lunes, 24 de septiembre de 2012

A su imagen (y II)


SECTOR PARMEL, BORDE EXTERIOR

Vohai se extendía bajo la lanzadera clase Lambda, una colcha de lúgubres polígonos industriales intercalados con zonas verdes y torres residenciales incongruentemente atractivas. Desde la ventanilla de observación, Vader vio un solo vagón reluciente deslizarse a lo largo del unirail que colgaba a dos kilómetros por encima de la superficie del planeta, reflejando la luz del sol y formando un puntito quemado.
-Vamos a atracar muy pronto, Lord Vader -dijo su ayudante de campo, claramente interpretando sus movimientos de cabeza como impaciencia-. Mis disculpas por el retraso.
¿Retraso? Vader no lo había notado. Simplemente estaba probando su enfoque de nuevo. Era interesante lo mucho que podía intimidar, sin siquiera pretenderlo ahora. Ese, descubrió, era el valor de una buena presencia: el arte de la ilusión. Y pensar que hubo un tiempo en que lamentó estar ligado a ese sombrío traje negro y ansiaba volver a tener su cuerpo entero.
-Espero que nuestro maestro clonador en Arkanian Micro no llegue tarde, entonces, Lekauf.
El oficial hizo un gesto somero, casi como si fuera a ponerse la mano en el pecho -un gesto de alivio-, pero pareció pensarlo mejor.
-Está esperando, señor. Está en las instalaciones, listo para ejecutar la demostración.
Era tan fácil: Vader se sentía cómodo consigo mismo ahora. Totalmente cómodo.
La nave atracó en un hangar fresco y cavernoso que olía como si maquinaria engrasada recientemente hubiera pasado a través de él. Un pequeño grupo de técnicos y supervisores -distinguió las variaciones en las prendas que vestían- se adelantaron para saludar a su cliente.
El sistema olfativo de Vader, mejorado con sensores, detectó componentes minerales, la áspera nitidez metálica de virutas de piezas fresadas, incluso sudor Quara y humano: los mundanos acontecimientos que habían tenido lugar allí en la última hora se repetían para él. Probablemente, había llegado equipamiento y había sido trasladado por el personal de mantenimiento.
Y había algo más allá de las impresiones físicas inmediatas de las instalaciones. Vader podía sentir la ansiedad, la tensión justo antes del conflicto.
Alguien más le estaba esperando. Varias personas.
Echó un vistazo a la longitud de las vigas de duracero azul que formaban la estructura de las paredes y el techo del hangar, buscando una puerta, un puente, cualquier punto de acceso para la amenaza. Estaba sobre él. Alguien iba a por él.
Había dos puertas las paredes superiores con sólo una escalera bajo ellas. Escotillas de acceso. Hay pasillos detrás.
Se mueven por allí arriba. Cinco, seis... siete personas.
Las ondulaciones apenas perceptibles de la Fuerza también permitieron que Vader notara otra cosa a una distancia muy grande: su Maestro.
Es inevitable. Ya sabías que haría esto, ¿verdad?
Vader introdujo lentamente su mano enguantada bajo su capa negra y la bajó deslizándose hacia abajo la empuñadura de su espada de luz. La apretó con fuerza. Ya no sentía que la mano mecánica formase menos parte de sí mismo que su anterior mano de carne y hueso. El sable de luz de nuevo era como una continuación de su propio brazo, natural y completo.
-Lekauf -dijo en voz baja a su ayudante-. Lekauf, retírate. Ahora.
-¿Qué pasa, señor? -Lekauf también estaba mirando las austeras paredes, también, siguiendo el ejemplo de Vader. Cogió su bláster y lo sostuvo a dos manos, con los ojos bien abiertos-. No puedo ver...
Los supervisores y los técnicos se quedaron plantados en su sitio, con los hombros ligeramente encorvados y mirando a su alrededor frenéticamente para detectar lo que se imaginaban que Vader podía estar viendo. Se agacharon. No podían haber visto nada. Estaban reaccionando a él.
-Lord Vader...
-Vete de aquí. Puedo encargarme de esto.
Vader sentía que algún día necesitaría a Lekauf, pero no ahora. Pulsó el botón de la empuñadura y un rayo de brillante energía roja rasgó el aire, haciendo que los técnicos de las instalaciones se dispersaran de repente buscando una cobertura inexistente. El pum-pum-pum de botas en staccato corriendo sobre el suelo de duracero resonó de repente por encima y a ambos lados del hangar y Vader se dio la vuelta, sosteniendo el sable de luz con ambas manos.
Se quedó mirando a las puertas del hangar.
Cuerdas de rappel aparecieron con un fuerte chasquido y la apertura quedó instantáneamente bloqueada desde el exterior por una línea de cuatro hombres encapuchados con blásters de repetición Thunderbolt. Vader sintió la onda de la Fuerza con la presencia de tres más a punto de entrar por las puertas a su espalda.
Lekauf se puso delante de él para bloquear sus disparos, con el bláster preparado. Vader le apartó a un lado con un golpe de su brazo, enviándolo al suelo, a un lugar más seguro cuando la lluvia de disparos voló hacia su placa pectoral en una V concentrada de luz azul. Entonces hizo girar su espada de luz en un limpio círculo con el brazo extendido, con las dos manos, bloqueando los disparos en un económico borrón de energía.
Los asesinos se detuvieron para recargar frenéticamente sus armas.
-Lord Vader... -dijo Lekauf, pero la Fuerza volvió a dejarle tumbado contra el suelo, agitando los brazos.
-Quédate ahí -espetó Vader. Te necesitaré algún día. Los otros tres sicarios estaban todavía detrás de él, escondidos tras la puerta. Podía sentirlo. Retrocedió hacia ella, haciendo señas con una mano a los cuatro primeros atacantes, que ahora formaban una línea irregular al otro lado de la entrada, provocándoles, ganando tiempo. Ellos siguieron apuntándole con sus blásters y trataron de conseguir un disparo claro que superase al sable de luz que ahora traba lentos barridos. No parecían capaces de encontrar ninguno.
-Acercaos. -Están detrás de mí. Los siento. Oh, un poco a la derecha, un poco más a la derecha...-. Hoy no estoy de humor para perseguiros.
Ellos sabían donde estaban sus compañeros, estaba seguro de ello. Y él también lo sabía.
Era sólo cuestión de tiempo todo eso llegase a un rápido final.
-¡Ahora! -gritó un hombre.
Vader se echó al suelo y giró cuando las puertas se abrieron de golpe detrás de él. Desde su posición de cuclillas vio piernas correr hacia él, y blandió su espada a la izquierda, a la derecha, otra vez a la izquierda, cortando a través del hueso y del tendón y de los gritos. Continuó con el arco haciendo subir la hoja de rubí mientras se volvía y se levantaba al mismo tiempo para hacer frente a los otros cuatro asaltantes que ahora estaban justo sobre él. Habían parecido minutos, incluso a pesar de que sabía que habían sido dos segundos, no más.
Un repetidor Thunderbolt no era un arma de combate cuerpo a cuerpo.
Pero un sable de luz sí.
Un hombre cayó al instante, sin su intervención. Vader se lanzó hacia adelante y atravesó a dos más, de izquierda a derecha. El cuarto perdió su brazo y su bláster en el mismo movimiento cortante y se dejó caer de rodillas, completamente en silencio, con la boca bien abierta en congelada agonía mientras miraba fijamente el muñón chamuscado. Vader hizo descender la espada de luz atravesándole el cuello. El hangar estaba ahora en silencio excepto por el sonido de su propia respiración. Miró hacia abajo, a la espalda del único hombre que no había matado él. La túnica negra todavía humeaba un poco.
-Buen disparo, Lekauf -dijo Vader. Liberó su presión de la Fuerza-. Te dije que te quedaras tumbado.
Lekauf se puso de rodillas y enfundó su bláster.
-Nunca me levanté, mi señor. Sin embargo, puedo disparar estando tumbado, y usted no hizo mención de ello.
Lekauf se puso de pie y fue hacia él como si quisiera comprobar si tenía alguna herida. De repente Vader se dio cuenta de que era robusto y de buena estatura. Y era lo suficientemente leal para interponerse en la línea de fuego, y luego... desafiarle para cubrirle las espaldas.
Buen hombre. Como mínimo, una posible plantilla, entonces.
Vader dio un paso atrás por si acaso Lekauf realmente pretendía atenderle las heridas, y luego buscó con la mirada para ver dónde se había ido el personal de la instalación. Estaban acurrucados junto a los cadáveres cerca de la puerta, silenciosos a la manera de las personas que tenían miedo de decir algo equivocado en el momento equivocado. Más personal se asomaba con cautela por las puertas en el retumbante silencio que siempre seguía a los tiroteos.
-¿Quién es vuestro oficial superior? -le preguntó Vader.
-Tef Shabiak -dijo uno de los técnicos con voz ronca.
Vader se volvió hacia Lekauf e inclinó ligeramente la cabeza. Cuando sus ojos no eran visibles, un gesto era necesario.
Lekauf lo entendió perfectamente.
-¿Qué quiere que haga con él, Lord Vader?
-Arráncale la cabeza, por favor -dijo Vader-. Este servicio al cliente es muy deficiente. Y ahora veré a su sustituto.
A veces la gente se quedaba sin aliento, y otras veces no. El rango de reacción al terror era fascinante. La obediencia estaba resultando ser una reacción común. Lekauf caminó rápidamente junto a Vader, pero ligeramente detrás de él, mientras seguían a un gerente visiblemente agitado por los pasillos hacia el corazón del complejo de clonación.
-Si cree que la compañía ha estado implicada en este atentado, debería...
Vader le cortó en mitad de la frase.
-Sé quién está detrás de esto, y ciertamente no es la compañía.
La siguiente pregunta de Lekauf quedó colgando en el silencio. Sólo se escuchaba el crujido de sus botas mientras seguía el ritmo de su Señor Sith.
Vader contestó de todos modos.
-Debo estimular una mayor seguridad, o de lo contrario en adelante estaríamos invitando a nuevos atentados como si se abriera la temporada de caza.
-Entendido, mi señor -dijo Lekauf. Para Vader, sonaba y parecía verdaderamente satisfecho.
Pero más que estimular la seguridad, la ejecución del primer ejecutivo era otra elocuente declaración de intenciones que suponía un pequeño esfuerzo, pero hablaba en voz alta a través del Imperio: habría consecuencias para cualquier acto que no contase con la aprobación de Vader.
Vader había aprendido que el poder era tanto una cuestión de presentación como de usar el lado oscuro.

***

En su salón del trono, Palpatine hizo una pausa mientras ojeaba las pantallas de su cuaderno de datos. La Fuerza suspiró levemente: lo sintió. Vader había reaccionado.
Había sobrevivido a lo que Cuis había lanzado sobre él. Palpatine creía que en realidad sentía la sensación de su aprendiz de haber sido traicionado. Se concentró más en busca de algún indicio de ira o de odio, pero no había nada, y se preguntó si Vader todavía no había descubierto lo obvio.
Palpatine recurrió a sus reservas de paciencia y se acomodó en la silla, ajustando el cojín detrás de su espalda. Dejó que el cuaderno de datos absorbiera su atención de nuevo.
Vader tenía que dar el siguiente paso. Si no lo hacía, la larga búsqueda de Palpatine de otro aprendiz digno sería realmente una muy larga.

***

Vader contempló los tanques llenos de líquido.
Al pasar por las filas, los tanques se comportaron como lentes, distorsionando la figura del recién ascendido ejecutivo jefe de Microtecnologías Arkanianas, de pie detrás de ellos.
-Entonces supongo que prefieren la tecnología de clonación arkaniana -dijo Vader.
-Tan buena como la kaminoana, señor. -Estaba nervioso, habría sido estúpido si no lo hubiera estado-. Y también un año completo de tiempo de espera para la edad adulta; no apresuramos el proceso. Garantizamos un producto estable.
-¿Están preparados para intentar la reclonación de nuestra actual plantilla Fett?
-Si quiere que lo hagamos, sí. No es un genotipo con el que hayamos trabajado antes, por lo que puede haber incertidumbres. Y hay una mayor tasa de fracaso con la clonación secundaria, pero desde luego pondremos toda nuestra experiencia en ello.
-Lo agradecería si lo intentasen. Han demostrado ser excelentes soldados, sobre todo en términos de disciplina. -Vader deslizó la punta de su dedo enguantado por el permacristal del tanque y miró al soldado adulto formándose en su interior.
Los kaminoanos decantaban sus clones como juveniles y los maduraban de forma natural: se preguntó qué suponía una mayor diferencia a largo plazo, la calidad de la plantilla o la formación. No le importaban los atajos, no cuando la eficiencia de una división entera dependía de una sola selección. Pero él no era científico, y ésa era un área en la que tendría que confiar en sus únicas capacidades de liderazgo y motivación para conseguir que se hiciera el trabajo.
Al concentrarse en la forma que flotaba en el líquido, detrás de una red de finos tubos, Vader se vio por un momento a sí mismo: quemado, apenas con vida, mutilado, rescatado, reconstruido. Se preguntó si más allá de la apariencia externa de un droide Sith, habría algo más que le estuviera modelando a imagen de otro. Y, por encima de todo lo demás, aún podía sentir dos cosas en la Fuerza: el sable de Palpatine en su espalda, y la forma menos definida de una amenaza que estaba físicamente mucho, mucho más cerca.
-Entonces diversifiquemos el riesgo -dijo, y su atención, dividida a partes iguales entre el tanque y la amenaza, se apartó por un momento de ambas distracciones-. Reclonen una plantilla Fett, y continúen con este lote. Y vamos a pedir al teniente Lekauf si es tan amable de proporcionar una muestra de su propio tejido para que puedan trabajar sobre él.
Lekauf, de pie con una mano sobre su pistolera abierta, inclinó la cabeza respetuosamente.
-Gracias, Lord Vader. Realmente es un honor.
Su orgullo y su placer eran tangibles. Y, junto a Vader, resultaba casi exactamente de la altura de un clon Fett. Él serviría.
-¿Aceptaría nuestra hospitalidad, Lord Vader? -dijo el nuevo y nervioso jefe de Arkanian Micro. Tan pronto como las palabras salieron de su boca, su rostro se ensombreció y su mirada quedó fija durante unos tensos instantes en la rejilla que cubría la boca de Vader. Luego desvió la mirada de la boca a la pieza ocular, claramente pensando que su ascenso iba a ser excepcionalmente breve.
La gente era tan transparente.
-Lamento tener otros asuntos que atender -dijo Vader. Un momento de gracia contrastaba exquisitamente con una ejecución sumaria, luz y oscuridad, combinándose para lograr un resultado equilibrado. Arkanian Micro ahora ya no presentaría nunca al Imperio ningún problema de producción-. Estoy buscando a alguien. -Lekauf dio un paso hacia adelante como para acompañarle, pero Vader alzó un dedo enguantado-. Tienes una muestra de proporcionar, teniente. Puedo encargarme de esto por mi cuenta.
Podía hacerlo. Ni siquiera necesitaba un mapa de la ciudad: encontraría al hombre que estaba buscando, porque ese hombre también le estaba buscando a él.
El último asesino que le acechaba tenía un efecto especial en la Fuerza. Vader lo probó, sondeando cuidadosamente, dejando que la impresión le atravesase.
Era un Jedi Oscuro. Era lo que debería haber esperado de su Maestro. Éste al menos supondría una prueba real para él. Y en su fuero interno, Vader sentía que quería pasar la prueba por su propio bien, no por el de Palpatine.

***

Tu odio te hará fuerte.
Vader se deslizó por el pasillo que conectaba la zona de gestión de Arkanian Micro con el gran patio en el centro de la instalación. Era un cuadrado de césped perfectamente cuidado bordeado de árboles idénticos cuyas copas estaban recortadas en precisas formas cúbicas. Una fuente formada por un solo caño de agua que burbujeaba a través de una pirámide de piedras lisas proporcionaba un relajante sonido ambiente.
Lo último que quería Vader era relajarse. Buscaba su odio otra vez. Palpatine había enviado hombres a matarlo. Por muy inevitable que eso fuera, por más que tal maldad estuviera estrechamente ligada y fuera inseparable al deseo de su Maestro de verlo triunfar, tenía que centrarse en la fuerza motivadora del odio puro.
Hizo una pausa y activó su sable de luz, escuchando.
Sintió como se acercaba el Jedi Oscuro mucho antes de escucharlo.
Vader sintió una presencia deslizándose a través de las puertas y acercándose. Una sensación de hielo derritiéndose recorrió lo que quedaba de su espalda, y él la aprovechó: una pequeña y preciosa fracción de miedo que podía ser recogida y utilizada. No: de precaución. Su armadura no era indestructible, y esta vez se enfrentaba a un Jedi. Y aún era menos de lo que había sido cuando era totalmente de carne y hueso.
Vader salió al césped, lejos los árboles, y esperó usándose a sí mismo de cebo.
No tuvo que esperar mucho. Supo que el hombre estaba allí, observándolo, durante casi un minuto antes de trasladarse desde una puerta hacia la luz del sol. De pronto, a la derecha de Vader, otra puerta se abrió y dos mujeres salieron charlando con tazas de flimsi en sus manos. Ambas miraron a Vader, y luego a su sable de luz, y se apresuraron a entrar de nuevo, cerrando la puerta tras ellas.
Ese segundo fue suficiente. El Jedi Oscuro tomó la empuñadura de su espada de luz con ambas manos y separó sus brazos, liberando dos hojas, una roja en la mano izquierda y una blanca en la otra. Vader pensó brevemente que era una maravillosa muestra de teatro hasta que el hombre se acercó a él girado los sables lentamente, como un malabarista preparando su actuación con las mazas. Y la hoja blanca pasó tan cerca de su casco que había levantado su espada de luz para bloquearla antes de tener tiempo para pensar.
-Mi nombre es Cuis, Lord Vader -dijo el hombre-. No es nada personal, créeme.
Vader igualó sus pasos para mantenerse frente a él mientras se observaban caminando en círculos. Nada personal. Tal vez Cuis pensaba que un acto a sangre fría podía intimidarle. Pero era la ira y todas las demás emociones brutales las que ganarían la pelea.
Vader se abalanzó.
Mi Maestro me quiere muerto.
Hizo descender su sable con fuerza en un arco recto y Cuis lo bloqueó con los suyos, deslizando sus hojas hacia abajo en toda su longitud como si afilase una cuchilla de metal. Vader se retiró y lanzó un tajo hacia arriba, luego hizo una finta hacia la izquierda, pillando a contrapié al Jedi, que saltó hacia atrás contra el tronco de uno de los árboles. Vader hizo una estocada doble en la pierna derecha, por debajo del remolino formado por las hojas gemelas.
Tenía que obligar a Cuis a dirigirse a un espacio confinado para negarle la ventaja de los dos sables de luz. Hubo una vez un muchacho llamado Anakin que podría haberlo hecho a base de técnica pura, pero ya estaba en el olvido, y el hombre transformado que era Vader optó por el poder puro y comenzó un asalto de tajos rápidos, furiosos, cortando el tronco de un árbol mientras Cuis esquivaba los golpes detrás.
Mi Maestro me obligó a vivir y ahora me quiere muerto.
El tronco crujió y cayó y Cuis desvió el peso de las ramas con la Fuerza. Eso le hizo ganar un poco de tiempo a Vader. Lo utiliza para enviar la hoja blanca de Cuis girando hacia la fuente, repiqueteando entre las piedras mojadas. Cuando la espada de luz que le quedaba a Cuis voló desde su mano izquierda a la derecha, Vader la interceptó, tirando de ella en el aire y usando la Fuerza para lanzarla al otro lado del patio, fuera de su alcance.
Cuis salto alto y evitó que sus piernas recibieran el golpe de un salvaje barrido bajo, pero su oponente había conseguido tenerle con la espalda casi en el ángulo de las paredes. Vader no podía igualar la agilidad de Cuis, por lo que en lugar de eso alzó su mano izquierda: la fuerza se atrapó la garganta de Cuis.
Eso hizo que Vader sintiera una familiar y dolorosa sacudida de reconocimiento. Se cerró ante lo que sabía que era un recuerdo. En su lugar, se concentró en usar una oleada totalmente inesperada de rabia y odio para inundar el vacío que sentía y que le abrumaba. Cuis se tambaleó hacia atrás contra la pared, luchando contra el agarre remoto y aplastante de Vader con su propio poder de la Fuerza. Luego se dejó caer de rodillas, temblando por el esfuerzo. Vader le obligó a agacharse más y más.
Podía haberlo matado en ese instante.
Relajó su agarre lo suficiente para que Cuis tomase una áspera bocanada de aire y le retuvo allí, repentinamente consciente de los rostros que aparecieron en una ventana y luego volvieron a ocultarse de nuevo: rostros de mujeres sorprendidas, aterrorizadas e inofensivas. Trabajadoras de oficina. El odio trabajaba ahora para él, diciéndole que no necesitaba pensar en -ni recordar- la expresión de sus rostros.
-Vamos -dijo Cuis. Apenas era audible-. Acaba con esto.
-¿Quién te ha enviado? -Lo sé. Pero quiero oírlo-. Dímelo.
-Mátame.
-Únete a mí. -Vader apretó, aún a un metro de distancia-. Y podrás vivir.
Cuis le devolvió la mirada con ojos anormalmente negros, jadeando, despectivo. No tenía miedo, ninguno en absoluto.
-No es así como yo trabajo. Tengo mi código.
-Dime su nombre.
Cuis simplemente le devolvió la mirada.
Vader le estranguló hasta el borde de la inconsciencia y liberó de nuevo su agarre.
-Tu última oportunidad.
-No.
-Dime su nombre, y únete a mí.
No hubo respuesta esta vez. Cuis simplemente se quedó mirando. No se vendría abajo. Vader apretó y relajó, apretó y relajó, llevando cada vez a Cuis al borde de la muerte, pero no consiguió nada.
Buen hombre.
Le soltó por completo y Cuis cayó hacia delante, tomando grandes bocanadas de aire con el sonoro resuello de un anciano moribundo.
Una puerta se abrió frente a él.
-¡Lord Vader!
Lekauf salió corriendo, bláster en mano, pero Vader alzó la mano y le detuvo tal vez con un poco más de fuerza de lo que debería. Lekauf se recuperó con un gruñido como si se hubiera topado con un muro, cosa que en realidad había ocurrido. Pero Vader no quería a Cuis muerto en ese momento. Todavía estaba saboreando la rabia, viendo cómo le había inundado y le había dado el poder para derrotar a un Jedi más rápido y mantener los recuerdos profundamente bloqueados. Apagó su hoja de energía con un movimiento de su dedo pulgar.
Lekauf se levantó.
-Todavía puede haber otros, señor.
-No los hay -dijo Vader, y dio un paso adelante y extendió su brazo a Cuis. El asesino no lo tomó. Vader podría haberle levantado sólo con la Fuerza, pero no lo hizo. Le agarró de la túnica y lo puso en pie, sosteniéndolo firme.
-Nunca traicionarás al hombre que os ha enviado a por mí, ¿verdad?
Cuis no quitaba los ojos de la máscara de Vader. Pero no había horror en su rostro. Era simplemente desdén. Era una novedad para Vader, que se había acostumbrado a que su mera apariencia intimidase a todos los demás.
-Trae a uno de esos técnicos -dijo.

***

Palpatine se sentó, distraído de su cuaderno de datos por una leve ondulación hormigueante que llenó la parte posterior de su boca y se extendió hasta su pecho. La Fuerza osciló imperceptiblemente en un rincón y se quedó inmóvil de nuevo, pero era diferente esta vez. Algo había cambiado para siempre.
Vader había cambiado.
-Qué tranquilizador -dijo el emperador para sí mismo.
Unas botas resonaron en el suelo pulido.
-Señor, ¿ha llamado, señor? -dijo el soldado de asalto-. He oído...
-No hay nada de qué preocuparse -dijo el Emperador, dejando la tableta de datos en la mesa con incrustaciones, con la pantalla hacia abajo-. Ya no hay nada más de lo que preocuparse en absoluto.

***

Arkanian Micro era un contratista muy servicial. Vader se sentó y observó atentamente como técnicos médicos tomaban muestras de saliva de la boca de Cuis y pasaban dispositivos recolectores de células a través de la piel de sus brazos. Estaban cosechando los componentes básicos de un ejército. De todas las cosas curiosas que Vader había visto en su vida, esta parecía la más extraordinaria, que tanto pudiera hacerse con tan poco.
-¿Esto es todo? -dijo Cuis. Su voz se había recuperado un poco de la asfixia repetida, pero aún no mostraba ningún miedo, ni siquiera ese patético sentido de esperanza de que podría haber escapado a su castigo. Parecía estar simplemente haciendo una pregunta, no embarcándose en una súplica de misericordia.
Con su visión periférica mejorada, Vader observó que los técnicos estaban mirando ahora a Cuis con más interés que a él mismo.
Había gestos y lecciones y símbolos que podías emplear incluso sin necesidad de hacer uso de la Fuerza. Vader sabía que tenía que elegir uno, o perdería terreno y reputación. Necesitaba imponer su autoridad sobre la situación y dejar que el boca a boca hiciera el resto.
Seguía siendo una lástima.
-He dicho: ¿Esto es todo? -Cuis era insistente-. Respóndeme.
-Me temo que sí -dijo Vader, y sacó su sable de luz. La hoja roja se activó con el más ligero de los toques-. Pero te convertirás en todo un ejército. ¿Cuántos hombres pueden decir eso?
Se alzó e hizo un movimiento de sable como el que había hecho ya tantas veces en su tan corta vida. La cabeza de Cuis golpeó el suelo. El sonido del impacto fue sorprendentemente fuerte: las cabezas eran partes pesadas del cuerpo humano. Un técnico se apoyó contra la pared, con la mano apretada contra la boca. El revulsivo se transmitiría en horrorizados rumores: Darth Vader debía ser obedecido, o las consecuencias serían inimaginables.
Sa Cuis había servido al propósito de todos los demás, excepto al suyo propio, fuera cual fuese. Era una propaganda oportuna, una plantilla excelente para clones, y un instrumento mediante el cual Vader había crecido. Convenía que la esencia de Cuis sobreviviría de manera única y sirviera al Imperio.
Era lo menos que Vader le debía a un hombre profesional, un hombre honorable que no traicionaría a su Maestro.

***

-¿Pero por qué un asesino a sueldo?
Frente a Vader, Lekauf se había relajado un poco en el asiento de la lanzadera. Vader sabía que sólo mostraba curiosidad, no disconformidad. Quería aprender de él. Eso significaba que debía observar al hombre con atención, a pesar de la lealtad abnegada que había mostrado antes.
-Es absolutamente fiel a sus ideales -dijo Vader-. Sus clones no tendrán sus recuerdos, pero estoy seguro de tendrán el mismo coraje y lealtad, y sus ideales simplemente serán los que yo les proporcione. La lealtad al Emperador. -Se preguntó cuándo podría retirarse a la intimidad de su camarote a tomar algunos nutrientes-. Y sus poderes de la Fuerza serán excepcionalmente valiosos en el campo de batalla.
Lekauf apenas dio la menor muestra de estar a punto de hacer una pregunta obvia pero peligrosa. Era un oficial que había estado alrededor del círculo militar interior de Palpatine lo suficiente para saber -probablemente- quién era Cuis. Vader casi podía oír sus pensamientos.
¿Ha sido el Emperador quien lo envió?
No era una buena idea preguntarlo o responderlo. Pero si alguna vez se extendía el rumor, tendría que hacer frente a cualquier sugerencia de que Vader no tenía la confianza del Emperador. No podía esperarse que los hombres comunes comprendieran completamente la relación entre un Maestro Sith y su aprendiz. Confundirían el atentado contra la vida de Vader como venganza o rivalidad, no como una dura lección necesaria.
Eran como Jedi normales en ese sentido. Un Jedi Oscuro lo entendería mucho mejor. Era una pena lo de Cuis, pero era una herramienta más poderosa ahora que estaba muerto de lo que nunca había sido en vida.
Entrénate para dejar ir todo lo que temes perder.
Una filosofía Jedi: una buena, además, aunque sólo ofrecía la mitad de la imagen, como siempre ocurría con sus sistemas moralistas. Vader se dio cuenta de que había temido perder algo... la aprobación de Palpatine. Ya no temía eso. Se había permitido probar la ira de nuevo -un recordatorio de su sabor era suficiente para reorientarle-, y entonces se había convencido de que el camino de los Sith era la realidad de la Fuerza. La ira era un camino necesario. Podía incluso motivar a los hombres ordinarios para hacer grandes cosas. Tenía su función, una reacción colocada en los seres vivos con el objeto de su supervivencia.
Vader examinó el detalle en la empuñadura de su espada de luz, casi sin verlo. Los Jedi -una vez más- le habían ayudó a aprender más sobre el camino Sith: eso les habría enfermado. Pero era una lección elegante más, si es que necesitaba más lecciones, de que el lado de la oscuridad y el de la luz eran inseparables, necesarios el uno para el otro.
Desenfocó un poco la mirada, sorprendido de que todavía pudiera hacerlo con sus ojos asistidos artificialmente. El detalle en la empuñadura de la espada de luz pareció cambiar, convirtiendo las superficies convexas en cóncavas, creando una nueva imagen.
Todo dependía de cómo lo mirabas. La empuñadura no había cambiado en absoluto. Y eso era todo: ésa era la debilidad fundamental de los Jedi.
Vader pensó en la ilusión óptica que tanto le divertía cuando era niño. Era la silueta simple de una copa blanca que luego se convirtieron en los perfiles negros de dos personas idénticas mirándose el uno al otro, y luego volvía de nuevo a la copa cuando su enfoque mental cambiaba.
Algunos jóvenes sólo podían ver la copa; otros, sólo las caras. Vader siempre podía ver ambas cosas, a voluntad.
Ah, podía recordar sin dolor ahora. Podía recordar momentos de su pasado. Pero ya no podía sentir quién había sido, y algo dentro de él le decía que eso era una bendición que debía agradecer.
Los Jedi nunca se dejarían –nunca podrían hacerlo- ver la imagen completa. Todavía no podían ver que la Fuerza era una amalgama indivisible de oscuridad y luz.
Pero ahora quedaban vivos muy pocos para aprender esa lección, incluso aunque pudieran.
Y pronto, él se aseguraría de que no quedase ninguno.

***

El Emperador Palpatine estaba esperando en la pista de aterrizaje del palacio para recibir a Vader de vuelta.
Lekauf descendió por la rampa de transporte para colocarse a su pie como una guardia de honor, pero Vader le indicó que se fuera con una inclinación de cabeza. El teniente parecía agradecer que se le permitiera marcharse. Probablemente fuese que ahora no se encontraba cómodo estando tan cerca de Palpatine.
-Un viaje exitoso, lo sé -dijo el Emperador.
Vader ahora casi disfrutaba con la doble lectura de sus palabras, con su significado aparente cubriendo el subtexto como una capa de nieve, algo suave y engañoso que ocultaba los peligros que podría disparar si pisaba sin cuidado.
-Sí, creo que hemos avanzado -dijo Vader, refiriéndose a las plantillas de clones, pero también a algo más.
-Admiro tu capacidad de ver tanto la visión estratégica y como los detalles operativos. Es una combinación poco común.
-¿Necesita más personal, Maestro? -Perdiste a tu Mano. Te sentirás orgulloso cuando veas en lo que se convierte-. Parece estar cada vez más ocupado.
Palpatine sonrió.
-Tengo mucho personal a mis órdenes.
Lo sé. Habrá otros.
-He aprendido mucho en este viaje.
-La clonación es una ciencia compleja y fascinante, ¿no es así?
-Desde luego que lo es.
Vader se detuvo un momento para dejar pasar a Palpatine al vestíbulo del palacio frente a él, retrocediendo entre soldados de asalto con armaduras blancas que eran en ese momento los únicos seres que le rodeaban que sabía a ciencia cierta no tratarían de atentar contra su vida.
El pensamiento ya no le molestaba. El poder del lado oscuro era su consuelo.
-Tenemos que hablar acerca de las plantillas más tarde, cuando me haya reunido con los Moffs -dijo Palpatine.
-Esperaré su llamada, Maestro.
-Sé que lo harás.
Pero lo haré antes de lo que podrías esperar. El pensamiento fue espontáneo, y no era ni una amenaza tácita ni la semilla de una contramaniobra. Era simplemente una fugaz visión de futuro de la Fuerza, la muerte de Palpatine mucho antes del milenio que planeaba que durase su reinado.
-Reconstruiré su ejército -dijo Vader.
-Exactamente, y lo harás bien -dijo el Emperador.
Vader esperó a que Palpatine desapareciera de la vista antes de entrar a su cámara de meditación adaptada para alimentarse y mantener y limpiar su traje.
Ya no era un Jedi –ni siquiera un hombre-, pero la primera regla de los Jedi todavía resonaba válida en algún lugar de su interior.
Sobrevivir.

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