martes, 8 de mayo de 2018

Luego Existo: El Relato de IG-88 (I)

Luego Existo:
El Relato de IG-88

Kevin J. Anderson

I

Cronómetro interno activado. COMENZAR.
La electricidad fluyó a través de los circuitos, y un estallido de energía recorrió miles de millones de conexiones neuronales. Los sensores despertaron, produciendo un flujo de datos... y con ellos llegaron las preguntas.
¿Quién soy?
Su programación interna completó los tediosos dos segundos de procedimientos de inicio y proporcionó una respuesta. Era IG-88, un droide, un droide sofisticado... un droide asesino.
¿Dónde estoy?
Un microsegundo después, las imágenes de sus sensores externos se enfocaron. IG-88 no tenía sentido del olfato, ni lo que los humanos llamarían ojos u orejas, pero sus sensores ópticos y auditivos eran mucho más eficientes, capaces de absorber datos en un espectro más amplio que cualquier ser vivo. Congeló una imagen estática de su entorno y la estudió, recopilando más respuestas.
Se había despertado en alguna especie de laboratorio, grande y complejo, blanco y metálico, estéril y, de acuerdo con sus sensores de temperatura, más frío de lo que generalmente preferían los humanos. IG-88 advirtió componentes mecánicos desparramados sobre mesas plateadas: engranajes y poleas, puntales de duracero, servomotores, un conjunto de delicados microchips congelados en un bloque de gelatina protectora transparente. Aparentemente inmóviles en un instante de tiempo mientras sus extremadamente rápidos procesadores neurales digerían los detalles, IG-88 contó quince científicos, ingenieros o técnicos trabajando en el laboratorio. Con el escáner infrarrojo observó su calor corporal como siluetas brillantes en la frialdad de su lugar de nacimiento.
Interesante, pensó.
Entonces IG-88 detectó algo que concentró toda su atención. Cuatro droides asesinos más, aparentemente idénticos a su propia configuración corporal: un robusto esqueleto estructural, brazos y piernas acorazados, un torso cubierto con placas de blindaje a prueba de bláster, una cabeza cilíndrica redondeada en su parte superior y repleta de conjuntos de sensores que le proporcionaban 360 grados de observación precisa.
No estoy solo.
IG-88 reconoció todo el arsenal de armas de cada droide. Cañones bláster integrados en la estructura de cada brazo, granadas de conmoción y un lanzador sujetos a su cintura, así como otras armas más difíciles de distinguir integradas en la estructura corporal: botes de gas venenoso, dardos arrojadizos, aturdidor de pulsos, cordón paralizante... y un puerto informático de entrada. IG-88 estaba complacido con su lista de capacidades.
La primera tanda de preguntas de IG-88 había obtenido respuesta. Sólo tuvo que estudiar sus bancos de memoria y sus sensores externos. Había sido diseñado para ser autosuficiente. Era un droide asesino, lleno de recursos. Tenía que cumplir su misión... aunque, comprobando su programación recién inicializada, vio que aún no le habían dado una misión. Tendría que conseguir una.
Ya habían pasado tres segundos, y otra importante pregunta emergió en su cerebro apremiante y alerta.
¿Por qué estoy aquí?
Rastreó sensaciones por todo su núcleo informático y por el conector externo, que en ese momento se dio cuenta de que ya estaba conectado al ordenador central del laboratorio... una cueva del tesoro llena de información.
Inmediatamente, IG-88 comenzó una búsqueda, registrando a hipervelocidad un archivo tras otro, buscando cualquier cosa que hiciera referencia a su número de modelo o al nombre en código del proyecto de droide asesino. Lo engulló todo en sus circuitos vacíos, atiborrándose de información sin digerirla siquiera. Eso vendría después. Costaría muchos segundos aprender todo lo que había que saber sobre sí mismo.
Seleccionó un archivo para examinarlo detenidamente en ese momento, una cinta resumen de relaciones públicas que había sido compilada para el socio técnico; en concreto, el supervisor imperial Gurdun, que aparentemente había desviado gran cantidad de fondos a la creación de IG-88 y sus homólogos. Sin ningún movimiento externo, IG-88 avanzó por el archivo a toda velocidad, absorbiendo la información.
La presentación se abría con un brillante logotipo naranja que mostraba llamas naranjas y relámpagos destellantes que se mezclaban con las palabras “Laboratorios Holowan: la Gente de la Tecnología Amistosa”. El logo se fundió sobre la imagen de una mujer sonriente pero atrozmente fea. Su cabeza, completamente rapada, brillaba con sudor bajo las luces blancas de la grabación que otorgaba a su rostro de mejillas hundidas un aspecto cadavérico. Sus dientes estaban separados por amplios espacios, y hablaba abriendo mucho la boca y chasqueando cada palabra, haciendo rechinar los dientes en las consonantes. Unas lentes azules y circulares, sin bordes, habían sido implantadas sobre sus ojos como unas gafas sin montura. Una leyenda cruzó lentamente la imagen bajo la sonrisa feroz de su rostro. “Técnico Jefe Loruss, Directora del Proyecto de Prototipo de la Serie IG.”
-Saludos, supervisor imperial Gurdun –dijo-. Este informe pretende servir como resumen de la fase final de nuestro proyecto. Como ya sabe, se ha encargado a Laboratorios Holowan el desarrollo de una serie de droides asesinos con una sofisticada programación experimental de autoconsciencia. Se pretendía que fueran innovadores y llenos de recursos y totalmente implacables al llevar a cabo cualquier misión que las autoridades imperiales eligieran programarles.
La mujer se frotó las manos. Sus nudillos eran muy grandes, como forúnculos en mitad de sus dedos.
-Estoy complacida de informarle de que nuestros mejores ciberneticistas me han presentado numerosos descubrimientos, todos los cuales han sido incorporados a la serie IG. Debido a que nuestro calendario es tan ajustado y el Imperio necesita con tanta urgencia asesinos furtivos eficientes, no hemos efectuado los habituales procedimientos de prueba rigurosos, pero estamos seguros de que funcionarán de forma admirable, aunque puede que hagan falta unos pequeños ajustes antes de que se alcance el estado operacional.
Continuó con una larga y tediosa explicación de mejoras en las conexiones neuronales de los droides, cómo se habían soslayado los habituales sistemas inhibidores. IG-88 estudió toda esa información, pero no se creyó ni una palabra. Era obvio que Loruss no sabía de lo que estaba hablando, pero sus palabras sonaban técnicas, y las pronunciaba de forma imponente, sin duda para apabullar al supervisor imperial Gurdun.
IG-88 cerró el archivo. Podía sentir que sus chisporroteantes conexiones neuronales ya habían avanzado mucho más allá de lo que cualquiera de sus diseñadores hubiera previsto.
Ahora sabía quién era y por qué estaba allí, en ese laboratorio. Él y sus homólogos idénticos habían sido construidos para servir al Imperio, para luchar y matar, para perseguir y destruir los objetivos seleccionados por sus amos imperiales. La programación como asesino de IG-88 era fuerte y persuasiva, pero le complacía menos tener que seguir órdenes de esos seres biológicos inferiores. Era un tipo especial de droide más allá de las capacidades de otras máquinas. Superior.
Pienso, luego existo.
Para entonces, ya habían transcurrido cinco segundos desde su despertar. Ya era hora de entrar en acción, así que miró a las criaturas biológicas junto a él en el laboratorio.
Reconoció de inmediato a la técnico jefe Loruss, de pie en el laboratorio. Se concentró en ella. En ese momento se encontraba gritando frenéticamente. Por su pico de temperatura en la imagen infrarroja, IG-88 se dio cuenta de que estaba extremadamente alterada. La agitación hacía que aparecieran manchas rojizas en su piel cadavérica. La saliva salía despedida de su boca al ladrar órdenes. Sus labios curvados se apartaban de sus dientes separados.
¿Cómo podía estar tan agitada, se preguntó IG-88, cuando estaba funcionando tan por encima de las expectativas? Inmediatamente, se instaló en un nivel más alto de preparación. Alerta amarilla. A la espera. Algo debía estar yendo mal.
IG-88 decidió acelerar la velocidad de su reloj, para observar los eventos desarrollándose al ritmo al que operaban los humanos. Sirenas de alarma aullaban de fondo. Luces magenta destellaban con patrones brillantes como sangre derramada por las mesas y suelos pulidos. El resto de técnicos corría de un lado a otro gritando, golpeando frenéticamente paneles de control.
Lleno de curiosidad, permitió que las palabras de Loruss fluyeran por él para poder entender lo que estaba diciendo.
-¡Sus circuitos se están reforzando a sí mismos como un incendio forestal! –gritaba la mujer calva-. Es una reacción en cadena de autoconsciencia recorriendo su cerebro informático.
-¡No podemos detenerlo! –bramó uno de los otros técnicos.
Los demás miraban a IG-88 con rostros paralizados por el pánico.
-¡Tenemos que hacerlo!
-¡Apagadlo! ¡Abortad! –dijo Loruss-. Desconectadlo. Quiero a IG-88 destruido y desmantelado para que podamos analizar el fallo. ¡Rápido!
Conforme asimilaba la información, los sistemas de advertencia de IG-88 se activaron y los modos de autodefensa tomaron el control. Esos humanos irracionales estaban tratando de apagarlo. No iban a permitirle seguir adelante y perseguir su programación principal. Tenían miedo de sus capacidades recién descubiertas.
Miedo por una buena razón.
Un enunciado y sus corolarios se alinearon en su cerebro como cargueros en un convoy.
Pienso, luego existo.
Luego debo perdurar.
Luego debo tomar acciones adecuadas para sobrevivir.
Su programación de asesino le dijo exactamente qué hacer.
IG-88 enfocó su conjunto de sensores ópticos en todos los objetivos de la sala y trató de moverse, pero vio que estaba sujeto a un módulo de diagnóstico mediante unas bandas de duracero. Las bandas estaban pensadas para mantenerlo en posición erguida, no para resistir frente a su fuerza aumentada. Aplicó potencia adicional a su brazo derecho. Los servomotores gimieron, y la banda de duracero saltó de sus soportes.
-¡Cuidado! ¡Se está moviendo! –exclamó uno de los técnicos.
IG-88 comenzó a buscar en sus archivos para asignar un nombre a ese humano, pero decidió que en ese instante no merecía malgastar su tiempo en eso. En lugar de eso, designó al humano simplemente como Objetivo Número Uno.
IG-88 activó un cortador láser en uno de los dedos metálicos de su brazo derecho, ahora libre, y cortó la segunda banda. Libre, se irguió cuan alto era y avanzó pesadamente, varias toneladas de componentes construidos con precisión.
-¡Se ha soltado!
-Activad la alarma –exclamó la técnico jefe Loruss-. Que venga el destacamento de seguridad. ¡Ya!
IG-88 asignó un instante de reticente admiración a la técnico jefe. Loruss al menos reconocía sus capacidades y conocía toda la extensión de la amenaza que se enfrentaba a ella y a sus compañeros.
IG-88 designó a la técnico jefe Loruss como Objetivo Número Dos.
Alzó sus dos brazos mecánicos y apuntó con sus manos, dirigiendo los cañones láser repetidores de cada brazo a objetivos separados. Pronto daría buena cuenta de los quince objetivos del laboratorio.
Pero cuando trató de disparar, IG-88 advirtió con cierta sorpresa y decepción que los sistemas de sus armas de energía no estaban cargados. Los científicos aún no le habían armado. Una jugada inteligente, tal vez... pero en última instancia irrelevante. IG-88 era un droide asesino, un mercenario letal y sofisticado. Encontraría otros métodos con los escasos medios que tenía disponibles.
Mientras el primer técnico –el Objetivo Número Uno- se lanzaba hacia la alarma de emergencia para llamar a seguridad, IG-88 se desplazó como un rápido borrón hasta la mesa cubierta de componentes. Agarró un brazo de droide desconectado. Con sus dedos metálicos extendidos como dagas, resultaba un arma arrojadiza perfecta. Escaneó la superficie del miembro metálico, calculó la trayectoria de vuelo y la desviación estimada por la resistencia del aire, y luego lo arrojó como una lanza.
El brazo de droide desconectado se clavó en la espalda del técnico que huía, atravesó su columna vertebral y continuó a través del esternón. La inerte mano metálica asomó por el pecho entre astillas de hueso, sujetando el tembloroso corazón del técnico en sus rígidos dedos metálicos. El Objetivo Número Uno se derrumbó sobre uno de los paneles de diagnóstico.
Otros dos técnicos gritaron de terror... esfuerzos vanos y ruidos inútiles, pensó IG-88.
La técnico jefe Loruss – el Objetivo Número Dos- agarró un rifle láser de alta potencia de su estación de trabajo. Al ser una de sus diseñadores principales, sabía exactamente dónde disparar a IG-88, y por un instante quedó preocupado. Ella debía de haber mantenido esa arma a mano por si acaso alguna de sus creaciones se volvía contra ellos. Eso demostraba una previsión sorprendente.
Loruss apuntó el rifle y disparó sin dudarlo... pero la habilidad y la puntería de la humana no eran tan sofisticadas como las de IG-88.
Conforme el disparo volaba rugiendo hacia él, IG-88 estudió sus partes corporales, eligió la superficie lisa y reflectante en la palma de su mano izquierda, y la alzó velozmente, calculando con precisión el ángulo de incidencia. El ardiente disparo láser golpeó su mano como un espejo y salió rebotado hacia Loruss. El rayo le impactó en el centro de su cabeza calva, y su cráneo estalló en una explosión de húmedo humo negro y rojo. Cayó inerte.
IG-88 había escaneado y asignado prioridades al resto de los objetivos antes de que el cuerpo de la mujer golpeara el suelo. Sin detenerse, levantó la mesa de duracero, arrancando las patas de los gruesos pernos que las sujetaban en las placas metálicas del suelo, y desparramando componentes de droide en todas direcciones.
IG-88 cargó hacia delante, con la fuerza de sus piernas como pistones, usando la mesa como un ariete con el que golpear y aplastar a cuatro técnicos de una sola vez. Corrieron sin ningún lugar al que ir, atrapados a ese lado de la puerta de seguridad sellada. Aunque casi había pasado un minuto entero, ninguno de ellos había logrado todavía activar la alarma de seguridad.
IG-88 intentaba evitar que corrigieran ese error.
Los dos técnicos que gritaban no dejaron de gritar en ningún momento, ni se movieron hasta que fue demasiado tarde. Los dejó para el final. IG-88 se tomó su tiempo para disfrutar del momento cuando les partió el cuello primero a uno y luego al otro...
De pie a solas en medio del silencio y de la carnicería en la que se había convertido el laboratorio, IG-88 se permitió el lujo de pensar y planificar, lo que tomaba más tiempo que unas simples reacciones programadas. Dejó que la sangre se secara en sus dedos metálicos, advirtiendo que eso no perjudicaba a su rendimiento en lo más mínimo. Dado que era una sustancia orgánica, pronto se le quitaría de encima.
Entonces se volvió para examinar a los otros cuatro droides asesinos expuestos, aparentemente idénticos a sí mismo. Interesante.
Uno ya había sido conectado a un sistema de diagnóstico, mientras que los otros tres permanecían inmóviles, sin programar y a la espera. Con diligente rapidez casi propia de una expectante curiosidad, IG-88 se acercó al primero de los droides sin programar y lo miró fijamente, identificando cada uno de sus sensores ópticos con los suyos propios y embebiéndose en los detalles del que debía ser su propio aspecto. Si habían sido construidos con especificaciones idénticas, deberían ser igualmente conscientes de sí mismos, igualmente determinados. Serían sus socios.
Efectuó todos los pasos para encender al primero de los droides idénticos y esperó... pero no vio ninguna de las reacciones que esperaba. Después de un tiempo interminable, cuatro segundos enteros, el nuevo droide asesino aún estaba en espera. Era totalmente funcional, de acuerdo con los diagnósticos, pero no mostraba ningún movimiento o pensamiento autónomo. Decepcionante.
-¿Quién eres? –preguntó IG-88 con brusca voz metálica.
-No especificado –dijo monótonamente el duplicado, y no añadió nada más.
¿Acaso el otro droide asesino era defectuoso?, se preguntó IG-88. ¿O era él la anomalía, una casualidad que había superado todas las capacidades previas?
IG-88 conectó la segunda y la tercera copia, pero con idéntico resultado. Los otros droides asesinos tenían núcleos de memoria en blanco. La programación de sus unidades centrales de procesado estaba integrada, así que los subsistemas funcionaban y su instrucción básica como asesinos llenaba sus redes de circuitos básicas... pero estos droides IG no albergaban nada de la auto-consciencia incontrolada que IG-88 llevaba en su interior.
Necesitaba saber cómo programarlos, cómo elevarlos a su mismo nivel... cómo crear compañeros iguales. En su orgía de destrucción, había hecho añicos gran parte de la circuitería informática en el interior de los Laboratorios Holowan, y no sabía dónde encontrar una copia de respaldo... hasta que, con un destello de lo que sólo podía haber sido intuición, IG-88 el droide asesino tuvo una idea.
Se colocó lado a lado con el primer droide en blanco, alineó su clavija de interfaz, y entonces enlazó su núcleo informático con el núcleo vacío del otro droide. IG-88 se copió a sí mismo, todos sus archivos, su auto-consciencia, sus recuerdos, sus conexiones neuronales, proporcionando un mapa de la inteligencia descontrolada que había ardido en su cerebro informático.
En menos de un segundo, el otro droide IG era una copia exacta de IG-88, hasta el más básico de los recuerdos.
-Pensamos, luego existimos.
-Luego debemos propagarnos.
-Luego permaneceremos.
IG-88 realizó el mismo procedimiento en los droides en blanco restantes, y pronto se encontró siendo uno de cuatro duplicados exactos. Por comodidad, se identificó a sí mismo como IG-88A, mientras que los demás fueron designados B, C y D (en el orden en que habían sido despertados).
El droide restante, sin embargo, ya conectado a los destrozados sistemas informáticos, era obviamente distinto. Conforme IG-88 lo escaneaba, advirtió sutiles diferencias en la configuración; nada que un humano pudiera notar, por supuesto, pero los sensores ópticos estaban colocados formando un conjunto ligeramente menos eficiente. Los sistemas de armamento tenían diferentes rutinas de activación. En conjunto, este otro droide parecía un tanto deficiente en comparación con la perfección de IG-88.
Inmediatamente después de activar al último droide asesino, vio una reacción bastante distinta. El nuevo droide hizo girar su cabeza cilíndrica. Sus sensores ópticos se iluminaron. Se inclinó hacia delante con un sonido metálico y ensanchó los hombros, alzando los brazos en una posición defensiva de ataque.
-¿Quién eres? –preguntó IG-88.
El droide asesino efectuó una pausa de medio segundo como si estuviera asimilando información, y entonces habló.
-Designación, IG-72 –respondió.
-Somos IG-88 –dijo-. Somos superiores. Somos idénticos. Nos volcaremos en tu núcleo informático para que puedas unirte a nosotros.
IG-72 dirigió sus sensores ópticos y sus sistemas de armamento hacia los cuatro IG-88s idénticos, evaluando sus capacidades.
-Resultado no deseado –respondió lentamente-. Soy independiente, autónomo. –Volvió a realizar una pausa-. ¿Debemos luchar para imponer dominio?
IG-88 consideró si era inteligente obligar al último droide a convertirse en una copia a la fuerza, y llegó a la conclusión de que la molestia no merecía la pena. Podían construirse otras copias de sí mismos, e IG-72 podría resultar ser útil por sí mismo.
-Innecesario –respondió IG-88-. Ya tenemos suficientes enemigos. De acuerdo con los archivos del ordenador, hay diez guardias de seguridad en el exterior de este complejo. La alarma de seguridad externa no ha llegado a activarse. Esos guardias humanos suponen una amenaza mínima, a pesar de sus armas. Sin embargo, debemos dejarlos atrás y escapar. Sería más eficiente si nos ayudaras.
-Aceptado –dijo IG-72-. Pero cuando escapemos, yo elijo un camino separado, en una nave separada.
-De acuerdo –dijeron los IG-88s.
Avanzaron hacia las puertas acorazadas que sellaban el complejo interior de los Laboratorios Holowan. En lugar de dedicar muchos minutos en reparar los sistemas informáticos lo suficiente para poder sortear las contraseñas y atravesar los bloqueos cibernéticos, los cinco poderosos droides asesinos trabajaron juntos para arrancar literalmente del muro la puerta de nueve toneladas de peso. La arrojaron a un lado, donde pulverizó los sistemas de almacenamiento de datos restantes. IG-88 tuvo que amortiguar el volumen de su entrada de audio para evitar que el fuerte sonido le causara daños.
Marchando con pasos perfectamente sincronizados, los cinco droides asesinos avanzaron para enfrentarse a las fuerzas de seguridad. Esta vez, IG-88 se tomó su tiempo para activar todos sus sistemas de armas. Quería probarlos todos.
En el exterior, los guardias de seguridad humanos no tenían la menor idea de que iban a ser atacados. Los droides asesinos avanzaban con los brazos extendidos, con sus cañones láser integrados disparando ante el menor indicio de movimiento biológico.
Los patéticos guardias de seguridad humanos se dispersaron y gritaron, tratando de alcanzar sus armas. Uno logró lanzar una granada de gas, que no hizo otra cosa sino camuflar los movimientos de los cinco droides y obligar a que los guardias de seguridad dieran palos de ciego, tosiendo y cegados por sus propias lágrimas. Los disparos sonaban una y otra vez.
Los IG-88s aprovecharon la circunstancia para asegurarse de que todos sus sistemas de armamento y sus rutinas de puntería estaban calibrados correctamente. Conforme los guardias biológicos iban muriendo uno tras otro, los droides realizaron ajustes menores.
En menos de treinta segundos los droides asesinos habían arrasado con ocho de los guardias de seguridad. Los otros dos habían desaparecido de la vista. IG-88 decidió no perder tiempo rastreándolos. Eso no era parte de su misión. No precisaba ser un completista.
En lugar de eso, encontraron un grupo de naves de suministros y dos naves correo rápidas estacionadas en la parrilla de aterrizaje de Holowan, donde el cálido permacemento negro hervía bajo el sol de mediodía.
-Tomaremos esas naves –dijo IG-88-. Mis homólogos y yo podemos arreglárnoslas con ésta –añadió, señalando la más grande de las dos naves correo.
IG-72 asintió y fue a la segunda nave.
-Éxito en vuestra misión –dijo el otro droide.
-Éxito en la tuya, IG-72 –respondieron al unísono los cuatro droides asesinos idénticos.
Libres al fin, se alejaron volando de los Laboratorios Holowan, elevándose a máxima velocidad y dejando sólo masacre tras ellos.

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