierto de sudor frío, lo que veo es esa cosa echándose sobre mí...
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