5
–Probablemente tengas razón, Gideon –dice Luke–. Pero vayamos a la casa de todas formas. Lo que sea que quieran los imperiales, está en la casa, y sólo tenemos una oportunidad de llegar antes que ellos.
Gideon asiente, y luego abre la marcha sobre los regueros de aspecto arenoso hacia el enorme edificio del molino. El molino tiene más de un kilómetro de largo y se alza cincuenta metros sobre la superficie. A una altura de cuatro metros de su base se extienden doce amplios sumideros obturados por ríos inertes de arena plateada. Caen a un inmenso silo sobre el que corre toda la extensión del edificio. Cada cincuenta metros, una bomba dirige la arena a una larga manguera que la transporta al exterior, a los regueros de vertido. En este momento, los sumideros, las bombas y las mangueras permanecen inactivos, esperando un reinicio de las operaciones que Luke duda que llegue nunca.
–¿Están todos los Tredway involucrados en los esfuerzos de resistencia de Erling? –pregunta Luke. La mina de los Tredway es un valioso recurso estratégico y económico. No comprende por qué Parnell está destruyendo el complejo en lugar de confiscarlo. Quizá el general desea que la familia Tredway sirva de ejemplo. O quizá sospecha que la familia albergaba lealtades rebeldes tan fuertes que destruyeron la mina ellos mismos antes de permitir que cayera en manos del Imperio.
Sidney alza sus garras de largas zarpas en un gesto alienígena que Luke no comprende.
–No; la madre Tredway incluso amenazó con desheredarle por poner en peligro los contratos de la familia con los agentes comerciales del Imperio.
–No parece que comparta las convicciones de su antiguo marido –observa Luke.
–Es una mujer de negocios –dice Gideon–. Después de que Axton muriera, decidió que la galaxia se cuidase por sí misma. No puedo culparla... Axton la dejó con una mina arruinada y dos hijos que criar. Ella la convirtió en la operación más rentable del Cinturón.
–Eso no la ha protegido del Imperio –comenta Luke. Después de lo que Sidney había dicho acerca de los contratos imperiales, el ataque destructivo no tiene sentido en absoluto. Aquí debe pasar algo más. ¿Pero qué?
Gideon abre la marcha hacia la base del silo y se detiene en la base del reguero de un sumidero.
–Trepemos al interior. Si quedan supervivientes en la superficie, seguramente estarán aquí dentro, y los soldados de asalto no nos verán llegar.
Luke estudia los escarpados sumideros.
–¿Puedes trepar eso?
–Por supuesto –dice Sidney, comenzando a gatear por el sumidero como si fuera un conducto de energía.
–¡Espera! –dice Luke, agarrando el tobillo de Sidney–. No sabes lo que nos espera al otro lado.
Sidney parece asombrado.
–¿Y?
–Quizá yo deba ir primero.
Sidney muestra una hilera de afilados incisivos en lo que Luke interpreta como una sonrisa.
–Por favor, no malinterpretes mis dudas en unirme a esta empresa. Gratamente moriré por la libertad... pero los Padas no matan bajo ningún concepto.
–Mantén tu bláster a mano de todas formas –gruñe Gideon–. Puedes necesitar asustar a alguien.
–Por supuesto –dice Sidney, trepando por el sumidero–. Volveré cuando encuentre algún cable que os pueda arrojar a vosotros, humanos.
Luke y Gideon esperan durante varios minutos sin señales de Sidney.
–Quizá deberías auparme –dice Luke, finalmente–. Puede haber pasado algo.
–No es probable –dice Gideon–. Sidney puede ser silencioso como una rata de arena cuando quiere. De todas formas, estoy cansado de esperar.
Entrelaza sus dedos y le ofrece un apoyo a Luke.
Luke enfunda su bláster y coloca un pie en las manos de Gideon. En la ligera gravedad del asteroide, debería ser capaz de saltar los cuatro metros hasta la boca del sumidero. Pero saltar es mucho menos preciso que escalar, y no está demasiado ansioso por golpearse la cabeza o rasgarse su traje de vacío por ser descuidado.
La boca se abre en una cámara brillantemente iluminada. Una pila de regueros plateados se alza 20 metros por encima del sumidero. Las huellas de Sidney avanzan hasta la cima de la pila de regueros, luego desaparecen. La únicas otras cosas que Luke puede ver son una docena de paneles de iluminación montados en el techo, en lo alto.
La mano de Gideon desaparece de debajo de su pie. Luke comienza a caer y maldice furiosamente, agitando salvajemente sus brazos para agarrarse a algo. Pero el sumidero lleno de arena no ofrece ningún agarre, y Luke se desliza de nuevo hasta la base del silo.
En la débil gravedad del asteroide, realmente no cae... se desliza hacia abajo. La suavidad de su descenso le sirve de poco consuelo, especialmente cuando advierte el motivo de su caída. Gideon yace de forma poco elegante en el suelo de la base del silo, al pie de dos soldados de asalto con armadura de asalto pesada. Uno de ellos mantiene un rifle bláster apuntando al minero, y el otro sigue el descenso de Luke como si fuera una diana móvil.
Luke rechaza rápidamente el pensamiento de alcanzar sus armas. Además de la desventaja de estar cayendo, su pistola serviría de poco contra los cañones bláster integrados en la armadura de asalto a gravedad cero de un soldado. Aunque podría tener más probabilidades de éxito con su sable de luz, se trataba de un arma de lucha cuerpo a cuerpo, y las armas de lucha cuerpo a cuerpo son más efectivas cuando el usuario tiene sus pies firmemente plantados en tierra. Luke golpea finalmente el reguero de arena con casi la misma falta de dignidad que habría mostrado en un entorno de gravedad completa.
–Lo siento –murmura Gideon a Luke. Yacen en el suelo, juntos, mirando a los soldados de asalto. El sumidero que conduce al edificio del molino queda justo detrás de los soldados imperiales.
–¿Sois la escoria que ha destruido nuestra lanzadera? –pregunta el primer soldado de asalto.
Mira por encima de su hombro. El ala-X está a plena vista. Luke pone su expresión más inocente y devuelve su atención a los soldados de asalto. Tras ellos, un cable comienza a descender por el sumidero.
–¿Has estado otra vez disparando a lanzaderas de asalto? –pregunta Luke a Gideon.
Gideon se acaricia la barbilla y considera seriamente la pregunta.
–No que yo recuerde.
–Lo siento, amigos –dice Luke en voz alta–. Vosotros dos tenéis a los tipos equivocados, soldados.
El cable deja de descender.
–Muy divertido –responde el soldado–. En pie. El general Parnell quiere tener unas palabras con vosotros. Luego pagaréis por dejarnos aquí varados. Cuando volvamos me habré ganado un permiso.
El cable asciende sin hacer el menor ruido.
–Probablemente tengas razón, Gideon –dice Luke–. Pero vayamos a la casa de todas formas. Lo que sea que quieran los imperiales, está en la casa, y sólo tenemos una oportunidad de llegar antes que ellos.
Gideon asiente, y luego abre la marcha sobre los regueros de aspecto arenoso hacia el enorme edificio del molino. El molino tiene más de un kilómetro de largo y se alza cincuenta metros sobre la superficie. A una altura de cuatro metros de su base se extienden doce amplios sumideros obturados por ríos inertes de arena plateada. Caen a un inmenso silo sobre el que corre toda la extensión del edificio. Cada cincuenta metros, una bomba dirige la arena a una larga manguera que la transporta al exterior, a los regueros de vertido. En este momento, los sumideros, las bombas y las mangueras permanecen inactivos, esperando un reinicio de las operaciones que Luke duda que llegue nunca.
–¿Están todos los Tredway involucrados en los esfuerzos de resistencia de Erling? –pregunta Luke. La mina de los Tredway es un valioso recurso estratégico y económico. No comprende por qué Parnell está destruyendo el complejo en lugar de confiscarlo. Quizá el general desea que la familia Tredway sirva de ejemplo. O quizá sospecha que la familia albergaba lealtades rebeldes tan fuertes que destruyeron la mina ellos mismos antes de permitir que cayera en manos del Imperio.
Sidney alza sus garras de largas zarpas en un gesto alienígena que Luke no comprende.
–No; la madre Tredway incluso amenazó con desheredarle por poner en peligro los contratos de la familia con los agentes comerciales del Imperio.
–No parece que comparta las convicciones de su antiguo marido –observa Luke.
–Es una mujer de negocios –dice Gideon–. Después de que Axton muriera, decidió que la galaxia se cuidase por sí misma. No puedo culparla... Axton la dejó con una mina arruinada y dos hijos que criar. Ella la convirtió en la operación más rentable del Cinturón.
–Eso no la ha protegido del Imperio –comenta Luke. Después de lo que Sidney había dicho acerca de los contratos imperiales, el ataque destructivo no tiene sentido en absoluto. Aquí debe pasar algo más. ¿Pero qué?
Gideon abre la marcha hacia la base del silo y se detiene en la base del reguero de un sumidero.
–Trepemos al interior. Si quedan supervivientes en la superficie, seguramente estarán aquí dentro, y los soldados de asalto no nos verán llegar.
Luke estudia los escarpados sumideros.
–¿Puedes trepar eso?
–Por supuesto –dice Sidney, comenzando a gatear por el sumidero como si fuera un conducto de energía.
–¡Espera! –dice Luke, agarrando el tobillo de Sidney–. No sabes lo que nos espera al otro lado.
Sidney parece asombrado.
–¿Y?
–Quizá yo deba ir primero.
Sidney muestra una hilera de afilados incisivos en lo que Luke interpreta como una sonrisa.
–Por favor, no malinterpretes mis dudas en unirme a esta empresa. Gratamente moriré por la libertad... pero los Padas no matan bajo ningún concepto.
–Mantén tu bláster a mano de todas formas –gruñe Gideon–. Puedes necesitar asustar a alguien.
–Por supuesto –dice Sidney, trepando por el sumidero–. Volveré cuando encuentre algún cable que os pueda arrojar a vosotros, humanos.
Luke y Gideon esperan durante varios minutos sin señales de Sidney.
–Quizá deberías auparme –dice Luke, finalmente–. Puede haber pasado algo.
–No es probable –dice Gideon–. Sidney puede ser silencioso como una rata de arena cuando quiere. De todas formas, estoy cansado de esperar.
Entrelaza sus dedos y le ofrece un apoyo a Luke.
Luke enfunda su bláster y coloca un pie en las manos de Gideon. En la ligera gravedad del asteroide, debería ser capaz de saltar los cuatro metros hasta la boca del sumidero. Pero saltar es mucho menos preciso que escalar, y no está demasiado ansioso por golpearse la cabeza o rasgarse su traje de vacío por ser descuidado.
La boca se abre en una cámara brillantemente iluminada. Una pila de regueros plateados se alza 20 metros por encima del sumidero. Las huellas de Sidney avanzan hasta la cima de la pila de regueros, luego desaparecen. La únicas otras cosas que Luke puede ver son una docena de paneles de iluminación montados en el techo, en lo alto.
La mano de Gideon desaparece de debajo de su pie. Luke comienza a caer y maldice furiosamente, agitando salvajemente sus brazos para agarrarse a algo. Pero el sumidero lleno de arena no ofrece ningún agarre, y Luke se desliza de nuevo hasta la base del silo.
En la débil gravedad del asteroide, realmente no cae... se desliza hacia abajo. La suavidad de su descenso le sirve de poco consuelo, especialmente cuando advierte el motivo de su caída. Gideon yace de forma poco elegante en el suelo de la base del silo, al pie de dos soldados de asalto con armadura de asalto pesada. Uno de ellos mantiene un rifle bláster apuntando al minero, y el otro sigue el descenso de Luke como si fuera una diana móvil.
Luke rechaza rápidamente el pensamiento de alcanzar sus armas. Además de la desventaja de estar cayendo, su pistola serviría de poco contra los cañones bláster integrados en la armadura de asalto a gravedad cero de un soldado. Aunque podría tener más probabilidades de éxito con su sable de luz, se trataba de un arma de lucha cuerpo a cuerpo, y las armas de lucha cuerpo a cuerpo son más efectivas cuando el usuario tiene sus pies firmemente plantados en tierra. Luke golpea finalmente el reguero de arena con casi la misma falta de dignidad que habría mostrado en un entorno de gravedad completa.
–Lo siento –murmura Gideon a Luke. Yacen en el suelo, juntos, mirando a los soldados de asalto. El sumidero que conduce al edificio del molino queda justo detrás de los soldados imperiales.
–¿Sois la escoria que ha destruido nuestra lanzadera? –pregunta el primer soldado de asalto.
Mira por encima de su hombro. El ala-X está a plena vista. Luke pone su expresión más inocente y devuelve su atención a los soldados de asalto. Tras ellos, un cable comienza a descender por el sumidero.
–¿Has estado otra vez disparando a lanzaderas de asalto? –pregunta Luke a Gideon.
Gideon se acaricia la barbilla y considera seriamente la pregunta.
–No que yo recuerde.
–Lo siento, amigos –dice Luke en voz alta–. Vosotros dos tenéis a los tipos equivocados, soldados.
El cable deja de descender.
–Muy divertido –responde el soldado–. En pie. El general Parnell quiere tener unas palabras con vosotros. Luego pagaréis por dejarnos aquí varados. Cuando volvamos me habré ganado un permiso.
El cable asciende sin hacer el menor ruido.
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