lunes, 23 de noviembre de 2015

Un mal necesario


Bandara
Un mal necesario
Chuck Truett

Skerrit estaba sentado a solas en un oscuro reservado en una tranquila esquina al fondo del Bar Transferencia de Felstun. Se rascó la base del cuerno izquierdo con la punta de su puntero de escritura, y luego comenzó a trazar rutas de viaje hiperespacial en la pantalla de su ordenador portátil. Era hora de irse; la única pregunta era a dónde.
La respuesta llegó de repente, por sorpresa, en la forma de una voz que gritó en la oscuridad.
-¡Saludos, hermano!
Skerrit se volvió hacia la fuente de la voz. Este nuevo individuo era un devaroniano como Skerrit, aunque la edad había vuelto blancos sus cuernos y convertido su torso en una esfera. Pero el peso y la edad no importaban: era un devaroniano. Era un hermano.
-Saludos para ti, hermano –dijo Skerrit en voz más baja, levantándose con respeto-. Soy Skerrit, esposo de Anirak.
-Y yo soy Tosha, esposo de Kiela, largo tiempo fallecida. –El devaroniano gordo entró como pudo en el estrecho reservado, sentándose en el banco enfrente de Skerrit. Indicó a Skerrit que se sentara-. ¿Cómo te va, hermano?
-Me va bien –respondió Skerrit-, ¿y a ti?
-Bien, también –respondió Tosha-, aunque mi única esposa no requería de mí ni la mitad de lo que necesitan mis dos descendientes... célibes.
Skerrit supo al instante por el tono del anciano devaroniano que los dos descendentes a los que se refería eran hembras. Movió la cabeza mostrando su empatía. Realmente era una maldición poco habitual, encontrarte obligado a satisfacer las demandas de dos hembras. El mismo Skerrit apenas ganaba lo suficiente para mantener a Anirak, y ella era, para los estándares devaronianos, relativamente frugal.
-Sus tías se encargarán pronto de que se casen bien –dijo Skerrit.
-Así es –respondió Tosha, pero su voz no sonaba esperanzada. Hizo una pausa, con la mirada perdida en la nada, desalentado, observando en su mente cómo su riqueza se escurría entre los dedos de sus hijas-. Pero acabemos con esto –dijo finalmente, con voz más clara-, tenemos negocios.
-¿Y de qué se trata? –preguntó Skerrit.
-Transportas un cargamento especial.
Skerrit asintió. Sólo otro devaroniano podría haber sabido de su cargamento, sólo otro hermano.
-Es tu momento –dijo Tosha, con una sonrisa de genuino placer haciendo asomar sus dientes puntiagudos-. Esta temporada no ha nacido ningún bandara. Los bancos de arena están en silencio. Las hembras están contentas.
Skerrit asintió de nuevo, comprendiendo.
-No estarán contentas por mucho tiempo –respondió-. Las larvas que llevo son sanas y fuertes. Cantarán con más fuerza de lo que se haya oído en muchas estaciones.
-¿Lo has arreglado todo? –preguntó Tosha-. Los inspectores de aduanas estarán particularmente vigilantes.
-Estoy preparado para hacer mi deber hacia mis hermanos –respondió Skerrit-. Habrá de nuevo bandaras en Devaron. Las hembras pronto se cubrirán los oídos y saldrán huyendo de los bancos de arena, y los ríos serán nuestros de nuevo.

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