Relatos de
droides
Drew Campbell y
Eric S. Trautmann
La batalla entre
naves espaciales se propagó violentamente como si tuviera vida propia. Ambos
bandos ya habían perdido muchas naves y tanto los comandantes de la Alianza
como los imperiales sabían que los Rebeldes no tenían un suministro inacabable
de cazas. Por su parte, el Destructor Estelar Imperial Vehemencia ciertamente parecía tener
(como dijo uno de los tripulantes rebeldes) todos los cañones del universo a su
servicio.
Un ala-Y solitario renqueaba por
la periferia de la batalla; su piloto era un veterano de muchos enfrentamientos
similares.
-Líder de vuelo Wilkins,
comienzo mi pasada –entonó con calma-. Será mejor que te agarres ahí detrás,
colega –dijo, pulsando su comunicador para transmitir un breve mensaje a su
astromecánico.
BXET-R2 (o “Box”, como le
gustaba llamarle a su dueño) comprobó las correas y enganches que le mantenían
en su lugar detrás de la cabina del ala-Y. La unidad R2 emitió un pitido
lastimero y Wilkins soltó una risita al leer la traducción en su sistema
informático: “Trata de no estrellarte esta vez”.
El ala-Y atravesó velozmente la
carnicería mientras Wilkins colocaba cuidadosamente la retícula de puntería de
sus lanzamisiles directamente en el Vehemencia.
El caza aceleró, cruzando rápidamente los kilómetros que lo separaban del
Destructor Estelar, mientras el ordenador de objetivo trataba de centrarse en
el puente del Vehemencia.
Justo cuando el ordenador de
objetivo señalaba que se había centrado el objetivo, Wilkins pulsó los
controles de disparo mientras su artillero trasero abría fuego con los cañones
iónicos del ala-Y contra los escudos del Destructor Estelar. Una brillante
explosión de luz y fuego iluminó la zona, cegando al piloto.
Demasiado tarde, Box aulló una
advertencia al piloto cegado cuando un bombardero TIE –dañado por las
explosiones- avanzaba a la deriva en la trayectoria del ala-Y, golpeando sus
escudos delanteros y lanzando ambos cazas dando vueltas salvajemente, fuera de
control.
Box ejecutó diagnósticos en la
nave e informó de que los dos cañones bláster del morro del ala-Y habían sido
completamente arrancados. La cabina aún tenía atmósfera respirable, pero el
daño estructural en el morro era considerable.
Box se conectó a los sensores
internos de la nave y descubrió que el amo Wilkins seguía respirando y que
efectivamente tenía pulso. Sin embargo, no contestaba al comunicador. El droide
echó un vistazo a la cabina y vio que Wilkins y su artillero iónico estaban
derrumbados sobre sus asientos.
Tomando el control de los
sistemas impulsores, Box corrigió los salvajes giros del ala-Y, deteniendo
suavemente la nave. Comprobando los sensores navegacionales, el droide advirtió
que el bombardero TIE también había retomado el control y renqueaba hacia el
ala-Y dañado, colocándose para el inevitable disparo letal.
El droide comenzó a modular
cuidadosamente la gravedad en la cabina, en un intento de sacudir al piloto
para despertarle. Al mismo tiempo, Box conectó uno de sus muchos apéndices al
puerto de control auxiliar e hizo que el ala-Y saliera disparada hacia delante
y arriba en un arco que les dejó completamente fuera del vector actual del
bombardero.
El bombardero –él también
gravemente dañado- pasó disparado sin conseguir fijar su disparo y se
recolocaba torpemente para otro intento. BXET-R2 se conectó al sistema de
control de disparo del ala-Y y armó el lanzatorpedos de protones. Lanzando la
nave en un picado lo más pronunciado posible, invirtió la nave y lanzó un
disparo a ciegas, lanzando el proyectil blanco azulado hacia el caza imperial.
El piloto imperial trató
frenéticamente de evitar el misil, perdiendo una vez más el control de su
vehículo dañado. Un instante después, Box activó el hipermotor del ala-Y, y el
rechoncho caza saltó al hiperespacio, lejos de la batalla...
***
Shac Rybetiano
Ramsey Lanclo murmuraba para sí,
una interminable retahíla de exóticas maldiciones Soccoranas y exclamaciones de
pánico. Lanclo operaba con cautela los controles de su carguero, conectando
cuidadosamente la esclusa del Artimaña
al tubo de embarque que había extendido una cercana fragata aduanera imperial. Durante
más de seis meses estándar, Ramsey no había transportado contrabando, pero se
estaba quedando sin dinero, y actualmente su bahía de carga albergaba
suficiente brillestim para convertirlo en un hombre increíblemente rico... o
verle sentenciado a Kessel para los próximos 1.000 años estándar.
-Sabía que debería haberme limitado a prefabricados y generadores de
energía –exclamó, amenazando con el puño a la nave imperial que llenaba la
vista de su parabrisas-. ¿Cómo vamos a salir de esta?
-¿Cuál es el problema?
El droide de Ramsey, XDL-67,
entró en la cabina. XDL apenas parecía el droide cocinero que había sido
antaño. Su brazo mezclador había sido remplazado por una mano funcional, y su
programación había sido mejorada para incluir mantenimiento general y
reparación de naves estelares.
-El problema –explicó Ramsey,
mirando con furia al droide-, es que en menos de tres minutos esta nave estará
repleta de imperiales. Y no hay forma de que podamos impedir que encuentren
nuestra carga “especial”.
Se apoyó en el mamparo y trató
de parecer despreocupado. XDL echó un vistazo al monitor que mostraba los datos
de la holocámara externa.
-Capitán, ¿no es esa la fragata
de la agente Hewet?
XDL señaló la insignia y las
marcas que ahora eran claramente visibles en el casco de la nave de aduanas.
-Eso creo. ¿Y qué?
En lugar de responder, XDL se
volvió y miró a popa, emitiendo un gemido de barítono por su rejilla
vocodificadora. Ramsey hizo una mueca al escuchar el ruido, sabedor de lo que
significaba. El sonido de arañazos sobre las placas de cubierta de acero
respondió la llamada de XDL. En cuestión de segundos, la mascota del capitán –un
curioso marsupial llamado “keon”- entró trotando en la sala. La diminuta
criatura rodeó la pierna de Ramsey y trepó por su cuerpo, encaramándose
finalmente en el hombro del capitán del carguero.
-¿Eh, qué tiene de brillante la
idea de traer al roedor? –preguntó Ramsey, mirando a su colega mecánico con el
ceño fruncido. Antes de que pudiera responder, el droide quedó silenciado por
el distintivo siseo del ciclo de admisión de la esclusa.
Dos soldados de asalto –barriendo
la sala con sus rifles bláster con amenazadora precisión- entraron al unísono,
tomando posiciones de vigilancia a ambos lados de la esclusa. Un instante
después, les siguió una humana con el uniforme de agente de aduanas imperial.
Ramsey trató de no hacer una mueca ante la sonrisa cáustica de la mujer; por su
amarga experiencia, Lanclo sabía que la sonrisa de Hewet significaba problemas.
Con la primera señal de los recién llegados, el keon se ocultó tras la cabeza
de Ramsey. Los soldados de asalto tomaron posiciones a ambos lados de la
esclusa mientras ella avanzaba. Ramsey sonrió a la agente y comenzó a hablar.
-Agente Hewet –dijo Lanclo,
mostrando su sonrisa más encantadora-. Qué agradable volver a verla. ¿Qué tal
le ha ido?
-Ahórrate la cortina de humo,
piloto. –Se quitó los guantes y puso los brazos en jarras-. Mis fuentes me
dicen que has estado viendo al rybet
Ramsey sabía que se refería a
Moruth Doole, un individuo bastante desagradable que gobernaba el mundo de
contrabando de Kessel con puño de hierro.
-¿Quién, yo? –Ramsey lanzó una
carcajada forzada-. Vamos. Sabe que hace mucho tiempo que me volví legal.
De alguna parte de la sala, una
débil y aguda vocecilla graznó, repitiendo como un eco la frase del
contrabandista:
-¡Vamos-Sabe-tiempo-legal!
La agente Hewet echó un vistazo
por la sala.
-¿Qué ha sido eso, Lanclo?
A modo de respuesta, el keon
asomó su cabeza de detrás de Ramsey e imitó a la imperial.
-¿Qué-Lanclo?
Ella levantó la mirada,
sorprendida. Una mueca maligna cruzó su rostro.
-Capitán –dijo, con una sonrisa
de depredador asomando en sus labios-. ¿Tienes permiso para esa… criatura?
Ramsey inclinó la cabeza.
-Me temo que no –respondió. XDL
dio un pequeño paso adelante. Ramsey se estremeció, súbitamente sorprendido, ya
que había olvidado que el droide estaba allí. Oh, esta vez me las vas a pagar por esto, droide, pensó para sí
mismo. Esta vez voy a desmontarte y
construir un compactador de basura con tu carcasa.
-Señora –dijo el droide,
arrastrando las palabras e inclinando la cabeza en una buena imitación del
servilismo humano-. Si recuerdo correctamente, ¿no tiene usted una hija en
Yityl?
La agente Hewet miró al droide,
sorprendida por que un ser mecánico se dirigiera a ella. Los soldados de asalto
levantaron sus blásters a una posición más cómoda. Una posición que apuntaba en
la dirección general de XDL.
-Sí –dijo ella, con voz tan
gélida como hielo de Hoth-. Tengo una hija. ¿Y a ti qué te importa?
(“Hija-importa”, repitió el keon.)
-Bueno, señora agente –continuó él-,
nos costará algún tiempo llegar a un puerto imperial para adquirir un permiso y
una licencia para este amiguito. –Ramsey alzó lentamente la cabeza, dándose
cuenta de a dónde pretendía llegar el droide-. Tal vez quisiera quitárnoslo de
las manos.
Hewet cruzó los brazos.
-¿Y por qué podría querer hacer
eso, droide?
-Con el debido respeto, agente
Hewet, podría llevar una adorable mascota a su hija, y nos ahorraría la
molestia de tener que ir a puerto únicamente para adquirir un permiso.
XDL se agachó ligeramente, lo
que quería decir que había terminado de hablar, mientras la agente Hewet
estudiaba el keon. Meneaba la cola de un lado a otro, mirando con sus enormes
ojos a la agente de aduanas. Ella suspiró y le sonrió, y él levantó las orejas
en respuesta. La agente se acercó a Ramsey.
-Capitán –dijo-. ¿Qué le parece?
A mi pequeña Kora podría gustarle una nueva mascota...
Ramsey no podía creer lo que oía.
-Bueno, desde luego, agente
Hewet –se escuchó decir-. Sólo hace un par de semanas que la tengo. Ni siquiera
había pensado aún que nombre ponerle. Estoy seguro de que podemos llegar a
algún tipo de acuerdo...
Ramsey se sentó en la silla de
capitán del Artimaña mientras la fragata
de aduanas se marchaba.
-¿Quería verme, señor? –dijo XDL,
entrando en la cabina.
-Sí –gruñó Lanclo-. Acabas de
costarme 1.500 créditos con esa maniobra. Ese keon no era barato, ¿sabes?
-Cierto, amo Lanclo –dijo el
droide mientras avanzaba hacia los contenedores de carga en la parte frontal de
la nave-. Pero considere la alternativa: usted podría estar extrayendo eso en las minas mientras yo preparo
shac rybetiano para Moruth Doole. Me parece que el precio que pagó por el keon
es un trato justo para evitar una cadena perpetua en Kessel.
Ramsey se recostó en su asiento
y reflexionó un instante.
-Muy bien, tienes razón –dijo
entre risas-. La próxima vez que amenace con borrarte la memoria, recuérdame
las exquisiteces rybetianas y los placeres de la minería de especia.
XDL se volvió para salir de la
cabina y regresar a sus tareas, y por un brevísimo instante, Lanclo estuvo
convencido de que el droide realmente había logrado parecer insufriblemente auto-complacido
antes de desaparecer en las entrañas del Artimaña.