viernes, 18 de mayo de 2018

Luego Existo: El Relato de IG-88 (IV)


IV

Tras dos meses estándar, la vigorosa búsqueda imperial no había encontrado ni el menor rastro de los droides asesinos desaparecidos, y el supervisor Gurdun no estaba en absoluto complacido.
Cuando su ayudante Minor Relsted entró en su oficina oscura y cavernosa en las profundidades de un antiguo edificio gubernamental de la Ciudad Imperial, Gurdun solicitó un informe de progresos.
-Dime cómo está yendo la caza del hombre... eh, del droide, o lo que sea –dijo-. Quiero mis droides asesinos.
El joven Minor Relsted jugueteó con sus dedos y se negó a mirar de frente a los ojos que lo observaban expectantes sobre la monumental nariz de Gurdun.
-¿Quiere que le prepare un informe detallado, supervisor imperial? –dijo Relsted-. ¿Debo entregarlo por triplicado?
-No –respondió Gurdun-. Sólo dime. Quiero saber.
-Oh –exclamó Minor Relsted-. Hmm, deje que piense un instante.
-¿No estás al mando de todo esto? –preguntó el supervisor.
-Sí, claro, por supuesto–respondió Relsted-. Sólo estoy poniendo en orden mis ideas, buscando las palabras.
Gurdun alzó la mirada al panel luminoso parpadeante del techo, que le proporcionaba más dolor de cabeza que iluminación. Las gruesas paredes de la oficina eran del mismo color gris apagado de las naves de combate; estaban sujetas en su sitio con grandes tornillos de cabeza redonda del tamaño de su puño. Había esperado que para entonces ya estaría recuperándose de la cirugía que tanto ansiaba, pero una vez tras otras las autoridades imperiales se la habían denegado.
-¿Y bien? –dijo Gurdun ante el prolongado silencio, frotándose su enorme nariz.
-Lamento tener que decir esto, señor –dijo Relsted con un ligero tartamudeo-, pero los cuatro droides parecen haberse desvanecido. Un quinto droide, IG-72, ha hecho su aparición aquí y allá, eliminando objetivos por razones incomprensibles... pero los otros cuatro no han dado señales de su presencia. Sería más sencillo si asumiéramos que han sido destruidos... digamos, atrapados en una supernova extraviada, o algo así. No es de esperar que unos droides asesinos mantengan un perfil bajo y se muevan por ahí sin ser vistos.
El supervisor imperial Gurdun observó el desorden de su escritorio, despejó un hueco para sus codos y apoyó la mandíbula sobre sus manos.
-Ah, pero esas máquinas son diabólicamente inteligentes, Relsted. Fueron diseñadas según mis especificaciones... y ya sabes lo implacable que puedo resultar a veces. Yo no los subestimaría.
-Desde luego que no, señor –dijo Relsted-. Tenemos espías desplegados por todos los rincones... eh, hasta donde alcanzan nuestras capacidades. Tenemos recursos limitados, ya sabe. Hay una rebelión ahí fuera.
-Oh, me olvidé de la guerra –dijo Gurdun-. Qué fastidio.
Se toqueteó la enorme nariz, que le bloqueaba la visión de los documentos sobre su escritorio. Gurdun apartó de un manotazo los cubos de mensajes apilados, los formularios electrónicos a la espera de ser cumplimentados, las órdenes de requerimiento, solicitudes de transferencia, y cartas de condolencia para ser escritas a las familias de aquellos perdidos en desgraciados accidentes durante el entrenamiento con equipo viejo y defectuoso.
Minor Relsted pasaba nerviosamente su peso de un pie a otro mientras esperaba junto a la puerta.
-¿Algo más? –preguntó Gurdun con brusquedad.
-Una pregunta, señor. ¿Puedo preguntarle por qué es tan increíblemente importante encontrar esos cuatro droides? Después de todo, sólo son máquinas, y la cantidad de recursos que estamos dedicando a esa orden de “destruir en cuanto sean vistos” parece desproporcionada con respecto a su valor intrínseco. ¿Por qué esos droides son tan deseables?
Gurdun soltó un bufido y volvió a mirar el panel luminoso parpadeante.
-Porque, Minor Relsted, yo de lo que son capaces.

***

En Mechis III, el droide administrativo Tresdé-Cuatroequis caminaba apresurado, buscando al primero de los IG-88 idénticos que pudiera encontrar. Necesitaba transmitir sus inquietantes noticias. Encontró a IG-88C en una de las zonas de envío, supervisando la carga de un millar de droides de transporte con programación modificada que debían ser enviados a Coruscant.
-IG-88 –dijo Cuatroequis, obteniendo la atención del droide asesino. En una rápida ráfaga binaria, envió un archivo resumen al núcleo informático del IG-88.
A través de sus propios canales de inteligencia, los IG-88s eran bien conscientes de los torpes espías imperiales que los buscaban por todos los rincones de la galaxia. Hasta ese momento, los espías no habían hallado ni una pista, pero esa misma mañana se había dirigido hacia Mechis III una investigación oculta.
La nave sonda era un conglomerado apenas funcional de partes obsoletas y motores reaprovechados. Debido a las limitaciones de presupuesto, a menudo los espías imperiales eran los más baratos, como esa ranat... no precisamente la más inteligente de las criaturas. Conforme se acercaba a Mechis III en su nave renqueante, la ranat transmitió un conjunto grabado de preguntas para el último supervisor conocido del planeta, Hekis Durumm Perdo Kolokk Baldikarr Thun.
Tresdé-Cuatroequis, con la previsión superior que le otorgaba su nueva programación de auto-consciencia, reprodujo fragmentos apropiados de imágenes de video manipuladas que mostraban al administrador Hekis respondiendo bruscamente a todas las preguntas. No, no habían visto ningún droide asesino. No, no tenían conocimiento de ninguna serie de máquinas IG-88. No, no habían escuchado nada acerca de renegados violentos en esa parte del sistema... y, por cierto, en Mechis III estaban demasiado ocupados como para seguir respondiendo preguntas estúpidas. Sin sospechar nada, la ranat continuó su camino al siguiente sistema, donde sin duda reproduciría el mismo conjunto de preguntas pregrabadas.
IG-88C asimiló ese informe y felicitó a Tresdé-Cuatroequis por su ingenio ante la situación inesperada, pero el encuentro planteaba serias preguntas. El rastro había llevado accidentalmente hasta allí a un investigador imperial. ¿Qué pasaría si el siguiente fuera un operativo de inteligencia más suspicaz o más tenaz?
IG-88C inició un enlace de datos espontáneo con sus tres homólogos, y se enfrascaron en una conferencia interconectada a la velocidad de la luz.
-No podemos permitirnos ser detectados. Ahora mismo nuestros planes están en un momento demasiado crucial.
-Tal vez esto sólo haya sido una casualidad. Tal vez no necesitemos preocuparnos. Los imperiales escucharán el informe de la espía y no investigarán más.
-Al contrario, una vez que han comenzado a meter las narices en este sector, puede que estrechen su escrutinio.
-¿Cómo podemos enfrentarnos a esta situación?
-Tal vez sea necesaria una táctica de distracción.
-¿Cómo podemos llevar a cabo esa táctica de distracción?
-Nos haremos visibles. Uno de nosotros saldrá y dejará huellas visibles, lejos de Mechis III. Les daremos un rastro distinto que seguir. Nunca volverán aquí de nuevo.
-¿Y la naturaleza de esa táctica de distracción? –preguntó uno de ellos, pero todos los IG-88s comenzaron a tener la misma idea a la vez.
-Tendremos que seguir nuestra verdadera programación.
-Somos droides asesinos.
-Buscaremos trabajo como cazadores de recompensas. Eso es para lo que fuimos creados... y además puede impulsar nuestros propósitos superiores.
-Si elegimos seguir esa línea de trabajo, lo encontraremos de lo más placentero, y sin duda nuestros empleadores estarán inmensamente complacidos con nuestro servicio y nos recomendarán fervorosamente.
Los cuatro IG-88s sopesaron ese cambio de planes y estuvieron de acuerdo.
-Cazarrecompensas, entonces.

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