lunes, 12 de septiembre de 2016

El Hogar de la Sabiduría

El Hogar de la Sabiduría
August Hahn y Cynthia Hahn

Entre los árboles del irstat Hiironi hay una morada tejida con las ramas más robustas que los bosques de Cularin pueden ofrecer. Esta choza está limpia y seca, totalmente al abrigo de las lluvias torrenciales y los vientos más fuertes. Los tarasin honran esta morada y únicamente hablan de ella con la mayor de las reverencias, denominándola el “Hogar de la Sabiduría”. Consideran sagrada cualquier conversación mantenida en esa chiza, y cualquier decisión que allí se tome se tiene como un mandato del propio Cularin.
Pocos ajenos a las tribus tarasin saben esto, pero muchas de las decisiones que han dado forma a su pueblo proceden de esta pequeña cabaña de ramas y paja. Fue allí donde, por primera vez, los tarasin decidieron acercarse a Reidi Artom, planearon su rebelión contra las fuerzas esclavizadoras que les llegaron desde las estrellas, y decidieron conjuntamente aceptar la presencia de extranjeros en su mundo en lugar de ir a la guerra.
Esta pequeña choza ha sido el punto focalizador de muchos eventos importantes de Cularin, mucho más de lo que los alienígenas que habitan en ese planeta puedan reconocer. La decisión tomada hoy allí también afectará el destino de muchos, tanto tarasin como alienígenas. La Fuerza crea cruces en el espacio y el tiempo, lugares donde se decide el destino de millones o miles de millones de seres mediante un encuentro casual, un conflicto épico, o –como es el caso este día en el Hogar de la Sabiduría- un sueño y las personas lo bastante iluminadas para comprender lo que pueda significar.
Llegaron en silencio, arrastrando silenciosamente las almohadillas de los pies sobre la suave superficie del suelo gastado. Las cortinas de hojas en la entrada se cerraron tras ellas con un siseo, dejando entrar solamente unos pocos rayos de luz lunar. Estaban tan altas que el denso dosel de la selva estaba en su mayoría bajo ellas. Por encima se encontraban las estrellas despejadas y el infinito cielo nocturno. La luz plateada del exterior rápidamente fue vencida por el rico resplandor dorado de la hoguera central de la choza y los arcos amarillos y blancos que saltaban de ella.
-Mi agradecimiento por acudir. Ha sido una larga carrera para la mayoría de vosotras, así que seré breve.
La voz de la Madre Dariana temblaba con el peso de la edad, pero su aspecto era ahora más vibrante que lo que había sido en bastante tiempo. Lo que tuviera que decir debía ser importante para sacarla del abrigo de su dormitorio. La Madre no las llamaba a menudo; cuando lo hacía, siempre acudían tan rápido como podían.
Ese día no fue ninguna excepción. Algunas de ellas aún estaban siseando ligeramente, con los kampos desplegados para ayudar a eliminar el exceso de calor de su carrera nocturna. Las Guardianas de Dariana las observaban a todas fijamente. Las líderes de los irstats no siempre se llevaban bien entre ellas, y reunirlas con tanta premura sólo podía conducir a calentar los ánimos. La presencia tranquilizadora de la Madre Dariana parecía mantener las cosas bajo control, pero cada una de ellas sabía lo rápido que eso podía cambiar.
-He tenido un se’neth.
Sus palabras hicieron callar de inmediato los murmullos de la sala. Un se’neth no era un simple sueño; sólo si creyera que se trataba de una auténtica visión la Madre habría usado esa palabra para referirse a él. El poder de la tierra era tan fuerte en ella como lo había sido en cualquier tarasin que cualquiera pudiera recordar, pero los se’neth eran inusuales, incluso para ella. Siempre anunciaban grandes eventos. Acercándose a ella, las líderes de las tribus reunidas esperaron ansiosamente que Dariana compartiera su visión.
-Ya os he hablado antes de la tormenta. La he vuelto a ver, pero esta vez he observado el viento con más detenimiento. La gran tormenta caerá sobre nosotros, pero ahora veo que su furia no sólo cubre el cielo, sino también las estrellas. Las oscuras nubes de tormenta alcanzarán nuestro mundo, pero no proceden de aquí.
Esto hizo que comenzaran de nuevo los murmullos. Una joven tarasin se ruborizó con manchas azules y rosas antes de preguntar en voz baja:
-¿Podemos detener la tormenta, Madre?
Con gesto de tristeza, la anciana sabia negó con la cabeza.
-No, mi niña. Sólo podemos esperar sobrevivir a ella. Pero no es por eso por lo que os he llamado hoy aquí. Debemos mirar al futuro, y mi se’neth me ha mostrado una cosa importante que debe hacerse.
Eso atrajo la atención de todas las tarasin, y el silencio reinó en el Hogar de la Sabiduría. Todas las presentes, incluso las más jóvenes, con menos tiempo en sus posiciones como líderes de su comunidad, sabían que si eso sólo hubiera involucrado a su especie, Dariana habría enviado mensajeros por la mañana. No, este encuentro era acerca de algo más. Algo más grande.
-Estos árboles, y el gran poder que los une a ellos y a nosotros con la tierra, nos protegerán de lo peor de la tormenta. Su terrible ojo caerá pronto sobre nosotros, y tras su estela reinará el caos, no la calma. Antes de que esto ocurra, debemos preparar el camino.
Volvió a quedarse en silencio, y conforme fueron pasando los segundos, sus Guardianas temieron que se hubiera quedado dormida. Su avanzada edad y los eventos de los últimos años suponían una carga tan pesada para ella que su carne se había más débil con cada estación que pasaba. Justo cuando la Guardiana jefa se inclinaba hacia ella, una de las demás líderes de irstats tomó la palabra.
-¿El camino para qué?
Ella respondió antes de que la Guardiana la tocara.
-El camino para todos. Son el futuro, y deben ser protegidos del ojo de la tormenta.

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