martes, 23 de diciembre de 2008

Solitario de Jade (y XI)

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—¿Mara?
Soplándose una gota de sudor de la punta de la nariz, Mara desactivó el remoto de práctica de combate y apagó su sable de luz.
-Entra -exclamó.
—Pensé que te encontraría aquí -dijo Karrde, mirando alrededor del cuarto de ejercicios del Salvaje Karrde mientras entraba en él-. H'sishi dijo que habías estado pasándote mucho tiempo aquí sola. Haciendo sonidos enfadados, así lo dijo.
—He estado liberándome de algunas frustraciones -concedió Mara, tomando una toalla y limpiando la humedad de su cara-. ¿Cómo va ella?
—Casi curada -dijo Karrde, cruzando a uno de los bancos de resistencia y sentándose-. Es la primera vez que ha estado en un tanque de bacta, según nos dijo. Está bastante impresionada.
—Necesitamos hacer por ella algo más que simplemente curarla -dijo Mara-. Realmente puso su cuello en juego cuando trajo mi sable de luz al palacio de Praysh.
—Estoy de acuerdo -dijo Karrde-. Aunque, bastante extrañamente, ella no lo ve de esa forma en absoluto. Me contó que una vez que encontró tu sable de luz y comprendió que eras una Jedi, no tuvo ninguna duda en absoluto de que pudieras ocuparte con facilidad de las legiones de Praysh.
Mara hizo una mueca. Jedi...-¿Supongo que le quitaste esa idea?
—No realmente. En lo que a mí concierne, eres una Jedi en todo salvo en nombre.
No era tan simple, Mara lo sabía. No era tan simple ni por asomo. Pero tampoco era un asunto que quisiera tratar ahora mismo.
-¿Pudiste averiguar qué clase de recompensa podría interesarle? -preguntó en cambio-. Yo no pude hacer ningún avance en absoluto en ese asunto en nuestro camino de vuelta desde Torpris.
—Según ella, todo que siempre había querido era salir de esa degradante vida de basurera a la que le habían forzado -dijo Karrde-. No parece que tenga mucho futuro en habilidades comerciales, sin embargo, así que estaba pensando en ofrecerle un curso de estudio de operaciones de nave estelar en nuestro centro de entrenamiento de Quyste.
—Creo que eso le gustaría -asintió Mara-. Parecía fascinada con todo sobre la Apuesta Ganadora durante el vuelo.
—Bien -dijo Karrde-. Si demuestra ser lo suficientemente competente después de su entrenamiento, pensé que también vería si estaría interesada en unirse a la organización. -Sonrió-. Aunque si eso se calificaría como premio o como castigo es probablemente discutible en algunos círculos. -La sonrisa se desvaneció-. Realmente, me estaba preguntando si te encuentras en uno de esos círculos particulares en este momento.
Mara sintió como su labio se arqueaba.
-Encuentras caminos enrevesados para plantear estos asuntos, ¿no?
—Agrega variedad a la conversación -dijo-. Particularmente cuando el otro miembro de la discusión parece inclinado a eludir el problema.
Mara suspiró.
-No lo sé, Karrde. He estado sintiéndome... no sé. Presionada, supongo. Las responsabilidades últimamente han estado pesando cada vez más sobre mí, y esta cosa con Bardrin parece haber sacado todo a flote. En primer lugar, no me gusta el hecho de que nos capturara porque éramos contrabandistas y no podíamos ir a las autoridades a informar del secuestro de la tripulación del Salvaje Karrde. Y no me gusta realmente el hecho de que pudiera manipularme tan fácilmente amenazándolos de esa forma. -Ondeó el sable de luz-. Siento como si necesitara irme a alguna parte. A cualquier parte. Por lo menos durante algún tiempo.
—Lo entiendo -dijo Karrde en voz baja-. A veces es una responsabilidad aplastante. -Alzó una ceja-. Afortunadamente, como todos los buenos patrones, he previsto una posible solución. ¿Te gustaría montar un negocio por tu cuenta?
Mara frunció el ceño.
-¿Me estás echando?
—Oh, no -le aseguró Karrde-. Ciertamente no a menos que tú misma quieras irte. Estaba hablando de establecerte con tu propia pequeña compañía comercial durante algún tiempo. Una totalmente legítima, claro, lo que te ayudaría a mantener a los oportunistas como Ja Bardrin fuera de tu espalda. Tendrías una oportunidad para relajarte fuera de las perennes intrigas y quebraderos de cabeza de la franja, conseguir un poco de experiencia con la dirección del pequeño negocio, y posiblemente incluso ganar un poco más de respeto entre las altas narices de Coruscant.
—Eso último está bastante bajo en mi lista -dijo Mara, mirando ceñuda su sable de luz-. ¿Qué sacas tú de ello?
Karrde ondeó una mano casualmente.
-Oh, sólo la satisfacción de ayudar a una colega leal y de confianza. Y, claro, recuperar una lugarteniente más experimentada y relajada cuando vuelvas a la organización.
—¿Y si decido no regresar?
Un músculo en la mejilla de Karrde se tensó bruscamente.
-Odiaría perderte, Mara -dijo en voz baja-. Pero tampoco intentaría nunca aferrarme a ti si realmente no quieres quedarte. Así no es como hago las cosas.
Mara tocó su sable de luz. La libertad. La libertad real, genuina...
—Supongo que podría probarlo durante algún tiempo -dijo por fin-. ¿De dónde sacaríamos el dinero y los recursos para empezar?
—De Sansia Bardrin, claro -dijo Karrde-. Ella todavía está en deuda conmigo, después de todo. Y ahora que tiene un veto efectivo sobre las decisiones de negocio de la familia, su padre apenas puede hacer algo para bloquearlo.
Mara agitó incrédulamente su cabeza.
-Realmente habría esperado de ella que le hiciera mucho más que simplemente apoderarse de algunas de sus acciones -dijo-. Ciertamente, dado el modo como le miraba mientras salíamos.
—Son gente de negocios -señaló Karrde-. Ese es el aspecto de la guerra en esos círculos. Y claro, ya tienes una nave. La Apuesta Ganadora.
Mara parpadeó.
-Creí que era de la organización.
—Sansia te la dio a ti, no la organización -le recordó Karrde-. Y desde luego no irás a decir que no te la ganaste.
—No -murmuró Mara, con un sentimiento raro goteando a través de ella. Nunca había poseído una nave propia antes. Nunca. Incluso cuando era la Mano del Emperador, todas las naves y equipo que usó era suministros y propiedad Imperial. Su propia nave...
—De todos modos, empieza a pensar sobre qué quieres exactamente y podremos concretar los detalles más tarde -dijo Karrde, poniéndose de pie-. Ahora te dejaré volver a tus ejercicios. -Se dirigió hacia la puerta...
—¿Karrde? -La voz de Dankin se apoderó del intercomunicador de cuarto de ejercicio-. ¿Está usted allí?
—Sí -exclamó Karrde hacia el altavoz-. ¿Qué pasa?
—Tenemos una transmisión entrante de Luke Skywalker -dijo Dankin-. Informa que el ataque de la Nueva República a la fortaleza de Praysh ha terminado y todas las esclavas han sido rescatadas ilesas. Quiere agradecerle que le haya enviado los datos de la matriz de defensa, y discutir el pago por ello.
—Gracias -dijo Karrde-. Felicítelo, y dígale que ahora mismo voy.
El intercomunicador se apagó con un chasquido.
-¿Le enviaste los datos a Luke? -preguntó Mara. No parecía la clase de cosa en la que un maestro Jedi se involucraría personalmente.
—Pensé que él podría mover el tema más rápido que si yo tratase de hacerlo a través de la estructura de mando de la Nueva República -dijo Karrde—. Aparentemente, tenía razón.
—Debe ser terrible tener razón tan a menudo -murmuró Mara.
—Es una pesada carga -convino Karrde con una sonrisa-. Uno sólo tiene que aprender a vivir con ello. Te veré más tarde.
Él salió. Limpiando su cara de nuevo, Mara echó la toalla a un lado y encendió su sable de luz. Un nuevo trabajo -aunque sólo fuera temporal- y su propia nave. Su propia nave.
Aunque tendría que cambiarle el nombre, por supuesto. La Apuesta Ganadora sonaba más como algo que usarían Solo o Calrissian. No, ella necesitaba algo más personal, algo que le recordase lo que le había costado ganar la nave. El Látigo de Jade, quizás, o la Picadura de Jade.
No. Sonrió. El Fuego de Jade.
Activando el remoto de prácticas, sintiéndose más relajada de lo que había estado en semanas, se estableció en posición de combate y alzó su sable de luz. Sí, esto iba a ser interesante. Muy interesante, de hecho...

MedStar: Intermezzo (y XI)

Más limpio y ligeramente refrescado por su ducha, Jos se quedó esperando mientras un droide cuidadosamente colocaba al paciente en una camilla y lo transfería a la mesa. La actividad había bajado mucho, sólo quedaban un par de cirujanos que todavía trabajaban, pero Jos era consciente que aquellos que no estaban trabajando estaban mirándole. Barriss Offee permanecía unos metros más allá, con su mascarilla y sus guantes, también mirando.
El zabrak todavía estaba despierto. No le sedarían hasta el último momento, para evitarle permanecer inconsciente más de lo necesario. Lanzó a Jos una inmensa mirada llena de maldad.
-Doctor Pielfina. Cuanto tiempo sin verle. ¿Tienes algún mensaje que quieras que entregue a tu amigo cuándo llegue al otro lado?
Jos lo ignoró. Se volvió a la anestesista.
-Sédale -dijo.
Sar Omant aún estaba riéndose cuando el anestésico le hizo efecto.
Vaetes se acercó.
-Escucha, Jos. Si este tipo no sobrevive, nadie te culpará. Con esto no te estoy diciendo que debas...
Jos asintió.
-Sé lo que quiere decir, D'Arc. Gracias.
-Simplemente hazlo lo mejor que puedas.
Vaetes se marchó.
-Doctor -dijo la anestesista-, está entrando en Rhees-Verk.
-Redúcele un cuarto el goteo de effitol, y adminístrale una dosis de neurodan, cinco miligramos.
La respiración Rhees-Verk, un tipo de ritmo sincopado, a menudo conducía a la fibrilación ventricular.
Después de un momento, la anestesista habló.
-Se mantiene igual.
Mierda, pensó Jos.
-Vamos a ponerle en estasis cardiorespirat...
-Espera, espera. Se está estabilizando -la voz de la anestesista sonaba sorprendida-. No sé cómo o por qué, pero está estable de nuevo.
-No nos detengamos a preguntarnos el por qué -dijo Jos-. A sus puestos, todos. Vamos a entrar.

***

Barriss Offee, envuelta en la Fuerza, estaba trabajando duro para mantener regular la respiración del zabrak herido. Le tomaba toda su concentración, y si la relajase, sabía que su corazón primario empezaría a vibrar tan deprisa que no podría bombear sangre... y el zabrak probablemente moriría antes de que el subcorazón pudiera hacerse cargo. Ella podría mantenerlo estable, eso lo sabía, pero entonces no podría guardar energía para Jos. Cualquier decisión que fuera a hacer sobre el paciente, fuera cual fuera el modo como iba a tratar con sus demonios personales, él iba a tener que hacerlo sin ninguna ayuda de la Fuerza.

***

—Vibroescalpelo número dieciocho -dijo Jos.
Tolk mantuvo el asa del escalpelo en la palma de su mano.
—Vibroescalpelo dieciocho.
-Haciendo la incisión... bien. Ténsalo y coloca un campo de presión.
Jos hizo una pausa, mirando al paciente. Una área pequeña justo debajo del esternón permanecía abierta por los campos de presión, exponiendo las rosadas capas del plexo. Dentro de sus pliegues podía vislumbrar el gris mate de la esquirla alojada allí.
Miró la cara de Sar Omant. Incluso inconsciente, la expresión del zabrak era dura, rencorosa. La cara de un asesino.
¿Qué habría hecho Zan Yant, un tipo amable y tranquilo que había sido doctor, músico, y un buen amigo, si lo estuviera cortando él?¿Cuál era el mejor camino para Jos para servir a la memoria de su amigo? ¿Cuál era el mejor camino para servir a su propio futuro? ¿Cuál era el único camino para ayudar, aunque fuera infinitesimalmente, a empezar el proceso curativo que debía abarcar algún día a toda la galaxia?
Recordó entonces, por alguna razón, haber escuchado una pieza que Zan había estado tocando un par de meses antes, en su cubículo. Corta, y consistente principalmente en una o dos únicas y temblorosas notas. Un intermezzo, lo había llamado. Un momento entre movimientos, una respiración sostenida, una pausa antes de zambullirse de nuevo en la música que era la vida. “Lo que pasa en estos momentos, estos golpes intersticiales -le había explicado a Jos-, es tan importante como las propias piezas principales. Porque es en esos momentos entre medias donde ganamos claridad. Donde de repente sabemos sobre qué va a tratar realmente el próximo movimiento.”
-Fórceps -murmuró a Tolk. Ella se lo dio, y pudo ver que ella estaba sonriendo bajo su máscara.
Al igual que él.

Caza Tie: Las crónicas de Stele (XI)

Misión de vigilancia


La primera misión de Maarek como piloto oficial fue una misión de rutina en un punto de encuentro. Tenía su base temporalmente en una pequeña corbeta. Nada que ver con el inmenso destructor estelar.
Entraba en la sala de preparación de pilotos por primera vez. En realidad no era más que un largo pasillo flanqueado por trajes de vuelo de pilotos de TIE, coronados por filas de cascos casi hasta el infinito. Se diría que era una vitrina de trofeos orbital, y una visión pasó por la mente de Maarek: la de una criatura gigante que coleccionaba pilotos de TIE por placer. Expulsó esa visión de su mente y se puso a buscar su traje de vuelo.
Únicamente había otro piloto en la sala. Estaba enfundándose con facilidad su traje de vuelo, y Maarek se detuvo un momento para observarle. El piloto se puso su casco, lo selló con precaución al traje de vuelo, y finalmente se enfundó sus guantes. Se giró, como si se percatase por primera vez de la presencia de Maarek.
-Es una misión fácil -dijo, con la voz deformada por el sonido agudo y nasal del altavoz-. Me llamo Cadrath. ¿Tú eres el nuevo recluta? ¿Stele?
Maarek asintió.
Cadrath le tendió su mano enguantada, y Maarek le tendió la suya.
-Será mejor que te prepares. Despegamos en unos minutos. Mira, ese es el tuyo -dijo Cadrath, mostrándole un traje de vuelo idéntico a todos los demás.
Maarek alzó de nuevo la cabeza.
-Gracias -dijo, enfundándose en primer lugar el traje de vuelo, luego las botas, el casco y los guantes. Cadrath le explicó el proceso de verificación, especialmente de los tubos de respiración.
-Sin sistema de soporte de vida en los cazas TIE, estamos obligados a fiarnos de nuestro traje de vuelo para protegernos del vacío del espacio -dijo a Maarek-. Verifica siempre bien todo -añadió.
Maarek siguió a Cadrath hacia la bahía de carga. El muelle de cazas TIE de la corbeta era muy pequeño, y rápidamente encontró la nave que le había sido asignada. Era un antiguo modelo de caza TIE, que llevaba las marcas de numerosos combates, y Maarek se dijo para sí que más valiera que los talleres de reparación de la corbeta estuviesen bien equipados.
No tuvo tiempo de inspeccionar la nave. Maarek respiró profundamente y subió a bordo de la nave, se abrochó los arneses y verificó su quipo. A continuación encendió los motores y los brazos robotizados alzaron la nave para colocarla en posición hacia la compuerta. Unos instantes más tarde, estaba en el espacio, y sintió el hilarante efecto del vuelo en ingravidez. Luego, la voz de Cadrath resonó en su comunicador.
-Sígueme en formación, Stele. Estamos en misión de vigilancia.
Se trataba de una misión de rutina sin importancia. Bastaba con volar cerca de varios cargueros y transportes que habían salido del hiperespacio en el sector y escanearlos. Luego llegó un grupo de seis transportes, y Maarek empleo a fondo sus motores, virando para alcanzarlos. Activó su detector de objetivos para bloquearlo sobre el primer transporte y se dirigió recto hacia ellos. Cuando estuvo lo bastante cerca del transporte, sus sensores indicaron que transportaba un cargamento legal, alimentos.
Comida en camino hacia un planeta lejano..., pensó Maarek. Activó de nuevo el detector de objetivo para bloquearlo sobre el segundo transporte.
Realmente era una misión de rutina. Hasta que se aproximó al quinto transporte.
-¡Armas! -dijo por el comunicador-. Aquí tengo un cargamento de armas.
La respuesta fue inmediata:
-Buen trabajo, Stele, enviamos ayuda.
En el mismo instante, el ordenador de a bordo le indicó que varias lanzaderas acababan de emerger del hiperespacio. No se habían identificado, lo que probaba claramente sus intenciones hostiles. Maarek localizó la más próxima con el detector de objetivo y maniobró su TIE en un viraje cerrado.
Se aproximó rápidamente a la lanzadera, y vio el horrible emblema de la Alianza Rebelde sobre su alerón dorsal. La lanzadera rebelde era relativamente lenta, Y Maarek estuvo obligado a reducir la potencia del motor a dos tercios, incluso después de haber aumentado la potencia de carga de los lásers al máximo. Abrió fuego inmediatamente, alineado sobre la popa de la lanzadera. Cuando estuvo lo suficientemente cerca de ella, su identificación fue confirmada en el ordenador de a bordo. Vigilaba el indicador entre cada dos disparos para ver cómo resistía la lanzadera.
Mientras seguía ocupado disparando sobre la lanzadera, otros cazas TIE irrumpieron, y vio lásers enemigos llover en todos los sentidos.
-¡Vamos! -dijo impaciente. Les hablaba a sus lásers, que se tomaban un tiempo considerable para destruir la lanzadera. Tenía prisa para ir a ayudar a los otros pilotos. Pero los escudos de la lanzadera resistían bien, e incluso con los lásers a plena potencia, aguantaban mucho tiempo.
La lanzadera viró bruscamente a la derecha. Otra lanzadera apareció justo tras ella. Se dirigía directamente hacia el TIE sin escudos de Maarek. Su indicador de amenaza se encendió y giró en el último momento para evitar el disparo enemigo. Pero no había contado con los disparos de los otros cazas TIE, y estuvo a punto de cruzar el láser de un piloto que acababa de unirse al combate. Se salvó en el último segundo por sus reflejos.
Localizó rápidamente la lanzadera que se le había escapado, y maniobró para encontrarse de nuevo tras ella. Pero sus manos temblaban y podía sentir el sudor resbalar sobre su rostro, bajo el casco asfixiante. Su respiración era entrecortada. Realmente era fácil morir en uno de esos aparatos. Pargo tenía razón.


Al final, Maarek sobrevivió a esa misión. Abatió a tres de las lanzaderas rebeldes, que llegaban por oleadas. Sólo se perdieron en la batalla dos cazas TIE, y los rebeldes fueron puestos en fuga. El comandante del escuadrón felicitó a los supervivientes y tuvo lugar una breve ceremonia en honor de aquellos que murieron en combate.
Maarek se retiró a su alojamiento temporal tras la ceremonia, y permaneció durante una hora sentado, con la cabeza entre las manos. Había visto morir a un piloto del Imperio. Su caza TIE chocó contra una nave rebelde y se desintegró. Los escudos de la nave rebelde recibieron un buen golpe, pero la lanzadera no fue destruida. Fue un momento dramático. Maarek se daba cuenta de que el único modo de sobrevivir de un piloto imperial era volar con la mejor nave. No había más que una forma de tener esa oportunidad. Debía ser el mejor piloto de su escuadrón. Debía ganarse el derecho de figurar entre los pilotos de élite. Porque solamente esos pilotos podían esperar sobrevivir suficiente tiempo.
De repente, una visión apareció ante los ojos de Maarek. Veía como una especie de túnel que estiraba hacia el futuro. En el extremo del túnel, una brillante luz le atraía. ¿Era una muerte brutal y prematura, o se convertiría en uno de los héroes de la élite imperial? Se hizo esa pregunta hasta que se durmió. En su sueño, escuchó la voz del Emperador.
“Maarek. Has sido elegido para unirte a nosotros, para unirte a nosotros por el bien de todos...”
“Tú me perteneces.”

viernes, 19 de diciembre de 2008

Ascensión y caída de Darth Vader (V)

Capítulo 4

La siguiente carrera no le fue bien a Anakin. Pilotando una vaina de carreras propiedad de Watto, se encontraba codo con codo con Sebulba… cuando el tramposo dug lanzó una ráfaga de sus impulsores hacia la cabina de Anakin, casi estampándole contra la zona del circuito conocida como Caída Metta. Anakin sobrevivió, pero tuvo un accidente con la vaina de Watto, dañando ambos motores. Watto estaba furioso, y Shmi dejó claro a Anakin que no quería que corriera nunca más, ni siquiera aunque Watto decidiese que quería que Anakin compitiera de nuevo.
Poco más de una semana después del accidente, Anakin había logrado que los procesadores de inteligencia de su droide de protocolo estuvieran reparados y en funcionamiento. Aunque el droide no tenía recuerdos de cómo había llegado a Tatooine, contaba con el Jawa y el tusken entre los seis millones de idiomas que hablaba. El droide pronunciaba frases entrecortadas con una voz con buenos modales, pero por alguna razón no siempre sabía cuando dejar de hablar. También se preocupaba mucho. Anakin llamó al droide C-3PO, eligiendo el número tres porque consideraba al droide el tercer miembro de su familia tras su madre y él mismo. C-3PO aún seguía sin recubrimiento metálico y sólo tenía un ojo que funcionase, pero cuando Watto encargó a Anakin que llevase un deslizador cargado de chatarra metálica y otras mercancías hasta el Mar de las Dunas para hacer algunos intercambios con los jawas, Anakin decidió llevarse en secreto al droide para esa excursión de cuatro horas estándar.
Anakin y C-3PO se reunieron con los jawas a la sombra del reptador de arena junto al Desfiladero Mochot, una singular formación rocosa a mitad de camino cruzando el Mar de las Dunas. C-3PO demostró ser un traductos eficaz ayudando a Anakin a negociar con los jawas, de los que se sabía que a veces intercambiaban mercancía dañada. Cuando terminó el intercambio, Anakin había adquirido dos droides mecánicos, tres prácticos droides multipropósito y un convertidor de hipermotor dañado que sólo necesitaba reparaciones menores.
De vuelta a Mos Espa, Anakin conducía el deslizador cargado de droides a través del Corredor Xelric, un cañón llano y espacioso cerca del borde del Mar de las Dunas, cuando vislumbrño algo. Era una forma sombría que parecía fuera de lugar en la base de las pareces rocosas del cañón. Cuando Anakin viró hacia la zona que había llamado su atención, C-3PO se puso nervioso y fijó su único ojo que funcionaba en su creador.
-Amo Anakin, ¿qué está haciendo? –dijo C-3PO con preocupación-. Mos Espa está siguiendo el cañón, no junto al lateral del… ¡oh, cielos! ¿Eso es lo que creo que es? –C-3PO también había visto la forma, y debido a que había aprendido acerca de las más peligrosas formas de vida de Tatooine, no le había gustado lo que había visto-. Amo, hay cientos de razones para que de la vuelta…
-Lo sé –interrumpió Anakin-. Sólo quiero echar un vistazo.
Anakin detuvo el deslizador cerca del muro del acantilado. Un montón de rocas descansaba bajo el muro, y bajo las rocas yacía un cuerpo humanoide inmóvil, con una pierna atrapada bajo un enorme pedrusco. El cuerpo llevaba una túnica de piel curtida, guantes de cuero, y botas. Estaba caído boca abajo, con la cabeza girada hacia un lado, permitiendo a Anakin ver la cabeza cubierta de vendajes, su rostro oculto con gafas y una mascarilla respiratoria. Un largo rifle bláster para dos manos yacía a cosa de uno metro de un brazo extendido.
Anakin había oído hablar lo suficiente acerca de los incursotes tusken como para saber qué aspecto tenían. Pero nunca antes había visto uno de cerca.
Desde el deslizador, Anakin observó la superficie rota y cincelada de los muros del acantilado. Pudo imaginarse fácilmente que el tusken había estado escondiéndose en algún lugar ahí arriba, cuando las rocas en las que se apoyaba se soltaron, enviándole de cabeza contra el suelo del cañón. Anakin saltó fuera del deslizador para mirar más de cerca.
La esquelética forma de C-3PO tembló.
-Amo Anakin, ¡no creo que eso sea una buena idea en absoluto!
Mientras Anakin se aproximaba, el tusken se estremeció, alzando su cabeza para mirar a Anakin, y luego dejándola caer de nuevo.
¡Sigue vivo! Según todo lo que Anakin había escuchado acerca de los tuskens, sabía que sería mejor irse inmediatamente. Si se quedaba por ahí, podrían llegar más tuskens. Si se retrasaba al llegar en Mos Espa o no conseguía volver con los droides y el deslizador, Watto se pondría furioso. Mientras C-3PO protestaba tras él, Anakin pensó en su madre. Sabía que se preocuparía, pero se preguntó: ¿Ella también me diría que me fuera? ¿Qué diría, si estuviera aquí?
-Trespeó –dijo al nervioso droide-, trae aquí a los demás droides.


Hizo falta la fuerza combinada de varios droides y el peso del deslizador para introducir una palanca que pudiera mover el pedrusco lo suficiente como para que Anakin pudiera liberar al tusken, ahora inconsciente. Tomando suministros del kit médico del deslizador, Anakin aplicó una escayola de secado rápido para inmovilizar la pierna herida del tusken, que estaba rota por varios lugares.
Los soles de Tatooine comenzaban a ponerse. Anakin sabía que nunca llegaría a Mos Espa antes de que cayera la noche, y no quería arriesgarse a cruzar el desierto en la oscuridad. Tras ocultar lo mejor que pudo el deslizador y los recién adquiridos droides bajo un saliente de la cara del acantilado, Anakin se sentí junto a C-3PO. Iluminados por una pequeña unidad luminosa que habían sacado del deslizador, estaban observando al tusken cuando este se despertó. El tusken estaba tumbado en la arena, mirando fijamente a Anakin a través de las lentes opacas de sus gafas, y luego se incorporó lentamente, teniendo cuidado de no mover demasiado su pierna herida.
-Eh, hola –dijo Anakin, deseando que su voz sonase amistosa.
El tusken no respondió.
-¿Tienes sed?
De nuevo, no hubo respuesta.
C-3PO acercó su cabeza de un solo ojo a Anakin.
-No creo que le gustemos demasiado –dijo en voz baja.
La cabeza del tusken se giró ligeramente. Anakin se dio cuenta de que el tusken había localizado su propio rifle bláster, que Anakin había dejado apoyado contra unas rocas más allá del alcance del tusken. Luego el tusken devolvió su mirada hacia Anakin.
Varios minutos después, el tusken habló. Anakin no entendió las palabras, como ladridos, así que se giró a C-3PO.
-Quiere saber qué va a hacer con él, amo Anakin –respondió el droide.
Confuso, Anakin volvió a mirar al tusken.
-Dile que no voy a hacer nada con él. Sólo estoy tratando de ayudarle a que se ponga bien.
El tusken no respondió, pero Anakin sentía que tenía miedo. Dado que casi todo el mundo creía que los tusken nunca tenían miedo, Anakin se sorprendió. ¿Por qué tiene miedo de mí? Yo no tengo miedo de él. Entonces Anakin pensó, con cierta sorpresa: No le tengo miedo a nada.
Pero mientras Anakin observaba el enmascarado rostro del tusken, vio su propio reflejo en las lentes de las gafas del tusken y se estremeció ligeramente. Había oído que los tusken nunca se quitaban sus máscaras ni desnudaban su carne, y el pensamiento de su cuerpo entero envuelto de una forma tan completa, sellado al exterior de modo que fuera incapaz de sentir nada –ni siquiera el roce de la mano de mi madre- hizo que Anakin comprendiera súbitamente una dolorosa verdad: Aunque nunca temía por sí mismo, a menudo temía mucho por su madre.
¿Qué pasaría si la perdiera? ¿Cuán valiente tendré que ser entonces?
Anakin continuó mirando al tusken hasta que se quedó dormido.


Anakin Skywalker tuvo muchos sueños esa noche. En uno de los sueños, ya no tenía nueve años. Era un hombre adulto. Y no un adulto cualquiera, sino un Caballero Jedi con un sable de luz.
Corría por las calles de Mos Espa, buscando a los pocos esclavistas que se le habían escapado. Su misión era liberar a todos los esclavos de Tatooine. Durante demasiado tiempo, los esclavistas del Borde Exterior se habían considerado inmunes a las leyes de la República Galáctica. Anakin iba a cambiar eso.
-¡Liberad a los esclavos ahora –les decía- y no recibiréis ningún daño!
En los edificios que bordeaban las calles de Mos Espa, algunos vecinos se asomaban a sus ventanas y animaban a Anakin. Incluso aunque había desactivado la hoja de su sable de luz, la mayoría de los esclavistas se aterrorizaban ante la visión de él y a su arma, y se rendían al verle. Anakin les daba algo de crédito por ser lo suficientemente listos como para no enfrentarse a un Jedi.
Una sombra se asomó desde el curvo exterior de un edificio cercano. Por el ángulo de la sombra, Anakin rápidamente determinó que era producida por un alienígena humanoide desde lo alto del tejado de un edificio de las cercanías. Proviniendo de un lugar elevado a su espalda, Anakin escuchó el chasquido del mecanismo de seguridad de un bláster al desactivarse. ¡Ajá!, pensó. ¡Un esclavista que no es lo suficientemente listo!
El sable de luz de Anakin se encendió con un fuerte zumbido mientras se giraba para mirar al tejado, justo a tiempo de ver cómo el alienígena apretaba el gatillo de su bláster. Antes de que el destello laser disparado pudiera alcanzar el pecho de Anakin, balanceó rápidamente su sable de luz y devolvió el disparo contra su atacante. El alienígena se agarró el hombro y cayó del tejado, aterrizando con un fuerte golpe en la calle cubierta de arena. El polvo aún se estaba posando cuando Anakin escuchó una voz de mujer llamándole por su nombre.
Anakin se giró para ver a la mujer. Era su madre, vestida con sus bastas ropas de trabajo. Anakin desactivó el sable de luz.
-¡He vuelto, mamá! –dijo-. ¡Como te prometí! ¡Eres libre!
Su madre sonrió y abrió sus brazos a Anakin. Él corrió para abrazarla, pero antes de poder alcanzarla, se desvaneció. Aún estaba tanteando en el aire en el lugar donde ella había estado, cuando de repente se vio rodeado por moradores de las arenas.


Anakin se despertó sobresaltado. Justo cuando habían aparecido en su sueño, un grupo de moradores de las arenas le rodeaban en ese momento, recortados contra el cielo previo al alba. Llevaban rifles bláster y largos bastones gaffi, armas con forma de hacha de doble filo hechas con metal recuperado de vehículos desguazados o abandonados. Anakin estaba completamente a su merced.
Mientras se preguntaba qué iban a hacerle los moradores de las arenas, Anakin escuchó un cercano murmullo gutural. Más allá del grupo que le rodeaba, más moradores de las arenas alzaban y se llevaban al tusken que había rescatado. El tusken herido era quien había hablado, y sus palabras hicieron que los otros tusken se alejaran lentamente de Anakin.
En pocos segundos, todos los moradores de las arenas se fueron, dejando a Anakin ileso. Quizá me estaban agradecidos por ayudar a su amigo. Quiza los tusken no son tan horribles después de todo.-¡Amo Anakin, se han ido! –gritó C-3PO mientras abandonaba su posición junto al deslizador, donde se había estado escondiendo-. ¡Oh, tenemos suerte de seguir vivos! ¡Gracias al cielo no le hirieron!
Anakin se puso en pie y miró a su alrededor. El deslizador y los demás droides seguían donde los había dejafo, pero el rifle bláster del tusken herido había desaparecido. Las únicas pruebas de su encuentro con los moradores de las arenas eran los contenidos que faltaban en el kit médico del deslizador y las huellas de sus pies en la arena.
Casi es como si todo esto nunca hubiera ocurrido. Cuando los soles gemelos comenzaron a alzarse y las estrellas desaparecieron del cielo que comenzaba a iluminarse, Anakin decidió que ya era hora de dirigirse a casa.


Su retorno a Mos Espa fue como Anakin esperaba. Tras ocultar de nuevo a C-3PO en el barrio de los esclavos, su preocupada madre casi le asfixió con sus abrazos. Cuando entregó los droides a Watto, el furioso toydariano casi se queda sin voz tras gritarle reprimendas durante varios minutos. Watto se calmó un poco tras ver la calidad de los droides que Anakin había obtenido de los jawas, pero al final del día nada había cambiado. Tatooine seguía siendo un mundo severo y sin leyes, y Anakin seguía siendo un esclavo.
Al día siguiente, sin embargo, algo notorio sucedió. Aquel fue el día en el que una nave de Naboo aterrizó en Tatooine, y la vida de Anakin cambió para siempre.

martes, 16 de diciembre de 2008

Dibujando los mapas de la paz: El relato del granjero de humedad (III)

Día 3: En la Fortaleza Jawa
Conocía a esos jawas. Había estado a las puertas de su fortaleza muchas veces, especialmente durante el año que pasé midiendo la humedad en los cañones de mi granja: Accederían a intercambiar agua por la chatarra que encontrase en el desierto y por información acerca del Imperio y sus ciudades y los sistemas con los que funcionan, y de las razas alienígenas y cómo tratar con ellas. Traté de ser bueno con los jawas, y justo. Si obtenían lo mejor de mí en algunos tratos, yo salir ganando en algunos otros, y la balanza quedaría más o menos nivelada. Algunos de los jawas incluso llegaron a ser mis amigos; los de más edad, aquellos de los que pude aprender quién tendría la paciencia de enseñarme su idioma, el uso de las plantas nativas, nociones geográficas.
Su fortaleza de gruesos muros se mezclaba con las paredes del cañón, pero sabía cómo volar justo hasta sus puertas cerradas y ocultas. Salí de mi deslizador y alcé la unidad de holopantalla.
-¡Oh, jawas! –exclamé-. Vengo ante vosotros con información para hacer trueque.
Las puertas se abrieron de inmediato –la palabra “trueque” siempre abriría sus puertas- y ocho jawas salieron apresuradamente. Intenté de nuevo ver el interior, pero no pude hacerlo con la oscuridad que allí había. Nunca me habían invitado a entrar. No tenía ni idea de lo que había dentro. Esta era una fortaleza familiar nueva, quizá sólo de unos cien años de antigüedad, con, según suponía, quince clanes; cuatrocientos jawas. Eran celosos de sus secretos y recelosos ante cualquier alienígena, pero hablarían conmigo, y harían trueque conmigo, y pasarían horas fuera sobre la arena.
El primer Jawa en alcanzarme fue mi viejo amigo Wimateeka. Comenzó a charlar conmigo en Jawa, lentamente, para que pudiera entenderle.
-¿Sigues viniendo aquí pidiendo agua ahora que la cultivas tú mismo? –gorjeó, y todos rieron.
-No –dije-. Pero os he traído agua como presente en agradecimiento por la generosidad que tuvisteis conmigo en el pasado.
Dejé un odre de agua en los brazos de Wimateeka, y él apenas podía sostenerlo por sí solo. Los otros se arremolinaron a su alrededor para ayudarle a dejarlo sobre la arena y para tocarlo, para sentir el agua moviéndose en su interior.
-¿Qué más nos has traído? –preguntó Wimateeka.
-El conocimiento de los mapas –dije-, y cómo el Imperio los usa para decidir asuntos acerca de las tierras. Nosotros podemos usarlos del mismo modo.
Dejé la unidad de holopantalla sobre la arena nivelada del exterior de la fortaleza, tierra batida y compactada por las idas y venidas de los reptadores Jawa, y pedí a la unidad que mostrase mi mapa a poca altura del suelo. Los jawas soltaron chillidos asustados y escaparon, pero no Wimateeka. Él no abandonaría el odre de agua: Mantenía sus manos sobre él.
-¿Qué es esto que nos has traído, Ariq? –preguntó.
Un mapa, expliqué. Les conté qué eran los mapas y cuál era su propósito, cómo todas las montañas y valles y llanuras de arena a nuestro alrededor estaban representados ahí con pequeñas réplicas, y comenzaron a reconocer y señalar lugares familiares, maravillados de que a esa escala su fortaleza era tan pequeña como el punto rojo.
Les expliqué qué eran las fronteras y qué podrían significar para nosotros: el modo en el que, si aceptaban respetar los límites de la concesión de tierra que el gobierno me había dado, yo no iría al gobierno a pedir tierras más allá del cañón hacia su fortaleza… De hecho, yo les ayudaría a rellenar los formularios para reclamar esa tierra ellos mismos. Les sugerí que comprasen e instalasen sus propios evaporadores, por todo el valle, hasta el borde de mi granja. Incluso si no hacían eso, la línea imaginaria entre su tierra y la mía les daría cierta protección, y les dije cómo esperaba que el Imperio llegaría a aceptar las líneas que acordásemos, y evitaría que otros humanos hicieran granjas en su valle.
Cuando terminé, los jawas se apresuraron a entrar en la fortaleza para discutir mi información y mi propuesta. Se llevaron el agua. Pedí a Wimateeka que se quedase fuera conmigo un rato más. Nos sentamos a la sombra de mi deslizador para mirar los soles ponientes mientras hablábamos.
-¿Puedes enseñarme un saludo de los moradores de las arenas? –le pregunté.
Me miró, sorprendido.
-Koroghh gahgt takt –dijo unos instantes después-. Que tu partida sea venturosa.
-No, un saludo –dije-. No una despedida. –Pensé que había pronunciado mal la palabra Jawa para “saludo” la primera vez que pregunté.
-Eso es un saludo –dijo-. El más educado. Se saludan así entre ellos porque siempre están viajando. Raramente permanecen mucho tiempo en un lugar.
Ni siquiera el tiempo suficiente como para desarrollar saludos, pensé, tan sólo bendiciones apresuradas porque se separan los unos de los otros muy pronto.
-Dilo de nuevo –pedí, y Wimateeka lo hizo, y yo lo repetí hasta que supe decirlo.
-¿Por qué quieres aprender este saludo? –me preguntó Wimateeka.
Le expliqué lo de los moradores de las arenas y el agua, y mis preguntas acerca de la tierra… su tierra.
Wimateeka quedó en silencio un tiempo, mirándome.
-Los moradores de las arenas jóvenes serán peligrosos en los días venideros, y durante un tiempo –dijo. Explicó que esta era la época en la que los adolescentes deben realizar alguna gran hazaña para ganarse la madurez, hazañas que a menudo incluían actos de destrucción contra otras razas que no fuesen los moradores de las arenas.
-Todos nuestros reptadores vuelven a casa para esperar aquí durante ese tiempo –dijo-. Deberías conducir a tus camaradas humanos a Mos Eisley y hacer lo mismo.
Me contó cómo un gran ejército de jóvenes moradores de las arenas atacó una vez una fortaleza Jawa al sur de nosotros y masacró a sus habitantes. Esa fortaleza seguía siendo una ruina vacía, quemada, que Wimateeka había visitado una vez. Tuve suerte de que los moradores de las arenas que rondaban mi evaporador no hubieran sido adolescentes un busca de ganarse su madurez.
Wiimateka me preguntó cómo operar la unidad holográfica, y la programé para que obedeciera a la voz de Wimateeka cuando le pidiera mostrar el mapa, y nada más. Él hizo que el mapa se mostrase tres veces, y luego preguntó si podía llevarlo a la discusión del interior de la fortaleza.
-Esto no es un intercambio –le dije-. Quiero esta unidad holográfica de vuelta, intacta.
-Yo te la traeré personalmente –dijo. Cogió abruptamente la unidad holográfica y se apresuró a entrar en la fortaleza.
Me tomé la cena que había traído conmigo. Después de que el último sol se hubo ocultado, extendí mantas sobre la arena. Pretendía dormir allí, bláster en mano –especialmente después de la historia de Wimateeka acerca del rito de madurez de los jóvenes moradores de las arenas- en la relativa seguridad del exterior de las puertas Jawa. Pero en mitad de la noche, los jawas se acercaron a mí, con antorchas.
Wimateeka los lideraba.
-Nos has honrado –dijo. Puso la unidad holográfica frente a mí-. Extiende nuestras fronteras para incluir el valle a nuestro oeste hasta el Mar de las Dunas, y aceptaremos tu proposición.
Mostré el mapa y le dije a la unidad holográfica que hiciera los cambios de fronteras. Los jawas exclamaron de forma apagada cuando sus líneas negras se movían para incluir el valle que habían pedido. Era un valle por el que viajaban sus reptadores para llegar hasta el Mar de Dunas para sus búsquedas de chatarra. Todo el mundo estaba de acuerdo en que necesitaban ese valle.
-No estamos seguros aquí en la arena –dijo Wimateeka-. Toma tus mantas, tu deslizador y tu unidad holográfica y entra para pasar el resto de la noche con nosotros.
No me esperaba esto. Me levanté de inmediato y doblé mis mantas, las guardé junto a la unidad holográfica en el deslizador, y lo conduje a través de sus puertas.
No dormimos. Los jawas me llevaron a una gran sala, y en el corazón de su fortaleza hablamos a la luz de las antorchas acerca de mapas y agua y los moradores de las arenas, y de cómo hablar con ellos acerca de los mapas.

Solitario de Jade (X)

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Los guardias que pudieron verse en el exterior de la mansión de Bardrin durante la primera visita de Mara no se veían por ninguna parte cuando ella y Sansia estacionaron su deslizador terrestre y se dirigieron al interior.
Y, como pudo comprobar, era por un buen motivo.
—Bienvenida, Mara -dijo Karrde, levantándose de su silla junto al gigantesco escritorio de Bardrin cuando Mara y Sansia entraron. Estaba sonriendo, pero Mara podía darse cuenta de la ira helada que estaba a punto de estallar bajo la expresión placentera-. Justo a tiempo, como siempre. Acabamos de asegurar la mansión, y estaba a punto de empezar a reunir una fuerza de ataque para ir en tu busca. -Hizo una media reverencia a Sansia-. Usted debe ser Sansia Bardrin. Bienvenida a casa, usted también.
—Gracias -dijo Sansia, devolviendo el gesto-. Estoy impresionada; la gente que diseñó esta pequeña fortaleza para mi padre aseguraba que sería imposible para cualquiera tomarla. No intacta, al menos.
—Tuve cierta ayuda profesional. -Karrde miraba a Bardrin, sentado en malhumorado silencio detrás de su escritorio-. Así como considerable motivación. Puede que más tarde quiera explicar a su padre que jugar con mi gente de esta manera no es forma de mantener una vida larga y saludable.
—No se preocupe -prometió oscuramente Sansia-. Él y yo tenemos mucho de lo que hablar. Empezando con su buena disposición para dejar que me pudriera en los pozos de limo de Praysh con tal de que se le devolviera su preciosa Apuesta Ganadora.
—No habrías estado allí más de seis horas más -retumbó Bardrin-. Ya tenía un equipo congregado para ir en tu busca.
—¿A través de las defensas exteriores de Praysh? -resopló Sansia-. Los habrían cortado en tiras incluso antes de que tocasen la atmósfera.
Mara aclaró su garganta.
-Realmente, creo que se dará cuenta de que es aún más retorcido de lo que pensaba -dijo, alcanzando con la Fuerza la mente de Bardrin. Ahora tenía la mayoría de las piezas, pero sus reacciones emocionales le ayudarían a confirmar si las estaba uniendo en el orden correcto-. Creo que él lo preparó todo deliberadamente para que fuera capturada por esos piratas, sabiendo que ellos la enviarían a usted y a la Apuesta Ganadora directamente a Praysh.
Sansia le frunció el ceño.
-No puede hablar en serio. ¿Qué ganaría con eso?
Mara sonrió estrechamente a Bardrin.
-Algunos prototipos de alta tecnología completamente nuevos que Praysh robó de la Corporación Uoti.
La expresión de Bardrin permanecía sólidamente bajo control, pero su culpable crispación mental era toda la confirmación que Mara necesitaba.
-No sé de qué está hablando -gruñó.
—Pero continúa de todos modos -invitó Karrde, con una sonrisa furtiva asomando en sus labios. Mara sabía que había estado con él el tiempo suficiente para que él pudiera reconocer que nunca usaba ese tono de voz cuando simplemente estaba elucubrando-. Esto es muy interesante.
Mara miraba a Sansia.
-Usted recordará que Praysh mencionó que había pasado sólo una semana desde el robo de Uoti. Su padre oyó hablar de ello y decidió robárselo antes de que Uoti pudiera organizarse para recuperarlo ellos mismos. Sabía que cuando los piratas la entregaran a usted a Praysh, también le darían la Apuesta Ganadora; y por eso aparejó ese fantástico sistema de puntería del que me habló para hacer una grabación de sensores completa de la matriz de defensa de Praysh en el vuelo de ida.
La cara de Sansia se había vuelto de piedra vidriada.
-¿Por qué, especie de nerf hinchado, manipulador y sin corazón? -exclamó, con los ojos fijos en la cara de su padre como turboláseres gemelos-. Me enviaste deliberadamente a esa...
-Creí que alguien con las habilidades de Jade tendría más oportunidades de conseguirlo sola -le cortó bruscamente Bardrin-. Y ella tendría una ocasión más fácil de alcanzar la Apuesta Ganadora desde la cámara de audiencias de Praysh en lugar del cuarto de las esclavas, por eso envié ese mensaje anónimo sugiriéndole que avisase al Mrahash de Kvabja sobre el globo flotador. Una vez que tuviéramos la Apuesta Ganadora podríamos analizar la formación de defensa exterior de Praysh, nuestras tropas privadas podrían entrar con facilidad, rescatarte, y destruir la operación de Praysh de un solo golpe.
—¿Y los prototipos de Uoti?
Bardrin se encogió de hombros.
-Una pequeña paga extraordinaria. Una recompensa, si prefieres, por nuestra conciencia cívica eliminando un esclavista particularmente nocivo. Somos gente de negocios, Sansia. -Miró a Karrde significativamente-. Y te enseñé mejor que para dar salida a las disputas comerciales delante de extraños.
—Sí, ciertamente lo hiciste. -Sansia tomó una respiración profunda; entonces se volvió para mirar a Mara-. Sea lo que sea que él prometió pagarle, usted merece más. Diga su precio.
Mara miró a Bardrin fríamente.
-No puede permitirse pagar todo lo que me ha hecho pasar -dijo-. Pero me conformaría con una copia del registro de rastreo de la Apuesta Ganadora. Hay un poco de seria justicia que pienso hacer llover sobre la cabeza de Praysh, y no creo que quiero confiar en su padre para que lo haga por mí. Con conciencia cívica o sin ella.
Sansia arrojó una sonrisa maliciosa a Bardrin.
-Haré algo mejor que eso. Llévese la nave entera.
—¿Qué? -Bardrin se puso en pie de un salto, ajeno al bláster que había aparecido de repente en la mano de Karrde-. Sansia, no vas a dar mi nave a estos... estos...
Echó saliva al parar de hablar. Sansia permaneció en silencio un par de instantes, y luego volvió a mirar a Mara.
-Ya sabe los códigos de acceso y operación -continuó como si su padre no hubiera hablado-. Es una buena nave. Disfrútela.
—Gracias -dijo Mara-. Lo haré.
—También está la cuestión de mi cuota -dijo Karrde.
—¿De qué está hablando? -preguntó Bardrin-. Ella ya ha dado a Jade más de lo que...
—Yo no estoy hablando del pago por el rescate de su hija -le cortó fríamente Karrde-. Estoy refiriéndome a mi cuota por no matarlo ahora mismo por secuestrar a mi tripulación. -Miró a Sansia-. A menos que usted prefiera no hacer semejante trato, claro. Ciertamente puedo cobrar mi cuota en sangre si usted lo prefiere.
—Es tentador -admitió Sansia-. Pero no, me ocuparé de mi querido papá a mi propio modo. -Puso una fina sonrisa-. Fuera de la vista de extraños. ¿Qué clase de pago quiere?
—Pensaremos en algo más tarde -le dijo Karrde, guardando su bláster-. Me mantendré en contacto. Venga, Mara. Es hora de volver al aire libre de nuevo.
Dejaron la sala y avanzaron a través de la mansión extrañamente abandonada; y fue sólo mientras descendían la escalera final hacia el vestíbulo cuando el anterior comentario de Karrde sobre haber tenido ayuda profesional finalmente se aclaró. Acechando en la sombra de un pilar de apoyo tallado dónde podía cubrir tanto la escalera como la puerta había una silueta que recordaba demasiado bien.
—Reclamé unos cuantos favores a la Consejera Organa Solo -murmuró Karrde como explicación a su lado-. Era un negocio muy ventajoso.
—Sí -dijo Mara, estremeciéndose involuntariamente cuando rebasaron al guerrero noghri y se dirigieron abajo por la escalera-. Apostaría a que lo fue.

MedStar: Intermezzo (X)

Jos se dirigió al cubículo sanitario, con sus prendas quirúrgicas empapadas en sudor. Cuando entró en, casi chocó contra Klo Merit. El gran mentalista equani estaba secando sus manos bajo el secador de aire caliente. Alzó la vista hacia él y le sonrió. El equani era, como Zan lo había descrito una vez, tan grande como un wampa con un problema de tiroides. Sus ojos eran grandes y estereoscópicos, y su boca ancha y llena con dos filas de dientes. Los equani eran definitivamente depredadores, y Jos imaginó que probablemente parecerían bastante espantosos a cualquiera que descubriera uno por primera vez, pero, conociendo como conocía el alma mansa bajo el espantoso exterior, Jos encontró difícil pensar en Merit como otra cosa que un benigno terapeuta profesional.
Levantó una mano, saludando.
-Klo.
-Jos. ¿Cómo estás?
-¿Yo? Oh, bien. Relajado, disfrutando de otro precioso día en la escena de Drongar, la capital de la diversión de la galaxia. ¿Y tú qué?
-Acabo de llegar de post-op.
Jos asintió. El mentalista habría estado ocupado, calmando los espíritus de aquellos que estaban gravemente heridos o agonizando. Jos no envidiaba ese trabajo. Comenzó a despojarse de su ropa mojada.
-¿Has acabado por hoy? -preguntó Merit.
-Tengo una operación más -Jos activó la unidad-. La están preparándolo ahora.
Siguió desvistiéndose, y entonces se detuvo y miró al mentalista.
-¿Alguna vez tienes que trabajar con pacientes no te gustan? -preguntó-. ¿Curar a alguien que no soportes, alguien a quien odies profundamente?
-De vez en cuando, sí.
-¿Cómo lo manejas?
Merit se encogió de hombros, con el pelaje corto de sus hombros y su espalda ondeando con el movimiento.
-Todos tenemos que hacer cosas con las que no disfrutamos. Todos nos encontramos en situaciones donde nuestras acciones no son aquellas que nos gustarían. Pero cuando tienes que hacer un trabajo, no siempre puedes elegir; está en la naturaleza del trabajo. Cuando no puedes vivir con una opción, te alejas.
-¿Y qué pasa si no puedes alejarte?
Merit se apoyó contra la pared de plastiacero.
-¿Te importaría ser más específico?
Jos se quedó mirando fijamente la ducha. Miró el charco de agua en el suelo y cómo se movía en espiral hacia el desagüe.
-Mi paciente es el responsable del ataque que mató Zan. No tiene ningún remordimiento sobre eso; él es un mercenario. Además es un odioso mopak lechero por el que ni siquiera cruzaría la calle para escupirle aunque estuviera ardiendo. Y yo soy aquí el único tipo cualificado para salvar su vida. Y en el mejor de los casos, las probabilidades están contra él, aun cuando yo no cometa ningún error.
Merit no habló durante un instante.
-Eso suena mal.
Jos se rió; el sonido resultante lindaba con la histeria.
-Tienes buen ojo, mentalista, no se te escapa una.
Merit suspiró.
-Nadie por aquí tiene todas las respuestas, Jos, ni siquiera nuestra vecina Jedi. Quieres castigar a este paciente por lo que hizo. Te gustaría verle sufrir y morir.
-Oh, sí -Jos titubeó, y luego agregó-. Justo cuando Zan murió, mientras todavía estábamos en el transporte, me juré a mí mismo que, de algún modo, haría algo que cambiaría las cosas. Estaba conmocionado y escasamente consciente, ni siquiera podía ponerme de pie, pero recuerdo haber decidido que tenía que vengar a Zan, para darle algo de sentido a su muerte.
-Y ahora se ha presentado una oportunidad dorada. La suprema ironía: el mismo ser que fue directamente responsable de la muerte de Zan acaba bajo tu cuchillo. “¿Cuáles son las probabilidades? ¿Qué puede ser esto sino el destino?”, te preguntas.
-Sí.
Merit asintió.
-Comprensible. Pero ahora pregúntate esto: si tú hubieras muerto en ese ataque y fuera Zan quien estuviera a punto de operar al ser responsable, ¿qué piensas que haría él?
Jos agitó su cabeza.
-No lo sé.
-Yo creo que sí lo sabes. Si estás buscando justicia, Jos, encontrarla en una guerra nunca va a ser fácil. La gente hace cosas que son horribles y despreciables. Pero si sobreviven, cuando la guerra ha terminado, tienen que mirar atrás a esas acciones y encontrar una forma para razonar lo que hicieron. Pregúntate esto: dentro de diez años, cuando estés trabajando en tu planeta natal tratando a pacientes civiles, y yendo después a casa para ver a tu esposa e hijos, ¿cómo te sentirás sobre la opción que tomaste con este paciente? ¿Si tu hijo o tu hija te preguntan lo que hiciste en la guerra, qué les contarás?

Caza Tie: Las crónicas de Stele (X)

Entrenamiento como piloto

La primera jornada de entrenamiento estuvo enteramente consagrada una sesión de familiarización holográfica. Se presentó en la cubierta de registro de los nuevos pilotos a bordo del destructor estelar y dio su nombre. Los guardias que vigilaban la puerta le dejaron entonces franquear la puerta de la galería de operaciones.
Uno de los otros pilotos, un joven al que todo el mundo llamaba Brick, re recibió en la galería. Caminaron a lo largo de una estrecha pasarela que desembocaba en una gran habitación cavernosa. Una gran columna central subía hasta el techo, albergando un ascensor. Otras pasarelas enlazaban varias puertas en varios niveles. Maarek estaba boquiabierto ante la inmensidad de esa sala. Aún tenía problemas para apreciar las auténticas dimensiones del destructor estelar, y este lugar le recordaba una vez más la inmensidad colosal de la nave.
Brick le mostró las puertas, conducían todas ellas a un lugar preciso.
-En primer lugar, está el simulador de vuelo -dijo-. Cuando hayas sido instruido, aquí será donde demuestres tus cualidades como piloto de caza.
“A continuación, está la Cámara de Combate. Ahí efectuarás misiones históricas simuladas. Aquí, los instructores tienen muy en cuenta las misiones históricas. De hecho, es bastante divertido. Es exactamente como la realidad, pero si uno se muere no pasa nada. Pero no está hecho para acostumbrarse a morir...
“En el segundo nivel, puedes visionar los holovídeos de tus combates en la Sala de Proyección. A la izquierda, encontrarás la Sala Técnica, donde lo puedes saber todo acerca de las distintas naves. Los instructores, al igual que deberías hacer tú, pasan bastante tiempo en esta sala. Piensan que eso puede salvarte la vida en ciertas ocasiones.
“Por último, esta puerta conduce a la sala de preparación y a las auténticas misiones. Cuando tu entrenamiento haya terminado, allí será donde vayas. Bueno, ya es hora de que comiences tu primera sesión de simulador, cadete Stele. Buena suerte.
Maarek entró en la Cámara de Combate. Una enorme máquina se abrió, y penetró en su interior. Una vez se hubo ceñido los arneses de su asiento, el simulador volvió a cerrarse sobre él, semejante a un monstruo gigante que le estuviera devorando. Al principio, la oscuridad le rodeaba. Luego, tras un ligero esfuerzo mental, se dio cuenta de que volaba en el oscuro vacío espacial. Sus manos se posaron en los mandos, y notó una clara sensación de movimiento e ingravidez. Esa simulación era tan próxima a la realidad como se esperaba, y rápidamente se dejó arrastrar por esa nueva experiencia.
Durante esa primera sesión, Maarek aprendió a conocer el papel de un piloto, al igual que los controles e instrumentos instalados a bordo de un caza imperial. La mayor parte de esos controles le eran familiares: a menudo había reparado o reemplazado esos sistemas en los cazas dañados. Pero algunas cosas eran nuevas para él, y estaba ansioso por conocerlas. ¡Cuánto antes terminase con esa formación preliminar, antes pilotaría un caza de verdad!

***

Transcurrió casi una semana hasta que Maarek tuvo la primera oportunidad de entrenar dentro de un bombardero TIE de pruebas. El instructor, el Capitán Trox, se sentó en un asiento adicional en la nave especialmente modificada y ayudó a Maarek a familiarizarse con los instrumentos y sus funciones. Por supuesto, Maarek ya había aprendido la mayor parte de eso por sí mismo durante su estancia en Reparaciones, pero mantuvo la boca cerrada la mayor parte del tiempo.
-Lo primero que debes hacer, cadete Stele, es asegurarte en el asiento y ajustarte los arneses y el casco. La mayoría de nuestros cazas carecen de soporte vital, y este casco y la máscara son lo que te mantendrán respirando, muchacho. Así que no te olvides de comprobarlos antes de salir al espacio.
Maarek se ajustó el casco y probó el sabor ligeramente rancio del aire que llegaba por el aparato respirador. El Capitán Trox se puso su propio casco y habló a través del comunicador. A través del altavoz, su voz era aguda, pero clara. Guió a Maarek a través de los apropiados procedimientos previos al despegue, y pronto unos brazos robóticos alzaron el bombardero TIE de pruebas y lo transportaron a lo largo del sistema de raíles del hangar hasta la plataforma de lanzamiento. Encendieron los motores iónicos gemelos y despegaron. Trox pilotó inicialmente la nave con los controles auxiliares y pronto estuvieron en espacio abierto, con el Venganza alejándose en la distancia.
-Hoy vas a aprender los controles estándar de una cabina. En esta nave de entrenamiento todas las partes de la cabina están claramente etiquetadas, y me referiré a las etiquetas cuando te las señale. Escucha cuidadosamente. No querría tener que repetirme. Y tú no querrías estar conmigo en una pequeña cabina cuando estoy de mal humor.
El capitán Trox comenzó a darle una detallada explicación de todos y cada uno de los controles e indicadores de la cabina. Maarek escuchó en silencio durante un buen rato, pero ya no pudo aguantar más.
-Y con este botón podemos establecer las tasas de recarga de los láseres, ¿verdad? -exclamó sin poder controlarse.
-Sí -gruñó Trox-. Veo que prestas atención. Conseguirás puntos por eso. Ahora calla y escucha.
-Sí, señor -respondió Maarek. Para ser sincero, ya sabía todo eso y se estaba aburriendo un poco. ¿Es que este tipo no tiene nada que yo no sepa ya?, pensó.
Más tarde, Maarek se fijó en una placa sobre el indicador del motor de la derecha.
-Esto parece otro indicador -sugirió, señalando la placa.
Trox reprimió un suspiro.
-Los reclutas curiosos que interrumpen mis lecciones no suelen sobrevivir a su primer enfrentamiento en combate. Te diré lo que necesites saber cuando necesites saberlo. ¿De acuerdo, cadete?
-Sí, señor -respondió Maarek, temeroso de meterse en problemas diciendo algo más.
-Durante las situaciones de combate -continuó el Capitán Trox-, no tendrás mucho tiempo para pensar en qué hacer a continuación. Tienes que entrenarte hasta tener un control absoluto de tu nave desde el primer momento en que salgas al espacio. Ahora aprenderás la secuencia apropiada de operaciones previas al combate, y la practicarás hasta que la efectúes automáticamente.
Maarek repitió los procedimientos pre-combate varias veces, cometiendo pocos errores. Pero Trox no estaba satisfecho, incluso cuando completaba todo el procedimiento perfectamente.
-Más rápido -ordenaba Trox-. Eres tan lento como una babosa espacial. ¿Dónde te crees que estás, cenando con tu abuelita? Comerás fuego láser si no te mueves más rápido que eso.
Maarek siguió practicando hasta que el capitán Trox lo creyó oportuno.
-Ya vale por hoy, Stele -dijo-. ¿Quieres llevarnos a casa?
-Sí, señor -respondió Maarek, que ya estaba empezando a dirigir el TIE en un giro cerrado de vuelta al destructor estelar.
Maarek pensaba mantener la boca cerrada, aunque quería hacer algunas preguntas, pero Trox, al parecer, tenía ánimo hablador.
-La verdadera clave de un buen control de tu nave es administrar la energía -dijo de repente-. ¿Recuerdas lo que te dije de los indicadores de disparo, motores y escudos?
-Lo recuerdo, señor -respondió rápidamente Maarek.
-Muy bien. Quiero que hagas aminorar esta nave de la forma más eficiente que sepas.
La mano de Maarek agarró rápidamente el control de impulso y estuvo a punto de tirar de la palanca para aminorar. Se detuvo y rápidamente reflexionó sobre la orden de Trox. El modo “más eficiente”... Maarek pulsó dos veces el botón de control de las tasas de recarga, dejándolas al máximo.
-Bien... -escuchó la aguda voz de Trox por el altavoz-. Puedes apuntarte una, chico. No todos los novatos hacen bien esto. De acuerdo. Aquí va un avance de tu segunda lección.
“Si controlas la salida de energía, controlas tu nave. Esto es especialmente cierto en el caso de naves con escudos. Hay varias configuraciones básicas de energía que podrás usar en una nave con escudos. En cazas sin escudos, tus opciones son más limitadas.
“Si eres, listo, muchacho, te aprenderás estas configuraciones de memoria. Hazlas tan automáticamente como el chequeo pre-combate, y tendrás una oportunidad en la lucha.
Se estaban acercando al destructor estelar, y Trox y Maarek realizaron las comunicaciones pertinentes con el control de aterrizaje. Enseguida fueron conducidos al hangar por un rayo tractor y los brazos robóticos les llevaron de vuelta a su punto de origen. El primer vuelo de instrucción de Maarek había acabado. ¡Y, al final, realmente había aprendido algo!

jueves, 11 de diciembre de 2008

Dibujando los mapas de la paz: El relato del granjero de humedad (II)

Día 2: Una Granja en el Borde

Eyvind me ha dicho que estaba loco por llegar tan lejos.
-Nadie se ha alejado tanto –dijo-. No puedo creerme que los patrones de humedad fluyan de forma continua por esos cañones… ¡estás sólo a un puñado de kilómetros del Mar de las Dunas!
Pero he probado los patrones de humedad: Hay agua que obtener allí. No mucha. No será una granja rica, como las de las afueras de Bestine, pero una mañana mientras acampaba en lo que entonces consideraba un cañón lejano, me desperté en la manta que había colocado sobre la arena, y estaba húmeda a causa del rocío. Mi ropa estaba húmeda. Mi pelo estaba húmedo. Saqué los instrumentos de mi deslizador, los puse en marcha, y todos detectaron una cosa: agua. Agua cosechable. De algún modo cruzó las montañas y se posó allí antes de evaporarse en los eriales del Mar de las Dunas, más al oeste, y lo hizo día tras día durante las dos semanas que pasé en ese cañón realizando pruebas. En el curso de un año, hice pruebas en ese cañón y en los cañones que lo rodeaban veintinueve veces más… tenía que tener tanta información detallada para demostrar que esta granja podía funcionar para poder pedir prestado el dinero para empezar. Pero supe desde ese primer día en el que me desperté con el pelo húmedo que podía tener una granja aquí.
Pasé meses rellenando formularios de Títulos de Propiedad y esperando a que se me concediera la tierra, luego meses rellenando solicitudes de préstamo y esperando las respuestas, durante los cuales tuve que escuchar a los demás granjeros diciéndome que estaba loco. Pero tenía los innegable hechos de mis lecturas para mostrar a cualquiera que pudiera autorizar mi propiedad o prestarme el dinero para empezar o tan sólo escucharme y ofrecerme consejo, y finalmente el gerente del banco del grupo Zygian me escuchó… y leyó mis informes, comprobó mi historial para ver si sabía algo acerca de las granjas de humedad, cosa que sí sabía, y si podría mantener mi palabra, cosa que sí podía. Me prestó el dinero.
Me dio diez mil días para devolvérselo.
Diez mil días eran tiempo suficiente para hacer un sueño realidad, pensé.
Me tumbé en mi cama en la oscuridad al final de un duro día, tras dejar a los moradores de las arenas el agua que les había prometido, recordando todo esto, recordando lo mucho que deseaba quería venir aquí, lo duro que había trabajado para conseguir mi propiedad y el préstamo y luego para establecer mi granja. Ni una sola vez había pensado en quienes pudieran estar allí de antemano, dependiendo de esa tierra a la que llamé mi granja.
Me giré y pedí al ordenador que mostrase el holomapa que había hecho de mi granja y de esa región.
-Los archivos que ha solicitado sólo pueden ser accedidos tras una autorización de seguridad específica de usuario –dijo-. Por favor, prepárese para el escáner de retina.
Miré durante unos segundos a una luz blanca y brillante que surgió de repente del monitor. Tenía que guardar mi mapa. Había hecho el mapa yo mismo –tras un año de reconocimiento y tomando fotografías que introduje en el ordenador y trabajando a partir de mis notas y de memoria- y si la gente equivocada supiera que estaba haciendo mapas podría ser peligroso. Programé al ordenador para mostrar los mapas sólo a mí y a no hacer nunca referencia a él cuando trabajase con otros archivos; no tenían referencias cruzadas ni estaba indexados. Cuando preguntaba si esos archivos existían, diría que no a cualquier voz salvo a la mía. Si pedía acceder a ellos, respondería y procedería con la autorización de seguridad sólo si escuchaba mi voz.
-Escáner de retina completo –dijo el ordenador-. Hola, Ariq Joanson. Mostraré los archivos solicitados.
Parte del muro que mantenía vacío y pintado de blanco tan sólo para esta proyección se convirtió de repente en los cañones de mi granja vistos desde el aire: mi casa, marcada en azul; los evaporadores, puntos más pequeños en verde; los cañones y las montañas y las dunas todos con sus colores naturales. Un punto rojo lejos, sobre el Cañón de Bildor al nordeste de mi granja marcaba la fortaleza Jawa. Puntos blancos marcaban las casas de las granjas más cercanas a la mía… y ninguno de esos puntos estaba muy cerca.
-Estarás a tres cañones y kilómetros de distancia de mí… ¡y yo he sido el más alejado durante dos años! –me advirtió Eyvind.
Sobre todos los cañones y montañas y dunas había hecho que el ordenador dibujase con líneas negras los límites de las granjas. La tierra se esparcía sobre mi muro en la oscuridad, y los puntos de las casas y los evaporadores brillaban como joyas entre sus líneas negras. Salvo el punto rojo de los Jawa, todos ellos representaban casas o máquinas humanas. Nunca había pensado en poner puntos para los nómadas moradores de las arenas… o en dibujar límites para ellos y los jawas.
-Ordenador –dije-. Dibuja una línea de límite desde el borde nordeste de mi granja en el Cañón de Bildor, a lo largo de las crestas a ambos lados del cañón hasta una distancia de un kilómetro sobre la fortaleza Jawa.
-Dibujado según petición –respondió el ordenador, y así fue. Las líneas aparecieron.
-Etiqueta el espacio dentro de esas nuevas líneas como “Reserva Jawa”.
-Etiquetado según petición.
Las palabras aparecieron, pero no me gustaron.
-Reetiqueta la Reserva Jawa como… -¿Como qué? ¿Tierra Jawa? ¿Espacio? ¿Protectorado?- Pon tan sólo “Jawa” –dije.
-Etiquetado según petición.
La palabra “Reserva” desapareció del mapa y la palabra “Jawa” quedó centrada bajo el punto rojo.
-Ahora dibuja fronteras al oeste desde el límite noroeste de mi granja hasta el Mar de las Dunas y al oeste desde el límite más septentrional de la tierra Jawa también hasta el Mar de las Dunas.
-Dibujado según petición.
-Etiquétalo como “Moradores de las Arenas”.
Las palabras aparecieron sobre la tierra.
-¿Tienen los jawas y los moradores de las arenas derechos adquiridos sobre estas tierras? –preguntó el ordenador.
-No –dije-. Sólo estoy fantaseando.
-¿Desea que se guarden estos cambios?
Lo pensé con detenimiento.
-No –dije finalmente-. Es una ficción. Elimina los cambios y cierra.
Lo hizo.
Volví a tumbarme en mi cama. Lo que le había pedido al ordenador que dibujase era peor que una ficción. Había pedido a dos gobernadores imperiales sucesivos que encargasen un proyecto de mapeado de la región, con la misma respuesta: “No tenemos el dinero necesario”. Traducido: “Tenemos aquí demasiada gente que no quiere mapas precisos de lo que hay más allá de los asentamientos y granjas conocidos, y si quieres vivir para traer tu próxima cosecha de agua a Mos Eisley, deja de pedir estas cosas.
Así que dejé de pedirlas. Pero entonces no eran los criminales que necesitaban lugares ocultos para actividades ilegales los que amenazaban mi vida o mi modo de vida. Era la violencia de los moradores de las arenas y la deshonestidad y la manipulación de los jawas… todo ello causado en parte, como empezaba a darme cuenta, por las constantes invasiones a lo que sin duda habían sido los territorios tradicionales de los jawas y de los moradores de las arenas. Los mapas serían el primer paso hacia un lugar seguro para los granjeros, los jawas y los moradores de las arenas… si se pudiera conseguir que todos ellos negociasen fronteras en esos mapas y las respetasen. Sin tales acuerdos, los granjeros se enfrentaban a la situación de dar palos de ciego; estableciendo granjas en áreas a las que quizá no deberían ir, viviendo en lugares que podrían –y de hecho ocurría- hacer que la gente decente fuera asesinada. Quería que esa matanza terminase.
Pero para eso, necesitábamos un mapa. El gobierno no lo dibujaría.
Así que lo dibujé yo.
Y decidí, esa noche, llevar ese mapa a los jawas cercanos a mi granja y hablar con ellos acerca de cómo planteárselo a los moradores de las arenas. Si llegábamos a un acuerdo por nuestra cuenta sobre cómo vivir juntos en estas montañas y cañones, quizá algún día el gobierno podría hacer oficiales nuestros acuerdos.
Miré al monitor para otro ineludible escáner de retina.
-Ordenador –dije-, vuelve a mostrar el mapa que acabo de pedirte y redibuja los límites que te hice eliminar. Copia este archivo a la unidad de holopantalla portátil.

Solitario de Jade (IX)

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Con Sansia todavía padeciendo la parálisis muscular parcial producida por el látigo neurónico, su progreso por la escalera y a lo largo de los corredores pedregosos fue decididamente lento. Mara dejó que la otra mujer se apoyara en ella mientras caminaban, con los guardias a su alrededor vigilándolas con el ceño fruncido durante todo el camino. Varias veces Mara pidió su ayuda para llevar a la mujer herida, peticiones que fueron ignoradas.
Que era, claro, precisamente la respuesta -o la ausencia de ella- que se esperaba. Con la tarea de sostener a Sansia recayendo totalmente en ella, pudo ajustar los tiempos y retrasar su llegada a la cámara de audiencias de Praysh hasta que Sansia se recuperase lo más posible de su dura prueba. Después de todo, cualquier intento de escapar que pudieran llevar a cabo se simplificaría considerablemente si cada una era capaz de correr por sí misma.
Quedó rápidamente claro, sin embargo, que Praysh no tenía ninguna intención de facilitarles ningún intento de ese tipo. Por el número de drach'nam alineados contra las paredes o que permanecían de pie en un anillo protector alrededor del trono de Praysh, parecía que Su Primera Grandeza tenía la mitad su guarnición allí.
-Parece que esté celebrando una fiesta -comentó Mara cuando ella y Sansia fueron conducidas a menos de un par de metros del anillo interno de guardias-. ¿Tanto miedo tiene de nosotras?
—Oh, los guardias están aquí meramente en espera de que les des una excusa para vengar lo que les hiciste a Brok y Czic fuera del cuarto de las esclavas -dijo Praysh desenvueltamente-. Me pica la curiosidad: ¿dónde obtuviste el ácido con el que les rociaste en las caras?
—Tomé prestados los ingredientes de su dispensario farmacéutico -le dijo Mara. No tenía sentido esquivar la pregunta; si no habían notado los robos todavía, lo habrían hecho bastante pronto-. Es simplemente una cuestión de saber qué productos hay que mezclar.
—Interesante -dijo Praysh, recostándose en su trono y observando a Mara con una mezcla de curiosidad y suspicacia-. Difícilmente la clase de conocimientos que tendría una esclava enviada por el Mrahash de Kvabja. -Se encogió teatralmente de hombros-. Pero, por supuesto, este comentario es irrelevante, ¿no? Dado que no te ha enviado el Mrahash de Kvabja.
Mara sintió un nudo en la garganta. Bardrin le había asegurado que el Mrahash estaba actualmente fuera del sector, y que había ningún modo de que Praysh pudiera comprobar su tapadera.
-Por supuesto que me envió él -dijo, desplegándose hacia la mente del alienígena, intentando deducir si esto era un farol de algún tipo.
—Ahórrame tus mentiras -dijo Praysh, con voz repentinamente áspera. Y no, no había ningún engaño en sus pensamientos-. Tengo una comunicación del propio Mrahash, diciendo que nunca ha oído hablar de ti. De hecho, estaba a punto de enviar a alguien a por ti cuando llevaste a cabo tu lamentable intento de fuga.
—Ya le dije que papá intentaría obligarle a escapar sin mí -murmuró Sansia.
Un látigo crujió desde un costado, y Sansia se agitó espasmódicamente, respirando bruscamente por el dolor. Mara la miró, vio el brillante reguero de sangre que cruzaba su mejilla.
-Si tienes algo que decir, me lo dirás a mí -dijo Praysh fríamente-. Y tú empezarás contándome quién eres y por qué exactamente estás aquí.
—¿Y si no lo hago? -preguntó Mara.
La mirada de Praysh pasó a Sansia.
-Empezaremos la persuasión con tu amiga aquí presente. No creo que quieras oír los detalles.
Mara echó una mirada alrededor del cuarto, buscando una grieta -cualquier grieta- en las defensas de Praysh. Pero no había ninguna. Lo único que podía hacer ahora era negarse a hablar y esperar que hubiera menos guardias con los que enfrentarse en la cámara de tortura a la que les llevasen a Sansia y a ella.
A menos que no planeasen dejarle mirar. O, aún peor, que le dejasen mirar, pero desde un monitor en una ubicación completamente diferente. Eso significaría dejar a Sansia a merced de sus cuchillos...
A un cuarto de la longitud de la sala de distancia, uno de los guardias junto a la puerta de entrada principal de la cámara caminó abruptamente hacia adelante, con un comunicador en su mano.
-Su Primera Grandeza, si me permite unas palabras -exclamó hacia el trono-, acabo de recibir un aviso de que hay una nueva evidencia sobre quién es esta espía.
—Excelente -dijo Praysh, girando su trono para colocarse mirando a esa dirección-. Tráigamela.
El guardia habló por el comunicador, y la puerta se abrió para revelar a dos drach'nam más y a H'sishi, la basurera togoriana que Mara se había encontrado brevemente fuera de los muros del palacio. H'sishi sujetaba en sus manos una sección del cilindro del embalaje en el que había estado el globo flotador de Bardrin.
La sección en la que había estado oculto el sable de luz de Mara.
Mara apretó fuertemente los puños mientras el trío avanzaba hacia el trono a través de los guardias congregados. Cualquier oportunidad que ella y Sansia pudieran tener de escapar iba a depender claramente del hecho de que Praysh desconocía sus habilidades de la Fuerza. Si H'sishi le mostraba el sable de luz, esa ventaja se desvanecería en ese mismo instante. Tenía que hacer su movimiento antes de que eso ocurriera.
Pero todavía no había ninguna oportunidad. Un drach'nam a cada lado, más de ellos llenando la sala, la sección de cilindro de embalaje demasiado lejos para poder romper el forro interno y extraer el sable de luz...
—¿Quién es esta? -preguntó Praysh.
—Una basurera de la calle -dijo uno de los guardias-. Ésta es una sección del cilindro del embalaje en el que la humana trajo su regalo.
Extendió la mano para tomar la sección del cilindro de H'sishi...
La togoriana lo puso fuera de su alcance.
[Soy yo quien debe mostrarlo], siseó. [Mi descubrimiento. Mi recompensa.]
—Déjele que lo traiga -dijo Praysh, gesticulando con impaciencia-. Muéstrame esta supuesta evidencia.
Deliberadamente, pensó Mara, H'sishi examinaba a las dos mujeres. Entonces, caminando a través del anillo interno de guardias, sostuvo la sección del cilindro delante de Praysh.
[Aquí puede verlo], dijo, señalando con una garra al fondo. [Es el sello de marca de la Corporación Uoti.]
—¿Qué? -murmuró Sansia mientras Praysh se inclinaba para mirar más de cerca, y Mara pudo darse cuenta de su súbita confusión y sospecha. Si su supuesta rescatadora realmente fuera de sus competidores Uoti en lugar de su padre...
—Silencio -respondió Mara con otro murmullo, frunciendo el ceño en un poco de confusión propia. No había habido ningún sello de marca en el cilindro; se había asegurado de eso. ¿La togoriana había mezclado su cilindro con algún otro pedazo de basura?
—Ése es realmente el símbolo de Uoti -convino Praysh, tomando la sección de H'sishi y volviendo su mirada de nuevo hacia Mara-. Así que de eso se trata todo, ¿no? Uoti quiere recuperar sus nuevos juguetes.
Mara no contestó, con los ojos fijos en H'sishi mientras intentaba deducir qué estaba pasando. Pero la expresión de la togoriana era totalmente ilegible.
—Sí, eso debe ser -decidió Praysh-. Y supongo que debía de haber esperado esto. Debo felicitarla por su velocidad y su eficacia localizándome. Ha pasado... ¿cuánto? ¿Sólo una semana desde esa adquisición en particular?
—Aún puede que la eficacia sea sólo una ilusión, Su Primera Grandeza -dijo uno de los drach'nam, mirando suspicazmente a H'sishi-. Recuerde que todos los embalajes de la adquisición a Uoti se arrojaron de igual modo a los basureros. Esta alienígena podría haber obtenido uno de los sellos de marca y haberlo transferido a este cilindro.
—No -le dijo Praysh-. El sello tiene el borde adecuadamente tallado en el metal a su alrededor. Es genuino.
Envío a Mara una sonrisa que hizo que un escalofrío bajara involuntariamente por su espalda.
-¿Además, por qué otro motivo habría venido deliberadamente una guerrera de tal habilidad a caer en mis manos como lo ha hecho ella?
Mara volvió a mirar a H'sishi. La togoriana estaba ahora mirándola fijamente, y cuando sus ojos se encontraron, alzó una mano para frotar casualmente su cuello, sacando las uñas un poco más allá de los extremos de sus dedos al hacerlo. ¿Estaba intentando mostrar a Mara cómo había falsificado el grabado del borde? ¿O había algún otro mensaje allí?
Y de repente, Mara lo comprendió.
—No sé qué tipo de truco se supone que es este, Su Primera Grandeza -exclamó, poniendo un tono de desdén en su voz-. Pero es uno bastante débil. Puedo decir desde aquí que eso no es parte del cilindro que traje.
La cara de Praysh se oscureció.
¿Realmente puede? -retumbó-. Qué ojos tan notablemente buenos. O qué memoria tan notablemente lamentable. Quizás esa memoria necesite un poco de estímulo.
[Quizás un vistazo desde más cerca le ayudaría, Su Primera Grandeza], sugirió H'sishi.
—No lo creo -escupió Praysh-. Los juegos preliminares han terminado. Ella se niega a jugar. -Miró a Mara-. Es su última oportunidad, guerrera, de hacerlo de la manera fácil.
H'sishi miró a Mara, y su expresión parecía súbitamente herida. Mara alzó sus cejas, asintiendo ligeramente hacia el cilindro...
[¿Puedo recuperar la sección del cilindro, Su Primera Grandeza?], preguntó la togoriana.
—Cuando acabe con él -dijo brevemente Praysh, con su atención todavía en Mara-. ¿No? Muy bien, entonces. Guardias...
Y abruptamente, H'sishi brincó al trono frente a él. Acuchillando con sus garras las caras de los dos guardaespaldas que flanqueaban Praysh, le arrebató la sección del cilindro de sus manos, le golpeó con ella en la cabeza lo suficientemente fuerte para aturdirlo, e introdujo su mano en el forro interno. Sobre el rugido de bramidos de múltiples drach'nam pudo oírse el chirrido de metal al rasgarse; y justo cuando el anillo interno de guardias localizó a H'sishi y se arrojó sobre ella, ella agitó su muñeca sobre sus cabezas...
Y el sable de luz de Mara fue girando por el cuarto hacia ella.
Alguien lanzó un grito de advertencia; pero ya era demasiado tarde. Mara sostuvo el arma con un férreo agarre de Fuerza, tirando de ella a través de las manos de los drach'nam que intentaban atraparla en el aire.
-¡Abajo! -ladró a Sansia cuando atrapó y encendió el arma, reduciendo a los dos guardias que la flanqueaban en el mismo movimiento.
Y la cámara de audiencias entera se derrumbó en el pandemónium.
Los drach'nam más cercanos, demasiado cerca para usar sus látigos contra ella, intentaron en su lugar tomar sus cuchillos. Murieron sosteniéndolos. Los más lejanos vivieron un poco más, pero no mucho. Sin tiempo de organizarse, demasiado juntos para el uso eficaz de sus látigos, y enfrentándose a un arma que podía cortar con facilidad las trallas, no tenían ninguna oportunidad en absoluto. Mara acuchilló a través de sus líneas como una segadora, sembrando el suelo rocoso tras ella con sus cuerpos, una niebla de furia virtuosa nublando su visión. Justo castigo por Sansia y las otras mujeres degradadas en los hoyos de esclavas; justo castigo por piratería y robo y asesinato a sangre fría; justo castigo por el peligro en el que ponían a la tripulación del Salvaje Karrde...
Y de repente, o eso parecía, todo terminó.
Estaba de pie en el medio de la sala, sosteniendo en alto el sable de luz, respirando duramente por el esfuerzo. A su alrededor había montones de cuerpos de drach'nam...
[Jamás lo habría creído.]
Mara se giró. H'sishi se apretaba contra la pared detrás del trono, mirando fijamente a Mara con una expresión de aturdida incredulidad, con una media docena de heridas rezumantes esparcidas por el pelaje enmarañado de su cara y torso.
-¿Está herida de gravedad? -exclamó Mara, cruzando el cuarto hacia ella. Ninguna de las lesiones parecía seria, pero no estaba lo suficientemente familiarizada con la fisiología togoriana para saberlo con seguridad.
[No realmente], le aseguró H'sishi. [Perdieron muy rápidamente el interés en mí.]
—Suerte para mí que lo hicieron -dijo Mara gravemente, concentrándose en la pared falsa detrás de H'sishi, la pared que contenía los dos puertos bláster ocultos que había descubierto en su primera estancia en la cámara.
Sólo que ahora había un segundo agujero, del tamaño de una hoja de cuchillo, justo debajo de cada uno de los puertos. Y sujeto en la mano de H'sishi estaba el cuchillo drach'nam que encajaba en esos agujeros, con la hoja manchada del rosa pálido de la sangre drach'nam.
—Gracias -dijo Mara, gesticulando hacia la pared-. Me preguntaba por qué nunca llegaron a dispararme.
[Nunca tuvieron tiempo], dijo simplemente H'sishi.
—Ya lo veo. Gracias. ¿Qué pasa con Praysh?
[Creo que escapó], dijo H'sishi. [Junto con muchos de sus guardias. Pero debemos darnos prisa; su compañera ya se ha ido.]
—¿Qué? -preguntó Mara, echando de nuevo una mirada alrededor. Sansia se había ido, de acuerdo. ¿La atrapó Praysh?
[No, salió sola, por esa puerta], señaló H'sishi.
Dirigiéndose hacia su nave, sin duda, todo preparado para irse y dejar a Mara y H'sishi abandonadas allí.
-Maldición -gruñó Mara-. Vamos.
Los corredores, no era ninguna sorpresa, estaban desiertos. Mara lideró el camino, sable de luz en mano, riñéndose silenciosamente por no esperar desde el principio una puñalada por la espalda en el último minuto como esta. De tal palo, tal astilla...
Y entonces, casi antes de que estuviera lista para ello, empujaron la una última puerta y tropezaron con un patio abierto lleno de yates, cargueros pequeños, y filas de letales cazas estelares de alas radiadas. A mitad del camino por el patio, una única nave acababa de elevarse por el aire.
Un yate de lujo SoroSuub 3000.
[¿Es ella?], preguntó H'sishi.
—Sí -dijo Mara agriamente. De tal palo, tal astilla, desde luego.
Pero ahora no había tiempo para permitirse el lujo de enojarse.
-Será mejor que encontremos un medio de escapar de aquí antes de que Praysh consiga organizar lo que quede de sus matones -le dijo a H'sishi-. Veamos si alguna de estas otras naves está abierta...
Hizo una pausa, frunciendo el ceño. El yate, contrariamente a sus expectativas, no estaba dirigiéndose hacia el cielo tan rápido como Sansia podía haberlo hecho. En cambio, había maniobrado con los repulsores hasta colocarse en una posición flotando unos metros por encima del centro del patio.
Y mientras Mara se preguntaba qué demonios estaba haciendo Sansia, un par de disparos de turboláser surgieron de la parte inferior de la embarcación hacia uno de los cazas estelares estacionados, volándolo en una violenta bola de fuego amarillo.
H'sishi gruñó algo que Mara no pudo entender por encima del rugido de las llamas. Todavía disparando, el yate giró lentamente en un círculo, convirtiendo metódicamente el resto de las potenciales naves de persecución de Praysh en trozos de metal. Entonces, maniobrando hacia dónde Mara y H'sishi permanecían de pie, se posó de nuevo en el suelo y la compuerta se abrió.
-Creí que nunca llegarían, ustedes dos -exclamó con impaciencia la voz de Sansia desde el puente-. Vamos, salgamos de aquí.

MedStar: Intermezzo (IX)

Jos se quitó sus guantes. Apenas pudo hacerlo, de lo cansado que estaba.
La técnico ugnaught fue a su lado.
-El zabrak s’ha despertao, doc. Vaya boquita tiene, el jodío.
Jos asintió fatigadamente.
-¿Dónde está?
-Pre-op.

***

Sar Omant yacía bajo una fina hoja de repelfab, siguiendo el movimiento de Jos con los ojos ya que era incapaz de girar su cabeza. Nadie más estaba alrededor. Las sondas de monitorización colocadas al paciente alimentaban con sus datos a una estación de enfermería, y probablemente alguien estuviera siguiendo los trazos de las señales vitales allí.
-Ah, doctor Pielfina -lo saludó Omant-. ¿Por qué sigo aún vivo?
-Ésa es una buena pregunta . Estoy buscando una respuesta.
-No se preocupe por mí.
-Te hemos arreglado un problema del corazón, extraído un fragmento de esquirla de tu cordón espinal, y nos estamos preparando para sacar otro fragmento de metralla de tu plexo sub-esternal.
-Como dije, humano, no te molestes. Mejor muerto que desangrado por la cabeza.
-Mi mejor amigo en este planeta perdido era un cirujano zabrak -dijo Jos.
-Vas a mostrar lo tolerante que eres con las especies inferiores como nosotros los zabraks, ¿no?
-Su nombre era Zan Yant.
Aunque los músculos faciales de Omant no funcionaban muy bien, Jos creyó ver una expresión de sorpresa atravesar los otros rasgos.
-Conoces ese nombre.
No era una pregunta.
-¿Talusiano, verdad? Compositor de música, toca la quetarra -dijo Omant-. No soy un entusiasta de la música clásica, pero es bastante conocido en mi planeta natal. ¿Qué pasa con él?
-Está muerto -dijo Jos-. Tú lo mataste.
Omant lo miraba atentamente ahora.
-No es imposible -dijo-. He matado a mucha gente. No recuerdo haber liquidado recientemente a nadie de mi propia especie. Eh, cuando andas muy ocupado, te olvidas de algunas cosas, ¿verdad?
Jos quiso agarrar algo pesado y aplastar la astada cabeza de Sar Omant convirtiéndola en una masa sangrienta. Quiso golpearle una y otra vez.
-¿No te molesta? -preguntó-. ¿Matar a un ser de tu propia especie?
-No me molesta matar a un ser de ninguna especie, Pielfina. Es lo que yo hago. Por eso estamos todos nosotros en esta bola de lodo caliente, ¿no? Esto es una guerra, ¿no lo has notado?
Estaban solos en la cámara en ese momento. Jos supo que todo que tenía que hacer era poner su mano en el hombro de Sar Omant, como si hiciera un gesto amistoso, afable, y agitarlo. No muy fuerte. Un empujón breve o dos sería todo que se necesitaría. Lo sabía. Y sabía que Omant también lo sabía.
Se inclinó, poniendo su mano ligeramente sobre el hombro del zabrak. Durante un largo momento, los dos estuvieron muy inmóviles. Entonces Jos habló.
-Descansa. Lo necesitarás.
Se giró y abandonó la SO.

Caza Tie: Las crónicas de Stele (IX)

Entrenamiento básico

El primer día fue una maravillosa mezcla de actividad, caos y algo de orden. Fueron registrados, examinados, puestos a caminar, alimentados (no demasiado), examinados de nuevo, divididos en grupos, y finalmente asignados a sus alojamientos. Varios de los reclutas que viajaban con Maarek ya no estaban allí. Probablemente habían sido enviados de nuevo a sus casas.
Maarek no tenía ni idea de la hora relativa del sistema, pero era muy tarde cuando por fin pudo desplomarse sobre su pequeño e incómodo catre, en los barracones primarios. Cada recluta había recibido un pequeño holo.
-Tragaos esto esta noche, y preparaos para digerirlo mañana -les habían dicho.
Se sentó, tomo el holo en sus manos y lo activó.


Regreso a bordo del Venganza


Durante las semanas que siguieron, Maarek fue examinado, entrenado intensivamente en procedimientos militares, siguió un entrenamiento físico básico y vuelto a examinar una y otra vez. No tenía ni idea de en qué lugar se encontraba. Nadie se lo había dicho. Y había aprendido rápidamente a no hacer preguntas. Pero también aprendió muchas otras cosas, y aparentemente se convirtió en un perfecto soldado bien adoctrinado del Imperio. Sin embargo, mantenía su propia opinión, y soportaba la situación hasta que las pruebas hubieran terminado.
Cuando su entrenamiento básico terminó, fue embarcado de nuevo, pero esta vez a bordo de una lanzadera militar, y transferido a un puesto avanzado, sobre un asteroide aparentemente abandonado. Permaneció algunas horas en un almacén perdido, mordisqueando sus raciones y discutiendo de naderías con el único agente de guardia en el lugar. Era el único recluta que había descendido en ese puesto avanzado. Más tarde fue transferido de nuevo, con otras personas a las que no conocía, a bordo de otra lanzadera que iba a reunirse con el Venganza. Reconoció a uno de los otros pasajeros: la mujer bordali de la lanzadera. Si ella también le había reconocido, no dio muestras de ello.
En total, había abandonado el Venganza hacía poco más de dos meses. La nave no había cambiado mucho.
Salvo que ya no vivía en los alojamientos civiles.
-Vuestras órdenes están anunciadas en la holopantalla, en esa pared -anunció el comunicador cuando desembarcó de la nave.
Maarek leyó la sección que le incumbía. Estaba asignado a la cubierta 3. Sobre el mapa, vio que ese punto estaba situado cerca del hangar de los cazas TIE. Pensó que se trataba sin duda de los alojamientos de los pilotos, y sintió que le invadía cierto nerviosismo.
Durante su entrenamiento básico, aprendió a no hacer preguntas. Eso no le había sido fácil de asimilar, y numerosas veces tuvo que ser castigado a trabajos pesados por haber abierto la boca. No es fácil perder una costumbre tan antigua en unas semanas, pero Maarek había aprendido a aguantar, a esperar el momento adecuado, y a elegir cuidadosamente sus amigos y confidentes.
Sin embargo, estas nuevas restricciones tenían un gran inconveniente: se perdió intentando buscar sus alojamientos, cuando una simple pregunta habría bastado para ponerle más rápidamente en la dirección correcta. Pero finalmente consiguió encontrar su camino, no sin antes haber atravesado zonas donde se veía que no era bienvenido, y donde los oficiales y los hombres de servicio se detenían bruscamente para Mirarle enfurecidos. No obstante, nadie le preguntó qué buscaba, nadie le ofreció su ayuda. Maarek generalmente huía del lugar lo más rápido posible.
Su nueva habitación era un verdadero remanso de paz y de intimidad tras semanas en los barracones del campo de entrenamiento y su periplo por las entrañas del destructor estelar. Había una única litera en la cabina, y se tumbó en ella inmediatamente.
Unos instantes más tarde, alguien se presentó a su puerta y llamó.
-Entre -dijo Maarek con voz dubitativa.
Era Pargo. Permaneció plantado ahí, mirándole con aire estúpido, y Maarek rompió a reír. Su amigo llevaba un uniforme de la armada flamantemente nuevo. Le saludó marcialmente.
Maarek se devolvió el saludo con el corazón encogido, ya incómodo por esas formalidades de la vida militar.
-¿A qué viene esa gran sonrisa? -le preguntó.
Pargo entró en la habitación y se apoyó en el escritorio integrado en la pared.
-Me alegro de volver a verte, tan... -respondió de forma descarada. Aparentemente, se moría de ganas de decirle algo a Maarek. Parecía un monstruo de las nieves a punto de devorar un taun-taun.
-Venga, dime lo que sea -a Maarek no le gustaba que le hicieran esperar para decirle las cosas importantes. Y a juzgar por el gesto de Pargo, debía tratarse de algo muy importante-. ¿Te vas a quedar ahí plantado todo el día, o qué?
-De acuerdo, no te me subas a la parra. Estoy contento por dos razones. La primera, que has vuelto de tu entrenamiento y que ya eres por fin uno de los nuestros. Pasan muchas cosas a bordo de un destructor estelar, cosas de las que los civiles no tienen ni idea...
-Seguro -respondió Maarek prudentemente-. ¿Y la otra razón?
-Voy a convertirme en soldado de asalto. Me han pedido que comience el entrenamiento en tres días.
Maarek no estaba muy seguro de comprender por qué Pargo estaba tan contento. Por supuesto, las tropas de asalto eran la división militar más temida y respetada de las fuerzas del Imperio, pero todo ese aparejo, esa armadura, el hecho de no tener ni nombre, ni cara, lo le agradaban mucho a Maarek. Pero, por otro lado...
-Es genial, Pargo. Creo que la armadura te sentará muy bien. Por mi parte, yo voy a seguir un entrenamiento de piloto.
La sonrisa de Pargo desapareció.
-¿Quieres decir que vas a pilotar uno de esos desvencijados cazas TIE? Esas naves son auténticos ataúdes volantes. ¿Estás loco o qué?
-Eso creo -respondió Maarek-. ¿Has oído hablar de mi pequeña aventura?
-Sí -respondió Pargo-. He escuchado hablar de ella. Ya te vale de presumir de esa manera. ¿Nunca estás satisfecho, eh?
Maarek estalló en carcajadas.
-Hay quien nace con estrella, y otros...
Pero Pargo se había puesto muy serio.
-Ten cuidado. Esto no es una carrera de barredoras. Acabarás en pedacitos dentro de una nube de humo si no eres prudente.
-Harás mejor en preocuparte de ti, Pargo. Una armadura de soldado de asalto nunca ha detenido un disparo de bláster. Y como te conozco, serías el primero en ponerte delante de un bláster para saber si es verdad.
-Creo que ambos tendremos una vida corta y llena de acontecimientos -respondió Pargo con una media sonrisa-. Bueno, debo irme. Entro en servicio en unos minutos.
Poco después de la partida de Pargo, un mensaje apareció en la pequeña consola de comunicaciones de la habitación de Maarek. Le pedían que se presentase en el entrenamiento de pilotos a las siete horas de la mañana siguiente.

lunes, 1 de diciembre de 2008

Solitario de Jade (VIII)

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El dormitorio-comedor-baño comunal del que Sansia había hablado estaba justo al otro lado del corredor de los hoyos del limo. Y era realmente tan desagradable como su tono le había hecho esperar a Mara. Alrededor de la mitad de las mujeres había terminado su limpieza cuando Mara llegó, dejando el líquido de los abrevaderos asemejándose más a una versión más fluida del limo que a cualquier cosa que se pareciera al agua. Mara se unió a la muchedumbre de mujeres que esperaban su turno, y bajo la cobertura de los cuerpos que se apretaban a su alrededor, extrajo las redomas de su traje de salto y comprobó que realmente contenían los productos químicos que quería. Una vez más, el entrenamiento exhaustivo en sabotajes que el Emperador le había dado hace tanto tiempo iba a resultar útil.
—Creí que estaba bromeando sobre eso de ir a recoger algunas cosas. -La voz de Sansia vino suavemente de detrás de su hombro, demasiado baja para que la oyera cualquiera de las otras mujeres a su alrededor-. ¿Dónde ha conseguido esto?
—El armario de suministros del médico -le dijo Mara, concentrándose en la tarea de verter la primera redoma en uno de los botellines, sosteniendo ambos a la altura de su cintura dónde la actividad estaría oculta a ojos entrometidos.
Sansia carraspeó.
-Supongo que es demasiado tarde para mencionar esto, pero el establecimiento médico probablemente también tenga cámaras de vigilancia.
—Lo sé -dijo Mara-. No se preocupe, me he encargado de eso. Tenga, sostenga esto.
Le pasó la redoma vacía y el botellín lleno, echando un rápido vistazo a Sansia al hacerlo. A pesar de los esfuerzos de la otra mujer por limpiarse, su cabello y su ropa todavía estaban terriblemente rayados y manchados con el limo en el que se había pasado el día. Fueran cuales fuesen las razones de Praysh para odiar a las hembras humanas, decidió oscuramente Mara, había llevado su campaña de degradación al extremo.
—Creí que no iba a regresar -dijo Sansia, con un tono de voz algo raro mientras Mara comenzó a llenar el segundo botellín con una de sus otras redomas-. Me alegro de haberme equivocado.
—Estoy acostumbrada a que me subestimen -le aseguró Mara-. ¿Cree que podrá encontrar el camino a donde guardan su nave?
—Como si fuera el camino de vuelta a casa desde un campo de ejecución -dijo Sansia con sentimiento.
—Bueno. Descríbame la ruta.
Incluso sin mirar podía darse cuenta de la súbita tensión en la mente y el cuerpo de Sansia.
-¿Por qué necesita saberla? -preguntó cautelosamente la otra mujer-. Vamos a estar juntas, ¿no?
—Podríamos separarnos -señaló Mara pacientemente-. O usted podría herirse o incapacitarse de algún otro modo. No quiero tener que cargar con usted y encontrar el camino al mismo tiempo.
Hubo una corta pausa.
-Supongo que eso tiene sentido -concedió al fin Sansia, renuentemente-. Bien. Sale por esa puerta de ahí y gira a la derecha...
Repasó la ruta entera, describiendo cada giro e intersección con gran precisión. Claramente, la mujer tenía ojo para los detalles. Cuando terminó, el segundo botellín estaba lleno.
Y ellas estaban preparadas.
-Bien -dijo Mara, dándole a Sansia la segunda redoma vacía y recuperando de ella el botellín lleno-. Deshágase de las vacías en alguna parte fuera de la vista y luego acérquese a la puerta. ¿Alguna vez han tenido simulacros de incendio aquí?
Sansia parpadeó.
-No desde que yo llegué, no.
—Bueno, pues van a tener uno ahora -dijo Mara-. Cuando los drach'nam vengan corriendo, asegúrese de que no le arrollen. En todo caso, simplemente espere junto a la puerta hasta que yo venga por usted.
—Entendido. -Sansia tomó una respiración profunda-. Buena suerte.
Se alejó de Mara, deslizándose cautelosamente a través de la multitud de mujeres todavía cubiertas de limo. Mara se quedó con la muchedumbre, avanzando lentamente, cuando se abrían espacios, hacia el abrevadero, mientras realizaba mentalmente una lenta cuenta atrás y preguntándose si podía arriesgarse a limpiarse un poco antes de que llevaran a cabo su fuga. Probablemente le daría tiempo, decidió renuentemente. El bith notaría las redomas desaparecidas en cuanto mirase en el armario de suministros, y probablemente sería tan rápido en informar de la pérdida como lo había sido en retirar el limo de la cámara de vigilancia.
La última mujer delante de ella se marchó, y Mara estaba finalmente en posición. Dando una palmada a su última redoma llena, avanzó al abrevadero, y, con un suave movimiento de su brazo, vertió su contenido en el repugnante agua.
Y con un siseo enfadado, el abrevadero hizo erupción abruptamente con una llama chirriante y una nube de humo amarillo.
Hubo una media docena de gritos penetrantes cuando mujeres cuyas mentes habían sistemáticamente reducidas a un estado casi catatónico se despertaron lo suficiente para huir de este súbito e inexplicable peligro. El humo continuó ondulando, y al cabo de unos segundos era imposible ver a través de la sala. Había más gritos y chillos, el ruido sordo de pies y cuerpos colisionando, cuando un súbito pánico invadió a mujeres que casi habían perdido la habilidad de sentir emociones de cualquier clase. No había adonde ir, dónde esconderse, y todas ellas lo sabían.
Los guardias de Praysh reaccionaron más rápido de lo que Mara había esperado. Apenas estaba a mitad de camino a la puerta, abriéndose camino a través del caos, cuando el pesado panel se abrió de golpe y una docena de drach'nam irrumpieron en la sala. Mara alcanzó a vislumbrar pesados extintores cuando la sobrepasaron en su camino al humeante abrevadero...
Y entonces ella llegó a la puerta, y Sansia estaba a su lado.
—¿Qué ha hecho? -siseó la otra mujer.
—Sólo un poco de diversión química -dijo Mara, asomándose a través del humo por la puerta. No todos los guardias habían acudido al rescate de las preciosas obreras esclavas de Praysh: dos de ellos estaban bloqueando el corredor justo fuera de la sala, sosteniendo los látigos neurónicos listos para cualquier intento de las esclavas de aprovecharse de la confusión.
—Quédese detrás de mí -agregó, tomando un botellín en cada mano y saliendo por la puerta.
Uno de los guardias resopló ante esa delgada hembra humana que aparentemente los desafiaba.
-¿Dónde crees que...?
Nunca consiguió terminar su pregunta. Levantando sus manos, Mara apretó uno de los botellines, lanzando un chorro de líquido a las caras de ambos guardias. Ellos escupieron, inclinándose mientras intentaban ponerse fuera del alcance del fluido que les estaba salpicando. Cruzando sus muñecas, Mara cambió el objetivo y dio a la cara de cada guardia una dosis de la otra botella...
Y con aullidos que agitaron el corredor, ambos drach'nam dejaron caer sus látigos y se tambalearon, cayendo ante las mujeres, cubriéndose la cara con las manos.
—Vamos -exclamó Mara a Sansia. Agachándose entre los drach'nam, tomó uno de los látigos caídos y se lanzó en una loca carrera por el corredor.
Alcanzó una intersección de pasillos justo cuando apareció por ella otro par de drach'nam. Boquiabiertos, intentaron agarrar sus látigos, pero antes de que pudieran colocarlos en posición, la tralla de Mara serpenteó, envolviendo sus dos cuellos. Bramaron casi tan ruidosamente como el anterior par mientras caían al suelo de piedra en un revoltijo de brazos y piernas. Mara tomó un látigo de reemplazo de una de sus manos, y continuó avanzando.
—Por aquí -llamó Sansia, que ahora abría el camino-. En el próximo corredor giramos a la derecha subiendo las escaleras...
—¡Deténganlas! -bramó una voz a su espalda. Mara miró por encima de su hombro, sus sentidos hormigueando con el súbito peligro...
Y delante de ella, Sansia gritó.
Mara se giró, su látigo ya en movimiento. Dos drach'nam, emboscados en puertas en los lados opuestos del corredor, habían aparecido, envolviendo con sus látigos a una Sansia que ahora se agitaba violentamente.
Mara chasqueó su látigo al atacante de la izquierda, dándole un fuerte golpe en el hombro y en la espalda mientras se agachaba. Gruñó brevemente alguna palabrota mientras la corriente pasaba a través de él, pero él consiguió mantener el agarre de su propio látigo. Mara volvió a pasar la tralla por encima de su hombro y la envió hacia el otro drach'nam...
Y entonces, sin previo aviso, el arma pareció atrapar abruptamente algo en mitad del aire, y la súbita pérdida de impulso casi la arranca de su mano. Un movimiento en lo alto llamó su atención, y alzó la vista.
Para ver que el techo rocoso sobre ella se había desvanecido, reemplazado por un bosque de gruesas espinas llenas de púas que apuntaban hacia ella. Su látigo colgaba de ellas, desesperadamente enredado entre las púas.
—Humana estúpida -ronroneó la voz de Praysh desde algún altavoz oculto en medio del bosquecillo-. ¿No habrías pensado realmente que yo confiaría únicamente en látigos neurónicos y músculos drach'nam para mantener a raya a mis esclavas, no?
Mara lo ignoró, dirigiéndose hacia los dos guardias que todavía sujetaban a Sansia entre ellos. Con sus látigos bloqueados a su alrededor, sólo les quedaban sus cuchillos...
—Alto -ordenó Praysh, abandonando toda suavidad en su voz-. No tengo ningún interés particular en matarte, humana, pero lo haré si me obligas.
Mara siguió avanzando. Ambos guardias tenían ahora fuera sus cuchillos, y los habían girado para apuntarlos a la humana suicida que corría hacia su muerte. Mara alcanzó las hojas con la Fuerza, preparándose para apartarlas a un lado justo en el momento correcto...
Y entonces, detrás de sus dos oponentes, el corredor estaba de repente llenándose de drach'nam.
Mara se detuvo reticentemente, con el agrio sabor de la derrota en su boca. Con habilidades de la Fuerza o sin ellas. Con entrenamiento de combate imperial o sin él, no había modo de que pudiera encargarse de la guarnición entera ella sola. No ahí, no entonces.
-Me gustaría llegar a un acuerdo -exclamó hacia el techo.
—Estoy seguro de ello -dijo Praysh, ronroneando de nuevo-. Guardias: suelten a la segunda mujer y tráiganlas a ambas a mi cámara de audiencias. Tengo algunas preguntas que hacerle a nuestra pequeña luchadora harapienta.