Los droides de combate estacionados en el perímetro del Campo de Detención Seis, a las afueras de Moenia, blandieron sus rifles desintegradores cuando Maul pasó por medio de ellos en la moto deslizadora. Estaba a una fracción de segundo de cortarlos en pedazos cuando sus programas de reconocimiento se activaron y asumieron posturas de saludo.
-Bienvenido, comandante Maul -entonó su oficial-. ¿Cuáles son sus órdenes?
Pasando a toda velocidad por delante de ellos, Maul cruzó una pasarela tendida sobre una zanja maloliente y entró a un complejo de dormitorios erigidos apresuradamente y de comedores de techo plano. El área había sido deforestada recientemente, y el sol de Naboo caía a plomo sobre el suelo fangoso. La población trasladada desde la cercana Moenia estaba compuesta en gran parte por artistas, comerciantes y simpatizantes de los gungan. Maul supuso que estaban más acostumbrados a una vida sencilla que sus compatriotas de la cosmopolita Theed, que nunca habían conocido privaciones, pero mostraban la misma infelicidad que ellos. Un droide administrador encontró el nombre Leika en la lista de los detenidos, y un droide de seguridad escoltó a Maul hasta un dormitorio que el supervisor bothan compartía con veinte actores de Naboo, un guía de la naturaleza rodiano, y dos músicos bith.
Un ser de hocico ancho y barbudo, de mediana estatura, Leika se puso rígido de espanto al ver a Maul entrar en la sala y dirigirse directamente a la cama que compartía con uno de los naboo.
Maul se puso en jarras a los pies del camastro.
-Recoge tus pertenencias y sígueme afuera.
-Yo...
-¡Ahora!
El bothan colgó dos pequeñas mochilas sobre sus hombros hirsutos y siguió apresuradamente a Maul, quien le introdujo en un edificio de almacenamiento desocupado y cerró la puerta tras ellos.
-No quiero ser una molestia para el virrey -dijo Leika a modo de disculpa-. Yo simplemente estaba pidiendo permiso para salir de Naboo...
-Eso no me concierne.
El bothan frunció el ceño, confuso.
-Usted es el verdugo de los neimoidianos, ¿no?
-Eso depende de la cantidad de información que me puedas brindar en cuanto a la ubicación de las ciudades gungan -dijo Maul.
Los ojos de Leika se abrieron como platos por la sorpresa, y luego los entrecerró con un propósito claro.
-Si puede sacarme de Naboo, le proporcionaré toda la información que necesite.
Maul echó un vistazo a las mochilas.
-Primero muéstrame lo que tienes, y luego reflexionaré sobre tu situación.
El bothan buscó en la más pequeña de las mochilas y sacó un cristal de proyección, que insertó en un lector y colocó encima de un recipiente de almacenamiento. Al activarlo, el lector proyectó un mapa en 3-D de los pantanos y lagos de Naboo.
"Me tomó más de un año reunir estos datos -dijo Leika-. Debería haber abandonado el proyecto cuando el rey Veruna murió, pero estaba tan obsesionado con descubrir el misterio de las ciudades gungan, que ya no pude detenerme. Estaba empezando a hacer progresos reales cuando la Federación de Comercio anunció el bloqueo, y la mayoría de mis informantes se ocultaron.
-Rellias -dijo Maul-. Empieza con eso.
Leika hizo ajustes en el lector del cristal, y un nuevo mapa en 3-D se hizo visible. Señaló una entrada de datos que acompañaba unas imágenes cambiantes de un denso grupo de burbujas hidrostáticas que formaban la ciudad submarina de Rellias.
-Aquí están las coordenadas de ubicación. -Su mano peluda se movió-. Las burbujas son permeables en ciertos puntos, y emiten un brillo natural que se deriva de la interacción entre el plasma y la energía generada electromagnéticamente.
-El nombre del gobernador de Rellias -dijo Maul.
-Jefe -corrigió Leika-. Jefe Ganne. Un gungan ankurano... los que tienen la piel verde y los ojos hundidos.
Maul archivó el nombre en su memoria.
-¿A qué distancia se encuentra la ciudad burbuja más cercana a Rellias?
Leika sacudió la cabeza hacia atrás y hacia adelante.
-Es difícil de decir. Varias de mis fuentes confirmaron que existe un canal de plasma enriquecido bajo el agua, en algún lugar de esta zona -su dedo índice dibujó un círculo en el aire-, que a la larga conduce a Otoh Gunga, Langua, Jahai, y el resto, que creo que se encuentran en el Lago Paonga, cerca de su confluencia con el Pantano Lianorm. Otoh Gunga es la capital, por llamarla de algún modo, y sede del Consejo de Representantes y del máximo gobernante, el Jefe Rugor Nass. Se dice que hay un segundo camino a Otoh Gunga desde el norte, desde un sitio llamado el Lugar Sagrado.
Maul se apartó de la imagen proyectada para mirar a Leika.
-¿El lugar sagrado?
El bothan se encogió de hombros.
-Nadie con quien haya hablado sabía por qué se llama así, o dónde está exactamente. -Hizo una pausa momentánea-. ¿Está... planeando atacar las ciudades? Sólo lo pregunto porque me siento obligado a advertirle que los gungans están bien armados. Su ejército permanente es lo que evitó que el rey Veruna les atacara, y en parte el impulso para que crease el Real Cuerpo Espacial de Cazas de Naboo. Por eso, y para contrarrestar la fuerza de la Federación de Comercio.
-Y para contrarrestar el poder del muun, Hego Damask -dijo Maul, dejando caer el nombre.
Si Leika estaba sorprendido, se lo guardó para sí mismo.
-Bueno, el Magistrado Damask, por supuesto. Él lo controla todo. Incluso las próximas elecciones en Coruscant.
-¿Damask pondrá al Senador Palpatine en el poder? -preguntó Maul cautelosamente.
-¿Al hijo predilecto de Naboo? -Leika soltó una breve risa-. ¿Acaso Damask no lo ha hecho ya?
Maul no quería saber nada más de ello. Agarrando el cristal de datos y el lector, abrió la puerta y salió a la luz. Echando un vistazo a Leika, dijo:
-Los términos de acuerdo serán respetados.
Al salir del campo de detención pensó en Darth Sidious, y se le ocurrió preguntarse si los términos de su acuerdo serían respetados.
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