martes, 19 de abril de 2016

Circuitos cerrados

Circuitos cerrados
August y Cynthia Hahn

El universo es un lugar peligroso. Algunas amenazas son muy obvias y fáciles de evitar... si permaneces alerta y estás preparado para dar los pasos que requiera cualquier nueva situación. Cuando llegan los riesgos para la vida o la integridad física, la gente de acción puede actuar rápidamente y mantenerse a salvo, a ellos y a sus seres queridos, para seguir con vida otro día. Tanto los héroes como la gente común son llamados a alzarse contra la llegada de los tiempos oscuros.
Por desgracia, otras amenazas son silenciosas como un susurro e invisibles como una brisa de verano. Para cuando el viento arrecia con suficiente ferocidad para sentirlo, su daño puede haber sido causado hace tiempo. Cularin no está desprovista de defensores y ciertamente sus habilidades no son puestas en duda, ¿pero de qué sirven las heroicidades cuando la guerra ya se ha perdido?
El Escuadrón Gamma avanzaba por el complejo, buscando cualquier indicio de movimiento. Cada vez que un destello aparecía en los monitores de sus cascos, una rápida ráfaga de fuego de bláster acababa con él. El metal saltaba disparado en todas direcciones y los circuitos crepitaban; los droides yacían en pedazos desde la plataforma de aterrizaje hasta el centro de operaciones de las instalaciones.
Éste último era el objetivo de Gamma, y llegar a él fue una dura lucha. Gamma Tres estaba tumbado en su transporte; su condición era cuestionable en el mejor de los casos. Clon o no, seguía siendo un ser vivo, y esa vida pendía de un hilo muy fino. Cada minuto que pasaba podía ser el último para él. Comprensiblemente, el escuadrón quería acabar con esta operación lo más rápido posible.
Bloqueando su camino se encontraba una puerta blindada de acero templado y un bunker interno reforzado. Gamma ya se había encargado de las defensas automatizadas del centro de mando y de los guardias droide. El punto ya no era una amenaza, pero para que esta misión concluyera, el Escuadrón Gamma tenía que irrumpir en el núcleo de operaciones y hacer lo que habían venido a hacer.
-Escuchad, Gamma –dijo la seca voz de Uno, el comandante del escuadrón-. Las cargas de ruptura estándar han fallado, y no llevamos nada más potente. Se ha cortado la corriente de las puertas, así que es imposible piratearlas para abrirlas. –Hubo una larga pausa antes de que continuara-. En este punto, estoy abierto a sugerencias.
Como siempre, Gamma Cuatro fue el primero en responder.
-¿Arrasamos el lugar con fuego orbital y nos abrimos paso entre los restos?
Y como siempre, la respuesta de Gamma Cuatro fue violenta y directa.
Gamma Dos respondió en nombre de su oficial al mando.
-Necesitamos el núcleo intacto, Cuatro, y tenemos órdenes de que esta sea una operación encubierta. ¿Cómo de encubierta sería una batería turboláser?
Cuatro se encogió de hombros, y su pesada armadura motorizada amplificó exageradamente el movimiento.
-Depende de si dejamos a alguien con vida para verlo.
Uno hizo un brusco gesto con su mano enguantada.
-Ya basta. Esta línea de discusión no nos ayuda, y en cualquier caso Tres no tiempo para eso. Quiero respuestas, no debates.
Después de considerar el problema (y, como de costumbre, descartar por completo la idea de Cuatro), Gamma Cinco alzó la mano.
-Señor, si localizamos el cableado que conduce a las puertas, puedo parchear el sistema de mi traje y piratearlas manualmente. Cortar la corriente significa que ahora mismo el enemigo no tiene más control que nosotros sobre esas puertas blindadas.
Gamma Uno asintió lentamente, y luego con más fuerza.
-Bien. Hagámoslo. –Hizo un gesto a Dos para que permaneciera con Cinco-. Vosotros dos encontrad esos cables y haced el trabajo. Cuatro, mantente detrás de mí.
El escuadrón fuertemente acorazado de Comandos de la República avanzó con decisión, retrocediendo desde el centro de mando al siguiente nexo de energía más cercano. Uno y Cuatro cubrieron todos los ángulos de aproximación con sus rifles pesados modificados, asegurándose de que sus camaradas pudieran trabajar con relativa seguridad.
Durante cinco minutos, cortaron el metal del pasillo y buscaron entre revoltijos de cables agrupados de forma idéntica. La instalación era dirigida totalmente por droides, por lo que muchas de las comodidades de una instalación humana, como cables etiquetados, estaban ausentes. Eso hacía que avanzasen lentamente, pero el entrenamiento en electrónica avanzada de Gamma Cinco hacía que la caza fuera más fácil.
-Necesito esas puertas abiertas en 30, Cinco.
-¡A la orden, señor!
Como si fuera una respuesta a los diálogos, la vida se complicó. En los pasillos a izquierda y derecha se abrieron deslizándose unos paneles de los muros, derramando droides de aspecto desconocido con armamento bastante obvio. Lo que les faltaba en sutileza, trataban de compensarlo con potencia de fuego. Haciendo rugir sus armas bláster, caminaban, rodaban y se arrastraban hacia el escuadrón de comandos sin un segundo de pausa.
-¡Ahí vienen! –exclamó innecesariamente Cuatro.
-¡Menos cháchara y más acción!
Uno abrió fuego con el cañón inferior de su rifle. Los pulsos de iones salieron disparados, causando estragos en los droides que avanzaban. Crepitantes arcos eléctricos saltaban entre los oponentes robóticos, haciendo caer a varios con cada disparo. Gamma Cuatro le imitó, pasando su rifle a modo iónico y disparando tanto como podía.
Conforme el enjambre de hordas metálicas se acercaba, quedó claro que su potencia de fuego y su entrenamiento no eran suficientes. Por cada diez droides que caían, veinte más aparecían en los pasillos del complejo. La voz de Cuatro señaló lo que era cegadoramente obvio.
-¡Van a superar nuestra posición, señor!
-Me alegro mucho de que estés aquí para darte cuenta de eso, soldado –murmuró Uno. Luego pulsó un interruptor en su rifle y lanzó dos disparos en rápida sucesión. Los rayos de luz que surgieron de su pesada arma impulsaron un par de cilindros de metal hacia la masa de droides que tenía delante-. ¡Estallido magnético!
Los cuatro comandos apagaron sus trajes, dejándolos completamente sin energía incluso mientras los disparos de bláster se abrían paso a través de su denso blindaje. Entonces, con una brillante cascada de luz blanca, el universo entero se volvió dolorosamente silencioso. Tras rugir un “todo despejado” sin la ayuda del amplificador de audio, Uno volvió a encender su traje. Incluso después de haber estado apagados, los sistemas electrónicos de su armadura respondieron torpemente. Tan pronto como estuvo de pie y en funcionamiento, indicó a los demás que hicieran lo mismo.
Se encontraban en el centro de un mar de robots rotos, una masa sin vida de metal inmóvil. Ocasionalmente, una chispa destellaba en un chasis o una extremidad de acero se agitaba, pero todos los droides estaban completamente apagados... víctimas de una granada de pulso magnético, cortesía de los maestros armeros de Coruscant.
-¡No tenemos tiempo para quedarnos embobados, caballeros! ¡Cinco, consígueme ese cable!
El resto fue más sencillo. Restauraron la energía de las puertas, las obligaron a abrirse, y usaron tácticas de asalto cuerpo a cuerpo para ocuparse de los droides del interior. Las consolas de mando debían capturarse intactas, lo que significaba nada de disparos desde lejos. Fue una batalla frenética, pero aparte de algo de daño de vibrohoja en la placa pectoral de Cuatro y una feroz cuchillada que agujereó el casco de Dos, el escuadrón Gamma no recibió daños. (Más tarde´, Cuatro comentaría que la cicatriz hacía que Dos pareciera “más duro y masculino”. Ese incidente desembocaría en algunas heridas, pero aún estaban por llegar.)
Una vez dentro, Uno hizo que Cinco terminara su misión. Cambiaron una tarjeta de mando en los controles principales y puentearon el sistema de comunicaciones de la instalación. Pulsando un interruptor, el complejo comenzó a transmitir una anulación de núcleo codificada a todos y cada uno de los droides construidos en esas instalaciones. Aunque los droides no actuarían de modo distinto, ahora estaban bajo el control encubierto de la República.
Gamma Uno envió a todo el mundo de vuelta a la nave y él mismo plantó una carga temporizada en el generador de energía de la instalación. Volvió a paso ligero a su nave, activó el temporizador y ordenó a voz en grito la evacuación inmediata.
-¡Un accidente a punto de estallar! ¡Salgamos de aquí!
-¡Sí! –exclamó Cuatro-. Salgamos disparados, porque huele a chamusquina.
Este comentario también terminó causando alguna herida...

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