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Deslizas el
bláster fuera de su funda, pero en lugar de dejarlo sobre la barra, apuntas con
él al sullustano.
-Mira, colega –gruñes-.
Este es mi
bláster, y no voy a separarme de él. Así que, ¿dónde está mi bebida?
El sullustano parece ligeramente
sorprendido, luego sonríe y ríe entre dientes para sí mismo. Varios de los
parroquianos de la cantina también te están mirando, riéndose. La mujer de
cabello rubio platino al fondo de la barra te llama.
-Eh, novato –dice-. ¿Por qué no
vuelves a dejar ese bláster en su sitio? Vanb sólo se está burlando un poco de
ti. No pretende causarte ningún daño. ¿Por qué no vienes aquí y te tomas un
trago? Yo invito.
Te sientes ligeramente estúpido;
el sullustano sólo es un camarero, y no es como si estuviera amenazando tu
vida. Vuelves a dejar tu bláster en su funda, y luego te diriges al fondo de la
barra para reunirte con la rubia platino.
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