lunes, 15 de junio de 2009

El honor de los Jedi (11)

11
Luke se gira con reparos hacia la salida.
-Lo siento -dice-. Tengo asuntos más importantes que atender.
-¿Qué asunto es más importante que la libertad? -pregunta en bípedo de pelaje amarillo, agarrando el hombro de Luke con una mano con uñas como garras. Aunque Luke quiere explicar que es un piloto de la Alianza, se lo piensa mejor. Admitir tal cosa ya había causado la muerte de más de un rebelde, y no ve ninguna necesidad de revelar su verdadera identidad a esos mineros.
Gideon retira suavemente la garra amarilla del hombro de Luke.
-Sidney, si tanto quieres rescatar a Erling Tredway, hazlo tú. Lo primero que debes aprender de la libertad es que tienes que luchar por ella tú mismo.
Sidney estudia a Gideon con una expresión mezcla de desconcierto y rabia. Tras una pausa, habla de nuevo.
-El pada no lucha; está mal.
Gideon agita la cabeza con impaciencia.
-¿Cuál es la diferencia entre que él luche o que tú luches? Luchar es luchar.
Las inmensas orejas redondas de Sidney se plegaron hacia delante, traicionando su decepción.
-Sí, luchar es luchar. Por supuesto. -Se dirigió a Luke-. Perdóname, por favor; no tenía derecho a pedirte eso.
Luke sonríe y asiente con la cabeza.
-Ya está olvidado. Buena suerte, hagáis lo que hagáis.
-Igualmente, hijo -responde Gideon.
Luke avanza por un ondulante flexipasillo hasta la esclusa. Tras ponerse su traje de vacío, se detiene en el portal de la esclusa para estudiar el asteroide sobre el que se asienta el hostal.
El hostal en sí es una colección de burbujas de plastiespuma conectadas por largos y ondulantes flexipasillos. Robustos cables metálicos anclan cada burbuja y flexipasillo a protuberancias de suelo rocoso que sobresalen de la superficie polvorienta y cubierta de cráteres. Los cables son necesarios porque la atracción gravitacional del pequeño asteroide es tan débil que un niño puede lanzar una roca al espacio. Salta-asteroides y maquinaria minera quedaban en un disperso radio alrededor del hostal, anclados a los edificios del hostal, a rocas cercanas o entre sí.
Conocido formalmente como Henryson 400.324, el planetoide tiene poco más de un kilómetro de largo, y la mitad de ancho y de espesor. El numero de designación que sigue al nombre indica que Henryson es el planetoide número 400.324 del Cinturón Sil'Lume en ser catalogado como propiedad de un ser racional. El nombre se refiere a su dueño original. Cuando Luke estaba investigando los registros del sector, Erredós informó que los números de catálogo ascienden hasta 895.256, pero nadie sabe cuántos asteroides nunca han sido reclamados.
Henryson rota tan rápido que Luke se marea cuando aparta la mirada del suelo. Las estrellas parecen volar sobre el horizonte como meteoros. Para empeorar las cosas, el sol nunca se pone en Henryson. Su disco del tamaño de una uva oscila en el cielo como si colgase de un péndulo. Como punto de referencia más importante en el cielo, sirve como constante recordatorio de que Luke no está más que en un gigantesco tío-vivo.
Cuando está seguro de que ningún observador indeseado acecha en el exterior, Luke abre la esclusa y avanza con dificultad a cruzando la capa de polvo que le llega hasta la rodilla hacia su ala-X oculto. Erredós abre la carlinga del caza y transmite un mensaje urgente al comunicador de Luke mientras este se comienza a descender por la pared del cráter. Aunque la mayoría de las personas no pueden entender el lenguaje de pitidos y silbidos de la unidad R2, Luke no necesita traducción para saber que algo ha alarmado al pequeño droide.
Rápidamente trepa a la cabina y activa un traductor. Erredós visualiza un mensaje en la videopantalla.
Luke sonríe.
-Lo sé, Erredós. Vi al general y a soldados de asalto.
Erredós silba una pregunta.
-Arrestaron a un líder de la resistencia local y lo llevaron a la prisión del sector
Erredós permanece en silencio por un instante, y luego lanza una breve serie de pitidos.
-¿Rescatarle? -exclama Luke-. Eso es un planeta prisión; ¡todo un planeta! ¿Qué crees que soy, un mago?
El pequeño droide no responde.
-Además, tenemos que tener en cuenta nuestra misión -añade a la defensiva Luke-. No creo que al general Dodonna le gustase que decidiéramos rescatar a un extraño en lugar de buscar una nueva base.
Luke activa los motores repulsores del ala-X. Un instante después el caza asciende al espacio.

El honor de los Jedi (33)

33
Luke termina su ligero almuerzo y abandona la cafetería. No se detiene a pagar la cuenta, porque los escarabajos propietarios solicitaban el pago por anticipado. Usan la excusa de que los piratas del cinturón a menudo se van sin pagar, pero Luke reconoce la simple avaricia cuando la ve. Al final del un flexipasillo hecho polvo, entra a la exclusa y se pone su traje de vacío. Su ala-X está oculto en un profundo cráter a 600 metros de distancia.
Antes de salir de la esclusa, el piloto rebelde se toma un instante para estudiar el asteroide sobre el que se asienta el hostal. El hostal en sí es una colección de burbujas de plastiespuma conectadas por largos y ondulantes flexipasillos. Cada burbuja, y también cada flexipasillo, está anclada a las protuberancias de suelo rocoso que sobresalen de la superficie polvorienta y cubierta de cráteres. Esto es debido a que la atracción gravitacional del pequeño asteroide es tan débil que un niño puede lanzar una roca al espacio. Salta-asteroides y maquinaria minera quedaban en un disperso radio alrededor del hostal, anclados a los edificios del hostal, a rocas cercanas o entre sí.
Conocido formalmente como Henryson 400.324, el planetoide tiene poco más de un kilómetro de largo, y la mitad de ancho y de espesor. El numero de designación que sigue al nombre indica que Henryson es el planetoide número 400.324 del Cinturón Sil'Lume en ser catalogado como propiedad de un ser racional. El nombre se refiere a su dueño original. Cuando Luke estaba investigando los registros del sector, Erredós informó que los números de catálogo ascienden hasta 895.256, pero nadie sabe cuántos asteroides nunca han sido reclamados.
Henryson rota tan rápido que Luke se marea cuando aparta la mirada del suelo. Las estrellas parecen volar sobre el horizonte como meteoros. Para empeorar las cosas, el sol nunca se pone en Henryson. Su disco del tamaño de una uva oscila en el cielo como si colgase de un péndulo. Como punto de referencia más importante en el cielo, sirve como constante recordatorio de que Luke no está más que en un gigantesco tío-vivo.
Cuando está seguro de que ningún observador indeseado acecha en el exterior, Luke abre la esclusa y avanza con dificultad a cruzando la capa de polvo que le llega hasta la rodilla hacia su ala-X oculto. Erredós abre la carlinga del caza y transmite un mensaje urgente al comunicador de Luke mientras este se desliza por el cráter. Aunque no puede entender fácilmente el lenguaje de pitidos y silbidos de la unidad R2, Luke no necesita traducción para darse cuenta de que algo ha alarmado al pequeño droide.
Rápidamente trepa a la cabina y activa un traductor. Erredós visualiza su mensaje en una videopantalla.
Luke sonríe.
-Lo sé, Erredós. Un general imperial y seis soldados de asalto arrestaron a alguien mientras estaba comiendo.
Erredós silba una pregunta.
-No, no sé por qué. Y no me pareció buena idea preguntar.
Erredós permanece en silencio por un instante, y luego lanza una breve serie de pitidos.
-¿Ayudarle? -pregunta Luke-. Había seis soldados de asalto; ¿qué crees que soy, un mago?
El droide no responde.
-Además, tenemos que tener en cuenta nuestra misión -continúa impaciente Luke-. Vayamos a encontrar una nueva base.
Activa los motores repulsores del ala-X y ascienden al espacio.

sábado, 13 de junio de 2009

Viaje incidental (II)



Parte Dos
Michael A. Stackpole

El presentimiento de Corran Horn de que algo iba mal recibió un importante impulso cuando vio por primera vez el Hopskip. El aspecto del carguero hacía pensar en que alguien hubiera tomado un YT-1300 corelliano de serie, hubiera partido el disco en línea recta de proa a popa, hubiera doblado las dos mitades sobre sí mismas y luego lo hubiese unido parcheándolo con cualquier metal de chatarra que tuviera convenientemente a mano. Corran había visto naves con peor aspecto, pero ninguna que se supusiera que funcionase.
Esperó a que Riij cerrase el portón de la bahía del hangar antes de hacer un comentario.
–Supongo que el contrabando ya no es tan lucrativo como solía ser.
Los ojos de Maranne destellaron enojados.
–Somos comerciantes, no contrabandistas.
Corran alzó las manos.
–Llámalo como quieras. Con las reglas y leyes imperiales ahí fuera, lo que empieza como un viaje comercial, puede terminar como un envío de contrabando.
Los ojos azul oscuro de Maranne mostraron sorpresa, luego se volvió y se rascó la nuca.
–Yo tomaré el deslizador terrestre.
Su sorpresa ante el comentario de Corran hizo que su frase surgiera un poco demasiado rápida, y Corran pensó que quizá había notado un rastro de miedo en las palabras de Maranne.
Definitivamente ahí había más de lo que se veía a simple vista. En cuanto vio la nave, Corran abandonó cualquier sospecha de que esa gente fueran curtidos contrabandistas que llegasen para entregar suministros a Borbor Crisk. Las cosas que Crisk necesitaba para llevar a cabo su pequeña guerra con Seca Thyne y el Sol Negro por la supremacía de los bajos fondos de Corellia no eran la clase de cosas que se confiarían a la tripulación del Hopskip. En realidad, para que Crisk venciera a Thyne haría falta un destructor estelar, cosa que esa nave no era, y una legión de tropas de asalto, que no estaba oculta en ella.
Corran vio desaparecer a Maranne por una escotilla del carguero, de modo que desvió su atención a Riij.
–Viajar con ella no puede ser demasiado duro. Tiene unos ojos bastante tranquilos. ¿Hace mucho que la conoces?
El hombre delgado negó con la cabeza, y luego pasó su mano por su pelo blanco, corto y puntiagudo.
–Sólo viajamos con ellos. Si hago algún trabajo, me gano algún dinero para cuando lleguemos a nuestro destino. –Riij sonrió cauteloso–. ¿Llevas mucho tiempo trabajando con tu socio?
–Más o menos. –Corran se encogió de hombros. La rápida pregunta de Riij a Corran acerca de su pasado chocaba con la tendencia de la mayoría de la gente a hablar acerca de sí mismos. Es una técnica que aprendes a explotar cuando intentas pescar información de los sospechosos. O bien Riij había sido entrenado, o era muy reservado, o ambas cosas–. Lo conozco desde hace mucho, pero comenzamos a trabajar juntos recientemente. Unidos en los momentos difíciles, ya sabe. Como usted y el tunroth.
–¿Sabías que era un tunroth?
–Hal y yo podemos ser lugareños, pero eso no significa que no nos hayamos movido de aquí. –Corran retrocedió un paso cuando Maranne bajó la rampa de carga trasera del Hopskip–. ¿Tiene una deuda de vida contigo o algo así?
–La deuda de vida es cosa de los wookiees –dijo Riij frunciendo el ceño, y luego comenzó a subir la rampa hacia la bodega del carguero–. Rathe y yo sólo estamos viajando en la misma nave. No hay ninguna conexión más allá de eso.
–De acuerdo. –Corran mantuvo una tranquilizadora sonrisa en su rostro mientras ordenaba la información que Riij acababa de ofrecerle.
Corran sabía que las deudas de vida eran un aspecto del honor de los wookiees, pero sólo lo sabía por las órdenes de arresto y avisos imperiales acerca de Han Solo y el wookiee que trabajaba con él. La mayor parte de la gente de a pie ni siquiera sabía que existían los wookiees o, en el mejor de los casos, sabía que los impes los usaban como esclavos. Los tipos que sabían más acerca de los wookiees usualmente eran simpatizantes rebeldes.
Subió la rampa tras Riij y comenzó a buscar a su alrededor pistas acerca de qué estaba haciendo la tripulación del Hopskip en Ciudad Coronet. Como miembro de la Fuerza de Seguridad Corelliana, Corran tenía acceso a la mayor parte de la información acerca de la rebelión y sus conexiones con Corellia. Al menos lo tengo cuando ese inútil del oficial de enlace de Inteligencia Imperial no está de por medio. Aunque era cierto que dos de los héroes de la Alianza eran de Corellia, el Emperador había endurecido su presa sobre Corellia, y la ubicación de fuerzas en el planeta había mantenido baja la presencia rebelde. Corran sabía que había células rebeldes residentes, y gustosamente habría arrestado a cualquiera de ellas, pero no las veía tan osadas o tan desesperadas como para tratar de unirse con Crisk.
Corran se deslizó al otro lado del abollado morro del Viejo deslizador terrestre; como la nave, parecía como si hubiera sido montado con diferentes piezas. Sólo tenía dos asientos, como un deslizador de placer, pero tenía una plataforma plana insertada en la parte posterior. Excepto cuando los golpes dejaban ver el metal plateado tras ella, una capa uniforme de pintura de imprimación de color marrón sucio cubría el vehículo. No es rápido, ni fuerte, pero es mejor que cargarme estas cosas a la espalda. 
La pila de cajas que Maranne y Riij estaban liberando de los lazos de las redes de carga atrajo inmediatamente su atención.
Eran uniformes en tamaño y sin ninguna descripción, pero eso le pareció extraño a Corran. El exterior de todas ellas estaba formado por duraplástico verde que era un par de tonos más oscuro que sus ojos, pero ninguna de las cajas rectangulares tenía las grietas y arañazos comunes en las cajas de duraplástico.
Ninguna tenía etiquetas holográficas, marcas de raspazos ni otros signos de uso, aunque todas habían sido atadas con cables de duraplástico y unidas con un sello holográfico.
Al levantar la primera de la parte superior de la pila sintió que nada se movía dentro de las cajas, ni tampoco le fue necesario buscar el punto de equilibrio de la caja. Agitó la cabeza.
–¿Dónde habéis conseguido cajas trucadas, muchachos?
Tanto Maranne como Riij se detuvieron mientras Corran dejaba su caja en la plataforma del deslizador terrestre. La mujer frunció el ceño.
–¿Qué es una caja trucada?
–Si no sabes lo que es una caja trucada, quizá no seáis contrabandistas.
Corran dio unos golpecitos con el dedo en la parte superior de su caja.
–Parece normal, pero tiene incluida en su interior una matriz de bobina repulsoelevadora de baja potencia y una fuente de energía. Neutraliza el peso de lo que haya dentro. Estas cajas podrían estar llenas de detonadores termales o de aire, y nunca lo sabríamos. Los contrabandistas las inventaron para engañar a los oficiales de aduanas, pero hoy en día la mayoría de los droides de aduanas sabe qué debe buscar en los escaneos.
Maranne dejó su caja junto a la de él.
–Interesante historia. Parece que has hecho más contrabando que nosotros.
–Tal vez, o tal vez simplemente sepa más sobre contrabando que vosotros. –Corran le ofreció una sonrisa maliciosa–. Por ejemplo, sé que ningún contrabandista llevaría un cargamento compuesto de objetos desconocidos. ¿Qué hay en esas cosas?
La mujer agitó la cabeza, y su coleta rubia oscura pasó de un hombro al otro.
–No lo sé. No quiero saberlo.
–Encuentro eso difícil de creer –le dijo Corran frunciendo el ceño–. No sé a qué estáis jugando aquí, pero esas cajas trucadas no engañarán a los droides de SegCor. Si este material que transportáis es para los rebeldes, lo encontrarán y estaréis en serios problemas.
Riij deslizó su caja en la plataforma plana.
-Si fuéramos rebeldes y supiéramos el contenido de estas cajas, y su importancia para los rebeldes, estaríamos bastante más preocupados por el Imperio que por sus marionetas aquí en Corellia.
-¿Crees que la gente de SegCor son marionetas imperiales? –Corran rechazó esa sugerencia con un gesto de la mano-. SegCor se preocupa por la integridad del sistema corelliano, nada más. Si toleran aquí a los rebeldes, la presencia imperial aumenta. ¿Quién quiere eso?
Los ojos marrones de Riij brillaron peligrosamente.
-Lo que me estás diciendo es que la gente de SegCor está dispuesta a reprimir a los enemigos de un malvado régimen para no tener la bota de Vader sobre sus propios cuellos. Si yo fuera un rebelde, encontraría muy difícil encontrar la diferencia entre los agentes de SegCor y los impes.
Corran se obligó a alejarse y recoger otra caja para no replicar inmediatamente a Riij. Los razonamientos del contrabandista se habían escuchado a menudo –y en voz alta- en Corellia. Corran, cuyo padre y abuelo le habían precedido en SegCor, había creído durante mucho tiempo que lo mejor que podía hacer SegCor era mantener a los impes fuera de los problemas de seguridad de su sistema solar. Si Corellia cuidaba de sí misma y se mantenía como una parte neutral en esa guerra civil, los ciudadanos de Corellia saldrían beneficiados.
Pero aunque esa posición tenía mucho sentido, y era defendible, también era una posición colocada en lo alto de una pendiente muy resbaladiza. Los directores de SegCor ya habían obligado a las divisiones locales a aceptar agentes de enlace de inteligencia imperial para monitorizar y coordinar acciones con las guarniciones imperiales.
Kirtan Loor, el agente de enlace al que había sido asignada su división, había demostrado ser completamente arrogante y apenas competente. Él y Corran no se llevaban nada bien.
Corran cargó con otra caja.
-Creo, desde el punto de vista de SegCor, que tienen dificultades para distinguir a los rebeldes de los criminales honrados como yo. Yo no tengo esa dificultad, pero es porque tengo una mejor perspectiva. Los Rebes no son criminales honrados en absoluto.
Maranne sonrió.
-¿Criminales “honrados”?
-Sí, honrados. Yo sé que lo que hago viola la ley, pero lo hago porque es lo hago. Me arriesgo, gano algún dinero, o me mandan a Kessel. Todo está muy claro. –Corran dejó su caja sobre la primera que había colocado-. Los rebeldes hacen todo lo que yo haría, pero dicen que están justificados para hacerlo porque la ley se equivoca y el Imperio se equivoca. En realidad sólo se inventan excusas para sus acciones para poder sentirse nobles cuando en realidad no son mejores que yo.
-Qué perspectiva tan interesante.
Corran se giro al escuchar el ligero eco en el sonido de esa voz.
Jodo Kast se encontraba en la entrada de la compuerta de carga, bloqueando la mayor parte de la vista de la bahía de atraque. Corran se agachó e inclinó la cabeza para tratar de ver al otro lado del cazarrecompensas, pero sin éxito.
-¿Dónde está Hal?
-Yo diría que, ahora mismo, está muy cerca de la fortaleza de Zekka Thyne.
-¡Qué! –El grito de sorpresa de Riij llenó la bodega de carga-. Estaba allí para protegerles. ¿Qué ha ocurrido?
Kast avanzó al interior de la bodega de carga, luego se apoyó con aire casual contra el mamparo interno de la bodega.
-Los hombres de Thyne estaban esperando a Trell y los otros dos. Había siete de ellos... incluyendo los Mercenarios Brommstaad. Esperé hasta que se alejaron hacia el este, luego volví aquí.
Corran dio un puñetazo sobre la parte superior de una caja trucada.
-Al este es donde Thyne tiene su pequeño palacio.
Kast asintió.
-De ahí mi suposición acerca de su destino.
-¿Y no hizo nada para detenerlos? –Corran apuntó con el índice en dirección a Kast-. En esa armadura mandaloriana hay un bravo cazarrecompensas que puede arrebatar de un disparo el bláster de la mano de un hombre, ¿y no los detuvo?
-Ellos eran siete y yo sólo uno. Ya hice los cálculos de ese enfrentamiento por ti; podría haberlos detenido, pero habrían matado a vuestros hombres.
Riij negó con la cabeza.
-Rathe se habría encargado de una parte de ellos.
Maranne asintió.
-Trell también habría sido capaz de acabar al menos con uno.
-Y Hal podría haber abatido a un par...
-Un par de ellos no sobrevivirían.
-...O más, si se le daba la oportunidad. –Corran pasó la mirada de Riij y Maranne al cazarrecompensas.
-¿Acaso los tres sois tan ingenuos que no sabéis lo que va a pasar con vuestra gente. Thyne les va a interrogar acerca de su conexión con Crisk y, si saben tan poco como vosotros, va a tener que trabajar realmente duro para obtener respuestas en las que pueda creer. No tengo demasiadas esperanzas de que vaya a dejar partir a Hal así como así. –Kast se encogió de hombros-. Siempre puedes buscarte otro socio.
-Si piensa que voy a abandonar a Hal, voy a tener que quitarle esa armadura y darle algo de sentido común a puñetazos.
La cabeza de Kast se alzó cuando este se apartó del muro, enfatizando en silencio el hecho de que realmente era mucho más grande que Corran.
-Esta no es la reacción que me esperaba en dos criminales asociados. Realmente desproporcionada. Actúas como si hubiera un vínculo más cercano entre vosotros.
Corran le lanzó a Kast la Mirada más helada que pudo. Se parecía un poco a su padre, alrededor de los ojos y en otras partes del rostro, pero por lo demás era una mezcla entre su padre y su madre. Ella era pequeña y tenía los ojos más azules que Corran podía recordar haber visto. Sus ojos verdes eran un punto medio entre los ojos de ella y los ojos color avellana de su padre, y su cabello castaño era la mezcla del cabello rubio de ella y el antiguamente moreno de su padre. Incluso su estatura resultaba un puente entre la de su madre y su padre.
-No tendría importancia aunque Hal fuera mi clon; es mi socio, lo que significa que soy responsable de él. -Corran apoyó el pulgar sobre su esternón-. Realmente comprendo lo que esa clase de responsabilidad significa, Kast, y lo que significa es que no voy a dejar a Hal bajo los poco delicados cuidados de Thyne.
Kast cruzó los brazos ante su pecho acorazado.
-¿Te atreverías a enfrentarte a un señor del crimen de Sol Negro?
Maranne palideció.
-¿Thyne es de Sol Negro?
-Elegido personalmente por las garras del príncipe Xizor, si los rumores son ciertos.
Corran se apoyó sobre una de las cajas verdes.
-Está loco, es cruel y absolutamente despreciable, pero trabaja con el objetivo del beneficio en mente. Puede que este cargamento fuera para Crisk, pero podríamos ofrecérselo a Thyne como rescate por los nuestros.
-No lo creo. –Kast hizo aparecer una tarjeta de datos de una bolsa que colgaba de su cinturón y se la ofreció a Maranne-. Esta tarjeta tiene el lugar y la hora para un nuevo encuentro con Crisk. Entregad la carga allí, luego volved aquí y preparaos para despegar.
Maranne tomó la tarjeta.
-No iremos a ninguna parte si Haber no está aquí.
-Lo sé –dijo Kast asintiendo ligeramente con al cabeza-. Mi intención es dirigirme a la fortaleza de Thyne y asegurarme de la liberación de vuestros amigos.
Corran estalló en una fuerte risotada.
-¿Tiene reparos para enfrentarse a siete matones de mala muerte, pero liberará a nuestros amigos de la fortaleza de Thyne usted solo? Será mejor que repase esos cálculos, Kast.
-Las probabilidades de fracaso son considerables, pero he anticipado el éxito.
-Sí, bueno, ¡esto es Corellia! Y los corellianos no hacen caso de las probabilidades. Creo que confiaría en su éxito si estuviera con usted para ayudar.
-Yo trabajo solo.
-¡Ja! –Corran señaló con la cabeza hacia Riij y Maranne-. Si trabaja con ellos, también puede trabajar conmigo. –Corran agitó sus puños-. Ahórrenos problemas a ambos y diga que sí ahora.
Kast dudó y el silencio reinó en la bahía de carga. El mercenario estudió a Corran, y aunque este no podía ver los ojos de Kast, pudo sentir la dura mirada del hombre recorriéndole de arriba abajo. Corran se obligó a mirar a la ranura negra del casco, invitando al desafío y listo para reaccionar ante el siguiente movimiento de Kast.
El cazarrecompensas descruzó lentamente sus brazos.
-Iré a buscarnos un deslizador.
-Bien. –Corran se dio cuenta, al responder, que había estado manteniendo el aliento. Hal va a ponerse como loco cuando sepa lo que he hecho. Enfrentarme a un cazarrecompensas como Kast. Tenía que hacerse, pero podía haberse hecho mejor. Nunca huiría de una pelea con un tipo como él, pero tampoco hay ningún mérito en provocarla.
La oscuridad se tragó la silueta de Kast, y Corran se volvió para mirar a los otros dos.
-Teméis por vuestras cabezas, ¿no es cierto?
Riij se encogió de hombros.
-No estoy seguro de qué está pasando, pero no me gusta que un señor del crimen de Sol Negro haya capturado a Rathe.
-Bueno, Borbor Crisk no es mucho mejor. Estamos atrapados en el ring entre dos perros de pelea cyborreanos. Ninguno de estos tipos juega bien con otros, como habéis visto.
Maranne blandió la tarjeta de datos.
-¿Qué vamos a hacer? Se supone que debemos reunirnos con Crisk y entregarle todo esto.
-Lo primero que debemos hacer es averiguar qué es todo eso. –Corran miró los sellos de las cajas que ya estaban cargadas en la plataforma del deslizador-. Bien, aquí hay una que está estropeada. Mira a ver si puedes encontrar otra. -Riij comenzó a mirar el resto de las cajas mientras Corran metió la mano en su bolsillo para sacar una hidrollave-. Esto debería servir.
Maranne se puso a su lado, frunciendo el ceño.
-¿Qué quieres decir con que la caja está estropeada?
-No la caja, sino el sello-etiqueta usado para unir las tiras de duraplástico. – Corran señaló la etiqueta redonda que conectaba las tiras que se cruzaban-. Mira cómo el holograma grabado no está completamente alineado. Míralo desde este ángulo. La corona y los soles de aquí no encajan.
-He encontrado otra -anunció Riij.
-Bien, tráela aquí. -Corran encajó la punta de la hidrollave bajo el borde del sello-. Cuando no los colocan bien, puedes hacerlos saltar con una ligera presión, girando un poco.
Hizo palanca, girando la muñeca.
El sello saltó, liberando las cintas que aseguraban la caja.
-Recoged los dos trozos y podremos volverlo a sellar después de haber mirado qué hay dentro.
Maranne se agachó para recoger ambas mitades del sello mientras Corran atacaba la otra caja. Se desprecintó fácilmente, y luego dio la vuelta a la hidrollave y usó un extremo con forma de hoja plana para hacer palanca y abrir la caja.
-¡Por el corazón negro del Emperador!
Incluso antes de que la tapa se abriera del todo, Corran captó el fuerte aroma amargo de la especia. La caja contenía siete paquetes de a kilo que habían sido envueltos en fuerte papel de celofán.
Habían sido sumergidos en un baño de cera para sellarlos, pero el trabajo se había hecho de forma descuidada. Uno de los paquetes se había desparramado, vertiendo en el interior de la caja es compuesto de especia de baja calidad.
-¿Qué es eso?
Corran miró a Maranne.
-Estás de broma, ¿verdad?
-Como dije, soy comerciante, no contrabandista.
-Esto es especia. En realidad es brillestim de bastante baja calidad; el auténtico es cristalino, largas y finas fibras, no polvo como esto. Una dosis de esto y te sientes realmente feliz, al menos realmente feliz hasta que necesitas más y el ansia corre por tus venas como el plasma. No es algo bonito.
Riij torció el labio con disgusto.
-¿Lo sabes por experiencia?
-Sólo de oídas, y una vez vi a un tipo tratar de vender un pulmón para conseguir más bril.
-¿Vender un pulmón? -se estremeció Maranne.
Corran se encogió de hombros.
-No era suyo. Pertenecía a alguien que pasaba por ahí. Como he dicho, no es nada bueno.
Riij forzó la tapa de la segunda caja trucada.
-¡Basura Sith!
Introdujo la mano y extrajo una espina de cristal del grosor de su pulgar y de un palmo largo de longitud. El corazón de la piedra era púrpura, pasando de un color brillante en ambos extremos a oscuro en el centro. Mientras Riij la mantenía en alto, la luz que atrapaba la llenaba de relámpagos naranjas, amarillos y rojos. Los tres quedaron en silencio como respuesta al brillante espectáculo.
Corran miró fijamente la piedra, y luego agitó la cabeza.
-¿Eso es una gema de fuego Durin?
-Eso creo -dijo Riij con la voz temblando mientras tragaba saliva-. Mi padre le compró a mi madre un anillo con una piedra de fuego Durin en su vigésimo quinto aniversario de bodas. No fue hasta el trigésimo hasta que finalmente terminó de pagar la deuda, y sólo era una pequeña piedra.
-No demasiadas de estas piedras logran salir de Tatooine, y muy raramente en bruto, como esta de aquí.
Maranne se la arrebató a Riij y la sopesó en sus manos.
-Esto sería suficiente para comprarnos una nave nueva.
Riij se giró.
-Averigüemos qué más hay en esas otras cajas.
-No, quieto. -Corran alzó las manos para detenerle-. No tenemos tiempo suficiente para registrarlas. Vuelve a dejar la piedra, sellemos de nuevo esas dos cajas, y pongámoslas en el asiento delantero del deslizador.
Maranne devolvió a regañadientes la piedra a su caja.
-¿Qué tienes en mente?
-Mira, vamos a necesitar algún seguro si queremos escapar de Corellia de una pieza. Podemos volver a sellar esas cajas y nade sabrá nunca que las han forzado. Puedes llevarle esas dos cajas a Crisk y hacerle saber que tienes, digamos, otras 198 más para él. No hará un solo movimiento hasta que no las tenga.
Riij frunció el ceño.
-Podría venir aquí y arrebatárnoslas directamente.
-Sí, pero no estarán aquí. Cargamos el resto al deslizador y las llevamos a una instalación de almacenaje. -Corran frunció el ceño como si estuviera esforzando para pensar-. Vale, lo tengo. Hay un Depósito de Almacenes Dewback en la carretera principal que va al centro de Ciudad Coronet. Podéis alquilar allí un cobertizo de almacenaje y dejar el resto de cajas. Vais a vuestro encuentro y hacéis saber a Crisk que le daréis la ubicación de las demás cajas cuando estéis seguros de que vuestros amigos están a salvo. Kast y yo iremos a ver a Thyne y si no hemos vuelto a su debido tiempo, usáis a Crisk para intentar de efectuar un rescate.
Maranne negó lentamente con la cabeza.
-No me gusta como suena esto.
-Mira, tenemos una auténtica fortuna en estas cajas. Si Crisk no quiere ayudaros, concertar una cita con Thyne y pagar nuestro rescate.
-¿Cómo nos ponemos en contacto con Thyne?
Corran sonrió.
-Ya hicisteis eso en vuestra primera parada en la Calle de la Nave del Tesoro, ¿recordáis?
-Cierto.
-Vale, vayamos cargando. -Corran selló de nuevo la primera caja y luego la segunda. -Sé que no te gusta como está ocurriendo todo esto, Maranne, pero tú eres la que dices que eres una comerciante. Si las cosas van mal, tendrás que comerciar por nuestra libertad y, en lo que a mí respecta, espero que consigas una auténtica ganga al hacerlo.

***

El coronel Maximillian Veers bajó la mirada a la silla que le ofrecían, pero se obligó a no sentarse.
-Gracias por su amabilidad, agente Loor, pero no espero quedarme mucho tiempo. Ya ha visto el mensaje que le envié.
El hombre alto y delgado se inclinó hacia adelante desde su silla, un movimiento que casi le hace caer sobre su mesa. Loor se apoyó en las manos, y luego colocó el mechón de cabello oscuro que había caído sobre su rostro de nuevo en su lugar. Veers estaba seguro de que el hombre llevaba el pelo peinado de ese modo para acentuar su parecido con el difunto gran moff Tarkin. Yo serví a las órdenes de Tarkin. Cualquiera que pudiera creer que este Loor es similar a Tarkin en absoluto, debería darse cuenta de que la similitud no va más allá de la piel.
-¿Pasa algo con los muelles de su silla, agente Loor?
El oficial de enlace gruñó.
-Tengo saboteadores que se deleitan buscando formas de molestarme, y ajustar la silla es su modo de expresión más reciente. -Se inclinó hacia delante y pulsó un botón en la tableta de datos de su escritorio-. Y sí, coronel Veers, he estudiado el mensaje que me envió, tal como solicitó. No puedo hacer ningún comentario acerca de su fiabilidad aparte de decir que es cierto que Zekka Thyne mantiene una pequeña fortaleza al este de Ciudad Coronet.
-Eso ya lo sé, Loor.
Loor alzó la cabeza.
-¿Lo sabe? No sabía que el cuartel general de Thyne pudiera ser algo que usted hubiera estudiado, Coronel Veers. No estaba enterado de que las Fuerzas Armadas imperiales tuvieran ningún motivo para considerar las instalaciones de Sol Negro como objetivos potenciales.
Veers resopló por la nariz. Lo único que odiaba más que tener que tratar con agentes de inteligencia arrogantes era hacer la vista gorda con las actividades de Sol Negro. Asumía que la tolerancia del Emperador hacia el cártel criminal estaba basado en alguna razón, pero Veers pensaba que la tolerancia era realmente un perjuicio para el Imperio. Permitir la existencia de cualquier forajido minaba el gobierno de la autoridad. Si la gente veía a Sol Negro como algo aún más malévolo que la rebelión, entonces podrían justificar más fácilmente el unirse a la rebelión.
-Es de mi incumbencia, agente Loor, considerar cualquier fortaleza que esté llena de individuos armados como un objetivo potencial. En este caso, me han dicho que Thyne se va a reunir con elementos de los bajos fondos rebeldes.
-Sí, pero no me siento cómodo con su fuente. ¿Quién es?
-Ya ha visto el código de verificación. Es válido. -Veers frunció el ceño con gesto severo-. No hay razón para desconfiar de la información. Es precisa y planeo actuar al respecto.
-¿Quiere decir que no sabe quién es su fuente?
-No necesito saberlo.
Con una sonrisa de superioridad asomando en su rostro, Loor se acomodó de nuevo en su silla. Veers deseó que perdiera el equilibrio y acabara cayendo al suelo.
-Si cree en esa fuente de inteligencia, ¿por qué acudir a mí?
Veers reprimió el impulso de ir hasta Loor y abofetearle.
-He acudido a usted, agente Loor, porque es el Oficial de Enlace Imperial y está aliado con la Fuerza de Seguridad Corelliana en este sector administrativo. Quiero saber si tienen alguna operativa trabajando dentro o alrededor de la organización de Thyne.
-¿Está pensando en usar su extracción como pretexto para su ataque, o está preocupado por que puedan presentar una propuesta por daños colaterales?
Veers entrecerró los ojos.
-No hay motivo para que buena gente muera.
Loor se encogió perezosamente de hombros.
-Si mueren, morirán como héroes. Si me consigue a Zekka Thyne, usted también puede ser un héroe.
-Creo, agente Loor, que puedo encontrar mi propio modo de ser un héroe.
Veers giró sobre sus talones y salió de la oficina. Con imperiales como usted, Loor, a menudo me pregunto por qué la rebelión aún no ha conseguido vencer al Imperio. Si las cosas se dejan en manos de gente como usted, ¿tiene el Imperio alguna esperanza de sobrevivir?

***

Corran echó una mirada al deslizador de superficie SoroSuub X-34 que Kast estaba pilotando y lanzó un suspiro.
-¿Comprado o prestado?
El cazarrecompensas le miró desde detrás del volante.
-¿Acaso importa?
-Si me van a arrestar por viajar en un deslizador robado, me habría gustado que fuera algo más nuevo y deportivo, como un XP-38.
-Siempre puedes ir andando, Corran.
-Eso es cierto. -Con la mano izquierda sobre el parabrisas, Corran saltó al asiento del pasajero-. Dele gas.
Kast giró el volante del deslizador, alimentó los motores repulsoelevadores y apretó el acelerador.
-¿Cómo ha ido la carga?
-¿La carga? Ha ido bien. -Corran trató de buscar postura en el estrecho asiento-. Deberían estar preparados para su cita.
-Bien.
Corran escuchó la palabra, pronunciada con énfasis e inflexión correctos, pero de algún modo sintió que Kast no estaba siendo del todo sincero en su respuesta. Corran trató de averiguar qué era lo que le extrañaba, pero no pudo, y eso le fastidiaba. En el pasado había tenido casi un sexto sentido para tipos duros como Kast, pero parecía no ser capaz de leer al mercenario acorazado. El hecho de que mi padre haya sido capturado por un hombre que lo va a cortar en rodajas está destruyendo mi concentración.
Kast pilotó el deslizador hacia el centro de la ciudad. Las luces brillantes y los sonidos estridentes de Ciudad Corona y la Calle de la Nave del Tesoro comenzaron a agobiar a Corran.
Como miembro de SegCor veía el Muelle Sucio -la Calle de la Nave del Tesoro en la jerga de SegCor- como un sitio peligroso.
Aunque los lugares marginales podían no ser tan malos -y muchos ciudadanos respetables incurrían en transgresiones menores en algunos de los lugares más luminosos-, había lugares a los que incluso Darth Vader temería acercarse. La mayor parte de esos establecimientos estaban controlados por el Sol Negro.
El abuelo de Corran se lamentaba de los cambios que había habido en la clase criminal desde la ascensión del Imperio. Rostek Horn había estado en SegCor en la época del moff Fliry Vorru, cuando quebrantar la ley resultaba un arte. En aquellos días, según le habían contado a Corran, los criminales sólo hacían la guerra a otros criminales.
El secuestro de Hal y Trell nunca se habría tolerado entonces; los civiles habrían tenido que involucrarse mucho más profundamente en actividades criminales antes de que pudiera considerarse juego limpio.
Entonces el príncipe Xizor y su organización Sol Negro entró en escena.
Xizor traicionó a Vorru al Emperador, consiguiendo de un sólo golpe eliminar a Vorru y ganar el favor del Emperador. Xizor había usado Corellia como campo de entrenamiento para algunos de sus lugartenientes. Le más reciente y más brutal de ellos era Zekka Thyne.
Corran echó una mirada al exterior del deslizador cuando dejaron a un lado el almacén Dewback. Cuando volvió a girar la mirada en la dirección en la que estaba viajando, se encontró a Kast observándole.
-¿Pasa algo?
-Parecías haber encontrado algo interesante ahí fuera.
-Sí, así es. –Piensa, Corran, piensa algo bueno-. Era el arte callejero de los muros.
-¿Arte? ¿Crees que la alteración de edificios es arte?
Corran se encogió de hombros.
-No es la obra de Venthan Chassu, pero es mejor que el blanco desnudo de los destructores estelares para atraer mi interés.
Kast estudió a Corran por un instante o dos.
-¿Cómo es que alguien como tú conoce la obra de Venthan Chassu?
-Podría mentirle y decirle que mi madre solía llevarme a los museos, pero habría visto a través de ello. –Corran se obligó a mirar fijamente al frente y comenzó a tejer una mentira a partir de un cuento salvaje que un ladrón que atrapó una vez había comenzado a inventarse para él-. Conocí a un tipo que decía que tenía un cliente que compraría cualquier obra de arte de Corellia. Decía que ya había robado y vendido un puñado de pinturas, algunas esculturas y un par de dioramas holográficos. El cliente parecía impresionado, pero quería más. Gastaba créditos como si estuvieran hechos de átomos de hidrógeno libres, de modo que este tipo dijo que quería planear un golpe al Museo de Bellas Artes de Ciudad Coronet. Me quería en su equipo, de modo que estudié el lugar.
Kast asintió lentamente.
-¿Quién era el cliente?
-No lo sé. Mi hombre hablaba con un broker, y entonces fue rastreado por SegCor y tomó una lanzadera a Akrit’tar. Murió allí.
-Entonces, ¿qué opines de la obra de Chassu?
Corran frunció el ceño. ¿Por qué a un cazarrecompensas le importaría el arte, y le importaría lo que yo opinase sobre arte?
-Era interesante. Los estudios de desnudos selonianos fueron lo que más me gustó; pero no porque fueran desnudos. Los selonianos tienen pelaje, de modo que, ¿pueden estar realmente desnudos? Y si quisiera selonianos desnudos -Corran alzó las manos sobre el parabrisas-, puedo encontrar cantidad de ellos aquí en la Calle de la Nave del Tesoro.
-¿Por qué te gustaban?
-Chassu atrapó los dos elementos esenciales de los selonianos: sus formas sensuales y sinuosas y, debido a que sus rostros siempre estaban oscurecidos, su deseo de intimidad. –Corran se encogió de hombros-. Algunas de sus otras obras estaban bien.
-¿Qué opinas de Palpatine Triunfante?
-El trono construido con huesos me provocó pesadillas. –Corran se estremeció, sabiendo que las pesadillas no habían procedido de las calaveras y huesos destrozados, sino de la alegre expresión de gozo homicida en el rostro del Emperador-. Como obra maestra póstuma cumple su función, pero me gustaría haberle visto volver a los estudios selonianos.
-Su pérdida fue una lástima. -El casco de Kast se giró hacia él-. Parece escondes más cosas que lo que se ve a simple...
-¿Oh?
-En serio. La última vez que los desnudos selonianos de Chassu se expusieron en el museo de Bellas Artes fue hace diez años.
Corran ocultó su sorpresa con una sonrisa.
-No exactamente. Hace dos años, el día de año nuevo, se mostraron en una recepción privada para benefactores del museo. Cuatro horas, diez mil créditos por cabeza. -Corran dio unos golpecitos en el hombro de la armadura de Kast-. Le habría encantado, pero hubiera tenido que darle antes una nueva mano de pintura a la armadura.
-Y tú estuviste allí.
-Estuve. -Y Hal también. Mi madre había sido voluntaria en el museo durante tanto tiempo, que cuando necesitaron contratar seguridad adicional para la recepción, la administración nos llamó a nosotros-. Le haré saber cuando preparen otro de esos encuentros, si lo desea.
-Por favor. Tendré que buscar el modo de obtener una invitación.
Corran rió.
-Si puede hacer eso, quizá pueda conseguirnos una invitación para visitar a Zekka Thyne. ¿Cómo ha planeado que entremos?
La voz de Kast resonó desde el interior de su casco.
-He pensado que podría apelar al sentido de la justicia de Thyne.
-Le resultaría más fácil encontrar la flota Katana. -Corran negó con la cabeza-. Zekka Thyne es un alienígena humanoide mongrel con grandes manchas azules por toda su piel blanca rosácea. Sus ojos son rojo sangre excepto por las brillantes pupilas negras con ribetes dorados. Tiene orejas afiladas, dientes más afilados, y un sentido del castigo aún más afilado que un wookiee manteniendo una rencilla. He escuchado que disparó a una vendedora de especia porque la vendedora le dijo a Thyne que había tomado prestado parte de los créditos de un pago, pero que ya había devuelto en préstamo momentáneo, con intereses.
-¿Qué habría hecho Thyne si la mujer no se lo hubiera dicho?
-Matarla más lentamente. Es un auténtico artista con una vibrohoja. -Corran frunció el ceño pensativo-. Lo que a Parches le falta de cerebro, lo compensa con maldad feroz. ¿Cuánto cobraría por matarlo?
La cabeza de Kast se detuvo a sólo uno o dos centímetros.
-¿Me estás pidiendo que lo mate?
Corran dudó por un instante.
-No, supongo que no. Sólo me lo preguntaba. Pensé que quizá si lo hacía podía considerar la suma que tuviera que pagar como una especie de acto de caridad deducible de impuestos. Si es que los pagase, claro.
-No le haría ascos a ver a Thyne eliminado, pero eso está fuera del ámbito de mi tarea inmediata. -Kast le miró por encima-. En cualquier caso, creo que puedo conseguir que entremos a verle. Pienso que el enfoque diplomático sería lo mejor.
-Estoy de acuerdo, prefiero la diplomacia. -Corran dio unas palmaditas al bláster que estaba enfundado bajo su sobaco izquierdo-. También estoy preparado por si tenemos que ser poco diplomáticos.
-Lo que significa...
-Lo que significa que yo voy por debajo, y usted por arriba.
Kast asintió solemnemente.
-Que ese sea nuestro plan de repuesto, entonces.
El cazarrecompensas pilotó el deslizador de superficie con facilidad a través de las oscuras colinas de las afueras de Ciudad Coronet. La finca de Thyne había pertenecido anteriormente a un magnate de los transportes que fue arrestado y enviado a Kessel por contrabando de especia. Thyne había conseguido las escrituras en una subasta, después de la cual comenzaron a correr por los bajos fondos de Corellia rumores que sugerían que Thyne había proporcionado las pruebas que sirvieron para encarcelar al magnate. Corran siempre había sospechado que semejante subterfugio había sido planeado en realidad por el príncipe Xizor, ya que Thyne nunca había demostrado ser tan astuto.
Cuando alcanzaron la cima de la última colina y descendieron al ancho valle en el que se encontraba la finca, Corran señaló al edificio principal.
-No parece gran cosa, pero esas colinas ondulantes sirven muy bien de revestimiento y canalizan las fuerzas de asalto por zonas donde hay minas colocadas. En lo alto de las torres se supone que debe haber E-webs capaces de barrer cualquier fuerza de infantería. Incluso se supone que Thyne tiene un reducto preparado para permitirle escapar si comienzan los problemas, lo que no es probable. Muros de doble grosor, ventanas de transpariacero de doble capa, completos sistemas de sensores electrónicos y de cuarenta a cincuenta tipos con blásteres hacen de esto una nuez bastante difícil de cascar. He escuchado que SegCor tiene abierta una orden de registro para este lugar, pero sin la guarnición imperial para apoyarles, nadie es lo bastante estúpido para tratar de cumplirla.
-No bromeabas acerca de los sensores. -Kast dirigió el deslizador de superficie hacia dos hombres que salieron por una puerta lateral, iluminándolos con el resplandor de los faros, y luego giró el deslizador a la izquierda y dejó que se detuviera en la tierra-. Iré a hablar con ellos. Estate preparado por si las cosas comienzan a ir mal.
-¿Me hará una señal? -Corran observó cómo el cazarrecompensas se apeaba del asiento del conductor y catalogó mentalmente las armas que podía ver-. Pregunta tonta. Si caen iré corriendo.
Observó a Kast acercarse a los dos hombres. El cazarrecompensas mantuvo las manos abiertas y a los lados, pero sin hacer ningún gesto que pudiera interpretarse como una rendición. Quiere hacerles saber que no pretendía matarles, pero que era capaz de hacerlo en cuanto le dieran motivos suficientes. El trío se reunió y Corran pudo escuchar el murmullo de las voces, pero no entendía ninguna palabra. Uno de los hombres de Thyne habló en un comunicador, y luego Kast alzó su mano izquierda e indicó a Corran que se acercase con un tranquilo movimiento de los dedos.
Corran abandonó el deslizador terrestre y se acercó a los tres hombres, imitando la postura de manos abiertas de Kast al hacerlo.
Uno de los hombres de Thyne se acercó a él, con la clara intención de tomar su bláster, pero Corran le miró frunciendo el ceño. ¿Qué, piensas que soy tan estúpido como para tratar de entrar y salir de aquí a disparos?
El hombre del bláster dudó, y luego hundió sus manos en sus bolsillos.
El otro esbirro de Sol Negro apuntó a Corran.
-Adelante, quítale el bláster.
-¿Piensas que es tan estúpido como para tratar de entrar y salir de aquí a disparos? -El primer pistolero negó con la cabeza-. Llevémosles ante el jefe. No queremos que espere.
-Cierto. Seguidnos.
Sus guías les condujeron hacia la entrada principal y a un vestíbulo que Corran pensó que en otra época podía haber rivalizado en esplendor con el del Museo de Bellas Artes de Ciudad Coronet. Granito rosa y mármol negro se habían usado en el suelo creando un patrón complejo y caótico. Una escalinata de piedra subía en espiral hasta la segunda y tercera planta, y hacía subir la mirada hasta la representación holográfica del cielo nocturno sobre ellos. Pequeños nichos en los muros albergaban estatuas y grandes paneles de marcos dorados ofrecían un amplio espacio para mostrar una vasta muestra de pinturas y originales obras de arte holográficas.
Es asombroso como algo que podía haber sido tan hermoso podía transformarse fácilmente en algo tan... vulgar. Parecía como si la definición de arte de Thyne estuviera íntimamente ligada a los conceptos de desnudez, excesos, y un esquema de color que se basaba predominantemente en rosas, púrpuras y una tonalidad irritantemente vibrante de verde. Algunas de las estatuas -pocas de las cuales realmente podrían haber encontrado su sitio en el Museo de Bellas Artes- habían sido toscamente corregidas mediante la aplicación de este esquema de color, y la pintura sobrante había salpicado los muros.
Las pinturas mostraban a Corran una serie de modelos que pensó que serían más apropiados para libros de texto de xenobiología, y las holografías parecían el equivalente visual de un grito extremadamente agudo.
-¿Cuánto ibas a ofrecerme por matarle? -susurró Kast.
-No lo suficiente.
Siguieron a sus guías atravesando el vestíbulo y entraron por una gigantesca puerta doble a la oficina de Thyne. Allí se añadía un elemento a la disparidad de obras de arte: una guerra entre estilos de mobiliario. El escritorio de Thyne estaba tallado en madera marrón oscura de árbol vweliu, y era en sí mismo una obra de arte. Rodeándolo se encontraban otras sillas y mesas de duraplástico y fibraplástico prensados; la clase de cosas que podrían dejarse en un jardín porque el clima no las dañaría. Unas cuantas mesas de acero inoxidable rematadas con láminas de transpariacero completaban la decoración, y un derroche de lámparas –no había dos iguales- proporcionaban iluminación a todo el conjunto.
Corran dirigió la mirada a Hal y éste le saludó valientemente con la cabeza a pesar de los surcos gemelos de sangre que caían de su nariz. Haber Trell parecía en peor estado, con un ojo que se le hinchaba rápidamente y una vibrohoja inerte clavada en el asiento entre sus muslos. La piel amarilla del tunroth se había vuelto ligeramente gris, y un goteo de sangre azulada manaba de una de sus fosas nasales, pero por lo demás Rathe parecía alerta.
Zekka Thyne sonrió a Kast, y Corran encontró la expresión casi obscena.
-Ah, Jodo Kast, por fin nos conocemos. Normalmente, no contrato a nadie a quien no conozca, pero su reputación le precede. He decidido que los créditos están bien gastados. -Thyne afiló su mirada escarlata-. No me defraude.
-No tengo intenciones de hacerlo. -Con un movimiento rápido y suave, Kast extrajo un bláster con su mano derecha y lo presionó contra la sien izquierda de Corran-. Haber Trell y el tunroth son asesinos contratados por Borbor Crisk para eliminarle. Sus socios están ahora mismo negociando con Crisk la entrega de un par de centenares de cajas trucadas con el precio por su cabeza.
-¡Eso no es cierto! -rugió furioso Haber Trell-. Está mintiendo.
Thyne le hizo callar golpeándole con el dorso de la mano.
-¿Y quiénes son los otros dos?
Kast lanzó un gruñido que casi parecía una carcajada.
-Contrataron a estos dos lugareños para ayudarles a moverse por los alrededores, y como camuflaje. Con esos dos a remolque, ¿quién pensaría que son asesinos renombrados en la galaxia?
Corran comenzó a alzar una mano para masajearse la cabeza, pero Kast mantuvo el arma presionada fuertemente contra su cráneo. Corran no estaba seguro de qué le dolía más: su cabeza o su orgullo por haber sido engañado por Kast. Ha jugado muy bien conmigo, igual que ha jugado con el resto de nosotros. Habría sido mejor estar en el lugar de mi padre, porque Kast nunca le habría engañado a él.
Corran lanzó una mirada de soslayo a Kast, y luego inclinó la cabeza hacia Thyne.
-Ya sabes que en realidad no se puede confiar en la palabra de un cazarrecompensas.
-Cierto, pero estoy más dispuesto a confiar en él que en los mozos de cuerda locales de unos asesinos.
Kast se acercó a él y le quitó a Corran su bláster, bajando luego su propia arma.
-Mi historia es bastante fácil de comprobar. Debería enviar a alguno de sus hombres al Refugio del Mynock. Es la cantina donde los socios de Trell van a reunirse dentro de una hora con Crisk para ultimar los detalles del pago. Encontrará las cajas trucadas en los almacenes Dewback, cerca del espaciopuerto. Puede enviar a otro de sus hombres allí y esperar a que Crisk y sus hombres vayan a recoger las cajas.
Corran se frotó la sien.
-¿Dedujo eso de mi mirada al lugar? Es usted bueno.
-Por eso la gente me contrata. -Kast miró a Thyne-. ¿Supongo que tendrá celdas de retención aquí?
-La bodega de vino está vacía. Puede dejarlos en las alcobas de allí abajo.
-Bien. Debería hacerlo mientras usted prepara la emboscada a Crisk. -Kast hizo una seña con su bláster para que Corran avanzase hacia la puerta-. Una vez que su gente haya vuelto para informar, sabrá en quién puede confiar.
-Sí -siseó Thyne-. Y aquellos que estén mintiendo pagarán el precio definitivo por tratar de engañarme.

jueves, 4 de junio de 2009

El honor de los Jedi (149)

149
-En esta –dice Luke, abriendo la marcha hacia la nave en la que había entrado el calamariano. Pocos minutos después, Erredós se une a ellos en el interior de la barcaza. La agitación en el exterior comienza a apaciguarse mientras los técnicos imperiales corrigen el problema que Erredós había introducido en el programa de operaciones del hangar. Luke se adentra a inspeccionar la cavernosa cavidad de la barcaza, encontrando un centenar de contenedores asegurados para el viaje.
-Debe ser un cargamento de vuelta –especula Gideon.
Luke asiente. Ninguno de los otros contenedores está asegurado. Abre la marcha entre las filas de contenedores y toma asiento. Parece que tarda una eternidad hasta que que resuena el eco de las puertas de la barcaza al cerrarse. Los únicos objetos en el interior de la bodega de carga son los contenedores que él y sus compañeros han usado para esconderse.
Luke había esperado encontrar al calamariano en la zona de carga, pero o bien estaba en la zona de tripulación, u oculto en la seguridad del interior de uno de los contenedores. A pesar de su curiosidad de por qué un calamariano se mostraría tan amigable con un gobernador imperial, Luke se resistió a la tentación de buscar en el interior de los contenedores. Romper los sellos habría llamado demasiado la atención al final del viaje.
Varias horas más tarde, la barcaza aminora. Luke y los demás vuelven a sus escondites. Cuando la tripulación sube a bordo para descargar los contenedores, Luke y sus compañeros simplemente les siguen al exterior de la barcaza. El oficial a cargo de la barcaza ni siquiera alza la vista a su paso. Unos minutos después, desaparecen en la abarrotada instalación de transferencia y consiguen recuperar la nave minera de Gideon. ¡Han escapado de Tol Ado!

***

De vuelta en la base rebelde, el general Dodonna no parece complacido con la decisión de Luke de infiltrarse en Tol Ado, pero no puede quejarse demasiado enérgicamente. Mon Mothma en persona va a recibir su informe. Dos días más tarde, Dodonna convoca a Luke en su oficina. Dentro, Mon Mothma le espera... ¡junto con un calamariano de piel pálida! Los ojos del calamariano indican que ha reconocido a Luke. Luke deja caer su mano sobre el sable de luz, pero no lo activa... aún.
-Mon Mothma, este es el joven piloto que penetró en Tol Ado –dice el general Dodonna.
Mon Mothma se pone en pie.
-Encantada de saludarte, Luke –dice-. Este es mi ayudante, Oro. Una operación muy importante se ha visto recientemente comprometida en el sistema Sil’Lume. Quizá puedas ayudarnos a entender el motivo.
-Claro que puedo –dice Luke-. Dime, Oro, ¿qué te pareció Tol Ado?
El rostro de Mon Mothma muestra su confusión, pero Oro alcanza su bláster. Es demasiado lento. Luke ya ha activado su sable de luz y ahora apunta con la zumbante hoja a la garganta del calamariano.
-No me obligues a ensuciar la oficina del general –amenaza.
Los ojos de Mon Mothma brillan al comprender.
-¿Oro? –balbucea.
-Esto explicaría muchas cosas –dice Dodonna.

Un Fin.