viernes, 28 de septiembre de 2012

Primer contacto (IV)


No detectaron ningún resto más de baba antes de llegar al lugar elegido por Falmal para acampar, al menos ninguno que Karrde pudiera identificar como tal.
Tampoco hubo más plantas de aleudrupa. Tal vez después de esa primera vez los visitantes descuidados habían sido advertidos.
-Bueno -dijo Tapper, trayendo dos tazas de líquido humeante hacia donde Karrde se había apoyado con aire cansado contra un árbol, al lado de sus tiendas de campaña-. ¿Qué piensas de nuestros compañeros de viaje?
Karrde miró a los demás, esforzándose todavía con la ayuda de los escoltas en montar sus propios refugios.
-Por la cantidad de quejas durante esta última hora, diría que son exactamente lo que parecen: seres aburridos y ricos en busca de emociones y un poco molestos por tener que trabajar para ello.
-En otras palabras, no son el típico contrabandista.
Karrde se encogió de hombros.
-Tal sean hombres de negocios semi-legítimos con los que Gamgalon quiere hacer tratos.
-Hay un millón de lugares en la galaxia donde podría establecer reuniones privadas sin tantos problemas -señaló Tapper, tomando un sorbo de su taza.
-Cierto. Por cierto, ¿te fijaste en ese pedazo de metal clavado en el suelo detrás de esas plantas de aleudrupa, en nuestra primera parada de descanso?
-Sí -asintió Tapper-. A mí me pareció un marcador de transpondedor. Probablemente esté allí para marcar el camino, o bien para realizar un seguimiento de las migraciones de los morodin.
-Quizás -dijo Karrde-. No puedo dejar de pensar, sin embargo, que Falmal reaccionó con bastante brusquedad cuando me dirigí hacia ello.
-¿Crees que es algo menos inofensivo?
-Podría ser -dijo Karrde-. Es posible que sea parte de una serie de sensores para... -Se interrumpió. A través de los árboles, desde algún lugar cercano, llegó un gruñido profundo y retumbante. Al otro lado del campamento, Falmal se enderezó mientras Buzzy y el rodiano descolgaban sus fusiles bláster-. Puede que esto sea lo que buscamos -murmuró Karrde, agarrando su propia arma y poniéndose en pie-. ¿Falmal?
-¡Shh! –siseó el krish-. Va a asustarlo. Nos dividiremos en los mismos grupos de tres que en los aerodeslizadores. Llegó apresuradamente junto a Karrde y Tapper mientras los demás se reunían en sus propios grupos y se dirigían a la selva-. Vamos. Rápidamente y en silencio.
Salieron del campamento, rifles bláster en mano.
-¿Cómo pueden pasar los morodins a través de estos árboles? –preguntó Tapper-. Creía que eran grandes.
-Los morodins son largos pero delgados -dijo Falmal, mirando cuidadosamente a través de los árboles-. Pueden moverse con facilidad por la selva. ¡Ah, miren! -Karrde hizo girar su rifle bláster a su alrededor; pero Falmal sólo estaba apuntando hacia el suelo-. Rastro de baba fresca -dijo el krish-. ¿Lo ven?
-Sí -dijo Karrde, mirando la amplia línea plateada que cortaba a través de la tierra del suelo y desaparecía entre los árboles. Una línea muy recta, además, que sólo se desviaba para rodear un árbol de vez en cuando.
-Uno grande, además -dijo Falmal-. Vengan. Vamos a seguirlo.
-No parece muy deportivo -gruñó Tapper mientras Falmal abría el camino a través de los árboles.
-El rastro no durará mucho -dijo Falmal por encima de su hombro-. Aparece y desaparece.
Karrde miró a su derecha y frunció el ceño. Era difícil distinguirlo a través de los arbustos, pero...
-¿Eso de allí es otro rastro de baba? -preguntó a Falmal-. ¿En paralelo al nuestro, a unos tres metros de distancia?
-Sí, por lo general se mueven en parejas -dijo el krish-. Ahora silencio. Miren, el rastro gira.
Más adelante, el rastro de baba giraba bruscamente a la izquierda.
Karrde estiró el cuello; efectivamente, el otro rastro giraba para permanecer paralelo.
-Es un ángulo bastante pronunciado -murmuró Tapper-. ¿Cree que algo haya podido asustarles?
-Silencio –volvió a decir Falmal.
Continuaron siguiendo el rastro en silencio. Cambió de dirección dos veces más en los siguientes minutos, giros tan pronunciados y precisos como lo había sido el primero. Y luego, para sorpresa de Karrde, se dividió en dos direcciones diferentes.
-¿Cómo ha hecho eso? -preguntó.
-Se ha unido un tercer Morodin -dijo Falmal-. Silencio. Podría estar justo delante.
-Tal vez un tercero, un cuarto, y un quinto -dijo Tapper, señalando con la cabeza hacia la derecha.
El rastro de baba en paralelo se había dividido en tres líneas, dos de ellas separándose a una distancia de tres metros por delante.
Tragando saliva, Karrde levantó su rifle desintegrador y dio otro paso... Y de repente, ahí estaba: quince metros de largo, alzando la parte delantera de su redondeado cuerpo a tres metros sobre el suelo, una criatura de color amarillo moteado, con hocico en forma de espátula, patas cortas y dientes anchos.
Un morodin.
-¡Dispare! –gritó Falmal-. ¡Rápido!
El rifle de Karrde ya estaba en su hombro, apuntando con su cañón a la criatura enorme frente a ellos. El morodin se levantó otro metro del suelo, emitiendo el mismo gruñido profundo que habían escuchado en el campamento.
Karrde miró por el cañón...
-Espere un momento -dijo Tapper-. Alto el fuego. Sólo está ahí parado.
-Es un morodin -gruñó Falmal-. Dispare antes de que sea demasiado tarde.
Pero ya era demasiado tarde. Desde su derecha vino una repentina ráfaga chisporroteante de fuego bláster, que golpeó al morodin de lleno en su flanco.
Tamish y Cob-caree, con el rodiano detrás de ellos, habían llegado siguiendo una de las líneas del otro rastro de baba. El morodin gruñó una vez más, y luego cayó al suelo con un estruendo ensordecedor.
-Buenos disparos. -Falmal casi les vitoreó-. Llamaremos a los aerodeslizadores, y los pilotos prepararán su trofeo. Volvamos al campamento ahora; el ruido habrá espantado al resto. -Miró especulativamente a Karrde-. Tal vez mañana, Síndico Hart, consiga usted su presa.
-Tal vez -dijo Karrde, mirando al morodin derribado. Así que eso era todo. El gran y peligroso safari de morodins... y que había resultado no ser más difícil que disparar a un bruallki en una red-. Apenas puedo esperar.

Primer contacto (III)


El resto del safari ya estaba preparado para cuando Karrde y Tapper salieron del Comprador Uwana justo antes de las cinco y media a la mañana siguiente.
-Un grupo ecléctico -comentó Tapper, mientras caminaban hacia el grupo y los tres aerodeslizadores Aratech Flecha-17 que esperaban en el campo a su lado.
-Estoy de acuerdo -dijo Karrde, observándolos. Un thennqora, un saffa, y dos duros, todos resplandecientes con trajes y equipo tan obviamente recién salido de la caja como el equipo que llevaban él y Tapper. Un poco hacia un lado, vestidos con trajes que, igual de obviamente, habían visto mucho más uso, estaban un krish, un rodiano y Buzzy, el lacónico humano-. El grupo hace juego con la escolta -añadió.
Tapper señaló con la cabeza al krish.
-Ese no es Gamgalon, ¿verdad?
Karrde meneó la cabeza.
-Uno de sus lugartenientes, creo. Dudo que Gamgalon vaya a venir con nosotros.
-Ah –exclamó el krish, casi tan alegremente radiante como era físicamente posible que un krish lo estuviera, mientras hacía señas hacia Karrde y Tapper-. Bienvenido. Usted debe ser el Síndico Hart. Soy Falmal; yo dirigiré su expedición.
-Encantado de conocerle -asintió Karrde-. Confío en que no hayamos llegado tarde.
-No, en absoluto -dijo Falmal-. Simplemente el resto llegó más temprano. Permítame presentarle a sus compañeros de caza: Tamish –señaló al thennqora-, Hav y Jivis -los duros-, y Cob-caree -el saffa-.Caballeros: el Síndico Hart y el capitán Seoul de Sif-Uwana.
-Mucho gusto -dijo Karrde, mirando a cada uno de los otros.
Ninguno de los nombres le eran familiares, pero por supuesto eso no significaba nada. Tampoco él y Tapper estaban usando sus nombres reales.
-Perdemos el tiempo -gruñó Tamish-. Empecemos con la caza, Falmal.
-Por supuesto -dijo Falmal-. Si son tan amables de tomar asiento a bordo...
Karrde y Tapper eligieron uno de los aerodeslizadores y se ataron los cinturones de seguridad. Unos minutos más tarde Falmal subió junto a su piloto krish, y se pusieron en marcha.
-¿Organizan estos safaris a menudo? –preguntó Karrde mientras volaban a baja altura sobre la ondulante selva amarilla.
-Sólo un par de veces por temporada. -Falmal le lanzó una mirada especulativa-. Ha tenido mucha suerte de haber llegado cuando lo hizo.
Karrde hizo un gesto hacia el estante de rifles BlasTech en la parte posterior del aerodeslizador.
-Me consideraré afortunado si capturamos algo –dijo-. Estoy gastando en esto demasiado dinero sólo para dar una vuelta a través de una jungla.
-Tendrá éxito -prometió Falmal-. Todos lo tienen. Puede estar seguro de eso.
Volaron durante una hora antes de aterrizar en un claro en la cima de una colina.
Allí se había construido un pequeño campamento de aspecto semi-permanente, cuatro edificios agrupados en torno a una zona de aterrizaje con marcas de quemaduras.
-Deben de usar mucho este lugar -comentó Karrde mientras se posaban en el suelo.
-Es el campamento base para todos los safaris -dijo Falmal-. Aquí esperarán los pilotos y los aerodeslizadores mientras nosotros seguimos a pie. Tomen sus mochilas y armas, por favor. Vamos a salir de inmediato.
Diez minutos más tarde todos estaban pisoteando a lo largo de un camino apenas visible entre árboles amarillos, arbustos verde amarillentos, y una tierra de color violeta pálido que tenía el inquietante aspecto de una masa de gordos gusanos.
Falmal iba en cabeza, con Tamish, Karrde, y Tapper detrás de él.
Buzzy era el siguiente, seguido por Hav y Jivis, y Cob caree, con el rodiano en la retaguardia.
Viajaron durante casi una hora antes de que Falmal indicase un descanso en un pequeño claro que se abría al lado del camino.
-Estoy un poco fuera de forma para este tipo de ejercicio -resopló Karrde, quitándose su mochila y dejándola caer al suelo-. ¿Cuánto más caminaremos hoy, Falmal?
-¿Cansado tan pronto? –preguntó Falmal, lanzándole una sonrisa de dientes afilados-. No hay que preocuparse, Síndico Hart. Tres horas más, tal vez cuatro, y estaremos en la zona de caza principal.
-Los morodins han estado aquí -gruñó Tamish detrás de él. Karrde se volvió para mirar. El thennqora estaba en cuclillas al borde del claro, pinchando con una navaja una zona de decoloración oscura que cruzaba la capa de tierra del suelo-. Aquí hubo baba de morodin –dijo-. Hace varias semanas.
-Buena observación -dijo Falmal con aprobación-. Hace dos meses uno de nuestros safaris cazó morodins por esta región. Desafortunadamente, su patrón de migración los ha llevado más lejos desde entonces.
-Entonces me pregunto por qué no hemos aterrizado más cerca, para empezar -murmuró Tapper.
-Quizás los aerodeslizadores asusten a nuestra supuesta presa -sugirió Karrde, frunciendo el ceño. Un metro detrás de Tamish, a lo largo de un borde de la marca de baba, una fila ordenada de cortos brotes rosados surgía de debajo de un grupo de arbustos verde amarillentos.
Y en las sombras detrás de ellos había un destello de metal.
Caminando por detrás de Tapper, comenzó a acercarse para echar un vistazo más de cerca...
-Hora de irse –exclamó Falmal, golpeándose las manos con fuerza-. Mochilas al hombro, todos. Hay que seguir si queremos llegar a nuestro destino con el tiempo suficiente para comenzar una cacería.
Karrde consideró examinar la cosa de metal de todos modos, decidió no hacerlo, y volvió a donde había dejado su mochila.
-¿Es usted botánico, Síndico Hart? –preguntó Falmal.
-No -dijo Karrde mientras Tapper le ayudaba a ponerse su mochila-. ¿Por qué?
-Le vi mirando las plantas de aleudrupa yagarana de allí –dijo- apuntando con un largo dedo a los brotes rosados-. Usted verá muchas plantas no nativas como esa en la selva, me temo... restos de anteriores visitantes a la selva de Varonat que fueron poco cuidadosos con sus provisiones.
-¿Provisiones? -le preguntó Tapper mientras se ponía su propia mochila.
-Las bayas de aleudrupa son consideradas un manjar en muchos mundos -dijo Falmal-. Algunos de los que se unen a nuestros safaris insisten en llevar sus propias provisiones. Algunas semillas que caen en un descuido... -Hizo un elaborado gesto-. Sólo podemos confiar en que la propia selva se ocupará de tales intrusiones. Vamos, tenemos que salir.

Primer contacto (II)


El sol de Varonat comenzaba a ocultarse por detrás de la selva para cuando Karrde y Tapper volvieron finalmente al Comprador Uwana con sus compras.
-Espero que les hayamos dado tiempo suficiente -comentó Tapper mientras subían por la rampa.
-Estoy seguro de que lo hemos hecho -dijo Karrde-. Un profesional no necesita mucho tiempo para buscar una nave de este tamaño. Y no espero que Gamgalon esté empleando aficionados.
De repente, Tapper tocó el brazo de Karrde.
-Tal vez sí -dijo, bajando la voz. Karrde frunció el ceño. Entonces lo oyó: un sordo ruido metálico que provenía de la sección de popa de la nave-. ¿Deberíamos echar un vistazo? –murmuró Tapper.
-Parecería sospechoso si no lo hiciéramos -dijo Karrde, haciendo una mueca. Si todo esto se venía abajo por la incompetencia de la propia gente de Gamgalon...- Tranquilo y despacio.
Avanzando en silencio, se dirigieron por el pasillo central hacia la sala de máquinas, escuchando otro ruido metálico al llegar a la puerta. Karrde atrajo la atención de Tapper e hizo un ligero movimiento de cabeza.
El otro devolvió el movimiento de cabeza, dejando sus paquetes en el suelo y agarrando su bláster. Karrde tocó el cierre, y la puerta se abrió... La mujer sentada en el suelo junto al panel de acceso abierto era joven y atractiva, con una cascada de cabello rojo-dorado recogida en una coleta detrás de la cabeza. Su rostro estaba tranquilo y controlado mientras observaba su abrupta entrada; debajo de su traje, su figura era delgada y atlética y bien formada.
Y en sus manos sostenía una hidrollave y uno de los conectores de flujo de potencia del hipermotor del Comprador Uwana.
-¿Puedo ayudarles? -preguntó ella con frialdad.
-Creo que ya lo estás haciendo -dijo Karrde, mientras el breve momento de sorpresa se convertía en alivio. Después de todo, los buscadores de Gamgalon no habían metido la pata-. Supongo que eres el mecánico de hipermotor.
-Brillante deducción –dijo-. Celina Marniss. ¿Algún problema?
-Sólo con el hiperimpulsor -dijo Karrde-. ¿Por qué, esperabas que lo tuviera?
Celina se encogió de hombros, devolviendo su atención al conector de flujo de potencia.
-A lo largo de mi vida he conocido a algunos hombres que no creían que una mujer pudiera ser decorativa y competente al mismo tiempo.
-Personalmente, es mi combinación favorita -le dijo Karrde.
Ella le dirigió una mirada que era en parte divertida, en parte de tensa paciencia.
-Así que usted es el Síndico Hart. Buzzy estaba muy impresionado con usted.
-Eso siempre me complace -dijo Karrde-. No preguntaré en qué sentido estaba impresionado. –Inclinó la cabeza hacia la abertura de acceso-. ¿Alguna idea de cuál es el problema?
-Bueno, para empezar, todos sus conectores de flujo están unos cuatro grados fuera de sincronía -dijo Celina, sopesando el que tenía en su mano-. Tienen que haber sido ignorados durante mucho tiempo para derivar tanto.
-Ya veo -dijo Karrde, elevando un escalón más su primera impresión favorable de esa mujer. Chin le había asegurado que el conector flujo sería un mecánico de hiperimpulsor medio tardaría al menos un día en encontrar la avería que habían fingido en los conectores de flujo-. Voy a tener que hablar con mi encargado de mantenimiento.
-Personalmente, yo lo despediría -dijo Celina-. Voy a reajustarlos, luego podremos ver qué más falla.
-Bien -dijo Karrde-. Como puede que Buzzy haya mencionado, tenemos algo de prisa.
-Curiosa forma de tener prisa -dijo, señalando los paquetes en el pasillo detrás de ellos-. Generalmente, los safaris de Gamgalon suelen durar más de cuatro días.
-Según mi experiencia, normalmente se tarda al menos seis o diez días en arreglar un hiperimpulsor estropeado -dijo Karrde.
-Posiblemente una razón más para despedir a su mecánico -gruñó Celina-. Creo que puedo hacerlo en dos o tres.
-¿Qué te hace pensar que vamos de safari? -preguntó Tapper con suspicacia.
-Los paquetes, para empezar –le dijo Celina-. Además, obviamente ustedes son gente de posibles, y hablaron con Fleck. Es el jefe de los seleccionadores de recién llegados de Gamgalon; hace su trabajo bastante bien. -Se encogió de hombros, volviendo su atención hacia el conector de flujo-. Además, ¿qué otra cosa se puede hacer por aquí?
-Brillante deducción -dijo Karrde-. Aunque te equivocas sobre mi patrimonio personal. Simplemente soy agente de compras en jefe del Consejo Sif-Uwana.
-Yo lo llamaría una distinción marginal -comentó Celina-. Ciertamente, dada la manera casual con la que los sif-uwanis enfocan la gestión y el dinero.
-Desde luego -dijo Karrde, subiendo su estimación todavía un poco más. Habría apostado fuertemente que no habría una sola persona en Varonat que hubiera oído hablar jamás de Sif-Uwana, y mucho menos que supiera nada sobre él-. ¿Has estado alguna vez ahí?
-Una vez -dijo Celina-. Fue hace algunos años.
-¿Negocios o placer?
-Negocios.
-¿De qué clase?
Ella levantó una ceja.
-No recuerdo haberle invitado a jugar a las tres preguntas conmigo, Síndico.
-No pretendía ofender -dijo Karrde-. Simplemente encontraba tu presencia aquí intrigante. Pareces demasiado hábil y experimentada estar atrapada aquí, en un mundo perdido del Corredor de Ison. Por no hablar de tus otras cualidades obvias.
Había esperado despertar alguna reacción, sacudir un poco esa tranquila fachada suya. Pero ella se negó a picar el anzuelo.
-Tal vez simplemente me guste la paz y la tranquilidad -respondió ella-. Tal vez esté tratando de ahorrar lo necesario para salir de aquí. –Le miró fijamente, clavando sus ojos en él. Ojos verdes, observó Karrde distraídamente. Un verde muy llamativo, por cierto-. O tal vez me esté escondiendo de algo.
Karrde se obligó a mantener esa mirada. Había un fuego ardiente, casi amargo, detrás de esos ojos, impulsado por un turbulento remolino de emociones. Estaba en lo cierto: ella no era una simple mecánico de hipervelocidad de un mundo perdido.
-Desde luego, me inspiras confianza -logró decir.
Ella curvó ligeramente su labio en una sonrisa sardónica, y de repente el fuego se desvaneció como si nunca hubiera estado allí. O como si sólo hubiera sido una actuación.
-Bueno -dijo bruscamente-. Tal vez la próxima vez se quede fuera del camino de su mecánico de hiperimpulsor y le deje trabajar tranquilo.
-Anoto tu sugerencia -dijo Karrde, inclinándose ligeramente-. Estaremos en las salas de estar delanteras si necesitas saber dónde está cualquier cosa. Buenas noches.
Hizo un gesto a Tapper, y juntos se retiraron de la sala de máquinas, recogiendo sus paquetes de nuevo cuando la puerta se cerró.
-¿Qué te parece? -preguntó Karrde mientras se dirigían hacia proa.
-Tienes razón, ella no encaja aquí -asintió el otro-. ¿Una de las personas de Gamgalon?
-Probablemente -dijo Karrde-. El respaldo para Fleck, tal vez, o bien sólo una fisgona general. Los mecánicos y otros trabajadores de servicios tienden a ser invisibles.
-Tal vez. -Tapper volvió la mirada al pasillo detrás de ellos-. Sin embargo, si me preguntas a mí, creo que alguien de su talento estaría desperdiciado en una simple vigilancia.
-Estoy de acuerdo -dijo Karrde, frunciendo los labios-. Podría ser una agente doble, como saboteadora.
-O como ladrona de naves -dijo Tapper con gravedad-. Gamgalon está encubriendo algo con estos safaris. –Ya habían llegado al salón del yate-. Bueno, no podrá robar ésta sin un esfuerzo considerable -le recordó Karrde mientras dejaba caer sus paquetes en el sofá del salón-. En cuanto al sabotaje; bueno, deberíamos ser capaces de arreglar los ajustes de la hipervelocidad en veinte minutos si tuviéramos que hacerlo, y el Karrde Salvaje puede estar aquí en cuatro horas si lo necesitamos.
-Supongo que eso significa que todavía estás pensando en llevar un enlace de comunicaciones.
-Definitivamente, sí -le aseguró Karrde-. Pero no espero que tengamos que usarlo. Mi conjetura es que descubriremos que los safaris de Gamgalon son sólo una manera de organizar reuniones clandestinas de contrabandistas, y que Fleck y compañía están aquí para deshacerse de cualquier funcionario imperial que pudiera interferir en el procedimiento. Vamos, organicemos este equipo. Las cinco y media llegarán muy temprano.

Primer contacto (I)

Primer Contacto
Timothy Zahn

Con un último chisporroteo de repulsoelevadores trepidantes, el yate espacial Comprador Uwana se posó en el campo de aterrizaje que había sido despejado en la selva de Varonat.
-¡Qué lugar tan agradable y de aspecto tan civilizado! -comentó Quelev Tapper, mirando por la carlinga-. ¿Estás seguro de que no nos hemos pasado y hemos aterrizado en el vertedero de malezas de alguien?
Talon Karrde miró hacia los árboles de color amarillo pálido que rodeaban el terreno y los cerca de treinta edificios en ruinas enclavados a sus pies.
-No, es aquí -aseguró a su teniente-. La Gran Jungla de Varonat. Hogar de un puñado de depósitos comerciales de tercera categoría y de unos pocos miles de colonos que no tienen el cerebro suficiente para hacer las maletas e irse a otra parte.
-Y de un feo krish llamado Gamgalon -dijo Tapper-. No sé, Karrde. Sigo pensando que deberíamos haber traído el Karrde Salvaje y el Hielo Estrellado y tener algo de potencia de fuego decente detrás de nosotros. Aquí parecemos mynocks de feria.
-Estamos aquí para observar, no para crear problemas -le recordó Karrde, soltándose los arneses de seguridad y poniéndose en pie-. Gamgalon no se molestaría con estos safaris privados de caza de morodins si no hubiera algún gran beneficio en juego. Sólo quiero saber qué se trae entre manos, y si podemos sacar alguna tajada para nosotros.
-Razón de más para tener apoyo con nosotros -se quejó Tapper, comprobando que su bláster salía sin problemas de su funda mientras seguía a Karrde a la escotilla de popa-. Pero tú eres el jefe.
-Eso es muy cierto. ¿Estás listo?
Tapper respiró hondo, exhaló ruidosamente.
-Hagámoslo.
Karrde pulsó el control y la escotilla se deslizó dentro del casco.
Olfateando los aromas exóticos, él y Tapper descendieron por la rampa y se dirigieron a través del campo hacia un edificio en el que colgaba un descolorido letrero de Instalaciones Portuarias.
Apenas estaban a mitad del camino cuando dos hombres que estaban apoyados junto a otro de los edificios se despegaron de su pared y avanzaron con naturalidad para interceptar a los recién llegados.
-Hola -dijo uno de ellos tan pronto estuvo al alcance de su oído-. Bienvenidos a Tropis-on-Varonat. ¿Han venido por las vistas?
-Eso ha tenido gracia –le felicitó Karrde-. No, estamos aquí por el mecánico de hiperimpulsor que esperamos sinceramente que tendrán.
-Ah -dijo el otro, volviendo la mirada hacia el Comprador Uwana-. Sí, no me sorprende. Cuanto más llamativo es el casco, más desastrosas son las entrañas.
-Guárdate el lenguaje colorido para los turistas -gruñó Tapper-. ¿Hay un mecánico de hiperimpulsor aquí o no?
El otro lo miró un momento y luego se volvió de nuevo a Karrde.
-Su amigo es un poco escaso de modales -dijo.
-Lo compensa con sus habilidades -dijo Karrde, sacando un puñado de monedas de alta denominación de su bolsillo y eligiendo ostentosamente entre ellas-. Y con su comprensión de los horarios. Tenemos algunos asuntos de gran importancia esperándonos en Svivren.
-Claro, lo entiendo -dijo el otro-. Sin ánimo de ofender, señor...
-Síndico Pandis Hart del Consejo Sif-Uwana –se identificó Karrde-. Este es mi piloto, el capitán Seoul. -Escogió una de las monedas, la sostuvo en alto-. Y tenemos bastante prisa.
-Hey, no hay problema. -El hombre sonrió, señalando con el pulgar hacia el edificio de las instalaciones portuarias mientras tomaba hábilmente la moneda de la mano de Karrde-. Buzzy, ve a decirles que tienen un cliente. Trabajo urgente.
Su compañero asintió en silencio y salió trotando hacia el edificio.
-Mi nombre es Fleck, Síndico -continuó el hombre-. A primera vista, yo diría que van a estar atrapados aquí por unos cuantos días. ¿Tienen algún plan?
Karrde miró intencionadamente a su alrededor.
-¿Es que hay algún plan que valga la pena tener?
-De hecho, lo hay -dijo Fleck-. Un tipo de aquí organiza un safari bastante interesante por la selva... de hecho, la próxima expedición tiene su salida programada para mañana a primera hora. ¿Han oído hablar de los morodins?
-No lo creo -dijo Karrde-. ¿Caza mayor?
-La mayor de todas -le aseguró Fleck-. Bichos con aspecto de babosa-lagarto gigante, de diez a veinte metros de largo. Son un buen trofeo para colgar de la pared o en un pasillo. -Su labio tembló sardónicamente-. Tampoco son demasiado rápidos o malvados. Es una buena manera de comenzar para un principiante.
-Es reconfortante escuchar eso. -Karrde miró a Tapper-. ¿Qué te parece, Seoul?
-No suena muy peligroso, señor -dijo Tapper con la nota justa de preocupación-. Confío en que no vaya a ir solo.
-No, hay otros cuatro cazadores inscritos -dijo Fleck-. Y el jefe siempre tiene un par de escoltas de guardia junto a él. Seguro y confortable como en una batamanta.
-Aún así, me gustaría recomendarle que me permita acompañarle, señor -insistió Tapper-. Solía ser muy bueno con una BlasTech a280.
-Primero averigüemos cuánto cuesta estar tan seguro como en una batamanta -dijo Karrde secamente.
-Casi nada. –Fleck sopló por la nariz-. No para un caballero de su posición. Sólo doce mil cada uno.
Karrde sonrió.
-Un hombre de posición no se mantiene allí malgastando el dinero. Quince mil por ambos.
Fleck sonrió.
-Negociador duro, ¿eh? Que sean veinte.
-Hombre de negocios con experiencia -corrigió Karrde-. Que sean diecisiete.
El otro arrugó la frente, y luego se relajó.
-Está bien. Diecisiete.
-Muy bien -dijo Karrde-. ¿Cuándo partimos?
-Cinco y media mañana por la mañana -dijo Fleck-. Simplemente aparezcan aquí. Yo le diré al jefe que van a venir. No se olvide de traer los diecisiete. -Señaló al otro lado del campo-. Puede preparar su equipo en ese edificio de allí, y conseguir una habitación para pasar la noche en el hotel de al lado. Es, eh, más agradable en el interior de lo que parece.
-Eso espero -convino Karrde-. Confío en que nadie se sienta ofendido si pasamos del alojamiento. ¿Los proveedores de equipo sabrán qué equipo vamos a necesitar?
-Por supuesto -asintió Fleck-. Como he dicho, el jefe organiza estos safaris a menudo.
-Muy bien -dijo Karrde-. Ven, Seoul, veamos qué tienen para ofrecernos.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Espada de doble filo (y III)


PALACIO IMPERIAL, CORUSCANT, DOS DÍAS DESPUÉS

-¿Cómo está tu teniente? -preguntó el Emperador.
Vader estudió las filas de la Legión 501 desde la ventana que daba al patio de armas. Había un cierto consuelo en saber que para la mayoría de ellos -aquellos cuya vida entera era la del soldado y que no tenían ambiciones más allá de eso- la vida era un proceso sencillo de hacer su trabajo sin pensar en a quién podrían expulsar o asesinar o superar.
-Está mejorando, Maestro.
-La lealtad es una buena cualidad.
-He pedido a Arkanian Micro que produzca un batallón de clones de Lekauf. Creo que han demostrado su eficacia.
-Sí. -Palpatine se acercó junto a la ventana para estar al lado de Vader, como si sintiera curiosidad por lo que hubiera captado su atención-. Cancela los pedidos de clones de Cuis. Por el momento.
Ya lo hice.
-Así se hará, Maestro.
-Todavía estás preocupado. Puedo sentirlo.
Vader decidió arriesgarse a hacer la pregunta que estaba en su mente. Palpatine sabía que estaba allí de todos modos. La única cuestión era si Vader la formularía.
-Maestro, ¿la rebelión de Sheyvan estuvo diseñada para ponerme a prueba?
Palpatine volvió la cabeza bruscamente. La capucha ensombrecía sus ojos: Hubo un tiempo en que su cara había parecido amable a Vader.
-Si se trataba de una prueba, Lord Vader, fue para los clones, no para ti. Y si lo era, entonces el lote de Lekauf ha demostrado ser el más digno.
Así que esos eran sus motivo. Con un poco de manipulación mental para convertir el resentimiento de Sheyvan en odio. Y qué pobre recompensa para Lekauf.
Vader contuvo su ira simplemente para negar a su Maestro el sabor de la victoria.
-Una crisis real muestra de lo que está hecho un hombre.
-Por supuesto, no he descartado la posibilidad de encargar más clones de Cuis.
¿Con cuánta antelación planea sus jueguecitos? Ha esperado décadas para derrotar a los Jedi. Ha utilizado billones de vidas para lograrlo. ¿Voy a ser capaz de pensar suficientes pasos por delante de usted?
-Tengo la sensación de que los Jedi Oscuros no son adecuados para el Ejército Imperial.
-Con el comandante adecuado lo serían.
-¿Y quién los entrenaría?
-Tú, Lord Vader.
-Prefiero los soldados comunes. Ellos no codician el poder. Pasaría todo el tiempo vigilando mi espalda.
-Desde luego que sí -dijo Palpatine.
Había sido un juego al principio, uno molesto, pero simplemente un combate verbal; el Emperador ni le mentía ni le decía la verdad. Ahora había dejado de ser un reto, y Vader deseaba una relación más simple. Había una línea muy fina entre fortalecer a un hombre a través del desafío constante y convertirlo en un enemigo.
-Tal vez la solución para evitar tener que vigilar tu espalda es hacer que tu enemigo vigile la suya -dijo Vader.
Algún día iré a por usted.
-O tener a otros que te la vigilen por ti -dijo Palpatine y se volvió dejar a su aprendiz solo en la antesala.
Vader sabía ahora que no había usuarios de la Fuerza, oscuros o no, en los que pudiera confiar por completo, y confiaba en su propio Maestro menos que en nadie. Vader no tenía lealtades más allá de sí mismo -a excepción de su interés en el bienestar de la gente como Lekauf, hombres sin dones o poderes extraordinarios de ningún tipo.
A menos que, por supuesto, uno cuente la simple honestidad como un don.
En ese momento, pensó que podía equipararse a cualquier poder de la Fuerza. Sí, Vader prefería hombres ordinarios que sobresalieran por su esfuerzo. La parte de él que era Anakin Skywalker recordó las pocas cosas que había luchado por lograr -el amor, la emoción, la libertad- y pensó cuánto más le habían entusiasmado que sus prodigiosos y fáciles poderes.
Él mismo había sido un hombre, en otro tiempo. Pensando en Lekauf, se preguntó si alguna vez elegiría volver a serlo.

Espada de doble filo (II)


CABINA DE DÍA DEL OFICIAL AL MANDO, LANZADERA ST 321, EN RUTA HACIA EL CENTRO IMPERIAL.

-Creo que preferiría mantener el batallón Cuis bajo mi mando directo -dijo el Emperador, recostándose en el asiento de Vader mientras la lanzadera saltaba al hiperespacio.
Vader hizo caso omiso de la violación de su territorio y simplemente registró el hecho de que su Maestro se había molestado en hacerlo. Era otra de esas pequeñas pruebas, los constantes empujones y aguijonazos pensados para hacer que Vader ansiase la supremacía y adquiriera la suficiente ira para tomarla. Un millar de pequeñas amenazas alimentarían el lado oscuro en su interior, pero a veces parecía que lo hacía más por deporte que por su educación.
No le necesito para mantenerme preparado, Maestro. No olvidaré lo que me motiva. Y un día le mataré, sí, pero será un día de mi elección, no un acto reflejo cuando finalmente sus provocaciones colmen mi paciencia.
-¿Entonce no formarán parte de la infantería, Maestro?
El tono de Palpatine se endureció un poco.
-Sé cómo dirigir un ejército. Lord Vader.
-Me refiero a que los clones Cuis son, a los efectos, todos Manos y por lo tanto podrían ser ideales para operaciones especiales.
El emperador aceptó un vaso de agua de Lekauf, que nunca parecía encontrar degradantes las tareas domésticas.
-Sí, los entrenaré para llevar a cabo muchas tareas.
Vader se las arregló para evitar las palabras que últimamente siempre planeaban entre ellos.
-Cuis fue leal a su Maestro hasta el final. Ni siquiera reveló su nombre.
-Una encomiable cualidad que espero encontrar en su clones.
-Puede que sea genético, pero también puede ser fomentado.
Y de igual modo también puede ser eliminado. Vader pensó en el hombre que había sido -sí, no había dolor ahora, sólo una vívida y furiosa determinación- y en aquellos que había amado, pero que lo habían traicionado. Todavía podía recrear esa fría e intensa sensación de decepción cuando se dio cuenta de que Palpatine había enviado a Cuis, y que lo único seguro acerca de él es que iba a ser una fuente de amenaza constante. Saber lo solo que realmente estaba podría haberle hecho más fuerte, pero eso no le consolaba. Sospechaba que por eso se rodeaba de los Lekaufs de este mundo; no sólo porque los soldados leales eran buenos soldados, sino porque eso tranquilizaba a la pequeña parte de él que había sido Anakin, la parte que aún parecía suficientemente útil no suprimir. Lekauf era tranquilizador: un hombre al que le gustaba saber dónde estaba, un hombre que simplemente quería hacer su trabajo lo mejor posible y tener un propósito claro a cambio de su devoción.
No me decepcionarás. Demasiada gente me ha decepcionado.
-Teniente -dijo Palpatine, mirando más allá de Vader hacia donde Lekauf permanecía en paciente silencio-. ¿Qué te hace ser fiel a Lord Vader?
Lekauf, normalmente incómodo alrededor de Palpatine, se relajó un poco. Vader podía sentirlo. Las dudas y pasiones de Lekauf rara vez se mostraban en su rostro, pero las tenía, y Vader siempre podía saborearlas y a veces se basaba en ellas para entender lo que estaba sucediendo en el Ejército Imperial.
-Con su permiso, señor –dijo Lekauf, y miró a Vader-. Es porque mi Señor nunca pide a sus hombres que hagan cualquier cosa que él mismo no haría.
-Loable -dijo Palpatine.
Honesto, pensó Vader. Podría haber dicho que el Imperio era lo más santo y que yo era su instrumento. Pero ha dado la respuesta de un soldado.
El emperador volvió a sorber su agua, y Lekauf siguió inmóvil, de pie. No quería sentarse a menos que Vader estuviera sentado. Vader ya estaba acostumbrado a ello, y de vez en vez en cuando tenía que ordenarle que se sentara cuando estaba claro que lo necesitaba.
-Llama a tu mujer, Lekauf -dijo Vader-. Dile cuándo vas a llegar.
Hubo un breve destello de emoción en el espíritu de Lekauf que iluminó la Fuerza por un breve momento.
-Gracias, señor. Gracias.
Lekauf saludó y desapareció por la escotilla hacia la cabina. Maestro y aprendiz permanecieron en silencio hasta que estuvo fuera del alcance de sus voces.
-Siempre me sorprendes con tu capacidad para la... compasión -dijo Palpatine, convirtiendo de alguna manera esa palabra en un insulto.
-Motivación -dijo Vader, atreviéndose a corregir a Palpatine, y esperó que no creyera que había conseguido herirle-. No tendría sentido negar a Lekauf una cosa tan pequeña. Ejercer el poder por el poder no logra nada. Saber cuándo relajarlo, .
-Conseguir que las personas quieran agradarte es una habilidad importante -dijo Palpatine-. Te estás convirtiendo en un experto en ello. Fascinante, ¿no es así? Ver ese deseo de aprobación.
Ah, disfrutaba con ello. Era su deporte. Era más que el ejercicio del poder político. Le gustaba ver a la gente, a las personas inferiores e indefensas, a su servicio.
Ya no deseo complacerle, Maestro. Vader decidió que estaba contento de ser un hombre sencillo, confiando en la fuerza y la claridad. Su necesidad de juegos será algún día su perdición... ahora conozco cuál es su debilidad. La utilizaré cuando sea el momento.
Vader se instaló en el asiento de enfrente -normalmente el del primer oficial- y ocupó su tiempo poniéndose al día con informes de las bases imperiales en el Borde Exterior.
Debería haber sido un vuelo corto, sin complicaciones. Y así fue, hasta el momento en que algo cosquilleó en la parte posterior de la garganta y miró hacia arriba, llevando instintivamente la mano hacia su sable de luz. Entonces la alarma roja de los puestos de emergencia iluminó el mamparo y la sirena de advertencia le dejó sordo.
Palpatine, siempre todo calma glacial, colocó su vaso con cuidado sobre la mesa más cercana y abrió la comunicación con la cabina.
-¿Cuál es el problema? -preguntó.
No obtuvo nada más que el crujido de estática desde el otro extremo del enlace. Vader ya estaba en la escotilla, sus sentidos de la Fuerza abriéndose camino a través de lo que parecían ser capas de relleno y humo para sentir claramente lo que le había sido ocultado mediante un esfuerzo voluntario. Los Jedi Oscuros se habían revelado, luchando para ocultarle sus intenciones, pero todo lo que necesitaba saber era que no planeaban serle leales a él.
Probablemente estaban viniendo a por él.
Al parecer, los clones de Cuis aún continuaban con la misión de su donante.

***

Vader se dirigió por el pasillo hasta la cabina, sable de luz en mano, con las parpadeantes luces rojas de las estaciones de emergencia reflejándose en su armadura. Podía oír fuego de bláster.
Abrió su comunicador.
-Lekauf, ¿qué está pasando?
-Los clones de Cuis han matado a los pilotos y se han apoderado de toda la sección delantera de la nave, señor. -El b-dappp de un disparo de bláster interrumpió al teniente-. Aquí sólo quedamos mis clones, el oficial de navegación y yo. Estamos tratando de hacer saltar las escotillas del mamparo.
-Esperadme.
-No creo que deba bajar aquí, señor.
-Yo me ocuparé de ello. Me quieren a mí.
-Sheyvan parece ir a por el Emperador, señor, no a por usted.
Vader sintió la sacudida de la lanzadera como si hubiera realizado una repentina corrección de rumbo. Se dirigió de vuelta a la cabina de día y verificó la pantalla del repetidor de navegación para comprobar el rumbo; la lanzadera se dirigía ahora hacia el Borde Exterior. Palpatine seguía sentado tranquilamente en su asiento, con la empuñadura de su sable de luz en el regazo.
Un pensamiento cruzó por la mente de Vader. Lo expresó con cuidado.
-¿Es esto un ejercicio de fuego real que usted tuvo a bien no mencionarme, Maestro?
-No -dijo Palpatine.
Otro de sus juegos, en cualquier caso. Tal vez haya encargado a los clones de Cuis que me maten.
-Está en peligro, Maestro.
-Puedo ocuparme de siete Jedi Oscuros, Lord Vader. Lo que ninguno de nosotros puede hacer frente, sin embargo, es el vacío del espacio. Así que asegurémonos de que no haya brechas en el casco.
-Siete -dijo Vader-. Entonces, está incluyendo a su propia Mano.
-O bien Sheyvan está muerto, o bien es parte de esta rebelión, en cuyo caso morirá de todos modos.
La Lambda era una pequeña nave, de 20 metros de proa a popa, y Palpatine podía luchar con sus poderes de la Fuerza desde la cabina de día tan bien como podía hacerlo al alcance del sable de luz de un enemigo. Vader tomó su reacción tranquila como prueba tácita de que el Emperador sabía que no estaba en peligro, pero que Vader sí lo estaba. Y de repente, se sintió ofendido por poner en peligro a su tripulación, que se merecía algo mejor que eso.
-Yo me encargaré de esto, Maestro. No es necesario que se vea involucrado. -No ponga obstáculos en mi camino. No trate de ponerme más a prueba. Manténgase apartado de esta lucha-. Lekauf y yo reestableceremos el orden.
Vader volvió a recorrer el pasillo y salió por la escotilla un compartimiento a popa del mamparo de la cabina. El humo y el olor a disparos de bláster llenaba el aire; Lekauf, el oficial de navegación Pepin, y los clones de Lekauf habían apilado cajas como barrera defensiva e iban alternando entre disparar a la escotilla y tratar de forzar a las secciones con una barra de duracero.
-Si no tuviéramos Jedi al otro lado de la escotilla, a estas alturas ya estaría abierta -dijo Pepin, gruñendo por el esfuerzo, mientras ponía todo su peso en la barra de metal.
-Es Sheyvan, señor -dijo Lekauf-. Los ha liderado.
Vader se acercó a la escotilla, apartó a Pepin a un lado con mano firme, y golpeó dos veces su puño cerrado contra el duracero.
-Sheyvan, ríndete. Nunca podrás derrotarme.
La voz de Sheyvan sonaba ahogada. El oído amplificado de Vader distinguió las palabras con claridad, incluso a través del pesado duracero.
-Nos ha traicionado -dijo Sheyvan-. El Emperador nos ha traicionado a todos.
-Abre esta escotilla.
-Él nos utiliza, Lord Vader. ¿No lo entiende?
Oh, sí, por supuesto que sí. Y podría arrancar esta escotilla con el poder de mi voluntad, pero quiero oír más. ¿Cómo has encontrado la fuerza para desafiar a Palpatine?
-He dicho que abras la escotilla.
-Nos hace creer cada uno de nosotros somos la única Mano y luego averiguamos... tira a la basura nuestras vidas, Lord Vader, y nuestra lealtad se merece algo mejor.
Desde luego que sí. También la mía. ¿Con quién sigo todavía enojado; con Palpatine o con Kenobi? ¿Qué Maestro me ha decepcionado más?
-Clones de Cuis. -Golpeó la escotilla de nuevo-. No podéis tener los recuerdos de vuestro donante. ¿Qué os hace sentiros lo bastante traicionados como para amenazar a vuestro Emperador?
La voz de un hombre muerto contestó con un acento ligeramente diferente, el acento de Sheyvan.
-Somos leales al hombre que nos entrenó, Lord Vader.
-Genial -dijo Lekauf-. Inteligente manera de volver sus cualidades contra nosotros.
No cabía duda de su capacidad de lealtad, y Vader había tenido razón al observar esa cualidad en Cuis; pero no sabía lo traicionado que se había sentido Sheyvan al descubrir que no era la única Mano, y al descubrir lo que le había sucedido a Cuis.
Pero Palpatine debía haber sabido que esa reacción era probable. ¿Había ideado esto a propósito, poniendo a un hombre amargado a cargo la formación de Jedi Oscuros que muy probablemente asumirían la causa de su instructor? ¿Había influido en la mente Sheyvan? Vader nunca sabía cuántas capas había en las intrigas de Palpatine, sólo que estaba cansado de ellas.
Lekauf tenía razón. La lealtad era una espada de doble filo. Era una pena que estuviera jugando en su contra en ese momento.
-Lord Vader -dijo Sheyvan-. Lord Vader, ayúdenos a derrocar a Palpatine. Usted podría gobernar en su lugar.
Sí, le derrocaré. Pero ahora parecía muy pronto, demasiado pronto. Vader lo consideró por un momento. Se dio la vuelta y sorprendió a Lekauf mirándole fijamente, y rechazó la idea.
-Apártate y déjame abrir esta escotilla, teniente.
Los clones de Cuis le oyeron. Sintió cómo uno de ellos se acercó más a la escotilla.
-Si intenta asaltar la cabina –gritó-, sobrecargaremos el cañón láser; y destruiremos la nave.
Lekauf asintió.
-Pueden hacerlo, señor -dijo en voz baja-. Tienen el control de todos los sistemas de armas.
-Entonces tendremos que neutralizarles de forma segura.
-¿Segura para ellos?
-Segura para nosotros.
-Si está usted preparado para enfrentarse a unos instantes sin soporte vital, mi señor, es probable que pueda cortar la corriente de toda la nave -dijo Pepin-. El generador está en nuestro lado de la escotilla.
Eso paralizaría los cañones láser. Significaba luchar en la oscuridad, pero tanto Vader y como los clones tenían mejoras en sus cascos que les permitían ver en infrarrojos y con poca luz. Pepin podría arreglárselas de alguna manera.
-Aunque cortemos la corriente, todavía tendrán sus sables de luz, señor -dijo Lekauf-. Son muy bueno desviando fuego de bláster, y cualquier otra munición más pesada podría hacer un agujero en nuestro casco de todas maneras.
-Tengo algo que tendrán problemas para desviar -dijo Nele, el clon de Lekauf que había sido lanzado a través de la sala de entrenamiento. Levantó un gran rifle con una cámara cilíndrica montada donde habría estado la mirilla óptica en un rifle bláster convencional-. Barbacoa instantánea.
Lekauf pareció avergonzado por un momento.
-Un lanzallamas, señor. Tiene razón. Mejor carbonizar los paneles que abrir un gran agujero en ellos. Y es rápido.
Vader no podía imaginar a su ultra-formal teniente enseñando a sus clones frases como barbacoa instantánea, pero claramente había un lado del hombre que no había visto todavía.
-El fuego el mayor peligro a bordo de una nave.
-No tan peligroso como dejar que vuelen la nave en pedazos, señor.
-Muy bien -dijo Vader. Podía usar la Fuerza para contener los daños si era necesario. Sintiendo una presencia que se acercaba, se dio la vuelta para ver a Palpatine, de pie al final del pasillo, sereno y simplemente... observando-. Preparados.
Vader lamentó la pérdida de los clones de Cuis. Pero se trataba de un asunto de supervivencia, y si una Mano podía volverse contra el Emperador, el hombre que había inspirado originalmente su devoción, entonces habría inculcado en sus alumnos la capacidad de hacer lo mismo.
Los clones siempre eran rápidos aprendiendo. Eso también era una espada de doble filo.

***

Palpatine permaneció al fondo del pasillo que corría a lo largo del lado de estribor de la Lambda. Había proyectado un campo resplandeciente ante él, una declaración silenciosa de que no iba a participar en la lucha.
-Tengo confianza en ti, Lord Vader.
Ese truco ya no funciona conmigo, Maestro.
-Y yo tengo confianza en mis hombres.
Vader podía ver por el tenso control en el rostro de Lekauf que ahora estaba lejos de sentirse inspirado por el Emperador. Por una vez, ahí había alguien que no parecía capaz de impregnarse con el deseo de agradarle. Lekauf parecía sentir lo mismo que sentía Vader. Era inquietante ver eso en un hombre común.
Pepin estaba en pie con un hidrotensor en la mano, listo para apagar los motores y el generador de la lanzadera. Lekauf posicionó a los seis clones a ambos lados de la escotilla con lanzallamas y blásters preparados.
Vader dio un paso atrás. Lo que necesitaban no era tanto sus habilidades de combate como su capacidad para impedir que los Jedi Oscuros usasen la Fuerza. Casi sin duda tenían un sentido del peligro tan agudo como el suyo; y siete de ellos juntos podrían salir de detrás de esa escotilla y superar a Pepin o a cualquiera de los clones.
Tomó aire y se concentró, cerrándose a casi todo a su alrededor hasta que sólo era consciente de los seres vivos de la lanzadera. Podía sentir a Lekauf y sus hombres. Podía sentir a Pepin en los controles de potencia. Y podía sentir los siete vórtices de energía oscura detrás de la mampara en la parte delantera como si no hubiera duracero entre ellos en absoluto.
Se oyó un clic y un zumbido de blásters cargándose y un silbido tenue cuando tres de los clones ajustaron la presión en sus lanzallamas.
-Cuando usted quiera, señor -dijo Lekauf.
Vader se concentró en Pepin y lo envolvió en un escudo de Fuerza.
-Pepin... ¡ahora!
Vader notó una sensación de concentración desde detrás de la escotilla, y justo cuando siete mentes parecieron darse cuenta de la amenaza y extenderse en la Fuerza, Pepin apagó el generador y el transbordador se sumió en la oscuridad, a excepción de la reluciente hoja roja de su sable de luz. Levantó la mano izquierda, sabiendo exactamente dónde se encontraba el punto más débil de la escotilla, y envió un potente empujón de la Fuerza que hizo que las dos mitades de las puertas de la escotilla se separasen.
Por un momento, congelado en el tiempo, Vader vio un bosque de hojas rojas de sable de luz exactamente iguales a la suya. Lanzó una onda de choque de la Fuerza contra la cabina al tiempo que su campo de visión estalló en luz caliente y amarilla y el fuerte rugido de las llamas llenó el compartimiento dañado ante ellos, el fuego lamiendo los mamparos y proyectándose por la escotilla de la cabina.
Ahora podía ver el interior. Escuchó gritos. Tres espadas de luz habían desaparecido, pareciendo fundirse con las llamas. Furiosos reflejos dorados bailaban sobre las armaduras blancas. Pero tres de las hojas de energía seguían brillando, y pudo ver tres de los clones de Cuis envueltos en sus propios escudos de Fuerza, logrando mantener a raya el asalto del lanzallamas.
Las placas y los trajes corporales de los soldados de asalto eran resistentes al fuego, y los hombres de Lekauf habían superado ese intrínseco terror humano al fuego para caminar por el infierno y continuar disparando chorros de gas ardiente en el compartimento ante ellos. Vader podía ver tres cuerpos en el suelo, de color negro mate, carbonizados, y tres hojas de sable en movimiento, pero, ¿dónde estaba el cuarto?
Se extendió con la mente, buscando detrás de los ardientes paneles y tableros de control. Otra bola de fuego voló hasta el fondo del puente de mando desde la boca de un lanzallamas. Lekauf, apretado junto a Vader y sin respirador, tosió cuando el humo acre se alzó hacia ellos.
-Mantente aparte -dijo Vader, e intensificó su alcance de la Fuerza para atravesar la protección de los clones de Cuis, agarrando sus gargantas y aplastándolas. Una cedió y Vader avanzó rápidamente, dando tres pasos hacia delante y abatiendo al clon con un movimiento descendiente de su sable.
Quedaban dos, aparte de Sheyvan. Él aún estaba vivo. Vader podía sentirlo, aunque no verlo. Los hombres de Lekauf dispararon rápidas ráfagas de llamas sobre los últimos dos clones de Cuis que quedaban en pie, haciéndoles retroceder contra el mamparo de babor mientras Vader se acercaba y ellos se esforzaban por mantener la burbuja protectora a su alrededor. Salía humo de todas las superficies. El interior de la lanzadera estaba hecho de materiales resistentes al fuego, pero la temperatura en el confinado espacio estaba haciéndose ya insoportable.
Nele disparó otra ráfaga de gas ardiente sobre los Jedi Oscuros. Entonces uno de los clones de Cuis realizó un esfuerzo enorme y envió la bola de fuego de vuelta hacia Vader.
El traje de Vader podía resistir casi cualquier asalto. Pero Lekauf, un hombre entrenado para reaccionar sin detenerse a discutir, se arrojó delante de él y se llevó la peor parte de la llama. Cayó, jadeando, mientras los clones se acercaban a los Jedi Oscuros y Vader reventó sus escudos de Fuerza con pura rabia concentrada.
Los sables de luz se extinguieron en un parpadeo.
-¡Pepin, los controles, ya! –gritó Vader.
La energía del transbordador regresó, y una fina lluvia de retardante de fuego comenzó a caer de los extintores del puente, rociando las superficies ardientes. Vader se arrodilló para agarrar a Lekauf por los hombros y sacarlo de allí.
La acción Lekauf había sido un gesto tonto y que Vader no necesitaba. Pero era un recordatorio doloroso para él. No hacía mucho tiempo, él había sido quien se encontraba quemado y desesperado en busca de ayuda... Y el Maestro en quien confiaba, Obi-Wan Kenobi, le abandonó y le dejó morir.
Vader no abandonaría a Lekauf como él había sido abandonado. Sostuvo la cabeza del oficial, no para ganar su lealtad como Palpatine haría, sino porque era lo que Vader creía que Kenobi debería haber hecho por él.
La piel de Lekauf estaba ennegrecida, pero sus ojos estaban abiertos, anchos y blancos en un rostro conmocionado. Vader pidió bacta y Nele y Pepin corrieron hacia él con medipacs. Lekauf levantó un brazo y miró el dorso de su mano lleno de ampollas como si no fuera la suya.
-Mi mujer va a estar furiosa conmigo -dijo de esa manera absurda con que los hombres gravemente heridos hablaban a menudo.
-Apuesto a que su esposa simplemente se alegrará al verle volver de una pieza -dijo Pepin-. Llevémosle al camarote.
Vader se puso en pie. Los demás clones estaban registrando el carbonizado y deformado compartimento delantero, blásters a punto.
Sheyvan tenía que estar en alguna parte. Era una nave demasiado pequeña como para esconderse. Vader entró cuidadosamente a través de los escombros humeantes, ahora resbaladizo con una capa de líquido extintor, e hizo un gesto a los clones para que le dejasen la búsqueda a él. Sentía que el Jedi Oscuro estaba vivo, pero con una capa negra de ceniza húmeda cubriéndolo todo, era difícil saber qué era un cuerpo y qué era simplemente una lámina de plastoide fundido. Empujó grumos con la bota, sable de luz en mano.
Contó ocho cadáveres; seis clones de Cuis y los dos miembros de la tripulación que ya estaban muertos cuando comenzó el asalto. Entonces, una forma ennegrecida se apartó ligeramente cuando la golpeó con el pie.
Sheyvan se puso en pie de un salto, una pesadilla manchada de ceniza húmeda y negra. Su espada de luz cortó el aire húmedo y caliente, y Vader lo bloqueó con un empujón hacia arriba.
-Le traicionará a usted también, señor -dijo Sheyvan, chocando su sable de luz contra el de Vader.
-Pocas personas no intentarán traicionarme -dijo Vader y volviéndose hacia él. En ese momento, sólo podía concentrarse en la situación de Lekauf, un eco de la suya propia, y la rabia era una fina lente por la que concentrar su poder. Condujo Sheyvan retrocediendo al otro lado de la resbaladiza cubierta, haciéndole tropezar. Incluso ahora, después de soportar las llamas y el humo que aún restaba, el Jedi Oscuro seguía siendo un luchador formidable, y Vader realmente lamentó el golpe final que le atravesó desde hombro a la cadera y lo dejó muerto en el suelo.
Sheyvan era lo que Palpatine había hecho de él. Vader había pensado una vez que él también estaba hecho según lo planeado por Palpatine, pero ahora podía ser su propio hombre.
El Emperador podría incluso haber influenciado a Sheyvan para hacer esto. Tantas capas. Tantos juegos.
La cabina estaba demasiado dañada para pilotar la nave de regreso al Centro Imperial. Vader envió una señal de socorro y esperó el rescate. Regresó al camarote para comprobar el estado de Lekauf y encontró a Palpatine observando los primeros auxilios de emergencia como si se tratara de una demostración.
-¿Sobrevivirá? –preguntó Vader. Conozco esta sensación. Conozco el dolor-. ¿Tiene dañados los pulmones?
Pepin lo llevó a un lado.
-Tiene quemaduras muy graves, señor –dijo en un susurro.
-Yo sobreviví una vez a las quemaduras –dijo Vader-. Y él también lo hará. –Se inclinó sobre Lekauf y observó su rostro, viendo una fracción de lo que Palpatine debió ver una vez en él-. Eres más leal de lo que te conviene, teniente.
-Es mi trabajo, mi Señor.
Sin duda trataba de mostrar humor. A juzgar por las expresiones de los rostros de los clones que había entrenado, había creado ese mismo sentimiento de lealtad en ellos. Casi habían formado una línea defensiva a su alrededor. Nele le pasaba a Pepin una sucesión de gasas impregnadas en bacta.
-Nunca me decepcionas –dijo Vader. Lekauf, con el rostro y las manos envueltos en gasas húmedas, parpadeó un par de veces-. Tus disculpas han sido prematuras.
Con el tiempo, Lekauf se recuperaría, y puede que incluso volviera a entrenar hombres. Pero ahora sería el progenitor de un batallón de clones; sus hombres habían vencido a Jedi Oscuros y, aunque ayudados por Vader, se habían desenvuelto bastante bien por sí mismos.
Lekauf podía estar orgulloso. Y al menos volvería a ver a su familia. Con cicatrices o sin ellas, tenía algunas cosas que otros –incluso Vader- podían envidiar.