Circuitos cerrados
August y Cynthia Hahn
El universo es un lugar
peligroso. Algunas amenazas son muy obvias y fáciles de evitar... si permaneces
alerta y estás preparado para dar los pasos que requiera cualquier nueva
situación. Cuando llegan los riesgos para la vida o la integridad física, la
gente de acción puede actuar rápidamente y mantenerse a salvo, a ellos y a sus
seres queridos, para seguir con vida otro día. Tanto los héroes como la gente
común son llamados a alzarse contra la llegada de los tiempos oscuros.
Por desgracia, otras amenazas
son silenciosas como un susurro e invisibles como una brisa de verano. Para
cuando el viento arrecia con suficiente ferocidad para sentirlo, su daño puede
haber sido causado hace tiempo. Cularin no está desprovista de defensores y
ciertamente sus habilidades no son puestas en duda, ¿pero de qué sirven las
heroicidades cuando la guerra ya se ha perdido?
El Escuadrón Gamma avanzaba por
el complejo, buscando cualquier indicio de movimiento. Cada vez que un destello
aparecía en los monitores de sus cascos, una rápida ráfaga de fuego de bláster
acababa con él. El metal saltaba disparado en todas direcciones y los circuitos
crepitaban; los droides yacían en pedazos desde la plataforma de aterrizaje
hasta el centro de operaciones de las instalaciones.
Éste último era el objetivo de
Gamma, y llegar a él fue una dura lucha. Gamma Tres estaba tumbado en su
transporte; su condición era cuestionable en el mejor de los casos. Clon o no,
seguía siendo un ser vivo, y esa vida pendía de un hilo muy fino. Cada minuto
que pasaba podía ser el último para él. Comprensiblemente, el escuadrón quería
acabar con esta operación lo más rápido posible.
Bloqueando su camino se
encontraba una puerta blindada de acero templado y un bunker interno reforzado.
Gamma ya se había encargado de las defensas automatizadas del centro de mando y
de los guardias droide. El punto ya no era una amenaza, pero para que esta
misión concluyera, el Escuadrón Gamma tenía que irrumpir en el núcleo de
operaciones y hacer lo que habían venido a hacer.
-Escuchad, Gamma –dijo la seca
voz de Uno, el comandante del escuadrón-. Las cargas de ruptura estándar han
fallado, y no llevamos nada más potente. Se ha cortado la corriente de las
puertas, así que es imposible piratearlas para abrirlas. –Hubo una larga pausa
antes de que continuara-. En este punto, estoy abierto a sugerencias.
Como siempre, Gamma Cuatro fue
el primero en responder.
-¿Arrasamos el lugar con fuego
orbital y nos abrimos paso entre los restos?
Y como siempre, la respuesta de
Gamma Cuatro fue violenta y directa.
Gamma Dos respondió en nombre de
su oficial al mando.
-Necesitamos el núcleo intacto,
Cuatro, y tenemos órdenes de que esta sea una operación encubierta. ¿Cómo de
encubierta sería una batería turboláser?
Cuatro se encogió de hombros, y
su pesada armadura motorizada amplificó exageradamente el movimiento.
-Depende de si dejamos a alguien
con vida para verlo.
Uno hizo un brusco gesto con su
mano enguantada.
-Ya basta. Esta línea de
discusión no nos ayuda, y en cualquier caso Tres no tiempo para eso. Quiero
respuestas, no debates.
Después de considerar el
problema (y, como de costumbre, descartar por completo la idea de Cuatro),
Gamma Cinco alzó la mano.
-Señor, si localizamos el
cableado que conduce a las puertas, puedo parchear el sistema de mi traje y
piratearlas manualmente. Cortar la corriente significa que ahora mismo el
enemigo no tiene más control que nosotros sobre esas puertas blindadas.
Gamma Uno asintió lentamente, y
luego con más fuerza.
-Bien. Hagámoslo. –Hizo un gesto
a Dos para que permaneciera con Cinco-. Vosotros dos encontrad esos cables y
haced el trabajo. Cuatro, mantente detrás de mí.
El escuadrón fuertemente
acorazado de Comandos de la República avanzó con decisión, retrocediendo desde
el centro de mando al siguiente nexo de energía más cercano. Uno y Cuatro
cubrieron todos los ángulos de aproximación con sus rifles pesados modificados,
asegurándose de que sus camaradas pudieran trabajar con relativa seguridad.
Durante cinco minutos, cortaron
el metal del pasillo y buscaron entre revoltijos de cables agrupados de forma
idéntica. La instalación era dirigida totalmente por droides, por lo que muchas
de las comodidades de una instalación humana, como cables etiquetados, estaban
ausentes. Eso hacía que avanzasen lentamente, pero el entrenamiento en
electrónica avanzada de Gamma Cinco hacía que la caza fuera más fácil.
-Necesito esas puertas abiertas
en 30, Cinco.
-¡A la orden, señor!
Como si fuera una respuesta a
los diálogos, la vida se complicó. En los pasillos a izquierda y derecha se
abrieron deslizándose unos paneles de los muros, derramando droides de aspecto
desconocido con armamento bastante obvio. Lo que les faltaba en sutileza,
trataban de compensarlo con potencia de fuego. Haciendo rugir sus armas
bláster, caminaban, rodaban y se arrastraban hacia el escuadrón de comandos sin
un segundo de pausa.
-¡Ahí vienen! –exclamó
innecesariamente Cuatro.
-¡Menos cháchara y más acción!
Uno abrió fuego con el cañón
inferior de su rifle. Los pulsos de iones salieron disparados, causando
estragos en los droides que avanzaban. Crepitantes arcos eléctricos saltaban
entre los oponentes robóticos, haciendo caer a varios con cada disparo. Gamma Cuatro
le imitó, pasando su rifle a modo iónico y disparando tanto como podía.
Conforme el enjambre de hordas
metálicas se acercaba, quedó claro que su potencia de fuego y su entrenamiento
no eran suficientes. Por cada diez droides que caían, veinte más aparecían en
los pasillos del complejo. La voz de Cuatro señaló lo que era cegadoramente
obvio.
-¡Van a superar nuestra
posición, señor!
-Me alegro mucho de que estés
aquí para darte cuenta de eso, soldado –murmuró Uno. Luego pulsó un interruptor
en su rifle y lanzó dos disparos en rápida sucesión. Los rayos de luz que surgieron
de su pesada arma impulsaron un par de cilindros de metal hacia la masa de
droides que tenía delante-. ¡Estallido magnético!
Los cuatro comandos apagaron sus
trajes, dejándolos completamente sin energía incluso mientras los disparos de
bláster se abrían paso a través de su denso blindaje. Entonces, con una
brillante cascada de luz blanca, el universo entero se volvió dolorosamente
silencioso. Tras rugir un “todo despejado” sin la ayuda del amplificador de
audio, Uno volvió a encender su traje. Incluso después de haber estado apagados,
los sistemas electrónicos de su armadura respondieron torpemente. Tan pronto
como estuvo de pie y en funcionamiento, indicó a los demás que hicieran lo
mismo.
Se encontraban en el centro de
un mar de robots rotos, una masa sin vida de metal inmóvil. Ocasionalmente, una
chispa destellaba en un chasis o una extremidad de acero se agitaba, pero todos
los droides estaban completamente apagados... víctimas de una granada de pulso
magnético, cortesía de los maestros armeros de Coruscant.
-¡No tenemos tiempo para
quedarnos embobados, caballeros! ¡Cinco, consígueme ese cable!
El resto fue más sencillo.
Restauraron la energía de las puertas, las obligaron a abrirse, y usaron
tácticas de asalto cuerpo a cuerpo para ocuparse de los droides del interior.
Las consolas de mando debían capturarse intactas, lo que significaba nada de
disparos desde lejos. Fue una batalla frenética, pero aparte de algo de daño de
vibrohoja en la placa pectoral de Cuatro y una feroz cuchillada que agujereó el
casco de Dos, el escuadrón Gamma no recibió daños. (Más tarde´, Cuatro comentaría
que la cicatriz hacía que Dos pareciera “más duro y masculino”. Ese incidente
desembocaría en algunas heridas, pero aún estaban por llegar.)
Una vez dentro, Uno hizo que
Cinco terminara su misión. Cambiaron una tarjeta de mando en los controles
principales y puentearon el sistema de comunicaciones de la instalación.
Pulsando un interruptor, el complejo comenzó a transmitir una anulación de
núcleo codificada a todos y cada uno de los droides construidos en esas
instalaciones. Aunque los droides no actuarían de modo distinto, ahora estaban
bajo el control encubierto de la República.
Gamma Uno envió a todo el mundo
de vuelta a la nave y él mismo plantó una carga temporizada en el generador de
energía de la instalación. Volvió a paso ligero a su nave, activó el
temporizador y ordenó a voz en grito la evacuación inmediata.
-¡Un accidente a punto de
estallar! ¡Salgamos de aquí!
-¡Sí! –exclamó Cuatro-. Salgamos
disparados, porque huele a chamusquina.
Este comentario también terminó
causando alguna herida...
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