Bandara |
Un mal necesario
Chuck Truett
Chuck Truett
Skerrit estaba
sentado a solas en un oscuro reservado en una tranquila esquina al fondo del
Bar Transferencia de Felstun. Se rascó la base del cuerno izquierdo con la
punta de su puntero de escritura, y luego comenzó a trazar rutas de viaje
hiperespacial en la pantalla de su ordenador portátil. Era hora de irse; la
única pregunta era a dónde.
La respuesta
llegó de repente, por sorpresa, en la forma de una voz que gritó en la oscuridad.
-¡Saludos,
hermano!
Skerrit se
volvió hacia la fuente de la voz. Este nuevo individuo era un devaroniano como
Skerrit, aunque la edad había vuelto blancos sus cuernos y convertido su torso
en una esfera. Pero el peso y la edad no importaban: era un devaroniano. Era un
hermano.
-Saludos para
ti, hermano –dijo Skerrit en voz más baja, levantándose con respeto-. Soy
Skerrit, esposo de Anirak.
-Y yo soy Tosha,
esposo de Kiela, largo tiempo fallecida. –El devaroniano gordo entró como pudo
en el estrecho reservado, sentándose en el banco enfrente de Skerrit. Indicó a
Skerrit que se sentara-. ¿Cómo te va, hermano?
-Me va bien –respondió
Skerrit-, ¿y a ti?
-Bien, también –respondió
Tosha-, aunque mi única esposa no requería de mí ni la mitad de lo que
necesitan mis dos descendientes... célibes.
Skerrit supo al
instante por el tono del anciano devaroniano que los dos descendentes a los que
se refería eran hembras. Movió la cabeza mostrando su empatía. Realmente era
una maldición poco habitual, encontrarte obligado a satisfacer las demandas de
dos hembras. El mismo Skerrit apenas ganaba lo suficiente para mantener a
Anirak, y ella era, para los estándares devaronianos, relativamente frugal.
-Sus tías se
encargarán pronto de que se casen bien –dijo Skerrit.
-Así es –respondió
Tosha, pero su voz no sonaba esperanzada. Hizo una pausa, con la mirada perdida
en la nada, desalentado, observando en su mente cómo su riqueza se escurría
entre los dedos de sus hijas-. Pero acabemos con esto –dijo finalmente, con voz
más clara-, tenemos negocios.
-¿Y de qué se
trata? –preguntó Skerrit.
-Transportas un cargamento
especial.
Skerrit asintió. Sólo otro
devaroniano podría haber sabido de su cargamento, sólo otro hermano.
-Es tu momento –dijo Tosha, con
una sonrisa de genuino placer haciendo asomar sus dientes puntiagudos-. Esta
temporada no ha nacido ningún bandara. Los bancos de arena están en silencio.
Las hembras están contentas.
Skerrit asintió de nuevo,
comprendiendo.
-No estarán contentas por mucho
tiempo –respondió-. Las larvas que llevo son sanas y fuertes. Cantarán con más
fuerza de lo que se haya oído en muchas estaciones.
-¿Lo has arreglado todo? –preguntó
Tosha-. Los inspectores de aduanas estarán particularmente vigilantes.
-Estoy preparado para hacer mi
deber hacia mis hermanos –respondió Skerrit-. Habrá de nuevo bandaras en
Devaron. Las hembras pronto se cubrirán los oídos y saldrán huyendo de los
bancos de arena, y los ríos serán nuestros de nuevo.
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