Un aviso a la Célula
Morrie Mullins
A todos los miembros – Nirama
Lealtad. Este es el concepto que
siempre ha sido la clave principal de nuestra supervivencia y nuestra
prosperidad. Os pido lealtad, y ofrezco lealtad a cambio. Nunca es una
proposición segura. Hay defectos en cada uno de nosotros que hacen que la
lealtad se manifieste con más o menos probabilidad. Pero he visto, de primera
mano, el dolor que puede alzarse cuando la lealtad se pone en duda. En esos
casos cuando se ha perdido completamente la lealtad, no es extraño que organizaciones
como la nuestra se fragmenten, o incluso se desintegren. Tampoco es inusual que
se pierdan vidas.
El último año estándar ha puesto
en cuestión la lealtad de algunos de nuestros compañeros. En el pasado, me he
ocupado de asuntos concernientes a la denominada “Célula”, pero últimamente he
recibido informes de que puede que no estén tan extintos como se me ha hecho
creer. Tenía entendido que, con la ayuda de los extranjeros, Markus y yo
derribamos la Célula y extrajimos de nuestras filas su núcleo de liderazgo. El
hecho de que lleguen a mis oídos rumores de que siguen existiendo me preocupa
mucho más de lo que soy capaz de expresar.
Por tanto me gustaría aprovechar
esta oportunidad para hablaros de los aspectos tanto positivos como negativos
de la lealtad. Debido a que la deslealtad parece estar en el corazón de lo que
ha ocurrido últimamente, permitidme que comience con las desventajas de ser
leal.
Ser leal significa, básicamente,
aceptar que otro individuo es digno de confianza, respeto, y cierto nivel de
obediencia. Reconozco por completo que la mayoría de nosotros no estaríamos en
la línea de trabajo que hemos elegido si fuéramos buenos en cualquiera de esas
cosas. Hay razones para no confiar en cualquier individuo con el que nos
podamos encontrar. Incluso la mejor de las personas puede dejarse engañar por
un falso sentido de justicia. Incluso el Jedi más bueno y amable podría –mediante
una aplicación equivocada de un antiguo principio bien establecido y
completamente correcto- dedicarse a actividades que nos harían dudar de si ese
Jedi es digno de nuestra confianza.
He hablado con muchos de
vosotros. La niñez es algo distante para nosotros, incluso para aquellos de
nosotros que aún son jóvenes, y está llena de dolor. Existimos en lo que la sociedad
llama sus “márgenes” porque alguien, en algún punto, nos apartó de la educada
sociedad en la que habíamos nacido. O tal vez nunca tuvimos una oportunidad en
la sociedad educada, donde la confianza es la norma. Por el motivo que sea, no
estamos hechos para la confianza, y permanecer leal a alguien –incluido yo
mismo- requiere que la confianza esté presente. Reconociendo esto, y sabiendo
que las palabras son huecas y sólo importan las acciones, he convertido en mi
misión no hablar de confianza, sino demostrárosla. Si os tomáis un tiempo en reflexionar
en el tiempo transcurrido desde que el venerable Riboga abandonó Cularin,
veréis que nuestros beneficios han subido, la persecución hacia nosotros ha
descendido, y el número de fallecimientos en el trabajo se ha reducido a más de
la mitad. No os pediré que confiéis en mí. Sólo os pediré que miréis a los
resultados de mi liderazgo.
El respeto es aún una bestia más
complicada. El muy honorable Riboga dirigía las cosas de un modo similar a la
cultura de su hogar, inspirando miedo en la gente que le rodeaba y haciendo uso
de ese miedo para obtener sus fines deseados. Era su creencia que tales medidas
eran los únicos medios de asegurarse que seguiríais sus órdenes. Yo prefiero
pensar que sois más evolucionados que todo eso. Sois capaces de pensar y tomar
decisiones. Yo os permito la libertad de elegir vuestros propios caminos, con
el convencimiento de que aceptaréis las consecuencias de esas elecciones. El
uso de la fuerza en mi administración está limitado bastante estrictamente a
aquellos casos en los que los individuos tratan directamente de debilitar y amenazar
a mi propia persona o a otras dentro del Consorcio. Nunca he usado la fuerza
como una amenaza. Es simplemente parte del trato. Vosotros me respetáis a mí y
a los compañeros del Consorcio, y yo os respetaré a cambio.
En la obediencia, sin embargo,
con la que la mayoría de nosotros tenemos problemas. Si fuéramos buenos
obedeciendo, no pasaríamos nuestras vidas burlando bloqueos, haciendo
contrabando de bienes prohibidos, y caminando en las sombras para ocultarnos de
los ojos del resto del mundo. Y sin embargo seguir a alguien, permitir que
alguien lidere, ser leal a un individuo –cualquier individuo- requiere cierto
nivel de obediencia. La cantidad requerida es inversamente proporcional a la
cantidad de confianza que exista. Cuanto mayor sea la confianza, menos
estrictos son los requerimientos de obediencia. Cuanta menor confianza, mayor
obediencia es necesaria. Cuando os proporciono órdenes, espero que se cumplan,
pero confío en que toméis decisiones sobre la mejor forma de llevarlas a cabo.
Si mis órdenes contienen errores, tenéis derecho a señalármelos y pedirme que
las reconsidere. No pido, ni quiero, obediencia ciega.
El problema –porque muchos lo
considerarían un problema, aunque yo no, particularmente- es que ofreciéndoos
la libertad que os ofrezco, abro la puerta a las conspiraciones contra mi
posición. Facilito que operen grupos como la Célula.
Que así sea. Si estuviera
gobernando con puño de hierro, matando a cualquiera que cuestionara mi juicio,
no sería menos probable que surgiera oposición entre nuestras filas. Por tanto,
desafío a la Célula a que salga a la luz. Rendíos, y podrá haber paz en nuestra
comunidad. Espero que no me obliguéis a luchar, pero si se llega a ese punto,
habéis sido advertidos.
-N
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