Escuadrón Bastardo: Jakku
David J. Williams y Mark S. Williams
-Todas las naves disponibles, concentrad el fuego
en los motores del Devastador.
Repito, concentraos en los motores...
Las palabras del almirante Ackbar aún resonaban en
los oídos de Gina Moonsong mientras pulsaba su comunicador.
-Muy bien, Escuadrón Bastardo, ya le habéis oído.
Moonsong estiró la formación de su escuadrón mientras
los alas-B se lanzaban a toda velocidad al ataque del Super Destructor Estelar Devastador, flanqueados a ambos lados
por su escolta de alas-X. Se descubrió prestando una atención especial al ala-X
pilotado por Braylen Stramm. Dado lo mucho que Kuat había fatigado a sus
pilotos, él había permanecido con su escuadrón; necesitaban a todas las
personas disponibles. Oficialmente, su relación era estrictamente profesional.
Sin embargo, en realidad era más complicada que nunca.
La voz de Fanty la sacó de su ensoñación:
-Faltan quince segundos.
-Nada de cazas TIE, sólo naves capitales –resonó
por la frecuencia del escuadrón la voz de contralto de la teniente Sandara Li;
ella y su pareja de ala Johan Volk efectuaron un rizo para cubrir la
aproximación de Moonsong. Gina sonrió sombríamente cuando la popa del Devastador llenó la ventana de su
cabina. Para su sorpresa, apenas les estaban devolviendo el fuego: la inmensa
nave estaba siendo azotada desde demasiadas direcciones como para preocuparse
por un pequeño escuadrón. Y parecía haber algún tipo de problema con su sistema
de impulso... la nave estaba modificando su curso en un ángulo impredecible.
Pero ese no era el problema de Moonsong.
Su problema era encontrar un modo de agravar el de
los imperiales.
-A la espera de disparar los cañones iónicos.
Transmitiendo objetivos en tres... dos... uno. ¡Fuego a discreción! ¡Repito, fuego
a discreción!
Los alas-B del Escuadrón Bastardo desencadenaron
una cegadora andanada de disparos, obteniendo múltiples impactos en los
sistemas de impulso. Moonsong se retiró, permitiendo que sus pilotos efectuaran
sus disparos y se apartaran. No fue hasta que Stramm y su pareja de ala Fanty
despejaron la zona cuando Moonsong comenzó su propia aproximación de ataque.
Había un placer innegable en realizar el golpe de gracia, y como comandante del
escuadrón Gina se deleitaba con ello. Moonsong redujo su velocidad, apuntó a
los motores y soltó todo lo que tenía su ala-B. Fue recompensada por capullos
de fuego anaranjado y escombros de metal fundido mientras el Super Destructor
Estelar se escoraba e inclinaba. Las lecturas de Gina se estaban volviendo locas;
había una gran interferencia por PEM, y lo poco que podía descifrar no tenía
sentido: ¿alguien había disparado un rayo
tractor sobre la enorme nave? ¿Qué estaba pasando? Viró para alejarse, pero
no había hacia dónde virar; de repente, el Devastador
estaba perdiendo tracción y caía hacia el planeta Jakku bajo él. Dejando a Gina
justo entre los dos.
Escuchó la voz de Ackbar resonando en una
transmisión general por todos los canales:
-¡Soldados y
pilotos de la Nueva República! ¡El acorazado Devastador ha sido derribado... se desploma hacia Jakku! ¡Cuidado con los
escombros y poneos a cubierto!
...y entonces la voz del almirante fue cortada por
una súbita explosión que parecía estar justo junto a la cabeza de Moonsong. No
estaba segura de si había recibido un impacto directo de un láser, o si un
fragmento de escombros había golpeado su ala-B... pero fuera lo que fuese que
le había golpeado, la había dejado sin escudos, y había inutilizado su impulsor
de maniobra. Estaba vagando a la deriva en medio del campo de escombros del
Super Destructor Estelar a punto de estrellarse. Consiguió activar la potencia
auxiliar, pero las lecturas le decían que ya había pasado el punto de poder
remontar. Ya estaba atrapada por la gravedad de Jakku; todo lo que podía hacer
era tratar de redirigir su ala-B para colocar la nave detrás del moribundo Devastador en un intento desesperado de
usar la nave gigante como un escudo térmico para la reentrada. Todos sus
sensores estaban ahora en rojo; las alarmas aullaban justo junto a su cabeza, y
olía a humo acre. Pero entre esas alarmas escuchó una voz:
-¡Gina! Gina, ¿puedes oírme?
Podía, pero cuando la comunicación se cortó, quedó
claro que Stramm no podía oírle a ella. Quería decirle que lo sentía, que
deberían haberse apartado de esa guerra y haberse marchado a algún mundo donde
nunca nadie hubiera llevado armas... pero ya era demasiado tarde. Las fuerzas
gravitatorias la estaban empujando a la inconsciencia; la perspectiva que se
mostraba ante ella parecía casi apetecible, como una especie de consuelo
definitivo. Pero luchó por mantenerse consciente... y entonces dejó de
enfrentarse a la gravedad; en lugar de ello, se dirigió hacia abajo, más allá
del Devastador. Ya habían dejado bien
atrás el calor de la reentrada; todo de lo que debía preocuparse ahora era
sobrevivir al impacto... por no mencionar estrellarse en un lugar donde no
quedara inmediatamente aplastada por millones de toneladas de metal destrozado.
Hizo algunos cálculos improvisados, usó la poca energía que le quedaba a su
nave para acelerar mucho más allá de sus límites de seguridad, y la nave se
agitó como una hoja en los vientos atmosféricos. Un inmenso techo de metal
acechaba desplomándose sobre ella. El desierto se extendía por debajo. Con sus
últimos alientos de consciencia, activó la secuencia de aterrizaje
automático...
***
Era un sonido constante; como un redoble de tambor,
o alguien golpeando el interior de su cráneo. Al abrir los ojos, Moonsong
descubrió que era un pájaro de aspecto extraño golpeando el cristal de su cabina.
Se desabrochó las correas y activó el explosivo de emergencia que abría la
carlinga. El pájaro levantó el vuelo justo a tiempo y se alejó volando con un
graznido enojado. Moonsong se puso en pie, se liberó de los restos de la nave,
y salió a una extensión de arena. No sabía muchas cosas acerca de Jakku, ni
había tenido previsto averiguarlas. El lugar parecía un erial. Era un lugar
diabólico para una última batalla. Especialmente cuando la mitad del cielo
estaba en llamas. A millas de distancia, el gigantesco pecio del Devastador yacía como un volcán,
escupiendo al aire acero cargado de plasma y humo, mientras que la arena de su
alrededor había quedado ennegrecida por el impacto. Volviendo la mirada a su
ala-B estrellado, Moonsong se dio cuenta de que era un milagro que siguiera con
vida, pero dudaba seriamente de que fuera a seguir siendo así por mucho más
tiempo. Se quitó el casco y los guantes térmicos antes de desconectar los
controles de los sistemas del traje. Se sentía demasiado llamativa con su traje
de vuelo rojo. Pronto descubrió que el kit de supervivencia del ala-B había
quedado destrozado, y si no tenía en cuenta las bengalas de señalización que
llevaba –cosa que no hacía- entonces carecía totalmente de armas.
Por supuesto, las cosas siempre podían empeorar: el
aullido distintivo de los motores de un caza TIE la hicieron ponerse en pie y
salir corriendo. Ascendió la ladera de una duna y se refugió bajo un grupo de
rocas mientras los cazas TIE pasaban a toda velocidad, disparando salvajemente
y convirtiendo rápidamente lo que quedaba de su ala-B en un montón fundido de
chatarra ardiente. Se acabó el honor entre pilotos; parecía que ni la Nueva
República ni el Imperio iban a hacer prisioneros esta vez. Observó cómo ardía
su querida nave y tomó aliento profundamente. Sin comunicaciones, ni agua, ni
suministros de supervivencia, ni baliza de posición. Pero dirigirse en
dirección opuesta a la gigantesca pira funeraria del Super Destructor Estelar
derribado parecía un buen comienzo. Dobló sus guantes de vuelo de la suerte,
los guardó en su traje, y comenzó a caminar. Al menos seguía caminando...
***
Moonsong tenía una sed ardiente. Calculaba que
había caminado a duras penas unos diez kilómetros o así desde el lugar del
accidente, pero seguía sin tener puntos de referencia para saber dónde estaba.
La oscuridad estaba cayendo con rapidez y estaba más que ligeramente preocupada
por tener que dormir a la intemperie. Se asomó al otro lado de la cima de una
dura arenosa especialmente alta y echó un vistazo al valle que se abría
debajo... para encontrarse mirando a los restos destrozados de un campamento de
soldados de asalto imperiales.
Moonsong corrió hacia la escena de la carnicería, y
cuidadosamente esquivó los restos de los soldados muertos. Fuera cual fuese la
causa de esto, había realizado un trabajo rápido y terrible con ese escuadrón.
Pero Moonsong pretendía convertir la mala suerte de los soldados en buena
fortuna para ella, y se puso manos a la obra para rebuscar entre los restos de
su equipo. Encontró una cantimplora con agua... no le importaba que hubiera
pertenecido a un muerto, él ya no la necesitaría. Mientras bebía, desabrochó un
bláster E-11 y un cinturón de accesorios, luego se puso el cinturón de
accesorios y extendió el soporte del arma para mayor estabilidad. Pulsó el
interruptor de selección de disparo con un punto de satisfacción. Tal vez las cosas
estuvieran mejorando.
Y entonces escuchó algo a su espalda.
Moonsong se volvió para encontrarse frente a frente
con un muchacho adolescente con un mono de vuelo desgarrado.
-¡No dispares! –dijo. Y luego, el código de
reconocimiento-: ¡Trueno!
Parecía sumamente aterrorizado. Moonsong bajó
lentamente el arma, pero mantuvo el dedo en el gatillo.
-Relámpago. ¿Quién eres, chico?
Él se cuadró con brusquedad.
-Temmin... Temmin Wexley, Escuadrón Fantasma.
No parecía lo bastante mayor como para afeitarse,
mucho menos para pilotar un ala-X. Moonsong se permitió esbozar una sonrisa.
-Bien, Temmin Wexley: Soy la teniente Gina
Moonsong, del Escuadrón Bastardo. ¿Tu comunicador aún funciona?
-Eh... no.
-¿Tienes un bláster?
-Claro. –Temmin extrajo su DH-17 y comprobó la carga-.
Aunque sólo tengo un paquete de energía de repuesto.
-¿Y provisiones?
-La mayor parte de mi kit quedó destrozado. Pero
tengo esto...
Temmin escarbó en las profundidades de un bolsillo
de su mono de vuelo y extrajo un par de suplementos nutricionales. Cada barra
podía mantener a un humano durante tres días. La pega era el sabor horrible.
Aunque en ese momento Moonsong no estaba como para quejarse.
-Bueno, al menos no moriremos de hambre. Tenemos
que contactar con las fuerzas de tierra si queremos salir de esta roca.
-Sí, señor... Quiero decir... Sí, señora...
-Llámame Gina. Es más fácil.
***
Moonsong realizó la primera guardia mientras el
muchacho dormía. Aunque en realidad era sólo un modo de asegurarse de que él
descansara un poco, porque tan pronto como se despertó Moonsong acabó su
vigilancia y los puso en marcha de nuevo. Supuso que podrían avanzar bastante
antes de que el sol se alzara de nuevo. El chico parecía taciturno y permanecía
en silencio. Moonsong pensó que un poco de charla podría ayudar a pasar el rato
y disminuir el factor pánico. Lástima que la charla intrascendente se le diera
fatal.
-Entonces, hmmm... ¿Qué pasó con el resto de tu
escuadrón, muchacho?
-Aún están ahí arriba luchando. Pero... algunos de
ellos están muertos. Eran mis amigos.
-Yo también he perdido buenos amigos –dijo ella. Le
tomó la mano con amabilidad. Entonces fue cuando captó un destello de su rostro
a la luz de las estrellas-. Pero ellos no son los únicos que tienes en mente...
No era una pregunta, sólo la constatación de un
hecho. Pero de todas formas él dudó...
-No... Quiero decir, sí. O sea, espero que mi madre
se encuentre bien. Ella también es piloto.
Gina hizo una pausa.
-No me digas que eres el hijo de Norra Wexley.
-Ella estuvo en la Batalla de Endor –dijo Temmin
con algo cercano a la admiración.
-Yo también, de hecho.
-Ya, ¿pero usted pilotó un ala-Y por el interior de
la Estrella de la Muerte y salió por el otro lado?
-Debo decir que no.
-Bueno, pues ella sí.
-Eso significa que es una superviviente –dijo Gina
con una confianza que no sentía-. Lo que significa que la volverás a ver. Tengo
amigos que también quiero volver a ver...
La voz de Moonsong tembló al pensar en Stramm.
Decidió en ese preciso instante y lugar que si alguna vez volvía a ver su
rostro se lo diría todo y vería que le deparaban las cartas.
-¿Ha oído eso? –preguntó Temmin.
-¿El qu...?
Pero antes de que cualquiera de ellos pudiera
reaccionar, media docena de figuras surgió de detrás de una roca con armas en
ristre. Uno de ellos exclamó el santo y seña.
-¡Trueno!
Moonsong dejó escapar un suspiro de alivio... eran
amistosos.
-¡Relámpago!
Las armas bajaron y los soldados de la Nueva República
se acercaron a su alrededor. Uno de ellos advirtió el rango de Moonsong y se
cuadró de forma protocolaria.
-Teniente, soy el sargento Agarne, Tercer Grupo de
Reconocimiento.
-Sois todo un regalo para la vista.
-No tenemos mucho tiempo. El mando del grupo está
por allí. Él lo explicará todo.
-Recibido. Indícanos el camino.
El grupo avanzó a paso ligero sobre unas cuantas
dunas hasta llegar a una zona rocosa donde una escuadra de soldados se
encontraba excavando.
-Pilotos derribados desean ver al comandante de
grupo –dijo el sargento.
-Gracias, Sarge –dijo una voz desde el fondo de la
trinchera-. Hazme un favor y vuelve a comprobar de nuevo nuestras líneas de fuego.
Agarne asintió bruscamente con la cabeza y se
dirigió a supervisar a los demás soldados. El comandante de grupo trepó fuera
de la trinchera y observó a los dos recién llegados. Sus ojos azules brillaban
desde el rostro marcado por cicatrices.
-Soy el comandante Ranz –dijo.
Moonsong se cuadró.
-Teniente Gina Moonsong, comandante del Escuadrón
Bastardo. Este es el piloto Temmin Wexley. Si no le importa que usemos uno de
sus comunicadores, dejaremos de ser una molestia para ustedes y les dejaremos
hacer su trabajo, comandante.
Pero Ranz negó con la cabeza.
-Lo siento, teniente, pero tenemos órdenes de
mantener silencio de radio hasta que hagamos contacto con nuestro objetivo... e
incluso si pudiera dejaros un comunicador hay tanta interferencia PEM que
necesitaríais todo un enlace de satélite de control para atravesar todo el
ruido.
Moonsong se encogió de hombros, ocultando su
decepción. Así es la guerra, nada sale según lo planeado.
-¿Cuál es su objetivo?
Ranz señaló los matorrales ante ellos.
-Dentro de unos 30 minutos, un convoy de
suministros imperial va a atravesar por ese paso. Si son capaces de llevar
refuerzos a la Estación Golga, podrán montar un contraataque que podría
prolongar esta batalla al margen de lo que ocurra allá arriba.
-Un convoy de suministros. –Wexley echó un vistazo
a las tropas rebeldes. Algunos de ellos estaban heridos. Todos ellos parecían
cansados-. Eso da la impresión de estar bien protegido.
-Lo estará. Espero que al menos una compañía
reforzada de soldados de asalto viaje con él.
-¿Dónde están el resto de sus hombres?
-Los estáis viendo. Ayer teníamos una compañía
entera.
-No creerá realmente que van a ser capaces de
derrotar a un convoy de suministros imperial fuertemente armado con una docena
de hombres, ¿verdad? Eso es un suicidio.
Ranz soltó una risa triste.
-¿No decían eso mismo acerca de derribar la
Estrella de la Muerte? Mirad, tenemos nuestras órdenes. Sois libres de tomar
algunos suministros si queréis seguir vuestro camino, pero estamos cerca de
cien kilómetros detrás de las líneas enemigas sin otra cosa que miles de
furiosos soldados de asalto entre nosotros y la Base Alfa. Lo dejo a su
elección, teniente.
Realmente no había demasiada elección.
-Cuente con nosotros –dijo ella. Miró a Wexley-.
Espero que sepas cómo usar ese bláster, muchacho.
Entonces se volvió hacia Ranz.
-Me gustaría sugerir un plan –dijo.
***
Los seis transportes de tropas imperiales avanzaban
sobre la arena a 20 kilómetros por hora. Estaban abiertos, con un único soldado
asomando por la escotilla superior al mando del arma principal del vehículo.
Ranz esperó hasta el ultimísimo segundo y dio la señal.
-¡Ahora!
Los exploradores detonaron un conjunto improvisado
de paquetes de energía enterrado en la arena mientras el segundo transporte
pasaba sobre él. El TTI se elevó en el aire sobre una columna de arena y fuego,
y luego volcó y se partió en dos, escupiendo suministros y soldados en todas
direcciones. El TTI tras él viró a la desesperada, deslizándose hasta detenerse
al chocar contra los escombros. El transporte en cabeza se detuvo e hizo girar
su torreta dorsal, escupiendo fuego de cobertura en todas direcciones mientras
los soldados de asalto salían de su interior, dispuestos a enfrentarse a sus
enemigos. Los transportes restantes adoptaron una formación triangular y se
detuvieron. A una señal, el comandante Ranz y sus soldados de la Nueva
República saltaron de sus madrigueras y abrieron fuego sobre los TTI’s de
retaguardia. Media docena de cohetes convirtieron los transportes de
retaguardia en ataúdes llameantes para los soldados de asalto que aún no habían
desembarcado... pero los imperiales restantes no tardaron en formar una línea
de escaramuza y devolver el fuego. Incluso lograron desplegar un equipo de armas
pesadas que se afanó en ensamblar un cañón bláster montado sobre un trípode.
Los soldados supervivientes de la parte delantera de la columna corrieron a
reforzar la retaguardia y enfrentarse a sus atacantes... tal y como Ranz había
previsto.
-¡Ahora! –exclamó.
Moonsong, Wexley, el sargento Agarne y tres de los
soldados de la escuadra surgieron de sus escondites en la parte delantera de la
columna y lanzaron las pocas granadas antipersonales que les quedaban antes de
avanzar disparando hacia los escasos soldados en el exterior del TTI de cabeza.
Moonsong sintió el aire caliente de los disparos que casi le alcanzaban e hizo
lo posible por olvidad lo desnuda y expuesta que se encontraba ante los
disparos de los enemigos mientras llegaba la primera al TTI y sacaba a un
soldado de asalto muerto de la cabina humeante. Sonrió al ver el equipo de
comunicaciones intacto en el salpicadero del vehículo. Pero esa sonrisa
desapareció rápidamente al darse cuenta de que la antena de comunicaciones de
largo alcance estaba dañada.
-¡Temmin! ¡Vamos a tener que alinear la antena
manualmente!
-¡Estoy en ello!
Wexley trepó a la parte superior del vehículo y
extrajo su multiherramienta para desatornillar rápidamente el soporte que
mantenía el disco en su lugar. Una explosión detonó cerca y Wexley cayó del TTI
como si hubiera sido alcanzado por la metralla; de todas formas, Moonsong de
algún modo logro concentrarse, tecleando el canal codificado al Centro de Cazas
que trasladaba su voz directamente a la nave de mando del almirante Ackbar, el Hogar Uno. El Tercer Grupo de
Reconocimiento no tenía tal acceso, pero Moonsong sí... y había logrado
persuadir a Ranz de que incluso si sus órdenes estipulaban que no podían romper
el silencio de radio hasta que se hubiera contactado con el enemigo, bueno... eso
quería decir que una vez que hubiera tenido lugar el contacto, cualquier señal
estaba permitida. Tal vez se tratara de un tecnicismo, pero era uno que podría
salvarles la vida a todos ellos. El sargento Agarne meneó la cabeza mientras
los disparos de bláster ametrallaban su posición.
-¡Dese prisa, teniente! ¡Están sobre nosotros y no
podremos retenerles mucho más tiempo!
Moonsong salió de la cabina disparando salvajemente
mientras se abría camino hacia el herido Wexley.
-¡Muy bien, soldado, arriba y a por ellos! –exclamó
a Wexley-. ¡No te he dado permiso para descansar!
Quedó aliviada al ver que no había sido alcanzado;
la explosión simplemente le había aturdido. Él gimió cuando Moonsong le puso en
pie y le ayudó a llegar cojeando hasta la duna más cercana en busca de
cobertura. Los soldados de asalto habían logrado terminar de montar su
cañón-trípode, y empezaron a rociar fuego contra las posiciones de la Nueva
República tras ellos mientras el grueso de los imperiales comenzaba a realizar
una maniobra de flanqueo. Entonces fue cuando Moonsong escuchó una inmensa
explosión, seguida de una enorme columna de humo que se alzaba desde donde
antes se encontraba la posición del comandante. Unos pocos soldados de la Nueva
República que quedaban, que habían ayudado en el asalto al TTI de cabeza, retrocedieron
y corrieron alrededor de la posición de Moonsong. El sargento Agarne se tumbó a
su lado y encajó un paquete de energía nuevo en su rifle bláster.
-Muy bien, muchachos: poned vuestros blásters en
disparo único y afinad la puntería. El único modo de salir de esta es que
conservemos munición.
-¿Realmente cree que vamos a salir de esta? –murmuró
alguien.
Entonces fue cuando el inconfundible sonido de los
motores de los cazas sobre sus cabezas atrajo la atención de Moonsong.
Surgiendo del sol aparecieron las familiares siluetas de los cazas TIE que se
acercaban hacia ellos a toda velocidad. En su primera pasada, su letal fuego
láser peinó la zona, matando a la mayoría de los soldados del regimiento de Ranz
que quedaban, así como a unos pocos soldados de asalto que estaban demasiado
cerca de lo que quedaba de su posición.
-¡Se acabó! –gritó uno de los rebeldes-. Ya nos
tienen... ¡tenemos que rendirnos!
-Tengo serias dudas de que estos tipos hagan
prisioneros –dijo Moonsong. Se puso en pie y se llevó el rifle al hombro; si
debía ser así, supuso que moriría luchando-. Muy bien, ¿queréis probar esto?
Venid a...
Pero antes de poder terminar la frase, el caza TIE
explotó súbitamente, seguido del siguiente en la formación, y luego el
siguiente... hasta que finalmente los únicos cazas que se veían en el cielo
eran alas-B que descendían y atacaban los TTI’s. Los disparos láser de los
cazas levantaban grandes columnas de humo y arena; los soldados de asalto
rompieron la formación y se dispersaron en todas direcciones. La segunda pasada
de los alas-B acabó con la mayoría de ellos. El resto salió corriendo al desierto.
Moonsong saludó al cielo mientras el Escuadrón Bastardo pasaba a toda
velocidad, agitando sus alas y realizando piruetas para saludar a los
supervivientes en tierra. No se sorprendió de ver las marcas de Stramm
decorando el caza que iba en cabeza. Se acercó hacia donde Wexley estaba
arrodillado.
-¿Qué está pasando? –dijo, levantando la mirada
hacia ella.
-Nos vamos a casa –dijo ella-. Tu madre estará
orgullosa.
Se arrodilló a su lado, apoyando la mano en su
hombro mientras los cazas que componían el Escuadrón Bastardo aterrizaban a su
alrededor. Stramm descendió y se acercó a ellos.
-Veo que tienes un nuevo amigo –dijo.
-Este es Temmin –dijo Moonsong-. Temmin, este es
Braylen.
-Encantado de conocerte –dijo Stramm. Tomó la mano
de Gina-. Me has dado un buen susto –dijo-. No vuelvas a hacerlo, ¿vale?
-Eh, pensaba que no ibas a volver a darme más
órdenes.
Se miraron el uno al otro por un instante, y
entonces ambos estallaron en risas.
-No se me ocurriría ni en sueños –dijo. Justo antes
de que la situación se volviera embarazosa, ella lo atrajo hacia sí y lo besó.
Se sentía algo más que ligeramente aturdida; parecía imposible que las arenas
de Jakku no hubieran acabado con ella. En cuanto a lo que vinera después...
bueno, tendría que descubrirlo por su cuenta.