Relatos de Goroth, esclavo del Imperio
Nigel D. Findley
En las tierras baldías
Deja que te
diga, muchacho, que he visto algunos entornos bastante duros. Este lugar,
Goroth, es uno de los peores.
Es oscuro, ¿ves?
Eso es parte del problema. El sol nunca llega a atravesar las nubes que lo
cubren todo. El mediodía es tan sombrío como el crepúsculo de cualquier mundo
civilizado. Sin amplificadores ópticos, no puedes ver más allá del alcance de
una pedrada. Excepto cuando destellan los relámpagos, claro. Entonces puedes ver
más detalles de los que probablemente desearías ver.
¿Por la noche?
¿Tú que piensas, muchacho? Más negro que el interior de una babosa espacial, la
mayor parte del tiempo. A veces los relámpagos iluminan todo marcando sus
afilados relieves. A veces hay una especie de fuego en la parte inferior de
esas nubes. Pero a veces está tan negro que creerías haberte quedado ciego.
Las tierras
baldías son lugares terroríficos en los que estar, incluso en el mejor de los
momentos. Afloramientos de roca de lava por todas partes. Negra. Áspera.
Dentada. Lo bastante afilada para rasgarte el traje ambiental si lo rozas de
mala manera. Y hay algo más acerca de esas rocas. Parecen moverse bajo la luz
cambiante. Destellos de relámpagos, y ves un afloramiento a una docena de metros
de distancia. Un par de segundos después, otro fogonazo... y parece que está a
menos de 10 metros de distancia. ¿Y es un brazo eso que se extiende hacia ti?
¿Alguna vez has
caminado por un pasillo lleno de estatuas por la noche? ¿Sabes esa sensación de
que se mueven cuando les das la espalda? En las tierras baldías es esa misma
sensación. Salvo que lo que representan esas estatuas no son seres humanos. Son
cosas salidas de tus más oscuras pesadillas.
Mundo atormentado
Las historias
nos cuentan que nuestro mundo fue, en otro tiempo, un jardín idílico. El cielo
era claro, el agua pura, las brisas suaves. La comida era abundante. La vida
era gloriosa. Nuestro mundo nos colmaba de bondades, como una madre cuidando de
sus hijos.
¿Dónde están
esas bondades ahora?
Oscuro y
sombrío, el cielo acecha amenazante sobre nosotros, ocultando el rostro del
sol. El agua es nauseabunda; quema los estómagos de nuestros hijos. Los vientos
nos desgarran, como las garras de un depredador. Los alimentos que antes
comíamos ahora son letales. La vida es una breve prórroga antes de la muerte.
Mira,
extranjero. Allí, a lo lejos. ¿Ves la montaña? ¿Ves cómo escupe fuego al cielo?
¿Ves cómo las grandes llamaradas se reflejan en las nubes, volviéndolas del
color rojo de tu sangre? ¿Ves esas nubes de ceniza, de humo? Nubes de veneno,
extranjero... veneno letal para ti, y no lo es menos para mis hijos. Observa
cómo el viento las transporta, como sombras de perdición pasando
silenciosamente por la faz de mi mundo.
¿Puedes oler la
contaminación del aire, incluso a través de tu máscara respiratoria? Yo puedo.
Es un olor fuerte, penetrante, amargo... un olor de muerte, no sólo de los
individuos, sino de la especie entera.
Siente las
vibraciones a través de tus pies. El mundo tiembla y se estremece, como un
b’del acosado por las fiebres. Alguna vez los temblores se convierten en
convulsiones. Las montañas caen. Los continentes se mueven. Se abren abismos en
la tierra. Nuestros hogares se derrumban, son engullidos.
Ahora son menos
habituales los espasmos que hacen que la tierra se hunda. Pero el suelo nunca
está quieto, nunca queda satisfecho de los cambios que ha causado. Siempre se
agita, recordándonos el pasado que hemos perdido.
¿Puede alguien
decirnos qué hicimos para merecer tal castigo?
Temporada de tormentas
Esos cráneos
vacíos de la Armada creen que son unos ases con sus cazas TIE. Ahí fuera, en el
espacio, puedes ser tan torpe como quieras porque no hay nada contra lo que
chocar. Si quieres probar a pilotar de
verdad, toma los mandos de un aerodeslizador y
llévalo a dar una vuelta por las montañas. Durante la temporada de tormentas.
De noche. Verás cómo las caras de esos cráneos vacíos se vuelven tan blancas
como los cascos de un soldado de asalto.
Dependes de los instrumentos la
mayor parte del tiempo, incluso de día. La visibilidad es baja, particularmente
si el viento procede de los volcanes o géiseres. Hay tanta basura en el aire
que puedes escuchar como golpea contra el fuselaje. La percepción de la
profundidad es pésima; conozco a un par de buenos pilotos que ardieron en
llamas cuando levantaron la mirada de sus instrumentos y calcularon mal la
altitud.
Los vientos son fuertes,
racheados e impredecibles. Un instante tienes un viento de frente de 50 klicks,
al siguiente es un viento de cola de 75 klicks, y al siguiente es una ráfaga
descendente que quiere hacer un mate
contigo, como en un partido de balón-nega.
Y luego está la
inestabilidad de los elevadores de repulsión. Incluso con todas las
modificaciones de nuestros pájaros, es difícil. La elevación puede fluctuar un
10 por ciento sin ningún tipo de advertencia previa. Los impulsores también,
pero eso no es tan crítico a menos que estés en formación cerrada. Cuando se
pone realmente divertido es cuando tienes inestabilidad asimétrica. Si eres un
milisegundo lento al reaccionar, empiezas a caer como un sacacorchos, la tierra
se acerca rápidamente, y puede que no tengas tiempo siquiera de eyectar.
No puedes dejar
prestar atención ni por un instante, particularmente en las montañas. Nuestras
órdenes son mantener una buena y considerable altura... ¿pero qué piloto que
merezca ese nombre no va a darse un paseo por los cañones cuando nadie le mira?
¡Eso es lo que
yo llamo pilotar!
El mercado negro
¿El mercado
negro? No existe tal cosa en Goroth, amigo mío. Créeme. ¿Por qué engañaría a un
extranjero como tú?
El P’Dar’Ken y
sus consejeros, los miembros del Gobierno Colonial, han declarado que el
mercado negro es ilegal. Para los b’del que obedecemos la ley, como yo mismo,
eso es una razón suficiente para no involucrarnos. Y, ya que todos los b’dellyi
obedecemos la ley, no puede existir ningún mercado negro. ¿Comprendes?
Bueno, si insistes, tal vez
podamos hablar hipotéticamente. Si hubiera
un mercado negro, tendría que realizar grandes esfuerzos para no ser
descubierto por el Gobierno Colonial y los “gops”. ¿No estás familiarizado con
el término? Eres nuevo en nuestro hogar. Hablo de la Policía Planetaria de
Goroth; nos protegen de nosotros mismos, ¿no lo sabías?
Y luego están los informantes.
Se dice que se podría sobornar a algunos b’dellyi para actuar como informantes.
Contra su propia gente, ¿te lo puedes imaginar? Por supuesto, es una suerte que
no puedan encontrar nada de lo que informar. Pero me estoy desviando del tema.
¿No sería mucho más fácil que
los gops encuentren presuntos informantes entre los extranjeros, eh? Demasiados
extranjeros parecen ver a los b’dellyi como “lagartos primitivos”... si he
escuchado correctamente el término. Tengo entendido que, en algunos casos, tal
término podría considerarse un insulto.
El control de divisas es muy
estricto para los b’dellyi. El Gobierno Colonial –por petición de nuestro
propio P’Dar’Ken, por supuesto- monitoriza los ingresos y gastos de cada b’del
individual. Si los gastos de un individuo superasen sus ingresos registrados
–cosa que nunca ocurre-, entonces ese individuo tendría que estar implicado en el inexistente mercado negro.
¿Comprendes?
Por tanto, casi todas las
transacciones –si es que alguna tuviera lugar- tendrían que basarse en valor
por valor. Trueques.
Piensa en el problema que me
planteas. Hipotéticamente hablando, las pistolas de rayos supuestamente podrían
estar disponibles en varias fuentes. No es que conozca ninguna de esas fuentes.
Pero, si conociera donde podrían encontrarse esos objetos... ¿qué servicio
podrías proporcionarme a cambio por los bienes que deseas? Piensa en eso,
extranjero, y entonces, tal vez, puede que alguien que yo no conozca pueda
ayudarte.
Dentro de las madrigueras
Del diario personal del Tte. Yrul Tash, del
Ejército Imperial
“Las
madrigueras”. Así es como las llamamos, mis compañeros de escuadra y yo. No
sirve ni para empezar a describir el aspecto de lo de aquí abajo.
Sé lo que hay en
mi historial personal. Mi último oficial jefe me dejó echar un vistazo. Es una
hoja de servicio limpia, sin deméritos, ni menciones negativas, ni reprimendas.
Pero me transfirieron aquí igualmente. ¿Es eso justo? Nací en Jalarren; un
mundo grande, con mucho espacio. Sales a los desiertos de sal, y eres la cosa
más alta entre tú y el horizonte. ¡Espacio abierto!
Para alguien con
mi historial, descender a las madrigueras es como una tortura; un castigo cruel
e inusual. No hay espacio para moverte, no hay espacio para respirar. Y mires
donde mires, estás rodeado por esos lagartos que te miran con sus repulsivos
ojos. Susurrando cosas sobre ti a tu espalda, en ese desagradable idioma suyo.
Probablemente planeando cómo separarte del resto de tu escuadra y matarte.
Déjame que te
cuente cómo es. Los túneles son bajos... lo que es extraño, si lo piensas. Los
lagartos son más grandes que nosotros, incluso cuando llevamos todo el equipo.
Pero por alguna razón, no les importa tener que agacharse casi a la mitad de su
altura para pasar por algunos de los pasillos. Es casi como si fueran tan
primitivos que no les importara volver a caminar a cuatro patas de vez en
cuando, ¿sabes?
En las madrigueras
todo está oscuro. Hay lámparas en las paredes de los pasillos, pero son lámparas
de lagarto: tenues y demasiado rojas. Todo parece estar empapado en sangre. Los
pasillos son estrechos, retorcidos y llenos de revueltas, lo que unido a la
oscuridad limita la visibilidad a unos pocos metros. Eso es probablemente lo
que más miedo da. No hay líneas de disparo: si hubiera que luchar, docenas de
esos lagartos, cientos de ellos, podrían estar ocultos tras una esquina a cinco metros
de distancia, e incluso si supieras que estaban allí, no podrías dispararles.
Hace calor, también. Calor y
humedad. Y el aire huele. Bueno, imagino
que debe oler; siempre que bajamos allí respiramos aire de nuestro traje.
Y hay lagartos por todas partes.
Por todas partes. Tratan de apartarse
de tu camino cuando pasas a su lado –la mayoría de ellos finge tenernos miedo-,
pero los pasillos son tan estrechos que tienes que pasar apretándote contra
ellos. Sientes sus manos frotando tu armadura, buscando un punto débil donde
poder clavar un cuchillo.
La gente del gobierno dice que
están pacificados. Dicen que las madrigueras son seguras. Yo les digo que bajen
conmigo de patrulla un día y lo vean por sí mismos. Seguro que cambian de
opinión.
Bajo presión
D’Trel B’Krel D’Naz habla a su j’ber sobre los complejos
presurizados...
Hace frío en los complejos
presurizados. El aire es fino, y el equipo de procesado elimina del aire el
aroma de los demás b’dellyi. Es un lugar solitario, extraño, al que ir.
Los humanos... sienten tal
entusiasmo por el espacio: techos altos, pasillos anchos. Qué pérdida de
precioso espacio. También les gustan sus metales. Muros, techos, suelos...
todos de metal, en muchos sitios. Las luces –demasiado brillantes- destellan y
deslumbran en ese metal pulido. Duele a los ojos. Y los ecos: cada sonido
parece reverberar en las superficies de metal, sin quedar nunca totalmente en
silencio.
Uno puede reconocer rápidamente
a los distintos humanos. Los guardias de seguridad –siempre están ahí, siempre
vigilando- montan guardia y caminan como si siempre estuvieran preparados para
matar.
Los funcionarios del gobierno se
mueven con orgullo y arrogancia, como miembros de un j’ber con mucho estatus.
La gente de sus “compañías”
siempre está mirando a su alrededor, como si estuvieran esperando una
emboscada... no de los b’dellyi, sino de miembros de otras mega corporaciones.
Uno casi puede oler su miedo.
Y luego están los otros
extranjeros; los jugadores y los comerciantes. Hay pocos, pero parecen llenar
el espacio con su charla y sus risas. Tal vez sea por ellos que los techos son
tan altos y los pasillos tan anchos; parecen decididos a ocupar tanto espacio personal
como sea posible.
Como más me siento en casa es en
los mercados. Los b’dellyi tratan de construir pasillos bajos y estrechos con
sus puestos y carritos. Cuando camino por los mercados, siento b’dellyi cerca
de mí, a mi alrededor. Puedo oler la piel de mi gente.
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