jueves, 21 de abril de 2016

Un aviso a la Célula

Un aviso a la Célula
Morrie Mullins

A todos los miembros – Nirama
Lealtad. Este es el concepto que siempre ha sido la clave principal de nuestra supervivencia y nuestra prosperidad. Os pido lealtad, y ofrezco lealtad a cambio. Nunca es una proposición segura. Hay defectos en cada uno de nosotros que hacen que la lealtad se manifieste con más o menos probabilidad. Pero he visto, de primera mano, el dolor que puede alzarse cuando la lealtad se pone en duda. En esos casos cuando se ha perdido completamente la lealtad, no es extraño que organizaciones como la nuestra se fragmenten, o incluso se desintegren. Tampoco es inusual que se pierdan vidas.
El último año estándar ha puesto en cuestión la lealtad de algunos de nuestros compañeros. En el pasado, me he ocupado de asuntos concernientes a la denominada “Célula”, pero últimamente he recibido informes de que puede que no estén tan extintos como se me ha hecho creer. Tenía entendido que, con la ayuda de los extranjeros, Markus y yo derribamos la Célula y extrajimos de nuestras filas su núcleo de liderazgo. El hecho de que lleguen a mis oídos rumores de que siguen existiendo me preocupa mucho más de lo que soy capaz de expresar.
Por tanto me gustaría aprovechar esta oportunidad para hablaros de los aspectos tanto positivos como negativos de la lealtad. Debido a que la deslealtad parece estar en el corazón de lo que ha ocurrido últimamente, permitidme que comience con las desventajas de ser leal.
Ser leal significa, básicamente, aceptar que otro individuo es digno de confianza, respeto, y cierto nivel de obediencia. Reconozco por completo que la mayoría de nosotros no estaríamos en la línea de trabajo que hemos elegido si fuéramos buenos en cualquiera de esas cosas. Hay razones para no confiar en cualquier individuo con el que nos podamos encontrar. Incluso la mejor de las personas puede dejarse engañar por un falso sentido de justicia. Incluso el Jedi más bueno y amable podría –mediante una aplicación equivocada de un antiguo principio bien establecido y completamente correcto- dedicarse a actividades que nos harían dudar de si ese Jedi es digno de nuestra confianza.
He hablado con muchos de vosotros. La niñez es algo distante para nosotros, incluso para aquellos de nosotros que aún son jóvenes, y está llena de dolor. Existimos en lo que la sociedad llama sus “márgenes” porque alguien, en algún punto, nos apartó de la educada sociedad en la que habíamos nacido. O tal vez nunca tuvimos una oportunidad en la sociedad educada, donde la confianza es la norma. Por el motivo que sea, no estamos hechos para la confianza, y permanecer leal a alguien –incluido yo mismo- requiere que la confianza esté presente. Reconociendo esto, y sabiendo que las palabras son huecas y sólo importan las acciones, he convertido en mi misión no hablar de confianza, sino demostrárosla. Si os tomáis un tiempo en reflexionar en el tiempo transcurrido desde que el venerable Riboga abandonó Cularin, veréis que nuestros beneficios han subido, la persecución hacia nosotros ha descendido, y el número de fallecimientos en el trabajo se ha reducido a más de la mitad. No os pediré que confiéis en mí. Sólo os pediré que miréis a los resultados de mi liderazgo.
El respeto es aún una bestia más complicada. El muy honorable Riboga dirigía las cosas de un modo similar a la cultura de su hogar, inspirando miedo en la gente que le rodeaba y haciendo uso de ese miedo para obtener sus fines deseados. Era su creencia que tales medidas eran los únicos medios de asegurarse que seguiríais sus órdenes. Yo prefiero pensar que sois más evolucionados que todo eso. Sois capaces de pensar y tomar decisiones. Yo os permito la libertad de elegir vuestros propios caminos, con el convencimiento de que aceptaréis las consecuencias de esas elecciones. El uso de la fuerza en mi administración está limitado bastante estrictamente a aquellos casos en los que los individuos tratan directamente de debilitar y amenazar a mi propia persona o a otras dentro del Consorcio. Nunca he usado la fuerza como una amenaza. Es simplemente parte del trato. Vosotros me respetáis a mí y a los compañeros del Consorcio, y yo os respetaré a cambio.
En la obediencia, sin embargo, con la que la mayoría de nosotros tenemos problemas. Si fuéramos buenos obedeciendo, no pasaríamos nuestras vidas burlando bloqueos, haciendo contrabando de bienes prohibidos, y caminando en las sombras para ocultarnos de los ojos del resto del mundo. Y sin embargo seguir a alguien, permitir que alguien lidere, ser leal a un individuo –cualquier individuo- requiere cierto nivel de obediencia. La cantidad requerida es inversamente proporcional a la cantidad de confianza que exista. Cuanto mayor sea la confianza, menos estrictos son los requerimientos de obediencia. Cuanta menor confianza, mayor obediencia es necesaria. Cuando os proporciono órdenes, espero que se cumplan, pero confío en que toméis decisiones sobre la mejor forma de llevarlas a cabo. Si mis órdenes contienen errores, tenéis derecho a señalármelos y pedirme que las reconsidere. No pido, ni quiero, obediencia ciega.
El problema –porque muchos lo considerarían un problema, aunque yo no, particularmente- es que ofreciéndoos la libertad que os ofrezco, abro la puerta a las conspiraciones contra mi posición. Facilito que operen grupos como la Célula.
Que así sea. Si estuviera gobernando con puño de hierro, matando a cualquiera que cuestionara mi juicio, no sería menos probable que surgiera oposición entre nuestras filas. Por tanto, desafío a la Célula a que salga a la luz. Rendíos, y podrá haber paz en nuestra comunidad. Espero que no me obliguéis a luchar, pero si se llega a ese punto, habéis sido advertidos.
-N

No hay comentarios:

Publicar un comentario