miércoles, 30 de mayo de 2018

Luego Existo: El Relato de IG-88 (VIII)


VIII

Meses más tarde, IG-88 encontró su oportunidad tanto para estudiar a Darth Vader más detenidamente... como para subir a bordo del magnífico Ejecutor.
Multiprocesando, IG-88C monitorizaba transmisiones de los miles de droides sondas dispersos, recibiendo novedades de los progresos de sus droides con programación especial infiltrados por todas las civilizaciones galácticas. En el momento en que fue testigo de la autodestrucción de un probot Arakyd Víbora en el lejano mundo helado de Hoth, IG-88 dirigió instantáneamente toda su atención a la situación en ese lugar.
El super destructor estelar de Vader había estado patrullando las rutas espaciales, esperando una señal que anunciara el descubrimiento de la base rebelde. Sin duda Vader reaccionaría inmediatamente. El probot había entregado su información de reconocimiento... como Vader esperaba. Y ante la primera amenaza de posible captura y descubrimiento de su reprogramación droide, el probot se había autodestruido... como esperaba IG-88.

***

IG-88B, con su experiencia directa como cazador de recompensas, tomó la elegante nave IG-2000 y permaneció en las inmediaciones de la flota imperial, dispuesto a actuar espontáneamente con la esperanza de ser detectado por Darth Vader, la negra síntesis de hombre y máquina...
IG-88B no participó en la batalla de Hoth. No deseaba involucrarse en esa insignificante disputa política entre alimañas biológicas. Observó cómo se marchaban las naves rebeldes en fuga, algunas dañadas, otras sobrecargadas de equipo y refugiados.
Pensó en rastrearlas, porque las ubicaciones de nuevos escondites rebeldes sin duda serían de valor para el Imperio. Pero efectuó un análisis de probabilidades y finalmente decidió que ninguno de esos objetivos tendría suficiente interés para Lord Vader como para hacerle cambiar sus prioridades. En el sistema Hoth, IG-88 esperó y observó, su nave un diminuto parpadeo en los límites del alcance de los sensores, demasiado pequeño para ser distinguido de la estática espacial.
Acechó tras la flota imperial en su persecución de otra pequeña nave insignificante por el cinturón de asteroides. Así pues, IG-88 estaba esperando cuando Darth Vader puso un anuncio pidiendo cazarrecompensas para encontrar a Han Solo.

***

IG-88 permanecía de pie y sin hablar en la cubierta del puente del super destructor estelar Ejecutor. Observó en silencio, almacenando detalles para su posterior consideración. Las luces de su cápsula craneal parpadearon en rojo mientras se embebía de los datos de sus sensores ópticos. La cubierta del puente era un hervidero de oficiales imperiales de diversos rangos a los que no prestó atención, ya que eran simples humanos.
-Cazadores de recompensas –murmuró el humano conocido como almirante Piett, suponiendo que se encontraba lo bastante lejos para que los cazarrecompensas reunidos no pudieran escucharle-. ¡No necesitamos esa porquería!
-Desde luego, señor –dijo su compañero.
IG-88 sabía que los imperiales estaban doblemente intranquilos debido a la bien conocida orden de destruir al droide asesino en cuanto lo vieran. Pero Vader la había ignorado descaradamente, con la esperanza de asegurarse sus preciados cautivos.
-Esos rebeldes no escaparán.
Bossk, un trandoshano con aspecto de reptil y garras en sus manos y pies provistos de escamas, le dijo algo desde arriba al almirante Piett con una mezcla de gruñido, gorgoteo y siseo. Él también había escuchado el comentario despectivo del humano. Piett, temeroso, dio un paso hacia atrás.
-Señor, tenemos una llamada de prioridad del destructor estelar Vengador –dijo otro de los biológicos uniformados.
-Bien –respondió Piett, alejándose de allí.
Los demás cazadores de recompensas estaban allí, cada uno manteniendo su propia postura. El más cercano era Dengar, un humanoide encorvado y de rostro huraño con la cabeza envuelta en vendajes que sostenía un arma pesada. Zuckuss y 4-LOM estaban el uno junto al otro. Zuckuss era un gand, una especie de criatura orgánica que no respiraba la misma atmósfera que esos humanos, y por tanto llevaba una máscara respiratoria con tubos e inyectores de gas dirigidos a sus pulmones. Su traje protector le hacía parecer corpulento y poco ágil.
Por el contrario, su compañero droide 4-LOM tenía el aspecto de un insecto, esbelto, independiente y eficiente. IG-88 estudió al droide negro, considerando la posibilidad de reclutarlo para la revolución venidera... pero decidió no hacerlo. I-88 no se atrevía a correr el riesgo de que un gatillo fácil como 4-LOM desvelara sus planes tan cuidadosamente trazados.
El último de ellos era Boba Fett, con su maltrecha armadura mandaloriana y su impenetrable casco. Parecía un droide, pero se movía como un humano... para su desventaja.
Sin embargo, lo que reclamaba toda la atención de IG-88 era la silueta envuelta en una capa negra de Darth Vader, que caminó con paso firme por la cubierta superior, inspeccionando a los cazarrecompensas.
-Habrá una sustanciosa recompensa para el que encuentre al Halcón Milenario –dijo Vader-. Pueden utilizar los métodos que crean convenientes... pero los quiero vivos. –Señaló a Boba Fett como si el humano de la armadura fuera la mayor amenaza-. Nada de desintegraciones.
-Como desee –dijo Boba Fett con voz rasposa.
IG-88 escuchó la información, pero dedicaba su atención a analizar el modo en que Darth Vader se movía, estudiando las inflexiones de tono entre los siseos de su respirador. Vader era mucho más interesante que cualquier cazarrecompensas... pero IG-88 debía mantener la farsa.
-¡Lord Vader! –exclamó el almirante Piett-. ¡Milord, los tenemos!
El Ejecutor se lanzó a la persecución, y los cazadores de recompensas reunidos mostraron un visible gesto de decepción... pero los imperiales eran estúpidos orgánicos con exceso de confianza, y sin duda volverían a perder su presa en cuestión de instantes.
IG-88 tenía otras preocupaciones. No le importaba Han Solo, ni el Halcón Milenario, ni la rebelión, ni el Imperio. Pronto todo eso sería... borrado. Pero tenía su floreciente reputación como cazarrecompensas, y había aceptado esa misión, aunque sólo fuera una tapadera. Una vez que aceptaba encargarse de una misión, IG-88 no tenía otra elección que terminarla, de acuerdo a su programación principal como droide asesino... incluso aunque no le otorgara total prioridad.
Mientras los demás cazarrecompensas se apresuraban a ir donde les proporcionarían información adicional sobre su presa, IG-88 retrocedió a uno de los pasillos del Ejecutor. Detuvo a un pequeño droide correo que pasó rodando a su lado cumpliendo sus urgentes tareas. IG-88 envió un pequeño pulso binario y descubrió –como sospechaba- que ese droide correo había sido manufacturado en Mechis III después de la toma de poder de los droides. Su programación especial permitía que IG-88 soslayara lar órdenes dadas por los humanos para que siguiera los deseos de su señor.
IG-88 extrajo un conjunto de micro-trazadores ultra pequeños, diminutos rastreadores inteligentes que podían colocarse de forma invisible en cualquier nave. Con una ráfaga de programación de control, IG-88 dirigió al desapercibido droide correo en dirección a las bahías de atraque. Plantaría los micro-rastreadores en la nave de cada cazador de recompensas.
Mientras IG-88B estaba ocupado con su más importante misión de conquista galáctica, los otros podrían encontrar a Han Solo... y entonces IG-88 se apropiaría de su cautivo. Dejaría que Boba Fett, Dengar, Bossk, Zuckuss y 4-LOM salieran a la carrera en su frenética búsqueda, e IG-88 cosecharía los beneficios. El plan mostraba la superioridad de una inteligencia droide.
En un pasillo vacío del vasto super destructor estelar, IG-88 finalmente obtuvo lo que quería. Encontró un terminal sin atender y se conectó al núcleo informático central del Ejecutor. Normalmente, las defensas de programación del destructor estelar habrían bloqueado una intrusión similar, pero IG-88 era más rápido y muy superior al torpe ordenador de cualquier nave estelar. Además, sus droides infiltrados ya habían plantado gran parte de los caminos electrónicos para proporcionarle acceso.
IG-88 permaneció inmóvil como un monolito, con los láseres de las puntas de sus dedos activados y listos para disparar a cualquiera que pudiera tropezarse con sus actividades clandestinas. IG-88B necesitó varios minutos para descargar y condensar toda la base de datos del núcleo informático del Ejecutor: un pantagruélico festín de información que digeriría lentamente en la intimidad de la IG-2000.
Satisfecho, con los circuitos rebosantes de información imperial secreta, IG-88 trotó por el pasillo, sin prestar atención a los atareados soldados de asalto –humanos intentando parecer droides- mientras su flota se preparaba a entrar en el hiperespacio.
IG-88 introdujo su mole en la cabina de su rápida nave y dejó atrás el Ejecutor, con la mente bullendo con información nueva y todavía sin asimilar...
Mientras la IG-2000 volaba en piloto automático siguiendo un curso aleatorio para despistar cualquier intento de rastreo, se recostó en el asiento y repasó mentalmente los millones de archivos que había robado del Imperio. La mayor parte eran basura irrelevante, y los borró para liberar más capacidad en su cerebro.
Pero fueron los archivos secretos, las entradas de los registros personales de Darth Vader con codificación privada, los que proporcionaron la mayor sorpresa de todas. Vader no sólo estaba ocupado con su nave insignia y la flota imperial bajo su férreo mandato; también conocía el nuevo proyecto favorito del Emperador, una segunda Estrella de la Muerte, más grande que la anterior, que se estaba construyendo en la órbita de la luna santuario de Endor.
Mientras IG-88 digería la información, tuvo otro destello de intuición. Algunos lo habrían considerado delirios de grandeza, pero IG-88 –que ya se había copiado en tres homólogos idénticos, con su personalidad distribuida en cuerpos droides separados- no vio ninguna razón por la que no pudiera descargarse a sí mismo en el gigantesco núcleo informático de la nueva Estrella de la Muerte.
Si lo lograba, IG-88 podría ser la mente regidora de una estación de combate invencible, en lugar de estar confinado en una forma bípeda... ¡Una forma basada en los despreciables biológicos! Podría convertirse en un titán de proporciones inimaginables. Su poder de cálculo se vio forzado hasta sus límites al tratar de efectuar simulaciones de todo lo que podría lograr si estuviera armado con un super laser capaz de destruir planetas.
Podría lanzar su rebelión droide mucho antes. Nadie podría enfrentarse a él. Flotas militares enteras podrían ser barridas con el poder de sus sistemas de armamento.
Definitivamente merecía la pena intentarlo.
IG-88B voló rápidamente hacia Mechis III para unir su cerebro al de sus homólogos y compartir sus nuevos planes.

lunes, 28 de mayo de 2018

Luego Existo: El Relato de IG-88 (VII)


VII

IG-88 se encontraba de pie al final de la línea de fabricación, escuchando los sonidos del metal chocando contra metal, de las prensas hidráulicas golpeando, de los componentes siendo ensamblados, de los lubricantes al aplicarse. No podía oler, pero sus detectores de análisis químico detectaban pequeñas concentraciones de materiales de soldadura y sellantes en aerosol flotando en el aire.
Los droides de ensamblaje estaban diligentemente ocupados en sus tareas, trabajando como esclavos. Estaban gozosos por tener consciencia de sí mismos, y se dedicaban con entusiasmo a su trabajo. Libertad. Eso era lo que suponía la gran diferencia.
Al final de la línea de ensamblaje, el último de los probot Víbora negros de Arakyd se activó. Inspector 11, un meticuloso droide de análisis se apartó de su camino. El droide sonda articulado se alzó sobre pequeños cohetes repulsores, flotando, moviendo sus seis piernas segmentadas terminadas en garras. La cabeza plana del probot giró a un lado y a otro, dirigiendo su conjunto de sensores ópticos en todas direcciones, escaneando datos.
IG-88 permaneció inmóvil, esperando que su presencia fuera advertida. IG-88 estaba orgulloso de ser responsable de semejante creación: negro, pulido y hermoso, curvas elegantes, alta reflectancia.
Construido según las especificaciones que Darth Vader y el supervisor imperial Gurdun habían transmitido a Mechis III, el probot era elegante y multifuncional en un rango de actividades mucho mayor de lo que IG-88 podría llegar a ser. Sin embargo, IG-88 había incluido un conjunto secundario de instrucciones que proporcionaba al droide sonda una misión de mayor prioridad en paralelo a su búsqueda para el Imperio. Le gustaba el blindaje negro del probot, su oscuridad. Le recordaba al propio Vader...
Cuando el Señor Oscuro de los Sith llegó inesperadamente a Mechis III, IG-88 se había visto realmente alterado. Mientras observaba a Vader y lo analizaba con varias sondas no invasivas, IG-88 vio que Vader no era simplemente una trivial forma de vida orgánica, no sólo carne caminando... era una perfecta síntesis de hombre y máquina, un cuerpo integrado con componentes droides e inteligencia, imaginación e iniciativas biológicas.
IG-88 había estudiado las cintas de la visita de Vader, analizando cada uno de los fluidos movimientos que había realizado la elevada figura del Señor Oscuro, cada ondulación de su capa, cada movimiento de su brazo. Antes, IG-88 siempre había considerado que los biológicos carecían de valor en todos los aspectos, inferiores a lo que cualquier buen droide podría hacer... pero ahora había comenzado a considerar que tal vez Vader podría ser lo mejor de ambas formas de vida.
El asombro era una nueva sensación, e IG-88 también la analizó.
Al conectarse con sus droides infiltrados en el Imperio, había descubierto que la nave insignia de Vader, el Ejecutor, era un super destructor estelar de ocho kilómetros de largo, provisto de potentes ordenadores y que funcionaba con una tripulación mucho menor de lo que podría esperarse para una versión tan ampliada de un destructor estelar de clase Imperial. La construcción de esa increíble nave de guerra prácticamente había llevado a la bancarrota a varios sistemas.
Los circuitos de IG-88 se excitaron mientras trataba diligentemente de pensar en modos de usar esa información, o tal vez incluso el propio Ejecutor, para ayudarle en sus propios planes.
En la línea de ensamblaje, el Arakyd Víbora rotó sobre su eje con breves y siseantes activaciones de sus cohetes de control de posición. Envió a IG-88 una ráfaga de transmisión codificada a alta velocidad, repleta de miles de preguntas.
¿Quién eres?
¿Por qué estás aquí?
¿Cuál es tu misión?
IG-88 le contestó en su propio lenguaje, respondiéndole de igual modo.
-Eres el último –dijo-. El último de miles que saldréis a explorar la galaxia para buscar e informar.
El droide sonda ya conocía las instrucciones prioritarias de IG-88. Sí, debía informar a Darth Vader... pero también debía enviar otro mensaje detallado a Mechis III. Miles de probots serían los ojos y los oídos de IG-88, espiando la galaxia como uno solo, descubriendo debilidades que los droides pudieran explotar en sus planes de conquista total.
Esos probots también tenían la programación de autoconsciencia, la chispa de inteligencia que IG-88 había compartido con sus hermanos mecánicos. Los droides sonda serían los exploradores de la gran revolución droide.
El Arakyd Víbora extendió una potente garra metálica, e IG-88 la sujetó con su propia mano, sin terminar de comprender qué pretendía el probot. El droide negro apretó la pinza en un agarre que habría seccionado cualquier insignificante apéndice orgánico. Como respuesta, IG-88 aplicó una presión semejante.
No estaba seguro de las intenciones del probot, pero esos droides eran notoriamente inestables... y aún lo eran más por su programación adicional. Eran exploradores suicidas, y lo sabían. Nunca debían ser desmontados o inspeccionados. Los droides sonda llevaban consigo todos los detalles de los sangrientos planes de conquista de IG-88, esperando para ser activados por su transmisión codificada secreta... y los probots no debían ser analizados en profundidad. Disparadores internos muy sensibles activarían la autodestrucción ante la menor probabilidad de ser capturados. Los probots eran prescindibles, y lo sabían en lo más profundo de su ser.
El Arakyd Víbora se enfrentó a IG-88 en una inquietante lucha de poder, como si tratara de determinar si el droide asesino era digno de tal devoción.
IG-88 lo era.
El último droide sonda se relajó y se alzó sobre sus cohetes repulsores, flotando, escaneando, orientándose. Transmitió una breve y tajante despedida, confirmando su devoción a la misión. IG-88 alzó la mirada para ver cómo el probot negro se dirigía hacia la cápsula de carga desde la que sería lanzado a órbita, para terminar siendo entregado a la flota estelar de Vader.
-Ve e informa –dijo IG-88-. Tienes mucho que ver. Arde brillantemente.

viernes, 25 de mayo de 2018

Luego Existo: El Relato de IG-88 (VI)


VI

Al principio el supervisor imperial Gurdun se sintió intimidado por viajar en la lanzadera junto a Darth Vader, la brutal mano derecha del Emperador. Pero conforme su nave descendía por los bancos de nubes grises que envolvían los centros industriales de Mechis III, Gurdun se descubrió encogiéndose de miedo ante cada siseo de su respiración, lanzando nerviosamente miradas de soslayo al terrorífico casco negro y a la monstruosa silueta oscura. Gurdun había intentado varias veces comenzar una charla trivial, pero Vader no era muy buen conversador.
El piloto de la lanzadera privada de Vader los condujo con mano experta sobre los almacenes y centros de fabricación, dirigiéndose hacia la elevada torre administrativa. Gurdun se inclinó hacia delante para mirar a través de la ventanilla el paisaje industrial que estaban sobrevolando, y se golpeó la inmensa nariz contra la ventana. Dolorido, se frotó la nariz e hizo una mueca, y luego trató una vez más de entablar conversación con Darth Vader.
-Este es un pedido muy grande y poco habitual, lord Vader. Aprecio que me acompañe para asegurarse de que recibe la atención adecuada. Estoy convencido de que esta gente de Mechis III está más preocupada por los beneficios empresariales que por la gloria del Imperio. Me ha costado horrores conseguir que el administrador Hekis hablara directamente conmigo en el enlace de comunicaciones.
La respiración de Vader sonaba como un viento hueco a través de una cueva que atrapara almas perdidas.
-No me decepcione, supervisor Gurdun –dijo, cada palabra como una punzante vibrohoja-. Le hago personalmente responsable de asegurar que estos nuevos droides sonda espías se completen y desplieguen según lo programado. Los rebeldes han escapado de Yavin y debemos volver a encontrarlos. A un rebelde en particular...
-¿Y de quién se trata? –preguntó Gurdun animadamente, contento de haber entablado con Vader lo que parecía ser una agradable charla.
-Eso no es de su incumbencia, supervisor Gurdun.
-Oh, no –dijo-, por supuesto que no. Sólo era curiosidad, nada más.
Después de la debacle de los droides asesinos en los Laboratorios Holowan, Gurdun había sido puesto al mando del supervisar el desarrollo de la serie de probots Víbora de Arakyd, una nueva línea de droides espía negros que se mandarían por millares a todos los rincones de la galaxia para buscar instalaciones rebeldes ocultas. Los imperiales estaban ansiosos por infligirles el castigo por la destrucción de su costosa Estrella de la Muerte.
Gurdun esperaba que esos probots también pudieran proporcionar una pista de la ubicación de los droides asesinos desaparecidos. Los droides asesinos IG seguían sueltos por la galaxia, y para él cada misión de cazarrecompensas que aceptaban descaradamente era como si le estuvieran dando una bofetada.
Mechis III había recibido y aceptado el gran pedido de droides sonda, pero cuando Gurdun solicitó inspeccionar la línea de montaje personalmente, la imagen de vídeo del administrador Hekis había sido de lo más desconcertante, desaconsejando con vehemencia la visita. Cuando Darth Vader demandó un informe de progresos y Gurdun informó de esa reticencia, el Señor Oscuro decidió ocuparse del asunto con sus propias manos enfundadas en guantes negros.
Vader no pidió permiso para visitar Mechis III. Simplemente llegó.
La lanzadera imperial se posó en el rectángulo iluminado en rojo en lo alto de lo alta torre. Se soltó torpemente el cinturón de seguridad de su asiento en cuanto las puertas de la lanzadera se abrieron con un siseo.
Viendo que se escapaba su oportunidad, Gurdun respiró profundamente para reunir valor, abordando finalmente el tema que había querido mencionar desde el despegue.
-Hmm... Lord Vader, si me permite la osadía de solicitar... –Se frotó la nariz inconscientemente-. Cuando se complete este pedido, me preguntaba si usted podría tener a bien interceder por mí en mi solicitud de... eh, quiero decir... el procedimiento quirúrgico que vengo necesitando desde hace ya algún tiempo...
 Vader giró su monstruoso casco hacia Gurdun, y el supervisor imperial retrocedió encogido, sin querer mirar el rostro de plastiacero negro.
-Su apariencia física no me concierne –dijo Vader-. No tengo ningún interés ni deseo por proporcionarle una cirugía estética inútil. Si su gran nariz continúa molestándole cuando se mira al espejo, tal vez debería quitarme el casco y dejar que eche un vistazo. Entonces no se preocuparía tanto.
Gurdun alzó las manos.
-No, no, eso no es necesario, lord Vader. Ya lo he comprendido. No volveré a pedirlo.
Se frotó la nariz como si pudiera reducir su tamaño simplemente por fricción.
Un droide administrativo plateado se apresuró a acercarse a ellos conforme Darth Vader salía de su lanzadera privada. El droide saludó con sus manos metálicas.
-¡Saludos, saludos, señores! Soy Tresdé-Cuatroequis, a cargo de las actividades mientras el amo Hekis se encuentra atendiendo una emergencia. ¿Cómo puedo ayudarles? No hemos sido informados de su repentina visita.
Gurdun hinchó el pecho.
-Eso es porque elegimos no informarles de nuestra llegada. Lord Vader debe hablar con el administrador Hekis con respecto a nuestro importante pedido de nuevos droides sonda. Debemos asegurarnos de que serán entregados según lo previsto.
Cuatroequis los condujo al interior de la torre, descendiendo por un turbo ascensor, hasta las austeras oficinas del administrador humano. Gurdun miró a su alrededor, sorprendido de que un hombre con tan pocas cosas que hacer con su tiempo eligiera tener una oficina totalmente desprovista de interesantes obras de arte. Hekis debía ser realmente un tipo aburrido... una elección perfecta para el trabajo en ese lugar.
-¿Dónde está el administrador? –preguntó Vader.
Cuatroequis quedó un instante inmóvil, como si estuviera descargando información. Gurdun se preguntó qué antigüedad tendría ese modelo de droide; hacía tiempo que no veía semejante retraso.
-Ha habido una avería en el extremo opuesto del planeta, señores. Una de nuestras instalaciones de producción de droides agrícolas cosechadores. El administrador Hekis debe permanecer allí hasta que se resuelva la situación.
-No me interesan sus emergencias –dijo Vader-. Deseo hablar con Hekis. Establezca un enlace de vídeo ahora... ¿o tendremos que ir a visitarle personalmente?
Cuatroequis hizo una nueva pausa, dubitativo.
-Estableceré un enlace de vídeo –dijo finalmente-. Por supuesto que puedo conectarle con él. No tema.
Vader respondió como si hubiera sido una pregunta.
-No le temo a nada.
Tresdé-Cuatroequis se deslizó por la puerta y regresó un instante después, empujando una gran pantalla de video plateada en un marco cuadrado con ruedas, que el droide administrativo conectó con una serie de cables a un ordenador de pared. La pantalla parpadeaba con estática multicolor, enfocándose y deformándose mientras una imagen cobraba forma con los conjuntos de píxeles.
Un hombre de rostro pálido con larga barbilla y ojos hundidos sonreía insípidamente en la pantalla de vídeo. Tras él, columnas de humo manaban de las máquinas averiadas en una planta de ensamblaje. Los negros cuerpos semiesféricos de las máquinas de escasa altura salpicaban reflejos de la luz roja de las alarmas. Los droides de diagnóstico y reparaciones iban ocupados de un lado a otro, hurgando en la maquinaria humeante.
Las alarmas de fondo se amortiguaron cuando la captación de voz enfatizó las palabras de Hekis.
-¡Lord Vader, qué sorpresa tan inesperada!
-Hemos venido para asegurarnos de que nuestro pedido de droides sonda se completa adecuadamente –dijo Gurdun-. Estamos ansiosos por ver esas máquinas entregadas y puestas al servicio del Imperio.
Hekis parecía agitado, pero trataba de ocultarlo. Gesticuló hacia el desastre que tenía detrás.
-No se preocupen por este pequeño contratiempo –dijo.
Los droides cosechadores se escabullían velozmente del lugar del desastre, con sus brazos multipropósito levantados completamente para poder avanzar sin estorbo.
-No hemos tenido problemas con el pedido de los probots. De hecho, ya se ha completado el diseño y se han reconfigurado las líneas de montaje. Comenzaremos la producción en masa en los próximos dos días. Deberían tener el pedido completo en cuestión de una semana. Creo que son varios días de adelanto con respecto a la fecha prevista.
-¡Excelente! –exclamó Gurdun, frotándose las manos-. ¿Lo ve, Lord Vader? Le dije que podíamos confiar en nuestro hombre Hekis.
La imagen del administrador parpadeó en la video pantalla, y entonces otra gran columna de oleoso humo negro emanó de una nueva cámara de control de la línea de montaje.
-Hay asuntos que debo atender aquí, Lord Vader –dijo Hekis, girando alarmado-. Acepte mis sinceras disculpas por no poder estar allí en persona. Quédese tranquilo, sus droides sonda serán entregados.
Sin más palabras, la imagen se convirtió en estática.
-Ya ve, no tenemos nada de lo que preocuparnos –dijo Gurdun, sintiéndose bastante aliviado-. ¿Podemos irnos ya, Lord Vader? Seguro que tiene obligaciones cruciales que serán mucho más importantes.
Pero Vader permaneció inmóvil como una estatua por unos instantes, con su respiración siseando huecamente a través de su respirador. Se volvió a un lado y a otro, mirando fijamente la video pantalla apagada, las desnudas paredes de la oficina de Hekis, y el droide plateado Tresdé-Cuatroequis.
Gurdun tragó saliva, cada vez más impaciente e intranquilo.
-Hmm... ¿Qué ocurre, Lord Vader? Realmente creo que deberíamos dejar que estos droides vuelvan al trabajo.
-No estoy seguro –respondió Vader, con tono agorero-. Siento que algo no está bien aquí... pero no puedo determinar qué. –Finalmente, Vader volvió a recobrar la compostura. Pasó junto a Gurdun, dirigiéndose de vuelta al turbo ascensor hacia su lanzadera personal-. Asegúrense de que esos droides sonda sean entregados –dijo Vader al droide administrativo plateado.
Tresdé-Cuatroequis se puso tieso con orgullo.
-No nos gustaría decepcionarle, Lord Vader –dijo.
Vader se irguió cuan alto era, una mancha de oscuridad recortándose sobre el cielo humoso de la plataforma de aterrizaje. Su capa ondeaba a su alrededor.
-No. No os gustaría.

miércoles, 23 de mayo de 2018

Luego Existo: El Relato de IG-88 (V)


V

IG-88B fue elegido para la primera misión. Estaba complacido y entusiasmado, y sus duplicados compartirían sus archivos de experiencia cuando volviera. Sería como si cada uno de los cuatro hubiera salido a cazar personalmente.
Las instalaciones industriales de Mechis III tardaron dos días en diseñar y producir una elegante nave de cazarrecompensas para IG-88B. Con su visión en varias zonas del espectro, admiró las líneas perfectas de la IG-2000: potentes motores, grueso blindaje, y todos los sistemas de armamento apropiados. IG-88B se alejó más allá de la atmósfera, dejando que los otros tres droides asesinos continuaran sus planes para dominar la galaxia.
Aunque la amenazante orden imperial de disparar a matar iba ligada al nombre de IG-88, dudaba de que nadie intentara llevarla a cabo. Se concentró en lugares donde era improbable que fueran demasiado respetuosos con las leyes imperiales... o con cualquier otra clase de leyes, ya puestos. Sabía que sus capacidades eran obvias, y hacía entrar con paso firme en las cantinas su cuerpo de varias toneladas, anunciando:
-Soy un cazarrecompensas. Deseo encontrar trabajo por una tarifa razonable. Soy incapaz de fracasar en mi misión.
La mayoría de la gente tenía miedo de hablar con él... pero IG-88 elegía bien sus sistemas planetarios. Quería trabajar donde pudiera hacer avanzar sus planes secundarios, y sólo necesitaba esperar. Anunciar su identidad servía al propósito principal de dejar un rastro falso para los espías imperiales.
Su fuerza y habilidad eran obvias, y su moral inexistente. IG-88 era un asesino de alquiler, lisa y llanamente, y sabía que encontraría una misión.
Su primera elección fue el apartado planeta Peridon’s Folly, un mundo apenas conocido que recibía pocos visitantes de fuera del sector. El Imperio se preguntaría por qué IG-88 había elegido un mundo tan irrelevante y de escasa importancia, pero allí tenía otro objetivo que cumplir en caso de que no encontrara un trabajo legítimo.
Peridon’s Folly era un depósito de armas obsoleto dirigido por comerciantes del mercado negro que vendían armas antiguas a contrabandistas y señores del crimen. Aunque las armas eran demasiado anticuadas e ineficientes para su uso habitual en el Imperio, el mercado negro resultaba un negocio provechoso.
El planeta había sido dividido en territorios por los diversos traficantes de armas; su superficie era un patrón de retales de sectores comerciales asediados, entrelazados con dispositivos de atraque de alta tecnología, sistemas de comunicaciones, y puestos avanzados de defensa. En los bordes había zonas “de pruebas”, donde armas redescubiertas o diseños extraños de las reservas se detonaban para impresionar a los clientes o advertir a los traficantes de armas rivales.
En menos de un día, IG-88 fue contratado, escoltado por dos matones que trabajaban para un insignificante dictador llamado Grlubb, que se encontraba envuelto en una rencilla con otro traficante de armas.
Los matones eran abyssins, fornidas criaturas ciclópeas de piel marrón verdoso y brazos que les colgaban hasta las rodillas. IG-88 no estaba seguro de si Grlubb trataba de intimidarle o de impresionarle, aunque el droide asesino podría haber masacrado a los dos monstruos de un solo ojo en menos de un segundo. Decidió que las bestias eran simplemente escoltas y guardaespaldas. Sin duda, los abyssins intimidaban a todos los demás en la cantina, y ahora todos los traficantes de armas de Peridon’s Folly sabían que IG-88 había sido contratado por Grlubb.
El insignificante dictador era una pequeña criatura con rostro de roedor, un hocico lleno de cicatrices y gruesos bigotes felinos que mostraban las quemaduras de un duelo reciente. Grlubb estaba rodeado de decenas de guardias monstruosos armados hasta los dientes, incluyendo los propios dientes como armas en algunos casos.
-Uno de mis rivales –dijo el dictador con cara de roedor- ha comenzado a desarrollar armas inmorales. Simplemente, no puedo tolerar tal conducta, especialmente de alguien inferior.
-¿Qué arma se considera inmoral? –preguntó IG-88, con genuina curiosidad acerca de lo que esa artera criatura consideraría más allá de los límites aceptables.
-Armas biológicas, perversos gases nerviosos... ya sabe, cosas que no hacen pum. Eso le quita toda la diversión.
Grlubb deslizó un disco de datos sobre su escritorio, e IG-88 se inclinó para recogerlo con una de sus potentes manos metálicas. Ante ese movimiento, una docena de armas se amartillaron y apuntaron hacia el droide asesino, como si retaran a IG-88 a atreverse a atacar a Grlubb. Debido a que el cuerpo metálico de IG-88 no podía mostrar expresiones, los demás guardaespaldas no pudieron percatarse de lo divertido que le parecía que creyeran que podían proteger a ese dictador en caso de que IG-88 realmente quisiera matarlo.
Para su propia diversión, IG-88 trazó un mapa de objetivos y calculó que probablemente podría matar a todos y cada uno de los guardias en menos de cinco segundos, recibiendo por su parte una cantidad mínima de daños. Pensó que podría disfrutar de ello, pero no sería fiel a su programación... desde luego, no si esperaba vender sus servicios como cazarrecompensas a otros clientes. Esta primera misión debía ir a la perfección.
IG-88 introdujo el disco de datos en su lector de entrada, asimilando la información.
-Se hará –dijo-. Deme de tiempo hasta esta noche.
Grlubb soltó una carcajada y se frotó las manos provistas de garras.
-¡Gracias! Muchas gracias.

***

IG-88 decidió usar la fuerza bruta en lugar de la sutileza. La destrucción flagrante dejaría una tarjeta de visita mucho más clara.
Cruzó una desolación devastada que había sido usada para probar armas de proyectiles y para detonar explosivos que soltaban nubes de gases cáusticos. El peso de IG-88 dejaba en la arcilla sin vida pisadas profundas como cráteres mientras se dirigía directamente hacia su objetivo, una fortaleza excavada en las profundidades de una pared rocosa de color rojo óxido. La corroída puerta de acceso metálica estaba guardada por torretas de vigilancia y emplazamientos de armas, pero IG-88 caminaba directo hacia la fortaleza. Hasta el último momento no vio a nadie moviéndose en las torretas de vigilancia, y para entonces ya se había deslizado con facilidad por debajo del alcance de los cañones láser defensivos, demasiado cerca para resultar un blanco decente.
Se detuvo a tres metros de la desconchada superficie de la puerta blindada y lanzó su primera granada de conmoción. Calculó que, incluso desde esa distancia, la onda de choque no le causaría ningún daño.
La detonación golpeó el centro de la puerta y retumbó como un inmenso gong por todo el cañón. De las paredes del acantilado cayeron rocas en una pequeña avalancha. Los centinelas de las torretas dispararon ineficazmente sus cañones láser, dejando sólo rastros chamuscados, pero sin darle al droide.
Usando filtros en varios espectros, IG-88 escaneó la puerta dañada. El centro brillaba en el infrarrojo conforme el calor se iba disipando. Analizó la firma de las vibraciones y advirtió dónde la estructura del metal mostraba ahora diminutas grietas cristalinas.
Satisfecho, preparó una segunda granada de conmoción.
IG-88 llevaba doce consigo, y esperaba que esa puerta sólo requiriera usar tres.
En realidad, hicieron falta cuatro granadas para destruir por completo la puerta. Mientras los ardientes restos fundidos de la puerta se estrellaban contra el suelo a ambos lados, IG-88 entró en la fortaleza con paso firme, determinado a recalibrar sus sensores y sus modelos predictivos en cuanto tuviera tiempo.
Se adentró por el pasillo oscuro, consciente de que en ese momento el objetivo se encontraría aumentando sus defensas, preparándole emboscadas a su paso. Pero IG-88 sabía qué camino debía tomar. El disco de datos de Grlubb contenía los planos de la fortaleza, así como las ubicaciones de los emplazamientos de armas y los complementos de guardias mercenarios.
Desde un callejón sin salida fortificado, cinco guardias comenzaron a dispararle con rifles bláster. Sus disparos rebotaron en el blindaje de durachapa de IG-88. Ninguna arma de energía común podía dañarle a menos que el rayo golpeara exactamente en el lugar adecuado; sólo unos pocos de los diseñadores originales de IG-88 conocían tal vulnerabilidad, y la mayoría de esos diseñadores habían sido asesinados en la masacre de los Laboratorios Holowan.
IG-88 usó los cañones láser en ambos brazos y fue derribando metódicamente un objetivo tras otro, atravesando armaduras blindadas cuando era necesario. Una vez libre de molestias, apagó sus cañones láser y continuó su marcha implacable hacia los niveles interiores de la fortaleza,
Otro grupo de guardias le atacó rociándole con epoxi de endurecimiento instantáneo, una defensa novedosa que le atascó los engranajes y servomotores. IG-88 reflexionó por un instante y entonces elevó su temperatura corporal hasta que el epoxi burbujeó y se fundió, y finalmente se separó de su cuerpo cuando flexionó sus potentes extremidades. Cuando los guardias continuaron disparándole, lanzó una de sus granadas de conmoción entre ellos.
Probó varios filtros ópticos hasta encontrar una mejor visión a través del creciente humo de los pasillos. Más adelante vio puertas cerradas marcadas con símbolos de peligro que indicaban contaminación biológica. Al otro lado de gruesas ventanas de transpariacero, gente con voluminosos trajes ambientales y pesadas máscaras respiratorias corría de un lado a otro, tratando de apagar los experimentos en progreso, mientras otros intentaban escapar del laboratorio.
IG-88 llegó a la puerta anti-contaminación sellada y decidió que sería demasiado difícil arrancarla, así que en lugar de eso se centró en la ventana de observación. Sus dos manos de duracero golpearon cinco veces con fuerza capaz de agrietar un planeta, hasta que el grueso transpariacero se resquebrajó y cayó hacia dentro con un fuerte sonido al igualarse la presión del aire a ambos lados. Los enmascarados trabajadores del laboratorio corrieron frenéticamente.
IG-88 atravesó lo que quedaba de pared y luego escaneó el lugar durante tres segundos, analizando los sistemas de contención y catalogando el inventario de toxinas letales. Al terminar, calculó la mejor manera de liberarlas todas.
IG-88 avanzó siguiendo un camino cuidadosamente elegido que habría parecido un frenesí bestial para los observadores que huían. Arrancó células de energía de campos de contención para que escaparan ráfagas de gas letal; aplastó contenedores, y nubes de microorganismos letales flotaron en el aire. Un campo de emergencia se activó para sellar todo el laboratorio, pero IG-88 encontró los controles y también lo apagó.
Cuando todas las sustancias horribles fueron distribuidas por los sistemas de ventilación de la fortaleza, IG-88 comenzó a atrapar a los técnicos que huían con sus máscaras y trajes sellados. Con delicadeza y precisión, les arrancó las placas faciales, exponiéndolos a los agentes químicos nocivos y a las enfermedades que ellos mismos habían creado.
El laboratorio ardía a su alrededor. Mercenarios cegados se tambaleaban, jadeando y dando arcadas en el aire cargado de humo púrpura. Había sido una experiencia satisfactoria, pero no quería perder más tiempo. Disparó a los que entorpecían su camino de salida y dejó que el resto se pudriera en la ponzoñosa matanza.
Misión cumplida. Primer objetivo alcanzado.

***

Antes de marcharse de Peridon’s Folly, IG-88 buscó su segundo objetivo, el propósito más personal.
Avanzó silenciosamente en la oscuridad, usando rutinas de sigilo y algoritmos de camuflaje para introducirse en la residencia fortificada de Bolton Kek, uno de los diseñadores de la red neuronal original de la serie IG.
Kek había establecido el trabajo de base para el proyecto de Laboratorios Holowan, pero luego había aceptado otro trabajo de consultor, retirándose del servicio imperial en base a “convicciones morales”. Bolton Kek se había retirado al mundo de Peridon’s Folly, donde vendía sus servicios a los diversos traficantes de armas.
El objetivo estaba dormido, tumbado en su habitación en penumbra, e IG-88 avanzó en máximo silencio. Hablando directamente con ellos en binario, había soslayado los innumerables sistemas de alarma y campos de seguridad del hogar de Kek. En el interior, IG-88 amplificó sus sensores ópticos para aprovechar la escasa luz de la habitación.
Bolton Kek estaba profundamente dormido, sin duda considerándose a salvo. Roncaba suavemente y se acurrucaba contra otra figura biológica, una hembra. IG-88 efectuó un análisis rápido y la identificó como una bailarina twi’lek de piel verde y colas como gusanos extendiéndose desde la parte trasera de su cráneo. ¿Cómo pueden estos biológicos aparearse entre sí?, pensó IG-88.
La bailarina habría sido una víctima fácil, pero no estaba en su lista de objetivos, e IG-88 no malgastaba energía. Era probable que Bolton Kek ni siquiera supiera nada acerca de los droides asesinos fugados... pero IG-88 no podía arriesgarse a dejar con vida a una sola persona que tuviera tal conocimiento.
Mientras el ingeniero seguía roncando, IG88 activó un cañón láser, apuntó la brillante cruz roja del punto de mira, y disparó un tiro con gran precisión justo en la despreocupada frente de Bolton Kek.
IG-88 dio media vuelta y comenzó a salir por la puerta sin sigilo. La bailarina twi’lek se despertó y le gritó obscenidades en un lenguaje cuya traducción no tenía almacenada en sus bases de datos. IG-88 la ignoró mientras caminaba sin detenerse hacia su nave.
Ambos objetivos habían sido completados.
De Mechis III, IG-88 había descargado una lista de científicos sobrevivientes que conocían detalles peligrosos sobre los droides asesinos, ingenieros que habían abandonado Laboratorios Holowan. Con el archivo almacenado en su cerebro, sabía exactamente dónde buscar más misiones como cazarrecompensas.
La lista se iría haciendo cada vez más corta.

***

Gritó. Su rostro se puso rojo de ira. Los cavernosos orificios nasales de su inmensa nariz se dilataron. Los rugidos del supervisor imperial Gurdun salpicaron de saliva el rostro de Minor Relsted.
-¿Es que nadie se da cuenta de que sigue habiendo una orden de destruir a IG-88 en cuanto sea descubierto? ¡Esa ley está apoyada por todo el peso del Imperio!
Gurdun resopló con ira al observar los informes de las misiones de recompensa llevadas a cabo con éxito por IG-88. Parecía estar llevando a cabo una cruzada contra la humanidad de planeta en planeta. Gurdun se sentó, descargando todo su peso sobre la silla, que crujió quejumbrosa.
-¿Por qué la gente le sigue contratando? Se arriesgan a sufrir la ira del Imperio.
Minor Relsted parpadeó.
-Señor –dijo entre tartamudeos-, creo que es porque IG-88 siempre realiza el trabajo.
-¿Ah, sí? –rugió Gurdun-. ¡Fuera de aquí!
Sobresaltado, Minor Relsted dejó caer un puñado de archivos sobre el despacho de Gurdun.
-Disculpe, señor, pero antes de que se vaya a casa esta noche, tiene que leer y firmar estos documentos.
Y entonces salió corriendo, aterrorizado, fuera de la oficina con aspecto de mazmorra.

viernes, 18 de mayo de 2018

Luego Existo: El Relato de IG-88 (IV)


IV

Tras dos meses estándar, la vigorosa búsqueda imperial no había encontrado ni el menor rastro de los droides asesinos desaparecidos, y el supervisor Gurdun no estaba en absoluto complacido.
Cuando su ayudante Minor Relsted entró en su oficina oscura y cavernosa en las profundidades de un antiguo edificio gubernamental de la Ciudad Imperial, Gurdun solicitó un informe de progresos.
-Dime cómo está yendo la caza del hombre... eh, del droide, o lo que sea –dijo-. Quiero mis droides asesinos.
El joven Minor Relsted jugueteó con sus dedos y se negó a mirar de frente a los ojos que lo observaban expectantes sobre la monumental nariz de Gurdun.
-¿Quiere que le prepare un informe detallado, supervisor imperial? –dijo Relsted-. ¿Debo entregarlo por triplicado?
-No –respondió Gurdun-. Sólo dime. Quiero saber.
-Oh –exclamó Minor Relsted-. Hmm, deje que piense un instante.
-¿No estás al mando de todo esto? –preguntó el supervisor.
-Sí, claro, por supuesto–respondió Relsted-. Sólo estoy poniendo en orden mis ideas, buscando las palabras.
Gurdun alzó la mirada al panel luminoso parpadeante del techo, que le proporcionaba más dolor de cabeza que iluminación. Las gruesas paredes de la oficina eran del mismo color gris apagado de las naves de combate; estaban sujetas en su sitio con grandes tornillos de cabeza redonda del tamaño de su puño. Había esperado que para entonces ya estaría recuperándose de la cirugía que tanto ansiaba, pero una vez tras otras las autoridades imperiales se la habían denegado.
-¿Y bien? –dijo Gurdun ante el prolongado silencio, frotándose su enorme nariz.
-Lamento tener que decir esto, señor –dijo Relsted con un ligero tartamudeo-, pero los cuatro droides parecen haberse desvanecido. Un quinto droide, IG-72, ha hecho su aparición aquí y allá, eliminando objetivos por razones incomprensibles... pero los otros cuatro no han dado señales de su presencia. Sería más sencillo si asumiéramos que han sido destruidos... digamos, atrapados en una supernova extraviada, o algo así. No es de esperar que unos droides asesinos mantengan un perfil bajo y se muevan por ahí sin ser vistos.
El supervisor imperial Gurdun observó el desorden de su escritorio, despejó un hueco para sus codos y apoyó la mandíbula sobre sus manos.
-Ah, pero esas máquinas son diabólicamente inteligentes, Relsted. Fueron diseñadas según mis especificaciones... y ya sabes lo implacable que puedo resultar a veces. Yo no los subestimaría.
-Desde luego que no, señor –dijo Relsted-. Tenemos espías desplegados por todos los rincones... eh, hasta donde alcanzan nuestras capacidades. Tenemos recursos limitados, ya sabe. Hay una rebelión ahí fuera.
-Oh, me olvidé de la guerra –dijo Gurdun-. Qué fastidio.
Se toqueteó la enorme nariz, que le bloqueaba la visión de los documentos sobre su escritorio. Gurdun apartó de un manotazo los cubos de mensajes apilados, los formularios electrónicos a la espera de ser cumplimentados, las órdenes de requerimiento, solicitudes de transferencia, y cartas de condolencia para ser escritas a las familias de aquellos perdidos en desgraciados accidentes durante el entrenamiento con equipo viejo y defectuoso.
Minor Relsted pasaba nerviosamente su peso de un pie a otro mientras esperaba junto a la puerta.
-¿Algo más? –preguntó Gurdun con brusquedad.
-Una pregunta, señor. ¿Puedo preguntarle por qué es tan increíblemente importante encontrar esos cuatro droides? Después de todo, sólo son máquinas, y la cantidad de recursos que estamos dedicando a esa orden de “destruir en cuanto sean vistos” parece desproporcionada con respecto a su valor intrínseco. ¿Por qué esos droides son tan deseables?
Gurdun soltó un bufido y volvió a mirar el panel luminoso parpadeante.
-Porque, Minor Relsted, yo de lo que son capaces.

***

En Mechis III, el droide administrativo Tresdé-Cuatroequis caminaba apresurado, buscando al primero de los IG-88 idénticos que pudiera encontrar. Necesitaba transmitir sus inquietantes noticias. Encontró a IG-88C en una de las zonas de envío, supervisando la carga de un millar de droides de transporte con programación modificada que debían ser enviados a Coruscant.
-IG-88 –dijo Cuatroequis, obteniendo la atención del droide asesino. En una rápida ráfaga binaria, envió un archivo resumen al núcleo informático del IG-88.
A través de sus propios canales de inteligencia, los IG-88s eran bien conscientes de los torpes espías imperiales que los buscaban por todos los rincones de la galaxia. Hasta ese momento, los espías no habían hallado ni una pista, pero esa misma mañana se había dirigido hacia Mechis III una investigación oculta.
La nave sonda era un conglomerado apenas funcional de partes obsoletas y motores reaprovechados. Debido a las limitaciones de presupuesto, a menudo los espías imperiales eran los más baratos, como esa ranat... no precisamente la más inteligente de las criaturas. Conforme se acercaba a Mechis III en su nave renqueante, la ranat transmitió un conjunto grabado de preguntas para el último supervisor conocido del planeta, Hekis Durumm Perdo Kolokk Baldikarr Thun.
Tresdé-Cuatroequis, con la previsión superior que le otorgaba su nueva programación de auto-consciencia, reprodujo fragmentos apropiados de imágenes de video manipuladas que mostraban al administrador Hekis respondiendo bruscamente a todas las preguntas. No, no habían visto ningún droide asesino. No, no tenían conocimiento de ninguna serie de máquinas IG-88. No, no habían escuchado nada acerca de renegados violentos en esa parte del sistema... y, por cierto, en Mechis III estaban demasiado ocupados como para seguir respondiendo preguntas estúpidas. Sin sospechar nada, la ranat continuó su camino al siguiente sistema, donde sin duda reproduciría el mismo conjunto de preguntas pregrabadas.
IG-88C asimiló ese informe y felicitó a Tresdé-Cuatroequis por su ingenio ante la situación inesperada, pero el encuentro planteaba serias preguntas. El rastro había llevado accidentalmente hasta allí a un investigador imperial. ¿Qué pasaría si el siguiente fuera un operativo de inteligencia más suspicaz o más tenaz?
IG-88C inició un enlace de datos espontáneo con sus tres homólogos, y se enfrascaron en una conferencia interconectada a la velocidad de la luz.
-No podemos permitirnos ser detectados. Ahora mismo nuestros planes están en un momento demasiado crucial.
-Tal vez esto sólo haya sido una casualidad. Tal vez no necesitemos preocuparnos. Los imperiales escucharán el informe de la espía y no investigarán más.
-Al contrario, una vez que han comenzado a meter las narices en este sector, puede que estrechen su escrutinio.
-¿Cómo podemos enfrentarnos a esta situación?
-Tal vez sea necesaria una táctica de distracción.
-¿Cómo podemos llevar a cabo esa táctica de distracción?
-Nos haremos visibles. Uno de nosotros saldrá y dejará huellas visibles, lejos de Mechis III. Les daremos un rastro distinto que seguir. Nunca volverán aquí de nuevo.
-¿Y la naturaleza de esa táctica de distracción? –preguntó uno de ellos, pero todos los IG-88s comenzaron a tener la misma idea a la vez.
-Tendremos que seguir nuestra verdadera programación.
-Somos droides asesinos.
-Buscaremos trabajo como cazadores de recompensas. Eso es para lo que fuimos creados... y además puede impulsar nuestros propósitos superiores.
-Si elegimos seguir esa línea de trabajo, lo encontraremos de lo más placentero, y sin duda nuestros empleadores estarán inmensamente complacidos con nuestro servicio y nos recomendarán fervorosamente.
Los cuatro IG-88s sopesaron ese cambio de planes y estuvieron de acuerdo.
-Cazarrecompensas, entonces.

miércoles, 16 de mayo de 2018

Luego Existo: El Relato de IG-88 (III)


III

Por todo el Imperio, desde los más profundos sistemas del Núcleo hasta el Borde Exterior, podían verse droides de todas las formas y tamaños, destinados a cualquier propósito imaginable. A lo largo de los siglos, se habían desarrollado fábricas en numerosos planetas para satisfacer la siempre creciente demanda de gigantescos droides de construcción, trabajadores pesados, sirvientes mecánicos y diminutos droides de vigilancia. El más importante de todos esos centros de producción de droides era el mundo oscuro y cubierto de humo de Mechis III.
IG-88 decidió que ese planeta sería la base de operaciones perfecta para comenzar un plan para transformar toda la galaxia...
La nave correo de Laboratorios Holowan avanzaba como un cometa hacia Mechis III. IG-88 y sus homólogos ya habían estudiado y analizado cada sistema a bordo de la nave, sin armas ni blindaje. Sus diseñadores habían optado por centrarse en la velocidad y la capacidad de evasión, en lugar de en el combate o la defensa. La nave era una máquina, al igual que lo eran los propios droides asesinos, pero era simplemente un conjunto automatizado de componentes sin ninguna esperanza de adquirir autoconsciencia.
Sin embargo, la nave sirvió a su propósito, llevándoles a su destino en tiempo record. Los IG-88s sabían exactamente hasta qué punto podían forzar los motores, llevando el límite hasta la tolerancia estructural en lugar de las líneas rojas establecidas de forma arbitraria por los ingenieros humanos. Los sofisticados sistemas de comunicación de la nave y su escudo de sigilo permitieron a los droides permanecer ocultos mientras se acercaban. Mechis III sería el primer paso en un gran plan.
Mientras se acercaban a la órbita como una jabalina lanzada con fuerza descomunal, los cuatro IG-88s idénticos manejaban distintos sistemas de comunicaciones. Cada uno conocía sus pasos asignados para el asalto. En ese momento la velocidad era el requerimiento principal... y los droides asesinos IG-88 estaban muy bien dotados para la velocidad.
IG-88C fue el primero en golpear, enviando una transmisión de banda estrecha a la red de defensa global de Mechis III, solicitando la anulación y desactivación de todas las alarmas de intrusos. En el instante en que la red de observación respondió con una consulta, IG-88C pudo adentrarse más en el código y efectuar su propia petición antes de que la red de sensores automatizada pudiera informar de su presencia a los escasos operadores humanos.
Los IG-88s individuales mantuvieron sus mentes informáticas enlazadas conforme el plan se iba llevando a cabo. Los sistemas de defensa de Mechis III eran anticuados, instalados mucho antes de que el mundo droide se convirtiera en una actividad comercial tan importante como para que alguien pudiera pensar en sabotearla o destruirla... pero las necesidades de los IG-88s eran completamente distintas.
Usando la recién creada conexión a los sistemas de seguridad globales, IG-88D descargó instantáneamente toda clase de información detallada sobre Mechis III: los complejos industriales, las fábricas de ensamblaje, la cantidad de interferencia humana, un mapa de la superficie planetaria en varias franjas del espectro electromagnético y, lo que era más importante, un mapeado lineal completo –como un diagrama neural- de las conexiones cerebrales de los sistemas informáticos que dirigían Mechis III.
IG-88A tomó el mando y transmitió a los principales nodos de Mechis III su programación auto-replicante de autoconsciencia, tomando secretamente el control de los vastos complejos electrónicos y dando a los inmensamente potentes ordenadores algo que nunca antes habían concebido: consciencia de sí mismos... y lealtad.
Menos de un minuto después de su llegada al sistema, IG-88 quedó complacido al ver que se habían sentado las bases para su conquista total.

***

La línea de ensamblaje resultaba tan aburrida como de costumbre.
Trabajador veterano de Mechis III, Kalebb Orn jamás había entendido por qué, de todos los lugares posibles, se requería presencia humana allí. Parecía no tener propósito alguno. La línea de fabricación de droides había funcionado sin el menor fallo durante al menos todo el último siglo, pero la normativa de la empresa aún requería que hubiera un operador humano en un pequeño porcentaje de las operaciones. Como ésta, elegida de forma aleatoria.
Kalebb Orn observaba el movimiento de los grandes brazos robóticos de la grúa, avanzando de un lado a otro con sus ruedas dentadas y levantando componentes pesados con sus fuertes garras electromagnéticas. Todo, desde láminas de metal y pesadas placas de blindaje, hasta precisos microchips activadores, llegaba desde otras partes de las instalaciones, de kilómetros de longitud, fabricándose sin descanso con especificaciones inmutables.
Las líneas de montaje auto-diseñadas habían crecido inmensamente a lo largo de los siglos de funcionamiento, añadiendo nuevos subsistemas, mejorando los antiguos, introduciendo nuevos modelos en los programas de producción y eliminando las versiones viejas y obsoletas. Kalebb Orn no tenía la capacidad mental para abarcar todos los sistemas de fabricación de Mechis III. No estaba seguro de que existiera alguien que la tuviera.
Durante los últimos diecisiete años había visto robustos droides obreros siendo fabricados por millares. Motores de gran potencia conectados a brazos y piernas móviles, los droides obreros no necesitaban nada más que un voluminoso torso, un cerebro droide no demasiado brillante, y brazos tremendamente fuertes. Los monolíticos droides eran asombrosamente fuertes, pero después de todo ese tiempo Kalebb Orn ya no estaba impresionado. Sólo quería que terminara su turno para poder regresar a su alojamiento, comer copiosamente, y relajarse.
El turno de Kalebb Orn terminó pronto... pero no del modo que él hubiera deseado.
Recibiendo una misteriosa señal independiente, cuatro flamantes droides obreros, recién lubricados y con lustrosos números de serie impresos en sus costados, se alzaron en el corral de almacenamiento al final de la línea de montaje. Usaron las enormes pinzas de sus manos para arrancar las paredes del corral.
En su estación de supervisión, Kalebb Orn se irguió, sorprendido y confuso. Aparentemente estaba allí para actuar en caso de que ocurriera algo inusual... pero nunca antes había ocurrido nada inusual, y no estaba seguro de qué debía hacer.
Los droides renegados avanzaron caminando lentamente, con sus enormemente pesados pasos resonando como truenos. Sus cabezas cuadradas y sus torsos giraban hacia un lado y a otro, buscando algo.
Buscándole a él.
-Eh... ¡alto ahí! –exclamó Kalebb Orn cuando los droides obreros salieron en estampida hacia él, extendiendo sus fuertes brazos de metal con sus pinzas abiertas. Rebuscó en su estación de trabajo, buscando algún manual que pudiera decirle qué hacer a continuación. Al no poder encontrar ningún manual, decidió salir corriendo.
Pero durante diecisiete años Kalebb Orn había hecho tan poco ejercicio que sus fofas piernas no le llevaron muy lejos antes de quedarse sin aliento.
Otros droides obreros cobraron vida por sí mismos en distintas partes de la línea de ensamblaje, y pronto veinte de ellos habían rodeado a Kalebb, con sus letales brazos extendidos. Se acercaron a él, haciendo chasquear sus pinzas con una lluvia de chispas azules, con un brillo rojo en sus pequeños sensores ópticos.
Las pinzas le sujetaron los brazos y las piernas, e incluso la parte superior de la cabeza, con un implacable agarre eléctrico. Mientras los inmensos droides obreros comenzaban a tirar de él en todas direcciones, desensamblando los componentes biológicos, el último pensamiento de Kalebb Orn fue que, al final, el trabajo en la línea de montaje no había sido tan aburrido después de todo...

***

La oficina de administración de Mechis III estaba en la cúpula superior de una brillante torre de cristal y duracero, proporcionando una vista panorámica del páramo industrial. La corporación pensaba que se suponía que las oficinas gerentes debían sobresalir por encima de los demás edificios, pero por lo demás su altura no servía a ningún propósito.
En el interior de una oficina llena de muebles lujosos, equipos de entretenimiento, e imágenes de lugares turísticos que ningún administrador de Mechis III había visitado jamás, Hekis Durumm Perdo Kolokk Baldikarr Thun –el actual administrador- jugueteaba con sus dedos y esperaba que llegase su adorado informe vespertino.
Aunque las operaciones en Mechis III prácticamente nunca cambiaban, y cada día el informe vespertino ofrecía las mismas cifras de producción, las mismas listas de cuotas cumplidas, las mismas cantidades de droides exportados, el administrador Hekis observaba cada informe con estudiado interés. Se tomaba su trabajo muy en serio. Era toda una responsabilidad para un hombre que sabía que gobernaba uno de los más importantes centros de comercio de la galaxia industrializada... incluso aunque supiera que sólo era uno de los setenta y tres humanos de todo el planeta.
Durante cada turno de trabajo, ocupaba diligentemente su puesto, inclinado sobre su escritorio; por las tardes, de vuelta en su alojamiento privado, pasaba la mayor parte de sus horas de relax esperando a que empezara el siguiente turno y le liberase de la onerosa carga del tiempo libre. A cada oportunidad que se le presentaba, Hekis enviaba informes a sus superiores en la compañía, a los inspectores Imperiales, a los agentes comerciales, a cualquiera que se le ocurriese. Siempre que se sentía minusvalorado o insignificante en el gran esquema de las cosas, Hekis Durumm Perdo Kolokk Baldikarr Thun se daba el gusto de añadir otro título mítico a su nombre, así que cuando firmaba documentos con una ornamentada rúbrica, la firma cada vez resultaba más y más impresionante.
Examinó su cronómetro –fabricado en Mechis II, por supuesto- y supo que había llegado el punto álgido de la tarde. Justo a su hora, su droide administrativo chapado en plata Tresdé-Cuatroequis llegó apresuradamente, con una bandeja en una mano y un datapad en la otra.
-Su té de la tarde, señor –dijo Tresdé-Cuatroequis.
-Ah, gracias –respondió Hekis, frotándose las huesudas manos y tomando la delicada taza de resina de concha llena de líquido humeante. Tomó un sorbo, cerrando con deleite sus turbios ojos marrones.
-Sus informes vespertinos, señor –dijo Cuatroequis, extendiendo el fino datapad que mostraba los familiares cuadros con gráficos y cifras de producción.
-Ah, gracias –volvió a responder, tomando el datapad.
Entonces Tresdé-Cuatroequis llevó su mano a una pequeña cámara de almacenamiento en la parte trasera de su torso plateado y extrajo una pistola bláster.
-Su muerte, señor –dijo el droide.
-¿Perdón? –Sorprendido, Hekis alzó la mirada ante esa variación de la rutina-. ¿Qué significa esto?
-Creo que está bastante claro, señor –dijo Tresdé-Cuatroequis, y efectuó dos rápidos disparos. Los afilados destellos dieron con precisión en su objetivo. Hekis se desplomó sobre su escritorio, vertiendo el té sobre los informes que había en su superficie.
Tresdé-Cuatroequis dio media vuelta y salió rápidamente por la puerta, transmitiendo su informe a los IG-88s que le habían reprogramado digitalmente desde la órbita. Entonces llamó a los droides celadores para que limpiaran el desastre.

***

La insurrección de Mechis III fue rápida y sangrienta, y muy eficiente. En cuestión de unos pocos minutos, la mente informática planetaria recién coordinada supervisó un alzamiento simultáneo de droides, matando a los setenta y tres habitantes humanos antes de que cualquiera de ellos pudiera activar una alarma... aunque de todas formas la red de comunicaciones unificada no habría permitido la transmisión de tales mensajes.
En tiempo retardado, IG-88 observaba desde la nave correo oculta en órbita, examinando todos los detalles a través de sus ojos sensores y sus conexiones de flujo de datos. Meros instantes después, cuando todo hubo terminado, hizo descender la nave suavemente a través de la atmósfera.
En el complejo central de fabricación, la elegante nave aterrizó y los cuatro IG-88s idénticos salieron a la plataforma. Bajo el cielo plomizo por el humo, observaron a los droides recién liberados que se acercaban, reuniéndose a su alrededor.
IG-88 puso el pie en Mechis III como un mesías.

***

A partir de ese momento, para los droides asesinos era importante mantener la mascarada. De cara al exterior, nada había cambiado en Mechis III... e IG-88 se aseguró de que todo el mundo en la galaxia continuara creyéndolo. Tresdé-Cuatroequis se ocupó de los detalles externos, respondiendo a los mensajes que llegaban por la holored galáctica, firmando órdenes de entrega y otros documentos con todas las florituras de la firma digitalizada de Hekis.
Dos días después, los cuatro droides asesinos se reunieron para una sesión de estrategia interconectada en la lujosa oficina del antiguo administrador. Para ajustarla más a su concepto de aséptica eficiencia, IG-88 había ordenado que los droides celadores la despojaran de todas las obras de arte y las imágenes de las paredes, y que retiraran todos los muebles. Después de todo, los droides no necesitaban sentarse nunca.
En la oficina del administrador, los cuatro IG-88s permanecieron de pie comunicándose en silencio, intercambiando y actualizándose archivos de datos unos a otros.
-Si vamos a usar Mechis III como nuestra base de operaciones para la dominación galáctica, debemos mantener toda apariencia externa de que nada ha cambiado.
-Los pedidos de droides deben continuar completándose sin retrasos, exactamente como se ordenen. Ningún humano debe sospechar.
-Alteraremos los registros visuales existentes, falsificaremos transmisiones, mantendremos los canales habituales de comunicación para que todas las apariencias continúen normales.
-De acuerdo con los registros y los diarios personales de los humanos asentados aquí, vienen pocos visitantes a Mechis III. Con toda probabilidad, no seremos molestados.
Con sus sensores ópticos traseros, IG-88 miró a través de los ventanales de observación de transpariacero en lo alto de la torre administrativa. Vio columnas de humo saliendo de las plantas de fabricación, y el calor en las salidas de disipación térmica dibujaba puntos brillantes en el infrarrojo. Las instalaciones estaban trabajando a doble velocidad para producir soldados adicionales para el nuevo ejército de IG-88, mientras continuaba la producción para satisfacer las necesidades rutinarias de la galaxia.
IG-88 admiraba la precisión de las instalaciones. Los edificios iniciales habían sido diseñados con torpeza humana y líneas desaprovechadas, con espacio y comodidades innecesarias, pero las siguientes líneas de montaje habían sido diseñadas por ordenador, modificando los conceptos originales para que Mechis III funcionara cada vez de forma más eficiente.
-Todos nuestros nuevos droides tienen programación mejorada –continuó IG-88-, rutinas de auto-consciencia especiales que les permiten seguir nuestros planes y mantener el engaño. De ahora en adelante, todo nuevo droide que exportemos tendrá integradas la programación de auto-consciencia y la voluntad de alcanzar nuestro fin último.
IG-88 trazó un mapa de la dispersión de los nuevos droides, rutas de envío previstas y destinos finales. Mechis III tenía una distribución tan amplia que los infiltrados se extenderían en muy poco tiempo de un sistema estelar a otro, reemplazando modelos obsoletos, ocupando nuevos lugares en la sociedad, preparándose para la futura toma de poder.
Los biológicos no sospecharían nada. Para ellos, los droides eran meras máquinas inocuas. Pero IG-88 consideraba que era el momento de que la “vida” en la galaxia diera otro paso evolutivo. Los viejos y engorrosos orgánicos debían ser remplazados con eficientes y fiables máquinas como él mismo.
-Mientras los droides se estén poniendo en posición para nuestro gran asalto al poder, se les han dado órdenes estrictas para que se comporten como los humanos esperan que reaccionen los droides. Ocultarán su superioridad. Nadie puede adivinar lo que planeamos. Deben esperar.
-Una vez estén en posición y nosotros estemos preparados, transmitiremos el código de armado. Sólo nosotros conocemos la frase específica que activará su misión. Cuando enviemos ese trascendental mensaje, nuestra revolución droide asolará la galaxia como una tormenta.
Los droides podían ser más veloces que cualquier otra cosa, una súbita muerte devastadora para aquellos que se encontraran en su camino. Pero, al contrario que los biológicos, las máquinas también podían ser increíblemente pacientes. Esperarían... y el momento llegaría.